Candó
Algo
de historia de la televisión en el Chocó
-A propósito
de los 70 años de la televisión en Colombia-
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Afiche promocional de Candó, 1969 (IMDb). Portada de presentación, con Ana Mojica en primer plano (IMDb). Judy Henríquez y Julio César Luna en Candó (IMDB). Leonor González Mina. (Sonolux) |
La
televisión colombiana cumplió 70 años este jueves 13 de junio de 2024. Fue
establecida por el gobierno militar del General Gustavo Rojas Pinilla, quien
para su funcionamiento creó la Televisora Nacional como una dependencia de la Oficina
de Información y Prensa del Estado, ODIPE; ya que, “en sus orígenes, la
televisión en Colombia tuvo un doble propósito. El primero, manifiesto:
promover la nacionalidad a través de la educación y la cultura; el segundo,
tácito: ser un mecanismo de control social y propaganda política del Gobierno
militar, que buscó y consiguió ascendencia popular mediante obras de
infraestructura y asistencialismo social” a todo lo largo y ancho
del territorio nacional.
“El
Gobierno, con facilidades de pago y a precio de fábrica ($ 354), ha vendido en solo
15 días cinco mil aparatos. Y cree dejar instalados 50.000 en total en este
año”, anotaba una publicación de la época, en enero de 1955, o sea, seis meses después
de inaugurada la televisión. A la par, se avanzaba -como si se tratara de la obra
de mayor trascendencia para el desarrollo y la transformación nacional- en la
instalación de un sistema de 14 estaciones repetidoras, que garantizaran la
recepción de la televisión más allá de las inmediaciones de Bogotá y el altiplano
cundiboyacense. La repetidora de Chocontá (Cundinamarca) terminaría siendo famosa en todas las regiones, pues de su buen funcionamiento dependía gran parte de la
cobertura nacional y desde ella se generaron las primeras transmisiones vía
satélite, como aquellas mediante las cuales más de medio país vivió y celebró la llegada del Apolo 11 a la luna, en 1969, o la meteórica y
heroica carrera boxística de Antonio Cervantes, Kid Pambelé, el primer colombiano
en ganar un campeonato mundial de boxeo.
Los televisores
vecinales de Quibdó
El “pequeño
paso para el hombre” y “gran salto para la humanidad”, como resumió el
astronauta estadounidense Neil Armstrong aquella primera vez que un ser humano (él
mismo) pisó la superficie de la luna, lo vimos decenas de muchachos,
muchachitos, jóvenes y adultos, en las salas de las únicas casas de los
vecindarios de Quibdó en donde había televisor, aquel domingo 20 de julio de
1969. En mi caso, en la casa de la familia Velásquez Ayala, es decir, la
familia del gran intelectual chocoano Rogerio Velásquez Murillo. Allí, un
muchacho alto me alzó en peso y me trepó hasta lo más alto del protector de
hierro exterior de la ventana de la casa, desde donde se podía divisar bien el
pequeño televisor frente al cual se abarrotaba medio centenar de personas, en
una sala en la que ya no cabía más gente y por eso había sido necesario llenar
también la ventana, el andén y la puerta de acceso…, tal como ocurría a la
misma hora en otros vecindarios y otros televisores.
“…Para la
época, en Quibdó -recuerda Elías Córdoba Valencia, gestor cultural, musicólogo,
maestro y agrónomo quibdoseño- la mayoría de las casas no tenían televisor y
había un televisor por cuadra si acaso -qué sé yo-, entonces la gente se reunía
en una casa. Quibdó era un pueblo muy seguro y este concepto de familia
extensa, del vecino, funcionaba muy bien; entonces, había ciertos programas que
convocaban a la gente y las puertas se abrían y la gente incluso desde la reja [de
la casa] veía la televisión en las casas donde había; todavía a blanco y negro,
por supuesto, televisores muy pequeños, sin control remoto…”.
“Allá
en la selva adentro del Chocó hay un caserío…”
Dieciséis
días antes de aquel acontecimiento mundial, otro acontecimiento marcó la
historia de la relación entre la televisión nacional, la ciudad de Quibdó y la
región del Chocó. El viernes 4 de julio se había transmitido el capítulo final
de Candó, la primera telenovela colombiana cuyo escenario era el Chocó y
en cuyo reparto aparecieron las dos primeras personas negras que desempeñaron
un papel dramático, así fuera menor, en la televisión colombiana: Leonor
González Mina, quien ya había sido bautizada por su disquera como La negra grande
de Colombia, y Jenny Mena, una talentosa y hermosa chocoana que había sido
también bailarina de un grupo de danzas folclóricas creado en Quibdó por la
gran folclorista Madolia de Diego Parra, quien a su vez había formado parte de
la gira internacional de varios meses por países de Europa y Asia organizada
por los hermanos Delia y Manuel Zapata Olivella.
“Es un
pueblo pequeño, solo hay un aserrío”
Candó fue
una de las primeras telenovelas escritas por Bernardo Romero Pereiro. Compuesta
por 102 capítulos, el primero de los cuales fue transmitido el lunes 10 de
febrero de 1969, el comienzo de Candó fue anunciado en una nota del periódico
El Tiempo, de ese mismo día, de la siguiente manera:
“Hoy se inicia la nueva telenovela “Candó”.
Hoy, a las 9 de la noche, la empresa
realizadora RTI inicia una nueva serie de telenovela por el canal nacional,
bajo el título de “Candó”, pueblito imaginario del Chocó, cuya industria principal
es la explotación de maderas, manejada por muy pocos patronos. Tiene el
problema del contrabando del oro, con todas las secuelas de la ambición de
poseer el precioso metal. Los problemas que de este hecho se desprenden son
resueltos en el sitio y a la manera de "Candó”.
Todo el desarrollo da para plantear una
trama de gran interés que tiene acción y suspenso, casi desde el principio de
la obra. Ello ha llevado a los realizadores a afirmar que esta será la “telenovela
del año”.
Los artistas
Bajo la dirección de Eduardo Gutiérrez y
con la producción de Hernán Villa, los intérpretes de esta novela nacional
serán: Ramiro Corzo, Judy Henríquez, Bernardo Romero Lozano, Julio César Luna,
Santiago Caicedo, el cantante Fabiano, Leonor González Mina (“La negra grande
de Colombia”), Jenny Mena, Alcira Rodríguez, Darío Valdivieso, Hugo Pérez (que
regresa a las pantallas después de varios años de ausencia), Luis Fernando Orozco,
Ana Mojica, Stephan Proaño, el cantante Julio Cerama, Maruja Toro, Dora
Cadavid, Hugo Armando y Alma Nury.
El libreto es de José Rodrigo, la música fue creada,
escrita y arreglada para televisión por el joven compositor Francisco Zumaqué,
hijo, y la banda fue grabada en los estudios Ingeson”.
“Allí
no florece nada, ni siquiera un amorío”
Candó es
también una de las primeras telenovelas colombianas que recurre a temáticas de origen
colombiano, incluyendo personajes y sitios de la geografía nacional. Según una
historia del melodrama televisivo colombiano, escrita originalmente en 1987 y
publicada hace unos días en un libro conmemorativo de los 70 años de la
televisión colombiana, “Fernando Soto Aparicio,
Bernardo Romero Pereiro y Efraín Arce Aragón son los iniciadores de las
telenovelas con historias colombianas, con personajes colombianos y en lugares
colombianos (a pesar de que seguía existiendo la limitación del estudio y la
imposibilidad de los exteriores). Romero Pereiro escribió, en 1968, “Candó”,
una historia sobre la explotación de oro en el Chocó, dirigida por Eduardo
Gutiérrez...”.
“No hay
risas en las caras, todo se lo llevó el río”
Candó fue,
además, la primera telenovela en la historia de la televisión colombiana que se
promocionó a la manera de un producto comercial, con publicidad por fuera de la
televisión misma y de los periódicos. “Lo que años más tarde se convertiría en
un producto alrededor del cual se mueven grandes inversiones, tanto en la
infraestructura necesaria para su realización, como en la pauta publicitaria,
en ese entonces era el resultado de un grupo de personas que se movían más en
el terreno del arte que en el de los negocios. Sin embargo, hacia 1968 podemos
ver cómo la preocupación por comercializar la telenovela va naciendo. En
efecto, “Candó” es la primera telenovela a la que se le hace publicidad
callejera en forma de afiches como los que se utilizan hoy día para anunciar
las corridas de toros o las peleas de lucha libre”.
“Un
sendero conduce al monte, el monte conduce a nada”
Es claro
que Candó se constituye en un acontecimiento en la historia de la telenovela y
el melodrama televisivo en la septuagenaria televisión colombiana, por los
aspectos antes anotados. Sin embargo, para el Chocó y Quibdó, y para su
población negra, e incluso para el conjunto de la población negra, afrocolombiana,
raizal y palenquera del país, es también un hito histórico en cuanto a las
formas y contenidos de la representación de la vida, de la historia, de la
geografía, de estas sociedades y estos pueblos; que, con todo y su
reconocimiento formal en la Constitución y en las leyes, aún no forman verdaderamente
parte de la televisión como espejo de la realidad nacional, por diversos
factores, relacionados con el tratamiento estereotípico de todo lo referente a la
gente negra, sus culturas, sus territorios; especialmente por la falta de
fundamentación rigurosa y de contextos válidos en la dramaturgia, además de la
ausencia de relatos consecuentes con esta historia de invisibilización y
exclusión, más allá de aquellos que obligatoriamente conducen a lo negro, como
las bionovelas de cantantes, artistas, deportistas (el Joe, Pambelé, Leonor
González, la Niña Emilia, los futbolistas de la Selección Colombia, etc.); a
las cuales se recurre más por el éxito comercial que pueden acarrear como
figuras públicas los protagonistas del producto, que por el reconocimiento
intrínseco a su condición étnica y cultural, y a la historia, el contexto y la
tradición a la cual estos pertenecen.
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Bárbara Perea y Ramsés Ramos. FOTOS: Pantallazos de El Guarengue, de transmisión de El Espectador. 30.04.2023 |
Al respecto, en una conversación sobre Afrocolombianos en el cine y en la televisión, en la Feria Internacional del Libro de Bogotá, 2023, el actor Ramsés Ramos anotaba: “¿Qué es un afro, en este país? Para mucha gente, un afro, un negro, en este país, es un “Negro”: no tiene nombre, muy escasamente nos interesa saber de su vida, porque no hemos contado esa historia como nación; como nación, no se ha hecho un relato de nación que incluya esto como un valor fundamental en la construcción de la nación… La televisión no está ahí, porque es visto el negro como Negro, no es visto como persona. Entonces, necesitamos esto… sí, pero que ese sea un negro, ¿por qué? Porque quieren legitimar una acción estereotípica del negro que es esa. Son muy raras y contadas las ocasiones en las que podemos ver personas negras que están ejerciendo unos personajes que tienen otro tipo de connotaciones y denotaciones. Porque no se lo imaginan así”[12].
En el
mismo sentido, la actriz Bárbara Perea expresó, en dicho evento de la FILBO
2023: “Sí tenemos hoy en día más actores afros en la televisión o en el cine o
en general; pero, las oportunidades no son muy buenas. O sea, no siempre
tenemos buenos personajes, no siempre nos están llamando para tener personajes
protagónicos o coprotagónicos. Sigue siendo muy poca la presencia afro en la
televisión y en el cine colombiano. Y yo creo que una parte es responsabilidad nuestra;
pero, también es porque las personas que están dedicadas al casting nos tienen
un poco encasillados, hay encasillamiento y sobre todo los estereotipos.
Entonces, no siempre tenemos acceso a los personajes -digamos- del común, sino
que tenemos más acceso a los estereotipos. Y ahí creo que, en vez de tener un
avance, hemos tenido un retroceso”.
Elías Córdoba Valencia anota sobre el
particular, refiriéndose a Candó: “La otra connotación interesante de
Candó es que también es de los primeros momentos en que se ven personas afro en
la televisión. Ahí estuvo Leonor González Mina, que tuvo un papel, pues, de
esos papeles que eran también superestigmatizantes; y había una mujer chocoana
muy conocida, que era Jenny Mena. Jenny Mena era una mujer muy querida en el
Chocó y muy conocida, y también hace un papel ahí muy sencillo; porque
obviamente los protagonistas eran personajes de la farándula y del jet set,
como Judy Henríquez, que era una de las divas; y el otro gran galán de
entonces, que era Julio César Luna, y algunos actores que después hicieron fama
en la televisión, como Dora Cadavid, por ejemplo…”
“La
fiebre que los consume se siente en cada mirada”
Además de
Leonor González Mina y de Jenny Mena, otro grupo de afrocolombianos aparecía en
la escena de la telenovela Candó, en calidad de figurantes o extras; casi como
parte de aquel decorado que reproducía con matas, ramas y tallos de cualquier
especie vegetal que a los decoradores, escenógrafos y ambientadores les diera
una idea de la imagen cliché que en sus mentes tenían de la selva. Dichos
figurantes eran jóvenes estudiantes universitarios que formaban parte del grupo
de Cantos y Danzas Folclóricas del Chocó, de la Universidad Nacional de
Colombia, entre los cuales estaba el artista y abogado quibdoseño Américo
Murillo Londoño (Ameriquito), de la misma dinastía de las maestras Zully y
Leonor, sus hermanas, y de los maestros Nicolás y Alexis, sus hermanos.
“Eso se
grababa dentro de los estudios de la Televisora Nacional, que quedaban en la
calle 24 entre 5ª y 7ª, por la Biblioteca Nacional… En esa telenovela todo era
en interiores. Entonces allá estaban las ramas y otro poco de vainas, que daba
la impresión de que fuera en una selva. Y ahí aparecimos varios chocoanos;
trabajamos como extras, yo trabajé ahí en varios capítulos, no muchos, pero en
varios capítulos aparecí yo ahí; en un papel pues que te digo que en estos
tiempos de pronto yo no lo hubiera hecho… Pero, en ese tiempo, para uno que era
muchacho, estudiante, la berraquera salir en televisión… Y como eso lo veían en
Quibdó, entonces todo el mundo vivía pendiente de que íbamos a salir allí
algunos…”, rememora Américo Murillo su participación en Candó, y añade: “uno no
dimensionaba que lo cogían a uno y lo ponían en esos papeles de sirviente,
porque no era sino eso: lo ponían a uno de sirviente y el negrito que está ahí
en la selva y el sirviente… Y entonces, con el tiempo es que dice uno: HP,
bueno, y uno cómo se prestaba para hacer esos papeles donde lo ponían a uno era
de sirviente nomás… “.
“El
hombre que se levanta, la sombra que se disipa”
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Américo Murillo Londoño y Jesús Elías Córdoba Valencia. FOTOS: Archivo El Guarengue. |
Elías Córdoba Valencia evoca algunos aspectos de interés sobre el significado de Candó en la historia local y regional de la televisión, en Quibdó y en el Chocó. “Candó fue la primera telenovela, al menos que yo vi, que tenía varias connotaciones importantes. La una es que en ese entonces el Chocó no era un territorio muy visibilizado a nivel nacional; casi que el episodio cercano anterior en el que el Chocó fue noticia fue el incendio del 66 y la Huelga del 67, y casi que volvió a ser noticia por Candó. Porque Candó, el argumento de Candó, tenía que ver con una especie de pueblo ficticio -pero, pues no tan ficticio- ubicado en el Chocó, tal como nota uno que se utiliza la terminación [dó], común en nuestros casos como la significación de río. Entonces eso era Candó, con un argumento que también tenía que ver con el tema de la tala de bosques, la explotación de la madera y los consecuentes problemas de inequidad que tenía eso; también hablaba ahí un poco del contrabando del oro; sin embargo, no era un tema de cuestionamiento, sino que, pues simplemente eran las razones por las cuales el Chocó podía aparecer en algún escenario desde la mentalidad de entonces…”[18].
Este
último aspecto de la historia de Candó lo confirma Américo Murillo Londoño: Candó
“hablaba como de minas y toda esa cantidad de cosas, pero nada tenía que ver
con lo que se había vivido en el Chocó en la vaina de la minería, que lo que
había era la explotación de los gringos de la compañía minera, pero ahí no
aparecía nada parecido a eso…”.
“La
noche no trae descanso a las almas que se agitan”
Etiquetar
como exótico lo que no forma parte del relato nacional es práctica discursiva y
frecuente en la actualidad de las redes sociales y en los medios de comunicación.
Lo desconocido, lo poco conocido, lo que no se parece al estereotipo o al
cliché, es considerado exótico. Con tal poder de influencia sobre los
imaginarios y el lenguaje en boga que, incluso, se ha conseguido el absurdo de posicionar
y vender -por ejemplo en la industria del turismo- como exotismo lo nativo, los
endemismos, las peculiaridades, incluyendo las tradiciones culturales de las
etnias, la historia de los pueblos y de las regiones… El autor de Candó elige inventar
un nombre para su pueblo de ficción, no usa uno existente, y así se cura en
salud de los despropósitos de su relato; el Chocó le sirve como referencia y como
escenario porque, desde esa perspectiva, es algo ajeno, extraño, distinto y
distante, al país nacional que la entonces quinceañera televisión buscaba reflejar.
La selva, el oro, la madera, la gente negra, son funcionales al exotismo del
relato… “En esa telenovela hay una cosa también interesante y es que en ese
entonces nosotros todavía éramos mirados -como todavía hoy más o menos, pero
mucho más en ese entonces- como lo exótico, lo curioso; y entonces era ese tema
del Chocó como lo curioso, las dificultades, es decir, todo lo que hoy tiene
por lo menos un valor diferente en torno al valor de la biodiversidad, al valor
de la cultura; en ese entonces era mirado como algo exótico y casi como ajeno
al país, o por lo menos más ajeno que hoy”.
“Gente
que no cantó su gloria, gente que nunca tuvo historia”
Tres meses
después de inaugurada la televisión en Colombia, cuando aún el ingenioso
invento -digno de las excentricidades de Melquíades- no alcanzaba a llegar al
Chocó y a otros sitios separados del país por sus montañas -en nuestro caso la
Cordillera Occidental, cuyas cimas serían conquistadas por la instalación de una
repetidora en el alto de La Sirena-; el General Rojas Pinilla decidió repartir
al Chocó entre sus vecinos ricos, que le habían endulzado el oído con su poder
económico y político: Antioquia, el Valle del Cauca y Caldas, que aún incluía
lo que hoy son el Quindío y Risaralda; sin fijarse siquiera en que era un
departamento creado a finales de 1947, es decir, que ni siquiera alcanzaba una
década de existencia. Un movimiento ciudadano de protesta, promovido por las
mentes más lúcidas y comprometidas de la chocoanidad de la época, consiguió
impedir el exabrupto. Primo Guerrero Córdoba, como corresponsal de El Espectador
en Quibdó, y Gabriel García Márquez, como enviado especial de ese diario para
informar sobre las protestas, documentaron en ese entonces lo ocurrido.
“Hombre
que se quemó en la brasa, carne, sudor, dolor que pasa”
Tendría
que pasar una década más para que al Chocó llegara la televisión y llegaran los
televisores, muchos de los cuales se quemarían en el gran incendio de Quibdó
del año 1966.
No obstante, en 1969, entre febrero y julio, a las 9 de la noche, en Quibdó, “todo
el mundo corría para donde hubiera un televisor; y no solamente los que estaban
en Quibdó, sino que, donde había un chocoano fuera del Chocó, todo el mundo
estaba pendiente; porque al Chocó nunca lo habían mencionado en una telenovela”.
“Yo creo
que Candó nadie la vio solo: en ese entonces la televisión era un espacio de
convocatoria social en Quibdó, por las circunstancias de la falta de
popularización de los televisores, pero también por ese concepto de familia
extensa y ese concepto de vecino, que estaban tan en boga y que permitían esos
encuentros sociales”.
Ehhhh,
Oéhhh, Candó, Candó / Ehhh, Candó
Llovía en
Quibdó aquella noche de octubre de 1972, cuando nos dieron la noticia del
triunfo de Pambelé en Panamá. Estábamos viendo Campeones de la risa, con Carlitos
y Silvio Dueñas, en el magnífico televisor de la sala de su casa. Y el programa
lo interrumpieron para informar del acontecimiento. Ya nadie se acordaba de Candó, pero todos conocíamos a Judy Henríquez y a
Julio César Luna, y empezábamos a familiarizarnos con las historias de Delia
Fiallo.
A Kike Valdez y el Negro, que instalaban las antenas de TV en Quibdó.
A don Raúl Zuleta, que le fio a mi mamá nuestro primer televisor.
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Allá en la
selva adentro del Chocó hay un caserío
Allá en la
selva adentro del Chocó hay un caserío
Es un pueblo
pequeño, solo hay un aserrío
Es un pueblo
pequeño, solo hay un aserrío
Ehhhh, Oéhhh,
Candó
Ehhh, Candó
Ehhhh, Oéhhh,
Candó, Candó
Ehhh, Candó
Allí no
florece nada, ni siquiera un amorío
Allí no
florece nada, ni siquiera un amorío
No hay risas
en las caras, todo se lo llevó el río
Y no hay
risas en las caras, todo se lo llevó el río
Ehhhh, Oéhhh,
Candó, Candó
Ehhh, Candó
Eh, oéh,
Candó-Oéh
Ehhh, Candó
Un sendero
conduce al monte, el monte conduce a nada
Un sendero
conduce al monte, el monte conduce a nada
La fiebre que
los consume se siente en cada mirada
La fiebre que
los consume se siente en cada mirada
Ehhhh, Oéhhh,
Candó, Candó
Ehhh, Candó
Laralay
lelorey, leloley ehehhloley
Ehhh, Candó
El hombre que
se levanta, la sombra que se disipa
El hombre que
se levanta, la sombra que se disipa
La noche no
trae descanso a las almas que se agitan
La noche no
trae descanso a las almas que se agitan
Ehhhh, Oéhhh,
Candó, ¡¡¡Candó!!!
Ehhh, Candó
Laralay
eloley, leloley ehehhloley
Ehhh, Candó
Gente que no
cantó su gloria, gente que nunca tuvo historia
Hombre que se
quemó en la brasa, carne, sudor, dolor que pasa
Gente que no
cantó su gloria, gente que nunca tuvo historia
Hombre que se
quemó en la brasa, carne, sudor, dolor…
Ehhhh, Oéhhh,
Candó, Candó
Ehhh, Candó