Para MinCultura, desde
Quibdó
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*Quibdó ayer y hoy (2020, 1930, 1962). FOTOS: Julio César U. H., Misioneros Claretianos, Archivo fotográfico y fílmico del Chocó. |
Ignoro en qué va el proceso
de cambiarle el nombre al Ministerio de Cultura de Colombia, ideado por la nueva
ministra, para llamarlo dizque MiCasa (Ministerio de las Culturas, las Artes
y los Saberes), aduciendo motivos de fondo, que -en el fondo, hay que decirlo-
son más de forma que de fondo; pues el vocablo cultura, igual que cientos de
sustantivos comunes de la lengua española y decenas de conceptos de las
ciencias sociales y humanas, se refiere a un conjunto de materias o cosas, no a
una sola; de modo que decir cultura y llamar así al ministerio gubernamental
que se ocupa de ella no equivale a instaurar la creencia de que existe una sola
cultura y que -si no se agrega una ese para pluralizar la palabra- estamos
siendo excluyentes o ignorantes de la realidad pluricultural de la nación
colombiana. En el mismo sentido, es irrelevante hacer más extenso el nombre del
ministerio, añadiéndole categorías o conceptos que están consustancialmente incluidos
en el concepto englobante de cultura, como las artes y los saberes, que son referencias
fundamentales cuando de cultura se habla… Si este cambio tuviera el sentido que
se le quiere imprimir, también deberíamos entonces proceder a pluralizar las
denominaciones de por lo menos cuatro ministerios más: de los deportes; de las
ciencias; de las viviendas, ciudades y territorios; y de los transportes.
Dicho
esto, necesario para subrayar que deberíamos enfocarnos en asuntos menos baladíes,
sería bueno saber qué tiene previsto el actual Ministerio de Cultura para unos
cuantos asuntos de vital importancia en esta materia en Quibdó, una población
actualmente desdibujada por la zozobra y el miedo de la violencia que se
apoderó de ella desde hace varias décadas, y siempre en ese lamentable estado
de pronóstico reservado que se deriva de la falta de atención seria y real a
sus problemas, así como de la profunda ausencia de gobernanza y de actuación
institucional coherente con su pésima situación.
Empecemos
por decir que, en Quibdó hoy, la cultura no cuenta con un espacio de esos
convencionales, que existen y funcionan bien hasta en municipios muy pequeños y
poco conocidos de rincones ignotos del país: una casa de la cultura. La que fue
establecida hace más de treinta años terminó convertida en un puesto más de
comercio ocupado por toda suerte de mercachifles del desaseado, caótico y
extenso mercado público o galería comercial en que convirtieron a la parte
céntrica de Quibdó los capitales advenedizos y nativos, que compraron y
tumbaron las antiguas residencias y edificios de otros usos para construir en
su lugar -con la evidente complicidad oficial de funcionarios y entidades que
otorgan los permisos de construcción- infames y deslucidos cajones de cemento,
sin la más mínima nota arquitectónica, sin el menor recato en la invasión del
espacio público y el irrespeto a las normas de urbanismo; para albergar una
cantidad absurda e inimaginable de hoteles, residencias de paso y prenderías, al
igual que decenas de pesquerías, pollerías, farmacias, abarrotes, legumbrerías,
negocios de apuestas y juegos de azar, fritanguerías, queseras, panaderías, carnicerías,
bodegas, etcétera; como si se tratara de una gigantesca central de abastos y no
de una ciudad con por lo menos tres siglos de historia continua, capital de un
departamento de Colombia y eje institucional de referencia de toda una región
de significativa diversidad biológica, étnica y cultural.
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Quibdó, Casa de la Cultura. Vista general del edificio y detalle de su aviso en la fachada. FOTOS: Julio César U. H. |
El
edificio que fue construido e inaugurado como Casa de la Cultura Jorge Isaacs, ubicado
en la calle 25 con carrera 4ª en Quibdó, es hoy un escenario cuya entrada es indigna
por desaliñada y hosca, con una fachada tan deslucida que, quien no lo sepa,
jamás podrá pensar que esa es una casa de la cultura, ya que ni siquiera
alcanza a verse el letrero que anuncia lo que era, tanto por su evidente deterioro
como por el pandemonio de los anuncios comerciales y de los cables de energía
eléctrica, legales e ilegales, que impiden su lectura en la distancia. Coincidencialmente,
en medio del tráfago del antiguo barrio Pandeyuca, al frente de ese edificio
que fuera construido como casa de la cultura, sobre la calle 25, ha quedado
sepultada también bajo el actual maremágnum del rebusque económico callejero y
los centenares de motocicletas la que fuera residencia del gran intelectual
chocoano Rogerio Velásquez Murillo, así como -a unos treinta o cuarenta metros-
ya había caído en desgracia la antigua y grandiosa casona de madera de Don
Camilo Mayo, también sin fórmula de juicio, sin ni siquiera una foto para la
historia gráfica de la ciudad.
¿Existe
alguna propuesta de parte del actual Ministerio de Cultura, y de sus entidades
u oficinas pares del departamento del Chocó y del municipio de Quibdó, para
recuperar, dignificar y dinamizar ese espacio que pudo haber sido y no fue un
escenario útil y apropiado para motivar e impulsar el movimiento artístico y
cultural de la ciudad? ¿O no hay propuesta y nos tocará asistir al
derrumbamiento completo de esa casa de la cultura, cuando el deterioro múltiple
culmine su labor, que está bastante adelantada? Si así fuera, mientras el
ministerio se convierte en #MiCASa (así suelen escribirlo en las redes
sociales institucionales), esta ciudad capital no tendrá ni siquiera una casa
de la cultura.
Por
otra parte, y a propósito de escenarios culturales para Quibdó, cabe preguntar
si, en lugar de ser en San Pacho y en diciembre una fritanguería pública y un
espacio de alquiler a todo tipo de ventas estacionarias, y de modo permanente
una inmensa cantina al aire libre y una improvisada pista para clases privadas
e infantiles de patinaje; el actual Parque Manuel Mosquera Garcés no podría
convertirse en un sitio de memoria histórica, con mobiliario urbano adecuado,
señalética histórica y cultural, en donde -además de informar quién era el
distinguido chocoano a quien se homenajeó bautizando el parque con su nombre-
se revivieran y narraran, de formas creativas, incluyendo elementos gráficos,
fotos, planos, textos y placas conmemorativas, hitos claves de la historia de
la ciudad y de la región. Este espacio podría complementarse con el del Malecón
Jairo Varela Martínez, que se dotaría de otra muestra permanente de elementos
históricos y culturales, con un espacio especial para la música chocoana, en
honor al fundador del Grupo Niche, a cuyo homenaje está dedicado el malecón.
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Parque Manuel Mosquera Garcés y Malecón Jairo Varela-FOTOS: Julio César U. H. |
El
Parque Centenario, que forma parte de una iniciativa nacional con la que a
principios del siglo XX el Estado colombiano promovió la memoria del primer
centenario de la independencia nacional en ciudades y poblaciones de todo el
país -mediante la construcción de plazas y parques de la independencia- podría
también ser redireccionado a este fin. En sus esquinas noroccidental -contigua
a la Catedral San Francisco de Asís- y suroccidental -contigua al edificio del
Banco de la República- se ubican dos monumentos, bastante dignos y apropiados, quizás
los únicos que en la actualidad posee la ciudad en su sector central, dedicados
a dos de sus hijos más dignos e ilustres: César Conto Ferrer y Diego Luis
Córdoba. Estos dos monumentos, junto al obelisco o columna conmemorativa de la
independencia, erigida en la década de 1910, que ocupa el sector central del
parque, pero restaurada y recuperada en su mármol original, retirándole por
ejemplo las chambonas placas de acrílico instaladas por guarniciones militares,
constituirían, si se trabaja en ello, otro escenario de memoria histórica y
cultural de la ciudad.
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Monumentos en homenaje a César Conto Ferrer y Diego Luis Córdoba. Parque Centenario, Quibdó. FOTOS: Julio César U. H. |
El
bello templete diseñado y construido por el catalán Luis Llach, inaugurado el
12 de octubre de 1924 para recibir los repatriados restos del poeta, maestro,
político, periodista, diplomático, filólogo y patricio liberal César Conto
Ferrer, debe también ser restaurado, para corregir sus actuales daños de
estructura, acabados y ornamentación, y para embellecerlo con colores más
adecuados a su categoría de bien de interés cultural, usando técnicas de
pintura distintas a la brocha gorda o el rodillo casero. Igualmente requiere
una mano amiga de buena curaduría el monumento a quien en la placa conmemorativa
se reconoce como “padre del departamento y faro de la raza”, Diego Luis
Córdoba. Así, el Parque Centenario
-bordeado además por la catedral, el primer edificio del Banco de la República
y el actual, y el antiguo Colegio de La Presentación- podría sumarse a las
iniciativas antes mencionadas para el Parque Manuel Mosquera Garcés y para el
malecón del río Atrato, incluyendo en este, además de lo ya dicho, algún relato
sobre la navegación entre Cartagena y Quibdó a lo largo del siglo XX; al igual
que una rememoración significativa, seria y rigurosa del gran incendio que
destruyó la ciudad en octubre de 1966 y marcó desde entonces una nueva era en
su devenir, en casi todos los aspectos de su vida urbana.
Nada
mal le vendría a la memoria histórica de la ciudad de Quibdó remozar,
resignificar en su intencionalidad y funcionalidad simbólica, y redireccionar
en sus usos sociales, estos tres espacios públicos ya existentes -los dos
parques y el malecón- situados todos en la histórica Carrera Primera, que desde
la época republicana y con la creación de la Intendencia del Chocó, se
convirtió en epicentro y fuente de dinámicas históricas que marcaron para
siempre lo que fue y sería la ciudad y su población. Habría que conocer si el
actual Ministerio de Cultura de Colombia ha pensado algo al respecto o qué
propuestas similares tiene sobre los escenarios culturales de Quibdó. Y si sus
pares en la Alcaldía de Quibdó (Oficina de Cultura y Turismo) y en la
Gobernación del Chocó (Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte) tienen en
mente algo al respecto para el año de gobierno de que les resta.
El
Centro de Memoria, Documentación y Materialidades Afrodiaspóricas Muntú Bantú,
recientemente cerrado por fuerza de las amenazas y extorsiones contra sus
directivos e instalaciones; debidamente apoyado para ese fin, sería un
inmejorable núcleo de articulación y coordinación de todo lo necesario para que
su enfoque de la diáspora y del poblamiento negro del Chocó en general y de
Quibdó en particular le dé sentido y perspectiva a las muestras permanentes y
temporales que podrían exhibirse en el Parque Manuel Mosquera Garcés, el
Malecón Jairo Varela y el Parque Centenario; con los contenidos históricos
mencionados y la dimensión étnica y cultural transversalmente presente, con
aportes de organizaciones como consejos comunitarios mayores de comunidades
negras y organizaciones indígenas, y oenegés locales con experiencia
significativa en la promoción y realización de diversas actividades y eventos
culturales con enfoque étnico. Del mismo modo que el llamado “Convento”,
edificio patrimonial que fue la casa de los Misioneros Claretianos, de la
Prefectura apostólica y del Vicariato apostólico, y es hoy sede de la Diócesis
de Quibdó; bien podría consolidarse como un escenario complementario a la hora
de adelantar actividades promocionales y educativas relacionadas con los demás sitios
mencionados, pues su ubicación, contiguo al malecón y también a la orilla del
río Atrato, en la carrera 1ª, reforzaría la semiología de este conjunto de
ambientes recuperados para algo más edificante que la venta de baratijas y chucherías,
que para eso ya tienen todas las calles y el resto del centro de la ciudad.
La
Agencia Cultural del Banco de la República en Quibdó sería un magnífico
complemento en estas labores, por su experiencia de más de tres décadas
promoviendo una oferta cultural, a veces casi solitaria en la ciudad, y por la
calidad y mantenimiento de sus escenarios de reunión y exposiciones. Y, cómo
no, los espacios y agendas culturales de la Biblioteca Pública Departamental
Arnoldo de los Santos Palacios Mosquera, situada al frente del aeropuerto El
Caraño, muy bien le vendrían a los propósitos indicados… Todo ello, lo dicho y
lo implícito, es cuestión de coordinación de voluntades, esfuerzos,
compromisos, recursos y agendas propias, bajo la batuta del MinCultura, la
Alcaldía y la Gobernación, y con el apoyo de consejeros oficiales y no
oficiales en las diversas áreas; para insuflarle nuevos alientos al movimiento
cultural de la ciudad, a ver si así -desde el cultivo y solaz espiritual y la
memoria histórica y cultural- se aporta a la paz total que se necesita, la cual va más allá de retomar el poder que en la ciudad hoy tiene la delincuencia.
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Teatro César Conto en reconstrucción. Quibdó. FOTO: Douglas Cújar/Chocó 7 días. |
Finalmente,
y aunque la pregunta ha sido formulada insistentemente y de manera más
documentada por la Mesa de Cultura del Comité Cívico por la Salvación y la
Dignidad del Chocó al Ministerio de Cultura, es indispensable que esta entidad
defina de una vez por todas, sin rodeos, cuáles son sus compromisos verdaderos
respecto a la finalización de las obras de reconstrucción, dotación, apertura y
puesta en funcionamiento del Teatro César Conto, de Quibdó, cuya finalización
fue anunciada para finales del año 2019.
No puede seguir siendo que todo lo de Quibdó y el Chocó, aún en casos como
este, en el que se contó con significativos apoyos privados, derive en el fracaso y
que una obra de las dimensiones y significado del César Conto, con las inversiones
que allí ya se hicieron, enmohezca a la vista de todos, con el resultado de que
-ahora- finalizar su reconstrucción será -en muchos aspectos- como volver a
empezarla.
Existen
más, muchos más, aspectos y áreas, temáticas y sectores del mundo cultural
sobre los cuales debería el MinCultura, llámese así o como sea, venir hasta
Quibdó y contarle a la chocoanidad cuáles son sus planes, no solamente para la
clásica socialización, sino, sobre todo, para el diálogo y la concertación. En
música, hay algunos puntos claves, como el fortalecimiento de la capacidad
institucional y la agenda de presentaciones de la Orquesta sinfónica libre de
Quibdó y sus magníficos coros, y la revisión y fortalecimiento de espacios y
estrategias de las escuelas de formación musical; al igual que un trabajo
concienzudo para la recuperación de la chirimía chocoana, venida a menos y envuelta
en un marasmo en el que los músicos nuevos a duras penas repiten lo existente, ya que por lo general -apelando a las cosnsabidas fusiones y mezclas- optan por adaptar al
formato de la chirimía ritmos en boga de escasa o dudosa calidad musical, pero posicionados
por el facilismo comercial; dejando así estéril el campo de nuevas composiciones y
notas de impronta vernácula que tan siquiera evoquen aquellas que hicieron
inmortales a músicos como Antero Agualimpia, Oscar Salamandra, Neptolio
Córdoba, Esnodio Figueroa, Mario Becerra, Augusto Lozano y Panadero.
El
abandonado campo de la creación literaria, que promueva el talento narrativo
local y potencie la tradición oral u oralitura; de la mano con el afianzamiento
y la extensión de planes de promoción de la lectura ya existentes. La restauración
de la danza folclórica tradicional y sus relatos históricos asociados en el
vestuario, los decorados, movimientos y planos. Los estímulos a la creación y
difusión de obras narrativas de carácter documental e histórico, incluyendo
formatos tanto escritos (grandes reportajes, crónicas, relatos, artículos,
entrevistas, textos testimoniales) como audiovisuales (cine, televisión, radio,
podcasts). Y la estructuración cuidadosa de una colección o biblioteca de
autores chocoanos, que rescate y difunda esta parte perdida e ignota de nuestro
patrimonio… son otros elementos de suma importancia para estructurar una oferta
cultural digna, decente, coherente y sistemática para Quibdó, que supere la dispersión
y el simple activismo.
MinCultura
o MiCASa, para el caso es lo de menos, el Ministerio de Cultura de Colombia le
debe a Quibdó y al Chocó algo más que unas cuantas dádivas de apoyo a unas cuantas
acciones desarticuladas y más cercanas a la promoción de las manifestaciones
folclóricas como espectáculos de masas, que a la valoración y cultivo reales de
las tradiciones, las artes, los saberes, los tiempos y los espacios que dan
forma a la cultura en la ciudad y en la región. Ahora es la hora de comenzar a
cubrir este rubro de la deuda histórica de Colombia con esta tierra, el cual
tiene tanta importancia como el de la infraestructura y los servicios sociales,
y todas las demás reivindicaciones del desarrollo material de la región que
desde hace casi medio siglo se vienen arañando en cada paro cívico.