Dos periodistas ejemplares
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>>Reinaldo Valencia Lozano y Primo Guerrero Córdoba. FOTOS: archivo El Guarengue y Archivo fotográfico y fílmico del Chocó. |
Reinaldo
Valencia Lozano y Primo Guerrero Córdoba son -sin duda alguna- dos de los
periodistas más destacados en la historia del periodismo chocoano, tanto por la
calidad y profesionalismo de su trabajo, como por su incondicional
reivindicación de los más genuinos intereses de su tierra. Su impecable
compromiso con la región fue evidente -y relevante para la posteridad- en el apoyo,
documentación y promoción de las más justas causas sociales, raciales y
políticas en pro del bienestar del pueblo y la vigencia de sus derechos.
Muestra de ello es el papel jugado por Reinaldo Valencia y su periódico ABC en el
posicionamiento de los debates públicos que condujeron a que la Intendencia
Nacional del Chocó fuera elevada a la categoría de departamento; y el rol
definitivo de Primo Guerrero como corresponsal del diario El Espectador en la
suspensión del plan de la dictadura de Rojas Pinilla de abolir este
departamento y repartir su territorio entre sus tres ávidos vecinos: el antiguo
Caldas -que hasta 1966 incluía a los actuales Risaralda y Quindío-; el Valle
del Cauca y, cómo no, Antioquia.
Nacidos
ambos en Quibdó, aunque con una diferencia de veinte años, pues Reinaldo
Valencia nació en 1891 y Primo Guerrero en 1911, estos dos dechados de buen
periodismo terminarían confluyendo en su ejercicio profesional y en sus causas
comunes por la chocoanidad durante por lo menos diez años, a fines de la década
de 1930 y hasta mediados de la década siguiente, cuando fallece Valencia, en Cartagena. Tal confluencia se dio como parte activa que ambos fueron del
proyecto político chocoanista que para entonces estaba en todo su apogeo y que
había sido construido por aquella lúcida generación de primeros profesionales
nativos comprometidos con la reivindicación social, política y racial del
Chocó: Alfonso y Gabriel Meluk Salge, Diego Luis Córdoba, Ramón Lozano Garcés,
Osías Lozano Quintana, Sergio Abadía Arango, Eliseo Arango Ramos, Manuel Mosquera
Garcés, Adán Arriaga Andrade, Jorge Valencia Lozano, Demetrio Valdés Ortiz,
Daniel Valois Arce, Leopoldino Machado Rentería y Aureliano Perea Aluma; entre otras
figuras de esta pléyade de buenos hijos de una región que -a diferencia de
aquellos tiempos- en los últimos cincuenta años ha padecido con inusitada frecuencia
la deslealtad de su progenie.
El 8 de
diciembre de 1913 circuló por primera vez en Quibdó, como bisemanario, el
periódico ABC, que posteriormente sería semanario y luego diario, y que al cerrar sus labores tres
décadas después, en 1944, había alcanzado casi cuatro mil ediciones. A sus 22
años de edad, Reinaldo Valencia Lozano había fundado el periódico que quizás
más impacto ha tenido en la vida social e institucional del Chocó y el que con
mayor acierto registró el acontecer local y regional durante sus treinta y un
años de existencia, convirtiéndose -hoy- en fuente privilegiada y de valor
superior cuando de documentar aquella época crucial de nuestra historia se
trata.
Por las
páginas del ABC, bajo la dirección de Guillermo Henry Cuesta, Francisco
Córdoba Mena, Francisco T. Maturana y el propio Reinaldo Valencia, quien lo dirigió
durante por lo menos diez años, transitaron las más brillantes plumas y las más
democráticas voces de la época en los ámbitos municipal, departamental y nacional. El ABC
registró, durante sus tres décadas de existencia, la vida completa del Chocó y
de Quibdó, incluyendo desde las notas sociales y la vida económica, hasta los eventos culturales y los asuntos trascendentales de la política regional,
como la rivalidad interprovincial entre el San Juan y el Atrato, que incluía
ideas como convertir la Intendencia en dos comisarías; y la lucha posterior por
convertirla en un departamento que, al decir
de algunos de los escritores del ABC, sería para Colombia el reemplazo de la pérdida de Panamá, por su futuro halagüeño y pleno de prosperidad.
Aunque
algunos autores
han documentado cómo en el ABC se privilegió una visión de clase, en detrimento
de la visión racial, por obra y gracia de la mulatocracia reinante;
otros reconocen que es en el ABC en donde la cuestión racial empezó a aparecer,
a través de los escritos de personajes como Ramón Lozano Garcés, Diego Luis
Córdoba y Alfonso Meluk: “A partir de los años 1930 surgió una ruptura en el
discurso de la prensa regional, la cual se manifestó en la introducción
paulatina del tema racial. El término “raza negra”, por ejemplo, que no era de
uso frecuente en la prensa chocoana antes de los años de 1930, empezó a ser
mencionado regularmente. Este cambio temático reflejaba una transformación en
el perfil social de aquellos redactores de los periódicos, especialmente los
del A.B.C”.
El significativo
papel que jugaron Reinaldo Valencia como periodista y generador de opinión
pública y su ABC como tribuna privilegiada de la vida del Chocó de su época es
resumido por el investigador y periodista José E. Mosquera: “El impulso del
proceso de departamentalización del Chocó fue una de sus principales banderas
desde las páginas editoriales del ABC. De manera que el ABC se convirtió en la
tribuna de la lucha de Valencia y de Dionisio Ferrer, Heliodoro Rodríguez,
Francisco Córdoba, Armando Meluk, Emiliano Rey, Delfino Díaz, Julio Perea
Quesada, Alfonso Meluk, Adán Arriaga Andrade, Salomón Salazar y Guillermo Henry
Cuesta para que el Chocó fuera erigido departamento”.
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Dos ediciones del periódico ABC, de Quibdó, del año 1914, cuando estaba recién fundado. FOTOS: Archivo fotográfico y fílmico del Chocó. |
El ABC de
Reinaldo Valencia Lozano se convirtió en tribuna de la reivindicación del Chocó
en el escenario nacional; en ágora simbólica de los debates sobre la autonomía
regional y la institucionalidad política del Chocó; en academia virtual de las
letras y el pensamiento propios; y en altavoz de los sentimientos de un pueblo
que empezaba a actuar como sujeto social y político. Valencia Lozano fue,
además, prolífico escritor, con obras como Río Abajo, una colección de sus
artículos publicados en el ABC; Apostillas históricas, un trabajo sobre
historia del Chocó; y “La cuna de Jorge Isaacs, donde plantea en una
investigación minuciosa que el autor de “María” nació en Quibdó, y no en Cali.
Este libro desató una intensa polémica en el Valle del Cauca y el prólogo es de
uno de los traductores y críticos más significativos de la época en Colombia:
Baldomero Sanín Cano, quien afirma en uno de sus apartes: “Además de su mérito
como obra histórica, el trabajo del señor Valencia se recomienda literariamente
por razones de claridad, método, sobriedad y corrección del lenguaje”.
Durante
los primeros meses de 1954, cuando el ABC ya había dejado de publicarse, su
fundador e inspirador había fallecido y no habían transcurrido ni siete años
completos de la expedición de la ley que creó el Departamento del Chocó; empresarios
y políticos antioqueños, vallunos, caldenses, conservadores todos, intrigaron
ante el alto mando de la dictadura militar de Rojas Pinilla para que este
acogiera la idea de que el Chocó no era viable como entidad territorial y que por ello lo mejor era que el gobierno
lo repartiera como un botín entre los departamentos de Antioquia, Valle del
Cauca y Caldas, adjudicándole a cada uno, según sus puntos limítrofes, la mayor
cantidad de tesoros posibles, cuyas bondades y utilidades se reflejarían en el bienestar de la población.
Ante este “descuartizamiento
decretado por el gobierno”, como lo llamó en su autobiografía Gabriel García
Márquez, quien para entonces era reportero de El Espectador, de Bogotá, se
levantó airosa y digna la figura de Primo Guerrero Córdoba, corresponsal en el
Chocó de ese diario. Sutil y audaz como el que más, Guerrero no dejó de
escribir, ni El Espectador de publicar, notas diarias sobre el malestar que la
medida gubernamental había generado en el Chocó y acerca del intenso movimiento
de protesta, que aún no lo era tanto, en contra de tan absurda y autoritaria y
arbitraria determinación del militar que estaba al mando del país. “En la
redacción del periódico dábamos por hecho que no había mucho que hacer para
impedir el descuartizamiento decretado por un gobierno en malos términos con la
prensa liberal. Primo Guerrero, el corresponsal veterano de El Espectador en
Quibdó, informó al tercer día que una manifestación popular de familias
enteras, incluidos los niños, había ocupado la plaza principal con la
determinación de permanecer allí a sol y sereno hasta que el gobierno
desistiera de su propósito… Estas noticias las reforzábamos a diario en la
redacción con notas editoriales o declaraciones de políticos e intelectuales
chocoanos residentes en Bogotá, pero el gobierno parecía resuelto a ganar por
la indiferencia”.
Así narró García Márquez la situación que los reportes del corresponsal
Guerrero generaban en la redacción de El Espectador, en donde el chocoano gozaba
de indiscutible credibilidad y plena confianza.
A causa de
sus escritos para El Espectador, que incluían denuncias de corrupción del
régimen militar en el Chocó, Primo Guerrero Córdoba estaba en la mira del
gobierno departamental desde hacía varios meses. En mayo de 1954, Manuel Salge
Mosquera, secretario de Gobierno departamental, hizo encarcelar a Guerrero -por
irrespeto a su autoridad y durante treinta días- ante su negativa tajante de
retractarse de las denuncias que había hecho sobre malversación y uso indebido
de fondos públicos y su reafirmación de lo que había escrito. Encarcelado por
el régimen, Guerrero escribió una carta, dirigida al ministro de Gobierno,
Lucio Pabón Núñez, dando cuenta de la situación y requiriendo justicia pronta.
La carta, escrita y firmada de su puño y letra, desde su calabozo en la cárcel
de Quibdó, la envió Guerrero a Guillermo Cano, director de El Espectador, y a José
Salgar, jefe de redacción, para que estos hicieran entrega de la misma al
ministro. Cano y Salgar, del mismo modo como durante días, semanas y meses,
habían publicado las notas de su corresponsal denunciando la corrupción del
régimen en el Chocó y relatando el descontento de la gente ante la intención de
repartir su territorio entre los departamentos vecinos; apoyaron a Guerrero en
sus quejas ante el ministro de Gobierno, denunciando en el periódico su
situación y los atropellos de los que venía siendo víctima.
Mientras
se resolvía su caso, Primo Guerrero Córdoba narró en El Espectador lo que
había padecido en ese “calabozo infectado donde estuve encerrado por tres días,
soportando malolientes olores, sin luz, sin aire y las tácitas consecuencias
que se derivan de su inundación”.
Estas denuncias, su memorial dirigido al ministro de Gobierno y el apoyo
editorial de El Espectador influyeron para que su detención fuera oficialmente
suspendida al décimo día y el secretario Salge Mosquera renunciara a su cargo
por las presiones públicas y el descrédito político. Su libertad soliviantó a algunos
militares del destacamento de Quibdó, quienes lo hostigaron y provocaron
sistemáticamente, tildándolo de disociador y perturbador de la
normalidad y el orden público, de subversivo y de “peligroso revolucionario
comunista al servicio de Moscú”. No obstante, el corresponsal Guerrero no bajó
la guardia y siguió escribiendo sobre el descontento del pueblo chocoano y su
oposición a la medida de suprimir el departamento y anexar su territorio,
dividido en tres partes, a los departamentos limítrofes.
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Parque Centenario. Quibdó, septiembre de 1954. FOTO: Guillermo Sánchez/El Espectador.
Marcha de protesta
contra el proyecto gubernamental de supresión del Departamento del Chocó y repartición de su territorio entre Antioquia, Caldas y Valle del Cauca. La bandera es portada
por el entonces gobernador militar, Capitán Luis A. Cano. El cuadro que llevan
los dos muchachos es "Homenaje al boga", del pintor chocoano
Francisco Mosquera Agualimpia. |
En
septiembre de 1954, con Gabriel García Márquez como reportero y Guillermo
Sánchez como fotógrafo -enviados especiales de El Espectador desde Bogotá- y el
corresponsal del diario, Primo Guerrero Córdoba, como guía, apoyo y promotor de
las protestas; el intenso movimiento ciudadano en contra de la tentativa de
supresión del Chocó y su repartición entre vecinos limítrofes, sumado a las
gestiones adelantadas en Bogotá por chocoanos ya reconocidos en la escena
política e intelectual nacional, dio al traste con la intentona del régimen
militar de eliminar del mapa político y administrativo de Colombia el
departamento del Chocó e incrementar el tamaño y las riquezas de sus tres vecinos. Júbilo en las calles y en el Parque del Centenario de la
Independencia, en Quibdó. El disparate había sido contenido. El “corresponsal veterano”
le había ganado la partida al régimen militar y a sus más enconados
detractores.
Antes de
su salto a la escena nacional por su relevancia en ese intenso movimiento
social, Primo Guerrero Córdoba ya era ampliamente reconocido en la escena local
y regional de Quibdó y el Chocó, por su significativa influencia en cuanta
materia sustancial fuera útil al empeño del desarrollo del departamento, como
la educación, el trabajo y la autonomía política. Así, Guerrero formó parte de
la nómina de profesores del histórico Colegio Carrasquilla, en donde se
formaban, año tras año, las nuevas generaciones que construyeron una voz propia
de la chocoanidad. Igualmente, la claridad de los planteamientos hechos por
Guerrero al gobierno de la Revolución en marcha, de López Pumarejo, influyó en
la decisión de agilizar la construcción de la Normal de Varones de Quibdó y de
un sinnúmero de escuelas y colegios públicos, mediante los cuales se ampliarían
las garantías del derecho del pueblo chocoano a la educación, durante el
periodo de Adán Arriaga Andrade como Intendente Nacional del Chocó y Vicente
Barrios Ferrer, como director de Educación Pública.
A Primo
Guerrero Córdoba, consagrado estudioso y lector de política y literatura, se le
atribuye la introducción de las ideas comunistas y socialistas en el
liberalismo regional del Chocó, incluyendo el hecho de promover la adscripción
de Diego Luis Córdoba al ala socialista del partido y su influencia permanente
como mentor de Córdoba en este campo del ejercicio político. De hecho, se llegó
a decir que, si Tomás de Aquino Moreno era la mano derecha de Diego Luis
Córdoba en la conducción del movimiento de Acción democrática, Primo Guerrero
era su mano izquierda.
Desde
dicha perspectiva, siendo uno de los primeros promotores del establecimiento de
jornadas laborales de ocho horas y salarios legales y justos, Primo Guerrero Córdoba fue también sostén y apoyo del obrerismo
chocoano en la segunda mitad de la década de 1930, junto a otros connotados
intelectuales y activistas, como Andrés Fernando Villa (Aristo Velarde),
Higinio Garcés (seudónimo de Ramón Lozano Garcés), Alfonso Meluk Salge y el
mismo Diego Luis Córdoba.
En el
marco de las ideas socialistas y los debates sobre los derechos de los obreros,
promovidos por Primo Guerrero, el 11 de noviembre de 1934, en el caserío de La
Vuelta, perteneciente al entonces Corregimiento de Lloró, del Municipio de
Quibdó, es constituido el primer sindicato de trabajadores de la empresa minera
Chocó Pacífico, con el apoyo de los jóvenes estudiantes universitarios
quibdoseños Toribio Guerrero Velásquez, Fernando Martínez Velásquez. y Marco
Tulio Ferrer S. Al
año siguiente, el 24 de julio de 1935, es reconocida jurídicamente la Sociedad
Obrera del Chocó, afiliada a la Confederación de Trabajadores de Colombia, en
cuyo proceso de formación fue fundamental el aporte de Primo Guerrero. Posteriormente,
a comienzos de la década de 1940, se conformarán el Sindicato de Lavanderas y
Planchadoras, dirigido por Cenobita Velásquez y el Sindicato de Albañiles y
Ayudantes, presidido por Pascual Padilla.
Primo Guerrero
Córdoba nació en Quibdó el 21 de agosto de 1911 y murió en Bogotá el 16 de
agosto de 1984. Reinaldo Valencia Lozano nació en Quibdó el 15 de octubre de
1891 y murió en Cartagena en 1946. Durante toda su vida y a lo largo de su admirable
trayectoria, estuvieron siempre a la altura de la historia, con los pies en la
tierra que los vio nacer y con la verdad completa de los hechos como emblema de
su ejercicio profesional del periodismo. Valencia Lozano desde el ABC, Guerrero
Córdoba desde En Guardia y El Espectador, fueron intelectuales siempre al día
con el mundo, escritores de pluma donosa, periodistas comprometidos con las causas
y las luchas de su pueblo y de su gente. La pasión que
los movía en la política jamás nubló la razón que los guiaba en el periodismo,
más bien la iluminó.