Panorámica de Miguel A. Caicedo
En
el centenario de su natalicio, les ofrecemos en El Guarengue una síntesis de
los aportes del Poeta de la Chocoanidad, Miguel Antonio Caicedo Mena, a la
educación pública, a la historia y a la cultura regional del Chocó, así como a su difusión en el ámbito nacional. Con este artículo termina nuestra serie Un chocoano llamado Miguel.
El 30 de agosto de 2019 se cumplen 100 años
del nacimiento del educador, escritor y poeta chocoano Miguel Antonio Caicedo
Mena, quien publicó más de 30 libros de diversos géneros y contenidos: poesía
romántica, narraciones de ficción (cuentos y novelas), textos y estudios sobre
historia, tradiciones, personajes y cultura del Chocó; al igual que 100 poesías
costumbristas -gran parte de ellas grabadas en su propia voz en Radio
Universidad del Chocó- a través de las cuales, valiéndose del lenguaje de los
campesinos chocoanos, de su hiperbólico lenguaje y de sus rasgos de humor,
narró para la posteridad instantes y vivencias de la vida cotidiana de la
región, costumbres, problemáticas y características culturales; con tal riqueza
y de tal modo que dichos poemas son, sin duda alguna, parte de la memoria oral
de la chocoanidad, textos culturales a través de los cuales Colombia ha podido conocer rasgos de la identidad de esta región. Así lo reconoció el Instituto Colombiano de Cultura, Colcultura, precedente del actual Ministerio, en
el Homenaje Nacional a su vida y obra como símbolo y presencia de la cultura
chocoana en el país, que se llevó a cabo en el Parque Centenario de Quibdó, el
26 de agosto de 1989, a cuatro días de que Don Miguel cumpliera 70 años.
Miguel Antonio Caicedo Mena dedicó su vida
a la educación y a la producción literaria, histórica y folclórica. Así aportó
a la consolidación de la identidad cultural chocoana, a su
reconocimiento en el ámbito nacional y a la perdurabilidad de elementos
históricos, como parte de la memoria oral de la chocoanidad.
Imágenes cortesía Emilia Caicedo Osorio. |
Sus
aportes a la educación pública en el Chocó
De origen humilde, nacido en el
Corregimiento de La Troje (Municipio de Quibdó) y fallecido el 4 de abril de
1995, en Quibdó, Miguel Antonio Caicedo Mena fue protagonista de primer orden
en el proceso de organización, cualificación y proyección de la educación
pública en la Intendencia y en el Departamento del Chocó, primero como
estudiante y después como maestro, educador, profesor, docente.
Como estudiante, Caicedo formó parte del
primer grupo de jóvenes negros y de escasos recursos que -en el marco de
políticas incluyentes de la Intendencia del Chocó, lideradas por Adán Arriaga
Andrade y Vicente Barrios Ferrer- ingresaron en los años 30 por primera vez al
Colegio Carrasquilla, de Quibdó, superaron el quinto grado de secundaria y finalizaron
su bachillerato en el Liceo Antioqueño, en Medellín, también con apoyo
gubernamental.
Allá en Medellín, Caicedo se graduó con honores
como Licenciado en Filología y Lenguas Clásicas y Modernas, en el Instituto de
Filología y Literatura de la Universidad de Antioquia. En ese marco, Caicedo
emprendió su primer trabajo de investigación académica sobre la poesía popular
chocoana en los siglos XIX y XX, el cual fue fundamental para su decisión de
incursionar como poeta costumbrista, hasta alcanzar la excelsitud que el Chocó y Colombia entera
conocieron.
Mientras estudiaba en Medellín, Miguel A. Caicedo se codeó con intelectuales y
literatos importantes de la época (Manuel Mejía Vallejo, Dolly Mejía Morales,
Jorge Bechara Hernández, William Namen H.), en tertulias y reuniones
literarias; y fue invitado a quedarse trabajando como profesor. Sin embargo, regresó a Quibdó a trabajar como maestro en todos los
establecimientos educativos de la época, los cuales carecían de profesionales
de la educación titulados o licenciados, como él; de modo que contribuyó, en
esta condición, a la aprobación del Colegio Carrasquilla en todos los grados de
bachillerato y al enaltecimiento de la Normal Superior de Quibdó como una de
las más grandes proveedoras de maestros para la nación. De ambos colegios fue
Rector y Profesor.
Del mismo modo, luego de una temporada
docente fuera del Chocó, Miguel A. Caicedo contribuyó a la reorganización de la
educación secundaria en el Departamento, a instancias del entonces Gobernador
Carlos Hernán Perea. Desde esta posición, Don Miguel apoyó e impulsó la
aprobación del ciclo completo de secundaria en varios colegios del Chocó. Como
parte de sus preocupaciones por la cobertura y la calidad de la educación para
su gente, promovió la idea y fue cofundador de la Normal Femenina Manuel
Cañizales, en 1964.
El culmen de sus aportes a la educación en
el Chocó es su contribución, como miembro activo del grupo de fundadores, a la
creación de la actual Universidad Tecnológica del Chocó Diego Luis Córdoba; en
la cual se desempeñó también como profesor, como consejero, como encargado de
asuntos culturales, como referente vivo para el quehacer académico de las
primeras promociones de la institución. De su propio bolsillo, infinidad de
veces y sin pregonarlo, Miguel A. Caicedo ayudó a decenas de estudiantes con el
pago de su matrícula y su alimentación, para que no desertaran, para que la Universidad
continuara y creciera, se afincara como alma mater del Chocó.
Imágenes cortesía Emilia Caicedo Osorio |
A través de diversas publicaciones, Don Miguel aportó a las comunidades educativas diversos elementos para fundamentar la
formación de la niñez y la juventud en el conocimiento y la valoración cultural
del Chocó, y en los valores familiares y sociales del respeto, la solidaridad y
el amor por la tierra. Ejemplo de ello son: Chocó, verdad, leyenda y locura;
Sólidos pilares de la educación chocoana; Cuentos ejemplares; La Yesca:
importancia de siempre; Nicolás Rojas Mena; Pedro León Cristancho Valencia, “El
Profesor”; Armando Luna Roa; Los cuentos de la abuelita; El Castellano en el
Chocó, 500 años; Chocó mágico y folclórico; y Panorámicas chocoanas.
Miguel Antonio Caicedo Mena fue un
educador, un maestro, en todo el sentido de la palabra. Su calidad pedagógica
era evidente hasta en la conversación más sencilla, así como fue siempre claro
que para él la educación tenía sentido si su objetivo era la formación, más que
la transmisión de conocimientos. Desde esa óptica, como un apostolado, como una
misión, Caicedo le dedicó toda su vida a la Educación, que siempre concibió
como la formación de hombres y mujeres de bien, con identidad cultural sólida,
con valores humanos intachables y con ineludible compromiso en la
transformación de las condiciones materiales de vida del Chocó hacia estados
más equitativos y justos.
La poesía clásica y la narrativa
literaria de Don Miguel
Miguel Antonio Caicedo Mena fue un poeta
clásico y romántico de altos quilates, inscrito en la tradición del Siglo de
Oro español, que conocía al dedillo y que como maestro presentó siempre como ejemplo del buen decir, del buen hablar, de la inspiración y
de la creación en torno a la condición y a la vida humana.
En ese campo, Miguel A. Caicedo exhibía dotes
admirables para el manejo de los versos clásicos: alejandrinos, octosílabos,
pareados, cuartetos, décimas, espinelas, sonetos; con absoluta corrección en la
métrica y en la rima, con total profundidad en el sentido y en los contenidos. Veinte
poemas y un grito, Versos para olvidar, Diez plusonetos y demás olvidos, y su
estudio histórico La décima y la espinela, son publicaciones en la que puede
verse la hondura y belleza del conjunto de su obra poética clásica. Canción
ante la tumba del abuelo y Soneto a Dora son dos elementos de ese conjunto, dos
de sus poemas inolvidables.
También fue narrador, en los géneros
del cuento y de la novela, con tendencia a las narraciones edificantes,
educativas, morales, a través de las cuales se reconocen sus dotes de escritor
y se trasluce, también aquí, su condición esencial de educador.
Con el padre y el hijo, Negro y dolor, La palizada, El regreso de Jorge,
Espinas redentoras, El quebrador y Cuando las madres lloran, son ejemplos de
esta faceta de Caicedo, en los cuales son evidentes sus dotes de narrador, su facilidad
estilística, su impecable manejo de la lengua española y su búsqueda ética como
legado para las nuevas generaciones.
Sus
aportes a la historia y a la identidad cultural del Chocó
Miguel A. Caicedo no descansó ni un minuto
de su vida en la tarea autoimpuesta de dar a conocer todo lo de su tierra,
difundir las costumbres, los personajes, el habla, la riqueza ambiental y
cultural. El Chocó, su gente y su cultura fueron el centro de la vida
intelectual y profesional de este hombre sencillo y sin tacha, campesino de
origen, profesional admirable e inteligente en grado sumo, ferviente amante de
su tierra, de sus ríos y mares, de su selva, de su fauna, de su flora, de su
biodiversidad, de su difícil y glorioso pasado, de su complejo presente, de su
incierto futuro.
En la línea de sus preocupaciones
históricas, Caicedo documentó asuntos como el uso particular de la lengua
española en el Chocó, la historia de la educación pública en la región y de
algunos de sus adalides, la historia de Quibdó y del Chocó; en obras como El
Castellano en el Chocó, 500 años; Sólidos pilares de la educación chocoana;
Quibdó de los recuerdos; La Yesca: importancia de siempre; Nicolás Rojas Mena;
Pedro León Cristancho Valencia, “El Profesor”; Armando Luna Roa; y Manuel
Saturio (El hombre).
Sus saberes y conocimientos como filólogo
los utilizó para indagar, explorar e investigar el habla popular chocoana y su
producción oral como forma de arte, comunicación y documentación de su vida y
de su cultura. De allí salieron publicaciones como Chocó, verdad, leyenda y
locura; Del sentimiento de la poesía popular chocoana; Los cuentos de la
abuelita; Poesía popular chocoana; Recuerdos de la orilla; y Chocó mágico y
folclórico (Primer Premio de Alfabetización, 1.973, del Ministerio de Educación
Nacional).
Imágenes cortesía Emilia Caicedo Osorio |
Culmen y síntesis ontológica y literaria de
su chocoanidad, Miguel A. Caicedo produjo un centenar de poesías costumbristas
o folclóricas, que él mismo declamaba y ponía en escena, durante las décadas de
los años 70 y 80, cuando el Chocó entero, y después Colombia, asistieron
maravillados al delicioso espectáculo de ver y oír la narración de fragmentos
valiosos de la vida del Chocó en cuestión de minutos, a través de cada una de
estas poesías. Algunos títulos inolvidables de poesías
costumbristas de Caicedo son: Negra del bunde amargo; La bogotana; El
parentesco; El bochinche; La pordiosera; El portaviandas; Eudomenia la cotuda;
La soberbia vencida; La bichera; El médico de los brujos; Reveses del congeneo;
El perrito rabón; Guabinadas; Peripecias de los sueldos; La carta; Los
discípulos de Baco; La sabiduría de Remojao; El paraguas de María Ramos; La
razoncita; La maestra ociosa; La pesca fugitiva; El rapto de Fermina; El cholo
ladino; Historia de chiverías; Las alcaldadas del Pollo; Dos gobernantes
sedientos; La receta de Guabina; Bajameuno; La ramonera rezada; Llorá, negrito,
llorá; El cholo de Remojao; Gajes de la subienda; El desguañañe; Estragos del
apagón; El cotero y el paisa; La cantitienda; El chure y el chivo.[1]
Las poesías costumbristas o folclóricas de
Miguel A. Caicedo están provistas de funcionalidad simbólica como
parte de la memoria oral de la chocoanidad y son piezas de literatura y
oralitura con las cuales mostrarle a Colombia y al mundo los valores de la
región, de su pueblo y de su historia. En su estructura se destacan
cinco aspectos esenciales, claves para el entendimiento de su alcance cultural:
- La geografía y la toponimia chocoanas son recursos narrativos y textuales, a la vez que elementos de autorreconocimiento e identidad cultural.
- Ritos y fiestas, creencias y mitos, son elementos narrativos y escénicos, a la vez que atributos culturales.
- Las estructuras de parentesco, familiaridad y vecindad, a la vez que aportan picaresca y color a la narrativa, subrayan sin nombrarlo el carácter colectivo de la cultural regional.
- El abandono y la pobreza, el sentimiento de exclusión, aparecen como datos de la realidad y como clamores reivindicativos de la voz popular a la que sirve como vehículo el poeta, sin estridencias, con sentimiento profundo y profunda dignidad.
- La exuberancia de la naturaleza y el uso que hace el campesino de la biodiversidad y de los recursos naturales que ella le ofrece aparecen como elementos definitorios de la vida cotidiana de los personajes de Caicedo y, por ende, de su propia y sólida identidad. De allí que el conocimiento detallado y la identificación de estos recursos sean parte sustancial de la cultura regional.
A partir de esos elementos, Miguel Antonio
Caicedo Mena nos entrega en sus poesías costumbristas un universo temático
concebido y construido para caracterizar -de modo íntegro y agudo,
comprehensivo y englobante, con profunda
y envidiable intuición exegética- el ser cultural de la chocoanidad. Con una
estructura definida y constante, fácilmente reconocible, y con un dominio
castizo del idioma, hábil y recursivo como el que más en la confección precisa
de los versos de sus poesías; el poeta Caicedo encuentra siempre la rima justa,
nunca forzada, añadiendo infaltablemente un nuevo dato en cada línea, un dato nuevo
en cada verso; ilustrando así al oyente sobre el contexto, la situación, los
personajes, el nudo y el desenlace de la anécdota fabulosa que en cada poesía
cuenta, cual acontecimiento de la historia regional que uno en su memoria
guarda para citar, de modo cabal, si en algún momento fuera justo y necesario,
y suficiente no fuera la academia para dar cuenta del pasado. Todo ello
mediante un uso natural y recursivo del habla popular del campesino chocoano,
incorporando sus modismos, sus giros gramaticales, su vocabulario residual del
Castellano antiguo; al igual que su hiperbólica manera de contar el mundo y esa
cierta sorna de la que proviene su humorística expresión diaria.
Desde sus tiempos de profesional recién
graduado, que se entrenaba en las lides de la investigación filológica y
lingüística, Miguel A. Caicedo entendió perfectamente que una porción
significativa de la cultura chocoana reposa en comunidades en donde “el canal privilegiado para la satisfacción
de las necesidades comunicativas es el oral, porque son comunidades ágrafas o
comunidades en las que poco se producen textos escritos”[2];
razón por la cual la tradición oral es el soporte principal para la
preservación del acervo colectivo: “…es
en las sociedades de tradición oral donde no sólo la memoria está más
desarrollada, sino que es más fuerte ese vínculo entre el hombre y la palabra.
Allí donde la escritura no existe, el hombre depende de su expresión oral, de
su palabra. Ella le vincula y le compromete. Él es su palabra y su palabra da
fe de lo que él es. La cohesión misma de la sociedad descansa en el valor y el
respeto de la palabra”[3],
como escribiera hace 40 años el sabio e intelectual africano Amadou Hampâté Bâ,
alma del reconocimiento y posicionamiento del valor de la oralidad para el
conocimiento universal, en los escenarios internacionales de la Unesco. O como
acertadamente anotara Libardo Arriaga Copete: “…En cantares rústicos, como quien mira en un espejo, el pueblo retrata
su propia alma. Interpretarla, traducirla, es función eminente del poeta que
puede acercarse a esa fuente sencilla y trivial y de ella extraer zumos de
belleza” [4].
Que fue lo que, justamente, hizo Miguel Antonio Caicedo Mena: relatar e
historiar su propia cultura en casi un centenar de poesías folclóricas que, en
conjunto, constituyen un verdadero tratado de chocoanidad.
Además de la inigualable diversión y el
poderoso encanto que en sus lectores y oyentes ejercen, las poesías folclóricas
de Miguel A. Caicedo funcionan como textos culturales, como memoria oral de la
vida pueblerina, rural, comarcana, vecinal, y como crónicas precisas del mundo
quibdoseño de la ciudad. Es decir, como relatos colectivos de aquella
chocoanidad en virtud de la cual todo el mundo sabe lo de todo el mundo, todo
el mundo se conoce, todo se cuenta para que todo el mundo lo sepa, porque todo lo
debe saber todo el mundo: al fin y al cabo, parodiando al novel Gabo después
Nobel, se trata de una antigua y extensa casa de por lo menos medio millón de
parientes.
Dorita y la Seño Emilia Caicedo Osorio, hijas y herederas del legado de Miguel A. Caicedo, el Poeta de la Chocoanidad. Fotos: Facebook y Norma Londoño. |
En justicia y coherencia con el legado de
Miguel A. Caicedo, en memoria del Centenario de su Natalicio, las universidades
y las entidades públicas y privadas del Chocó bien podrían asociarse para adelantar acciones conmemorativas y de reconocimiento a dicho
legado, como las siguientes:
- Compilación, revisión, reedición y publicación de la totalidad de la obra impresa de Miguel Antonio Caicedo Mena; en un compendio denominado Colección Chocoanidad; colección esta que quedaría abierta para la inclusión de nuevas antologías, como una de Rogerio Velásquez, u obras individuales significativas, como Glosa paseada bajo el fuego y la lluvia, de Carlos Arturo Caicedo Licona.
- Compilación, revisión, remasterización y publicación en medio sonoro (discos compactos, USB) de la totalidad de las poesías costumbristas de Miguel Antonio Caicedo Mena que reposan en el archivo de Radio Universidad del Chocó; como parte de la Colección anteriormente mencionada. Las poesías no grabadas en su voz podrían ser grabadas por su hija Emilia Caicedo Osorio y por Rosita Lemos, Luis Enrique Blandón Wiedemann y Luis Demetrio Caicedo, quienes marcaron una época de este arte en Quibdó y en el Chocó.
- Realización de un Festival de Declamación de poesías folclóricas de Miguel Antonio Caicedo Mena, con la participación de la mayor cantidad posible de instituciones educativas del Chocó, en el Corregimiento de La Troje.
- Publicación de un libro en homenaje a la memoria de Miguel Antonio Caicedo Mena, con una selección de artículos de diversos autores, incluida su hija Emilia Caicedo Osorio, sobre diversos tópicos de la vida y obra del poeta.
- Celebración de un Foro Regional sobre la importancia y aportes de Miguel Antonio Caicedo Mena para la cultura de las comunidades negras de Colombia; en Quibdó, con participación de los autores del libro mencionado en el punto anterior y como acto de presentación de dicho libro.
- Construcción e instalación, en un sitio público de Quibdó, de un monumento a la memoria de Miguel Antonio Caicedo Mena; que incluya su imagen, datos biográficos y un fragmento de uno de sus poemas.
- Construcción e instalación, en un sitio público de La Troje, de un monumento a la memoria de Miguel Antonio Caicedo Mena; que incluya su imagen, datos biográficos y un fragmento de uno de sus poemas.
- Elaboración e instalación de sendas placas conmemorativas del Centenario de Miguel Antonio Caicedo Mena, en el Colegio Carrasquilla, en la Normal Superior y en la Universidad Tecnológica del Chocó, en Quibdó.
- Elaboración y amplia difusión, en los ámbitos local, regional y nacional, de un documental sobre la vida y obra de Miguel A. Caicedo; en coproducción entre la Universidad Tecnológica del Chocó, Señal Colombia y Telepacífico.
- Difusión semanal de un poema folclórico en la voz de Miguel Antonio Caicedo Mena, el mismo día y a la misma hora, a través de todas las estaciones de radio del Chocó; con una texto de identificación alusivo al Centenario del Natalicio, producido por Radio Universidad del Chocó o por Radio Nacional de Colombia.
La gratitud con quienes ponen su vida y su obra al servicio de su gente, como lo hizo Don Miguel, es un sentimiento que enaltece. Traducir la gratitud en gestos significativos y expresiones simbólicas trascendentes es el mínimo acto de justicia de los pueblos hacia lo mejor de su gente.
[1] En los siguientes vínculos se puede escuchar una pequeña muestra de
poesías costumbristas del Maestro Caicedo:
·
La bogotana: https://www.youtube.com/watch?v=Xtt_xmon5d0.
·
La Razoncita: https://www.youtube.com/watch?v=NdrC4RFdnpE&t=38s
·
La soberbia vencida: https://www.youtube.com/watch?v=ceUSijCsq-M
·
Los discípulos de Baco: https://www.youtube.com/watch?v=tfbgZw6razY&t=200s
[2] Llerena Villalobos, Rito. La función poética en la canción
folclórica. El caso del Vallenato. En: Revista Lingüística de Asolme
(Asociación de lingüistas de Medellín). Vol. 1, N° 1, 1983. Pp. 39-50.
[3] Amadou Hampâté Bâ. El poder de la palabra. El Correo de la Unesco,
agosto-septiembre 1979. Pp. 17-23. Pág. 17. En: https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000074777_spa.nameddest=44650
[4] Arriaga Copete, Libardo. Citado por: Rivas Lara, César en: De
Rogerio Velásquez a Miguel Caicedo. Quibdó, Gráficas Universitarias del Chocó,
1970. Pp. 90-95.
Gracias Julio Cesar por traer el arte de la poesía, novelas y poemas del Gran Miguel A. Caicedo. Nosotros los chocoanos le debemos mucho.
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