lunes, 25 de julio de 2022

 Hasta que llegaron los paisas
*Comercio y publicidad en Quibdó 1930-1934*
Quibdó a principios de la década de 1930.
FOTOS: Misioneros Claretianos.

Como era de usanza en la publicidad de la época, en las primeras décadas del siglo pasado en el Chocó, el texto de los avisos comerciales era básicamente narrativo e informativo. No obstante, era frecuente que en los avisos se incluyeran frases o lemas motivacionales orientados a destacar la novedad y exclusividad de los productos, sus marcas y su procedencia extranjera, al igual que la honradez y seriedad de los comerciantes, como argumentos de venta. Eran ante todo enunciaciones textuales de la oferta comercial disponible, tal como puede verse en un anuncio de la tienda de don Raúl Cañadas, de septiembre de 1930, el cual es un buen ejemplo de lo dicho. Su título es: “De gran conveniencia para usted” e incluye a renglón seguido una lista detallada de artículos, así:

“Bombillos de 10, 15, 20 y 25 bujías. Jabón de Reuter y Heno del Campo. Molinos "Corona". Chupones. Entretenedores. Plumeros para el aseo de muebles. Cepillos para dientes. Navajas. Azafates chinos. Juegos de ollas de aluminio de 6 piezas. Ligas para brazo. Toallas grandes. Cordones para zapatos. Peinillas. Pijamas. Peinetas IceCool. Relojes despertadores. Betún. Alpiste. Pistachos. Pocillos chinos. Chicle de menta y rosado. Papel de bloc y de oficio: rayado y sin ellas”.[1]

Mejor dicho: de todo, como en botica, diría el viejo dicho. “¡Lo citamos para que se convenza!”, finaliza el aviso, que va firmado: “Tienda de Raúl Cañadas”.

“¡Acérquese usted y admírese!”. Así termina el texto del aviso de prensa del almacén “Los Barranquilleros”, propiedad de la firma Benveniste & Erza, publicado en la edición del periódico ABC del 15 de marzo de 1930, en Quibdó, donde se anuncia “un surtido especial para caballeros y damas”, que el día anterior, en un aviso similar donde se anuncia la apertura del almacén, es descrito de la siguiente manera:

Nuevo almacén. En breve se abrirá en esta ciudad un almacén con un surtido completo de las mejores conservas del mundo, linóleum y tapetes. Una sección especial de perfumería. "Cutex" para el arreglo de las uñas. Esmaltes y barnices de toda clase. Atomizadores, dulces ingleses, aceite de linaza, algunas especialidades médicas de la casa americana Chase".[2]

Al igual que el resto de Colombia, la ciudad de Quibdó y toda la región chocoana vivían entonces los efectos de la crisis mundial del capitalismo, que había comenzado con la catástrofe del mercado de valores de Nueva York, en 1929, y que se prolongaría por lo menos hasta mediados de la década de los años 30. Especialmente graves eran las repercusiones en la Provincia del San Juan, en particular en Condoto[3]. No obstante, la crisis se convierte en argumento publicitario, en un aviso bastante sugestivo e ingenioso, publicado en el ABC del 15 de febrero de 1930, titulado: “Victrolas en el Pasaje Bechara”, cuyo texto era el siguiente:

No le tema a la crisis. El pasaje Bechara, interesado en que el espíritu alegre del público no decaiga y la flor de su ilusión nunca se marchite, ha logrado establecer la subagencia de los afamados productos Víctor Talking Co., de Camden, Estados Unidos. Acaba de recibir la primera gran remesa consistente en un lote considerable de Victrolas Ortofónicas en todos los tamaños y estilos, mil discos fabricados en el mes pasado, siendo sobreentendido que son lo último en materia de arte musical. Agujas de gran resonancia, en cajitas de 200 cada una y a precios desconocidos en la plaza. Todo de acuerdo con la mala situación. Doble la hoja de la tristeza y no hago caso de la crisis”.[4]

Pasaje Bechara. Quibdó, 1930.
FOTO: Archivo fotográfico y fílmico del Chocó.

El comercio en la ciudad y la región es dominado, en la época, por firmas, empresarios y comerciantes de origen sirio-libanés, los llamados turcos; y cuenta también con alguna participación de nacionales de origen caribe, de Cartagena, Barranquilla y el Sinú, así como unos cuantos chocoanos que han empezado a hacer fortuna y unos cuantos inmigrantes de otras nacionalidades: italianos, españoles, ingleses, norteamericanos, rusos, franceses… La diversidad de procedencias y lenguas, usos y costumbres, diferentes culturas y visiones del mundo, se reflejará -por lo menos hasta mediados del siglo XX- en la oferta comercial y de servicios presente en los establecimientos económicos de la Intendencia Nacional del Chocó, de su capital Quibdó y de poblaciones como Istmina y Condoto. Cuál más, cuál menos, todos intentan mantener dicha oferta aún en los peores momentos de la llamada Gran Depresión, lo cual se refleja en su presencia publicitaria en el insuperable diario ABC[5].

A través de dicha presencia publicitaria, los comerciantes de Quibdó ofrecen productos y mercancías de lujo o de consumo suntuario en muchos casos, o por lo menos poco accesibles en los tiempos de crisis económica y escasez monetaria que se viven; tales como los gramófonos u ortofónicas del Pasaje Bechara, los potes de anguila y de hongos italianos, el salchichón extranjero a $1,60 la libra, los licores, telas, conservas alimenticias y enlatados, linóleos y otros objetos decorativos importados de los Estados Unidos, de Inglaterra y España por las diferentes casas comerciales.

Se publicitan igualmente servicios como el de alquiler de carros, ofrecido por la Empresa de Automóviles de Meluk & Nauffal, con “los mejores automóviles de la ciudad, los más cómodos y silenciosos, y choferes cultos”. Por su parte, “Ismael M. Piedrahíta, quien según su anuncio en ABC tiene un local en la casa de don Marcial Vivas, costado de la joyería de Rafael Paz, en la calle 1ª con carrera 1ª:

“Saluda atentamente a los habitantes de Quibdó y pone a sus órdenes sus servicios de chofer de profesión con 4 años de práctica, licenciado para enseñar, patentado en Medellín, buenas cartas de recomendación y garantía absoluta en el manejo. También ofrece sus servicios en la reparación de automóviles, relojería, composición de máquinas de coser, revólveres, victrolas, etc., a precios convencionales”.[6]

Un verdadero todero el señor Piedrahíta y bastante oportuno para una ciudad en la que, a pesar de la crisis, están de moda desde la década anterior los automóviles y las ortofónicas, los relojes finos de pared o de pulso, y las maquinas de coser -especialmente Singer- que al finalizar la década de 1930 ya formarán parte del ejercicio laboral y comercial de las modistas más insignes de la ciudad.

Aun en los malos tiempos la vanidad tiene su lugar en la vida de ciudades como esta que es Quibdó, tan cosmopolita y mundana. Por ello, casi nadie se sorprende cuando, a principios de octubre de 1930, dos peluqueros franceses se hacen cargo de la Peluquería y Barbería Barranquilla. Vienen precedidos de la fama de haber manejado la peluquería del Club Cartagena y de haber sido propietario de una peluquería en París uno de ellos. La nota publicitaria en el periódico ABC lo reseña así:

Peluquería con franceses. En el vapor ‘Atrato’ llegaron a la ciudad los profesores franceses Huard y Boudaud, a encargarse de la peluquería y barbería ‘Barranquilla’, propiedad de don Julio C. Zúñiga A. Son especialistas en ondulaciones, decoloraciones, masajes. Sabemos además que últimamente manejaban la Peluquería del Club Cartagena. Más todavía: el profesor Raúl Huard fue propietario en Saint–Denis 55 Rue de la República del ‘Salon de Coiffure pour Dames & Messieurs’”.[7]

Del mismo propietario -el señor Zúñiga Ángel- y simultáneamente con la peluquería, se inaugura un salón deportivo “de bailes, patines, etc., que merece visitarse por cuanto en él pueden pasarse ratos muy amenos”[8]. Bajo el título “Patinaje femenino en Quibdó”, en la edición 2289 del ABC, el 8 de octubre de 1930, se publica una nota específicamente sobre el salón deportivo, la cual concluye con una anotación bastante curiosa -por su tono y su evidente sesgo sexista- sobre las “pueriles timideces” que las damas deben dejar para “disfrutar de tan galante ofrecimiento”, o sea, la oferta de los cursos de patinaje, que contribuyen “a realzar la belleza femenina”. Esta es la nota promocional, a la manera de los llamados publirreportajes, que se popularizaron en la prensa hacia los años 70:

Patinaje femenino en Quibdó. Nos comunica el señor Julio C. Zúñiga, propietario del magnífico salón deportivo que ha comenzado a funcionar en los bajos de su casa de la calle quinta, para que lo hagamos saber al público, que las damas, sin distingos de clases sociales, podrán hacer su aprendizaje en el saludable deporte de patinar, de manera completamente gratuita. Y promete, desde ahora y para siempre, prestar este servicio en la forma antes dicha, no importa que hayan llegado a dominar por completo el deporte, que, a más de ser convenientísimo para el desarrollo físico de la juventud, contribuye a realzar la belleza femenina. Gustosos damos la noticia y esperamos que, dejando pueriles timideces, quieran las damas disfrutar de tan galante ofrecimiento”.[9]

Y así sucesivamente, la vida comercial de Quibdó desfila por las páginas del periódico ABC, con avisos que promocionan todo tipo de actividades, bienes y servicios. La fábrica de gaseosas de A&T Meluk en Quibdó. La planta productora de hielo de don Domingo Malfitano en Condoto, que produce 24 arrobas de hielo cada doce horas y uno de cuyos bloques deslumbra por su desmesura a  la redacción del ABC. El aviso mediante el cual se reconoce al señor Saturnino Caicedo M. “como agente propagandista de las Escuelas politécnicas del Plata, de Buenos Aires (Argentina), a quien pueden dirigirse las consultas acerca de lo que se desee estudiar”, en su local de la Calle Roma en Quibdó.[10] Las películas y demás novedades del entretenimiento ofrecidas por el Salón Colombia, de Zúñiga Hermanos. La puesta en funcionamiento de la fábrica de pastas alimenticias La Estrella del Chocó, del señor Miguel Ángel Ferrer, que emplea “a diez señoritas y señoras que, a no dudarlo, llegarán a conseguir toda la habilidad de que son capaces las mujeres para esta clase de trabajos[11]. La llegada y las presentaciones de temporada del Circo Imperial de Variedades, en Quibdó y Condoto. Las promociones del Club económico de zapatos, de don Daniel J. Chaljub, y las del Club de vestidos de dril y de paño de la sastrería de don Gorgonio Palacios A. Las películas del Teatro Quibdó y la reorganización de “El Oso Blanco, principal centro de charla que hubo en otra ocasión en esta ciudad[12]. La oferta especial de Navidad de Aerodespachos Rey, de Cali: “vestidos de paño colores azul o negro, tres (3) piezas, hechos sobre medidas y libres de todo gasto, por la suma de $40 para entregar en Quibdó, Istmina, Tadó o Condoto[13], con paños ingleses y confeccionados por sastres diplomados…

Primera plana ABC, mayo 1933.
FOTO: Archivo fotográfico y fílmico del Chocó.

Todo esto y mucho más -como diría otro aviso publicitario- se ofrece a diario en las páginas del periódico ABC, de Quibdó, entre 1930 y 1934. Mientras en el mundo todavía hay pánico por la estertórea situación del capitalismo, el Teatro Quibdó anuncia la presentación de la película Mata Hari, como “un espectáculo de primera clase”:

“Mañana miércoles se proyectará en el lienzo del Teatro Quibdó una superproducción hablada, Mata Hari, con Greta Garbo y Ramón Novarro, monumentales estrellas de la Metro Goldwyn Mayer. Estamos seguros de que usted, si no ha salido de Quibdó, no ha visto un drama de tanta intensidad y de tan exquisito arte como esa creación de la genial artista sueca. No se la pierda usted, es un espectáculo de primera clase”.[14]

A la vuelta de seis meses largos, el Intendente Nacional del Chocó, Adán Arriaga Andrade, recibirá un telegrama en donde le avisan que los trabajos de construcción de la carretera entre Bolívar (Antioquia) y Quibdó acaban de comenzar. Mientras tanto, por el camino de herradura que actualmente se usa, se espera la llegada de “los señores Roberto Gómez y Mr. Miller, altos empleados de la casa Singer, quienes vienen con el objeto de establecer negocios en Quibdó”[15]; noticia con la cual finaliza el mes de agosto de 1934.

Dos meses antes, el periódico ABC había informado que “se va a intensificar el comercio con Antioquia”, pues “un representante de numerosas fábricas y casas comerciales de Medellín llegó a Quibdó”. Se trataba de “don Bernardo Uribe Botero, estimado caballero, quien viene en una misión de gran consecuencia para el mercado del Chocó”, ya que “representa a varias de las más importantes firmas antioqueñas como la fábrica de hilados y tejidos Coltejer, Fabricato, Santa Fe, etc., etc., y trae muestrarios completos con el fin de interesar a los comerciantes del Chocó”[16].

La ofensiva comercial antioqueña hacia el Chocó ha comenzado en firme. A la postre, unos cuantos años después, a lo sumo una década, los comerciantes paisas terminarán desplazando en el mercado local y regional a cuanto turco, costeño o chocoano, gringo o extranjero de cualquier nacionalidad se atraviese en su camino. El periódico ABC no prevé las consecuencias del cambio de manos en el comercio quibdoseño y chocoano, que derivará en monopolio y transformará significativamente la vida presente y futura de la ciudad y la región, incluyendo su arquitectura y la propiedad de la tierra urbana, sobre todo en la zona central de Quibdó. De allí el buen augurio y el pronóstico favorable con el que ABC, en tono patriótico y nacionalista, y con un dejo de ingenuidad, comenta este trascendental hecho: 

“Estamos seguros de que, produciendo Antioquia artículos de primera calidad, a precios más bajos que los que se dan a la venta con procedencia del exterior, y sin ser de inferior calidad, el comercio de Quibdó, y del Chocó todo, dejará de ser tributario del mercado extranjero y aprovechará la presencia del señor Uribe Botero, y la del señor Alberto Jones, quien continuó su viaje hacia el San Juan, para intensificar sus relaciones con Antioquia, departamento al cual quedaremos definitivamente vinculados cuando esté terminada la carretera de Quibdó a Bolívar. La presencia del señor Uribe Botero en el Chocó es augurio feliz de que contamos con el alto comercio y con los fabricantes e industriales de Medellín, para la realización de nuestros ideales”[17].

 

Automóvil en Quibdó. s.f.
FOTO: Archivo fotográfico y fílmico del Chocó.



[1] Periódico ABC, Quibdó, 13 de septiembre de 1930.

[2] Periódico ABC, Quibdó, 14 de marzo de 1930.

[3] Detalles de la gravedad de crisis económica pueden leerse en “Doble la hoja de la tristeza y no haga caso de la crisis”. La Gran Depresión en el Chocó, 1930: https://miguarengue.blogspot.com/2022/04/doblela-hoja-de-la-tristeza-y-no-haga.html

[4] ABC, Quibdó, edición Nº 2136. 15 de febrero de 1930.

[5] Para conocer más sobre el periódico ABC y su trascendencia histórica para el Chocó y la prensa nacional, se pueden leer en El Guarengue los tres artículos que a continuación se indican. 

6 de mayo de 2019: https://miguarengue.blogspot.com/2019/05/laslecciones-del-abc-primera-pagina-del.html 

9 de diciembre de 2019: https://miguarengue.blogspot.com/2019/12/con-los-pies-sobre-la-tierra-y-la.html 

10 de febrero de 2020: https://miguarengue.blogspot.com/2020/02/reinaldo-valencia-y-su-abc-1-reinaldo.html

[6] Periódico ABC, Quibdó. 19 de septiembre 1930, edición Nº 2278.

[7] Periódico ABC, Quibdó. 7 de octubre 7 1930, edición Nº 2288.

[8] Ibidem.

[9] Periódico ABC, Quibdó. 8 de octubre de 1930, edición Nº 2289.

[10] ABC, Quibdó, 22 de noviembre de 1930. Edición Nº 2316.

[12] ABC, Quibdó, 3 de noviembre de 1930.

[13] ABC, Quibdó, 13 de noviembre de 1934. Edición Nº 2913.

[14] ABC, Quibdó, 14 de agosto de 1934. Edición Nº 2867.

[15] ABC, Quibdó, 30 de agosto de 1934. Edición Nº 2875.

[16] ABC, Quibdó, 30 de junio de 1934. Edición Nº 2847.

[17] Ibidem.

lunes, 18 de julio de 2022

 ¿La nueva hora del Pacífico colombiano?

Río Quito-Chocó.
FOTO: León Darío Peláez.

Por lo menos 70 alcaldes de sendos municipios de los departamentos de la región del Pacífico de Colombia: Chocó, Valle del Cauca, Cauca y Nariño, se reunirán los días 9 y 10 de agosto de 2022 en un centro de convenciones de la ciudad de Cali, que en ese momento estará celebrando la 26ª edición del emblemático Festival de Música del Pacífico “Petronio Álvarez”. Este viernes que pasó, 15 de julio, se llevó a cabo en esa ciudad una reunión preparatoria o “Pre-cumbre, presidida por el alcalde de Cali, quien había expresado días atrás: “Tendremos una cumbre histórica en la que vamos a buscar incorporarnos en ese gran diálogo social que está proponiendo al país el señor presidente Gustavo Petro, con su vicepresidenta Francia Márquez. Nosotros queremos estar ahí y ser protagonistas de la transformación del Pacífico colombiano”[1].

Según sus organizadores, la denominada Cumbre de Alcaldes del Pacífico Colombiano se orientará a la elaboración de una agenda conjunta de búsqueda de soluciones a problemas comunes de los municipios de la región, como los siguientes. Las enormes extensiones de cultivos de uso ilícito, ligadas a la producción y tráfico de narcóticos, con profundas afectaciones de todo orden a la vida de la gente y a sus territorios. La minería legal e ilegal que depreda territorios y biodiversidad, al amparo de un Estado cómplice y de agentes locales que, escudados en su origen, auspician el enmascaramiento de minería mecanizada bajo supuestos emprendimientos de minería artesanal. La insuficiente, deficiente y en algunos casos nula atención del Estado para el ejercicio de derechos que afirmen la vida y el bienestar de la gente, como salud, educación, alimentación, vivienda, agua potable y alumbrado, saneamiento básico y alcantarillado, producción agrícola y pesquera para la soberanía alimentaria, aprovechamiento sostenible y comunitario de los bosques y las ciénagas, los ríos y las mares. La permanente y sistemática muerte de la población y de sus líderes, a manos de actores armados de toda laya, que -enseñoreados como hace veinte años, en el cuatrienio de gobierno que enhorabuena está por concluir- se han vuelto a repartir el territorio como si fuera su bien privado compartido y no la propiedad colectiva de centenares de miles de indígenas y afrodescendientes que allí, en sus asentamientos y comunidades, han construido proyectos de vida desde tiempos inmemoriales y desde hace más de dos siglos si la cuenta la hacemos en el marco de los periodos colonial y republicano de Colombia.

Carlos Rojas, coordinador académico del evento explicó: “Es una cumbre que tiene diálogo entre alcaldes, con autoridades nacionales y comunidad internacional. Abordaremos temas estructurales, entre ellos, la desigualdad histórica, conflicto armado, violencias en el territorio, modelos de desarrollo que impiden un acceso efectivo a derechos básicos y una agenda que busca proponerle al Gobierno Nacional una serie de temas, para que queden incluidos en el nuevo Plan Nacional de Desarrollo”[2]. La vicepresidenta de la república, Francia Márquez, estará presente en la cumbre, al igual que delegados de los altos comisionados de Naciones Unidas para los derechos humanos y para los refugiados, el embajador de la Unión Europea, representantes de la iglesia católica y de organizaciones no gubernamentales con tradición de trabajo en la región.

Hace mucho tiempo que, amén de la repetición sosa de lugares comunes y propuestas vacuas desde miradas externas, el Pacífico colombiano no ocupaba el lugar que hoy ocupa -aún sin estar posesionados el nuevo presidente y su vicepresidenta- en la agenda política y en los debates en torno al desarrollo del país previos a las discusiones y elaboración final del plan nacional de desarrollo, en este caso para el periodo 2022-2026. Obviamente, al lado de propuestas y debates serios, subsisten ideas de claro corte clientelista como aquella de elaborar listas de exigencias para el nuevo gobierno, a modo de factura o cuenta de cobro de la región por la alta votación a su favor, o aquellas que descalifican olímpicamente determinadas propuestas sin tener siquiera una mínima ilustración sobre las mismas y aprovechando el reino de la impostura y la falsedad de las autodenominadas redes sociales.


A principios de abril de este año, en una tarima en el Parque Colón de Tumaco -el mismo donde los paramilitares asesinaron a Yolanda Cerón- Francia y Petro pronunciaron un par de jugosos discursos sobre la problemática de la región y sus principales propuestas de solución. Discursos estos que, seguramente, serán importantes como punto de partida en el diálogo del nuevo gobierno nacional con los alcaldes que al ritmo del Petronio se reunirán en Cali y entre quienes habrá que ver qué grado de aceptación generan las propuestas del presidente Petro y la vicepresidenta Francia.

Ese domingo, en Tumaco, Petro expuso así su punto de vista sobre las razones estructurales de la -en tantos campos- pésima situación del Pacífico colombiano en materia de desarrollo y bienestar: “Es que en Colombia todavía gobiernan élites con mentalidad de esclavistas. Esa mentalidad esclavista aún no se ha detenido, aún sigue vigente, es hereditaria. A Colombia la gobiernan los herederos de los esclavistas y Colombia excluye a los herederos de la esclavitud. Por eso el Pacífico está abandonado…porque en Bogotá gobiernan los descendientes de los esclavistas y en Tumaco y el litoral Pacífico están los descendientes de los esclavos…”[3]. En palabras de Francia Márquez, en el mismo escenario: “El racismo estructural, direccionado por quienes han vivido del Estado, no nos ha permitido vivir en dignidad, no nos ha permitido vivir con justicia social…”.

Ya en el campo de las proyecciones y propuestas de solución a las problemáticas, la nueva vicepresidenta de Colombia, Francia Márquez, hizo en su discurso en Tumaco el siguiente resumen de la filosofía del cambio que propone el nuevo gobierno: “Llegó el momento de pasar esa página de la violencia, esa página del conflicto armado, porque nosotros hemos padecido la guerra, el conflicto armado histórico. Llegó el momento de que con Gustavo Petro logremos la paz para el Pacífico colombiano y para Colombia. Pero, la paz no es solamente el silenciamiento de los fusiles. La paz es garantizarnos vivir en condiciones dignas”. Y remató: “Este es nuestro momento histórico como pueblo negro, como pueblo indígena, como pueblos campesinos, como sectores excluidos. Este es el momento de la juventud, este es el momento de nosotras, las mujeres”, en referencia a los nuevos sujetos políticos del desarrollo en la región, asunto este en el que Petro se centró al referirse a la autonomía regional dentro de su discurso e introducir la propuesta de convertir al Pacífico olvidado en un nuevo departamento o en una región, del modo como lo prevé el nunca puesto en práctica modelo de ordenamiento territorial incluido en la Constitución Política de Colombia del año 1991.

“El litoral Pacífico no puede seguir siendo gobernado desde Pasto, desde Popayán o desde Cali o mucho menos desde Medellín o desde Bogotá”, señaló Petro. Y anunció su propuesta de reordenamiento territorial o reforma de la estructura política y administrativa del país en relación con la región: “El litoral Pacífico debe ser una región autónoma. Ojalá fuese un departamento o región, como dice la Constitución del 91. Una autonomía de mayoría afro, pero diversa... Una autonomía que permita que el dueño del territorio sea la población del territorio y no agentes foráneos, ni intelectuales, ni políticos, ni tecnocráticos, ni muchísimo menos violentos. El dueño del litoral Pacífico es el pueblo del Pacífico. Y ese objetivo se tiene que alcanzar a nivel de la ley, a nivel de la norma”. En línea con su argumento de los propios pobladores de la región como sujetos determinantes de su desarrollo, Petro agregó, entre vítores de la nutrida concurrencia bajo el sol de mediodía en aquel parque de Tumaco: “Ya discutirán ustedes dónde queda la capital, ya discutirán ustedes (y esa discusión me la quiero patiar un ratico) si es Buenaventura, si es Tumaco, si es Quibdó. Ya discutirán ustedes cuáles son las competencias de esa región, que tendría transferencias directas del presupuesto nacional”. Y enunció una serie de esbozos de propuestas sobre las cuales debería discutir la región en cuanto a su desarrollo, como la industrialización comunitaria de la pesca, la agroindustria del cacao y la madera, el fortalecimiento de la Universidad del Pacífico, etcétera; enfatizando en la necesidad de que estas se lleven a cabo desde el enfoque de la gente del Pacífico y no a la manera de los gringos y los japoneses o los chinos e indonesios.

Minutos antes, en la misma tarima, Francia Márquez había subrayado el argumento del desarrollo propio: “Necesitamos que los planes de etnodesarrollo, planes del buen vivir, los planes de vivir sabroso, dejen de quedar en el papel. Queremos que sean una realidad para nuestras comunidades”. En la misma línea, Petro había enfatizado en el horizonte del desarrollo propuesto para la región: “El Pacífico no es la puerta de atrás, el Pacífico es la puerta de adelante de la nación colombiana… Un cambio real en Colombia significa que deja de existir el territorio olvidado, porque el territorio antes olvidado será territorio de prosperidad, territorio de democracia y territorio de paz… El Estado colombiano deja de ser un Estado bogotano y blanco, y pasa a ser un Estado afincado en el territorio del olvido de todos los colores, que son los colores del pueblo colombiano”.

Quibdó, 2013.
FOTO: León Darío Peláez.

Parecería haber llegado, pues, una nueva hora para el Pacífico colombiano, como aquella de los años ochenta y la década de los noventa del siglo pasado, cuando sucesivos gobiernos pusieron de presente múltiples diagnósticos y formularon propuestas de infraestructura regional más o menos fundamentadas, aunque sin mayor éxito en cuanto a la representatividad en los procesos de participación comunitaria; como Plaidecop (Plan de Desarrollo Integral para la Costa Pacífica) y el Proyecto Biopacífico, que introdujo por primera vez y de modo claro -aunque no del todo pertinente por sus sesgos burocráticos y ecologistas- la dimensión ambiental, bajo el influjo de la Cumbre de Río de 1992 y del Fondo mundial de medio ambiente (GEF).

Tocará esperar qué tan integrales resultan las diversas propuestas que se construyan a partir de los elementos planteados por Petro y Francia, y por los alcaldes de la reunión cumbre de Cali. Hay mucho en juego, pues se trata de una región que, después de la Amazonía, es la de mayor riqueza forestal del país, la segunda del mundo con más biodiversidad por unidad de área, la más lluviosa del país y una de las más húmedas y lluviosas del planeta, y en donde se sitúa el puerto que mueve la mitad de la carga internacional del país. Además, el Pacífico es el territorio tradicional de la mayor cantidad de población étnica del país y una de las más grandes del mundo en términos relativos del territorio habitado, con posesión ancestral y propiedad colectiva, y con finos y eficaces sistemas ancestrales de uso de los complejos ecosistemas que sustentan la vida en la región y en el planeta. Todo ello fundamentado en un dispositivo cultural de enorme riqueza y admirable complejidad, aun en condiciones materiales que en nada favorecen el ejercicio de los derechos ni la dignidad.

El presente año, 2022, cuya segunda mitad apenas acaba de comenzar, será históricamente memorable. Pareciera haber cesado, por lo menos temporalmente, la horrible noche de veinte años continuos de totalitarismo en Colombia, de una autarquía indecente y apátrida comandada por un terrateniente leguleyo, tramposo e innombrable, desde la clandestinidad oficialmente permitida de uno de sus más celebérrimos feudos, entre el centenar que posee, cuya extensión sumada alcanza la que individualmente tienen varios municipios de Colombia. Ojalá el 2022 sea memorable también porque se tomen las decisiones más apropiadas y justas para las comunidades del Pacífico más desatendidas o peor atendidas por el Estado colombiano; mediante procesos participativos y democráticos basados en información completa y apropiada, y provistos de un nivel real de consulta en escenarios representativos, como los consejos comunitarios de comunidades negras, los cabildos y las asociaciones indígenas, las organizaciones campesinas de base.

Tales decisiones no pasan necesariamente por embarcar a los territorios negros e indígenas del Pacífico colombiano en aventuras colosales de megaproyectos al servicio del capital transnacional y sus agentes locales, ni por la creación de una nueva entidad territorial sin antes haber debatido claramente su conveniencia y sus beneficios para las comunidades como nuevos sujetos políticos colectivos, y no para los agentes políticos de la vieja ola que -aunque han sido derrotados en las urnas- permanecen agazapados a la espera de condiciones que les permitan ejercer su rancia tradición de saqueo a zarpazos de cuanto recurso se les atraviesa, pero esta vez como contraprestación por permitirle al nuevo gobierno gobernar.



[1] Cali unirá al Pacífico colombiano con la Cumbre de Alcaldes. Sitio web Alcaldía de Santiago de Cali. 6 de julio de 2022. 

En: https://www.cali.gov.co/gobierno/publicaciones/169988/cali-unira-al-pacifico-colombiano-con-la-cumbre-de-alcaldes/

[2] Cerca de 70 mandatarios del Pacífico participarán en la ‘Cumbre de Alcaldes’. Sitio web Alcaldía de Santiago de Cali. 15 de julio de 2022. 

En: https://www.cali.gov.co/gobierno/publicaciones/170171/cerca-de-70-mandatarios-del-pacifico-participaran-en-la-cumbre-de-alcaldes/

[3] Esta y todas las citas textuales subsiguientes han sido transcritas del video “Francia Márquez y Gustavo Petro en Tumaco-Nariño”. 3 de abril de 2022. LMT RADIO TV MUSIC. En: https://www.youtube.com/watch?v=1ijPLL5KzVE

 

lunes, 11 de julio de 2022

 Estampas chocoanas

➧Andagoya, noviembre 2019.
Ruinas de las instalaciones de la empresa minera Chocó-Pacífico.
FOTO: Julio César U. H.

“El deber del hombre de Estado es efectuar por medios pacíficos y constitucionales todo lo que haría una revolución por medios violentos”.

Alfonso López Pumarejo. Discurso de posesión, 7 de agosto de 1934.

Alfonso López Pumarejo llegó a Quibdó, el jueves 22 de noviembre de 1934, en un hidroavión que acuatizó en el río Atrato al atardecer. Un crepúsculo inefable teñía el cielo de amarillos, anaranjados, malvas y carmesíes. López se había posesionado como presidente de Colombia tres meses y medio antes, luego de triunfar con casi un millón de votos, que para el momento era la máxima votación obtenida en el país, en unas elecciones en las que su único contendor fue un candidato simbólico del Partido Comunista, el líder indígena pijao y sindicalista Eutiquio Timoté, oriundo de Coyaima; ya que el conservatismo -ante la inminencia de su apabullante derrota- había decidido no participar en los comicios.

La visita de López Pumarejo al Chocó tenía como motivo principal la instalación oficial del tercer Congreso minero nacional, en Quibdó, al que también había sido invitado su predecesor, Enrique Olaya Herrera, quien había dado comienzo a dieciséis años de históricas transformaciones del país, que contribuirían a su modernización en todos los campos: el periodo conocido como la República Liberal (1930-1946). “La municipalidad de Quibdó se hace intérprete de los sentimientos del pueblo que representa, al hacer esta invitación, que persigue el deseo de testimoniarle en persona al egregio expresidente e ilustre estadista liberal su admiración irrestricta”, rezaba la invitación al ya expresidente Olaya Herrera, la cual firmaba, como “copartidario admirador”, el presidente del Concejo Municipal de Quibdó, Benjamín Medina[1]. Medina, junto a sus connotados compañeros del Directorio liberal municipal: Armando Meluk, Raúl Cañadas, Leonidas Asprilla, Juan María Moreno, José Beatriz Sánchez, Guillermo Henry, Guadalupe Rivas Polo, Roberto Valdés Ortiz, Ramón Antonio Peña y Conrado Coutin, formaba parte de la numerosa comitiva que esperaba al presidente desde las 4 de la tarde, la cual encabezaba el mismísimo Intendente Nacional del Chocó, Adán Arriaga Andrade; al igual que una delegación de Istmina, ciudad que el presidente visitaría dos días después, antes de su regreso a Bogotá.

La invitación del Concejo de Quibdó a López Pumarejo le planteó su visita como una oportunidad de conocimiento cercano de la región, que le daría sentido a su presencia: “La municipalidad de Quibdó formula esta invitación obedeciendo al deseo unánime del pueblo chocoano para que el señor presidente contemple de cerca los problemas regionales y lleve a la realidad, durante el cuatrienio de su administración, la completa solución de ellos, concretando la apertura de sus vías de comunicación y el fomento de la agricultura”. La emotiva moción, que el presidente del concejo municipal de Quibdó suscribió como “compatriota”, terminaba manifestándole al recién posesionado presidente: “Desea el pueblo chocoano testimoniar al señor doctor López su adhesión incontrastable, por lo cual le pide ahincadamente aceptar la invitación que se toma la libertad de hacerle en la seguridad de que obviará toda dificultad para complacerlo”[2].

Tal como lo prometía la nota del concejo, el gobierno y la sociedad quibdoseña obviaron toda dificultad no solamente para complacer al presidente Alfonso López Pumarejo en su visita a Quibdó, a quien agasajaron con todos los honores y alojaron en una habitación especialmente preparada para él en la residencia de don Félix Meluk; sino también para sacar adelante la conferencia o congreso minero. En efecto, el entonces Intendente Nacional del Chocó, Adán Arriaga Andrade, expidió el decreto Nº 226, de octubre 13 de 1934, “por el cual se nombran comisiones autónomas que organicen el recibo y permanencia en la ciudad de los miembros de la Conferencia Nacional de Mineros”[3]; decreto este que también firmó Jairo Villa Viera, quien se desempeñaba como Secretario de Minas y Colonización.

Cinco “comisiones auxiliares” fueron establecidas por aquel decreto intendencial en su artículo 1º. Para la recepción de delegados, se nombró a Federico Ferrer, Delfino Díaz Mendoza, Miguel Ángel Ferrer, Fausto Domínguez A. y el comandante Eduardo Castro. Para la comisión de alojamiento y alimentación se designó a Agustín Rey Barbosa, Manuel Felipe Barcha Velilla, Vicente Barrios Ferrer, Enrique Santacoloma, Juan Zaher, Dionisio Echeverry Ferrer, Rafael Uechek y Raúl Cañadas. La comisión de paseos fue integrada por Alejandro Munévar, Rodolfo Castro Baldrich, Juan de Dios Garcés Córdoba, Juan F. Villa V., Leonidas Asprilla y Armando Meluk. Para la organización de sesiones, la Intendencia designó a Gerardo García Gómez, Jairo Villa, Lisandro Mosquera Lozano, Matías Bustamante y Luis Felipe Díaz. Y para la comisión de fiestas sociales, la única que incluía mujeres, fueron nombrados Jorge E. Díaz, Alonso Lozano, Musa Uechek, Manuel Aluma y Ricardo Ferrer, Rosario de Rey, Hersilia de Vargas y Cruz Elena de Santacoloma, así como las “señoritas Carmen Ferrer Ibáñez y Carmen Castro C.”[4]. La totalidad de quienes integraban las comisiones estaban también aquella tarde en el puerto de aviones de la orilla del Atrato a la espera del arribo del presidente López Pumarejo.

Dibujo de Antonio Caballero
en "Historia de Colombia y sus oligarquías".

Todo era euforia en Quibdó ante la magna visita y el magno evento minero, al que se esperaba la asistencia del Ministro de Industrias o su representante y de los delegados nacionales del Banco de la República, la Asociación Colombiana de Mineros, las facultades de Ingeniería, las casas de moneda y las compañías mineras de un capital mayor de cincuenta mil pesos. El tráfago cotidiano era más intenso en las calles y se respiraban aires de cosa grande en comercios, oficinas y viviendas de la zona central de Quibdó.

El entusiasmo, sin embargo, no era del todo generalizado. Toribio Guerrero Velásquez, Fernando Martínez Velásquez y Marco Tulio Ferrer S., tres jóvenes estudiantes universitarios que pronto se graduarían como abogados en la Universidad de Antioquia, aunque veían con buenos ojos la visita presidencial de López Pumarejo y tenían grandes expectativas respecto a lo bueno que su gobierno podría traer para el Chocó; formaban parte de un grupo de chocoanos que, entre escépticos y opositores, no se hacían ilusiones respecto al congreso minero y tendían a considerarlo una refrendación del reparto de la riqueza de la región entre empresarios extranjeros. De hecho, los jóvenes Guerrero, Velásquez y Ferrer habían sido los asesores de cabecera de los obreros de la compañía minera Chocó-Pacífico para la constitución de su sindicato, una noticia que había sido publicada en el diario ABC una semana antes de la visita presidencial y de la inauguración oficial del sonado congreso minero[5], y que les ocasionaría no pocos problemas a los trabajadores.

Cinco meses antes, “entre el 20 de junio y el 12 de julio de 1934, veintiún estudiantes de cuarto año de Ingeniería de la entonces Escuela Nacional de Minas, de la Universidad Nacional de Colombia, adelantaron una excursión científica, como parte de sus cursos de Geología y Paleontología, dirigidos por el geólogo alemán Robert Wokittel y el colombiano Antonio Durán”[6], la cual incluyó en su recorrido territorios chocoanos como La Mansa y El Carmen de Atrato, La Troje, Quibdó, La Vuelta y Lloró, Cértegui, Tadó e Istmina, y una exploración detallada del Istmo de San Pablo, Andagoya, Condoto y sus alrededores. Un aventajado estudiante chocoano, cuya lucidez intelectual y compromiso moral con su tierra lo llevarían a jugar papeles protagónicos durante un periodo significativo de la historia regional, estaba en el grupo de excursionistas: Ramón Mosquera Rivas, quien en su informe de la excursión y en su trabajo de grado como Ingeniero de Minas anotó que gran parte de los territorios bajo posesión de la empresa minera Chocó-Pacífico habían sido adquiridos “de una manera inescrupulosa”[7], e hizo públicos aspectos relativos al papel de dicha compañía en la casi desaparición del pequeño minero chocoano, el ventajoso negocio de la venta de alumbrado a los municipios de Istmina, Tadó y Condoto, y las frecuentes irregularidades laborales de la empresa.[8]

Tres horas después de su llegada a Quibdó aquel 22 de noviembre de 1934, el presidente Alfonso López Pumarejo declaró oficialmente instalado el tercer Congreso minero nacional. Eran las nueve de la noche. Con un sonoro y prolongado aplauso, que alcanzó a oírse en las calles aledañas al recinto de la Escuela Modelo -donde transcurría el acto- la concurrencia celebró las palabras del mandatario y le agradeció su visita a la ciudad, que se prolongaría por tres días más.

El domingo 25 de noviembre de 1934, mientras el presidente Alfonso López Pumarejo partía de Quibdó de regreso a Bogotá, el vicepresidente y el subsecretario del sindicato de la empresa Chocó-Pacífico ponían punto final, en el corregimiento de La Vuelta, a una carta dirigida a sus asesores, Toribio Guerrero Velásquez, Fernando Martínez Velásquez y Marco Tulio Ferrer S., en la que relataban los atropellos de los que venía siendo víctima  el sindicato, a solo dos semanas de haber sido constituido. Los ataques de la compañía minera incluían maltratos verbales a los obreros que actuaban como directivos del sindicato, irrespeto a la duración legal de las jornadas de trabajo, traslados decretados únicamente para importunar a los trabajadores, despidos arbitrarios y permanentes amenazas verbales de despido.[9]

Inmediata y enérgica fue la reacción de Toribio Guerrero Velásquez ante la denuncia de los obreros de la Chocó-Pacífico, mediante un artículo titulado “El Imperialismo y sus consecuencias fatales para el Chocó”, que publicó en el periódico ABC al otro día de la publicación de la carta de los sindicalistas. “Contemplamos en los momentos actuales, dentro del andamiaje capitalista, que la Chocó-Pacífico atropella al obrerismo que está bajo su inmediata dependencia; sólo por el hecho de haber cumplido con el alto deber de sindicalizarse, motivo éste para ser despojados de los puestos que ocupaban en la empresa”, expresó sin rodeos el joven abogado en ciernes. Y sentenció con firmeza: “Ello demuestra sin vacilación alguna que el imperialismo va tomando mayores proporciones en el territorio chocoano; que el obrero es un paria dentro de su propia tierra; que no puede reclamar dentro de las normas legales y justicieras los derechos a que está obligado; que no puede revelar con la franqueza del caso y la cordialidad debida, la expresión nítida y gallarda de sus aspiraciones; que está cohibido rotundamente para formarse en asociaciones por encontrar factores poderosísimos que lo obligan a desistir de sus bellos ideales”[10].

Para Guerrero Velásquez lo único rescatable de la situación era que al frente de los destinos de la región, en su calidad de Intendente nacional del Chocó, estuviera Adán Arriaga Andrade, y así lo expresó al final de su artículo: “Sólo con la presencia gallarda y honrosa de Adán Arriaga Andrade, exponente auténtico de la democracia, a quien vienen preocupándole los problemas que confronta hoy día el obrerismo, pésele a un reducido y minúsculo grupo de nuestro conglomerado social y a los improvisados periodistas, sólo él, vuelvo y digo, al frente de los destino de la Intendencia, sabrá remediar el grave conflicto de que es víctima el obrero, enviando una comisión a La Vuelta a que investigue cuál fue la razón por la cual la compañía despide y sigue despidiendo a varios miembros de la junta directiva del sindicato”[11].

Ese domingo, día de Santa Catalina de Alejandría, con el corazón gratamente impresionado por los sinceros homenajes que había recibido durante su estadía en Quibdó, el presidente Alfonso López Pumarejo partió con rumbo a Bogotá. El hidroavión despegó con rumbo norte, pues él quería ver desde el aire el establecimiento industrial de Sautatá, donde también -se rumoraba en Quibdó- habían empezado a suceder cosas no muy gratas en la relación entre patronos y obreros. Posteriormente, viró con rumbo occidente para tener a la vista la franja costera del Pacífico chocoano, donde muy pronto se daría comienzo al proceso de colonización dirigida que culminaría con la fundación de Ciudad Mutis, en la Bahía de San Francisco Solano. Cuando la estela de espuma blanca que su despegue había dejado en la mitad del Atrato apenas empezaba a apaciguarse, el avión ya se había perdido de vista en la distancia del cielo medio plomizo y mantenía el rumbo siguiendo el impecable serpenteo del río por las entrañas de la selva inmensa.

De modo premonitorio, la Revolución en Marcha de López Pumarejo había dado sus primeros pasos en tierra chocoana. Aún quedaba mucho camino por delante para poner fin a lo que ya tenía visos de expoliación y que quizás solamente terminaría cuando la disponibilidad de oro y platino fuera menor que la codicia insaciable de la Chocó-Pacífico. La esperanza había empezado a florecer en manos de una pléyade de jóvenes profesionales chocoanos que no descansarían en su empeño por construir para el Chocó un proyecto digno y justo de región. Adán Arriaga Andrade, Manuel Mosquera Garcés, Diego Luis Córdoba, Ramón Lozano Garcés, Ramón Mosquera Rivas, Daniel Valois Arce, Aureliano Perea Aluma, Leopoldino Machado Machado, Primo Guerrero, Aristo Velarde y Alfonso Meluk Salge fueron algunos de los capitanes, timoneles y grumetes de este barco que extravió su rumbo cuando cambió de tripulación.

Ramón Lozano Garcés, Demetrio Valdés Ortiz,
Adán Arriaga Andrade, Próspero Ferrer, Diego Luis Córdoba,
Primo Guerrero y Aureliano Perea Aluma.
Estadero Tambodó, Quibdó, 1960 (aprox.)
FOTO: Archivo fotográfico y fílmico del Chocó.



[1] Periódico ABC, Quibdó, 15 de noviembre de 1934.

[2] Ibidem.

[3] Periódico ABC, Quibdó. La Intendencia designó comisiones para organizar las sesiones del Congreso Minero y atender a los delegados. 16 de octubre de 1934.

[4] Ibidem.

[5] Los detalles de la creación del sindicato de la Chocó-Pacífico están relatados en una crónica de El Guarengue de enero de 2020, Confluencias, la cual puede leerse en:

https://miguarengue.blogspot.com/2020/01/confluencias-draga-n-2-de-la-compania.html

[6] Allí mismo pueden leerse los pormenores de la excursión de la Escuela de Minas, de la cual formaba parte el entonces estudiante Ramón Mosquera Rivas.

[7] Mosquera Rivas, Ramón (2013). El Istmo de San Pablo. Medellín, Universidad Nacional de Colombia, 141 pp. Pág. 7.

[8] Sobre el trabajo de grado de Ramón Mosquera Rivas y su participación en la excursión de la Universidad Nacional al Chocó, léase en El Guarengue "Confluencias": 

https://miguarengue.blogspot.com/2020/01/confluencias-draga-n-2-de-la-compania.html

[9] Tres días después del regreso de López Pumarejo a Bogotá, la carta de los sindicalistas de la Chocó-Pacífico fue publicada por el periódico ABC, de Quibdó, en su edición del miércoles 28 de noviembre de 1934.

[10] ABC, Quibdó. 29 de noviembre de 1934.

lunes, 4 de julio de 2022

 Gonzalo de la Torre
Una vida de servicio al pueblo 
(2ª parte)

FOTO: Misioneros Claretianos
Provincia Colombia-Venezuela.

El Telegrama Negro

Hay quienes dicen que diez mil. Otros hablan de cien mil o más. No se sabe cuántos telegramas o marconis pidiéndole a la Asamblea Nacional Constituyente y al gobierno nacional el reconocimiento de la existencia y los derechos del pueblo negro de Colombia fueron enviados -entre marzo y mayo de 1991- por decenas de comunidades de los ríos, los montes y los esteros de la región del Pacífico. Hombres y mujeres del campesinado negro de todas las comarcas de esta región juntaban monedas para ajustar el valor calculado de envío -a través de la empresa estatal Telecom- de aquel texto originalmente redactado por el Misionero Claretiano Gonzalo María de la Torre Guerrero, quien para entonces dirigía la Misión Claretiana del Medio Atrato y quien, el pasado 6 de junio, cumplió 90 años de una vida ejemplar, dedicada enteramente al servicio de la causa de la justicia y la paz, que en sus siempre claras e inspiradoras palabras es la Causa del Reino, del Evangelio, de Jesús: la Causa del Amor. El Telegrama Negro era el nombre de esta campaña, concebida por Gonzalo una noche de domingo, en la casa de los Claretianos, en el barrio La Esmeralda, de Quibdó, y que en pocos días se convirtió en un suceso nacional que cumplió su cometido de llamar la atención tanto del alto gobierno como de los constituyentes, que en ese momento estaban avocados a la recta final de la redacción del texto constitucional que a partir del 4 de julio de ese año reemplazaría un vejestorio jurídico anacrónico que databa de 1886.[1]

Pionero y precursor

Pionero en casi todos los campos del conocimiento y del desarrollo social en los que ha incursionado como estudioso y como misionero, Gonzalo de la Torre eligió los estudios bíblicos como marco para el entendimiento de la sociedad y su transformación hacia condiciones de justicia y equidad. Un camino que parecería obvio, por su condición de sacerdote y religioso católico; pero que, a la hora de la verdad, no lo es tanto, pues, incluso entre altos jerarcas eclesiásticos, es más frecuente el errático uso de la biblia como un recetario moral o como catálogo de frases de autoayuda -motivacionales o intimidantes- que como luz para la comprensión de las sociedades y realidades actuales a partir de los relatos de las realidades y sociedades antiguas, como el pueblo de Israel, y de los relatos de la vida pública de Jesús.

Dotado de una lucidez envidiable, de la que deriva su capacidad -tan natural como inagotable- de anticiparse al futuro cuando de solucionar problemas se trata, para Gonzalo de la Torre estaba claro, hace cuarenta años, que en las comunidades afroatrateñas pervivían una tradición, una cultura y una identidad expresas en sus formas de tenencia, posesión y herencia de la tierra; manifiestas en sus peculiares ciclos y sistemas ancestrales de producción;  patentes en sus expresiones religiosas propias, en sus redes de parentesco y en su extensa forma de ser familia; visibles en sus manifestaciones artísticas, en su inconmensurable oralidad, en sus rituales de todo orden, en sus diáfanas relaciones con todos y cada uno de los seres y espacios de su entorno natural… Una tradición, una cultura y una identidad sobre las cuales se cimentaba la vida de estos pueblos que durante varios siglos se habían empeñado -contra todo mal y adversidad, contra toda ignominia y negación de su ser- a construir y a vivir un modo propio de ser y estar en el mundo, basado en principios de armonía, en un sentido comunitario y plural de la vida, en formas de ser y estar orientadas a que todos pudieran ser y estar juntos, en las orillas de sus ríos, en los senderos de los montes que llevaban trazados en la memoria… De allí que Gonzalo llegó al hito creativo del Telegrama Negro, por el camino de la convicción que siempre lo acompañó, desde 1979, cuando dio comienzo a su trasegar misionero en el Medio Atrato chocoano, de que las comunidades afroatrateñas -y por extensión las comunidades afrodescendientes de toda Colombia- eran portadoras y sujetos de una tradición, de una cultura, de una identidad, que, desde su punto de vista, debían ser reconocidas por la nación colombiana, como en efecto lo fueron por vez primera en la historia nacional a través del artículo transitorio 55 de la Constitución Política de Colombia de 1991, que hizo posible que dos años después, el 27 de agosto de 1993, el presidente de la república sancionara en Quibdó la Ley 70 o Ley de comunidades negras, que el año entrante cumple treinta años de expedición y vigencia.

Más de una década antes, Gonzalo María de la Torre Guerrero había comenzado a construir lo que sabia y hábilmente resumió en la docena de palabras que componían el párrafo del Telegrama Negro. Treinta y cuatro años después de haber salido del Chocó, cuando apenas contaba trece años de edad, para adelantar su proceso de formación como misionero claretiano, “en enero de 1979, regresé al Chocó y la obediencia religiosa me ubicó en el Medio Atrato, con la responsabilidad de atender unos 45 caseríos afrodescendientes, de los cuales el entonces Corregimiento de Beté era el centro geográfico. Aquí, recorriendo comunidades, conviviendo con ellas y acompañándolas en su organización social, en sus pequeños proyectos comunitarios, aprendí a vivir a fondo la negritud, recuperando y fortificando mis esquemas simbólicos mentales afroatrateños originales que a la hora de la verdad no habían muerto, a pesar de tan larga ausencia”[2].

En el Medio Atrato

Para afrontar la problemática de desatención de la primera infancia en el Medio Atrato en los años 1980, Gonzalo de la Torre y su equipo de seglares claretianas idearon los hogares infantiles comunitarios, trasladando a la organización formal la red natural de apoyo que entre las mujeres negras de la región ha existido desde siempre en cuanto al cuidado y la crianza de los hijos. La esencia de su funcionamiento fue la base utilizada en la estructuración del modelo de atención a la primera infancia que posteriormente, a instancias de la señora Carolina Isakson de Barco, sería adoptado por el ICBF (Instituto Colombiano de Bienestar Familiar), un modelo que aún sigue vigente.

Frente a los graves problemas de salud en la población medioatrateña de todas las edades, Gonzalo y su equipo diseñaron los primeros programas de atención integral que incluían de manera sólida componentes orientados a la prevención de enfermedades y dolencias recurrentes. A estos programas invitaron y vincularon tanto a las promotoras oficiales que trabajaban en los escasos y destartalados puestos de salud, como a yerbateros y parteras, sobanderos y todo tipo de agentes tradicionales de la medicina popular; quienes -apoyados por médicos y enfermeras que hacían trabajo voluntario- participaban en talleres y practicaban sus saberes de modo organizado y bajo un modelo comunitario y solidario. Médicos como Jorge Carvajal, universidades como la de Antioquia y experimentados conocedores de plantas medicinales como Lucho Trujillo formaron parte de estas experiencias, a instancias de Gonzalo. De modo que, por ejemplo, hace cuarenta años, cuando aún esta práctica era casi una herejía contraria al canon vigente de atención en salud, ya Gonzalo estaba promoviendo el reconocimiento de las parteras tradicionales, la valoración de su sabiduría y conocimientos, y la cualificación y mejoramiento de sus prácticas mediante el diálogo de saberes entre ellas, los facultativos, las promotoras oficiales y las enfermeras profesionales. Yerbateros, lectores de orina, componedores de huesos, curanderos de oficio, matronas sabias en los artilugios de la preparación de baños y bebidas medicinales para todo tipo de males, tuvieron cabida en condiciones de equidad en los programas de salud ideados y promovidos por Gonzalo, en los cuales fue decisiva la participación de mujeres nacidas para sanar y amparar a los demás, como Martha Inés Asprilla, mi madrina, de manos milagrosas y corazón infinito; Justa Victoria Sánchez, la siempre cálida y presente Justy; e Idalides Córdoba, a quien asistían la fuerza de un ciclón y una bondad de brisa fresca a la hora del calor.

De las ideas de Gonzalo salió también el programa de alfabetización comunitaria y educación popular del Medio Atrato, que bebió de fuentes como la alfabetización liberadora de Paulo Freire y la educación popular del grupo de Dimensión Educativa en Colombia. Bajo la consigna de Leer la realidad, este programa incluyó un creativo y riguroso proceso de construcción de cartillas como material didáctico propio de alfabetización y postalfabetización, cuyos contenidos fueron construidos en equipo y cuyos elementos visuales fueron dibujos exclusivos del gran artista claretiano Maximino Cerezo Barredo, autor del tríptico mural sobre la evangelización de América Latina, en el ábside de la Catedral de Quibdó. Con ustedes. Fe y acción, unas cartillas de formación bíblica dirigidas a las comunidades eclesiales de base (CEB) que el equipo misionero venía organizando con la gente de la región fueron un antecedente clave en este proceso educativo dentro del cual se formaron muchos de los líderes y lideresas que posteriormente promoverían y dirigirían la naciente organización campesina, Asociación Campesina Integral del Atrato (ACIA), que posteriormente se convertiría en COCOMACIA, el Consejo Comunitario Mayor de comunidades negras más grande del país y con el título de propiedad territorial colectiva más extenso que haya sido otorgado en el marco de la Ley 70 de 1993. “El día en que los campesinos se dieron cuenta de que educándose valían el doble”, llamó Gonzalo al trascendental acontecimiento del programa de alfabetización.

Una mente prodigiosa

Observador profundo y respetuoso del detalle y la esencia de los procesos, Gonzalo de la Torre analizó la organización de las mortuorias o mutuales funerarias de las comunidades negras del Atrato y del Chocó, que hacían posible que la muerte de un miembro cualquiera de la comunidad se convirtiera en un asunto de todos y, además de ayudarlo a bien morir, a transitar de este mundo al de los ancestros, los enormes costos de lo que ya se había venido convirtiendo en un lujoso negocio también fueran asumidos por todos mediante aportes solidarios y creativas formas de ahorro y apoyo colectivo. Igualmente, se ocupó detalladamente de entender las formas de intercambio de mano de obra entre vecinos, familias y parientes, así como el funcionamiento y organización de formas colectivas y solidarias de trabajo mediante las cuales se facilitaba la recolección de cosechas, la construcción de viviendas, la ejecución de obras comunales y la suplencia de ausencias por enfermedad de las cabezas de los troncos familiares. En esta especie de instituciones comunitarias (mortuorias, mingas, mano cambiada), se inspiró Gonzalo para empezar a trabajar con su equipo misionero y con la gente en el establecimiento de proyectos comunitarios de diversas escalas, en áreas económicas que formaran parte de los sistemas productivos locales, los cuales respondían a lógicas y ciclos perfectamente delimitados a lo largo del año, según las condiciones climáticas y los ritmos de la naturaleza, la tradición histórica y el cuidado de los suelos. De allí nacieron iniciativas de economía local, comunitaria, propia, como los trapiches, las trilladoras de arroz, los talleres de carpintería y ebanistería, de manualidades y costura, y las primeras experiencias e intentos de comercialización conjunta de productos entre diversos productores de cada comunidad. La miel de caña de los trapiches entró a formar parte de la canasta familiar, en reemplazo de la costosa azúcar que había que traer de Quibdó. El arroz bien trillado y de buena calidad garantizó el aprovisionamiento permanente de las familias y pequeños excedentes por venta a los hogares infantiles comunitarios. Los talleres de carpintería proveyeron materiales para el mejoramiento de las viviendas. La venta organizada de los productos y su traslado a mercados externos como Quibdó incrementaron los ingresos. Estaba en marcha una experiencia de economía alternativa novedosa, fundamentada en las prácticas culturales de las comunidades, cuyas ideas originales habían nacido de la prodigiosa mente de Gonzalo de la Torre; de modo que, cuarenta años atrás, cuando nadie daba un peso por la capacidad empresarial de los campesinos negros del Medio Atrato para sacar adelante iniciativas de esas que hoy llaman emprendimientos, Gonzalo ponía su nombre como garantía para que su congregación religiosa y diversas agencias e instituciones de cooperación aportaran recursos económicos para desarrollar este tipo de proyectos. Fe y acción, evangelio y vida, iglesia, pueblo y compromiso, eran realidades ineludibles y constitutivas de la vocación misionera de Gonzalo.

Fotos: Archivo personal y Steve Cagan (izq.)
Contra el racismo

En el mismo sentido de estos procesos con las comunidades negras afroatrateñas, Gonzalo de la Torre había actuado en pro de la dignidad y los derechos de las comunidades indígenas del Chocó, especialmente durante los seis años (1970-1976) en los que se desempeñó como Superior de la Provincia Occidental de Colombia de los Misioneros Claretianos, momento en el cual quibdoseños de su generación soñaban con que muy pronto tendrían un amigo obispo.

Para la historia queda, por ejemplo, que fue Luz Colombia Zarkanchenko de González, actuando como Gobernadora del Chocó, quien suprimió por decreto un oprobio racista que se llamaba la “Fiesta del Indio”, a instancias de Gonzalo de la Torre, quien como Superior Provincial le había brindado todos los argumentos sobre la inconveniencia de mantener ese acto institucional de racismo. Insidiosamente inducidos al consumo desenfrenado de licor, indígenas que habían sido traídos desde diversos lugares del Chocó, eran reunidos en el parque principal de Quibdó -al final de la semana santa católica- para convertirlos en reyes de burlas, mediante su participación en juegos y concursos; y para entregarles al final unas cuantas baratijas y regalos. La Gobernadora Luz Colombia, fallecida hace dos años en Miami, donde residía, suspendió para siempre ese denigrante disparate, atendiendo la sugerencia y la solicitud de Gonzalo, quien como superior de su congregación también había dado un vuelco al anacrónico y poco evangélico manejo que algunos de sus compañeros claretianos venían dándole a los internados indígenas, como el de Aguasal, en el Alto Andágueda; dando comienzo a una completa renovación de la pastoral indígena, que incluyó la creación de un centro especializado en esta área misionera y la promoción de procesos educativos y organizativos que conducirían, en 1979, al surgimiento de la Organización Regional Embera Wounaan, OREWA, que durante muchos años fue faro de la dignificación de la vida de estos pueblos, la titulación de sus resguardos y el reconocimiento de sus derechos políticos, sociales, económicos, culturales.

Pequeñas revoluciones

Especialista en Sagradas Escrituras, con un grado, entre otros, del Instituto bíblico franciscano, de Jerusalén, donde estudió arqueología, historia, lingüística, hermenéutica, recorrió palmo a palmo y con ojos de investigador la llamada Tierra santa, y tuvo sus primeras inspiraciones acerca de todo lo que podría hacer cuando regresara a Colombia; Gonzalo ha sido siempre un dedicado estudioso y un juicioso autor de artículos especializados sobre diversas materias bíblicas. Sus aleccionadores cursos sobre la creación en el Génesis, las parábolas que narró Jesús, las mujeres en la biblia y el método hermenéutico de su propia cosecha que ha promovido en los escenarios académicos desde hace varias décadas, al igual que sus múltiples publicaciones en diversos medios especializados, lo han convertido en una referencia indispensable cuando de estudios bíblicos serios y rigurosos se trata. Desde ese lugar teológico, Gonzalo ha influido profundamente, a lo largo de su vida, en las instancias de la iglesia por donde ha pasado, como la Congregación Claretiana, a la que pertenece, y la iglesia quibdoseña, en la cual ha estado inserto desde que era prefectura apostólica del Chocó, después como vicariato y posteriormente como diócesis. Gonzalo de la Torre no solamente promovió, sino que él mismo participó en su redacción, una de las declaraciones eclesiales de mayor impacto en la historia de la presencia católica en el Pacífico colombiano: las opciones pastorales del Vicariato Apostólico de Quibdó (1983), originalmente siete, y que como Diócesis se han venido complementando hasta llegar a once en la actualidad. La opción fundamental por la vida, expresa en las opciones por los pobres y oprimidos, por una evangelización liberadora, por las comunidades eclesiales de base, por las organizaciones de base, por la defensa del territorio y por una iglesia inculturada, constituyeron una pequeña revolución pastoral y misionera para esta jurisdicción y desde hace cuarenta años han guiado un trabajo comprometido por la defensa de los derechos de las comunidades negras, de los pueblos indígenas y de la sociedad chocoana en general.

El Obispo Jorge Iván Castaño Rubio, también claretiano, lideró la renovación de la iglesia de Quibdó y su puesta a tono con la historia. En ese sentido apoyó y auspició las ideas de su hermano de congregación Gonzalo de la Torre en cuanto a opciones pastorales. Así mismo Monseñor Castaño y Gonzalo promovieron e hicieron posible el trabajo artístico en Quibdó de otro claretiano universal, uno de los artistas sacros más importantes del siglo XX: Maximino Cerezo Barredo, autor del bello escudo diocesano y del tríptico mural sobre la historia de la evangelización en América Latina, en el ábside de la Catedral San Francisco de Asís, que es una obra monumental, bella, precisa y testimonial, que desafortunadamente ha sido subvalorada por sectores oficiales de la propia iglesia, que no pierden oportunidad de ocultarla a los ojos del público y que, buscando reemplazarla por telones y decorados con frecuencia bastante tridentinos han empezado incluso a deteriorarla. Esta obra debería ser declarada bien patrimonial de la ciudad.

Y así sucesivamente

Y así sucesivamente, podríamos seguir evocando acciones y procesos en los que Gonzalo María de la Torre Guerrero ha sido un precursor y un pionero, áreas y materias en las que se adelantó a su tiempo con iniciativas que -hace cuarenta o cincuenta años- eran miradas con desdén y recelo, y que hoy forman parte del repertorio discursivo hasta de los más retrógrados; tales como la inclusión del enfoque de género y de la perspectiva étnica y territorial en el trabajo misionero, en los procesos educativos y organizativos; la promoción de la etnoeducación y de la educación popular; el fomento a la literatura regional del Chocó, mediante el apoyo y mecenazgo a escritores reconocidos (Miguel A. Caicedo, Carlos Arturo Caicedo Licona) y en su momento aún no del todo reconocidos (Isnel Mosquera, el Poeta del Pueblo); el rescate y posicionamiento del alabao chocoano, su resignificación e introducción en escenarios diferentes al fúnebre, y la recuperación de la copla campesina como elemento de la tradición y como herramienta de comunicación y educación. Etcétera, etcétera.

Gonzalo de la Torre es, además, un escritor talentoso, poeta y narrador: la colección “Amada negra, Amada-Pueblo”, de la cual ha publicado ya cuatro volúmenes, es una muestra de su talento; y su cuento Chombalinda, inédito, es un ejemplo de lo que podría haber hecho si hubiera tenido más tiempo para la literatura. Es también un fotógrafo impecable, que en tiempos de fotografía análoga tenía su propio cuarto oscuro para revelar sus negativos y copiar sus fotos. Y no lo hace nada mal como compositor, como podrá corroborarlo quien oiga el himno de la Universidad Claretiana[3], cuyos arreglos los hizo Alexis Lozano, con letra y música de Gonzalo. Tampoco la erra en diseño y arquitectura: durante dos décadas orientó la construcción de infraestructura promovida por los claretianos en el Medio Atrato y en Quibdó, con base en planos correctamente elaborados en papel milimetrado o en hojas cuadriculadas de tamaño oficio.

“Todo comenzó en un rincón de la selva chocoana”[4]

Gonzalo María de la Torre Guerrero es, indudablemente, un Maestro, en todo el sentido de la palabra y con inicial mayúscula. De ahí que sea a él a quien se le haya ocurrido la creación de una universidad en el Chocó, aún en contra de quienes pensaban que fundarla en Quibdó era una mala idea y que Medellín o Cali eran una mejor opción. Su infinita paciencia, su inquebrantable fe y su admirable persistencia triunfaron: la inicialmente FUCLA, hoy Uniclaretiana, con él como fundador, nació en Quibdó y su sede principal allí se quedó, en el mismo lugar del barrio La Yesquita en donde Gonzalo se crio.

Gonzalo María de la Torre Guerrero es, indudablemente, uno de los mejores seres humanos que uno pueda conocer en la vida.



[1] Además de la campaña del Telegrama Negro, las organizaciones ACIA, ACADESAN, OBAPO, con el apoyo de la Diócesis de Quibdó y de la OREWA, protagonizaron una toma pacífica de varios días a la Catedral, la Alcaldía y la sede del INCORA en Quibdó, así como una visita sorpresiva a la Embajada de Haití en Bogotá; como mecanismos de presión para que la Constituyente incluyera a las comunidades negras en la nueva constitución política de Colombia.

[2] De la Torre Guerrero, Gonzalo M. Mi contexto histórico. En: Amada Negra, Amada-Pueblo. Proyecto y claves de comprensión. Medellín, 2020. 90 pp. Pág. 8.

[3] El Himno de Uniclaretiana puede oírse aquí: https://uniclaretiana.edu.co/simbologia

[4] Esta expresión la usó Gonzalo en su discurso de presentación pública de la Universidad Claretiana, el 20 de junio de 2007, en Quibdó.