lunes, 29 de noviembre de 2021

Cantares de los tres ríos

 “Cantares de los tres ríos”

Rogerio Velásquez Murillo en Bogotá (1957).
Y una imagen de la publicación original
de sus Cantares de los tres ríos (1960).

En 1960, bajo el título “Cantares de los tres ríos” y clasificadas por temáticas y tendencias, Rogerio Velásquez publicó un compendio de 750 coplas recogidas, transcritas, compiladas y revisadas durante varios años de trabajo. Un homenaje a la picaresca popular, a los juglares de los pueblos del Atrato, el San Juan y el Baudó, del Pacífico chocoano y del lejano Darién; a los poetas populares negros que con sus versos -originales o parafraseados de coplas castellanas- engalanaron las noches de ocio y de fiesta, de velorio o celebración, consiguieron amores y de sus pérdidas se malhayaron, y de cuatro en cuatro versos pregonaron sus ideas sobre la vida y la muerte, sobre el presente y el pasado, sus pensamientos, vivencias y sueños.

 

“Son coplas lejanas en el tiempo, muchas en la verdad, en tanto que otras brillan por sí mismas por aquilatar sensaciones, sopesar sentimientos y delimitar el yo de la familia que las usa en sus azares cotidianos. El lírico frustrado que aparece a diario en el chocoano de todas las jerarquías, irrumpe en el escenario universal con este haz de cuartetas que evocan con fidelidad un pasado que no parecía ser el alba transparente de días nuevos”, anota Rogerio Velásquez, en la primera sección de este trabajo, que forma parte del conjunto de investigaciones con las cuales quien fuera el primer antropólogo negro en Colombia inauguró en el país -hace más de medio siglo- los estudios sobre comunidades y culturas afrocolombianas. En próxima ocasión, ofreceremos en El Guarengue una muestra de las introducciones que para cada grupo de coplas escribió Rogerio Velásquez.[1]

 

Por ser la primera vez
que en esta casa yo canto,
gloria al Padre, gloria al Hijo,
gloria al Espíritu Santo.


Es mi novia la palanca,
mi padrino el canalete;
mi pariente la batea
y mi hermanito el machete.
 
Para plátanos, Arquía;
para maíz, Bojayá;
para muchachas bonitas,
Tutunendo con Neguá.
 
Para plátanos, Purricha;
para cocos, Pilizá;
para mujeres bonitas,
no hay como Togoromá.
 
Dios hizo el cielo y la tierra
y los santos de Israel;
pero jamás ha podido
hacer otro igual a Él.
 
Argumento, argumentico,
argumento, argumentando,
si Dios está en todas partes,
¿por qué no lo estás tocando?
 
Quien espera, desespera.
dice el oro en la balanza;
el que espera con paciencia
tarde que temprano alcanza
 
Dime ya si es que me quieres.
no me andes atormentando,
que no eres purgatorio
para tenerme penando.
 
¿De qué te vienes riendo,
cuerpito descoyuntado,
ojitos de haber dormido,
boquita de haber besado?
 
Las estrellas en el cielo
no se cansan de alumbrar,
así no me canso yo
de ponerte voluntad.
 
El bejuco cuando nace
nace hojita por hojita,
así principia el amor:
palabra por palabrita.
 
Es tanto lo que te quiero,
y lo que te quiero es tanto,
que si no fuera pecado
te adorara como santo.
 
Para la oreja, la plata;
para la garganta, el oro;
pa’ las muchachas bonitas
el cariño y el buen modo.
 
Tus ojos son dos luceros,
tu boca es un alelí,
y tus manitas dos rosas
que nacieron para mí.
 
Una estrella se ha perdido
y en el cielo no aparece,
por tu ventana se entró
y en tu cara resplandece.
 
Mis ojos lloran por verte,
mi corazón por amarte,
mi boca por darte un beso,
mis brazos por estrecharte.
 
Mientras más hondo está el pozo,
más clara se pone el agua;
mientras más te alejas tú
más te siguen mis palabras.
 
El que agravia escribe en agua;
el agraviado, en arena;
cuando el que agravia se olvida,
el agraviado se acuerda.
 
Tengo un dolor no sé dónde,
nacido de no sé qué,
sanaré yo no sé cuándo,
si me cura no sé quién.
 
La yerbabuena florece
por la senda de los ríos,
amores encontrarás
pero no como los míos.
 
No pienses que yo te quiero,
porque te miro la cara,
muchos entran a las tiendas,
miran y no compran nada.
 
Palmita de chontaduro,
cogollito de aguacate,
si me habrías de olvidar
para qué me sonsacaste.
 
Venga acá, señor galán,
lo que le digo es muy poco:
si usté no tenía palanca
para qué buscaba potro.
 
A la muerte no le temo
ni porque la halle en la calle,
porque sin mando de Dios
la muerte no mata a nadie.
 
Nunca en mi vida confío
en ceguera de los viejos,
porque si cerca no ven
con la mente ven muy lejos.
 
Una mujer me pidió
para pascua una camisa,
no quiero vestir altar
para que otro diga misa.
 
Si vas para Atrato abajo
lleva tu toldo seguro,
que de día pica el mosco
y de noche es el zancudo.
 
La luna salió preñada,
un lucero la empreñó,
qué bravo se puso el sol
cuando la luna parió.
 
Un negro conservador
es música que no suena,
es como un parche en la espalda
cuando el dolor es de muela.
 



[1] Entre otros artículos publicados anteriormente en El Guarengue sobre esta figura extraordinaria de la antropología colombiana, puede leerse:

https://miguarengue.blogspot.com/2021/01/recordando-rogeriovelasquez-rogerio.html

lunes, 22 de noviembre de 2021

Oro biche

 Oro biche

Balanza artesanal para peso y medida de metales 
usada en comunidades afrocolombianas. 
Región Pacífico de Colombia. FOTO: Colección Etnográfica ICANH.

Luego de ser considerado oro biche y desechado por carecer de valor, durante la época colonial y casi todo el primer siglo de vida republicana de Colombia, el platino se convertiría, especialmente entre 1916 y 1929, cuando “su precio mundial se mantuvo excepcionalmente alto”[1], en un metal precioso de mayor valor comercial que el oro, con repercusiones inusitadas en la historia del Chocó. La dinámica económica surgida alrededor de su explotación hizo posible una época de florecimiento comercial e industrial para la región, con epicentros en Condoto, Andagoya, Istmina y Quibdó. Simultáneamente, se produjo un vertiginoso crecimiento político e institucional alrededor de la figura administrativa de la Intendencia Nacional del Chocó.

Este boom del platino durante las tres primeras décadas del siglo 20 se reflejó, por ejemplo, en una arquitectura privada y pública de corte moderno y en un proyecto de ciudad inspirada en sus contemporáneas del Caribe, Europa y los Estados Unidos, que le servían como referentes a sus élites dirigentes y con las cuales Quibdó mantenía conexión permanente a través de la navegación fluvial por el Atrato, que desde Cartagena traía hasta aquí ciudadanos de todo el mundo, cuyas manifestaciones culturales y artísticas terminarían incidiendo en la vida cotidiana de esta villa cosmopolita enclavada en un claro de selva a la orilla de su río tutelar. De modo que Quibdó era, “a comienzos del siglo XX, un puerto con vapores de lujo, aserríos, fábricas de bujías, industria de licores, de bebidas gaseosas, cinco hoteles, alumbrado público, escuelas, colegios, bibliotecas, calles asfaltadas, alamedas, cuerpo de bomberos, imprentas, talleres de fotograbado, cines y bares de lujo”[2].

Paralelamente con ese esplendor económico, desde la Intendencia se pusieron en marcha planes que hicieron posible el aprovechamiento del mismo para algo más que el crecimiento de los capitales privados nacionales y extranjeros de los dueños del negocio. Mediante el fomento a la agricultura, la generación de empleos formales en las obras públicas y el apoyo a la producción artesanal, los gobiernos intendenciales apuntaron a generar cierto grado de mejoramiento de la calidad de vida de la población. En este propósito se destaca significativamente lo relacionado con garantizar el acceso del pueblo raso a derechos antes impensables, como la educación pública universal y gratuita, que sería -en gran medida- fundamento de los movimientos de conciencia racial y territorial que alimentarían un proyecto regional de identidad y desarrollo que halló en el proceso de departamentalización el núcleo de sus reivindicaciones y en la frase de Diego Luis Córdoba: “Por la ignorancia se desciende a la servidumbre, por la educación se asciende a la libertad” la síntesis del pensamiento emancipatorio de una generación brillante cuya formación universitaria, en gran parte, fue posible gracias al programa de becas del gobierno nacional administrado por la Intendencia Nacional del Chocó, que llevó a esta pléyade de chocoanos a las mejores universidades de Colombia, en cuyos claustros comenzó su brillo dentro del panorama intelectual y político de un país que hasta ese momento solamente sabía del Chocó por sus minas y sus bosques.

Aunque “el platino era conocido y usado en América del Sur en el tiempo precolonial, pues en tumbas indígenas en Esmeraldas (Ecuador) se han encontrado joyas de oro con platino”[3], durante toda la Colonia fue considerado “infusible e inútil”, al punto que “en 1735 menciona Antonio de Ulloa el platino del Chocó como mineral que desvaloriza el oro explotado en los aluviones” y “por su semejanza con la plata y para clasificarlo como metal de poco valor se le dio el nombre de platina y más tarde el de platino”[4]. Hacia 1778, la Corona española ordenó consignar en sus cajas, pero sin retribución alguna, todo el platino que se sacase, para evitar falsificaciones de la plata. “Diez años más tarde se pagaron por cuenta de Su Majestad dos pesos por cada libra de platino. En estos diez años se recogieron en Cauca (Popayán) y el Chocó, por las cajas reales, más de 2.000 kg de platino, los cuales fueron arrojados distintivamente, por oficiales reales, en presencia de testigos, en los ríos Bogotá y Cauca, y otra parte fue enterrada en el Chocó. Fuera de esto se botaron grandes cantidades de platino por los mismos mineros, sin presentarlas a las cajas reales, o se vendieron a extranjeros que pagaban mejores precios, pues en Europa se prestó desde 1748 alguna atención a este metal a raíz de estudios científicos de sus propiedades físicas y químicas”[5]. “En la década de 1860, las industrias química, de ingeniería eléctrica y dental encontraron nuevos usos para este metal. Una mayor demanda generó un aumento sostenido en la producción rusa, particularmente entre mediados de la década de 1870 y el final del siglo XIX. El desarrollo de nuevas técnicas de procesamiento multiplicó los usos de este metal, especialmente para joyería. Todos estos cambios generaron un aumento en el precio del platino, que en 1905 sobrepasó el del oro. En ese entonces Rusia era todavía casi el único productor de este metal. Colombia exportaba una cantidad mínima, equivalente al 3.2% de las exportaciones rusas”[6].

Instrumentos de minería artesanal en comunidades afrocolombianas.
Región Pacífico de Colombia. FOTOS: Colección Etnográfica ICANH.
Collage: El Guarengue.

Con la llegada del nuevo siglo la producción de platino en los Montes Urales cayó estrepitosamente, en más de un 80% de sus niveles acostumbrados, por efectos de la Revolución rusa. Durante casi una década (1916-1924), Colombia pasó a ser el mayor productor mundial de platino: de 211 kg en 1906, se pasó a 1.586 kg en 1921, y hasta 1930 se mantuvieron promedios cercanos a los 1.500 kg. La mayor parte de dicha producción provenía del Chocó, en donde, además de la explotación mecanizada y artesanal de los aluviones de los ríos San Juan y Condoto, se llegó incluso a romper las calles y a tumbar casas en Quibdó, Nóvita e Istmina, en busca del platino que había sido botado y enterrado durante la Colonia, cuando aún era solamente oro biche que deterioraba la calidad del oro puro y podría prestarse para falsificar la plata.

En el cenit de su producción y de sus precios, el platino llegó al mundo de la joyería, que hasta entonces parecía reservado al oro y la plata. En bellas filigranas fabricadas en Condoto e Istmina y en Quibdó, el antiguo metal inútil se había transmutado también en alhajas que se lucían y se guardaban cual tesoro en los cofres y en las cajas de caudales. Así mismo, superando cualquier imaginación, la gloria y la celebridad del platino llegaron hasta el lenguaje figurativo: el cierre con broche de oro pasó a serlo con broche de platino, como se puede leer en un telegrama que 53 damas de la sociedad quibdoseña le envían al entonces Presidente de la República, Enrique Olaya Herrera, el 8 de febrero de 1930:

Bello telegrama de las damas de Quibdó

Doctor Enrique Olaya Herrera

Bogotá

 

Hoy cuando la conciencia nacional ha despertado a la realidad de los hechos y con un acierto y con una fe de vidente, os ha señalado como el piloto más capaz de llevar la nave de la república a puerto seguro; hoy cuando un plebiscito casi unánime ha demostrado con la realidad de los hechos cuanto valéis y cuanto espera de vos la patria; no puede la mujer chocoana restaros su tributo de admiración; ni dejar de ofreceros su adhesión:

 

A ello nos compele nuestro patriotismo exaltado, así como vuestra maciza plataforma política, en la cual también habéis expresado vuestro noble anhelo de encumbrar civilmente la mujer colombiana. Hemos dejado nuestras hermanas de todo el país ser los heraldos de la voz femenil y nosotras queremos cerrar con la nuestra desde este sitio –del vigía alerta– con broche de platino, el circulo de nuestro triunfo. Que seáis el guía escogido por Dios para llevar a nuestra madre patria al pináculo de sus antiguas glorias.

 

Obsecuentes admiradoras:

Rosario de Rey, Judith Ferrer Herrera, Herlinda Torrijos, Felicia Rey, Pepita Rodríguez, Thelma Garcés, Camila Díaz, Melba Díaz, Avelina Rodríguez, Beatriz de Ferrer, Sergia Andrade, Margot Arrunátegui, Esther de Ferrer, María Meluk, Valentina de Echeverri, Rosa de Ferrer, Mercedes Andrade, Belén Perea, Matilde Ferrer, Rosa Emilia de Perea, Carmen Ferrer, Adriana de Meluk, Florentina Ferrer, Colombia Rey, María Ferrer, Maruja Rey, Amparo Ferrer, Edith Rey, Francia Ferrer, Felicidad de Rodríguez, Angela de Ángel, Irene de Ángel, Sara Garcés, Mercedes de Ferrer, Silvia de Costa, Bertha de Ferrer, Rita Paz, Beatriz de Cújar, Micaela de Ferrer, Susana de Garcés, Cristina Garcés, Matilde Rengifo, Eladia García, Ninfa de Posso, Aura de Medina, Judith de Ferrer, Elvia Rodríguez, Raquel de Rey, Rosa Cruz Padilla, Ana Padilla, Adelaida de Castro, Carmen Castro, Camila Castro.

 

Quibdó, febrero 8 de 1930.


Publicado en el periódico ABC. Quibdó, 12 de febrero de 1930.

 

Lo que por agua viene por agua se va. El boom del platino comenzó a apagarse. “Los altos precios también estimularon la producción en Canadá y Sur África. Con la recuperación de la producción rusa y el descubrimiento de sustitutos para el platino los precios cayeron. Para 1934 el precio del platino descendió por debajo del precio del oro”[7]. Así como la gloria de tres décadas, producida por acontecimientos en la lejana Europa Oriental, había llegado hasta “aquel villorrio perdido en las selvas de Suramérica, donde había platino como agua”[8]; hoy, pasados los años de aquella bonanza, desde el poderoso norte y desde la lejana y ancestral África, llegaban los motivos de un desmadre: “El Chocó está en la ruina. Los importadores yanquis cablegrafiaron ya que no envíen un grano más de platino, pues el precio del puro, que es el único que tiene ventas, entre los joyeros, descendió a $36 la onza”, informa el periódico ABC en abril de 1930[9]. En septiembre, la onza de platino descenderá a $12, cuando en sus momentos cumbres estuvo por encima de $50.

Luego de cuatro años de residencia en Istmina como funcionario oficial, don Lisandro Mosquera Lozano regresa a Quibdó en septiembre de 1930 y le narra al periódico ABC pormenores y detalles de la "pavorosa situación" que se está padeciendo en la Provincia del San Juan, debido a la crisis de producción del oro y el fin del boom del platino: “Las riberas del río Condoto, antes tan pobladas y llenas de vida, son ahora playas de desolación, inhabitadas. Las gentes han emigrado y están emigrando para el Atrato en busca del oro, que vale hoy más que el platino. De El Tapón pasaron recientemente 600 hombres, mujeres y niños para las regiones del Andágueda en busca del metal amarillo. Constantemente pasan por Istmina los campesinos emigrados en dirección al Atrato, que ellos consideran hoy por hoy la tierra de promisión[10]. La compañía minera Chocó Pacífico adeuda cada vez más salarios a sus trabajadores y ha empezado a despedirlos masivamente. “El pueblo está pasando gravísimas dificultades. Las privaciones llegan al límite del sacrificio. Hay hambre en el pueblo, y a qué no decirlo con franqueza, en las esferas más elevadas también”, remata su relato don Lisandro[11]. El espejismo del antiguo oro biche había llegado a su fin.


[1] Leal León, Claudia. 2009. LA COMPAÑÍA MINERA CHOCÓ PACÍFICO Y EL AUGE DEL PLATINO EN COLOMBIA, 1897-1930. En: Historia Crítica Edición Especial, Nº 39. Bogotá, noviembre 2009. Departamento de Historia, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes. 362 pp. Pág. 150-164

[2] Mora Meléndez, Fernando. Quibdó cosmopolita. Universo Centro N° 88, julio 2017. Consultado en: https://www.universocentro.com/NUMERO88/Quibdocosmopolita.aspx

[3] La historia del platino, de Robert Wokittel. En El Guarengue:

https://miguarengue.blogspot.com/2020/08/historia-del-platino-robert-wokittel.html

[4] Ibidem.

[5] Ibidem.

[6] Leal León, Claudia. 2009. Op. cit.

[7] Leal León, Claudia. 2009. Op. cit.

[8] Mora Meléndez, Fernando. Op. cit.

[9] Periódico ABC. Quibdó, 14 de abril de 1930.

[10] Periódico ABC. La situación de los pueblos del San Juan. Quibdó, 23 de septiembre de 1930.

[11] Ibidem.

lunes, 15 de noviembre de 2021

Solemnidades de un centenario

 Quibdó 1930
Las solemnidades de un centenario
Parque Centenario. Quibdó, 1930. Foto: Misioneros Claretianos.

Hace 91 años, en un lapso de dos meses, entre el 15 de septiembre y el 11 de noviembre de 1930, las autoridades municipales e intendenciales de Quibdó y el Chocó emitieron tres decretos y una resolución referentes a la celebración -en su jurisdicción- del primer centenario de la muerte del Libertador Simón Bolívar, que se conmemoraría con toda pompa el 17 de diciembre de ese año en todo el país y con especial solemnidad en la Quinta de San Pedro Alejandrino, en Santa Marta, en donde el corazón del prócer había dejado de latir para siempre y a donde se trasladaría el Presidente de Colombia, Enrique Olaya Herrera, mientras en la Plaza y en la Quinta de Bolívar de Bogotá lo representaba en los actos protocolarios su Ministro de Relaciones Exteriores Eduardo Santos Montejo.

El 15 de septiembre de 1930, el Director de Educación Pública de la Intendencia Nacional del Chocó, Juan J. Carrasco, expidió el decreto Nº 235[1], mediante el cual, “con motivo del centenario de la muerte del Libertador Simón Bolívar”, se prorrogó “el año lectivo de todas las escuelas públicas de la Intendencia del Chocó hasta el 19 de diciembre del presente año, con el único fin de que todas, en sus respectivas localidades, tomen parte activa en los homenajes que se tributen al Libertador Simón Bolívar, el día 17 de diciembre del presente año”. Carrasco era conservador y había sido Intendente en la década anterior, cargo desde el cual había promovido la idea de que las vías y caminos de penetración hacia el Chocó eran de gran valor político para disminuir la preponderancia liberal en la región, pues, como lo expresó en carta al presidente Marco Fidel Suárez, en 1918, “por esos caminos nos vendrá sin duda mucho elemento conservador y eso lo necesitamos con urgencia, para ir acabando de desalojar la mayoría contraria, y cambiar la faz política chocoana”[2].

Ocho días después de ese primer decreto, Juan J. Carrasco fue reelegido por el Ministro de Educación Nacional, Abel Carbonell, como Director de Educación Pública de la Intendencia. Se posesionó el 24 de septiembre ante el Intendente Heliodoro Rodríguez, con cuya aquiescencia se había producido su nuevo nombramiento. Así, renovado en sus funciones, a media mañana del 16 de octubre, Carrasco publicó la Resolución Nº 27 de 1930, “por la cual se crea el Álbum de Bolívar, como homenaje en el día de su fallecimiento”[3]:

El Director de Educación Pública de la Intendencia del Chocó […]

Resuelve:

Créase el Álbum Bolívar, en la Intendencia del Chocó, con motivo del centenario de la muerte del grande hombre. Este álbum se formará con pensamientos dedicados al Libertador relativos a cualquiera de las épocas de la vida del ilustre hombre. La Dirección de Educación Pública suministrará el álbum y se encargará de ir trasladando a él los pensamientos que reciba y los originales quedarán cuidadosamente conservados y empastados para obsequiarlos a la biblioteca del Centro de la juventud católica de Quibdó. El día último del mes de noviembre queda cerrada la inserción de los pensamientos, para poder remitir el álbum al Director de Educación Pública del Departamento del Magdalena, para que él lo coloque en el lugar correspondiente en la Quinta de San Pedro Alejandrino. Si la Intendencia se hiciere representar en las solemnidades del Centenario, el comisionado será el portador del álbum.

 

Cópiese y publíquese. Dada en Quibdó a diez y seis de octubre de 1930.

 

Juan J. Carrasco.

 

República de Colombia. Intendencia Nacional del Chocó. Despacho del Intendente. Quibdó, octubre 16 de 1930. Aprobada.

 

El Intendente. Heliodoro Rodríguez.

Quince días después, el alcalde de Quibdó, Luis Padilla, y el secretario de la Alcaldía, Balbino Arriaga Castro, firmaron y promulgaron el decreto Nº 56 de 1930, “por el cual se crea la junta organizadora de las solemnidades del centenario de la muerte del Libertador”[4]. El Secretario de Gobierno de la Intendencia, Julio Strauch, encabezaba esta junta, acompañado de Agustín Rey Barboza, Rodolfo Castro Baldrich, Manuel A. Santacoloma, Vicente Martínez Ferrer, Miguel Ángel Ferrer y el Padre José Miró, misionero claretiano y Cura Párroco de la ciudad, quien cuando recibió la noticia estaba dándole la bienvenida a sus nuevos compañeros de misión, el Padre Pedro Grau y Arola, quien veintitrés años después se convertiría en obispo y Vicario Apostólico de Quibdó, y el Hermano Eduardo Ullate, quien permanecería en la ciudad por casi 40 años y se haría famoso entre vivanderas y vendedores del mercado local, por sus labores como mandadero del convento.

Mediante el decreto Nº 298 del 11 de noviembre de 1930[5], “por el cual se honra la memoria del Padre de la Patria”, el propio Intendente nacional del Chocó se sumó a las previsiones para tan histórica efeméride. En uso de sus atribuciones legales, el Intendente estableció, entre otras cosas, que en todos los municipios de la Intendencia se rindiera un “homenaje serio” al Libertador el día del centenario de su muerte…

Artículo 1° En todos los municipios de la Intendencia se rendirá el día 17 de diciembre un homenaje serio en conmemoración del centenario de la muerte del Libertador y Padre de la Patria.

Artículo 2° La Intendencia designará una comisión especial que coloque una corona ante el monumento del Libertador a nombre del Chocó, en San Pedro Alejandrino. 

Artículo 3° En todas las escuelas de la intendencia se verificarán actos especiales de severa y patriótica conmemoración, acordes con la solemnidad del momento.

 

Dado en Quibdó a 11 de noviembre de 1930.

 

Heliodoro Rodríguez, Intendente.

El Secretario de Gobierno, Julio Strauch E.

El Secretario de Hacienda, Ricardo Echeverri Ferrer.

El Director de Educación Pública, Juan J. Carrasco.

Las solemnidades del 17 de diciembre de 1930, en conmemoración del primer centenario de la muerte de Simón Bolívar, incluyeron dos minutos de silencio en todo el país, a la una de la tarde de ese día, rememorando la hora oficial del fallecimiento y por mandato expreso del presidente Olaya Herrera. Además de la comisión especial creada por el decreto del Intendente Heliodoro Rodríguez, el Chocó estuvo representado en los actos oficiales por un joven y destacado estudiante de Derecho que era uno de los tres que habían sido designados por la Federación Nacional de Estudiantes -el mismo día de la expedición del decreto intendencial- como delegados para el congreso de estudiantes que se reuniría en Santa Marta “con motivo del centenario de la muerte del Libertador”.

Ese joven era Diego Luis Córdoba, posteriormente considerado padre del Departamento del Chocó, educador y faro de la raza, como reza la inscripción en el monumento a su memoria que preside el costado suroccidental del Parque Centenario, en Quibdó, donde está emplazado también un obelisco conmemorativo del Centenario de la muerte del Libertador Simón Bolívar, el comienzo de cuya construcción fue registrado por el periódico ABC, en su sección de crónica local del 21 de noviembre de 1930, así: “se han principiado los trabajos para erigir una columna simbólica en el Parque del Centenario en homenaje al Libertador[6]. Diego Luis Córdoba concurrió a Santa Marta en compañía de sus colegas estudiantes Luis Alberto Bravo, quien años después sería magistrado de la Corte Suprema de Justicia, y Manuel Antonio “Matoño” Arboleda, quien a pesar de su corta vida (moriría a los 31 años) desarrolló una brillante carrera pública, que finalizó como Secretario General de la Universidad Nacional.

A escasas tres semanas de la celebración, la Personería municipal de Quibdó, mediante aviso publicado en el periódico ABC del 25 de noviembre de 1930, suplicó “a todas las familias de buena voluntad” de la ciudad su cooperación para “la solemnización del centenario de la muerte del Libertador. Con tal objetivo se les exige obsequiar al Padre de la Patria con matas de flores y arbustos, que serán sembrados por los hombres del cuerpo de higiene y seguridad, a cuyo local pueden enviarlas”.

En todo el país, y Quibdó no fue la excepción, se llevaron a cabo celebraciones solemnes en conmemoración del centenario de la muerte de Simón Bolívar, el miércoles 17 de diciembre de 1930. Dos días después, los escolares finalizaron con alborozo el año lectivo en los establecimientos educativos de la Intendencia del Chocó. La columna simbólica en homenaje a Simón Bolívar, cuya construcción no llevaba un mes de trabajos en el Parque Centenario, aún tardaría un tiempo para ser inaugurada.

Casi un siglo después, Quibdó sigue siendo una de las pocas capitales de departamento en Colombia que, aun con el esmero que le puso a la celebración aquella del centenario de su muerte, no tiene en su mobiliario urbano ninguna estatua, busto o monumento en homenaje a Simón Bolívar. Una escuela primaria de varones que llevaba su nombre desapareció junto con el conjunto de construcciones del denominado Barrio Escolar.

Monumentos a César Conto Ferrer y a Diego Luis Córdoba. Quibdó, Parque Centenario, 2019. FOTOS: Julio César U. H.

Dos monumentos, bastante dignos y apropiados, posee la ciudad en su sector central, ambos en el Parque Centenario, dedicados a dos de sus hijos más dignos e ilustres: César Conto Ferrer y Diego Luis Córdoba. A estos dos monumentos, cosa que no le vendría mal a la memoria histórica de la ciudad, podría sumarse algún tipo de recordatorio sobre Manuel Mosquera Garcés, en el parque que lleva su nombre. Así mismo, buscando disminuir los costos del trabajo escultórico, podría pensarse en una galería fotográfica con imágenes de otros personajes relevantes (hombres y mujeres), hecha con tino histórico y acierto estético en su curaduría, en materiales de calidad y alta duración; la cual podría estar distribuida en el escaso espacio público de la ciudad o concentrada en un sitio como el malecón del río Atrato. Igualmente, un letrero digno y apropiado de bienvenida a la ciudad, con uno que otro dato histórico, podría estar ubicado a la entrada de la carretera que conecta a la región con Antioquia, justo en el cruce de la vía de entrada hacia el aeropuerto local; y algún elemento sencillo, pero diciente y de carácter histórico y monumental, podría ubicarse en algunos de tantos espacios amplios de la terminal de pasajeros del aeropuerto.

Quienes visitan a Quibdó por primera vez casi siempre quieren saber algo de historia y, cuando ven el Parque Centenario, preguntan por otros personajes (mujeres y hombres) que de algún modo significativo hayan hecho historia en la ciudad y en la región, en el país y en el exterior; la mayoría de los cuales permanecen ignotos y ocultos bajo el velo del olvido y de la ingratitud. Rara vez el visitante busca en el espacio urbano de Quibdó la presencia monumental de los considerados próceres de la independencia nacional de Colombia, quizás porque en el fondo sabe que Quibdó y el Chocó no han sido precisamente los lugares más entrañables para la dirigencia nacional.


[1] ABC, Quibdó, 29 de septiembre de 1930. El centenario de la muerte de Bolívar y la Dirección de Educación Pública.

[2] Citado por: González Escobar, Luis Fernando (1996). Chocó en la cartografía histórica: de territorio incierto a departamento de un país llamado Colombia. Boletín Cultural y Bibliográfico, Vol. 33. núm. 43. Pág. 69.

[3] ABC, Quibdó, 18 de octubre de 1930. Un nuevo homenaje en el centenario de la muerte de Bolívar.

[4] ABC, Quibdó, 7 de noviembre de 1930. Junta del centenario del Libertador.

[5] ABC, Quibdó. 12 de noviembre de 1930. El homenaje al Libertador.

[6] ABC, Quibdó, 21 de noviembre de 1930. Crónica local.

lunes, 8 de noviembre de 2021

Chocó, 74 años

 Chocó
74 años de vida departamental
Vista de Quibdó desde el río Atrato. 2019. Foto: Julio César U. H.

La antigua Intendencia Nacional del Chocó, creada en 1907, fue convertida en el Departamento del Chocó mediante la Ley 13 del 3 de noviembre de 1947: créase el Departamento del Chocó, formado por el territorio de la Intendencia del mismo nombre. Su capital será Quibdó”, establece sin más vueltas dicha ley, en su artículo 1º. Así pues, en sentido estricto, la conmemoración chocoana del 3 de noviembre de cada año no es una memoria de la chocoanidad, ni de la riqueza natural y cultural de nuestro histórico territorio, ni un inventario de nuestro amor patrio por el terruño que nos vio nacer y nos ha visto crecer parcial o totalmente; sino, en sentido propiamente dicho, una conmemoración de la institucionalidad o vida departamental de nuestro Chocó. Es decir, de lo que se cumplieron 74 años el miércoles de la semana pasada fue de la creación del Chocó como entidad territorial o jurisdicción política y administrativa con categoría de departamento, en el mismo territorio que durante 40 años ostentó categoría de intendencia.


En atención a esa especificidad de la conmemoración, el balance que cada año en conciencia deberíamos hacer es si el paso de intendencia a departamento ha sido tan provechoso y útil como lo pensaron los integrantes de aquel grupo de chocoanos comprometidos y devotos, esa especie de “padres fundadores” de nuestra institucionalidad regional, quienes hicieron hasta lo imposible (por ejemplo, adaptar las normas y requisitos vigentes sobre ese tipo de entidades territoriales) para que el Chocó pudiera ser aceptado como departamento y para conseguir que se expidiera la ley que así lo estableció. ¿Casi tres cuartos de siglo de vida departamental del Chocó se han traducido en desarrollo y bienestar, garantía de derechos y paz, para su territorio y su población? ¿Le fue mejor al Chocó durante 40 años como Intendencia de lo que le ha ido en estos casi 75 que lleva como Departamento?


Dos chocoanos ilustres, el periodista Alejo Restrepo Mosquera y el abogado Mario Serrato Valdés, compartieron públicamente sus sensatos puntos de vista sobre el particular, en sendos artículos que fueron divulgados por redes sociales el día de la efeméride. Por lo valiosos y pertinentes que son, El Guarengue los reproduce, a propósito de las antedichas preguntas. JCUH.


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DOS VECES HA VISTO EL SOL

Por Mario Serrato Valdés

Vicepresidente de la Academia de Historia del Chocó

FOTO: Gil Luque Abogados.

El Chocó ha nacido dos veces. En su primera llegada al mundo republicano conoció la formalidad, la delimitación elaborada, la institucionalidad extendida. Personajes decididos, hijos ejemplares y visionarios le dieron rostro de adolescente vigoroso a la aventura del progreso en la región. Fábricas de gaseosas, comercio febril por el río Atrato, actividad aurífera de gran calado en el San Juan e importantes y audaces actividades en agrocultivos, encontramos en nuestra geografía en ese primer nacimiento.

Una juventud brillante y bien preparada ocupó los cargos públicos y su talento alcanzó para que algunos de ellos ocuparan distinguidas posiciones en el ámbito administrativo nacional y en el espectro educativo de toda Colombia.

Las escuelas normales y la pedagogía pusieron a los chocoanos en los tableros de Colombia. El Carrasquilla en Quibdó, la Industrial en Istmina y el Lozano Scipion en Condoto, por citar solo algunos colegios inmortales, contribuyeron al crecimiento del Chocó y a la formación de la juventud del país entero.

Fueron buenas épocas. Varias figuras políticas, entre las que destacó Diego Luis Córdoba, obligaron a Colombia a considerar a los chocoanos inteligentes y capaces. El respeto se sentía cuando los nuestros hacían presencia en los ámbitos en los que se decidían cosas importantes. Pero tenía mayor brillo entre nosotros mismos. Entre quienes habíamos tenido el privilegio de nacer en esta tierra encantada. La maestra, dignidad que entre nosotros incluso llegó a superar a la de señora, consolidó el respeto que la mujer del Chocó ganó para los suyos y para todos los colombianos que gozaron la educación impartida por una maestra chocoana.

En las primeras letras de Colombia una maestra chocoana enseñó las vocales y sus sonidos misteriosos. Pero algo pasó. Mercaderes sin compromiso con el progreso ni el desarrollo, aparecieron por todas partes. Agitadores de un modelo económico sin alma, en el que el hombre pasó a segundo plano y el dinero ocupó todos los lugares, se encargaron de desconocer y hasta despreciar nuestro mérito magnífico de haber educado a Colombia. Esas fuerzas insensibles desoxigenaron nuestras iniciativas empresariales en crecimiento, y rompieron los moldes de lo que considerábamos virtudes.

Una época aciaga y oscura sustituyó el discurso denso y sesudo de nuestros líderes en el Congreso, y en su lugar se asentó una polilla que pronto dio inicio a un momento en que todo lo construido fue carcomiéndose y extinguiéndose a manos del mercado y del mercader indolente que nunca se detuvo un instante a esperar con paciencia el crecimiento que requeríamos, para seguir mejorando la autoestima que todos los pueblos necesitan a lo largo de su vida, y en particular, en su adolescencia económica, para crecer y consolidar su crecimiento.

Con el cierre de una incipiente actividad empresarial y con la indolencia del comerciante y el político sin raíces y sin nostalgias, nos llegó la violencia. Una violencia de ninguna parte y sin relación con nosotros. Una violencia traída, ajena, de ideas confusas y accionar criminal. Sangrienta violencia de pesares y de odios que no sanaron al sentir el aroma de la lluvia milenaria que nos acaricia desde que nacemos. Esa violencia nos atrapó en su red y nos obligó a sentir un dolor extraño, un dolor sin voz y sin rostro. Muchas cosas se apagaron. Muchos temores surgieron. Muchos miedos se impusieron. Una confusión que nos impidió, incluso, reconocer los sonidos de las palabras con que nos apreciábamos, se apropió de todo. Unos valores extraños y unos personajes venidos de un lugar al que nunca llegará nuestra esperanza tomaron posesión de cada rincón, de cada espacio de nuestras vidas y también de nuestros valores.

En ese nido de pájaros muertos, surgió el plan de desmembrarnos. Las voces de élites altaneras, de viejos amigos a quienes atendimos muchas veces y con gran respeto en nuestra casa, empezaron a tomarse lo nuestro, a enlodar de documentos apócrifos nuestros linderos, a imponer su poder desde el poder. A establecer sus razones y a dar órdenes montados en caballos de pura sangre marchitada, en el aquelarre del dinero fácil. Entonces nos miramos al espejo, repasamos nuestras canas, sentimos músculos en los brazos y recordamos que podíamos llevar una canoa río arriba durante días enteros con cargas de plátano, borojó y chontaduro, y nos pusimos de pie.

De alguna parte salieron las mentes capaces, las estrategias inteligentes, la unidad en la dignidad, la disposición para ganar que tanto habíamos perdido... y volvimos a nacer. Un parto nuevo. Una preñez luminosa nos volvió a traer al mundo. Un nuevo asomo a lo que somos y alguna vez fuimos volvió a aparecer en el espejo de nuestra esperanza.

El Chocó nació de nuevo. Hace 74 años un parto suave de madre blanda y acariciadora nos trajo al mundo. Y hace 5 años un nuevo parto, doloroso e incierto, nos recordó que seguimos en él. Una aventura que no conocíamos pero que estábamos dispuestos a asumir con decisión y dignidad, volvió a traernos y a acercarnos y nos recordó lo felices que podemos ser cuando las circunstancias y la inteligencia nos unen y nos retornan al triunfo inigualable de seguir siendo chocoanos y de mantener, gracias a un segundo nacimiento, la integridad inmodificable de nuestro territorio.[1]

Feliz cumpleaños, Chocó del alma. Aquí seguiremos tus hijos por siempre y para siempre.


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 CHOCO, SETENTA Y CUATRO AÑOS DE INCERTIDUMBRES
Por Alejo Restrepo Mosquera
Periodista Chocoano
FOTO: https://www.funcionpublica.gov.co/

Hoy miércoles 3 de noviembre del 2021, se cumplen 74 años de la promulgación de la Ley 13 del año 1947, legislación esta que convirtió a la antigua Intendencia del Chocó en departamento, sin cumplir este los requisitos legales que exigía la derogada constitución de 1886. Ello se logró gracias a la enjundia y prestigio político que tenían en el parlamento colombiano los doctores Diego Luis Córdoba, Eliseo Arango Ramos, Manuel Mosquera Garcés, Adán Arriaga Andrade, entre otros, y sus aliados políticos de otras latitudes de la patria, que coadyuvaron con esta loable obra.

Han transcurrido setenta y cuatro años y los chocoanos no hemos podido salir del latente atraso, ni se ven en el futuro inmediato los líderes que lo conduzcan a puerto seguro; antes, por el contrario, vamos de mal en peor cabalgando lentamente hacia su disolución a futuro como ente territorial; todo debido a la crisis de gobernabilidad y al relajamiento de las costumbres de hacer la política, eligiendo solo por dinero, sin ninguna conciencia sobre el futuro del departamento. Es tal la crisis de gobernabilidad y de institucionalidad en el Chocó, que en el pasado su clase parlamentaria fue judicializada, y a un gobernador elegido popularmente le fue anulada su elección, antes de concluir su periodo, por el Consejo de Estado y hubo la necesidad de elegir su remplazo, pero antes de ello pasaron por la dirección de este departamento la bicoquita de 5 gobernadores.

La expresión popular de que todo tiempo pasado fue mejor se aplica muy bien al Chocó. Antes de convertirse este ente territorial en departamento, el manejo de la cosa pública en esta comarca de la patria colombiana caminaba muy bien, ya que los Dones administradores de la cosa pública en el pasado, según mi criterio, eran de una acrisolada honradez, y no les asistía ningún ánimo de enriquecerse a costa del erario, solamente les interesaba la suerte y el mejor estar de su departamento: qué viejos tiempos aquellos, cuando la cosa pública marchaba muy bien. 

Los políticos y administradores actuales, que sucedieron a los antiguos líderes, realmente no quieren al Chocó. Al cimentar su llegada al poder solo para lucrarse y beneficiarse del erario público, se maneja la cosa pública con mucha ineptitud, falta de sentido de pertenencia y de amor por lo nuestro; solo llegan al poder los más ineptos. En las últimas décadas, se llega a los altos cargos públicos de esta región de la patria mediante el poder corruptor del dinero, solamente comprando la conciencia a sus ciudadanos, aprovechándose de su alto grado de ignorancia y pobreza. La mayoría de los recursos públicos se pierden debido al execrable fenómeno de la corrupción. Es de ahí que el progreso no se percibe, ya que todos los recursos se dilapidan.

Hoy en día en el país cargamos con el estigma de ser muy malos administradores y, para colmo de males corruptos, es de ahí los pésimos resultados de la gestión fiscal de este departamento y la estigmatización del elemento chocoano por parte del gobierno central, que a diario nos violan nuestra autonomía territorial para autogobernarnos, importándonos elementos foráneos para que vengan a gobernarnos, marginando así a nuestro elementos profesionales, aunque al final siempre resultó peor el remedio que la enfermedad.

Opino que, para que esta  jurisdicción de la patria salga de la crisis eterna en que está inmersa y se oriente hacia el verdadero desarrollo deseado, los chocoanos deberíamos cambiar de actitud y hacer una reingeniería total a la forma como se ha venido  manejando la cosa pública  en las últimas décadas y revisar la  forma como se elige sus gobernantes, cesar los odios, las luchas intestinas, la persecución entre los mismos chocoanos, ya que, como últimamente se han elegido nuestros gobernantes, así “no llegamos a ningún Pereira”, como dice un sabio refrán popular.

Actualmente se requiere de un nuevo tipo de ciudadano chocoano, que tenga más sentido de pertenencia; que accedan a las administraciones públicas los más idóneos y honestos, con vocación de servicio; y que se elija a conciencia y no por el vil dinero invertido por los camarilleros politiqueros de siempre. Así mismo, que se tenga una actitud crítica hacia los gobernantes locales y nacionales, ya que el colectivo chocoano se debería convertir en garante y protector de los recursos públicos reservados para el mejoramiento de su calidad de vida. Debido al mal manejo de la administración pública en el Chocó, en los últimos tiempos los mejores gobernantes del Chocó han sido los paros cívicos, incluso algunos de ellos con pérdida de vidas humanas.

De no hacerse la tan anhelada reingeniería, estimo que corremos el riesgo de seguir eclipsándonos como ente territorial, ya que según las estadísticas hoy en día somos de los pocos entes territoriales de mayor inviabilidad financiera del país, es decir, somos improductivos, ineficientes y protervos administradores de la cosa pública e inclusive en el alto gobierno nos subestiman y nos discriminan territorialmente. En las actuales condiciones, considero, según mi concepto, que somos un paciente en cuidados intensivos y con pronóstico muy reservado. Ante este cruel panorama, no es admisible que aún se continúe con la pasividad y aguante del pueblo chocoano con su funesta clase dirigente, que cada que hay unas elecciones todos se unen para seguir haciendo lo mismo. Es por ello que el codiciado desarrollo está muy lejos de llegar; la culpa del intrascendente desarrollo del Chocó, no es solo culpa de los politiqueros que siempre han desilusionado al pueblo chocoano, sino también del instintivo pueblo chocoano, que no reacciona a renovar su intranscendente clase política y siempre elige a los corruptos. En este caso, el pueblo no se convierte en víctima, sino en cómplice de sus verdugos.


[1] N.B. Esta referencia del autor alude al triunfo jurídico y político del Chocó sobre Antioquia en el litigio por el territorio del futuro municipio de Belén de Bajirá.

lunes, 1 de noviembre de 2021

La ciudad de los sueños apagados

La ciudad de los sueños apagados

“Por el boulevard de los sueños rotos
moja una lágrima antiguas fotos”
Joaquín Sabina

En Quibdó, 126 niños y jóvenes han muerto asesinados durante los primeros diez meses del año 2021. Sumados los del año 2020, la cifra se acerca a 300 y, contados desde 2015, el total es de 585. De modo que la tasa anual de homicidios de la capital del Chocó durante la última década ha sido entre dos y cuatro veces mayor al promedio nacional y más del doble que la de Buenaventura. En la región del Pacífico colombiano, solamente Tumaco supera estas tristes y fúnebres cifras. 

Además de las penurias propias de la pobreza multidimensional en la que viven 4 de cada 10 de los 120.000 habitantes de Quibdó, 84.000 de los cuales han sido víctimas del conflicto armado; los barrios y comunas con mayores problemas en la ciudad fueron convertidos -desde hace un poco más de veinte años- en centros de operaciones de las estructuras armadas y operativas ligadas a la explotación ilegal de oro y de madera, el microtráfico y la extorsión al comercio y a sectores profesionales y de servicios (por ejemplo, el transporte terrestre y fluvial) con algún nivel de solvencia económica. Aprovechándose de la escandalosa situación de carencia material de la población, especialmente de la clásica “falta de oportunidades” de empleo y educación para la juventud, dichas estructuras fueron sometiendo paulatinamente a la gente a su accionar y a sus dinámicas, controlando su vida cotidiana en todos los sentidos, imponiendo el terror y el miedo, y convirtiendo la pobreza y la exclusión en factores de proclividad a las actividades delincuenciales. 

Disputas territoriales y ajustes de cuentas forman parte de esta situación, que conlleva enfrentamientos armados en medio de los cuales van cayendo uno a uno muchachos y muchachas cuyas vidas no alcanzaron a ser ni siquiera un proyecto, porque ni el Estado nacional ni sus propias autoridades regionales y locales -a las cuales ayudaron a elegir bajo la promesa de que su vida mejoraría- fueron o han sido capaces de construir para ellos alternativas y soluciones reales, más allá de lugares comunes y estériles como el espejismo de la conformación de clubes deportivos o grupos de baile bajo el supuesto de que estos, por sí solos y como por arte de magia, alejarán a los jóvenes de la delincuencia y de la muerte; como si la delincuencia y la muerte no detentaran el poder que el Estado no tiene en cada rincón de los maltrechos barrios donde la vida hace mucho tiempo dejó de ser un derecho y se convirtió en el indigno premio mayor de una lotería inhumana cuyo sorteo se lleva a cabo todos los días, mientras que gobernantes y autoridades siguen empeñados en exhibir un poderío policial y militar que en la práctica no pasa de ser una especie de ladrido a la luna.

Para recordarnos el dolor de este drama y mostrarnos algunos de los rostros de las casi seiscientas vidas humanas asesinadas en los últimos años, este viernes 29 de octubre de 2021, desde el atardecer y el crepúsculo hasta el comienzo de la noche, por la Carrera Primera de Quibdó -organizados por los colectivos Jóvenes Creadores del Chocó, Black Boys Quibdó y Explosión Dance- desfilaron centenares de jóvenes vestidos de negro y portando retratos de decenas de sus coetáneos muertos en medio de esta guerra, tan ajena como impuesta, que no deja pelechar la vida ni florecer los sueños en esta orilla del Atrato. Galería de sueños apagados se denominó el bello y conmovedor acto simbólico en el que se mezclaron la valentía de la juventud quibdoseña y su vehemente repudio a tanta crueldad; el luto y el duelo por los muertos y la afligida memoria colectiva de amistades, vecinos y parientes. 


Bajo el claroscuro del poniente de este viernes triste, nada más triste que las tristes lágrimas de las madres, brotando de sus almas ya para siempre adoloridas, contemplando y abrazando -en una especie de atrateña Pietá de Miguel Ángel- el retrato de esos hijos que de sus entrañas nacieron y que vivir más no pudieron porque a bala, a machete y a cuchillo las impunes estructuras criminales se los impidieron.



[1]Todos los datos son tomados de: Universidad de los Andes (2021). La distribución espacial del delito urbano en Quibdó 2014- 2019. Centro de Estudios sobre Seguridad y Drogas (CESED). Documento temático #21. 51 pp.