lunes, 27 de mayo de 2019


5 Minutos para El Mono
 
Carlos Manuel Díaz Carrasco, El Mono Díaz.
Foto facebook: https://www.facebook.com/634581364/posts/10156367303566365/

Minuto 1
Recordando al Mono
 ¡El Pensamiento Editorial, en Chocó Vertical!, anunciaba a todo taco una voz clara y recia, que no recuerdo de quién era, con música medio marcial y resonancia incluida, en Brisas del Citará al mediodía. Chocó Vertical era un espacio noticioso dirigido, como también anunciaba aquella voz, por Antonio José Maya G., a quien todo el mundo conocía como Mayagé. Y El Pensamiento Editorial era la sección de opinión del programa, en la cual su director proclamaba y exponía su opinión acerca de hechos de interés general para la audiencia quibdoseña, a la manera del Editorial de un periódico impreso.

El Pensamiento Editorial, de Mayagé, fue uno de los precursores del Periodismo de Opinión en la radio chocoana. En un lapso no mayor a cinco minutos, el hábil y recursivo periodista comentaba, analizaba, ponderaba, orientaba, proponía, criticaba, de modo invariablemente respetuoso, con una altura y una responsabilidad evidentes hasta en el tono de su voz. Eran los años 1970. El pavimento de asfalto del anillo vial central de la ciudad era tan nuevo que todavía se cocinaba cada día bajo el fogón del sol del mediodía y los muchachos jugábamos a que los zapatos se nos quedaran pegados y así nuestros pasos fueran tan pesados como si tuviéramos los pies de plomo o nuestras piernas fueran como las de Gulliver cuando caminaba por las calles del país de Liliput. Mientras tanto, desde su espacio radial hecho tribuna, Mayagé -como decían de López Michelsen en relación con Colombia- ponía a pensar al Chocó o por lo menos a Quibdó.

Una década después, aún la radio seguía mandando la parada en el favoritismo de las audiencias en Quibdó, pues ocupaba la mayor del tiempo destinado al consumo de medios, tanto por su facilidad y gratuidad de acceso, como por la enorme conexión de la oralidad culturalmente dominante con la magia de las palabras, los sonidos, la música y los silencios que salían de los gigantescos radios Philips o de los transistores de pilas Sanyo o de las radiolas compactas con tocadiscos incluido, que ya se habían popularizado en la ciudad.

En esa radio que seguía mandando la parada, en esa misma emisora (Brisas del Citará) había irrumpido y se había vuelto también costumbre de audiencia, como antes lo había sido el Pensamiento Editorial de Mayagé, un espacio que también un locutor anunciaba y hacía también parte de un noticiero: ¡5 Minutos con el Mono! Y la voz magnética de Carlos Manuel Díaz Carrasco, a quien todo el mundo conocía como el Mono Díaz, entraba al aire, ocupando un silencio tan solemne que uno alcanzaba a percibir su solemnidad en cada pausa que el Mono hacía para respirar o para atender a la gramática o a la oratoria. Y entonces el Mono Díaz desplegaba en cada segundo, en cada minuto de esos escasos cinco, toda su inmensa capacidad narrativa, para llevar a los oyentes por el camino argumental que tenía preparado y por el cual uno terminaba transitando, como llevado de la mano por sus frases pausadas, por sus argumentos sólidos, por sus pareceres peculiares, por sus imaginativos análisis, por su fino humor, con el cual condimentaba -hasta el sarcasmo y la ironía- las opiniones y conclusiones a las que lo conducía a uno como oyente. ¡Buenas tardes!, decía el Mono antes del último punto final, como despedida. Sólo entonces uno salía de aquel estado de máxima atención al que el Mono lo había conducido. 5 Minutos con el Mono era también Periodismo de Opinión, del bueno.

Y como sus Cinco minutos, así eran sus noticieros y sus demás programas periodísticos misceláneos, entre información, opinión y variedades, como Mesa Revuelta, que fue uno de los más famosos. Eran espacios en donde el Mono desplegaba su inmensa creatividad, su grande e inteligente humor, su amplia cultura de autodidacta, su abundante pasión política, su siempre indeclinable compromiso con Quibdó y el Chocó, con el bienestar y la tranquilidad de la gente. Y por eso, quienes lo oímos en aquella época, en Brisas del Citará –después La Voz del Chocó- y en Ecos del Atrato, nos quedamos para siempre con la imagen de un periodista que sabía realmente periodismo, de un ser humano de buena calidad, de un chocoano incondicional, de un tipo del pueblo –como se decía antes para referirse a todo aquel que todo el pueblo conocía y porque lo conocía lo apreciaba y lo quería-.

Todo esto a propósito de que este sábado que acaba de pasar, 25 de mayo de 2019, el Mono Díaz habría cumplido 80 años; si no se hubiera muerto hace 3 años, que se cumplen mañana martes 28 de mayo. Hoy, cuando sus cenizas que fueron esparcidas por su familia en el Atrato, siguiendo su voluntad, ya forman parte de la eternidad de la energía y la materia terrígena de la chocoanidad, hacemos un homenaje a su memoria, a partir de su memoria: los cuatro acápites siguientes son una transcripción fiel de una pequeña parte de un legado que el propio Mono Díaz grabó en dos discos compactos titulados Monerías, sucesos y personajes, volúmenes 1 y 2, que contienen 40 pequeñas crónicas de su autoría y en su propia voz, sobre situaciones y personajes relevantes de Quibdó y el Chocó, usando como única fuente su memoria prodigiosa.[1]

Carátulas o portadas de los dos discos de Monerías, una especie de testamento o legado de la memoria del Mono Díaz
sobre Quibdó y su gente. Fueron publicados a finales de 2014, dos años antes del fallecimiento
de este pilar del periodismo moderno en el Chocó.

Minuto 2
Periodista desde niño
“El Mono Díaz, desde chiquitico, mostró su inclinación por ser Comunicador, por ser Periodista. A los 4 años ya leía de corrido los editoriales del periódico El Siglo. Le hacían rueda y le regalaban una peseta, para comprarse una colombina. Le gustaba al Mono Díaz observar, oír, hablar. Era, repito, un pichón de Comunicador, que apuntaba hacia arriba todos los días”.

“Y llegaron a Quibdó tres damas que se habían ido a vivir a Bogotá, muy agraciadas ellas, las hermanas Alicia, Ester y Cristina Rodríguez Astié. […] Gozaban convocándome todas las tardes, porque éramos vecinitos, para que yo les contara todo lo que había pasado en Quibdó ese día. Y yo lo hacía con pelos y señales. Por eso, día a día, también, me afincaba más en mi condición de Comunicador”.

“Un día cualquiera, pasé por el Parque Rojas Scarpetta, que fue el primer nombre que tuvo el hoy Parque Manuel Mosquera, y vi que una especie de piscina de media luna que allí existía, construida por la Policía, era la residencia de larvas y de sapos, y se me ocurrió escribir un artículo que titulé “Había un Parque Infantil”, en el periódico La Verdad, que era vocero del MRL, y que dirigían Alfredo Cujar y Antún Bechara Arriaga. Lo hice sin ninguna pretensión; pero, me encontré con la Profesora Tayito Barrios, quien venía con el periódico en la mano y me dijo: “Hola, Mono, no sabía que escribías tan sabroso y tan bien. Te acabo de leer en el artículo que escribiste sobre el parque, qué bueno, sigue haciéndolo”. Y continué, cuando podía, escribiendo tonterías que nunca salieron a la luz pública, porque ese periplo de aprendiz fue muy corto. Eso lo desarrollé mucho después, cuando ya regresé del Ejército”.[2]

Minuto 3
La primera cédula femenina del Chocó
“[…] Y superada entonces esta etapa en el Ejército, ocupé el primer cargo en la burocracia, un cargo modesto: Auxiliar, en la Registraduría Municipal de Quibdó. Allí me nombró mi querido amigo César Valencia Villa. Mi primer jefe fue Pablo Mosquera y trabajábamos con Noel Hidalgo, como fotógrafo de la misma Registraduría, y nos tocó la cedulación de las mujeres, que ya acababan de adquirir el derecho al voto".

"Y la Primera Dama del Departamento, la esposa del Coronel Carlos Ortiz Torres, fue la que nos convocó a su residencia para que le elaboráramos la primera cédula. Y nos presentamos, Pablo Mosquera, Noel Hidalgo y yo como todos los días íbamos a nuestra oficina, en mangas de camisa. Y cuando llegamos a la residencia del Gobernador, que quedaba en el tercer piso de la Carrera Primera, y el señor Coronel nos vio vestidos así, nos mandó a ponernos saco y corbata, para poder cumplir el proceso de la cédula de Doña Josefina de Ortiz Torres. Eran las épocas de la dictadura y nadie brincaba”.[3]

Contraportada del Volumen 1 de Monerías, pequeñas crónicas hechas de memoria  por el Mono Díaz
y grabadas en su propia voz, en el año 2014.

Minuto 4
Sindicalismo y paludismo
“Después fui empleado de banco, en el Banco del Comercio. Fui al Ejército antes, después regresé, volví al banco por unos días; pero, hubo la primera huelga bancaria y me tocó ir como líder sindical, oigan ustedes, líder sindical, al primer plénum, en Bogotá. Y allá me enfermé, no sabían los médicos qué tenía; duré un mes hospitalizado en la Clínica Bogotá, hasta que por fin dieron con el quinto tono y era un paludismo que me estaba matando. Cuando ya salí de alta del hospital, fui donde la Jefe de Personal del Banco del Comercio, a pedirle que, como yo había viajado a un plénum y a todos los que asistimos nos habían cancelado los contratos, me hiciera el favor de devolverme a Quibdó, que había sido mi sede. La señora me dijo tajantemente: “no, señor, usted aquí no tiene derecho a nada, los revolucionarios no tienen derecho a nada en este banco”. Yo era un pelao, no tenía agallas; salí cabizbajo a la oficina del Doctor Adán Arriaga Andrade, donde estaba también Arturo Ferrer, en cuya residencia yo vivía, y me dijo el Doctor Arriaga: “¿Qué le pasa?” Y le conté lo que les acabo de contar a ustedes. Me dijo: “espérate, Mono”. Se puso el saco, se puso el sombrero, cogió el paraguas, y me dijo: “camine”. Y nos hemos ido nuevamente al Banco del Comercio. Preguntó por la Doctora Lasprilla, que era la Jefe de personal, e inmediatamente la secretaria lo atendió solícita: “Doctor Arriaga, a la orden” y cuando salió la doctora Lasprilla le dijo: “mira, ¿qué es lo que te pasa con mi sobrino?” Y le dijo ella: “nada, Doctor Arriaga, ¿qué me va a pasar? Nada”. “Es que me acaba de decir que ni los pasajes ni nada le quieren reconocer”. “¡No, no, no, no! Me entendió mal…”. Para resumir, a la media hora yo salí con mi cheque de allí, para mis pasajes y para unos viáticos a los cuales yo tenía derecho y me los estaban negando. Pero, fíjense, me tocó apelar a la intervención de un Exministro del Trabajo, para que los pulpos del Banco del Comercio me pudieran reconocer esos pesos".

"Y estaba de Jefe de personal del Banco Popular un gran amigo mío, Norman Guzmán. Acudí a Norman y le dije: “mira, me acaba de pasar esto”. Me dijo: “Carlos, el único puesto que tengo para ofrecerte es el de Secretario del Banco Popular en Leticia”. Le dije: “me voy para donde sea”. Me dieron las órdenes para los exámenes médicos y, cuando el médico me examinó, me dijo: “¿Usted es el que pretende irse a vivir a Leticia?” Le dije: “sí, doctor”. Me dijo: “qué pena; pero, no lleve maleta, lleve de una vez su ataúd, porque de allá lo traen muerto. Usted está muy enfermo”. Ante esa preventiva razón, no me quedó más que regresar a la ciudad de Quibdó, sin puesto y sin ganas de seguir siendo empleado bancario”.[4]

Minuto 5
Del magisterio chocoano
“Voy a recrear algunos nombres de aquellas educadoras que hicieron historia y dejaron huella en el Departamento del Chocó y más concretamente en Quibdó. ¿Cómo no recordar a Doña Judith Ferrer, a Teresa de Jesús Garcés, a Margarita Álvarez, a Carmen Tulia Perea, a la Maestra Leonor Londoño Machado, a Zenaida Ferrer, a Débora Asprilla, a Sonia Henry, a Lucía Abdala, a Esilda Rumié, a Mariquita Díaz, a Josefina Dueñas, a Carmen Sánchez, a Carmen Rentería, a las Hermanas de La Presentación (y aquí evoco a mi maestra del kínder, del chiribitil de La Presentación, la Hermana Laura)…y a tantas otras que hicieron, repito, historia y dejaron huella en la juventud femenina de aquella época…?”

“Fueron unas educadoras ejemplo para sus educandos, ejemplos de moralidad, de comportamiento, de educación. Fueron unas personas que forjaron juventudes para el mañana, pero de la mejor calidad. Y este gremio de las educadoras y los educadores merece un permanente reconocimiento, merece que nunca los olvidemos. ¿Cómo vamos a olvidar, así tengamos los años que tengamos, a quienes nos enseñaron a leer, nos enseñaron a escribir, nos enseñaron el Himno Nacional, nos enseñaron a querer al Chocó? ¡¿Cómo los vamos a olvidar?! Yo, en eso, no soy ingrato. Mantengo permanentemente en mi memoria esas personas, con gratos recuerdos, que hicieron posible que nosotros pudiésemos hoy estar donde estamos y haciendo lo que hacemos”.

“Y más quiero anotar. Recordemos la época en que los docentes chocoanos invadieron el territorio nacional y sentaron cátedra adonde iban de buenos educadores. Y los recibían con alborozo en todos los departamentos y muchos se ufanaban de tener profesores chocoanos. Esa época parece que se está extinguiendo y no deberíamos permitirlo. Hay que volver por los fueros de la máxima calidad en nuestros educadores, para que vuelva el nombre del Chocó a ser ponderado y reconocido en toda la geografía de Colombia”.[5]

Contraportada del Volumen 2 de Monerías, crónicas sobre el Chocó y su gente,
hechas de memoria y grabadas en su propia voz por el Mono Díaz, en el año 2014.




[1] Con excepción de los títulos, que han sido cambiados con fines de edición, los acápites II, III, IV y V, son literalmente transcritos de: Díaz Carrasco, Carlos Manuel. Monerías. Sucesos y personajes. Volúmenes 1 y 2. Dos (2) discos. s.f.

[2] Monerías, Volumen 1, corte 13: Personajes.

[3] Ibidem.

[4] Ibidem.

[5] Monerías, Volumen 2, corte 15: Las profesoras.

lunes, 20 de mayo de 2019


Fatuidad e Indignidad
“Como dicen los italianos (expertos en crisis políticas), 
el enredo actual es grave, pero no es serio”.
Alejandro Gaviria, Director del Centro ODS para América Latina y el Caribe, Exministro de Salud.[1]


Imágenes 1 y 2: Revista Semana, Edición N° 1933, 19 al 26 de mayo de 2019.
Imagen 3: Twitter.

Fatuidad
Mostrando los dientes. Bufando. Conteniendo la saliva acumulada, a punto de escapársele por las comisuras de los labios. Manoteando de más. Casi gritando. Con ira, desespero y furia en los ojos, como cualquier fanático de la secta que lo puso en su insólito cargo y no con la majestad de un Presidente de la República. Así se pronunció Duque en la noche del pasado 15 de mayo. Recurrió al subterfugio de una declaración grabada, sibilinamente escogida en lugar de una alocución televisada en directo. Calculadores y perdularios como son, su jefe supremo (sátrapa de la secta) y el primer anillo de su servidumbre le prohibieron dirigirse al país en vivo, conscientes de la escasa cantidad de verdad que contendría su discurso, lo cual los expondría a ser nuevamente vapuleados por la razón, triunfante sobre sus delirios y su insania; y a una nueva y literal demolición ética, en la réplica de la Oposición, que ahora no pueden evitar, porque la ley los obliga a permitirla; así se crean los más machitos, los más poderosos, los dueños del país, presumiendo obcecadamente de su burda condición de prosélitos, fanáticos y militantes de la tenebrosa secta de la eterna presidencia.

Con la fatuidad propia de esa ralea siniestra, repitiendo el parlamento prescrito por el orate que es su jefe supremo, y sin parar mientes ni siquiera en el hecho de que ostenta el cargo de Presidente, Duque menospreció, subvaloró, desconoció, minimizó y caricaturizó la sentencia de la JEP (Jurisdicción Especial para la Paz) sobre la aplicación de la garantía de no extradición a favor de un desmovilizado, exguerrillero y firmante del Acuerdo de Paz; se dolió de la renuncia de un fiscal de dudosa reputación y de raudo escape, pero de solícita complicidad con el régimen; bramó amenazas de todo tipo; juró venganzas implícitas y explícitas; declaró que pasaría por encima de la sentencia de esta alta corte de justicia; barrió y trapeó el piso de las instituciones con ella.

La dosis de cinismo usada por este Diácono Mayor de la secta fue tan alta que le alcanzó para finalizar su obsceno discurso bendiciendo a Colombia; así como lo había comenzado pregonando sin sonrojarse que “el Gobierno Nacional respeta la Constitución y, por ende, la separación de poderes”.[2]


Indignidad
Humberto Martínez Salcedo.
Sabio popular y hasta subversivo, Humberto Martínez Salcedo marcó una época en la historia del humor en Colombia”, anota un artículo de la revista Semana, de febrero de 1986, en el cual rememora cómo el 20 de enero de ese año “se paralizó el tráfico en la Avenida Chile de Bogotá, a las 12:30. La Iglesia de La Porciúncula, que en días de semana apenas si es visitada por un puñado de oficinistas, se vio colmada y las calles aledañas estaban atestadas de gentes de todas las clases sociales que, compungidas, esperaban la salida de un féretro[3]. Era el sepelio del papá del Fiscal. Del mismo Fiscal que, usando de modo pérfido sus heredadas dotes histriónicas, renunció mediante una patética puesta en escena destinada a pasarse por la faja un fallo judicial de la JEP (Jurisdicción Especial para la Paz) y -obviamente- a escabullírsele a la Corte Suprema de Justicia, cuya Sala Plena se reunirá de modo extraordinario el martes 21 de mayo, para tratar varios temas de fondo relacionados con este hijo indigno de su padre y sus impedimentos públicamente conocidos en todos los casos que involucran a los poderes económicos y políticos dominantes del país.

El “…abogado y periodista Humberto Martínez Salcedo, [fue] considerado por muchos como el primer humorista [político] del país y conocido nacionalmente a través de la televisión por personajes como el del "Maestro Salustiano Tapias", en Sábados Felices, o el del "Maestro Taverita", en Don Chinche. Pero el reconocimiento a la figura de Martínez Salcedo no obedece solamente a estas caracterizaciones recientes, sino que se remonta a tres décadas atrás, cuando hacía sus primeras incursiones en la radio. Allí se haría conocer por sus radioperiódicos, en los cuales entre chiste y chanza fustigaba con vehemencia; pero, sin saña, a políticos e instituciones[4].

Personajes de Humberto Martínez Salcedo y publicidad de uno
de sus más famosos programa radiales.

Dueño de una enorme cultura en los campos de la música clásica y popular, de la producción radial, de la escritura de libretos, de la opinión y el análisis político, Humberto Martínez Salcedo era íntegro intelectualmente y personalmente. Con la misma solvencia explicaba detalladamente intríngulis de la historia de la Música y del Derecho, cantaba bambucos, llamaba “Pueblito Viejo” a su finca en Choachí, daba serenatas con su amigo Pedro Nel Martínez, escribía libretos o se tomaba un aguardiente en el modo fondo-blanco. Dueño de una voz versátil y agradable, grabó una buena cantidad de programas culturales en la famosa HJCK e imitó una buena cantidad de personajes en sus espacios radiales de otras emisoras, a través de los cuales se convirtió en el precursor del humor político en Colombia, el cual ejercía con libertad e independencia, pues su integridad y su  ética intachable lo mantuvieron siempre a salvo de las veleidades y las presiones del poder; poder del cual fue víctima a través de sanciones económicas, cierres de espacios radiales y emisoras en las que difundía sus programas.

El Maestro Taverita filosofaba, aconsejaba, razonaba, argumentaba, comentaba, caricaturizaba y hacía morir de la risa, en Don Chinche, desde su aparente decrepitud física de zapatero anciano y adormilado que cada tanto tenía que ajustarse el cinturón, para que no se le cayeran los pantalones. El Maestro Salustiano Tapias, palustre en mano, con su overol manchado de pintura, con su cachucha de propaganda o su gorro de papel periódico doblado por él mismo, no ahorraba epítetos para poner en su sitio a todo aquel que desde el poder osara atentar contra el pueblo a cuyo servicio teóricamente estaba. Media vara no es desplome era una de sus frases de combate como albañil avezado en las artes del rebusque y la presunción de sabiduría en el ramo de la construcción.

Es difícil creer que de un hombre así sea hijo este hombre asá, que –en su más craso error presidencial- nos impuso Juan Manuel Santos como Fiscal.

Humberto Martínez Salcedo, caracterizado como el Maestro Salustiano Tapias,
frente a la máquina en la que escribía sus libretos.


lunes, 13 de mayo de 2019


¿Conjunto Residencial 
Tribugá?
Twitter: @DrPradoLopez

¿Recuerdan ustedes -más o menos- cómo funciona la propiedad horizontal, esa que se aplica en los edificios de apartamentos, conjuntos residenciales, condominios o unidades residenciales? Cada propietario de apartamento es copropietario del edificio, conjunto, condominio o unidad y, por tal condición, participa en la decisión de los asuntos atinentes a su copropiedad, es decir, a la propiedad que tiene en común con los demás propietarios individuales. Pero, las decisiones de los asuntos referentes a su apartamento, de puertas para adentro, son de su libre, estricta y autónoma decisión como propietario del mismo, ya que se trata del área privada de la copropiedad que le pertenece a él y no a los demás; así como las áreas comunes les pertenecen a todos los copropietarios y no solamente a él.

En este orden de ideas, no es legítimo ni aceptable que la ordenada señora del apartamento 401, por muy ordenada que sea, entre en el suyo y sin siquiera saludarlo a usted le reacomode totalmente los muebles, cierre las llaves del gas, desconecte los aparatos eléctricos que no están en uso, ordene los libros de su biblioteca por tamaños y colores, desocupe la nevera de verduras en trance de descomposición y de yogures vencidos, redistribuya los cuadros en las paredes o convierta en depósito de chécheres el balcón donde usted antes se sentaba a mirar, a pensar, a charlar, a leer, a estar… Tampoco es aceptable ni legítimo que el vecino arribista del 603 o el fafarachero del 506 o la engreída del 503 o la aliñada del 307 o los sabelotodo del 301 y del 303 vengan a su apartamento y lo reformen, tumben una pared para comunicar directamente la cocina con la sala o agreguen un clóset de linos en la pared donde usted tiene un espejo, ahí en el hall de las habitaciones, o derriben una pared para ampliar la zona de ropas… No es legítimo ni aceptable que un grupo variopinto de vecinos, encabezados por el cicatero del 207, por el arribista del 606 y por el ruidoso y pendenciero del 604, decidan a qué actividades académicas y laborales deben dedicarse sus hijos y usted, so pretexto de que así ganarán más plata, usarán mejor sus talentos y, por ende, tendrán un mejor futuro, incluyendo la posibilidad de conocer gente de muchas culturas y viajar, viajar mucho, pues, según le explican detalladamente, viajar es lo único que nos queda cuando lleguemos a la muerte… Tampoco es aceptable ni legítimo que la buena vecina del 203, haciendo gala de su bondad, se oponga rotundamente a todos esos planes de reforma de su vida y de su apartamento, urdidos y ejecutados por esos otros vecinos, y le diga a usted, también rotundamente, que esos planes no le convienen, que usted lo que debe hacer es mantener su situación actual o que lo que le conviene, quizás, es pensar en estos otros planes -menos inconvenientes- sobre los que ella ha venido reflexionando cuidadosamente, con el único y exclusivo fin de protegerlo a usted de todo mal y peligro… No es legítimo ni aceptable que la Administradora y los comités de Administración y Convivencia del Conjunto, unidos a sus similares de otros conjuntos de esta zona de la ciudad, le comuniquen, un día cualquiera, mediante documentos debidamente firmados por gente a la que usted ni siquiera conoce, que han decidido que usted esto, que usted lo otro, que usted esto y lo otro, que sus hijos lo de más allá y acá, que en su apartamento tal y cual, que etcétera y que ya verá, que tranquilo, que es todo por su bien y su progreso, que todo es porque ajá…

Los asuntos referidos a la copropiedad son definidos conjuntamente por la Asamblea de Copropietarios, por el Consejo de Administración o por la Administración, según sea el calibre de cada asunto; pero, nunca individualmente por parte de un solo copropietario. Cambiar las características de la fachada y el color de las áreas comunes internas del inmueble objeto de copropiedad, modificar el reglamento de propiedad horizontal o el manual de convivencia, decidir cómo se administran los bienes comunes o establecer el destino de los fondos obtenidos por los aportes de los copropietarios mediante el pago de cuotas de administración, por ejemplo, no son asuntos que usted pueda decidir solo, alegando que es copropietario. Pero, definir el color del interior de su apartamento, de cada una de las áreas privadas dentro de su propiedad individual y familiar, eso sí que es estrictamente de su legítima y autónoma potestad. Usted verá si pinta la sala de rojo tomate, los cuartos de amarillo pollito, los baños de azul cielo. Usted verá si se come todo el mercado del mes en una semana o si vive las noches casi en penumbras para disminuir el consumo de luz o si restringe el uso del agua por motivos económicos y ecológicos. Usted y los demás que ahí viven verán cómo se reparten y usan el espacio que les pertenece, si tienen o no servicio de internet, si el servicio de televisión digital lo contratan con este o aquel operador, si madrugan o no, si se acuestan a la medianoche o después del telenoticiero, si tienen matas o cactus en la sala o en los cuartos, si cocinan los domingos o no, si piensan y sueñan por las mañanas, si se ríen a solas antes de dormir. Asunto allá, ustedes deciden: esa es su casa y la de su familia. Es decir, los asuntos de su propia vida, en su propio espacio, con su propia gente, con sus cosas propias y sus propias reglas, desde su propia forma de ser, pensar, sentir, vivir, dormir, soñar, comer, vestir, hablar, leer, cantar y escribir, desde una carta de amor hasta un libro, son asuntos de su propia vida, sobre los cuales son ustedes quienes pueden decidir y no sus vecinos. ¡No está ocurriendo así en Tribugá!

Imagen original: Twitter, @WWFColombia. Montaje: JCUH.


lunes, 6 de mayo de 2019


Las lecciones del ABC
Primera página del ABC, 27 de mayo de 1933, N° 2.672

Entre 1914 y 1944, Reinaldo Valencia Lozano editó, dirigió y publicó en Quibdó 3.950 ediciones del periódico ABC, con una periodicidad que varió conforme a circunstancias económicas, políticas o personales: semanal, día de por medio, diaria; durante la primera guerra mundial llegó a circular en dos ediciones, matutina y vespertina. Desde su periódico, Valencia fue cabeza visible de una pléyade de intelectuales “como Daniel Valois Arce y Rogerio Velásquez (el primer antropólogo negro en Colombia) y políticos como Diego Luis Córdoba, Ramón Lozano Garcés, Adán Arriaga Andrade o Manuel Mosquera Garcés, entre otros, que determinaron la configuración de una “conciencia de la personalidad colectiva” chocoana, definida desde un “ser geográfico, étnico, histórico y político bien diferenciado”, como lo anota Luis Fernando González[1].

Efraín Gaitán Orjuela, quien vivió más de 40 años en el Chocó, durante los cuales ejerció el periodismo de múltiples maneras, afirmó hace diez años: “Hasta el momento ningún periódico chocoano ha logrado superar al de Reinaldo Valencia en cuanto al número de ediciones: 3.950. Pasarán muchos años, quizá más de un siglo, para que una publicación lo alcance. Si Chocó 7 días, que es en la actualidad el periódico que está saliendo más asiduamente, no dejara de hacerlo ninguna semana, gastaría 77 años para llegar a la edición 3.950”.[2]

Don Reinaldo, como lo llamaban en el Quibdó de su época, era hermano de Jorge Valencia Lozano, considerado uno de los gobernantes más pulcros, ordenados, progresistas y dignos que ha tenido el Chocó; un Intendente Nacional “en cuya administración (1927-1930), por ejemplo, se hizo el trazado de la carretera Quibdó-Tutunendo-Medellín, se adelantó la construcción de la Cárcel Anayansi, del Cementerio San José, Telecom (antiguo); por igual, la construcción del Colegio Carrasquilla, de la Normal de Señoritas de Istmina, del Hospital San Francisco de Asís; se mejoraron calles y escuelas de la ciudad y se le dio gran importancia e impulso a los asuntos culturales[3].

El ABC registró, durante sus tres décadas de existencia, la vida completa del Chocó y de Quibdó, incluyendo aquellos asuntos trascendentales de la política regional, como la rivalidad interprovincial entre el San Juan y el Atrato, que incluía ideas como convertir la intendencia en dos comisarías; y la lucha por convertirla en un departamento que reemplazara la pérdida de Panamá, al decir de algunos de los escritores del ABC. Aunque algunos autores[4] han documentado cómo en el ABC se privilegió una visión de clase, en detrimento de la visión racial, e incluso se escribieron artículos desfavorables hacia elementos negros de las clases bajas o populares, invisibilizadas por la élite económica y social descendiente de la mulatocracia reinante; otros reconocen que es en el ABC en donde la cuestión racial empezó a aparecer, a través de la pluma de personajes como Ramón Lozano Garcés, Diego Luis Córdoba y Alfonso Meluk: “A partir de los años 1930 surgió una ruptura en el discurso de la prensa regional, la cual se manifestó en la introducción paulatina del tema racial. El término “raza negra”, por ejemplo, que no era de uso frecuente en la prensa chocoana antes de los años de 1930, empezó a ser mencionado regularmente. Este cambio temático reflejaba una transformación en el perfil social de aquellos redactores de los periódicos, especialmente los del A.B.C.[5]

A estas alturas de nuestra historia regional, ya todos sabemos que conseguir la transformación en Departamento de la antigua Intendencia Nacional del Chocó no fue una tarea ni un logro individual; sino un largo y tortuoso proceso de reivindicación y negociación política en todos los ámbitos sociopolíticos, diplomáticos, económicos y culturales, incluyendo el activo papel de la prensa. José E. Mosquera lo resume así, refiriéndose a Reinaldo Valencia y a su ABC: “El impulso del proceso de departamentalización del Chocó fue una de sus principales banderas desde las páginas editoriales del ABC. De manera que, el ABC se convirtió en la tribuna de la lucha de Valencia y de Dionisio Ferrer, Heliodoro Rodríguez, Francisco Córdoba, Armando Meluk, Emiliano Rey, Delfino Díaz, Julio Perea Quesada, Alfonso Meluk, Adán Arriaga Andrade, Salomón Salazar y Guillermo Henry Cuesta para que el Chocó fuera erigido departamento[6].

Muestra de los avisos comerciales que se publicaban en el ABC.
De manera, pues, que cuando uno quiere saber, durante la primera mitad del siglo pasado, que tanto marcó la historia de la ciudad y de la región, qué se comía y qué se bebía en Quibdó, cómo se vestía y cómo se divertía la gente, quién y adónde viajaba, con quién y para qué; o hacerle seguimiento a las acciones de la Intendencia Nacional del Chocó, como la construcción de obras y la dirección de la educación pública, el fomento de la agricultura, la reglamentación de impuestos locales y regionales, la coordinación de acciones con el gobierno nacional para beneficio regional e, incluso, los hechos de violencia, que obviamente eran diferentes y más escasos que ahora, basta leer el ABC, en el Archivo General de la Nación, en Bogotá. Obviamente, ello no quiere decir que con esa sola fuente puede uno reconstruir la historia regional del periodo mencionado; pero, sí puede uno, con bastante precisión, delinear el boceto que le permitirá entenderla y abordarla.

Ejemplo de la dignidad que debe caracterizar al periodismo y de la responsabilidad que la prensa debe cumplir como memoria histórica de las sociedades, el diario ABC, de Quibdó, perdurará por siempre: jamás será, como tantos otros, un simple y desusado periódico de ayer.


[1] González Escobar, Luis Fernando. Quibdó, la afrópolis del Atrato. En:

[2] "Estoy en el Chocó por rebelde y por servir a los más pobres". Apartes de una entrevista realizada por Amílcar Cuesta al presbítero Efraín Gaitán Orjuela en el año 2009. Chocó 7 días, Edición N° 802, Quibdó, marzo 18 a 24 de 2011. En: http://www.choco7dias.com/802/entrevista.htm

[3] Rivas Lara, César. El Chocó de ayer. En: http://cuentachoco.co/el-choco-de-ayer/

[4]Hernández Maldonado, Juan Fernando. La chocoanidad en el siglo XX. Representaciones sobre el Chocó en el proceso de departamentalización (1913-1944) y en los movimientos cívicos de 1954 y 1987. Trabajo de grado. Pontificia Universidad Javeriana, Facultad de Ciencias Sociales, Carrera de Historia. Bogotá. 2010.

[5] Mena Abadía, Brenda. Discursos sobre un Chocó olvidado. Representaciones sobre raza y región en la prensa chocoana en la primera mitad del siglo XX. Trabajo de grado como Historiadora. Escuela de Ciencias Humanas. Universidad del Rosario. Bogotá, abril 2016.  En:

[6] Mosquera, José E. Reinaldo Valencia, un líder visionario. El Mundo, Medellín, 16 de octubre de 2014.