lunes, 22 de enero de 2024

 El centenario de un prodigio:
100 años del nacimiento de Arnoldo Palacios

 

“Ando por el mundo con los pies en la tierra,
aunque los pies no me sirvan de nada”
Arnoldo Palacios, 2010.
 

En pos de su madredediós, Arnoldo Palacios halló la gloria.
Conmemoramos, en 1924, el centenario de su natalicio.
FOTOS: Archivo.

Cien años se cumplen del nacimiento del escritor afrochocoano Arnoldo Palacios (Cértegui, Chocó, 20 de enero de 1924 - Bogotá, 12 de noviembre de 2015) … Con el mismo desparpajo que él dijo, refiriéndose a su partida de Cértegui hacia el mundo: “Me senté en Cértegui en una canoa y bajé por los ríos y el mar hasta Buenaventura donde seguí sin problemas en tren hasta Bogotá”; uno podría decir que Arnoldo Palacios es el único viajero del mundo que no necesitó los pies para recorrerlo caminando: “ando por el mundo con los pies en la tierra, aunque los pies no me sirvan de nada”; dijo -no sin sorna- poco tiempo antes de morirse en la misma ciudad donde terminó de escribir y perdió y reconstruyó y publicó su primera y más famosa y conocida novela: Las estrellas son negras.[1]

Quibdó y Bogotá

De Cértegui, un municipio para llegar al cual hay que desviarse de la ruta que comunica a Quibdó con Istmina, Arnoldo Palacios llegó a Quibdó, en 1939, al Colegio Carrasquilla, de donde partiría, becado, a concluir sus estudios en el hoy legendario Externado Camilo Torres, de Bogotá, en el año de 1943; desde donde comenzaría en serio su tránsito intelectual, pues allí empezó a interactuar con la intelectualidad de la élite bogotana, que tiempo después vería en su primera novela una primicia, así como ahora veía un mundo por descubrir en las historias que Arnoldo contaba cuando con él departían en el colegio o en los cafetines bogotanos, donde borboteaban su ingenio y su prodigiosa memoria, como el mismo y efervescente café de las grecas de donde servían los aromáticos tintos que amenizaban las charlas de los contertulios.

Zapata Olivella

Justamente, al salir de un café de la carrera 11, en Bogotá, Arnoldo divisó a Manuel Zapata Olivella, a quien tanto quería conocer y quien recientemente había regresado de su periplo por los Estados Unidos. Un amigo le dijo que sí, que ese era Manuel. Y Arnoldo, sin dudarlo, lo abordó. Manuel le sonrió con calidez de amigo y lo acogió y lo oyó, Y Arnoldo le dijo que quería publicar un libro, pero que eso era muy duro, porque había muchos problemas para hacerlo. Manuel, poniendo sus manos sobre los hombros de Arnoldo le dijo que el mayor problema de publicar un libro consistía en escribirlo; así que… por qué no se iba a escribir y después, cuando tuviera el libro, volverían a hablar. Arnoldo asintió. Arnoldo comprendió. Arnoldo se sentó a escribir, con todas sus energías, Las estrellas son negras, novela que sería publicada en 1949 por la Editorial Iqueima, del exiliado español Clemente Airó, un hecho simbólico de la vida posterior de Arnoldo Palacios en Europa.

Periplo vital

“En Europa, Arnoldo Palacios se volvería un viajero incansable. Según Fermín Mosquera recorrería Italia, Islandia, Suiza, Alemania, Suecia, Checoslovaquia e Inglaterra. En estos viajes conocería e intercambiaría ideas con intelectuales afro tan importantes como Frantz Fanon, Léopold Sédar Senghor y Aimé Césaire. Finalmente se establecería en Francia en donde tendría su familia por más de cincuenta años”[2]. Ciudadano de la paz y del socialismo y sus ideales, narrador innato, Arnoldo Palacios transpuso la Cortina de hierro llevando consigo la memoria de su vida en Cértegui, su admiración por Manuel Zapata Olivella, Daniel Valois Arce, José Antonio Robles, Natanael Díaz, Jorge Artel y Langston Hugues, el poeta negro norteamericano. También la memoria vívida, y quizá algún libro, del gran escritor Carlos Arturo Truque Asprilla, de Condoto (Chocó), a quien leía con devoción. Y su recuerdo de Miguel A. Caicedo, de quien admiraba el uso del lenguaje popular del campesino chocoano en su poesía; el mismo lenguaje que él, Arnoldo, convertiría, como Caicedo y Candelario Obeso, en una marca lingüística de su identidad narrativa.

Estas son las tres obras más conocidas de Arnoldo Palacios.
FOTOS: Archivo.
Las estrellas de Arnoldo

Como Rulfo a Pedro Páramo, Arnoldo nos dejó a Irra (Israel), el portentoso personaje de Las estrellas son negras, a través del cual retrató y relató la ignominia de aquel Quibdó que cuando era niño en Cértegui le parecía inalcanzable y lejano; pero que en las páginas de su novela atrapó al vuelo, como quien captura en el aire un insecto que revolotea alrededor de la blanca luz de una lámpara Coleman de aquellas con las que se solían alumbrar las noches en las casas de la carrera primera de Quibdó, por los tiempos en los que transcurrieron esas veinticuatro horas en la vida del protagonista de la novela de Arnoldo Palacios.

Las estrellas son negras, cuyo manuscrito original se quemó en los incendios de abril de 1948, cuando asesinaron a Jorge Eliécer Gaitán, es su obra más conocida. Gracias a un decreto del gobierno colombiano, y debido al éxito de dicha novela, en 1949 se va a Francia, con una beca en Lenguas y Literatura en la Universidad de la Sorbona. A partir del Congreso Internacional para la Paz realizado en Varsovia en 1950, al que fue invitado en representación de Colombia, fue perseguido durante décadas por Europa del Este, hasta que fue acogido en Polonia, primero, y luego en Rusia, durante casi diez años, viviendo como una suerte de poeta maldito, sin domicilio fijo ni dinero para vivir. Aprendió trece idiomas y tradujo poetas de Rumania, Polonia, Italia, Francia, entre otros. Después de muchos problemas con su documentación pudo regresar a Colombia. En 1974 conoció a Beatriz, su esposa, con quien regresó a Francia y tuvo cuatro hijos[3].

Aun con la popularidad actual de la novela más conocida de Arnoldo Palacios, Las estrellas son negras, hay quienes no la consideran la más emblemática del conjunto de su obra; entre ellos, su propio hijo Pol y un reconocido investigador y académico de la antropología de la afrocolombianidad. 

El eminente antropólogo colombiano Jaime Arocha opinó, hace un poco más de cinco años, que “Las estrellas son negras es un libro tremendamente lúgubre. Hay una especie de pornomiseria, que para mí es agobiante”[4]. Pol Palacios, hijo de Arnoldo, tampoco tiene a Las estrellas son negras como su obra favorita entre las que escribió su padre. “Yo sé que es un libro sumamente importante en la literatura porque tiene el lado social de llevar al mundo la existencia de los negros del Chocó y de su condición social; pero, para mí, el hijo de Arnoldo, eso no era importante en frente del testimonio sobre la herida humana del Chocó, que es Buscando mi madredediós. Entonces para mí y los hermanos, el objetivo número uno de toda la vida ha sido la publicación de Buscando mi madredediós. Y yo me acuerdo que, cuando yo era más joven, yo siempre pensaba que si un día, por ejemplo, él iba a ir al premio Nobel hubiera sido por Buscando mi madredediós y no por Las estrellas son negras”[5].

Su madredediós

Arnoldo Palacios salió de Cértegui a los 15 años, determinado a ir en pos de su madredediós: “Buscar su madredediós, su madredediosita, es una expresión empleada diariamente por nosotros, los negros del Chocó. Significa consagrar sus energías y toda su santa paciencia a conseguir el pan cotidiano, andar alguien en pos de su buena suerte. Uniendo los dos sustantivos, he formado, sin guion, la palabra madredediós, cuyo diminutivo sería madredediosita, que también se usa”[6].

Arnoldo de los Santos Palacios Mosquera no solamente encontró su madredediós. De paso, también halló la gloria y formó parte de diversos movimientos y corrientes internacionales defensoras de la idea, para entonces novedosa, de la garantía universal de los derechos humanos; así como -al lado de los precursores y pioneros de tan poderosa idea- participó en la consolidación y promoción de la causa internacional de la negritud, que desde Europa y África iluminaba a América a través de Fanon, Césaire y Sédar Senghor, irrumpiendo los ámbitos intelectuales, universitarios, políticos, académicos del mundo entero.

La herencia de Arnoldo

Los políticos chocoanos de la primera mitad del siglo XX llevaron al Chocó hasta la escena política e institucional de Colombia y consiguieron para la región personería territorial y administrativa; así como dieron las primeras puntadas acerca del tejido racial de la región como factor de discriminación por parte de las élites colombianas. Rogerio Velásquez, pionero y precursor de los estudios afrocolombianos en las ciencias sociales y humanas de la academia nacional, documentó para la historia y para Colombia la existencia de comunidades y sociedades locales con identidades y realidades socioculturales tan desconocidas e ignoradas como significativas e históricas para la nacionalidad colombiana: las comunidades negras del Chocó. Arnoldo Palacios amplificó y multiplicó esas voces y las ligó a la reivindicación mundial de los conceptos y movimientos de las negritudes; tanto en lo político, por su clara e irrenunciable militancia socialista y racial; como en el campo histórico, literario, social y étnico, mediante la difusión -en aquella Europa compleja en la que llegó a vivir en 1950- de sus relatos, análisis y ficciones sobre aquel Chocó lejano donde, en un punto aún más lejano (Cértegui), había nacido. De hecho, la primera edición de su celebrada obra La selva y la lluvia fue hecha en Moscú, en septiembre de 1958, por la Editorial Progreso.

Además de los textos de su autoría,
la obra de Arnoldo Palacios incluye traducciones
de poesía de diversas lenguas al español.
FOTOS: Centro Virtual Isaacs-Universidad del Valle.

Dos años antes de morir, en una entrevista con Darío Henao Restrepo y Jairo Henry Arroyo, Arnoldo Palacios habló de los orígenes de su vocación literaria: “Mi vida de escritor sí empezó cuando yo era niño, porque yo sufrí de un ataque de poliomielitis como a los dos años de nacido, dos años y medio, y entonces yo no podía caminar, me atacó las piernas. Entonces yo, como no podía correr, ni brincar, entonces tenía mucho tiempo para sentarme y observar el mundo, observar la vida, la gente, los niños, los animales, escuchar la naturaleza… Creo que ahí empezó mi vida de escritor”[7]. Una vida que, íntegra, dedicó a la escritura de ensayos, artículos, crónicas y reportajes, novelas y cuentos, en los cuales plasmó -de modo absolutamente original y admirable- lo que desde su primera infancia había pasado a través de sus ojos que siempre vieron más allá de donde los demás veían, y de su alma, modelada para la trascendencia desde aquella tarde en la que descubrió que podía nadar en el río de su pueblo sin la ayuda del flotador de balso que un pariente había labrado para él y que si seguía el curso de su río natal podría salir a Colombia y desde ahí viajar al mundo. Ese día había empezado a gestarse su periplo vital y una de sus más maravillosas obras: Buscando mi madredediós.

El Ministerio de Cultura de Colombia acaba de declarar 2024 como el Año Arnoldo Palacios. En ese marco, “Las estrellas son negras y Buscando mi madredediós, otra obra de Palacios, se podrán encontrar para consulta a partir del primer trimestre del año en 1480 bibliotecas públicas del país, en 80 bibliotecas populares y comunitarias, y en 600 bibliotecas rurales itinerantes”[8], anunció el Ministerio. Ojalá que, de verdad, así sea. La memoria y la incalculable herencia humana e intelectual de Arnoldo Palacios lo ameritan con creces.


[3] Planeta Libros Colombia. Arnoldo Palacios.

https://www.planetadelibros.com.co/autor/arnoldo-palacios/000052265 Consultado: 21 01 2024.

[5] Pol Palacios, hijo de Arnoldo Palacios. El Hombre Universal: La historia de Arnoldo Palacios. Documental de Andrés Morales. 2018. Veo-Telepacífico. Ídem. Ibidem.

[6] Arnoldo Palacios. Buscando mi madredediós. Universidad del Valle y Ministerio de Cultura, 2009. 344 pp. Pág. 19.

[7] Arnoldo Palacios en ConversanDos: Arte y Cultura. Centro Virtual Isaacs, Universidad del Valle, 2013. https://www.youtube.com/watch?v=bU7t_qX9y40

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