lunes, 27 de junio de 2022

 Doblan las campanas 
Quibdó, 1935
Quibdó, 1934. FOTO: Misioneros Claretianos.

Con cierta sombría pesadez, quizás por el poco esfuerzo que en la calidad de su sonido había puesto el sudoroso sacristán, hambreado, macilento y agotado por las mil labores que desde las cinco de la mañana había realizado; las campanas de la iglesia dieron las doce del día de aquel jueves aciago, dos días después de la florida y fastuosa fiesta del padre putativo de Jesús. No obstante, como siempre, su tañido y sus repiques alcanzaron a oírse no solamente en el Barrio del Centro, en el Barrio Norte y en la orilla del río; sino también hacia adentro del pueblo, por los lados de Belén de Judea, Chicharronal y Betecito, en la Yesca Grande, Chambacú y Panamá, en La Yesquita, Bebaracito y Chipichupe, por Bocacangrejo, Munguidocito, Tres brincos y Pantanito; también por la Avenida Istmina.

A esa hora, reverberaba el sol de la canícula de marzo sobre los techos de zinc relucientes de las casonas de madera y esterilla de palma sembradas a la orilla del río, afirmadas sobre cinco o seis metros de estacones de guayacán, adyacentes al puerto platanero. Sobre la iglesia desierta, en donde la reserva de hostias consagradas se reblandecía dentro del sagrario, el vino de consagrar estaba a punto de hervir en las botellas perfectamente escondidas en la sacristía lúgubre y el santo cristo parecía sudar en el ábside de aquel templo que todos soñaban con ver algún día convertido en una catedral.

En el convento, los hermanos legos y no tan legos, los padres misioneros y hasta el prefecto apostólico no podían evitar los malos pensamientos que se mecían con ellos, en sus mecedoras traídas de Cartagena, acerca de la inconveniencia y la mala hora que hasta estos inhóspitos climas y villorrios los habían traído desde la lejana e ibérica península. Pero, bendita sea la virgen, sea todo para honra y prez de la iglesia y para la máxima gloria de dios nuestro padre y del padre Claret, pensaron para espantar cualquier blasfemia, mientras entonaban el ángelus del mediodía, casi a coro con las monjas del colegio que, a tres cuadras de allí, lo rezaban antes del almuerzo, sudorosas y acaloradas, desesperadas y malpensadas, entre tantas ropas sagradas.

En lugar de brisa, llegaban a estas casas orilleras de la carrera primera los hedores densos de sus propios detritus que en caída libre iban a parar debajo de ellas, revueltos con el vaho inevitable de miles de escamas y vísceras de bocachicos, dentones, charres, bagres, boquianchas, doncellas, sardinas rabicoloradas, beringos, barbudos y hasta tabuches y rayas, que desde hace un mes, todos los días, desde la mañanita hasta el anochecer, destripaban y arreglaban las desescamadoras de oficio, fumando sus tabacos con la candela hacia adentro de la boca, charlando entre ellas como si lo hicieran en otra lengua, secándose el sudor de la cara con el canto de la mano o con un rodete de trapo, y ventilándose hasta el alma con los pliegues de sus faldas volantonas, entre uno y otro cliente, cada dos o tres ensartas de pescado.

El resistero concitaba la molicie, la molicie concitaba la siesta, la siesta concitaba los catres y las camas, los taburetes recostados contra la pared, las sillas y mecedoras mariapalito, una que otra hamaca, las banquetas de madera burda y los petates. Pero, primero había que almorzar, el tiempo de pescado había que aprovechar: pescado así, pescado asá, pescado aquí, pescado allá, pescado acá y acullá, pescado asado o fritado, cocinado o sudado, ahumado o aborrajado, en sopa, con sopa o sin sopa, en caldo, con caldo o sin caldo, con plátano y arroz, con yuca o banano, con primitivo o con ñame, con bananilla o achín. Separada la última espina, masticado el último grano de arroz, bajado el último trago de limonada, fumados los tabacos y cigarrillos de sobremesa y expulsados los regüeldos con o sin aspavientos, todo el mundo se fue durmiendo, el silencio se fue haciendo y el pueblo se fue callando, aquietando, amodorrando, como si no hubiera más vida que el sueño y el silencio fuera el sonido de la vida al mediodía.

Una hora más tarde, cuando el sol aún caía a plomo sobre la existencia toda del dormido pueblo, el toque lento de difuntos o clamor de dos campanas, cerrado por el sacristán con tres toques separados para informar que el muerto era mujer, despertaría hasta al último durmiente de esa siesta de rutina. Que quién sería la muerta, se preguntaban todos, recién despertados, todavía adormilados; menos don Luis Carlos, el afable telegrafista del pueblo, operador grado 1 del ministerio de correos y telégrafos, sabanero de origen, de la ciénaga de San Marcos para más señas, nostálgico de La Mojana y del San Jorge, cantante de buena voz, parrandero decente y agradable, poco estruendoso y muy, mucho, muy amable; a quien despertaron primero, no el telégrafo sino un mensajero, que venía de parte de la hermana Armandina María, una de las monjas del Hospital San Francisco de Asís, quien le mandaba a decir que fuera rápido, que, aunque el doctor Borda Mendoza la había atendido de inmediato, ya no había habido nada que hacer, pues la señora Dioselina había llegado muerta al hospital. Sobre la superficie jabonosa de las tablas de la paliadera de su casa había quedado marcada la huella recta del talón de su pie derecho, desde el círculo grabado en el piso por el tanque de hierro en el que almacenaba agua de lluvia y del que intentó infructuosamente sostenerse, hasta el vacío de más de tres metros en cuyo fondo pantanoso cayó su cuerpo.

Durante las primeras dos horas no pudo parar de llorar a lágrima viva. Las treinta y seis horas siguientes lloró por dentro a marejadas, hasta que se le arrugó el alma. No sabía si decírselo o no a su hija. No quería causarle tristeza a esa niña más linda que el Sinú, el Cauca, el Magdalena, el Atrato y el San Jorge juntos; a esa niña más hermosa e infinita que el Mar Caribe, más tierna que un bolero cubano, más bella que el amor verdadero; esa niña de dos años y cinco meses de cuyos verdes ojos a mares brotaba la vida.

lunes, 20 de junio de 2022

El periodismo y la vicepresidenta

➧Petro y Francia.
Bogotá, noche del 19 de junio de 2022.
FOTO: El Espectador

“Vamos, hermanos y hermanas, a reconciliar esta nación. Vamos por la paz, de manera decidida, sin miedo, con amor y con alegría. Vamos por la dignidad. Vamos por la justicia social. Vamos las mujeres a erradicar el patriarcado de nuestro país. Vamos por los derechos de la comunidad diversa LGBTIQ+. Vamos por los derechos de nuestra Madre Tierra, de la Casa Grande, a cuidar nuestra Casa Grande, a cuidar la biodiversidad. Vamos juntos a erradicar el racismo estructural”. Francia Márquez. Discurso como vicepresidenta electa de Colombia. Bogotá, noche del 19 de junio de 2022.

“La paz es que alguien como yo pueda ser presidente y alguien como Francia pueda ser vicepresidenta”. Gustavo Petro. Discurso como presidente electo de Colombia. Bogotá, noche del 19 de junio de 2022.

“La precandidatura presidencial de Francia, que derivó en la candidatura a la vicepresidencia, que derivará en su vicepresidencia, es posiblemente lo más emocionante que ha pasado, no en los últimos años de la política nacional, ni en las últimas décadas, sino en los últimos dos siglos de la política nacional”. Carolina Sanín. Francia Márquez y la posibilidad de un discurso político con significado. CAMBIO, 2 de abril 2022.

“Francia, para muchos colombianos, es un impensable histórico, alguien que puede funcionar en unos contextos, pero no en otros, ser la vicepresidenta de esta nación, por ejemplo. Aplaudieron cuando ganó el Premio Goldman y repitieron hasta la saciedad que era el equivalente al Premio Nobel en la defensa medioambiental, aceptaron que hablara sobre la contaminación de los ríos por la práctica indiscriminada de la minería, pues estaba dentro de la cuota de sensiblería ecológica de rigor en estos tiempos, pero cuando fue elegida como la llave política de Petro se descolocaron y entonces salieron al ruedo con toda la tribu racista armada de prejuicios que los habita para deslegitimarla. Ha habido de todo, desde las críticas más burdas y groseras, hasta las más sutiles y refinadas”. Javier Ortiz Cassiani. Francia Márquez y los impensables históricos. El Espectador, 31 de marzo de 2022.

¿Será mucho pedirles a los periodistas de Colombia que -así como se pasaron meses enteros preguntándole al nuevo presidente de la república que si iba a aceptar los resultados electorales del 19 de junio- acepten ellos/ellas como una realidad incontrovertible el hecho de que, a partir del 7 de agosto de 2022, Francia Elena Márquez Mina es la nueva Vicepresidenta de Colombia y procedan de conformidad, desde ya mismo, a tratarla como tal, y no como hasta ahora lo han hecho, como una advenediza sin derecho alguno a aspirar a nada, como una curiosidad de museo, como una impreparada, como una inexperta, como una ignorante, etcétera; por el solo hecho de que a ellos/ellas se les antoja que -por ser una mujer negra, de origen humilde y campesino- ella es menos que, por ejemplo, la actual vicepresidenta, Martha Lucía Ramírez, única y exclusivamente porque esta es bogotana, no es negra, nunca conoció la pobreza y no ha pasado mucho trabajo para conseguir empleo, pues desde que se graduó de abogada en la Javeriana no ha hecho más que ocupar puestos públicos en razón de sus múltiples adscripciones políticas…?

¿Será mucho pedirles a los periodistas de Colombia que dejen de estar dándoselas de avispados e inteligentes con Francia, haciéndole preguntas rebuscadas y capciosas acerca de todo lo habido y por haber, para buscarle la caída en cada entrevista? ¿Y que dejen de estar interrumpiéndola a cada rato, en vez de dejarla hablar, como sí lo hacen con los entrevistados a los que les tienen miedo, devoción o respeto? ¿Será mucho pedirles a las periodistas que dejen de estar dándoselas de machitas con Francia y que no la traten como jamás tratarían a Martha Lucía? ¿Será mucho pedirles a los/las periodistas que dejen de estar dándoselas de la RAE o de correctores de estilo con Francia, dudando de sus significados y de sus significantes, como lo hicieron con el vivir sabroso, que descalificaron y malinterpretaron de entrada, en vez de hacer el mínimo esfuerzo de averiguar bien de qué se trataba y por dónde iban tablas…?

¿Será mucho pedirles a los/las periodistas colombianos/as que cuando Francia dice Soy porque somos sepan que ella no está repitiendo un eslogan de campaña inventado por algún publicista extranjero de aquellos que pasan de un bando a otro siguiendo el tintineo de las monedas con las que les pagan, al son de su fama amplificada por los medios, y que quizás sería bueno enterarse -así sea únicamente por Wikipedia- sobre el ancestral origen del postulado y la profundidad de su significado…?

¿Será mucho pedirles a los/las periodistas de Colombia que no pretendan que Francia les haga el trabajo que ellas/ellos deberían hacer y que, en vez de andar disfrazando de osadía y olfato periodístico su ignorancia sobre temas como la minería artesanal, las empresas multinacionales dedicadas a la extracción de recursos naturales, las comunidades negras y sus derechos, los ministerios que en otros países promueven la igualdad social, el cambio climático y los combustibles fósiles, el peso histórico del Norte del Cauca en la vida nacional, el racismo y la discriminación (por mencionar solamente algunos), se dedicaran a documentarse, a leer y a investigar sobre estos temas, y -sobre todo- a pensar antes de hablar y preguntar?

¿Será mucho pedirles a las/los periodistas de Colombia que, así como les pareció mucha gracia que Martha Lucía “se convirtiera” en la primera mujer en ocupar la vicepresidencia de Colombia, le dieran la importancia que tiene al hecho histórico de que -por primera vez en la historia nacional desde que existe el cargo- una mujer negra es elegida como vicepresidenta de la república; y que, en vez de solamente e insulsamente preguntarle a Francia o al presidente electo qué significa esto para ella y para él, buscaran unos analistas bien poderosos en cuanto a conocimientos en la materia y los entrevistaran con tiempo y ganas, para ofrecerle al país una visión seria y rigurosa de este hecho, para que a mucha gente le quedara claro que la elección de Francia es -más que una curiosidad o una rareza- un aporte trascendental y sin antecedentes al avance de la democracia colombiana…?

¿Será mucho pedirles a los periodistas y las periodistas de Colombia que venzan la tentación de hacerle a Francia preguntas que, aunque les parecen ingeniosas, son en realidad anodinas, como esas en donde la ponen casi a jurar sobre sus biblias que no solamente las comunidades negras, sino también los indígenas y el resto del país, son su gente, o a aclarar que la minería no solamente es un problema en su tierra natal, o que también hay madres solteras y empleadas domésticas que no son negras, y así sucesivamente…?

¿Será mucho pedirles a los/las periodistas del país que dejen de llamar “polémicas declaraciones” o “puntos de vista diferentes” a los insultos racistas, a las descalificaciones clasistas, a los improperios motivados en el origen territorial y el género, que se lanzan contra Francia, y que opten por nombrarlos como se debe; así como que dejen de darle a dichas afrentas la importancia, reproducción y amplificación que no le dan a lo que ellas significan, a las consecuencias que implican, al racismo que conllevan, al clasismo del cual nacen, a la exclusión que las origina y a la desmesura y el odio que las provoca…?

¿Será mucho pedirles a los/las periodistas nacionales que recuerden que Colombia es un país multiétnico y pluricultural no solamente para efectos de conmemoraciones oficiales y declaraciones de buenas intenciones, sino fundamentalmente para los fines constitucionales y legales para los que fue hecho ese reconocimiento expreso en la Constitución, fines estos que incluyen la posibilidad de que los pueblos y grupos étnicos aspiren en igualdad de condiciones a cargos de representación y elección del Estado, como la vicepresidencia que acaba de obtener Francia; y que no olviden que hablar de racismo y machismo no contradice la democracia ni es nocivo para ella, que expresar la existencia de opresores y oprimidos no es promover el odio, y que ambas cosas fortalecen en vez de debilitar la estructura política y social del país…?

¿Será mucho pedirles que, como parte del respeto que la vicepresidenta se merece, no se les vaya a ocurrir preguntarle -posando de simpáticos y “humanos”- qué va a hacer ella con el sueldo, cómo se va a seguir vistiendo, dónde va a vivir en Bogotá, con quién y cómo, con marido o sin él, y todo ese montón de majaderías y necedades que les parecen tan cálidas y que ya deben haber pensado para sus entrevistas de esta semana, pero que nunca le preguntarían a Martha Lucía ni a María Fernanda ni a Paloma…?

¿Será mucho pedirles que acepten de una vez por todas que Francia no es una aparecida a la que se le ocurrió como un embeleco meterse a la política, sino que llegó a ella como parte de una larga y fructuosa carrera de liderazgo y procesos organizativos, étnicos, campesinos, territoriales y de género; y que ella también -si es que tanta falta les hace este requisito- tiene suficientes estudios formales, además de su provechoso discipulado en la escuela de la vida, en “la gran universidad de la Palabra enseñada a la sombra de los baobabs”, como la denominaba el nunca del todo admirado Amadou Hampâté Bâ[1], a quien tanto le debe la cultura universal…? ¿Y de paso pedirles que acepten que ella no tiene la infalibilidad del Papa de Roma, esa que ni él mismo tiene…?

¿Será mucho pedirles que por un momento se sienten a pensar en las implicaciones que tiene su trabajo para la sociedad y que entiendan que pedirles todo lo anterior no es pedirles concesiones ni favores, ni tratamientos especiales ni condescendencias, ni nada parecido para Francia, sino simple y llano respeto, como el que se merecía cuando era candidata y no se lo proporcionaron, como el que se merece ahora que es vicepresidenta y por la majestad de su cargo deberían proporcionarle, por el bien del país, de su imperfecta democracia y de su futuro, y por el bien del periodismo que tan bajo cayó en la campaña electoral que ayer finalizó…? ¿Y de paso pedirles que, por su propio provecho profesional, se pongan a la altura del momento histórico de Colombia que les está tocando documentar y relatar...?

Espero que no. Gracias por su atención.

Francia en la noche del triunfo electoral.
Bogotá, 19 de junio de 2022
FOTO: El Espectador.



[1] Sobre esta referencia, se puede leer, en El Guarengue, ‘Dachi Bedea’:

https://miguarengue.blogspot.com/2019/02/dachibedea-nuestravoz-caserio-embera.html

lunes, 13 de junio de 2022

 Decisiones

➧Foto: Awake Travel.

Llegada la hora de las decisiones, cómo no, Fajardo tiene derecho a decidirse por el voto en blanco en las elecciones definitivas para la presidencia de Colombia, de este domingo 19 de junio de 2022, en vez de alinearse con uno u otro de los dos candidatos en contienda. Eso no está en discusión, ni más faltaba, pues cada uno es dueño de sus decisiones, así estas pertenezcan a la clase ni fu ni fa. Pero sí da lástima -sobre todo por el mismo Fajardo, quien tanta decencia vive pregonando- que un tipo como él, que se autodenomina profesor, que es exalcalde y exgobernador, y que tiene un doctorado en matemáticas, haya llegado al ejercicio de ese derecho simple y llanamente porque lo despreció el candidato al que buscó -guiado únicamente por su aversión hacia el otro- y con el cual sostuvo, como él mismo lo dijo, una “fallida conversación, con final abrupto, patán y grosero”[1]. Fajardo sabía, y aun así se arrimó a esa orilla electoral tan perversa como maniquea, que el exalcalde de Bucaramanga que se hace llamar ingeniero, e hizo obedecer a la prensa hasta en ese nominativo sentido, es una especie de versión reencauchada de Moreno de Caro, carece de “una propuesta que permita visualizar cómo sería su gobierno” y no es más que “una nebulosa por la que habría que votar prácticamente a ciegas”[2]. No obstante, apenas lo vino a reconocer ahora, cuando no le resultó su plan de alianza con él.

Igualmente, aunque su decisión sea más un rechazo que una adhesión, están en todo su derecho de hacerlo quienes hayan decidido no votar por Petro y Francia basados en la misma sinrazón de Fajardo -su aversión hacia Petro- y en la aceptación del cuento -que se tragaron sin masticar siquiera- de la lucha anticorrupción, esa vieja cantaleta que hasta los más corruptos -como el canalla innombrable- han usado de carnada para atraer incautos. Y así se comporten de modo tan cándido y necio que pretenden que uno les crea que es cierto que ese montón de clichés, de lugares comunes y de frases efectistas que profiere a diestra y siniestra el imputado, y frecuentemente emputado, exalcalde de la capital de Santander constituyen propuestas políticas reales y apropiadas para la situación en la que nos deja el país la corriente del ahora mentor de este candidato, el ubérrimo titiritero que uno a uno fue desechando sus propios muñecos electorales y terminó refugiado por pánico en esta grotesca figura tan nociva para la democracia como él mismo lo ha sido durante los últimos veinte años.

Sin embargo, el hecho de que elegir cómo y por quién votar sea un derecho que libremente puede ejercer cualquier ciudadano no exime a este ciudadano de la obligación moral de no mentir, de no engañar y de no engañarse a sí mismo sobre realidades básicas de la democracia, sobre conceptos que forman parte del abecé político que cualquier elector consciente debería conocer, como el manido tema de la corrupción, espejismo recurrente al que siempre se llegará ante la ausencia de ideas y pensamientos, de propuestas y programas. “La corrupción que tanto anuncia que combatirá no se da por ausencia de normas, sino porque hay gente que no las acata y hasta se ufana de ello a gritos, como en el audio de Rodolfo Hernández que circula por las redes sociales”, anota el connotado profesor de Derecho y exministro Yesid Reyes Alvarado, cuyo padre fue uno de los faros morales de la democracia en Colombia: Alfonso Reyes Echandía[3]. La escritora y profesora Carolina Sanín lo recalca así: “La corrupción no es la raíz de todos los males en Colombia. La corrupción es un efecto del desconocimiento de los derechos y el desconocimiento de que lo público es de todos y de todas… Entonces, la raíz de la corrupción está en la erosión de los bienes y los derechos. No es la corrupción la raíz de los males y del empobrecimiento de lo que es de todos, sino el efecto de esos males”[4]. Si uno no comprende esto, mal hace en erigirse en heraldo y adalid de algo tan engañoso como ese insostenible postulado. Esto sí que es un salto al vacío, este sí que es un cheque en blanco.

La libre decisión del voto por cualquiera de los dos candidatos no exime al ciudadano de leer con juicio lo que propone en realidad su candidato; por el contrario: lo obliga, así pase por encima de esta obligación. Pero, pues, no nos digamos mentiras: la lectura y el análisis no son precisamente una costumbre en la derecha colombiana del común que hoy corre cual perrito faldero detrás del candidato que les da más de lo mismo: gritos y amenazas, frases impactantes y vacías de sentido, consignas de macho promedio colombiano, insultos y descalificaciones. Así como les gusta, como si la vida nacional fuera una telenovela de narcos en donde cada frase debe ser adobada con una palabrota y un desafuero; y como si no se tratara en realidad de la vida de todos puesta en grave peligro precisamente por quienes con este estilo dominan a la masa amorfa de votantes desde hace dos décadas, desde los predios de una hacienda feudal y desde los confines de ciudades y regiones que odian cualquier cambio y prefieren llevarse el país por delante, prevalidas de su odio, porque no consiguieron imponerle al país un “comentarista de lugares comunes y exalcalde de Medellín […] a quien ni tres expresidentes, la mermelada de Duque, ni las maquinarias de todos los partidos tradicionales de Colombia trabajando juntas, lograron convertir en opción viable”[5].

Si leyeran el programa del candidato del que ahora son áulicos, el exalcalde piedecuestano al que le celebran cada ocurrencia sin siquiera fijarse en lo que esta significa para la suerte del país si estuviera en sus manos; se darían cuenta, por ejemplo, que para él los pueblos o grupos étnicos, las comunidades negras, afrocolombianas, raizales y palenqueras, los pueblos indígenas y Rom, no son sujetos de derechos en sí mismos o por sí mismos, en razón justamente de su etnicidad, de su historia, de su ancestralidad y de su estructura cultural, sino que lo son como un ítem más, fundamentalmente numérico, en una lista que él denomina Minorías, junto a “las minorías sexuales y de género y la población en situación de discapacidad”, como puede leerse en la página 26 del documento publicado en su web[6]. Una clasificación que habla por sí sola y deja claro que es una mirada de desvalimiento hacia las etnias la que anima su mención en este programa. Por ello, este candidato eligió a quien eligió como su fórmula vicepresidencial, después de que no le aceptara el encargo una periodista de apellido Ochoa que por sus salidas verbales es casi una versión femenina de él; en una designación que tiene poco de inclusión y de reconocimiento, y mucho de efectismo y de cosmética política, y que fue calculada para tratar de contrarrestar el efecto genuino de representación étnica, social, territorial y de género de la fórmula vicepresidencial de su oponente.

Cinco generalidades, dentro de las cuales aparece -cómo no- la consulta previa y una frase que se lleva el campeonato absoluto en el ranking del no decir nada con apariencia de estar diciendo mucho: “Propiciar los espacios de diálogo entre los pueblos indígenas y las comunidades NARP (negras, afrocolombianas, raizales y palenqueras)” [SIC], constituyen las propuestas de este candidato en un tema tan fundamental para Colombia: cinco asteriscos de una enumeración vaga en una columna de la página 27 de su programa, a nombre de un movimiento que se autodenomina dizque “Liga de Gobernantes Anticorrupción”, así en plural, como prefigurando (quizás porque Beccassino es adivino) lo que iba a pasar en materia de fidelizaciones, como las de los almacenes de cadena con sus clientes a través de los puntos y tarjetas. “¿Ustedes creen que Hernández ofrece una ideología, un programa que merezca fidelidad y no solo la expectativa de algunas moronas de poder?”[7], pregunta un curtido columnista de prensa. El Profesor Reyes Alvarado advierte con lucidez: “…elegir un presidente que se limpie el culo con la ley es poner en riesgo el Estado de derecho”[8].

La inmensa maquinaria de propaganda electoral del régimen de gobierno, orquestada por el propio presidente y encabezada por la prensa envilecida, que resignó su papel en la sociedad frente a la fatuidad y la lisonja, porque ello le reporta ganancias económicas y poder político en el Estado, está jugando a tres bandas, de modo peligroso para la democracia nacional. Por un lado denigra de Petro porque sí y porque no. Por el otro alaba a su contendor y le celebra cualquier babosada que profiere. Y remata magnificando el voto en blanco, como lo hizo en sus interpretaciones de las últimas encuestas, en un acto de inocultable promoción del mismo, para evitar que la indecisión de muchos se transforme en votos no favorables al bufón que tienen como candidato. No hay derecho a tanta mendacidad. No estamos jugando a las sombras chinescas, sino decidiendo parte del futuro de una nación.

No hay que ser seguidor ferviente y ciego de Petro, ni creer que Francia -por lo auténticos que son su representatividad y su liderazgo- carece de defectos, ni que ella y él todo lo hacen bien; para entender que el escenario actual no es como nos quieren hacer creer: que se trata de escoger entre dos males el menor o que hay un cielo y un infierno entre los cuales elegir. Bien puedan: voten por su candidato chocarrero, que en su derecho están. Pero, por respeto a la democracia que dicen defender, la inteligencia y la dignidad del pueblo colombiano paren ya de ofender.


[1] Sergio Fajardo. Mi voto el 19 de junio. En: https://sergiofajardo.co/noticias/mi-voto-el-19-de-junio/

[2] Idem. Ibidem.

[3] Yesid Reyes Alvarado. Limpiarse el culo con la ley. 11 de junio 2022.

En: https://cambiocolombia.com/articulo/poder/limpiarse-el-culo-con-la-ley

[4] Carolina Sanín. Colombia: de la envidia al falso sacrificio. 11 de junio 2022.

En: https://cambiocolombia.com/opinion/puntos-de-vista/colombia-de-la-envidia-al-falso-sacrificio

[5] Daniel Coronell. MINGILINSKI. 12 de junio 2022. 

En: https://cambiocolombia.com/opinion/los-danieles/mingilinski

[7] Daniel Samper Pizano. Solteros contra casados. 12 de junio 2022.

En: https://cambiocolombia.com/opinion/los-danieles/solteros-contra-casados

[8] Yesid Reyes Alvarado. Limpiarse el culo con la ley. 11 de junio 2022.

En: https://cambiocolombia.com/articulo/poder/limpiarse-el-culo-con-la-ley

lunes, 6 de junio de 2022

 Gonzalo de la Torre
Una vida de servicio al pueblo
-1ª Parte-


Hoy, lunes 6 de junio de 2022, cumple 90 años de vida Gonzalo María de la Torre Guerrero, “Misionero Claretiano, chocoano, quibdoseño y yesquiteño”, como se presentó a sí mismo en la introducción de su hermoso cantar de los cantares atrateño[1]. En el sitio donde actualmente está situada la sede principal de la Universidad Claretiana, en el barrio La Yesquita, de Quibdó, es exactamente donde quedaba la casa-finca de Don Manuel Salvador de la Torre Londoño y Doña Rufina Guerrero Vélez. Allí se crio Gonzalo, en medio de una vida laboriosa, honrada y bastante apegada a la fe católica; rodeado de marañones, guayabos, guamos, zapotes, caimitos, cantos de pájaros, iguanas veloces y chochoras furtivas, brisas frescas que se colaban por el monte desde las orillas del río Atrato y la quebrada La Yesca, aromas de azoteas sembradas de yerbas propicias para la buena salud y la sazón gustosa, y una huerta donde crecían verduras y legumbres frescas. También había vacas, de cuya leche fresca se alimentaba la familia y el pequeño excedente que quedaba se vendía temprano en las mañanas de todos los días de la semana. Cáscaras de plátano que el propio Gonzalo, al igual que sus hermanos, recogía en una carretilla y a cambio de las cuales regalaba sal y guayabas frescas y maduras en las casas de Quibdó, eran parte del alimento de aquellas vacas cuya leche también alcanzaba para que la Señora Rufina y sus ayudantes de cocina elaboraran unas deliciosas panelitas, que se vendían mientras se producía el intercambio y cuya apetitosa fama rebasó con creces los contornos de La Yesquita. “Mi vida, desde muy temprano, se desarrolló en el barrio La Yesquita, de Quibdó, en donde crecí, tomé conciencia de mí mismo y establecí esos amores barriales que durarán toda la vida, no solo como simple recuerdo, sino como memoria profunda que marca la conciencia. Hoy…todavía me siento en Quibdó y en el barrio La Yesquita como en mi propio sitio, pues fue aquí donde viví y asimilé la cultura afrochocoana que marcaría mi vida”, escribió Gonzalo hace tres años.[2]

Cuando Gonzalo nació, la actividad misionera de los claretianos -congregación religiosa a la que se vincularía a los 13 años, siendo aún casi un niño- giraba en torno a tres centros misionales: Quibdó, Istmina y Pueblo Rico. Justo en el año de su nacimiento, 1932, el entonces Prefecto Apostólico del Chocó, Padre Francisco Sanz y Pascual, autorizó la apertura de la misión de San Francisco Solano, en el caserío de Jella, en la Costa Pacífica chocoana, una región que hasta entonces era atendida desde Istmina, mediante largas y riesgosas expediciones que bajaban por el río San Juan, para luego remontar -de sur a norte- el litoral de este no tan pacífico mar. A finales de ese mismo año, se daría comienzo a la construcción del primer internado indígena de la Misión Claretiana, en Purembará, proceso en el cual participó la mismísima Madre Laura Montoya, hoy santa. Sus hermanas misioneras, ampliamente conocidas como Lauritas, se encargarían de dicho internado a principios de 1933.

Acucioso acólito de misas en latín e infaltable discípulo del catecismo dominical en la iglesia parroquial, hoy catedral diocesana, quizás también impulsado por el poderoso influjo de aquellos rosarios vespertinos que en su casa se rezaban en familia, Gonzalo salió de Quibdó con rumbo a Bosa, en 1945, para continuar su bachillerato en el seminario menor; terminado el cual fue novicio claretiano en Sasaima durante un año, para pasar después a Zipaquirá, donde hizo sus estudios de Filosofía en los años 1951, 1952 y 1953, en el mismo vecindario donde hacía pocos años había deambulado y estudiado -en el Liceo Nacional- un estudiante llamado Gabriel García Márquez.

Mientras Gonzalo culminaba sus estudios básicos de Teología y avanzaba raudo en su formación como misionero y sacerdote claretiano (su profesión religiosa había sido en 1950), en aquel año de 1953, en su tierra natal finalizaba el ciclo de la Prefectura Apostólica del Chocó, con el Padre Sanz y Pascual aún a la cabeza; y se inauguraba la era del Vicariato Apostólico de Quibdó, al mando del cual la Santa Sede nombraría al también misionero claretiano Pedro Grau y Arola, quien había llegado a Quibdó a finales de 1930 y quien en los años 1980 manifestaría grandes diferencias con el enfoque de trabajo misionero de Gonzalo de la Torre en las comunidades negras del Medio Atrato chocoano.

Inteligente y disciplinado por naturaleza y crianza, Gonzalo cruzó invicto todas las metas académicas y formativas indispensables para convertirse en lo que quería ser. Su periplo cundinamarqués terminó con los estudios de Filosofía. Pasó entonces a Manizales, donde completó cuatro años de estudios de Teología, al final de los cuales, hace 65 años, en septiembre de 1957, recibió el sacramento del orden sacerdotal, es decir, se graduó como sacerdote y confirmó su pertenencia a la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, más conocidos como Claretianos, en alusión a su fundador, Antonio María Claret y Clará, quien hacía pocos años había sido -como se dice- elevado a los altares por el Papa Pío XII.

Estudios superiores de teología en el Angelicum de Roma y de especialización en sagradas escrituras, tanto en Roma como en el Instituto Bíblico Franciscano de Jerusalén, y por lo menos dos años de magisterio en establecimientos claretianos de España e Inglaterra, cimentaron su formación y ampliaron su experiencia y su visión del mundo, entre 1958 y 1964. En este periodo, además de la lengua inglesa, de rigor para sus periplos, y la italiana para sus estadías en Roma, Gonzalo aprendería lenguas antiguas: griego y latín, hebreo, arameo y quién sabe cuántas más que por modestia no reconoce, las cuales le han permitido, durante su vida de ahí en adelante, desentrañar con pasión y método los verdaderos sentidos de los relatos bíblicos de la historia del pueblo de Israel, contenidos en la primera parte de la Biblia o Antiguo Testamento, y del proyecto histórico de Jesús de Nazaret contenido en el Nuevo Testamento. Sobre estos temas ha escrito y publicado decenas de artículos, libros y materiales pedagógicos de altísima calidad académica y doctrinal, mundialmente reconocidos; al punto que el nombre de Gonzalo de la Torre es todo un emblema cuando de estudios bíblicos se trata en el mundo de los estudiosos de estos temas, de diferentes credos y confesiones religiosas, en los cinco continentes, todos los cuales ha visitado como conferencista y profesor invitado a lo largo de su vida.

Además de las lenguas, sus finos y sólidos conocimientos de arqueología, historia, antropología, teología, geografía, arquitectura, literatura y música, han sido fundamentales para que Gonzalo haya estructurado a lo largo de su fructífera vida una producción sin par por lo consistente y rigurosa, admirable por la coherencia con su vida y su trabajo misionero, popular por su claridad meridiana y su método hermenéutico y pedagógico. Producción esta que parecería condensada, por lo menos en su esencia, en el Museo Bíblico Claretiano, una monumental obra de su autoría, en la cual, basado en su ingenio y en su capacidad de aprender siempre algo más, Gonzalo consiguió poner en escena -mediante 20 maquetas arqueológicas, 120 cuadros artísticos, 150 piezas arqueológicas (varias de ellas genuinas) y una línea del tiempo propia- prácticamente la historia de la humanidad en cuanto a la construcción de sociedades y comunidades, en su experiencia de búsqueda de sentido vital y de trascendencia, y en cuanto a los caminos que ha transitado en pos de la igualdad, del amor y la justicia, síntesis del proyecto de Jesús, aquel campesino galileo de presencia disruptiva en la historia de las sociedades tribales y rurales, y de las ciudades e imperios descomunales de su época[3].

“Muchos de los que estamos aquí y de los que nos están siguiendo vimos llegar a Colombia, a finales de los años 60, a un joven profesor de Biblia que venía de Jerusalén, el primer doctor de Jerusalén, que venía de una experiencia de universidad en Inglaterra y en España, y que empezó a darnos las clases de Biblia. Fue el primero que nos mostró el texto bíblico en sus lenguas originales y que cualquier día se sacaba del bolsillo una bolsita con la semilla de la parábola o el pequeño dracma perdido o una de las 30 monedas de plata probablemente del negocio de Jesús. Ese profesor original, que nos puso a volver a escribir el primer capítulo del Génesis, que quería que nos inventáramos un poema mejor que el Cantar de los Cantares o que nos inventáramos una parábola de los tiempos modernos, es o era el Padre Gonzalo de la Torre”. Así se expresó cálidamente el Padre José Fernando Tobón CMF, el 29 de octubre del año pasado, en el acto de inauguración de la versión virtual de la muestra bíblica creada por Gonzalo; una versión que si bien ayuda a aproximar esta obra a las audiencias de todo el mundo, a través de la web, no pasa de ser la instrumentalización virtual del trabajo original y, sin embargo, en su extensa lista de créditos subsume de modo inapropiado el nombre de Gonzalo y lo traslada -mediante un cargo acomodaticio- a un segundo plano de autoría.[4]

Terminada su etapa formativa en Europa y su recorrido académico por Jerusalén y Palestina, Gonzalo regresó a Colombia y ejerció su pionera labor de docencia en biblia durante cinco años, al cabo de los cuales, en 1970, fue elegido como Superior Mayor o Provincial Claretiano de Colombia Occidental, jurisdicción con sede en Medellín. Desde este cargo, entre otras cosas, preocupado por el enfoque y las prácticas pastorales de sus hermanos claretianos en los internados indígenas, los reunió a todos en Medellín, revisó a fondo lo que hacían, quitó aquí, puso allá, y rediseñó conceptos, enfoques, doctrina, la praxis toda de la pastoral indígena, hasta convertirla en lo que debía ser: un proceso de apoyo y acompañamiento desde el proyecto de Jesús a la dignificación de la vida y a la valoración de la historia y los derechos de los pueblos indígenas. Todo lo cual desembocaría en el nacimiento de una de las primeras y más genuinas organizaciones regionales indígenas de la época en Colombia: la OREWA, cuya personería jurídica fue reconocida en 1979, justo cuando el regreso de Gonzalo al Chocó empezaba a hacerse realidad.

De vuelta a su tierra, a la orilla del río que lo vio crecer y que lo había visto partir hace tantos años, bajo ese cielo de crepúsculos hermosos aunque nublado la mayor parte del día, con sus aguaceros eternos, de eterno arrullo, Gonzalo estaba comenzando una nueva etapa de su vida. Luego de seis años como provincial y de tres trabajando en Medellín, llegaba como responsable del Equipo misionero claretiano del Medio Atrato, cuya sede había fijado en el histórico poblado de Beté, desde donde atenderían a 45 comunidades campesinas negras de la zona. Un mundo entero de novedades y primicias estaba por comenzar.

Acompañado de un grupo de mujeres, Seglares Claretianas españolas y colombianas, varias de ellas chocoanas y algunas de ellas con formación profesional que estaban dispuestas a poner al servicio de la gente, Gonzalo comenzó su trabajo misionero en Beté, en 1979. La conformación del equipo era en sí misma una osadía para la época. De la Biblia, por raro que parezca, y no de otra fuente, es de donde Gonzalo había sacado esta suerte de feminismo precursor en la región y en la iglesia. Metódico y estructurado, responsable y prudente, Gonzalo empezó combinando su sola presencia misionera y la atención sacramental de la gente por demanda, con un trabajo de conocimiento, aproximación y diagnóstico de la realidad de las comunidades, que les permitió empezar a saber -más allá de lo empírico del día a día- que en esta zona, por ejemplo, la mortalidad infantil era más alta que en cualquier lugar de Colombia e incluso más que en toda Suramérica; que muy pocos adultos, si acaso uno de cada diez, sabían leer y escribir, pues la mitad nunca había aprendido y a la otra mitad se le había olvidado por falta de uso; situación esta que los políticos explotaban a su favor de cuanta grotesca manera se les ocurriera, empezando por la manipulación de las papeletas con el voto impreso que en ese entonces se depositaban en las urnas electorales. Pero, también, Gonzalo y su equipo misionero se habían fijado en la inmensa riqueza cultural que había en estos pueblos y villorrios perdidos, desconocidos, ignotos, que ni en los mapas aparecían y que para la gente en Quibdó eran una especie de mito endógeno de la selva pura que había más allá de la vuelta del río abajo hasta donde la vista alcanzaba, y que solamente tenía un correlato de realidad en los productos agrícolas y en la abundante pesca con que surtían el mercado sabatino de la ciudad, repleto de canoas y campesinos que le daban vida y colorido a la orilla del río.

Cartilla de alfabetización y materiales formativos
para el Medio Atrato, años 1980
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Igualmente, cómo no si su mirada ha sido siempre integral y panorámica, Gonzalo había percibido la turbia complejidad latente en el negocio maderero que se movía en la región, uno de cuyos centros de operaciones era un inmenso depósito de madera en el espacio público, en pleno malecón de Quibdó, al frente de la catedral, contiguo al antiguo convento de los claretianos y ya entonces sede del Vicariato; en donde largas filas de camiones se estacionaban antes de ser cargados con las trozas o polines de las más finas especies, que transportarían hacia los mercados antioqueños. Un negocio dentro del cual el nativo era el eslabón menor de la cadena, mano de obra mal pagada y altamente explotada, mientras que el intermediario, el dueño de aserrío, el empresario y todos los demás eslabones de tan sórdida cadena de enajenación de los recursos naturales, se alzaban con las utilidades del negocio. Al pueblo no le quedaba ni siquiera una recompensa justa en la transacción comercial por su fuerza de trabajo; pero sí le quedaba, cada vez, la obligación de un mayor esfuerzo para obtener la madera, que progresivamente iba quedando más lejos en el monte adentro, en tiempos en los que aún no se hablaba mucho, como sí lo empezaría a hacer Gonzalo, de problemáticas ecológicas y ambientales como el agotamiento de los recursos y sus consecuencias ecosistémicas y sociales. “No debemos permitir / que se lleven la madera / Dobla el lomo el campesino / las ganancias van pa’fuera”: esta copla, en la portada de uno de los fascículos de la cartilla de alfabetización, resumía la reflexión sobre el tema de la disponibilidad, la propiedad y el cuidado de los recursos naturales.

Así pues, con datos reales que hasta entonces no tenían ni siquiera los gobiernos del Chocó y Quibdó, municipio al cual pertenecía esa extensa zona, Gonzalo y su equipo fueron configurando y revelando una especie de fotografía de la realidad del Medio Atrato en materia de necesidades básicas (salud, educación, nutrición, ingresos, trabajo), demografía elemental, dinámicas y ciclos productivos. A partir de estos datos, evitando cualquier asomo de asistencialismo clásico y de nocivo paternalismo, frente a cada problema estructural de las 45 comunidades a su cargo, empezaron a poner en marcha principios de solución, proyectos pioneros que mostraran caminos y que sirvieran como semilla y ejemplo para que -desde la praxis: reflexión bíblica, análisis de la realidad e intervención en la misma- hombres y mujeres del Medio Atrato palparan las realidades que se hacían posibles si caminaban juntos en vez de afrontar la vida cada uno por su lado. “Uno solo no sale”, se leía en la portada del fascículo de la cartilla de alfabetización propia en el que se trataba el tema de la organización; y así empezaron a vislumbrarlo aquellos campesinos, que ya veían en Gonza y sus muchachas unos verdaderos aliados en la causa de la vida.

Gonzalo de la Torre es un chocoano ejemplar a quien su propia tierra está en mora de homenajear, tal como se lo merece, por su generosa vida y su magnífica obra, por su ejemplo permanente y su compromiso indeclinable con la justicia y la paz. ¡Feliz cumpleaños, Maestro Gonzalo! Gracias por todo lo que nos ha dado, y más a quienes tenemos la fortuna de ser sus discípulos, amigos y compañeros de lucha. Con la venia de su infinita modestia, en la segunda parte de esta historia hablaremos en El Guarengue de las múltiples y maravillosas ideas suyas que trascendieron del Medio Atrato y el Chocó hacia el Pacífico y Colombia; por ejemplo, el Telegrama Negro, la supresión de la “fiesta del indio”, las opciones pastorales de la Diócesis de Quibdó, la creación de la FUCLA, los murales de la Catedral de Quibdó, los hogares infantiles y las empresas comunitarias del Medio Atrato, la organización campesina con enfoque étnico y la reivindicación del territorio, la historia y la cultura como emblemas de la dignidad afrochocoana.

¡Salud, Maestro! La vida está de fiesta celebrando su existencia.

Gonzalo M. de la Torre, fundador y primer rector de la FUCLA,
en el lanzamiento o presentación pública de la universidad,
hoy Uniclaretiana. Quibdó, junio 20 de 2007.
FOTO: Fucla.



[1] De la Torre Guerrero, Gonzalo M. Mi contexto histórico. En: Amada Negra, Amada-Pueblo. Proyecto y claves de comprensión. Medellín, 2020. 90 pp. Pág. 7

[2] Idem. Ibidem.

[3] El Museo Bíblico Claretiano, cuyos orígenes se remontan a las muestras bíblicas de factura artesanal, pero desde entonces dotadas de rigurosidad planimétrica y científica, que Gonzalo de la Torre organizó en Manizales y en Quibdó; está ubicado en la Parroquia claretiana de Jesús Nazareno en Medellín. Una mirada virtual al mismo, como abrebocas de su dimensión y contenidos, se encuentra en: https://museobiblico.uniclaretiana.edu.co/

[4] Ver los mencionados créditos en: https://museobiblico.uniclaretiana.edu.co/creditos/