A propósito del Día del
Periodista (9 de febrero)
3 columnas de Mena Mena
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Primera página de la primera edición del semanario Chocó 7 días, que cumplió 25 años en agosto de 2020. Foto: choco7dias.com |
El Chocó ha sido una región prolífica en materia periodística.
Se estima que durante el siglo XX se fundaron alrededor de 200 periódicos en
la región, entre ellos el ABC, de Reinaldo Valencia, que alcanzó casi 4.000
ediciones y circuló durante más de 30 años, muchos de ellos como diario. Después
del ABC, el semanario Chocó 7 días -que dejó de circular impreso y ahora se
publica exclusivamente en internet, debido a las penurias económicas y a la pandemia
de Covid19- es el periódico de mayor vigencia y duración en la historia del
periodismo chocoano: cumplió 25 años de publicación ininterrumpida, el 7 de
agosto de 2020.
En las páginas de Chocó 7 días se publicó, durante más de 20
años, La Columna de Mena Mena, seudónimo detrás del cual estaba Alfredo Cújar
Garcés, quien falleció hace 15 días en Quibdó, su tierra natal y la de sus más
profundos amores de chocoano, ser humano y ciudadano. La Columna de Mena Mena fue la tribuna de opinión en la que su autor ejerció sana, respetuosa y sólida crítica
respecto a asuntos de interés público para la región y su gente, así como deleitó a sus
lectores con los amenos y cautivadores relatos de acontecimientos y personajes
de tiempos mejores -ya idos- del Chocó en el cual nació y creció.
Con motivo de la conmemoración en Colombia del Día del
Periodista, El Guarengue ofrece a sus lectores tres muestras de La Columna de
Mena Mena. ¿Por qué ahora?, que fue la primera columna que escribió Alfredo
Cújar Garcés para Chocó 7 días, en la cual presenta a su alter ego Mena Mena y
enuncia los fundamentos de la columna. ¿El triste espectáculo de la
desinstitucionalización del Chocó?, que es una muestra significativa del estilo
crítico de Cújar Garcés y de su acostumbrada alusión a los laureles pasados del
Chocó en materia de gobierno y progreso. Y La Timba, ejemplo perfecto de
la memoria cultural y social de Don Alfredo, y de su cadenciosa y cautivadora
manera de narrar las felices horas del ayer, en este caso de aquella histórica
agrupación musical, cuya evocación tantas y tan bellas nostalgias provoca.
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1
¿Por qué ahora?
Por
Alfredo Cújar Garcés
Chocó 7
días, La Columna de Mena Mena, 1995
En 1971, en el gobierno de Misael Pastrana, cuando los destinos
del Chocó estaban en manos de Diego Luis Córdoba Zuleta, nació la figura de Ángel
Mena Mena, hombre excéntrico y preocupado por la suerte del Chocó,
especialmente su tierra natal, Quibdó. Gobernaba entonces Córdoba -si es que
así puede denominarse su gestión- con espectacular desprecio, que más pronto
que tarde explotó y terminó el carnaval, como una fallida expectativa más del
pueblo chocoano por quien hubiera podido ser uno de los grandes. Fue así pues
como nació Mena Mena, movido por la indolencia, el abuso y el desprecio a los
valores tutelares de una sociedad pobre y marginada, que cada vez siente y ve
más honda su desilusión.
Pero, Mena Mena no se quedó estático en la pluma de su
inspiración; de allí brincó a la de otros dolidos chocoanos que lo adoptaron,
cuando el atropello y la corrupción a flote cobraban o se ensañaban en sus
víctimas. No fue ni ha sido, en su esporádica existencia, la figura de Mena
Mena el vulgar sicario moral que cobra o se deleita con la deshonra ajena o que
sirve, por despreciables menudencias, a los oscuros intereses de determinadas
causas que -en muchos casos- entrañan injusticias. De esos que pululan en su
salsa para infortunio del periodismo noble, cual despreciables incrustaciones
que lo deshonran.
Mena Mena, en sus 24 años de existencia, en lo mucho o poco que
le falte, conservará su estilo elegante, cáustico e inflexible con el
desafuero, el vicio y el desgreño del patrimonio colectivo que ha colocado a la
madre tierra al borde del abismo. El Chocó, seguramente como otras regiones de
la Patria, sufre el embate indolente de la corrupción, por nuestra pobreza más
sensible y ulcerante que en ninguna otra latitud. Quitarle algo, por parte del gobernante cuya misión
es brindarle mejor estar, resulta repugnante, ingrato e inferior al destino, en
mala hora otorgado por anhelo ilusionado de un pueblo que se equivoca cuando
tiene que tomar sus grandes decisiones.
El hombre corrompe a las instituciones. Ese desaforado
anhelo de enriquecimiento, a cualquier precio, ha desquiciado la estructura
moral de nuestra gente, que perdió lo que antes fue objeto y motivo fundamental
de la razón de vivir, deberes ciudadanos, consagración al servicio público y el
bien colectivo, el honor y la tradición familiar. Todo ello a cambio del
engaño, la doblez, la traición, la desvergüenza y todos los vicios que
degeneraron la figura austera, sana y conviviente, característica del hombre
chocoano.
Con estos presupuestos, Mena Mena entra a colaborar en esta
columna independiente, en defensa del patrimonio terrígeno. Mena Mena no tiene
más síndrome que el irrenunciable amor por el terruño, su bienestar y su
progreso.
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2
¿El triste espectáculo
de la
desinstitucionalización del Chocó?
Por
Alfredo Cújar Garcés
Chocó 7 días, La Columna de Mena Mena, 7 de
noviembre de 2003
Desde cuando pasó la época de los buenos gobiernos, que han
sido pocos en el Chocó, comenzó para nosotros, a falta de materia, una larga
etapa contemplativa de ver pasar los días y los años donde se fue destruyendo
lo que se logró en momentos felices de la vida administrativa del departamento.
Ya había comenzado la decadencia física y moral que nos tiene postrados. En
esta etapa desgraciada son muchos los prestigios, esperanzas y anhelos
frustrados.
Nosotros, unas veces gobierno y otras espectadores, somos
testigos vergonzantes del fracaso repetitivo de la gestión pública. El Chocó se
quedó sin nada que hacer y no se volvió a ver el esfuerzo reflejado en una obra
de aliento para las comunidades. No ha habido con qué. Ahora somos tan pobres,
que después de todas las directivas y reducciones de empleo, cirugías para posibilitar
la gestión de gobernar, no hay siquiera cómo pagar a los privilegiados
funcionarios que quedan. Mientras tanto, el hambre cruel ronda las casas de los
miserables desocupados, quienes venden el voto por el mercadito de una semana.
Consecuencias de las medidas milagrosas del establecimiento en su fe neoliberal
"por la reivindicación de los pueblos" (?).
Hubo un día, en épocas menos recientes, que Quibdó tuvo una Empresa
de Licores, con sus obreros bien y cumplidamente pagos. Una Beneficencia del
Chocó, con su Lotería, que construyó edificios (los tres más grandes del
departamento). Ayudaba auxiliando a los pobres, becaba a los estudiantes de
medicina y paramédicos. Trataba a los enfermos mentales en centros
asistenciales especializados del interior del país y tantas otras cosas de
alivio a la comunidad. Hoy su Lotería tambalea y "El ocho pisos"
–símbolo otrora del progreso arquitectónico de Quibdó– es una vergonzante
ruina. Los directivos y el gobierno de esos días prefirieron costosamente
emprender la remodelación del edificio de la carrera 2a –según se
dice por intereses individuales–, a un costo de Un mil millones de pesos de
entonces, mientras su sede se abandona a su suerte. Triste destino. Esa obra,
producto de la eficacia y pulcritud de los funcionarios de ayer, sin tanta
academia y postgrado, es como un gigante en el espacio vencido por la corrupción.
Después, cuando apareció la moda oficial de las
"Corporaciones de Desarrollo Regional", surgió la del Chocó como una
esperanza de progreso en nuestro vasto mundo ecológico y rural. Tuvo épocas
gloriosas y directivos de renombre nacional de la talla y genialidad de
Mauricio Obregón. Alcanzamos a interesar al mundo entero por nuestra nutrida y
singular fauna vegetal. Fueron muchos de nuestra cosecha nativa quienes
dirigieron a la atractiva y pomposa institución. Pasaron los días de lustre, en
donde hasta la categoría del gobernador de los chocoanos se sentía bajo el
rango del presidente de la "Corporación".
Brilló más el oro distintivo del auge económico y pelamos el
cobre, mísero metal del deslumbramiento. Un célebre y locuaz personaje,
producto de nuestra fauna, con ínfulas de reelección perpetua con canjes
burocráticos llegó a la escena de la entidad, ya en decadencia operativa y
económica, pero no pudo superar el cansancio oficial que produjo su gestión en
el ámbito nacional y regional. De este y los anteriores episodios fuimos los
quibdoseños espectadores cómplices silenciosos, como si no se tratara de la
destrucción de las instituciones regionales. ¡Perdónanos, Señor, tanta
indiferencia!
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Alfredo Cújar Garcés hojeando el archivo de Chocó 7 días. Foto: choco7dias.com |
3
La Timba
Intérpretes que matizaron con cadencias
y acordes unos años maravillosos
Por
Alfredo Cújar Garcés
Chocó 7
días, La Columna de Mena Mena, 2003
En los albores de la segunda mitad del siglo pasado (1950),
se conformó un club de contertulios que cultivaron el arte de la guitarra. Por
gentileza de Gabriel Valencia Conto (q.e.p.d.), se organizó en su casa familiar
de la Alameda Reyes, de su progenitor y patriarca don Azarías Valencia.
Allí nació lo que inicialmente se denominó Timba Club y
después Conjunto Musical La Timba. Sus fundadores e intérpretes fueron Víctor
Guillermo Dueñas (Viguidú), su director, después de su regreso de Medellín, en
donde compartió y cargaba las guitarras del entonces dueto Fortich y Valencia.
Luis Rentería (Cayayo), fiel discípulo del maestro (q.e.p.d.). Francisco García
Rodríguez (Pacho) y Rafael Baldrich Andrade, guitarras acompañantes (q.e.p.d.),
de grata y perdurable recordación. Oscar Coutin Garrido (Oscutg) y Jorge E.
Dueñas (Papito) fueron sus vocalistas originales, boleristas y guaracheros, que
competían en la imitación del estilo de Daniel Santos, el boricua.
Entonces estaba en pleno auge la Sonora Matancera y por los
cuatro costados de Quibdó se oía el clamor de sus trompetas y la magia de su
piano inolvidable. Los fines de semana, en los bailes peseteros en la Calle 31,
donde Morí, se apreciaban las destrezas de los bailadores al son del conjunto
de Matanzas.
En la cabecera, en el 'Tropezón' de don Pompeyo Paz,
escuchábamos los ritmos de estreno de La Sonora, que enviaba de Cartagena el
niño Olmedo Paz, para 'El Anacobero', equipo musical portátil. La tumbadora la manejaba
Euclides Pacheco, el inigualable. Vistinio Asprilla Paz, los timbales,
magistralmente. Euclides Lozano Lemus, el menor del grupo y el de las maracas,
que alternaba con Gabriel Valencia Conto (Garavalle), intérprete de la música
del norte: vallenatos. Estos fueron los originales de La Timba. Como todo
conjunto que se respete, tenía sus intérpretes invitados especiales; algunos de
ellos fueron, que recuerde, Gonzalo García R. y Antonio Bechara G. (Antún El
pobre).
El conjunto tuvo una vida activa de cinco o seis años y
llenó un vacío romántico. En esos años no hubo acto oficial, agasajo, paseo,
despedida, tertulia y serenata donde no fuera invitada La Timba. Muchos hogares
constituidos o amores pasajeros se inspiraron en el ritmo y los acordes de
estos intérpretes maravillosos de esos años del cotidiano transcurrir
quibdoseño.