lunes, 26 de julio de 2021

¿El pasado en presente?

¿El pasado en presente?

Ruinas del campamento de la empresa minera Chocó Pacífico.
Andagoya, 2019. Foto: JCUH.
En Cien años de soledad, llega un momento de su existencia en el que Úrsula Iguarán siente que las cosas están pasando como si hoy fuera ayer. Entonces proclama a gritos que es “como si el tiempo diera vueltas en redondo y hubiéramos vuelto al principio”, ante la estupefacción de su parentela, que en el fondo sabe que más que una lamentación se trata de un augurio. 

Así sucede a menudo con los inevitables parangones entre el presente y el pasado del Chocó, tanto en asuntos simples de la cotidianidad como en materias fundamentales del bienestar y el desarrollo.

He aquí algunos ejemplos de esta sensación de pasado en presente, en cuatro extractos de la prensa regional de hace casi un siglo.

El viejo hospital de Quibdó
“En plena edad media de la higiene”

En una conferencia que dictó en la Escuela Modelo de Quibdó, en la noche del 21de octubre de 1930, El Director de Higiene del Chocó, Médico Antonio José Rodríguez, famoso -entre otras acciones- por el gran impulso que dio a las campañas sanitarias como medio moderno de promoción de la salud pública y prevención de enfermedades, expresó:

“No es posible que sigamos vegetando apaciblemente, a pesar de los esfuerzos del cuerpo médico, en plena edad media de la higiene, mientras que otras naciones de nuestras mismas capacidades económicas viven en la edad moderna. ¿Y qué decir del Chocó, en donde la asistencia pública no existe, hasta el extremo de no tener una sola cama hospitalaria para los pobres que necesitan de ella, en donde no hay acueductos, ni alcantarillados, ni dispensarios, ni hospicios, ni casi nada?"

Periódico ABC, Quibdó. 22 de octubre de 1930.


Foto: JCUH
Durmiendo “el sueño de los atrasados”

El 1º de junio de 1930, José Ángel Córdoba Valencia, quien cuarenta años después sería alcalde de Quibdó, publicó un escrito sobre la importancia de la agricultura para el Chocó y la fugacidad de su riqueza aurífera:

“Un pueblo sin agricultura es un pueblo que aún duerme el sueño de los atrasados, casi de los inválidos. Bien dice Jesús del Corral concerniente al Chocó: tierra fértil aquella como pocas en el continente suramericano, porque, además de grandes capas de vegetales, cuenta con humedad y calor permanentes y eficaces para el desarrollo rápido y vigoroso de cultivos agrícolas tan importantes como los del cacao y del arroz

Es preciso pues, que el gobierno nacional no sólo vea nuestra tierra, sino que la mire. ¿Por qué permanecer todavía en primitivo estado, con montes y selvas tan vírgenes? Cuando el oro haya desaparecido por completo, y apenas de él se vislumbren con ojos de llanto cicatrices imborrables en nuestro suelo, y aún no hayamos conseguido nuevas rentas, nuestro pueblo se quedará estático de terror ante el avance del llamado progreso. Y entonces se dirá mejor: tenemos hambre, ¿qué hacer?"

Periódico ABC, Quibdó. 6 de junio de 1930.


Foto: JCUH
“Calles sucias y a oscuras”

En un momento en el que la ciudad acaba de pasar casi dos meses totalmente a oscuras, debido a un daño en la planta eléctrica que prestaba los servicios de luz y energía eléctrica a la población, una nota de ABC pone de presente que, además de la oscuridad, Quibdó está viviendo también problemas de suciedad:

“Las calles de Quibdó se encuentran llenas de basuras sin que se sepan los motivos, pues es sabido que el municipio paga a algunos empleados para el barrido de ellas. Rogamos a quienes corresponda velar por este aseo se sirvan dictar las órdenes correspondientes a fin de que no continúe Quibdó presentando el espectáculo de sus calles sucias con pedazos de papeles, cáscaras de frutas, etc., etc. Así mismo, se quejan algunos vecinos de los barrios de la falta de luz en sus vecindarios. Llamamos la atención del señor Interventor fiscal de rentas para que se sirva ordenar corregir esta anomalía”.

Periódico ABC, Quibdó. 25 de octubre de 1930.


Mercado, Quibdó 2020
“Cocinas en los muelles” 

Así como ocurre actualmente con el ensordecedor ruido en las inmediaciones de la plaza de mercado de Quibdó,  hace casi un siglo el humo de los fogones de los bogas del transporte comercial, que cocinaban en los muelles de la orilla del Atrato, penetraba hasta el último rincón de las casas del vecindario, según esta nota de ABC:

"Llamamos la atención de las autoridades de policía a fin de que prohíban terminantemente el feo espectáculo que dan los bogas que navegan con canoas del comercio, estableciendo sus cocinas en los muelles de la ciudad. Las familias que viven en los sitios vecinos a los muelles sufren las consecuencias del humo que despiden esas fogatas improvisadas y sabemos que en muchas partes han tenido que prescindir de los adornos interiores, como cortinas, etc., precisamente porque el humo las echa a perder. Cualquier autoridad de policía puede convencerse entrando a cualquiera de las casas vecinas a los muelles. La vida se hace insoportable con la invasión del humo hasta los rincones más apartados de las casas. Es asunto de urgencia".


Periódico ABC, Quibdó. 14 de noviembre de1930.


lunes, 19 de julio de 2021

20 de julio

 20 de julio

Quibdó, años 1930. La Banda municipal en una procesión. 
Esquina noroccidental del Parque Centenario
y t
emplete en homenaje a César Conto Ferrer.
Fotos: Archivo fotográfico y fílmico del Chocó.

Hace 20 años, en uno de sus cuentos contados cantados, titulado La Banda, Zully Murillo nos contó que Cecilia Machado contaba que, “por allá en los años 30, un día 20 de julio, Fiesta de la Independencia, en casa de Concha Pino organizaron la fiesta”; para la cual “de amarillo, azul o rojo se vestían las doncellas” y “los hombres de blanco entero” llevaban “en un fajón la bandera”.

Quibdó era entonces una ciudad que, a pesar de su aislamiento geográfico de Colombia, vivía un cosmopolitismo singular para la época, el cual le venía de su contacto permanente con el mundo, a través de los barcos a vapor que surcaban el río Atrato, procedentes de Cartagena; mediante las noticias que el telégrafo inalámbrico, la recién estrenada radio y el periódico ABC contaban a diario; y gracias a cierta vocación ecuménica que los integrantes de las élites de entonces legaron a sus hijos o herederos, quienes entrarían a formar parte de la llamada Generación Chocoanista. Dicho cosmopolitismo, que se reflejaba en la arquitectura y la decoración de las viviendas, en la construcción y diseño de espacios y edificios públicos, en un cierto sibaritismo para el ocio, la comida y la bebida, y en algo de refinamiento cultural en cuanto al gusto por las bellas artes, no empañaba, sin embargo, los rasgos de moralidad y virtud de aquel pueblo grande que, en últimas, era Quibdó. De ahí que, como también lo registra Zully Murillo en su canción: “Reinaban buenas costumbres: no atracaban, no mataban. Respeto hacia los mayores y a la palabra empeñada, y honores para los héroes y la bandera y la patria” …Héroes, bandera y patria que, desde el imaginario republicano dominante, merecían tales honores en memoria de sus patriarcales gestas los unos y de su potente carga simbólica las otras dos.

Así como en 1910 la conmemoración patria del 20 de julio en Quibdó incluyó la inauguración del Parque del Centenario de la Independencia, que aún subsiste y es uno de los pocos referentes espaciales históricos de la ciudad; a finales de 1930, como parte de la entusiasta conmemoración -en la ciudad y en toda la Intendencia- de los cien años de la muerte de Simón Bolívar, habían “principiado los trabajos para erigir una columna simbólica en el Parque del Centenario en homenaje al Libertador” (ABC, Quibdó, 21 de noviembre de 1930, edición Nº 2315). Es el obelisco que aún hoy, sin despertar mayor atención, se levanta en la parte central de este parque, en cuya base suelen depositarse los arreglos florales durante los homenajes de los 20 de julio, que en la actualidad casi siempre se circunscriben a unos cuantos funcionarios de las administraciones departamental y municipal, y a unos cuantos policías y militares, que hasta placas de acrílico han instalado sobre la superficie de mármol del obelisco.

Además del Baile de la Bandera, que Zully Murillo narra en La Banda, en el Quibdó de los años 1930, con la Intendencia como principal promotora de los eventos, el 20 de julio se conmemoraba con celebraciones religiosas y actos culturales, desfiles y ofrendas florales, incluyendo emotivos y patrióticos discursos y, en general, todo tipo de actividades que atrajeran la atención y promovieran la participación  de la población quibdoseña.

Así, por ejemplo, en un momento en el que aún no se había establecido en Colombia la celebración regular del campeonato profesional de fútbol y la práctica de este deporte apenas empezaba a extenderse en el país, principalmente en Bogotá y Barranquilla, y de modo menos amplio en Cali y Medellín; en Quibdó, y como parte de las festividades conmemorativas del 20 de julio de 1934, que ese año cayó un viernes, se programó para el domingo 22 de julio lo que ABC anunció -en su edición 2.856, del 19 de julio de 1934- como una “Gran partida de football”, que se jugaría en la cancha de deportes de la ciudad, ubicada en la Calle 7ª. Los rivales eran el “Kin-K-Yu F.B.C.” y el “Quibdó F.B.C.”, cuyos presidentes cruzaron comunicaciones formales mediante las cuales se pactó el juego entre los dos equipos que, junto a Águilas y Buitres, integrados estos dos por estudiantes del Colegio Carrasquilla, eran los más populares de la ciudad.

En su calidad de presidente del Kin-K-Yu Football Club, Rubén Castro Torrijos, el mismo que compuso clásicos del cancionero chocoano tradicional, como El rey del río (Alfonso Andrade), María La O, Maximina (La máquina de mi abuela) y Juana Blandón; retó formalmente al club oponente, mediante la siguiente comunicación dirigida a su homólogo del Quibdó Football Club:

“Por la presente me es honroso extender a usted el desafío formal para un encuentro de balón-pie con motivo de la fiesta clásica que se avecina. Si usted acepta la invitación, de común acuerdo fijaremos la hora y demás detalles de la partida. Pronto enviaré a usted la lista de los jugadores que capitaneo”.

La nota de Castro Torrijos, fechada el 17 de julio, es respondida al otro día, miércoles 18 de julio, por el presidente del club retado, en los siguientes términos:

“La ciudad, julio 18 de 1934

 

Señor Presidente del Kin-K-Yu F.B.C.

Presente.

 

En contestación a la suya de ayer 17 me es grato manifestar a usted que en nombre del Quibdó F.B.C. acepto el desafío que le hace a dicho equipo, siempre y cuando el campo deportivo esté en condiciones para hacer una partida digna de las festividades que se celebrarán. De acuerdo con el capitán, señor Antonio Cuesta M., designarán la persona que haya de actuar como árbitro en la partida.

 

Pedro Serna V.

Presidente del Quibdó F.B.C.”

No sabemos con qué marcador finalizó la que ABC denominó “una interesantísima partida de balón-pie”. Sabemos sí, por ese mismo diario y otras fuentes de la época, que en el Quibdó de los años 1930 se rendía -con gran fervor- culto a la patria, y que los gobernantes de la Intendencia creían firmemente en el proyecto de integración nacional de la república unitaria proclamada por la Constitución de 1886 y refrendado por el espíritu liberal que empezaba a triunfar en el escenario político; razón por la cual le daban toda importancia a la celebración de efemérides como la del 20 de julio.

Sabemos además que también era músico el presidente del Quibdó Football Club, pues, como lo canta Zully Murillo: "Don Pedro Serna también tocaba en la banda”, al lado de "Abrahán Rentería Key", quien “inició la banda”, de "Abel y Marquitos Blandón", y de "Carlos Borromeo y Juan Bautista Cuesta", quienes también “tocaban en la banda”.

lunes, 12 de julio de 2021

Estampas quibdoseñas

 Estampas quibdoseñas

Quibdó a comienzo de la década de 1930. Fotos tomadas del informe "Bodas de plata misionales de la Congregación de Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María en el Chocó 1909 – 1934". Quibdó, 14 de febrero de 1934. 228 páginas.

La década de 1930 está comenzando. El regocijo generalizado de la pausa de fin de año ha terminado en Quibdó. Los distintos puertos de la orilla del río recobran su característica efervescencia en la ciudad que se levanta en medio de una selva tan distante de Colombia como cercana a los mercados europeos y norteamericanos, con los que mantiene conexión regular mediante el transporte marítimo y fluvial, a través del Río Atrato y del Mar Caribe, con Cartagena como puerta de entrada del mundo hacia la Intendencia del Chocó.

Capitales y fortunas de empresarios del Gran Cauca, de Cartagena y de Barranquilla, así como de turcos y gringos de todas las procedencias, sustentan el auge económico que viven la ciudad y la región. La extraordinariamente rentable explotación de la riqueza aurífera y el boom mundial del platino, el decrecimiento de cuya producción en los Montes Urales abrió el camino a los aluviones de los ríos Opogodó, Condoto y San Juan, en la antigua Provincia de Nóvita, ahora Provincia del San Juan, es una de las fuentes de dichos capitales. La no menos rentable y desmedida explotación de maderas finas, pieles de animales para la industria marroquinera, y la extracción de materia prima para desarrollos industriales de todo tipo a partir de productos no maderables del bosque, como quina, tagua, chicle o balata e ipecacuana, a lo largo y ancho de las inmensas selvas desde el Darién hasta el Baudó, son otra de las jugosas fuentes de dichos capitales. Una tercera fuente de ganancias y utilidades complementa la riqueza de dichas fortunas: el desarrollo de los sectores comercial y de servicios, principalmente en Quibdó, por su condición de capital de la Intendencia y eje de la política y la economía de la región chocoana.

Según descripción de Andrés Fernando Villa, intelectual oriundo de Neguá, quien escribía en ABC con el seudónimo de Aristo Velarde, en 1933 el perímetro urbano de Quibdó está conformado por los barrios “la Yesquita (Bebaracito, Pacurita y Chipi-Chupe), la Yesca Grande (Chambacú, Panamá y Caicedo y Cuero), Belén de Judea (Chicharronal y el sitio de Betecito), Alameda Reyes (Boca de Cangrejo, Munguidocito, Tres Brincos y Pantanito), Barrio Norte (Roma), Barrio La Carretera (la carretera interoceánica hoy llamada Avenida Istmina), Barrio del Centro: que es el núcleo de las calles y carreras donde se ejercitan las actividades comerciales. La ciudad está dividida en la actualidad en 13 calles y 9 carreras, sin tener en cuenta las de algunos barrios insuficientemente demarcados…”[1]

Provenientes de Europa y de los Estados Unidos, transportados en modernos barcos que salen de la Bahía de las Ánimas en Cartagena, viajan hasta las manos y los paladares de las élites quibdoseñas finos licores ingleses, españoles, alemanes y norteamericanos, pasabocas, golosinas y toda suerte de alimentos procesados y envasados, de origen animal y vegetal, que se beben y comen en veladas familiares y de amigos; ya sea en las amplias salas o en los pomposos comedores de las casas de fina arquitectura en madera o en los salones sociales, como el Salón Colombia, de los Hermanos Zúñiga, y el Club Quibdó, presidido por don Lisandro Mosquera Lozano y don Vicente Ferrer Torrijos; lugares estos inspirados en la más rancia tradición de los clubes de cachacos bogotanos, de los pubs londinenses y de los cafés y cantinas de la socialité parisina.

De la misma procedencia y a través de la misma ruta, llegaban también los driles y dacrones, linos y organdíes, opales y popelinas, al igual que los paños ingleses, entre otras telas con las que sastres y modistas locales confeccionaban los trajes de hombres y mujeres de la sociedad quibdoseña; una actividad, oficio o profesión cuya importancia llegó a tanto que sastres y modistas se convirtieron en parte esencial de la vida para los círculos sociales dominantes de aquella población cercana a los 30.000 habitantes, conformada entonces por 7 barrios. De hecho, los servicios de sastrería, principalmente las promociones referentes a las facilidades de pago, a la finura de la materia prima y a la autenticidad de su procedencia, son promocionados en ABC, el famoso y leído diario quibdoseño a través del cual quedó documentada gran parte de la vida del Quibdó de aquella época.

Así, por ejemplo, sobre la nueva oferta comercial del reconocido sastre Gorgonio Palacios Asprilla y bajo el título “Club de vestidos de Gorgonio Palacios A.”, ABC informa el martes 21 de octubre de 1930, en su edición Nº 2297, que “al ínfimo costo de diez centavos el número, ha abierto un club de vestidos de dril, hechos sobre medida, la sastrería del señor Gorgonio Palacios A. El señor Palacios trata con esta reforma de proporcionar las mayores facilidades y ventajas al público. Además, puede hacer vestidos pagables por cuotas anticipadas, semanales, ya de dril o de paño”.

Paulatinamente, la modistería para las damas también se consolida en Quibdó. Ejercido por mujeres desde sus propias casas, a mediados de la década este oficio ha alcanzado una posición equiparable al de la sastrería, de modo que la entrega a tiempo de los vestidos de las señoras y señoritas, por parte de las modistas y costureras, asegura la puntualidad y esplendor de las fiestas y reuniones familiares y sociales. Luego de más de un año de intensa labor promocional, en 1935, la Singer Sewing Machine Company ha establecido en el comercio quibdoseño la distribución de las máquinas de coser Singer, de manivela o de pedal, y sus repuestos e insumos, entre las modistas de la época, como las hermanas García Rodríguez, Flora Valdés y Leticia Díaz Bello, quienes diseñaban y confeccionaban vestidos femeninos para toda ocasión, inspiradas en los diseños que aparecían en los figurines de las revistas francesas, mexicanas, argentinas y norteamericanas, que también llegaban a la ciudad, los cuales adaptaban atendiendo a su ingenio, al gusto de sus clientas y a la disponibilidad de los materiales.

Las promociones comerciales de este próspero mercado vienen también desde fuera. El jueves 15 de noviembre de 1934, Aerodespachos Rey anuncia desde Cali, mediante aviso en ABC (edición 2913), una oferta especial de navidad para sus clientes del Chocó, consistente en que despacharán en avioneta -durante los meses de noviembre y diciembre- “vestidos de paño colores azul o negro, tres (3) piezas, hechos sobre medidas y libres de todo gasto, por la suma de $40, para entregar en Quibdó, Istmina, Tadó o Condoto”. El aviso subraya: “nuestros paños son ingleses de excelente calidad y nuestros sastres diplomados”. Informa que “con el pedido y las medidas debe remesarse la suma de $30 para pagar saldo a la entrega de la obra”. Y advierte claramente: “no respondemos por medidas mal tomadas”.

En un ilustrativo y valioso artículo publicado hace cuatro años en el periódico Universo Centro, de Medellín, Fernando Mora Meléndez nos ofrece un atractivo resumen de tan inusitado esplendor de Quibdó a principios del siglo XX:

“A pesar de que en las primeras décadas del veinte, desde el gobierno de Rafael Reyes, Chocó era considerado solo una intendencia, con el carácter marginal que este título le imponía, en la práctica estaba más conectado con el mundo que Medellín. Desde el siglo XIX ya había imprenta en Quibdó, y se publicaban periódicos como Ecos del Atrato o la revista Chocó.


Mientras la red de carreteras y la del ferrocarril apenas comenzaban en el país, los viajes fluviales eran obligatorios para ingresar desde el Caribe al interior, por el Atrato...


Para ilustrar estos contrastes, basta pensar que traer un piano hasta Antioquia implicaba transportarlo por el Magdalena hasta Puerto Berrío, luego en tren hasta el Nare, hacer transbordo en mulas hasta el Nus, y luego retomar los rieles hasta la Villa de la Candelaria. Así, una capital como Medellín era una periferia al lado de Quibdó, que tenía el acceso expedito y albergaba cada vez más gente de toda laya y condición”[2].

Además de todo lo anterior, en materia de administración y gobierno de la Intendencia esta década no podía haber comenzado con mejores augurios. En un artículo publicado en El Colombiano, de Medellín, y reproducido por ABC, de Quibdó, el sábado 1º de marzo de 1930, el prestigioso educador quibdoseño Matías Bustamante Mesa, quien fuera profesor y rector del Colegio Carrasquilla, presenta una especie de balance sobre la gestión del Intendente Nacional: 

“El gobierno del doctor Valencia Lozano, es una opinión casi unánime, ha sido el mejor que ha tenido la Intendencia. Durante esta administración se ha dado un impulso muy considerable a la carretera Quibdó-Bolívar (Antioquia), hasta construir doce kilómetros de ella; se inauguró un hospital en Quibdó construido integralmente por el gobierno del doctor Valencia Lozano, que es una obra verdaderamente hermosa y muy pocas ciudades de Colombia la tienen igual; dio al servicio un famoso cementerio en la misma capital; se instalaron plantas eléctricas en Quibdó, Carmen de Atrato, Istmina, Condoto y Tadó; se acometió la colonización de la costa del Pacífico chocoano, empresa que el joven gobernante considera como de suma importancia para la república; se ha dado comienzo al edificio del colegio del Carrasquilla y se reedificó el palacio de gobierno transformándolo en un edificio de tres pisos. 


Durante esta misma administración se han instalado torres inalámbricas en la capital, y se ha hecho el contrato para el acueducto y alcantarillado de Quibdó, que solo espera a que la nación esté en posibilidades de pagar el auxilio destinado a tan necesaria obra, para realizarlo. Las rentas de la intendencia han sido eficientemente organizadas y fiscalizadas y los fondos públicos manejados con una escrupulosidad como jamás se había visto en el Chocó”.

Pero, por lo visto, no bastaban la opulencia y cierto sibaritismo de los acaudalados agentes del esplendor económico de la ciudad; y no era suficiente el simultáneo esplendor de las inobjetables obras de gobierno del Doctor Jorge Valencia Lozano, cuyas ejecutorias y las de sus coetáneos eran una prueba fehaciente de las capacidades regionales para cortar las amarras de la administración compartida con el poder central instalado en la muy lejana Bogotá. De allí que herederos de aquellos ricos propietarios, así como colegas y contemporáneos de Valencia Lozano, entre ellos su hermano Reinaldo desde el periódico ABC, y una pléyade de muchachos inquietos de la nueva generación, muchos de ellos estudiantes avanzados o ya formados fuera de la región en las mejores universidades públicas del país, incluso con el apoyo del propio gobierno en numerosos casos, venían avanzando en la consolidación de un proyecto sociopolítico regional cifrado en la autonomía del ascenso de la Intendencia a la categoría de Departamento. No estaban nada satisfechos con el tratamiento que la Nación colombiana le daba a la comarca chocoana, que para ellos era la patria chica, el solar nativo, la tierra natal. De allí que Sergio Villa Valencia, en ese momento Alcalde Provincial del Pacífico, entrevistado por ABC, de Quibdó, en enero de 1935, exprese de modo rotundo y terminante un punto de vista compartido por muchos de los nacientes líderes de la nueva chocoanidad:

“…yo no soy de los que en el Chocó creen en las brujas del interés que tenga el resto de Colombia por nosotros, por nuestra suerte: mis 41 años de vida me han enseñado la tristísima lección de que el Chocó es el hijo bastardo de Colombia, así de los ciudadanos del país como del gobierno central. Yo estoy convencido de que, para el gobierno central, el Chocó, nosotros, constituimos una fastidiosa carga. En consecuencia, he llegado tras mucho pensar a la tristísima conclusión de que el Chocó tiene que obrar su propia redención. Ha llegado la hora (para mi es ya llegada) de dejar a un lado sentimientos quijotescos y pensar seriamente en aprestarnos a labrar nuestra propia suerte. La naturaleza sabia y pródiga nos legó un hogar rico más allá de toda concesión para Colombia… Yo propongo sencillamente a mis hermanos del Chocó, a su gobierno, así al actual como a los futuros, el desarrollo de una política intensa y firmemente nacionalista, dentro de la unidad nacional. Es decir, que trabajemos arduamente nosotros los del Chocó por el Chocó y para el Chocó”.

 

(ABC, Edición 2934. Quibdó, 3 de enero de 1935).

La gesta de esta nueva generación de chocoanos, a la que alude Villa Valencia, desembocará en la meta buscada: la creación del Departamento del Chocó, el 3 de noviembre de 1947, como fruto de una labor más conjunta y complementaria que individual o iluminada, y de un trabajo mancomunado y comprometido de ciudadanos, líderes, profesionales y dirigentes de diversas corrientes y tendencias, orígenes y procedencias. No obstante, el esplendor con el que comenzó el siglo XX se irá empañando y eclipsando hasta casi extinguirse junto con las llamas de aquel incendio de triste memoria que asoló la ciudad en 1966.

En uno y otro caso, con esplendor o sin él, dos actores no figurarán en el reparto: por un lado, la negra muchedumbre del pueblo desposeído de derechos y ninguneado por las élites, a la que Rogerio Velásquez llamó Negredumbre; y por el otro, las comunidades indígenas, anónima masa que de ser un dato demográfico no pasa.

Publicidad en el periódico ABC, de Quibdó, a comienzos de la década de 1930. Fotos: Archivo Fotográfico y Fílmico del Chocó.


[1] Aristo Velarde. Periódico ABC, 1933. Citado en: González Escobar, Luis Fernando. QUIBDÓ, Contexto histórico, desarrollo urbano y patrimonio arquitectónico. Centro de publicaciones Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín. Primera edición: febrero 2003. 362 pp. Pp. 190-191.

[2] Mora Meléndez, Fernando. Quibdó cosmopolita. Universo Centro N° 88, julio 2017. Consultado en: https://www.universocentro.com/NUMERO88/Quibdocosmopolita.aspx

lunes, 5 de julio de 2021

3 poemas

 3 poemas
Foto: JCUH

Negro soy
Jorge Artel
 
Negro soy desde hace muchos siglos.
Poeta de mi raza, heredé su dolor.
Y la emoción que digo ha de ser pura
en el bronco son del grito
y el monorrítmico tambor.

El hondo, estremecido acento
en que trisca la voz de los ancestros,
es mi voz.

La angustia humana que exalto
no es decorativa joya
para turistas.

¡Yo no canto un dolor de exportación!

 
 
Humano litoral
Helcías Martán Góngora
 
Humano litoral, cerca del alma.
Próximo en sangre al corazón está
y su callada ruta de belleza
transita el sueño hacia la claridad.
 
Va por las venas circulando
como heredado manantial
en donde siempre yo me hundo
para encontrarme la verdad
de los varones de mi raza
que son hermosos como el mar,
como los mástiles erguidos
y hermanos de la tempestad.
Y las mujeres de mi estirpe
hechas de fuego matinal,
archipiélago inexpresable
que ciñe el brazo de un cantar
y son morenas islas vírgenes
junto al islote maternal.
 
Vuelto al agreste mediodía
ardo en la hoguera tropical
–entre el rumor de los tambores
que agita un viento secular–
y en la liturgia del ancestro
soy el varón elemental
en cópula con la selva
y en guerra con la ciudad.


 
Reforestación
Sonia Solarte Orejuela
 
Primero arrancaremos
la mala hierba del miedo
y el dolor de viejos recuerdos,
desponzoñaremos los sentimientos,
desalambraremos la piel,
derribaremos las barricadas defensivas
del corazón y el pensamiento.
No habrá más retenes ni guardias en ellos
boicoteando los encuentros
Dejaremos de ser rehenes del pasado,
jubilaremos a los policías de la ternura
y volaremos las celdas
que encarcelan nuestros sueños.
 
Después, en la llamarada de los instantes
será grato desamarrar los brazos,
ofrendarnos libres las caricias,
desvendar los labios y al besarnos
fundir nuestra lumbre al aliento eterno.
La brisa esparcirá por los senderos
el aroma a campo de nuestros cuerpos
¡Ah, mi aire, mi sol!
será verde florecido nuestro lecho,
firmamento abierto nuestra unión.

Fertilizadas nuestras almas
en paz, con luz y alegría
sembraremos en la tierra
las semillas del cielo
que fecundarán las estrellas
y amamantarán los senos del viento.
Descubriremos los manantiales del verbo,
beberemos en sus fuentes el elixir de la vida.
Poesía será la bendición
y el pan nuestro de cada día
en nuestro bosque encantado
donde anidarán aves de todos los confines,
trinaremos juntos cantos y versos
con la venia y la gracia del Amor.