lunes, 30 de agosto de 2021

Ley 70 de 1993: 28 años de vana letra

 Ley 70 de 1993: 
28 años de vana letra

Portada del Nº 15 de la Revista Por la vida, de la Diócesis de Quibdó (1993). 
Foto: El Guarengue

Cerca al mediodía del viernes 27 de agosto de 1993, hace ya 28 años, el Presidente de la República de Colombia, César Gaviria Trujillo, llegó al Parque Manuel Mosquera Garcés de la ciudad de Quibdó, Chocó, en compañía de su esposa, un grupo de funcionarios de su gabinete de gobierno y un grupo de congresistas, entre los que se encontraban los presidentes de los cuerpos legislativos del Senado y de la Cámara, que habían aprobado una ley que desarrollaba el Artículo 55 Transitorio de la recientemente promulgada (julio de 1991) Constitución Política de Colombia. En el acto público que allí se efectuó entonces, dicha ley recibiría -mediante su firma- la sanción, ratificación o aprobación presidencial, para su entrada en vigencia. Se trataba de la Ley 70 de 1993 o Ley de comunidades negras, que cambiaría para siempre el panorama jurídico y político del reconocimiento, la garantía y el ejercicio de los derechos étnicos de estas comunidades; a la vez que convertiría a Colombia -por lo menos en la letra- en pionera dentro de esta materia en el continente americano e incluso, en algunos aspectos, a nivel mundial.

Casi tres décadas después de su sanción y entrada en vigencia, gran parte de los contenidos de la Ley 70 de 1993 no han sido reglamentados. Por lo cual, no se ha dado su puesta en práctica ni su aplicación en materia de fomento del desarrollo económico y social, administración y manejo de recursos naturales, protección de la identidad y los derechos de las comunidades negras de Colombia y otras materias sustanciales que forman parte del objeto y los propósitos para los cuales fue expedida. En la práctica, lo referente al proceso de titulación colectiva de tierras de comunidades negras y los artículos directamente relacionados con este proceso, sin los cuales este no habría sido posible, es lo único que ha sido reglamentado y cumplido en los términos fijados. De resto, aunque todos los planes de desarrollo de los ocho gobiernos nacionales[1] que han transcurrido en estos 28 años han incluido la reglamentación y los presidentes de la república lo han prometido y vuelto a prometer en cada campaña electoral, la realidad es simple: 28 años después de aprobada, una parte sustancial de la Ley 70 de 1993 no ha sido reglamentada.

28 años atrás

En el acto público de sanción de la Ley 70 de 1993, llevado a cabo aquel viernes 27 de agosto en Quibdó, Zulia Mena García y Rudecindo Castro Hinestroza hablaron en nombre de las comunidades negras. El entonces Alcalde de Quibdó, Carlos Alberto Escobar Córdoba; el Gobernador del Chocó, que era Antonio Heráclito Maya Copete; y el Presidente de la República, César Gaviria Trujillo, pronunciaron los discursos gubernamentales e institucionales.

A modo de recuerdo o memoria de aquel histórico día, ofrecemos en El Guarengue los principales apartes de aquellos discursos, que fueron publicados pocos días después de pronunciados, en la revista Por la vida, de la Diócesis de Quibdó, que en su texto introductorio advirtió que no había sido posible obtener el texto del discurso de Rudecindo Castro; por lo cual no fue publicado.[2]

******************************************************


Apartes del discurso de Zulia Mena García
en representación de las comunidades negras

Este es un momento histórico para nuestro pueblo negro de Colombia. La ley que hoy se firma es producto de la lucha de nuestro pueblo por lograr la igualdad real y la garantía de nuestros derechos territoriales, culturales, políticos, económicos y sociales.

[…]

La cultura de nuestro pueblo ha sido base fundamental para la supervivencia y está basada en el apoyo mutuo y en la organización de los troncos familiares y en nuestra relación étnica con el medio ambiente y en un sentido profundo de la libertad. Producto de nuestra historia y del hecho de haber ocupado por más de 450 años el territorio tradicional del Pacífico y del Atlántico, nos sentimos dueños y señores de las tierras y de los recursos naturales que existen y hemos explotado y conservado históricamente. Nuestros antepasados lucharon por la libertad y muchos la compraron con oro, al igual que compraron las minas de oro y de platino, y también compraron los territorios, en algunos casos hasta con siete leguas de mar incluidas.

Sobre la biodiversidad solicitamos un régimen fiscal en beneficio de nuestro pueblo. Un refrán popular nuestro dice: “en el bosque hay más ojos que hojas”. Consideramos que la biodiversidad no es herencia que dejaremos a nuestros hijos, sino el préstamo que ellos nos hicieron mientras vivamos. Existe un gran interés mundial de organizaciones ecologistas y Estados industrializados en la defensa y en el control de los efectos negativos para la humanidad de su degradación.

[…]

Luchamos por la biodiversidad de nuestros territorios como un patrimonio fundamental del pueblo negro e indígena y de la nación colombiana. Solicitamos al Estado colombiano que aplique en favor de nuestras comunidades el principio que él mismo exige a los países ricos en relación con la biodiversidad, en el sentido de que se pague una eco-renta en favor de los grupos humanos que conservamos el medio ambiente. Dicha eco-renta en beneficio de las comunidades debe estar representada en la apropiación de recursos suficientes y adecuados para la prestación de servicios públicos básicos como la educación, la salud, el saneamiento ambiental, y mediante el establecimiento de un régimen fiscal especial que nos exonere del pago de tasas por el aprovechamiento tradicional y artesanal de los recursos naturales del suelo y del subsuelo.

Del análisis de la ley para nuestras comunidades, creemos que deben darse varias etapas para su implementación y reglamentación. Presidente Gaviria: su administración puede hacer historia con nuestro pueblo negro. Le pedimos que se inicie la reglamentación concertada en los siguientes aspectos de nuestra ley:

1. De las funciones, periodos y alcances del Consejo Comunitario, que será en el futuro la autoridad administrativa de los territorios de las comunidades negras que aspiren y obtengan titulación colectiva en propiedad de los bosques, según el artículo 5 de la ley.

2. Reglamentación del procedimiento administrativo de titulación colectiva en propiedad a las comunidades negras, artículo 22.

3. Reglamentación de los derechos de las comunidades negras sobre las minas, artículos 26 a 31.

4. Las autoridades competentes adopten las medidas para adaptar los currículos educativos, a todos los niveles, a las necesidades y aspiraciones etnoculturales de las comunidades negras, artículo 32.

5. Se cree un fondo de becas para la educación superior, administrado por el ICETEX, artículo 42.

6. Durante tres meses después de que entre en vigencia nuestra ley se conforme una comisión del Congreso de la República encargada de proponer al gobierno la reestructuración del Instituto Colombiano de Antropología, que integre una unidad de investigaciones de la cultura afrocolombiana, artículo 43.

7. El Gobierno Nacional debe conformar una comisión consultiva a alto nivel, la cual hará las veces de la Comisión Especial, y tendrá las funciones de seguimiento de la ley para nuestras comunidades, según el artículo 45, como legítima interlocutora entre el Estado y las comunidades negras.

8. El Gobierno Nacional debe diseñar mecanismos de crédito y de financiamiento para las comunidades negras, según el artículo 52.

9. Deben crearse unidades administrativas de gestión de proyectos para que las comunidades negras accedan a la elaboración, financiación, ejecución y evaluación de proyectos en los fondos de inversión social del Estado, artículo 58.

10. Reglamentación, por parte del Consejo Electoral, de la Circunscripción Nacional Especial para las comunidades negras, de dos curules para la Cámara de Representantes, artículo 66.

11. Implementación en el Ministerio de Gobierno de la Dirección para las comunidades negras, artículo 67.

Presidente Gaviria: a nivel mundial, los grupos étnicos luchan por su autodeterminación cultural y por la defensa de sus territorios y recursos naturales, como imperativos culturales que pueden ser resueltos mediante procesos dialogales o pueden desembocar en situaciones desestabilizadoras de inmedibles consecuencias.

En el África, nuestra Madre Tierra, en los Estados Unidos, en Haití y en América Latina, el pueblo negro lucha por el reconocimiento de sus derechos y por la garantía de la igualdad real y el lugar que les corresponde en las sociedades nacionales. Le ley para comunidades negras que sanciona usted hoy es la primera ley en Latinoamérica que reconoce nuestros derechos como grupo étnico.

**********************************************

 Apartes del discurso del Alcalde de Quibdó, 
Carlos Alberto Escobar Córdoba

Ha querido usted en forma espontánea y fervorosa exaltar el logro de las negritudes del país y para ello ha escogido la ciudad de Quibdó para sancionar la ley que desarrolla el Artículo Transitorio 55  de nuestra Carta Política; hecho este que constituye un homenaje al departamento por excelencia de la raza negra de Colombia, lo que permitirá que nuestras gentes evoquen con gratitud emocionada el logro de las reivindicaciones de nuestra etnia, dividiendo el contexto histórico de los negros de Colombia en dos grandes etapas, antes y después de la ley referenciada.

Existe gran preocupación y es usted, Señor Presidente, la persona indicada para dilucidarnos algunas dudas referentes a la implementación de los recursos económicos, factor fundamental en el desarrollo de los pueblos. Por lo tanto, solicitamos que la firma de esta ley y la titulación colectiva de la tierra al hombre negro vaya acompañada de manera armónica con políticas económicas que permitan la real liberación de estos pueblos del lastre de la miseria a que las condiciones tradicionales nos han sometido en el transcurrir histórico de la nación.

[…]

Señor Presidente: sería repetitivo en este momento enumerar las prioridades del Chocó y mi municipio, ya que se las he hecho conocer mediante oficio petitorio calendado el 16 de junio del presente año, sobre el que usted ya impartió instrucciones a sus más inmediatos colaboradores, de cuyas acciones aspiro se haga realidad antes de culminar sus gobierno, en especial:

1. La ampliación, rectificación y pavimentación de la vía La Mansa-Quibdó con una longitud aproximada de 110 kilómetros y costo de 15 mil millones de pesos.

 

2. Ampliación, rectificación y pavimentación de la vía Santa Cecilia-Tadó-Quibdó, con un costo aproximado de 14 mil millones de pesos.

 

3. Mejoramiento del aeropuerto de Quibdó Álvaro Rey Zúñiga, contemplando la ampliación de la pista de aterrizaje, dotación de equipos y radio-ayudas, V.O.R. y una estación de combustible para facilitar el tanqueo de las diferentes aeronaves.

 

4. Construcción de un estadio y escenarios deportivos. Resaltamos que nuestra juventud y la comunidad en general es de evidente vocación deportiva, con especial inclinación por el fútbol. Solicitamos respetuosamente un estadio con capacidad aproximada de 15 mil espectadores, para el cual el municipio se compromete desde ya a donar el lote y los estudios topográficos. Estas obras tienen un costo aproximado de 1.500 millones de pesos.

 

5. El diseño y construcción del muelle fluvial de Quibdó, proyecto localizado a orillas del río Atrato, cuya infraestructura física estimula los modos de producción, intercambio y transformación de materia prima. Con ello se mejorarán los niveles de ingreso de la población y así mismo su calidad de vida, puesto que genera la revolución económica local. El costo de este proyecto se ha preestablecido en 700 millones de pesos.

 

6. Contamos con una vía natural que también requiere de mantenimiento, como es el majestuoso Río Atrato, que a través de la historia ha sido nuestro medio más importante de transporte e intercambio económico y cultural con la Costa Atlántica; el cual requiere de limpieza y dragado, sobre todo en su desembocadura, en el Golfo de Urabá.

 

7. Plan de recuperación de la Microcuenca de La Yesca y La Aurora, quebradas de gran importancia en la vida quibdoseña; en sus riberas están asentadas más de 15 mil personas. Existen estudios y anteproyectos de reordenamiento urbano y solución hidráulica de las mismas, con un costo aproximado de 8 mil millones de pesos; lo que implica dar solución al más grave problema de saneamiento básico y deterioro ambiental que tiene la ciudad en este momento.

8. Estudio, diseño y construcción del Plan Maestro de Alcantarillado de Quibdó. Esta Administración ha adelantado los términos de referencia y está en condiciones de cofinanciar los respectivos estudios y diseños que se requieren, y que entre los planes nacionales se garanticen los recursos para su construcción, que ascienden a 10 mil millones de pesos.

Gracias, Señor Presidente, por venir a nuestro departamento a compartir con nuestra gente el júbilo de su reivindicación y depositar en ellas el aliento de una esperanza que se había venido perdiendo a falta de una voluntad política del gobierno central que se interese de manera objetiva en darle solución a nuestra problemática. También agradecemos a las personas que participaron en el proceso de la reglamentación del A.T. 55, especialmente a los representantes de las consultivas Nacional y Departamental de las comunidades negras.

Bienvenidos al futuro de Colombia. Estamos en el Pacífico biodiverso, que necesita políticas de desarrollo sostenible con planes y programas que respondan a nuestras necesidades y expectativas reales.

*********************************************

Apartes del discurso del Gobernador del Chocó, 
Antonio Heráclito Maya Copete

Como Gobernador del Departamento del Chocó, registro complacido su visita y la de su comitiva a nuestra tierra, porque ella enaltece al pueblo chocoano. Ha regresado usted para cumplir con el ritual constitucional de sancionar, en la cuna de Diego Luis Córdoba, excelente hombre de la raza negra, la ley que reglamenta el Artículo Transitorio 55 de nuestra Constitución Política.

La Asamblea Nacional expidió la Constitución de 1991, llamada acertadamente por usted la “nueva carta de navegación” del pueblo colombiano. Allí tiene origen esta ley que escucha y atiende el reclamo de las comunidades negras del país y se constituye en punto de partida para mejores destinos.

Tres aspectos fundamentales deben destacarse en su contenido: 1. El derecho de propiedad colectiva; 2. El establecimiento de mecanismos para la protección de la identidad cultural y de los derechos de las comunidades negras de Colombia como grupo étnico; y 3. El fomento de su desarrollo económico y social.

En cuanto al primer punto, debemos tener claro que el reconocimiento a la propiedad colectiva debe entenderse como un instrumento de desarrollo, y en modo alguno un salvoconducto para entrar en asociaciones con entidades públicas o privadas, obtener pingües ingresos y colocarse de espaldas al progreso y mejoramiento de la calidad de vida de las propias comunidades.

En relación al segundo, vale la pena destacar la preceptiva del artículo 33 que, por primera vez, reconoce la existencia de realidades nacionales que atentan contra principios fundamentales de los derechos humanos, para ponerles coto, y no permitir que la intimidación, segregación, discriminación o racismo, sean normas de conducta toleradas sin sanción.

Y cómo no destacar lo normado por el artículo 40, que indudablemente romperá la más grande atadura que limita y frustra a nuestros pueblos negros: la ignorancia. Bien lo dijo Diego Luis Córdoba: “Por la educación se asciende a la libertad y por la ignorancia se desciende a la esclavitud”.

El último aspecto: en este aparte, se crean los mecanismos para el desarrollo económico y social de las comunidades negras, atendiendo los elementos de su cultura. Se prevé que las comunidades tendrán participación en el Consejo Nacional de Planeación de que trata el artículo 340 de la Carta, en los Consejos Territoriales de Planeación y en los consejos directivos de las corporaciones autónomas regionales. La Comisión de Estudios para la formulación de un Plan de desarrollo de las comunidades, así como la puesta en marcha de la Universidad del Pacífico, son herramientas de gran importancia para alcanzar los logros que animan la Ley.

En definitiva, no se puede discutir las bondades de estas normas, que realmente constituyen el primer peldaño en orden a reconocerle a nuestra etnia, así sea después de mucho tiempo, unos derechos conculcados en el pasado, que colocaron a estas comunidades en un aberrante estado de subdesarrollo, postración y marginalidad. Empero, los chocoanos tenemos leyes de todas las estirpes y de ellas ha estado empedrado el camino de pobreza que hemos recorrido.

Pero, tengo que decir, igualmente, con toda sinceridad y franqueza, que su texto por sí solo no implica un cambio inmediato en nuestras condiciones económicas, sociales y culturales, porque a mi juicio se requiere que el Estado implemente una serie de acciones que nos hagan retornar al camino de la fe y nos saquen de la permanente frustración que hemos transitado muchas generaciones de las comunidades negras.

Bien sabemos que nosotros mismos tenemos una alta cuota de responsabilidad en el estado de nuestras desventuras; por eso miramos con otra óptica el mañana y nos decimos que ya, inmediatamente, hay que ir en la búsqueda del tiempo perdido.

No pretendo, Señor Presidente, aprovechar esta ocasión para repetirle el conocido catálogo de las necesidades del Chocó. Sé muy bien que usted, como un aplicado estudioso de los problemas del país, conoce las aspiraciones de los chocoanos. Sin embargo, la premisa anterior no me releva de decirle que esperamos, en lo que resta de su gobierno, un positivo jalonazo para algunos proyectos de importancia regional, nacional e internacional, como son la construcción del puerto alterno de Tribugá y la continuación de la nueva vía al Mar Pacífico, Pereira-Tadó-Nuquí-Bahía Solano, que debe continuar hacia el norte franqueando el Tapón del Darién para entrelazar algún día las tres Américas.

De otra parte, y refiriéndome concretamente al tramo Ánimas-Nuquí, quiero informarle que el estudio de impacto ambiental exigido por el INDERENA va a contratarse por el Corpes de Occidente con la Universidad Tecnológica del Chocó, razón que me habilita para solicitarle que una vez suceda esto, Señor Presidente, intervenga ante el mencionado Instituto con el propósito de que permita la continuación de la obra y nos evitemos todos recibir mayores perjuicios por la paralización de la misma.

Igualmente, y en atención a que en el mes de septiembre próximo será convocado el CONPES para tratar el tema de la expansión portuaria nacional, solicitamos se adopte a Tribugá como puerto alterno sobre el Pacífico, de acuerdo a la sustentación técnica elaborada por el Corpes de Occidente.

[…]

Un proverbio chino dice que “el camino más largo empieza por el primer paso”. Sabemos que tenemos un largo trecho por recorrer. Y debemos prepararnos para dar el primero, que no es otro que la toma de conciencia alrededor de nuestros problemas. Unos y otros nos conformamos con explicar el estado de pobreza absoluta del hombre chocoano alegando la indiferencia del Gobierno Nacional. Esto es cierto. La Nación tiene una deuda social con nuestro departamento, que ha estado lejos de cancelar. Pero, no es menos cierto que aquí no radica la totalidad del problema. Su participación -la indiferencia nacional- en el contexto de nuestros males es alta. Pero, mayor porcentaje de cuota en el teatro de nuestras desventuras la tenemos nosotros, quienes hemos estado al frente de las altas dignidades y no hemos querido hacer un alto en esta lucha fratricida sin sentido, para reexaminar nuestra conducta y cambiarle el rumbo al futuro del Chocó. Yo quiero invitar a mis paisanos a empinarse sobre sí mismos y, a base de tesón y esfuerzo, integrarnos a la corriente de desarrollo y de progreso que vive el resto del país.

Deseo parodiar la cita Garciamarquiana que usted suele utilizar, para decir que: “queremos que nuestros hijos, a diferencia de nosotros y nuestros mayores, no sean condenados a 500 años de espera, sino que tengan por fin y para siempre una oportunidad de vida digna y decorosa sobre la tierra”. Ayúdeme usted, Señor Presidente, para no oficiar de notario en la expedición de la partida de defunción de mi pueblo.

[…]

********************************************

Apartes del discurso del Presidente 
de la República, César Gaviria Trujillo

Para el presidente de los colombianos, este acto reviste una particular transcendencia, y la reviste precisamente porque corresponde al desarrollo de nuestra Constitución Política, la nueva Constitución que nos dimos los colombianos para avanzar en el camino de la reconciliación y de la paz, porque la manera como nosotros entendemos la reconciliación y la paz es esa, darnos unas instituciones que correspondan a los anhelos y a las aspiraciones del pueblo colombiano y que resuelvan problemas ancestrales, y que le den cabida y expresión a sectores de la vida colombiana que por décadas o por centurias habían sido marginados de la vida de nuestra nación.

Ese es el caso específico de las comunidades negras y del pueblo chocoano, a quien la sociedad colombiana sometió al abandono, al marginamiento, al desconocimiento de sus derechos, donde nunca quiso reconocer las particulares condiciones que había en este pedazo de nuestra patria; y las comunidades negras por décadas y décadas fueron dejando pasar esa situación de indiferencia y de injusticia. Y fue solo cuando surgió la idea de una Asamblea Nacional Constituyente, cuando de veras se pudo expresar el pueblo colombiano a través de la circunscripción nacional, fue allí, con miembros de los grupos desmovilizados, que fue posible que esos nuevos sectores se expresaran, que se expresaran nuevas religiones, que se expresaran los pueblos indígenas, que se expresaran los grupos que habían abandonado las armas, que se expresaran las comunidades negras y que fuéramos encontrando, por un camino de pluralismo, de tolerancia, de respeto por las ideas ajenas, que fuéramos encontrando el camino para diseñar unas nuevas instituciones para Colombia.

De allí surgió el Artículo 55 Transitorio, de la necesidad del reconocimiento de que las comunidades negras, particularmente las del Pacífico, tienen unas características especiales, tienen derecho a cultivar sus tierras ancestrales, tienen derecho a una propiedad de carácter colectivo, que no es alienable y que es imprescriptible, que tienen derecho a un sistema educativo que haga reconocimiento de su diversidad, que haga reconocimiento de su cultura, que haga reconocimiento de su tradiciones, que corresponda de veras a su idiosincrasia, a su modo de ser, a las particulares características que han tenido a lo largo de la historia; que tengan acceso a los riquísimos recursos mineros del Chocó, que infortunadamente han sido explotados, pero que se los ha llevado el viento porque nada de riqueza ha quedado a este pueblo y a esta tierra de esa larga explotación; que tengan derecho a una circunscripción de carácter especial en nuestra Cámara de Representantes.

Todas esas son expresiones de algo que apenas comienza, porque nadie ha dicho que esto resuelva problemas, no, esto es apenas el comienzo de que los colombianos, empezando por las comunidades negras, sepan que la Constitución de esta Nación refleja sus derechos y sus aspiraciones; que aquí lo que hay es que luchar para defender y para que se haga cumplir la Constitución; no como en el pasado, que el alzamiento era para destruir las instituciones, para cambiarlas porque no correspondían al alma de los colombianos.

[…]

Es un hecho palmario que los mayores índices de abandono, que los mayores extremos en cuanto a deficiencia de la calidad de vida están aquí en el Chocó. Yo por eso discrepo cuando se pone tanto énfasis en los problemas de la infraestructura, de las carreteras, de los aeropuertos, que sí, son esenciales; pero, hay algo que es más urgente y más importante para mejorar la calidad de vida y donde nos hemos preocupado por realizar inversiones importantes, aunque todavía hay mucho por hacer. Me refiero a los problemas de agua potable, me refiero a los problemas del saneamiento básico, me refiero a los problemas de la salud y la educación. Y hemos realizado un importante esfuerzo para eso, para que haya agua potable por lo menos en las cabeceras urbanas de todos los municipios del Chocó. Y hemos tratado de mejorar la infraestructura de salud, para que no regrese la peste del cólera, y hemos tratado de cambiar la concepción del Estado colombiano para que no sea tan centralista.

[…]

La mayor riqueza que tiene el Chocó son sus gentes y sus bosques. Vamos a trabajar por construir una vida digna para sus gentes, para esta población negra, para proteger estos bosques. Esa es la gran tarea que tiene Colombia, amigos y pueblo chocoano, amigos de las comunidades negras. Vamos a mantener la guardia en alto, vamos a comprometer a esta nación a que mantenga el espíritu de cambio y de transformación. La Ley de las comunidades negras ya no podrá depender simplemente de que Gaviria cumpla, tiene que depender de que toda la sociedad colombiana mantenga este espíritu de revolcón, de transformación, de cambiar todo lo que hay que cambiar en esta nación. Así vamos a continuar esta larga jornada de creación y de cambio que hemos iniciado. ¡Que viva el Chocó! ¡Que viva Colombia! ¡Que vivan las comunidades negras!


[1] Los presidentes de Colombia durante este lapso son: Gaviria, Samper, Pastrana, Uribe I, Uribe II, Santos I, Santos II y Duque, que es el actual.

[2] Los textos de todos los discursos fueron tomados de: Revista Por la Vida. Diócesis de Quibdó, septiembre-octubre de 1993. Nº 15. Páginas 22-38.

lunes, 23 de agosto de 2021

2 décimas chocoanas

 2 Décimas chocoanas

31 de agosto. Óleo de Honorio Cabraca, pintor de Limón (Costa Rica),
en honor al Día de la Persona Negra y la Cultura Afrocostarricense.
Foto: Nayuribe Montero/Universidad de Costa Rica.

Al igual que en toda la América hispana, las décimas en el Chocó son herencia colonial recreada por la población y utilizada como vehículo lingüístico de carácter artístico, como parte de la tradición oral. En su trabajo sobre la lengua castellana en la región[1], el Maestro Miguel A. Caicedo anotó que las décimas “no solo formaban el repertorio de los bogas en las noches iluminadas, sino también el de los trasnochadores que competían para animar el desvelo en los velorios, últimas novenas, argollamientos y toda clase de recepciones”. Es frecuente el carácter anónimo de su autoría, al igual que su construcción a partir de originales de fuente española, completos o fragmentarios; no obstante lo cual también existen algunas de autor identificado, sobre todo cuando fueron hechas y publicadas en tiempos de auge de la prensa y como parte de intercambios intelectuales en tertulias y cafés de los poblados principales o nacientes centros urbanos.

De la tradición campesina del Chocó, aunque existen versiones de la misma en otras regiones mestizas y negras del continente americano, les ofrecemos en El Guarengue una décima típica de la jocundia y el ingenio popular: Cuando Dios se determina. Y otra de la autoría del intelectual quibdoseño e ingenioso periodista Juan F. Villa, Juancho Villa, recreada en su acento poético y enriquecida en su factura lingüística a partir de una décima originalmente anónima.

Como es de uso en este género, las décimas empiezan con un cuarteto, cada uno de cuyos cuatro versos se convertirá sucesivamente en el final, pie o último verso de cada una de las cuatro décimas que integran el conjunto.

**********************************************************

Cuando Dios se determina
Cuando Dios se determina
a'cabá con los mortales
nara valen los caudales
ni los caldos de gallina.
 
Arregle su matalotaje
lo primero y lo segundo
despídase de este mundo
que se le llegó su viaje,
pues ya no acepta cuestión
ni argumento ni razón
discusión ni palabraje
ni plata ni carta fina
pues no valen dinerajes
cuando Dios se determina.
 
Entonces no vale rey
ni príncipe ni princesa
ni duquesa ni condesa
ni justiciero ni ley,
porque cuando Dios inclina
su sentencia que es divina
sin pedí a nadie permiso
sin fijase en tonos reales
en el momento preciso
acaba con los mortales.
 
Da lo mismo pobre y rico
pues la ley de Dios no escoge
y la muerte ciega coge
al grandote y al chiquito.
Nada valen los millones
ni los bienes por montones,
no se escapa ni si llora
lágrimas de oro a raudales,
pues cuando llega la hora
nada valen los caudales.
 
Por más pechuga que coma
o sopa de huevo aviente
revuelto con lo decente,
cuando la muerte se asoma
ya no le sirven de nada
loj guiso y la carne asada
los tarros del extranjero
las galletas y gelatinas
las sustancias de ojo entero
ni los caldos de gallina.

**************************

Diej riales te mando yo
Diej riales te mando yo
para que hagai tu pulsera
tan bonita como voj
y así mesmo de jullera.
 
Recomendale al platero
que l’haga lo más bonita
que le ponga dos luceros
de broche en la carenita.
También mandale poné
para que quere mejó
un pájaro Diojteré
y una tórtola Chocó.
En juin, pa’ lo que querej,
diej riales te mando yo.
 
Que te lareje bien juina
y con bastante gracejo,
que tenga una golondrina
y un colibrí o tominejo,
un elejuante, un canario,
una peinilla, un espejo,
un tigre y una pantera,
un crucifijo, un rosario
y too lo necesario
para que hagai tu pulsera.
 
Que le ponga materiales
de lo mejó y más costoso,
que no se quere en reposo
ni economice cauralej:
que le ponga pavos reales,
dos aves del paraíso
que hagan juego con tu hechizo,
la mejor obra de Dios;
que quere con buenos visos,
tan bonita como voj.
 
Que pa’ que quere conclusa,
bonita como querej,
le ponga una estrella rusa
y un jueguito de palquéjs.
Que le ponga una paloma
y una elegante tijera
un borojó y una pera
y una pavita cantona,
así cual voj de brincona
y así mesmo de jullera.


[1] Caicedo M., Miguel A. El castellano en el Chocó 500 años. Editorial Lealon, Medellín, abril de 1992. 151 pp. Pág. 115. Los textos base de las dos décimas que se publican también son tomados de esta fuente.

lunes, 16 de agosto de 2021

Circo Imperial de Variedades

 El Circo Imperial de Variedades
“Para distraer en lo posible la monotonía inacabable 
de las noches quibdoseñas”

Imágenes reproducidas de: Quibdó, Contexto histórico, desarrollo urbano
y patrimonio arquitectónico, de Luis Fernando González Escobar.

Un buen número de notables de la ciudad y de espectadores curiosos concurrieron, en la prima noche del lunes 27 de octubre de 1930, a la iglesia parroquial de San Francisco, en Quibdó, para presenciar el matrimonio de Jesús Jaramillo y Elisa Echavarría, que se celebró en la misa de las 6 de la tarde. Los contrayentes habían distribuido esquelas de invitación a lo largo de las últimas semanas, mientras transcurrían las concurridas funciones nocturnas del Circo Imperial de Variedades, al cual pertenecían como artistas dramáticos de las obras de género chico que eran presentadas en sus veladas del Salón Colombia o del patio de la casa de Rodolfo Castro Baldrich, ingeniero de la Intendencia del Chocó, que estaba situada en la Calle Alameda Reyes y que habían acondicionado para sus presentaciones en las noches de buen clima. En esas circunstancias, aunque la pareja Jaramillo Echavarría no fuera oriunda de la ciudad ni de la región, su matrimonio terminó convirtiéndose en un acontecimiento social de gran importancia, que le dio aún más relevancia a la gira artística del circo, que había comenzado con su llegada a Quibdó un mes antes, luego de su travesía por el camino de El Carmen de Atrato, tramo inicial de la futura carretera Quibdó-Bolívar (Antioquia).

Las fiestas patronales de San Francisco de Asís de aquel año habían sido celebradas con todo esplendor y variedad, con gran concurrencia y participación de la población quibdoseña, como lo resaltó Balbino Arriaga Castro, presidente de la junta organizadora, en su discurso de cierre de las festividades; y como lo agradeció el Párroco de Quibdó, Padre José Miró, quien presidió con fervoroso entusiasmo la procesión solemne del Santo Patrono, que no pudo celebrarse el propio 4 de octubre y hubo de posponerse para el domingo 5, a causa de la abundante lluvia que cayó durante todo el día en la ciudad.

Las fiestas fueron clausuradas con la bendición de los campos desde la Colina de la Virgen, los cañonazos del Goliat, los recorridos musicales de cierre de las murgas populares y la última retreta de la Banda de San Francisco. A estos actos se sumó el temerario número acrobático del Circo Imperial de Variedades, llevado a cabo por una de sus artistas más destacadas, que fue registrado por el periódico ABC en su edición 2288, del 7 de octubre de 1930:

“Como números de sensación vimos el descenso efectuado desde la torre del reloj al parque del Centenario por la aplaudida artista señora Teresa Medina de Echavarría, del Circo Imperial de Variedades. Se usó para ello una manila en vez del cable de acero que se acostumbra, y estuvo a punto de sufrir grave percance por haber cedido la cuerda más de lo esperado.

 

Este número, que dio muestras del gran valor de esta artista, conquistole a la compañía el aprecio de todas las capas sociales, que con entusiasmo no registrado antes han llenado el cupo de su teatro provisional para presenciar las tres funciones que llevan hasta ahora dadas. Para Quibdó ha sido una fortuna la llegada del circo en horas en que ni siquiera se podía contar con la diversión cinematográfica”.

La acróbata Teresa Medina de Echavarría, que al decir de ABC era también “la preferida de los públicos por la gracia de sus trabajos de primera actriz dramática”, estaba casada con Antonio Echavarría, copropietario de la compañía junto a Manuel González. La troupe incluía, además, a Jesús Jaramillo como artista de primera línea y a su futura esposa Elisa Echavarría, también actriz; Herminia de Apolinario, acróbata piramidista; Rafael Rodríguez, volante acróbata; Carlos Parra, niño volador; y los payasos Cachimborete y Chorizo, este último también actor de pantomima y comedia. El circo contaba además con un grupo de perros amaestrados. “Viene él dirigido por el afamado artista Manuel González Valderrama, quien hace algunos años visitó esta tierra. Por los recortes de la prensa de Cali, Medellín y otras ciudades, que tenemos a la vista, puede afirmarse que se trata de algo desconocido para nosotros y que indudablemente agradará al público que desea distraer en lo posible la monotonía inacabable de las noches quibdoseñas”, había anunciado ABC con eufórico tono, en su edición del 19 de septiembre de 1930, cuando anunció la próxima llegada del circo y transmitió a los lectores el saludo de su director.

Aunque hacia las nueve de la noche, normalmente, el silencio empezaba a ocupar la ciudad y hacia las diez era tal que se podían oír las conversaciones de una casa a otra y hasta de una a otra calle, así como en todos los barrios se oían las campanas del reloj del templo parroquial; Quibdó en la década de 1930 tenía una vida nocturna activa, que se extendía hasta la media noche los fines de semana o en ocasiones especiales. Establecimientos como el Salón Colombia, de propiedad de los hermanos Julio e Ibrahim Zúñiga Ángel, incluían -además de un bar- espacios familiares como heladería, café y cine. El Café Central, de propiedad del señor Alejo Garcés, era espacio de tertulia y encuentro permanentes; al igual que El Encloche, de propiedad de Benjamín Medina, que ofrecía "cantina de primera clase" y "amplio salón de billares". Los salones de baile eran bastante activos y frecuentados: uno de ellos era también salón de patinaje; y el otro, el Club Quibdó, había sido creado para “revivir la adormecida sociabilidad de nuestro ambiente con bailes y otras diversiones”. Los bailes públicos que, con motivo de festividades patrias y locales, solía ofrecer la Intendencia; así como las retretas dominicales a la salida de la misa, eran también parte de la noche quibdoseña, durante la cual -igualmente- eran frecuentes las veladas en los andenes de las casas, incluyendo las llamadas guitarreadas, y las serenatas de enamorados, que terminaban siendo un melódico regalo y una distracción sorpresiva para todo el vecindario.

Así las cosas, cuando no era posible tan variada actividad, sea porque fallara la luz eléctrica, o por un daño transitorio en el cinematógrafo, o porque una orquesta se fuera de viaje invitada a otra ciudad, o por respeto a la gravedad de un enfermo o al luto de algunas familias; los más recurrentes y asiduos sibaritas sentían que había llegado la monotonía a las noches de Quibdó, como lo señala el comentario del periódico ABC cuando pondera la llegada del Circo Imperial de Variedades. Del mismo modo que toda novedad era bienvenida en una ciudad que mucho tenía de cosmopolita, tanto por la composición de los inmigrantes que hasta ella habían llegado, como por sus conexiones modernas y permanentes con el mundo a través del río Atrato, mediante los barcos de vapor procedentes de Cartagena y otros puertos del Caribe colombiano, incluyendo los del río Sinú, y mediante los hidroaviones que acuatizaban a orillas del río, ante los ojos siempre presentes de una multitud de curiosos.

El Circo Imperial de Variedades permaneció en Quibdó casi dos meses y deleitó a la gente con sus espectáculos de teatro dramático, musical y de comedia, con sus payasos y acróbatas, con sus perros amaestrados. Fue un éxito desde su debut, como quedó registrado en la prensa de la época:

“Con lleno completo se verificó anoche el debut del Circo Imperial de Variedades en el Salón Colombia. Una buena orquesta amenizó el espectáculo, que resultó bastante bueno. El señor Echavarría, como protagonista del drama Una limosna, por Dios se hizo acreedor a una buena tanda de aplausos. Sus compañeros trabajaron también con toda propiedad.

 

Los números acrobáticos resultaron de gusto del público, que aplaudió a más no poder; y el sentir general es el de que se manejaron los actores como no se le esperaron. Debemos hacer mención del saleroso Chorizo, quien se captó las simpatías del respetable tan pronto como fue conocido”.

 

ABC, edición 2285. Quibdó, 29 de septiembre de 1930.

Iglesia Parroquial de Quibdó, 1930.
Foto: Misioneros Claretianos.

La impresionante acrobacia de descenso desde la torre del reloj de la iglesia parroquial, como parte de la celebración de las Fiestas Patronales de San Francisco de Asís, y la celebración en este mismo templo del matrimonio de dos de sus integrantes, dos días después de su última función en Quibdó, contribuyeron a que el Circo Imperial de Variedades se convirtiera en tema central de conversación durante mucho tiempo y en parte de la memoria de diversión y esparcimiento de quienes lo vieron y disfrutaron en el Salón Colombia o en sus presentaciones al aire libre, en aquella ciudad en la que quienes amasaban sus fortunas durante el día ansiaban todo el boato posible para disfrutarlas en las noches.


lunes, 9 de agosto de 2021

El Diablo y su fusilamiento

 El Diablo y su fusilamiento
Rafael Pereachalá Aluma[1]
Portadas de la primera (1986) y última edición (2020)
de la novela de Zapata Olivella

La novela El fusilamiento del Diablo fue escrita por Manuel Zapata Olivella[2] en 1973. Su primera edición (Plaza y Janés Editores, Bogotá) es de mayo de 1986 y la segunda (los mismos editores) es de septiembre de 1999. El año pasado, en homenaje a esta figura cumbre de la literatura y de los estudios afroamericanos, en conmemoración del centenario de su nacimiento, se celebró en Colombia el Año Manuel Zapata Olivella; como parte del cual -para promocionar y difundir su obra- se reeditaron y pusieron a disposición del público 27 títulos de la misma, por parte de la Facultad de Humanidades de la Universidad del Valle, entre los cuales se encuentra El fusilamiento del Diablo.

Inspirada en un acontecimiento clave de la historia regional y nacional, el fusilamiento de Manuel Saturio Valencia, la novela fue dedicada por Zapata Olivella al inolvidable precursor de los estudios negros en Colombia, el eminente investigador chocoano y primer antropólogo negro en Colombia, Rogerio Velásquez Murillo[3], de cuyo natalicio hoy se conmemoran 113 años. A Rogerio Velásquez, olvidado antropólogo, rastreador de la sabiduría de los abuelos, a quien debe tanto esta novela, reza la dedicatoria.

Con nuestra invitación a la lectura de El fusilamiento del Diablo, maravillosa novela que merece ser más leída y estudiada de lo que ha sido hasta ahora por la nación colombiana y afrocolombiana, ofrecemos a los lectores de El Guarengue este texto analítico de Rafael PereaChalá Aluma, que es uno de los tres artículos que componen el prólogo de la edición conmemorativa de la obra, publicada por la Universidad del Valle en el 2020.

De tal palo tal astilla, Rafa es hijo del brillante dirigente político y parlamentario chocoano Aureliano Perea Aluma y de la muy excelsa y también brillante educadora Doña Enriqueta Chalá de Perea Aluma. Ocurrente y creativo como el que más (hijo de tigre sale pintado), Rafael nos lleva de la mano por los vericuetos hermenéuticos y contextuales de la novela de Zapata Olivella con destreza argumental y atractivo acento narrativo. Leamos. JCUH.

EL FUSILAMIENTO DEL DIABLO

Rafael PereaChalá Aluma.
Foto: Fundación de escritores
del Pacífico Colombiano.
En uno de sus tantos viajes al Chocó, Zapata Olivella se decidió a escribir sobre episodios que marcaron la historia reciente del Chocó, en un lenguaje muy bien elaborado, con una fuerza narrativa en la que la tensión y el drama fueron su común denominador.

La obra no estuvo exenta de controversia, cuando la polígrafa Teresa Martínez de Varela lo acusó, por una mezcla de desinformación y celos, de haberla plagiado de su obra de historia oral llamada Mi Cristo negro (1980). Pero, en tanto la lectura de la novela del médico antropólogo se popularizó, se despejaron las confusiones y quedó claro que se trata de dos textos claramente diferenciados.

Zapata Olivella recorre con ojos de etnógrafo cómo conviven y se enfrentan en un solo pueblo las cosmovisiones de los emberas (“la chola”), de otros invisibles (wounan y olotules), de unos cuantos mestizos dueños del poder económico y político, de los anglos poseedores de la minería industrial, y del afrochocoano, en una cultura resultante en unidad y lucha. Al lado del catolicismo cultural sobreviven en semiclandestinidad claras herencias africanas.

El personaje central, Saturio Valencia, es un compendio de asuntos tan contradictorios y complejos que el título de un artículo de la antropóloga Saturnina Suárez no pudo graficarlo mejor: “Los que nacieron condenados”. La fatalidad fue su sino y la tragedia su conclusión.

Saturio, según Zapata Olivella, es un hijo no deseado de un blanco de la elite chocoana, con una mujer afro de baja condición social. El parto, atendido por una comadrona versada en la medicina tradicional, casi le cuesta la vida a su progenitora. Se creyó que el blanco Valencia, el padre, había mandado a “tramar” con brujería a la madre afro para que ese hijo “mulato” no naciera. En la lucha entre la vida y la muerte, Saturio fue el objeto de las confrontaciones entre el cartesianismo y la brujería africana (Zapata Olivella, 1986: 10, 12, 13). Vivió el rito de la ombligada y otros eventos de iniciación de un niño afrochocoano. Al nacer, la comadrona le vaticinó un mal futuro.

A la hora de tomar mujer, se empareja con una embera y Zapata Olivella pone en primer plano prejuicios entre afros e indígenas, como que, según el imaginario afro, los emberas son traidores. Por confiar en ella, fue capturado en una cueva mientras dormía. Así, el mismo autor relata la filosofía de pueblos africanos según la cual no existe una ruptura entre el mundo de los vivos y el de los muertos. Por el contrario, siempre interactúan.

En la novela, Saturio fue monaguillo y secretario de notaría. Convertido en guerrillero, dirige la toma del Cotopaxi, una vieja lancha cañonera de la marina de guerra, cuya retoma produce la muerte de muchos reclutas sin preparación para la guerra. Cuando se desplaza a la provincia del San Juan, adelanta una tenaz lucha contra la compañía estadounidense, y se convierte en un severo problema para la compañía y sus propietarios, aliados con funcionarios gubernamentales allanados al poderío yanqui, y deciden montar un complot para matarlo, del cual desisten, pues los aliados colombianos proponen que es mejor capturarlo y armar un simulacro de juicio para condenarlo a muerte sin dejar sospechas.

En la vida real, Manuel Saturio Valencia Mena nació en un hogar sencillo de la base social quibdoseña. Por su talento musical, los curas capuchinos lo acogieron en el coro infantil y lo formaron en teoría de solfeo. Fue ejecutante del armonio y de instrumentos de cuerda. Los religiosos lo enviaron a estudiar Derecho en la Universidad del Cauca y se graduó de abogado.

Al retornar al solar nativo, se enroló en la Guerra de los Mil Días, participó en las batallas de Tutunendo y Bebará en las huestes del Partido Conservador y ascendió hasta sargento. Fue nombrado juez de rentas y como tal combatió a fondo la corrupción de la elite mulata de su ciudad. Se convirtió en una espina en el cuello de los poderosos y su condición de hombre afro lo condujo a una sin salida. El detonante fue un amorío clandestino que sostuvo con una dama de la elite quibdoseña.

Valencia Mena decidió contraer nupcias con una dama de su clase social. Siguiendo las tradiciones conservaduristas de la época, solicitó una reunión con la familia de la agraciada. Ella, hija de su padrino y protector, era la esposa ideal. En la reunión, el pretendido suegro se negó y, ante la insistencia de Manuel Saturio, lo remitió al sacerdote capuchino que lo orientaba desde la niñez.

Bajo el rigor de aquel tiempo, el cura en secreto de confesión le ratificó que no se podía casar con la elegida; la razón: la señorita era su hermana de padre. En un acuerdo entre tres adultos, con nexos de espiritualidad cristiana, decidieron que, dado que el esposo de su comadre era estéril y para que ella realizara su deseo maternal, el compadre la embarazaría. A Manuel Saturio el mundo se le vino encima.

Lo insólito de su tragedia lo llevó a una fase de alcoholismo y a renegar de su madre. Esta circunstancia fue aprovechada por sus enemigos, quienes se organizaron para conspirar contra su vida. Los ofendidos eran varios: uno, el general Medina, hijo del alférez real de Cali, y que también pretendía a Deyanira Castro Baldrich, quien el día de la batalla de flores en un carnaval no le arrojó el ramo al gobernador de Quibdó, sino a Valencia Mena, que desfilaba en una comparsa. Otro, Rodolfo Castro Baldrich, que no admitía que su hermana Deyanira fuera amante de un hombre pobre y, sobre todo, afro. Los otros complotados eran los sancionados por sus trapacerías con el erario público.

Valencia Mena en sus estados de alicoramiento decía que había que quemar su pueblo. Su madre logró que no consumiera más licor. Pero los conspiradores lo sonsacaron y lo persuadieron de tomarse unos tragos. Ellos ya tenían trapos empapados en petróleo y le decían que, en efecto, al pueblo tenía que ser quemado. De pronto prendieron las bolas de fuego y ellos mismos gritaron ¡fuego! Las bolas de fuego no rodaron ni un metro y solo quemaron algo de grama. El suceso no llegó ni a conato de incendio y él no preparó los trapos. De inmediato, la gendarmería lo capturó y fue sometido a torturas por el verdugo del departamento. La tortura era legal y el verdugo hacía parte de la nómina. Fue colgado de los pies y se le produjo una epistaxis severa, por lo que le pidió a su torturador que lo bajara de la viga y él a cambio se declararía culpable. Con estos métodos espurios fue condenado a muerte en un sumarísimo proceso (Velásquez Murillo, 1953).

Manuel Saturio sólo pidió un lápiz y un cuaderno y redactó una sentida declaración y exhortación al pueblo del Chocó a continuar la lucha por tiempos mejores (Velásquez Murillo, 1953). Este documento fue reproducido en Papeles del último fusilado en Colombia o Memorias del odio, del antropólogo sipiano. La colega de Velásquez Murillo aduce que es el texto iniciático de la antropología jurídica en Colombia.

Se le aplicó el “Código de incendiarios” con todo su rigor. Fue vestido de lila, el color de los incendiarios; se le puso una corona de espinas, lo que dio para titular Mi Cristo negro, de María Teresa Martínez de Varela, la obra más reputada sobre el asunto. Una banda marcial con música fúnebre encabezó un desfile con el cual Manuel Saturio tuvo que hacer las mismas estaciones de Jesucristo.

El cadalso fue erigido en un extramuro de la ciudad, hoy barrio Cristo Rey; detrás del cadalso había un frondoso palosanto. Alega la tradición oral que la justicia no atendió las súplicas de la dama de la elite social que clamaba por la conmutación de la pena capital, ni la oferta de la masonería encabezada por los sirio-libaneses Meluk que ofrecieron pagar la pena con su peso en oro. Quedó en la memoria quibdoseña que una orden de última hora fue enviada desde Bogotá; sin embargo, Rogerio Velásquez Murillo investigó en el Ministerio de Guerra, pero no encontró el marconigrama con que el presidente de la República conmutaba la pena capital. En el imaginario colectivo aún subsiste que su cuñado y enemigo, Castro Baldrich, interceptó el mensaje y no lo dejó llegar a las autoridades.

Una primera descarga de fusilería no acabó con su vida, como certificó el médico. Se hizo necesaria una segunda y el galeno Heliodoro Rodríguez Quintero lo dio por muerto. Su cuerpo fue lanzado a una fosa común con el propósito de borrarlo de la historia.

La maestría narrativa de Zapata Olivella se muestra en reunir todos estos personajes históricos en una sola circunstancia, desplazándolos en el tiempo y en el espacio, y con tal proeza que es necesario conocer que se trata de tiempos y espacios diferentes. Es la magia del sastre que con su aguja zurce mejor que una máquina. Da pues la sensación de ser una única pieza. La obra muestra a sus personajes con su malignidad, o sus bondades, y en todo caso como seres humanos.

Esta novela ha pasado casi desapercibida para la crítica, pese a las múltiples aristas que la hacen atractiva. Quizás porque está ensombrecida por Changó el gran putas, y a la fecha parece una obra huérfana frente a la magnífica novela del loriquero[4], de la cual es su más cercano antecedente.

Referencias bibliográficas

Martínez de Varela, Teresa. Mi Cristo negro. Bogotá: Editorial Fondo Rotatorio de la Policía Nacional, 1980.

Velásquez Murillo, Rogerio. Memorias del odio o Papeles del último fusilado en Colombia. Bogotá: Editorial Iqueima, 1953.

Zapata Olivella, Manuel. El fusilamiento del Diablo. Bogotá: Editorial Plaza y Janés, 1986.

Cali, septiembre de 2020

Manuel Zapata Olivella y Rogerio Velásquez Murillo



[1] Rafael Pereachalá Aluma (Quibdó). Antropólogo de la Universidad Nacional de Colombia, Doctor en Humanidades en Estudios Afrolatinoamericanos de la Universidad del Valle (Cali). Ha escrito los siguientes libros: En torno al conocimiento tradicional (Quibdó: Instituto de Investigaciones Ambientales del Pacífico). Diccionario de afroamericanismos. Improntas africanas en los españoles de América. De la ideología racista. De la música salsa. Esta nota biográfica y el texto íntegro del artículo son tomados de la edición de la novela hecha por la Universidad del Valle: 

https://drive.google.com/file/d/1YsG9T5WsYyRNbYHmPczGGX9PPr5TqYCZ/view

[2] Como parte del Año Manuel Zapata Olivella, mediante el cual se conmemoró en 2020 el centenario del nacimiento del escritor, un comité editorial coordinado por la Universidad del Valle editó y publicó 27 obras de su autoría. Todas están disponibles en: http://zapataolivella.univalle.edu.co/obra/

[4] Loriquero = nacido en Lorica (Córdoba). Sipiano = nacido en Sipí (Chocó).

lunes, 2 de agosto de 2021

La divina Providencia de Lenito Robinson-Bent

 La divina Providencia 
de Lenito Robinson-Bent

-A propósito del 
Día de la Emancipación del Pueblo Raizal-

Twitter: @ejaypangdiaz

En 2010, como parte de la Biblioteca de Literatura Afrocolombiana, del Ministerio de Cultura de Colombia, fue publicado Sobre nupcias y ausencias, y otros cuentos, de Lenito Robinson-Bent, escritor raizal nativo de Old Providence.

Lenito es un cuentista admirable por un cúmulo de atributos y razones, que Claudine Bancelin relata de modo maravilloso -tan maravilloso como los cuentos de Lenito- en su prólogo al libro: “Lenito Robinson-Bent, un hallazgo ausente”.[1]

Como lo explica Bancelin, en sus cuentos Lenito exhibe su inmenso conocimiento y su dominio admirable de la lengua española, en la cual los escribió para que se facilitara su publicación, en un momento histórico en el que la búsqueda de asimilación cultural de su isla natal y de todo el archipiélago era el eje del proyecto nacionalista de un país, Colombia, cuyo Estado únicamente brindaba empleo a quienes hablaran español y fueran católicos, en lugar de ser bautistas y hablar creole.

A propósito de la conmemoración, el 1º de agosto, del Día de la Emancipación del Pueblo Raizal de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, en memoria de la liberación de la población esclavizada, ocurrida hace 187 años, y en conexión con el Emancipation Day del Caribe anglófono; en un momento en el que la falta de sentido histórico, la desidia, la irresponsabilidad, la ineptitud gubernamental y la ignorancia -entre otros síntomas de la falta de gobernanza en Colombia- tienen a la Vieja Providencia sometida a la indignidad de vivir en medio de las ruinas  y el desasosiego en los que quedó después del huracán Iota; ofrecemos en El Guarengue, un pequeño extracto del mencionado prólogo, a modo de invitación a leer el libro de cuentos de Lenito Robinson-Bent, como una aproximación a la tradición narrativa de Providencia.

Un sencillo homenaje de El Guarengue a la identidad histórica, a la dignidad sin tacha y a la hermosura insular de Old Providence, en cada uno de cuyos 17 kilómetros cuadrados de superficie florece siempre la vida y el amor es tan cierto como el azul inmenso de su infinito mar.

Twitter: @GobernacionSai 

Providencia
¿Qué tiene esa isla, que impide a Lenito olvidarla?

La historia de Providencia empezó tarde, pero fue agitada. Existió por siglos como isla deshabitada. Algunos indígenas misquitos, de la hoy Nicaragua, la visitaban para pescar y coger madera. La cercanía lo hacía posible. La isla de origen volcánico, clima saludable, fértil suelo y agua, fue peleada por muchos, que la habitaron y la olvidaron varias veces.

En 1600 el Caribe estaba infestado de naves europeas. Entre quienes viajaban en ellas, algunos venían a quedarse en América, otros a saquearla, todos a conquistarla, patrocinados por reyes, nobles y poderosos.

En este escenario, llegaron a Providencia, en mayo de 1631, abordo del Seaflower, noventa ingleses puritanos, luego sus esclavos y más tarde sus mujeres. No duraron mucho; los españoles los sacaron a punta de balas de cañón, diez años después. Luego la olvidaron, pero por allí andaba merodeando Sir Henry Morgan, el temible corsario inglés, que asolaba esos mares y quien se dio cuenta enseguida de que, por su posición estratégica, la isla era sitio ideal para esconderse. Entonces la ocupó cuatro años mientras atacaba naves españolas que llevaban oro y piedras preciosas a Europa. Pero como Morgan era hombre de aventuras y de mar, se marchó de la isla dejándosela a familias inglesas que la ocuparon de nuevo y empezaron a sembrar algodón que enviaban a Liverpool. Un siglo y medio más tarde los españoles volvieron para expulsar a los ingleses, pero esta vez los anglosajones pidieron quedarse y someterse a la corona española. Eran terratenientes y prósperos.

Luego de cuarenta años liberaron a los esclavos; les dieron sus apellidos y otros tomaron sus nombres como apellidos. Lenito adquirió el suyo por descendencia y mestizaje, pues, a partir de este hecho, los cruces raciales se incrementaron y fueron vistos como algo tolerable. Casi siempre se dieron entre hombres blancos con mujeres negras. Los ingleses, los africanos, los chinos que llegaron posteriormente y hasta algunos indios misquitos formaron una nueva raza. Por eso en la isla no es raro ver pobladores de piel negra o cobriza, con ojos rasgados de colores azul o verde.

Con estas mezclas también se creó otro idioma, el creole del Caribe, que conjuga diversidad de lenguas provenientes de África con el inglés.

Ya habían surgido las Anancy, historias que se perpetuaron por la tradición oral y donde los animales salían vencedores, traídas desde el continente negro, que aquí representaban la esclavitud. Eran los preámbulos de la literatura isleña y los relatos que le refirió su abuela para entretenerlo tardes enteras. También le leía cuentos de hadas. Sin embargo, como Lenito estaba ávido de aventuras y a la abuela se le agotaron las narraciones, esta recurrió a los textos de la serie Royal Star Readers usada en esa época en las escuelas de las colonias inglesas, desde África hasta el Caribe, desde Sydney hasta Puerto Stanley. Pero Lenito exigía cada vez más y entonces la abuela, para recuperar algo de tranquilidad, le enseñó a los cinco años a leer en inglés y, con las historias Anancy, a ser ganador aun en la adversidad.

En Providencia la tradición oral ha sido fuerte y una fuente inagotable de relatos de viajes provenientes de hombres de mar, de aquellos que salían a trabajar en la construcción del Canal de Panamá o en los aserríos de Centroamérica, quienes a su regreso a la isla entretenían a la gente contando sus experiencias y anécdotas fantásticas.



[1] Sobre nupcias y ausencias, y otros cuentos, de Lenito Robinson-Bent, se puede leer y descargar en: