lunes, 13 de mayo de 2024

 La Generación de la Dignidad 

Ramón Lozano Garcés, Demetrio Valdés Ortiz, 
Adán Arriaga Andrade, Próspero Ferrer, 
Diego Luis Córdoba, Primo Guerrero, 
Aureliano Perea Aluma. 
Quibdó, 1960 (aprox.). 
FOTO: Archivo fotográfico y fílmico del Chocó.

El pasado 1° de mayo se cumplieron 60 años de la muerte del político e intelectual afrochocoano Diego Luis Córdoba, en Ciudad de México, cuando iba en tránsito hacia los Estados Unidos a someterse a una intervención quirúrgica en un hospital de Minnesota, en compañía de su hijo y tocayo, Diego Luis Córdoba Zuleta, y del médico cartagenero Raúl Bernett y Córdova, quien certificó su muerte.

Diego Luis forma parte de una generación brillante y revolucionaria de chocoanos que -durante la primera mitad del siglo XX- llevaron hasta el escenario nacional la realidad del Chocó como una región digna de atención, más allá de la expoliación de sus riquezas naturales; e introdujeron -en asocio con sus pares del Pacífico y del Caribe,[1] en la política nacional y en círculos académicos e intelectuales- novedosos debates sobre la relación entre raza y clase como factor de exclusión de las sociedades negras de Colombia, como la chocoana, a la que Rogerio Velásquez[2], uno de los más connotados precursores de los estudios negros en las ciencias sociales y humanas del país, llamara la negredumbre[3].

A pie y a lomo de mula, por un camino que apenas comenzaba entonces a serpentear entre montañas y selvas de la Cordillera Occidental, desde el Chocó hacia Antioquia, y que aún hoy no ha terminado de convertirse en carretera; y navegando el río Atrato en los barcos que comunicaban a Quibdó con el Sinú, con Cartagena, con el Caribe y con el mundo; esta generación encomiable viajó desde su tierra hacia aquella Colombia lejana que de patria, muchas veces, no tenía más que el nombre. Jorge y Reinaldo Valencia Lozano, nacidos en 1890 y 1895; Sergio Abadía Arango, nacido en 1895; Eliseo Arango, Osías Lozano Quintana y Ricardo Echeverry Ferrer, nacidos en 1900; Dionisio Echeverry Ferrer, nacido en 1901; Alfonso Meluk Salge, nacido en 1903; Ramón Mosquera Rivas, nacido en 1905; Diego Luis Córdoba, Manuel Mosquera Garcés y Adán Arriaga Andrade, nacidos en 1907; Gabriel Meluk Aluma, nacido en 1908; Demetrio Valdés Ortiz, nacido en 1909; Daniel Valois Arce, nacido en 1910; Primo Guerrero Córdoba, nacido en 1911; Ramón Lozano Garcés, nacido en 1913; Aureliano Perea Aluma, nacido en 1915; entre otros adelantados y pioneros, no solamente se movilizaron para que el Chocó -entonces Intendencia Nacional- alcanzara la categoría departamental, sino también para impedir que a menos de una década de ser creado el departamento fuera repartido por la dictadura de Rojas Pinilla entre sus vecinos antioqueños, vallunos y caldenses, que habían inspirado aquella deleznable iniciativa gubernamental.

A esta generación se debe, igualmente, la ampliación y universalización de la educación pública, histórica labor que habían comenzado desde los tiempos de la Intendencia Nacional del Chocó y que, en una acción literalmente revolucionaria para la época, incluyó a los primeros grupos de mujeres negras del Chocó.[4] “Yo les prometo a las madres chocoanas que pronto cambiaremos los delantales de sus hijas por diplomas de maestras”[5], proclamó Diego Luis, en 1932, cuando solamente contaba 25 años y aspiraba al control político del Concejo Municipal de Quibdó[6]. Su radical defensa del derecho a la educación como vía de ascenso social y de reconocimiento intelectual, racial y regional, fue decisiva para la universalización de la educación primaria y secundaria en el Chocó de entonces; al igual que para la formación pedagógica del magisterio y el acceso de jóvenes de la región a las universidades públicas del interior del país.

Con tan solo 57 años al momento de su muerte, Diego Luis Córdoba dejó trunca una gesta política e intelectual que contribuyó significativamente a la difusión del pensamiento liberal moderno en Colombia y a la creación de un proyecto de región, junto a sus coterráneos y contemporáneos de la generación chocoanista de la primera mitad del siglo XX. Si bien el título de Padre del Departamento del Chocó es compartido por Diego Luis con sus compañeros de generación y de luchas, no es inmerecido su reconocimiento como educador y faro de la raza, como también reza en el monumento a su memoria en el Parque Centenario de Quibdó, capital del Chocó, cuya universidad pública regional lleva su nombre.

Desde finales de la década de 1950 y hasta bien entrada la de 1970, en múltiples confines del Baudó, el Atrato y el San Juan, era frecuente que un retrato enmarcado de Diego Luis Córdoba presidiera las amplias salas de las casas campesinas de la gente negra de pueblos, aldeas, villorrios y poblados del Chocó, junto a retratos de los hijos ausentes o los padres fallecidos. Simbólicamente, como si fuera una constancia para la historia oficial impresa, era usual que las paredes de aquellas estancias estuvieran recubiertas, tapizadas, con páginas desplegadas de periódicos viejos de la época, que cubrían las rendijas de las tablas o la palma a la vez que funcionaban como peculiar decoración.

Dígase lo que se diga, en tiempos de redes sociales en los que cualquiera se abroga el derecho de descalificar o tergiversar incluso a figuras de su talla intelectual, política e histórica, Diego Luis Córdoba es uno de los paladines de la democracia colombiana, de las ideas socialistas y liberales que la alimentaron en las primeras décadas del siglo XX; y -por consiguiente- de la defensa de los intereses de clase de los obreros (fundó la CTC junto a Gerardo Molina), sus derechos fundamentales al trabajo digno, la educación, la salud, el descanso... Igualmente, Diego Luis es uno de los precursores de la introducción en el discurso y en el debate político nacional de la reivindicación de la identidad racial, étnica, de las comunidades negras del Chocó y de Colombia; y de la conexión entre las ideas socialistas y la cuestión racial.

Sin embargo, y a propósito de los fines de reconocimiento de la historia afrocolombiana que traen consigo las conmemoraciones del mes de mayo en Colombia; hay que anotar que la vida y obra de Diego Luis Córdoba en Wikipedia[7] se encuentra resumida en media página escasa, compuesta por 3 párrafos, 220 palabras y 1.355 caracteres, de un texto errático e impreciso que no alcanza ni a tarea escolar. Y tampoco es mucha la diferencia de lo escrito en ese sitio web de alto tráfico y consulta sobre los compañeros de generación y de luchas de Diego Luis, con excepción del texto sobre Manuel Mosquera Garcés, una de cuyas bisnietas, historiadora, se encargó de hacerlo digno y fundamentado[8]. Quizás los miembros de la Academia de Historia del Chocó o de la Universidad Tecnológica del Chocó que lleva el nombre de Diego Luis podrían subsanar estos vacíos imperdonables en la llamada era de la información; como un aporte a la conmemoración del Día de la Afrocolombianidad, cuya celebración hoy es posible gracias a los caminos que abrieron Diego Luis y su generación. 

Diego Luis Córdoba y todos los demás integrantes de la generación chocoanista del medio siglo XX forman parte sustancial de lo que Francisco Javier Flórez Bolívar ha denominado "la vanguardia intelectual y política de la nación" y ocupan un lugar en la "historia de la intelectualidad negra y mulata en Colombia". Ellos son, sin duda alguna, la Generación de la Dignidad. Una generación de intelectuales chocoanos cuya trayectoria intelectual y política merece ser más estudiada y difundida. Una generación que hizo de la dignidad su emblema, su lucha, su ideal. Conocerlos sería, entre otras, una buena forma de celebrar la afrocolombianidad.



[1] El magistral trabajo de Francisco Javier Flórez Bolívar: La vanguardia intelectual y política de la nación. Historia de una intelectualidad negra y mulata en Colombia, 1877-1947, es un completo tratado sobre este tema. Editorial Planeta Colombiana S. A., 1ª edición, marzo de 2023, 383 pp.

[3] Ver al respecto: Tras las huellas de la negredumbre, de Germán Patiño. Prólogo a los “Ensayos escogidos”, de Rogerio Velásquez (Mincultura, 2010). https://miguarengue.blogspot.com/2019/09/tras-las-huellas-de-la-negredumbre.html

[4] Una crónica de esta gesta puede leerse en El Guarengue del 8 de marzo de 2021, en: De excluídas a pioneras. Mujeres y educación en el Chocó. https://miguarengue.blogspot.com/2021/03/deexcluidas-pioneras-mujeres-y.html

[5] Caicedo Mena, Miguel. Sólidos pilares de la educación chocoana. Mayo de 1992, Editorial Lealon. 75 pp. Pág. 29. 

[6] Pisano, Pietro. Las mujeres (negras) en la ideología cordobista: la educación como medio de mejoramiento social. Tomado de: 

https://pdfs.semanticscholar.org/7f9b/5bdc96ab372e496db7c61b9d3e7d8d856713.pdf

[8] Ver en El Guarengue, La biznieta de Manuel Mosquera Garcés:

https://miguarengue.blogspot.com/2018/11/la-biznieta-de-manuel-mosquera-garces.html

lunes, 6 de mayo de 2024

 Viviendo de milagro: 
clamor humanitario en el Chocó
Chubasco, Fredy Sánchez Caballero.
Río con arreboles, Balbino Arriaga Ariza.

“El milagro de la supervivencia de negros e indios en esta selva, lo ha propiciado la selva misma. Se puede estar seguro de que, si los instintos hubieran extraviado a los negros, llevándolos a tierras que ofrecieran menos abundancia de los medios de vida, el genocidio institucional programado contra esta nación habría llevado al exterminio de su raza”. Carlos Arturo Caicedo Licona. El Chocó por dentro, 1980.[1]

41.297 personas de 106 comunidades rurales (41% afrochocoanas, 59% indígenas) de las subregiones del Baudó, el San Juan y el Pacífico, en el departamento del Chocó, han sido víctimas de 82 hechos de violencia armada en el lapso de los tres primeros meses del año 2024, incluyendo 47 homicidios, 34 de los cuales ocurrieron en Quibdó; según datos compilados y publicados por el Foro Interétnico Solidaridad Chocó (FISCH), una plataforma social y étnica que agrupa a la mayor parte de las organizaciones del pueblo negro y de las comunidades indígenas de la región.

El reporte trimestral del FISCH, “Alerta Chocó. Informe balance de la crisis humanitaria en el departamento del Chocó en el primer trimestre del 2024”[2], publicado el pasado 28 de abril, informa que 35.752 personas han sido víctimas de confinamiento durante el periodo; por la presencia de actores armados, minas antipersona, restricciones a la movilidad y enfrentamientos entre grupos, en un 30.9% de los casos; y en un 69.1% por los llamados “paros armados”.

Recluidos, desterrados, confinados en sus propias viviendas y poblados, en sus propios territorios de propiedad colectiva, durante buena parte de los meses de enero, febrero y marzo, a las comunidades negras e indígenas del Chocó, en las subregiones del San Juan (79,2% de los casos de confinamiento), Pacífico (14.8%) y Baudó (5.6%), se les ha impedido desarrollar normalmente las múltiples actividades de sus sistemas productivos, las cuales requieren ir a diario hasta las fincas en el monte, para socolar y cultivar, cosechar árboles maderables y frutales, y recolectar plantas medicinales, alimenticias y de condimento. Así mismo, los señores de la guerra han imposibilitado el recurso periódico a cotos de caza y sitios de pesca, para la procura de alimentos y demás bienes naturales que la selva prodiga en sus ciclos naturales a sus habitantes consuetudinarios, quienes durante cientos de años, sabiamente, han estructurado sistemas que les proveen el sustento durante todo el año, en los bosques y orillas, en los ríos y en las mares, en los deltas y manglares, que forman parte de su vida y son el fundamento de ella.

De modo que, cuando un grupo armado impide el normal desarrollo de estas actividades productivas, lo que está impidiendo es el transcurso de la vida, su reproducción, su desarrollo, su manutención, el bienestar de la gente… Confinados de modo forzoso, estos 35.752 hombres y mujeres, indígenas y negros, de todas las edades, en más de una ocasión, solamente han podido salir para desplazarse, también de modo forzado, furtivamente, con el miedo a cuestas, hacia cabeceras municipales y centros poblados de mayor tamaño. En 16 comunidades de las subregiones chocoanas del San Juan, el Baudó y el Pacífico, 4.889 personas han sido víctimas de desplazamiento forzado entre enero y marzo de 2024, por enfrentamientos, amenazas e incursiones armadas de grupos irregulares.

Dos días después del informe del FISCH sobre tan penosa situación humanitaria del Chocó, el DANE (Departamento Administrativo Nacional de Estadística) informó al país que “en marzo de 2024, la tasa de desocupación en el total nacional fue del 11,3% y en el total 13 ciudades y áreas metropolitanas fue del 10,8%”[3]; mientras que la tasa de desocupación de Quibdó fue del 29.7%; con una proporción de informalidad del 57% en la población ocupada de la ciudad.[4]

Se trata de una violación flagrante a todos y cada uno de los derechos humanos, los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales, y los derechos de los pueblos, de la gente del Chocó. Una violación que en un Estado social de Derecho no debería ocurrir, no se debería permitir.