lunes, 27 de mayo de 2024

Rogerio Velásquez, luz para la posteridad 
3ª edición de Las memorias del odio 
Universidad del Cauca

*Carátulas de las ediciones de 1953 (Alianza de Escritores Colombianos), 1993 (Colcultura-Biblioteca del Darién) y 2024 (Universidad del Cauca 200 Años) de Las memorias del odio, del intelectual afrochocoano Rogerio Velásquez. FOTOS: Archivo El Guarengue y Universidad del Cauca.

Cien títulos conforman la colección Posteris Lvmen, del sello editorial Universidad del Cauca, una biblioteca conmemorativa de los 200 años que esta importante institución colombiana de educación superior cumple en el 2027. En estos dos siglos de vida institucional, desde todas las vertientes del conocimiento, esta universidad ha sido epicentro y testigo del pensamiento y de la historia del país, una buena parte del cual conformó -desde la primera república hasta principios del siglo XX- el territorio que hoy conocemos como el Gran Cauca; al cual, hasta 1907, cuando fue constituida como Intendencia Nacional, perteneció como provincia la región del Chocó.

El nombre de la colección Posteris Lvmen, proviene del lema de la Universidad del Cauca: Posteris Lvmen moritvrvs edat: quien ha de morir deje su luz a la posteridad. Son “100 libros para reconocernos”, como reza el eslogan de esta trascendental biblioteca, cuya publicación comenzó en 2022 y se prolongará hasta el año del bicentenario de la Universidad y hasta completar el centenar de títulos que abarca.

Supliendo un vacío

Hace cuatro días, el jueves 23 de agosto de 2024, en el Paraninfo de la Universidad del Cauca, fue presentado el título número 12 de esta biblioteca conmemorativa: Las memorias del odio, de Rogerio Velásquez Murillo[1], el talentoso intelectual chocoano que en 1946 se graduó como Etnólogo allí en esa misma universidad que ahora reedita este libro de trascendental importancia en el conjunto fecundo e invaluable de su maravillosa obra.

En los claustros de ese escenario académico de significativa contribución al nacimiento y consolidación de la Antropología y al desarrollo epistemológico, metodológico y pedagógico de las Ciencias Sociales y Humanas en Colombia; se rememora y reconoce la prodigiosa figura de Rogerio Velásquez Murillo, quien formó parte de los primeros graduados del Instituto Etnológico Nacional, que a la sazón dirigía el profesor Gregorio Hernández de Alba, quien lo había fundado junto a Paul Rivet. Un instituto que también contó entre sus primeros profesores a Wolfgang Scottelius, Gerardo Reichel-Dolmatoff, Pau Vila y José de Recasens. Y entre sus primeros alumnos a Luis Duque Gómez, Eliecer Silva Celis y Alicia Dussán Maldonado.

En hora buena publica la Universidad del Cauca una nueva edición de Las memorias del odio, supliendo de este modo el vacío absurdo y notorio de la casi imposibilidad de acceder a esta y otras obras de la afrochocoanidad intelectual del siglo XX; las cuales no se consiguen muchas veces ni siquiera en las bibliotecas familiares de los herederos de los escritores que las escribieron. Motivo por el cual, desde El Guarengue, hemos insistido en la urgencia patrimonial de configurar y publicar una Biblioteca de la Chocoanidad.

Un prólogo, un epílogo y una cátedra

Dos talentos de las nuevas generaciones de intelectuales afrocolombianos, ambos afropacíficos, que han seguido las huellas que dejó marcadas Don Rogerio en el camino de la negredumbre intelectual, son los autores del prólogo y del epílogo de esta edición de Las memorias del odio, acertadamente incluida en la biblioteca conmemorativa del bicentenario de la Universidad del Cauca. José Antonio Caicedo Ortiz (Cali, 1974) escribe el prólogo del libro y Carlos Alberto Valderrama Rentería (Cali, 1978) escribe el epílogo. Junto a ellos dos tuve el honor de hacer la presentación del libro, el 23 de mayo, en una amena, fraterna y copiosa conversación, ante un auditorio concitado para asistir ese día y el 24 de mayo a la Décima Cátedra Afrocolombiana Rogerio Velásquez Murillo, una experiencia hasta hace poco única en el ámbito de la educación superior en Colombia.

La Cátedra, creada en el 2014 por la Universidad del Cauca, es coordinada e impulsada por el profesor José Antonio Caicedo y la profesora Elizabeth Castillo, como parte de un equipo admirable de profesionales de las Ciencias Sociales y Humanas, que desde Popayán han irradiado, durante ya una década, luminosos aportes a los procesos educativos propios de las comunidades negras, afrocolombianas, raizales y palenqueras de Colombia, desde la voz de hombres y mujeres, maestras y maestros, líderes y lideresas, de las regiones del Cauca y del país, que cada año llegan hasta la propia “ciudad blanca”, como “un desfile de melaza en flor” a cuyo paso “se alegra de su negrura todo el corazón”.

Un eslabón perdido del pasado de Quibdó

Los 300 ejemplares de Las memorias del odio, de Rogerio Velásquez, publicados por la Universidad del Cauca como parte de su colección bicentenaria Posteris Lvmen son una contribución invaluable a la difusión de este relato literario de género histórico sobre la vida y la muerte de Manuel Saturio Valencia, escrito a modo de autobiografía; en el cual quedan retratados con todo detalle los rasgos lacerantes de una sociedad excluyente, racista y desigual, presa aún del colonialismo, como era la sociedad quibdoseña y chocoana de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX; una sociedad cuya injusticia sistemática y cuya crueldad social, económica, racial, sexual, lesionan de tal modo la humanidad de Manuel Saturio Valencia que lo conducen a la múltiple maldad y al desvarío del odio, que a su vez lo conducirán a la pena de muerte. “Con esta novela, Quibdó recuperó un eslabón perdido de su pasado”, anota el profesor Caicedo Ortiz en su prólogo[2].

“Yo nací bueno, puedo asegurarlo. Vine al mundo limpio, con el alma vacía de cosas que me trajeran al patíbulo”[3], declara en su relato de infancia, en el que hace un completo repaso de todas y cada una de las múltiples expresiones de la ruindad del poder dominante. Y cuando se aproxima la hora del cadalso, enjuta su alma hasta la aridez, proclama con pesadumbre existencial: “¿Por qué ahora me hablan de deber, de patria, de humanidad, de familia, si conmigo no hubo obligaciones, ni familia, ni patria, ni nada en los comienzos de mi carrera?”[4] Es la voz del reo M.S.V., iniciales con las que firma la dedicatoria de sus “Papeles del último fusilado de Colombia”, que al igual que el título del libro -Las memorias del odio- resume en pocas palabras el sentido profundo del relato: “A mi hija Rosa y a los que nacen procesados”. Es también la voz de todo un pueblo, hablando a través de él y, como él, al pie de su propio corazón, queriendo decir la verdad, solo la verdad[5], como si se tratara de una comparecencia ante la justicia transicional y no ante aquel consejo de guerra acomodaticio cuyo veredicto ya estaba escrito antes del juicio.

Edición digna, lamentable errata

Con excepción de la portada, que no despierta mayor entusiasmo y en la cual tienden a perderse detalles de los logos de la colección y de la editorial; la edición de Las memorias del odio hecha por la Universidad del Cauca es una edición digna, a la altura de la importancia de la obra en la historia y en la literatura afrocolombiana, y en el conjunto de la obra de su autor. El papel, la tipografía y la maqueta de diseño contribuyen a ello y facilitan la lectura, tanto por la generosidad en el manejo del espacio, como por los tamaños usados, las viñetas y las portadillas de capítulos.

Llama gratamente la atención la preciosa reproducción de la carátula de la primera edición del libro, de 1953, incluida en la página 25 de esta edición de 2024 como portadilla interna, previa al comienzo del contenido propiamente dicho del trabajo de Don Rogerio, que empieza en la página 29. El valioso detalle de ese elemento gráfico lleva a pensar que habría sido bueno incluir una foto del autor en alguna parte del libro, también en calidad de ingrediente histórico.

Lo que sí sorprende, ingratamente, es que la curaduría de la colección y el trabajo específico de edición de este libro no hayan notado el irónico error que salió publicado en la página 123, donde se afirma que Rogerio Velásquez “inició sus estudios de secundaria en el Colegio Tomás Carrasquilla”, en referencia al famoso y centenario Colegio Carrasquilla, de Quibdó, que en realidad se llama Ricardo Carrasquilla, por razones obvias de homenaje a un educador y escritor nacido en Quibdó, y no a un escritor de la más rancia tradición de Antioquia. Aunque es lamentable esta errata, que debería advertirse mediante la inclusión de una fe, ello no le quita a la publicación de este libro su valor como aporte a la reivindicación de la intelectualidad negra del medio siglo XX y a su significativa labor de documentación de la propia historia de una región tan ignota e ignorada como el Chocó.

Rogerio Velásquez corresponde admirablemente al lema de la Universidad del Cauca, grabado en la divisa de su bicentenario escudo. Su luz intelectual nos sigue iluminando cada vez que lo leemos. Gracias a la Universidad por esta reedición de Las memorias del odio. Y por esa joya invaluable que es la Cátedra Afrocolombiana que lleva su nombre.


[1] Velásquez Murillo, Rogerio. Las memorias del odio. Tercera edición, Popayán: Editorial Universidad del Cauca, 2024. 126 páginas. (Posteris Lvmen; 12)

[2] Caicedo Ortiz, José Antonio. Prólogo a Las memorias del odio, de Rogerio Velásquez, Universidad del Cauca, 2024. Pág. 10. Obra citada.

[3] Velásquez Murillo, Rogerio. Las memorias del odio. Obra citada, pág. 43

[4] Ibidem. Pág. 87.

[5] Ibidem. Pág.37

lunes, 20 de mayo de 2024

Letras imprescindibles. 
4 grandes de la literatura afrochocoana 

*Rogerio Velásquez, Miguel A. Caicedo,
Arnoldo Palacios y Carlos Arturo Caicedo Licona.
FOTOS: Archivo El Guarengue.

Así como la brillante generación de políticos del medio siglo XX -la Generación de la dignidad-[1] materializó el sueño de convertir en departamento a la Intendencia del Chocó, y defendió el nombre y los derechos de la región en los escenarios públicos e institucionales del ámbito nacional; Rogerio Velásquez Murillo, Miguel Antonio Caicedo Mena, Arnoldo de los Santos Palacios Mosquera y Carlos Arturo Caicedo Licona le mostraron a Colombia, letra por letra, las realidades ignoradas de su pueblo, de su gente, de su geografía, de su historia y de su cultura. Por su obra magnífica y precursora, Velásquez y Palacios, Don Miguel y Carlos Arturo, son pioneros de la reivindicación étnica y cultural de las comunidades negras del Chocó y de Colombia, de la afrocolombianidad que en este mes de mayo se conmemora y se celebra como componente consustancial de la naturaleza múltiple y plural de la nación colombiana en materia cultural; un reconocimiento al que ellos contribuyeron con su dedicación, compromiso y honestidad intelectual y política.

Podría decirse que estos cuatro intelectuales afrochocoanos complementaron, a lo largo del siglo XX, desde su quehacer literario, investigativo, académico, poético y artístico, el quehacer de los políticos chocoanos que brillaron en el panorama nacional durante la primera mitad del siglo XX, llevaron al Chocó hasta la escena política y republicana de Colombia, y consiguieron la personería territorial y administrativa de la región; al igual que introdujeron el debate sobre el uso -por parte de las élites nacionales y la sociedad dominante en general- del tejido racial de la región como factor de discriminación.

Don Rogerio

Mediante su ejercicio profesional en diferentes campos de las ciencias humanas y sociales, sus artículos científicos y su producción literaria, y a través de su trabajo como maestro y profesor, Rogerio Velásquez Murillo (Sipí, 9 de agosto de 1908 - Quibdó, 7 de enero de 1965) sembró conciencia sobre la condición de sujetos históricos de las comunidades negras del Chocó y de Colombia, abrió caminos claros y conducentes al mundo académico para que mirara realidades hasta ese momento invisibilizadas, negadas y excluidas dentro del panorama educativo y sociocultural de la nación… La obra completa de Rogerio Velásquez Murillo debería ser parte, en Colombia, de la biblioteca básica de formación universitaria en carreras como Antropología y otras afines. Sus aportes precursores y pioneros a la etnohistoria, al igual que su significativa contribución al conocimiento de dinámicas y realidades socioeconómicas, artísticas, folclóricas, religiosas y festivas de los pueblos negros, que eran prácticamente ignotas, desconocidas e ignoradas por el sector académico en Colombia hasta que él las investigó, las documentó y las publicó, convierten a Rogerio Velásquez en uno de los fundadores de los estudios afrocolombianos en la antropología nacional y continental.[2]

Don Miguel

Maestro y educador de tiempo completo, escritor, cronista y poeta de la más honda raigambre de la chocoanidad, Miguel Antonio Caicedo Mena (La Troje, 1919 - Quibdó, 1995) publicó más de 30 libros de diversos géneros y contenidos: poesía romántica, narraciones de ficción (cuentos y novelas), textos y estudios sobre historia, tradiciones, personajes y cultura del Chocó; al igual que un centenar de poesías costumbristas, gran parte de ellas grabadas en su propia voz en los estudios de Radio Universidad del Chocó. Mediante esta colección poética, basada en el habla de los campesinos chocoanos, en su hiperbólico lenguaje y en los rasgos distintivos de su peculiar humor, el Maestro Caicedo narró para la posteridad instantes y vivencias de la vida cotidiana de la región, costumbres, problemáticas y características culturales; con tal riqueza y de tal modo que dichos poemas son, sin duda alguna, parte de la memoria oral de la chocoanidad, textos culturales a través de los cuales Don Miguel dio a conocer rasgos de la identidad de esta región.[3]

Arnoldo

En aquella Europa compleja a la que llegó a vivir en 1950, Arnoldo Palacios (Cértegui, 1924 - Bogotá, 2015) amplificó y multiplicó las voces chocoanistas y los ecos de sus reivindicaciones regionales y raciales, mediante su articulación a las reflexiones y reivindicaciones del movimiento internacional de la negritud promovido desde París por aquel grupo excelso de intelectuales negros francófonos, encabezado por Léopold Sedar Senghor y Aimé Césaire, que concitó al mundo para que pusiera sus ojos en dichas realidades. Su compromiso político, desde una clara e irrenunciable militancia en las ideas socialistas, y su compromiso intelectual, en el campo histórico, literario, racial y étnico, se constituyeron en la fuerza con la que Arnoldo salvó todos los obstáculos para lograr la difusión y reconocimiento de sus relatos, análisis y ficciones sobre aquel Chocó lejano donde, en un punto aún más lejano (Cértegui), había nacido. De hecho, la primera edición de su celebrada obra “La selva y la lluvia” fue hecha en Moscú, en septiembre de 1958, por la Editorial Progreso; mientras que la primera edición de “Las estrellas son negras” había sido hecha en Bogotá, por la editorial de Clemente Airó, en 1949, antes de su viaje a Europa, cuando Palacios contaba apenas 25 años y ya gozaba de cierto grado de reconocimiento también por sus crónicas y artículos de prensa.[4]

Licona

Consumado intelectual, ingenioso profesor universitario y talentoso escritor, Carlos Arturo Caicedo Licona (Quibdó, 1945-2023) escribió y publicó más de una docena de libros de literatura (cuentos, relatos y novelas cortas) y ensayos sobre la realidad y las problemáticas del desarrollo del Chocó, su gente y sus características ecológicas, étnicas y culturales; así como fue fundador, editor, director y escritor del icónico periódico quincenal Saturio, nombrado así en homenaje a Manuel Saturio Valencia… Cuando aún no estaba en boga hablar de dichos temas, a mediados de la década de 1970, Carlos Arturo Caicedo Licona fue uno de los primeros intelectuales chocoanos en conocer, comprender y difundir la idea de que sin cultura no es posible el desarrollo y que este nunca será sostenible sin la ecología y la etnicidad de un territorio. Licona, como era popularmente conocido, fue un narrador hábil e imaginativo, un cronista admirable de la chocoanidad, autor de una triada narrativa que lo sitúa en puesto de honor dentro de las voces regionales que enriquecen la literatura colombiana con su tono y sus temas, sus escenarios y sus personajes. Glosa paseada bajo el fuego y la lluvia (1982), La guerra de Manuel Brico Cuesta (1984) e Historias de mi barrio (1988), componen la triada emblemática de su quehacer literario.[5]

De ínfimo costo y enorme valor

Bastante más mentados que leídos, sigue pendiente para estas cuatro figuras intelectuales y literarias del Chocó el homenaje más sincero, auténtico y verdadero que se puede hacer a un escritor y a su memoria: leerlos. Por ello, y para que sean tan leídos como mentados, debe atenderse, como una urgencia patrimonial de la chocoanidad, la configuración, diseño y publicación de una colección o biblioteca de autores chocoanos. Una idea cuyo costo es tan ínfimo como enorme es su valor.

Así será posible que en el monte más remoto y en la más perdida orilla de la región sean leídas las letras de Rogerio Velásquez, Miguel A. Caicedo, Arnoldo Palacios y Carlos Arturo Caicedo Licona; al igual que otras, también imprescindibles, como las de Isnel Mosquera, Gonzalo de la Torre y Hugo Salazar Valdés, Ramón Mosquera Rivas, Diego Luis Córdoba y Ramón Lozano Garcés, Luz Colombia Zarkanchenko de González, Amalialú Posso Figueroa y Teresa Martínez de Varela, César E. Rivas Lara y Sergio Antonio Mosquera Mosquera, Reinaldo Valencia Lozano y Gregorio Sánchez Gómez, Néstor Emilio Mosquera Perea y Carlos Calderón Mosquera, Manuel Lozano Peña y Carlos Arturo Truque Asprilla.



[1] Al respecto, se puede leer en El Guarengue: La Generación de la Dignidad.https://miguarengue.blogspot.com/2024/05/la-generacion-de-la-dignidad-ramon.html

[2] Acerca de Rogerio Velásquez, los siguientes son algunos textos publicados en El Guarengue:

*Rogerio Velásquez: un pionero, un precursor. https://miguarengue.blogspot.com/2024/01/rogerio-velasquez-un-p-ionero-un.html

*Recordando a Rogerio Velásquez. https://miguarengue.blogspot.com/2021/01/recordando-rogeriovelasquez-rogerio.html

*El San Pacho de Rogerio Velásquez. https://miguarengue.blogspot.com/2023/09/el-san-pacho-de-rogerio-velasquez.html

*El día de La Ola en Tumaco y El milagro de San Buenaventura. 2 textos de Rogerio Velásquez. https://miguarengue.blogspot.com/2023/12/lecturas-de-vacaciones-el-dia-de-la-ola.html

*“Cantares de los tres ríos”. https://miguarengue.blogspot.com/2021/11/cantares-delos-tres-rios-rogerio.html

[4] Acerca de la vida y la obra de Arnoldo Palacios, en El Guarengue:

*El centenario de un prodigio: 100 años del nacimiento de Arnoldo Palacios. https://miguarengue.blogspot.com/2024/01/el-centenario-de-un-prodigio-100-anos.html

*Dos acontecimientos históricos en la vida de Arnoldo Palacios. 

https://miguarengue.blogspot.com/2024/03/dos-acontecimientos-historicos-en-la.html

[5] Sobre Carlos Arturo Caicedo Licona, pueden leerse en El Guarengue:

*"Glosa paseada bajo el fuego y la lluvia" o el relato épico de la chocoanidad. https://miguarengue.blogspot.com/2019/04/glosa-paseada-bajo-el-fuego-y-la-lluvia.html

*Glosa paseada en homenaje a Licona. 1ª Parte. https://miguarengue.blogspot.com/2023/06/glosa-paseada-en-homenaje-licona-1.html

* Tres libros maravillosos y una sola glosa verdadera. Glosa paseada en homenaje a Licona. 2ª Parte. https://miguarengue.blogspot.com/2023/07/tres-libros-maravillosos-y-una-sola.html

* El periódico Saturio y El Chocó por dentro. Glosa paseada en homenaje a Licona. 3ª Parte. https://miguarengue.blogspot.com/2023/07/el-periodico-saturio-y-el-choco-por.html

lunes, 13 de mayo de 2024

 La Generación de la Dignidad 

Ramón Lozano Garcés, Demetrio Valdés Ortiz, 
Adán Arriaga Andrade, Próspero Ferrer, 
Diego Luis Córdoba, Primo Guerrero, 
Aureliano Perea Aluma. 
Quibdó, 1960 (aprox.). 
FOTO: Archivo fotográfico y fílmico del Chocó.

El pasado 1° de mayo se cumplieron 60 años de la muerte del político e intelectual afrochocoano Diego Luis Córdoba, en Ciudad de México, cuando iba en tránsito hacia los Estados Unidos a someterse a una intervención quirúrgica en un hospital de Minnesota, en compañía de su hijo y tocayo, Diego Luis Córdoba Zuleta, y del médico cartagenero Raúl Bernett y Córdova, quien certificó su muerte.

Diego Luis forma parte de una generación brillante y revolucionaria de chocoanos que -durante la primera mitad del siglo XX- llevaron hasta el escenario nacional la realidad del Chocó como una región digna de atención, más allá de la expoliación de sus riquezas naturales; e introdujeron -en asocio con sus pares del Pacífico y del Caribe,[1] en la política nacional y en círculos académicos e intelectuales- novedosos debates sobre la relación entre raza y clase como factor de exclusión de las sociedades negras de Colombia, como la chocoana, a la que Rogerio Velásquez[2], uno de los más connotados precursores de los estudios negros en las ciencias sociales y humanas del país, llamara la negredumbre[3].

A pie y a lomo de mula, por un camino que apenas comenzaba entonces a serpentear entre montañas y selvas de la Cordillera Occidental, desde el Chocó hacia Antioquia, y que aún hoy no ha terminado de convertirse en carretera; y navegando el río Atrato en los barcos que comunicaban a Quibdó con el Sinú, con Cartagena, con el Caribe y con el mundo; esta generación encomiable viajó desde su tierra hacia aquella Colombia lejana que de patria, muchas veces, no tenía más que el nombre. Jorge y Reinaldo Valencia Lozano, nacidos en 1890 y 1895; Sergio Abadía Arango, nacido en 1895; Eliseo Arango, Osías Lozano Quintana y Ricardo Echeverry Ferrer, nacidos en 1900; Dionisio Echeverry Ferrer, nacido en 1901; Alfonso Meluk Salge, nacido en 1903; Ramón Mosquera Rivas, nacido en 1905; Diego Luis Córdoba, Manuel Mosquera Garcés y Adán Arriaga Andrade, nacidos en 1907; Gabriel Meluk Aluma, nacido en 1908; Demetrio Valdés Ortiz, nacido en 1909; Daniel Valois Arce, nacido en 1910; Primo Guerrero Córdoba, nacido en 1911; Ramón Lozano Garcés, nacido en 1913; Aureliano Perea Aluma, nacido en 1915; entre otros adelantados y pioneros, no solamente se movilizaron para que el Chocó -entonces Intendencia Nacional- alcanzara la categoría departamental, sino también para impedir que a menos de una década de ser creado el departamento fuera repartido por la dictadura de Rojas Pinilla entre sus vecinos antioqueños, vallunos y caldenses, que habían inspirado aquella deleznable iniciativa gubernamental.

A esta generación se debe, igualmente, la ampliación y universalización de la educación pública, histórica labor que habían comenzado desde los tiempos de la Intendencia Nacional del Chocó y que, en una acción literalmente revolucionaria para la época, incluyó a los primeros grupos de mujeres negras del Chocó.[4] “Yo les prometo a las madres chocoanas que pronto cambiaremos los delantales de sus hijas por diplomas de maestras”[5], proclamó Diego Luis, en 1932, cuando solamente contaba 25 años y aspiraba al control político del Concejo Municipal de Quibdó[6]. Su radical defensa del derecho a la educación como vía de ascenso social y de reconocimiento intelectual, racial y regional, fue decisiva para la universalización de la educación primaria y secundaria en el Chocó de entonces; al igual que para la formación pedagógica del magisterio y el acceso de jóvenes de la región a las universidades públicas del interior del país.

Con tan solo 57 años al momento de su muerte, Diego Luis Córdoba dejó trunca una gesta política e intelectual que contribuyó significativamente a la difusión del pensamiento liberal moderno en Colombia y a la creación de un proyecto de región, junto a sus coterráneos y contemporáneos de la generación chocoanista de la primera mitad del siglo XX. Si bien el título de Padre del Departamento del Chocó es compartido por Diego Luis con sus compañeros de generación y de luchas, no es inmerecido su reconocimiento como educador y faro de la raza, como también reza en el monumento a su memoria en el Parque Centenario de Quibdó, capital del Chocó, cuya universidad pública regional lleva su nombre.

Desde finales de la década de 1950 y hasta bien entrada la de 1970, en múltiples confines del Baudó, el Atrato y el San Juan, era frecuente que un retrato enmarcado de Diego Luis Córdoba presidiera las amplias salas de las casas campesinas de la gente negra de pueblos, aldeas, villorrios y poblados del Chocó, junto a retratos de los hijos ausentes o los padres fallecidos. Simbólicamente, como si fuera una constancia para la historia oficial impresa, era usual que las paredes de aquellas estancias estuvieran recubiertas, tapizadas, con páginas desplegadas de periódicos viejos de la época, que cubrían las rendijas de las tablas o la palma a la vez que funcionaban como peculiar decoración.

Dígase lo que se diga, en tiempos de redes sociales en los que cualquiera se abroga el derecho de descalificar o tergiversar incluso a figuras de su talla intelectual, política e histórica, Diego Luis Córdoba es uno de los paladines de la democracia colombiana, de las ideas socialistas y liberales que la alimentaron en las primeras décadas del siglo XX; y -por consiguiente- de la defensa de los intereses de clase de los obreros (fundó la CTC junto a Gerardo Molina), sus derechos fundamentales al trabajo digno, la educación, la salud, el descanso... Igualmente, Diego Luis es uno de los precursores de la introducción en el discurso y en el debate político nacional de la reivindicación de la identidad racial, étnica, de las comunidades negras del Chocó y de Colombia; y de la conexión entre las ideas socialistas y la cuestión racial.

Sin embargo, y a propósito de los fines de reconocimiento de la historia afrocolombiana que traen consigo las conmemoraciones del mes de mayo en Colombia; hay que anotar que la vida y obra de Diego Luis Córdoba en Wikipedia[7] se encuentra resumida en media página escasa, compuesta por 3 párrafos, 220 palabras y 1.355 caracteres, de un texto errático e impreciso que no alcanza ni a tarea escolar. Y tampoco es mucha la diferencia de lo escrito en ese sitio web de alto tráfico y consulta sobre los compañeros de generación y de luchas de Diego Luis, con excepción del texto sobre Manuel Mosquera Garcés, una de cuyas bisnietas, historiadora, se encargó de hacerlo digno y fundamentado[8]. Quizás los miembros de la Academia de Historia del Chocó o de la Universidad Tecnológica del Chocó que lleva el nombre de Diego Luis podrían subsanar estos vacíos imperdonables en la llamada era de la información; como un aporte a la conmemoración del Día de la Afrocolombianidad, cuya celebración hoy es posible gracias a los caminos que abrieron Diego Luis y su generación. 

Diego Luis Córdoba y todos los demás integrantes de la generación chocoanista del medio siglo XX forman parte sustancial de lo que Francisco Javier Flórez Bolívar ha denominado "la vanguardia intelectual y política de la nación" y ocupan un lugar en la "historia de la intelectualidad negra y mulata en Colombia". Ellos son, sin duda alguna, la Generación de la Dignidad. Una generación de intelectuales chocoanos cuya trayectoria intelectual y política merece ser más estudiada y difundida. Una generación que hizo de la dignidad su emblema, su lucha, su ideal. Conocerlos sería, entre otras, una buena forma de celebrar la afrocolombianidad.



[1] El magistral trabajo de Francisco Javier Flórez Bolívar: La vanguardia intelectual y política de la nación. Historia de una intelectualidad negra y mulata en Colombia, 1877-1947, es un completo tratado sobre este tema. Editorial Planeta Colombiana S. A., 1ª edición, marzo de 2023, 383 pp.

[3] Ver al respecto: Tras las huellas de la negredumbre, de Germán Patiño. Prólogo a los “Ensayos escogidos”, de Rogerio Velásquez (Mincultura, 2010). https://miguarengue.blogspot.com/2019/09/tras-las-huellas-de-la-negredumbre.html

[4] Una crónica de esta gesta puede leerse en El Guarengue del 8 de marzo de 2021, en: De excluídas a pioneras. Mujeres y educación en el Chocó. https://miguarengue.blogspot.com/2021/03/deexcluidas-pioneras-mujeres-y.html

[5] Caicedo Mena, Miguel. Sólidos pilares de la educación chocoana. Mayo de 1992, Editorial Lealon. 75 pp. Pág. 29. 

[6] Pisano, Pietro. Las mujeres (negras) en la ideología cordobista: la educación como medio de mejoramiento social. Tomado de: 

https://pdfs.semanticscholar.org/7f9b/5bdc96ab372e496db7c61b9d3e7d8d856713.pdf

[8] Ver en El Guarengue, La biznieta de Manuel Mosquera Garcés:

https://miguarengue.blogspot.com/2018/11/la-biznieta-de-manuel-mosquera-garces.html

lunes, 6 de mayo de 2024

 Viviendo de milagro: 
clamor humanitario en el Chocó
Chubasco, Fredy Sánchez Caballero.
Río con arreboles, Balbino Arriaga Ariza.

“El milagro de la supervivencia de negros e indios en esta selva, lo ha propiciado la selva misma. Se puede estar seguro de que, si los instintos hubieran extraviado a los negros, llevándolos a tierras que ofrecieran menos abundancia de los medios de vida, el genocidio institucional programado contra esta nación habría llevado al exterminio de su raza”. Carlos Arturo Caicedo Licona. El Chocó por dentro, 1980.[1]

41.297 personas de 106 comunidades rurales (41% afrochocoanas, 59% indígenas) de las subregiones del Baudó, el San Juan y el Pacífico, en el departamento del Chocó, han sido víctimas de 82 hechos de violencia armada en el lapso de los tres primeros meses del año 2024, incluyendo 47 homicidios, 34 de los cuales ocurrieron en Quibdó; según datos compilados y publicados por el Foro Interétnico Solidaridad Chocó (FISCH), una plataforma social y étnica que agrupa a la mayor parte de las organizaciones del pueblo negro y de las comunidades indígenas de la región.

El reporte trimestral del FISCH, “Alerta Chocó. Informe balance de la crisis humanitaria en el departamento del Chocó en el primer trimestre del 2024”[2], publicado el pasado 28 de abril, informa que 35.752 personas han sido víctimas de confinamiento durante el periodo; por la presencia de actores armados, minas antipersona, restricciones a la movilidad y enfrentamientos entre grupos, en un 30.9% de los casos; y en un 69.1% por los llamados “paros armados”.

Recluidos, desterrados, confinados en sus propias viviendas y poblados, en sus propios territorios de propiedad colectiva, durante buena parte de los meses de enero, febrero y marzo, a las comunidades negras e indígenas del Chocó, en las subregiones del San Juan (79,2% de los casos de confinamiento), Pacífico (14.8%) y Baudó (5.6%), se les ha impedido desarrollar normalmente las múltiples actividades de sus sistemas productivos, las cuales requieren ir a diario hasta las fincas en el monte, para socolar y cultivar, cosechar árboles maderables y frutales, y recolectar plantas medicinales, alimenticias y de condimento. Así mismo, los señores de la guerra han imposibilitado el recurso periódico a cotos de caza y sitios de pesca, para la procura de alimentos y demás bienes naturales que la selva prodiga en sus ciclos naturales a sus habitantes consuetudinarios, quienes durante cientos de años, sabiamente, han estructurado sistemas que les proveen el sustento durante todo el año, en los bosques y orillas, en los ríos y en las mares, en los deltas y manglares, que forman parte de su vida y son el fundamento de ella.

De modo que, cuando un grupo armado impide el normal desarrollo de estas actividades productivas, lo que está impidiendo es el transcurso de la vida, su reproducción, su desarrollo, su manutención, el bienestar de la gente… Confinados de modo forzoso, estos 35.752 hombres y mujeres, indígenas y negros, de todas las edades, en más de una ocasión, solamente han podido salir para desplazarse, también de modo forzado, furtivamente, con el miedo a cuestas, hacia cabeceras municipales y centros poblados de mayor tamaño. En 16 comunidades de las subregiones chocoanas del San Juan, el Baudó y el Pacífico, 4.889 personas han sido víctimas de desplazamiento forzado entre enero y marzo de 2024, por enfrentamientos, amenazas e incursiones armadas de grupos irregulares.

Dos días después del informe del FISCH sobre tan penosa situación humanitaria del Chocó, el DANE (Departamento Administrativo Nacional de Estadística) informó al país que “en marzo de 2024, la tasa de desocupación en el total nacional fue del 11,3% y en el total 13 ciudades y áreas metropolitanas fue del 10,8%”[3]; mientras que la tasa de desocupación de Quibdó fue del 29.7%; con una proporción de informalidad del 57% en la población ocupada de la ciudad.[4]

Se trata de una violación flagrante a todos y cada uno de los derechos humanos, los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales, y los derechos de los pueblos, de la gente del Chocó. Una violación que en un Estado social de Derecho no debería ocurrir, no se debería permitir.