lunes, 26 de diciembre de 2022

 Gracias… ¡y feliz año nuevo!


El Guarengue existe desde hace cuatro años y medio. La publicación de prueba del blog, hecha el miércoles 1º de agosto de 2018, fue un poema de mi autoría, que forma parte de una colección inédita titulada “Breviario de sospechas, evidencias y confesiones”. El poema en mención se llama “Desfile de modas” y es uno de los más entrañables que he escrito
[1]. Dice así:


Desfile de modas
La libertad ha decidido
vestirse esta mañana
con una terquedad a toda prueba
La esperanza se ha vestido
como para una fiesta
con un traje de libertad
Y la ternura luce
un traje escotado
hecho con lentejuelas de inocencia
Mientras que la inocencia
sólo lleva puesta
su ternura de siempre
Y la vida camina airosa
con sus encajes de libertad
con su blusa de esperanza
con su terco maquillaje de sueños
con sus zarcillos de ternura dorada
con su falda de inocencia pura
Y un hermoso tocado
hecho de puras ganas de vivir...

Realizada esta prueba y anunciada a unas cuantas amistades la existencia de El Guarengue, pidiendo su compañía semanal para que no fuera un viaje solitario, procedí a elaborar una lista mental de asuntos y temas sobre los que me gustaría escribir. En primera fila apareció, cómo no, mi infancia, encabezada por la inolvidable y trascendental experiencia de haber estudiado la primaria en la Escuela Anexa a la Normal de Varones de Quibdó. Y, por esta vía, apareció, luminosa y preclara, la cartilla Coquito, con la que aprendimos a leer en aquella época. Coquito y el pedagogo peruano que es su autor formaron parte principal del primer artículo publicado después de aquel poema.[2]

A partir de ese día, 6 de agosto de 2018, como si se tratara de una cuestión vital y un compromiso ineludible, he escrito, publicado, difundido, un artículo o entrada en diversos géneros cada lunes, todos los lunes de todas las semanas de todos los meses, de todos estos más de cuatro años que han pasado. Sin falta. Y sin que el ritmo o el interés sea marcado por el hecho de que cada publicación semanal sea leída por decenas o por centenares o por millares de personas, que de todas las cifras ha habido.

En El Guarengue han sido publicados 232 artículos, incluyendo este; 2 de ellos en coautoría con una amiga y colega muy querida y profesional[3]. En 26 ocasiones, los artículos han consistido en el rescate y reproducción de textos valiosos sobre historia y cultura popular y étnica, con breves introducciones de ubicación de su contexto. En 12 casos, aunque se incluyen textos de autores o publicaciones relevantes sobre los temas mencionados, se ha tratado de interpretaciones o análisis de estos, no de su sola reproducción. El resto de publicaciones, por lo menos 192, han sido trabajos totalmente originales en su elaboración, basados en consultas lo más rigurosas posibles de diversas fuentes y complementados con recuerdos sólidos y verificables de mi propia memoria existencial.

Todo ello ha sido hecho con el único compromiso de rescatar y presentar al público regional y nacional hechos y acontecimientos, sucesos y eventos, que han marcado de alguna manera la vida de las sociedades quibdoseña, chocoana y pacífica de Colombia, y que pueden contribuir a poner de presente perspectivas e informaciones que, en múltiples ocasiones, han sido infravaloradas o son poco conocidas como parte de nuestra historia, de nuestra tradición cultural y de nuestra formación social y política desde principios del siglo XX hasta ahora.

Gracias a ustedes, lectoras y lectores de los relatos y narraciones, crónicas, artículos y demás escritos que dan vida a este blog, por acompañarme en esta mirada semanal a la tradición cultural y al devenir de la chocoanidad, desde esta especie de vaguada histórica que es El Guarengue. Espero seguir contando con ustedes en este fascinante camino. ¡Feliz año nuevo! Que la vida digna de nuestra gente se imponga sobre la infame muerte.


[1] El poema aparece publicado y acompañado de una fotografía aquí:

https://miguarengue.blogspot.com/2018/08/desfile-de-modas-foto-jcuh.html

[2] Este artículo se tituló “¡Salud, adorada bandera…!”, en alusión a un canto escolar de la época y fue ilustrado con un collage de fotos en el que aparece el creador de la cartilla Coquito. Se puede leer en: https://miguarengue.blogspot.com/2018/08/saludadorada-bandera-los-queaprendimos.html

[3] Diatriba a dos voces sobre el racismo de FUCSIA. 1ª parte (https://miguarengue.blogspot.com/2019/11/diatribaa-dos-voces-sobre-el-racismo-de.html) y 2ª parte (https://miguarengue.blogspot.com/2019/11/venga-negritalinda-yo-la-pongo-aqui_25.html) fueron publicados en las entregas del 18 y el 25 de noviembre de 2019. Fueron elaborados en colaboración con la Comunicadora Norma Londoño.

lunes, 19 de diciembre de 2022

 Cuando la Normal 
quedaba lejos de Quibdó

*Sede recién inaugurada de la Normal de Varones de Quibdó, 1942. En la mitad, dormitorios y comedores. A la derecha, Escuela Anexa. FOTO: Archivo fotográfico y fílmico del Chocó.

Desde 1936, año en el que fue oficialmente fundada y comenzó sus labores educativas, hasta 1942, la Normal Superior de Quibdó -que en un decreto presidencial de 1940 figura como Escuela Normal Rural de Varones de Quibdó y en el informe del Intendente del Chocó, de 1942, es mencionada como la Escuela Normal de Institutores- funcionó en una casona de madera contigua al templo parroquial, hoy Catedral San Francisco de Asís, en la esquina nororiental de la Calle 26 (Alameda Reyes) con Carrera 2ª, en la capital del Chocó. En dicha casona funcionó también, a principios del siglo XX, el Colegio Carrasquilla, y a finales de la década de 1970 funcionaron allí oficinas y salones de clase de la naciente Universidad Tecnológica del Chocó “Diego Luis Córdoba”; en un momento en el que la edificación ya se estaba desvencijando, de modo que, al subir las escaleras o al caminar por el hall central, la vieja casa crujía completa con cada paso que uno daba.

Las edificaciones originales de la Normal de Quibdó, que hace unos años terminaron demolidas para darle paso a una nueva sede, fueron construidas a partir de 1939 e inauguradas entre 1941 y 1942. El edificio principal recibió, en su momento, grandes elogios por la calidad de su diseño, moderno, funcional y adaptado a las características bioclimáticas de su ubicación, en los montes aledaños al río Cabí, en las afueras de Quibdó, a más o menos un kilómetro y medio de la ciudad. Así mismo, fueron de buen recibo por su acertado diseño los dormitorios y comedores de la Normal, posteriormente convertidos en aula máxima o auditorio, y la Escuela Anexa, una bella casona diseñada también con espacios generosos y amplios ventanales por donde circulaban holgadamente tanto el aire fresco que provenía del río y del bosque como los niños que en ella estudiaban, de lunes a viernes de 8 a 11 de la mañana y de 2 a 4 de la tarde.

Sede del Banco de la República en Quibdó construida en 1937.
FOTO: Archivo Fotográfico y fílmico del Chocó.

La Normal “definió para Quibdó junto con el Banco de la República la transición hacia la arquitectura racionalista introducida por los arquitectos del interior del país”[1]. Es obra del famoso arquitecto bogotano Alberto Wills Ferro[2], quien la diseñó como parte de su trabajo en la sección de Edificios Nacionales del Ministerio de Obras Públicas. Wills Ferro, a quien también se debe el diseño de la Biblioteca Nacional y de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional, ambos edificios en Bogotá, entre otras obras de su numerosa cosecha; perteneció a las primeras promociones de arquitectos graduados en la Universidad Nacional de Colombia, de las cuales también formó parte el profesional chocoano Camilo Mayo Caicedo, quien diseñó el Hotel de Turismo Citará (actual Universidad Antonio Nariño) y el edificio de la Beneficencia del Chocó, conocido como El Ocho Pisos, los dos en Quibdó. Mayo Caicedo es reconocido como el primer profesional negro graduado de arquitecto en Colombia; fue profesor y funcionario de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional, en donde se jubiló finalizando la década de 1980.[3]

En su informe de 1942, el Intendente Nacional del Chocó, Dionisio Echeverry Ferrer, anota que “la Escuela Normal de Institutores es costeada con fondos nacionales y este año principió a funcionar en los cuatro modernos pabellones de su edificio en las vecindades del río Cabí, a un kilómetro de la ciudad. La dotación de este edificio es casi completa; para su comunicación con la ciudad se construyó un tramo de carretera correspondiente y se dotó al establecimiento de un bus para la movilización del profesorado. Los primeros grados fueron concedidos en 1940 y los graduados alcanzaron el número de 15; en 1941 se expidieron grados a 14 normalistas más”[4].

Cuando se fijó el sitio donde quedaría la Normal y se dio comienzo a su construcción, había en Quibdó una opinión generalizada acerca de la enorme distancia que la separaba de la ciudad. Mucha gente consideraba el sitio como una lejura. Antes de su entrada en funcionamiento, para cubrir el trayecto que la separaba de la ciudad se abrió un camino en medio del monte, entre el costado occidental de una colina en donde posteriormente se situó parte del barrio Nicolás Medrano y otra conocida como la Loma de San Martín, donde -en ese momento- se estaban terminando de construir las obras del acueducto de Quibdó: un tanque metálico que los obreros remachaban y soldaban a pleno sol, la caseta de máquinas y las oficinas administrativas, al igual que una garita de portería o vigilancia y una explanada amplia para labores de disposición y alistamiento de materiales de trabajo. El acueducto empezaría a funcionar a la par con la Normal, en 1942, y su diseño se debe al ingeniero chocoano Luis Felipe Valencia Lozano[5], hermano del famoso intendente Jorge Valencia Lozano y del fundador del periódico ABC -memoria de más de tres décadas de la vida de Quibdó y del Chocó-, el escritor, periodista, abogado y político Reinaldo Valencia Lozano.

Las instalaciones del acueducto y de la Normal debían ser, pues, conectadas con la ciudad mediante una vía apropiada, que redujera significativamente el tiempo de llegada hasta allá. Con ese fin, el presidente Eduardo Santos expide el Decreto 1687 de 1940 (septiembre 05), “por el cual se delega a la Intendencia Nacional del Chocó la construcción de un trayecto de carretera”[6]. “…Para dar al servicio en el año próximo los nuevos pabellones construidos para la Escuela Normal Rural de Varones de Quibdó, hoy clausurada debido a las pésimas condiciones higiénicas del local en que venía funcionando, es indispensable la construcción de un ramal que comunique la mencionada Escuela con la carretera Istmina-Quibdó, y el trayecto de esta misma carretera entre el punto de encuentro del ramal y la ciudad de Quibdó… dicho trayecto de carretera es igualmente necesario para la obra del acueducto de Quibdó”; se lee en los dos considerandos del decreto, firmado también por Jorge Eliécer Gaitán como ministro de Educación [7].

El artículo 2º del decreto 1687 de 1940 fija en dieciocho mil pesos ($18.000) el costo de la obra e indica de qué partidas del presupuesto vigente serán tomados y establece que el dinero será girado “al Tesorero de la Intendencia del Chocó, quien, para su manejo, deberá llenar los requisitos que exija la Contraloría General de la República”; así como “queda obligado a rendir las cuentas de inversión de los fondos de que se trata, a la Auditoría Fiscal de Obras Públicas”, según lo determina el artículo 4º del decreto. El artículo 3° dispone que, “en la ejecución de esta obra, la Intendencia del Chocó se ceñirá a las normas establecidas por la Dirección General de Carreteras y Ferrocarriles Nacionales del Ministerio de Obras Públicas, y rendirá informes mensuales a esta dependencia y a la Dirección de Edificios, sobre el adelanto de la misma”.[8]

La obra fue efectivamente concluida y el bus escolar que el Intendente Echeverry Ferrer menciona en su informe de 1942 fue igualmente adquirido y dado al servicio de los profesores, pues los alumnos estudiaban inicialmente bajo la modalidad de internado. A finales de la década de 1950, se clausura el internado y entonces el bus escolar pasa también al servicio de los estudiantes, quienes debían adquirir un boleto para abordar el vehículo, cuyo bajo costo era casi simbólico, para facilitar el acceso de los muchachos a dicho transporte. No obstante, con el paso de los años y el deterioro del bus, que terminó convertido en chatarra dentro de su garaje, las caminatas diarias desde y hacia la Normal y su Escuela Anexa se convirtieron en parte de la rutina habitual de niños y jóvenes de la época.

En una ciudad que escasamente llegaba hasta el denominado Puente de García Gómez, situado al comienzo de la vía hacia la ciudad de Istmina, la construcción del ramal de carretera que conectó a la Normal y al acueducto con dicha vía, y de este modo con la ciudad, disminuyó la sensación de lejura de la Normal de Quibdó; aunque durante muchos años pareció cosa de aventura el tránsito diario dos veces de ida y dos veces de regreso, pues tanto la Normal como su Escuela Anexa funcionaban en doble jornada, de niños que desde los siete años aprendían a caminar la ruta de un kilómetro o más entre sus casas y el colegio, al igual que se convertían en verdaderos baquianos para sortear los imprevistos que en el recorrido se les presentaban: en invierno, calles pantanosas y encharcadas, aguaceros diluviales, tempestades y tormentas; en verano, canículas feroces y calles polvorientas; en cualquier tiempo, perros que asustaban o mordían y locos que tiraban piedras...

Cancha de fútbol de la Normal de Quibdó, 1970. Desde la década de 1960, una cita dominguera de los quibdoseños era en el campo de fútbol de la Normal. La foto está tomada de norte a sur. La loma donde se ven espectadores con sombrillas y paraguas conduce al naciente barrio Nicolás Medrano. La selva al fondo pertenece al área del río Cabí, donde en ese momento está creciendo el barrio La Playita. FOTO: Archivo fotográfico y fílmico del Chocó.

Desde entonces, se conoció como La Ye al punto de confluencia entre la vía de la Normal y el acueducto con la carretera de Quibdó hacia Istmina. La Ye pasó a ser un punto de referencia en la nomenclatura urbana informal para ubicar viviendas cuando, por el poblamiento de la Loma de las Brisas y sectores aledaños, y el crecimiento del barrio Nicolás Medrano, Quibdó se fue extendiendo hacia el suroriente. Este crecimiento se incrementó año tras año de modo que, hacia la década de 1970, después del gran incendio del sector céntrico de la ciudad, se fueron poblando las colinas hacia el oriente, en el área de influencia de las microcuencas de las quebradas La Aurora y La Yesca.

Del mismo modo, hacia el suroccidente nacería el populoso conglomerado periurbano de La Playita, a orillas del río Cabí, río del cual se abastece el acueducto; casi simultáneamente con el barrio Niño Jesús, una urbanización de viviendas unifamiliares de una planta, con patio incluido, cuyos adjudicatarios fueron principalmente maestros, policías y funcionarios públicos, construida por el Instituto de Crédito Territorial, ICT, del cual fue subgerente Alberto Wills Ferro, el mismo arquitecto que diseñó la Normal de Quibdó.

El barrio Niño Jesús terminó de construirse en la década de 1970, mediante sucesivas etapas de urbanización adelantadas por el ICT, incluyendo Los Balcones, un conjunto construido y ubicado linealmente  en la misma calle y al frente de la 2ª Etapa, famoso por sus viviendas de dos plantas y el balcón esquinero de sus fachadas. Junto a los conjuntos de viviendas de las carreras primera, segunda y tercera y del barrio La Yesquita, conocidas como La Remodelación, mediante las cuales se reconstruyeron los sectores destruidos por el incendio de octubre de 1966; el Niño Jesús fue el primer barrio de urbanización masiva y homogénea en Quibdó, una ciudad que para entonces aún buscaba renacer de aquellas tristes y trágicas cenizas.

Paso de la quebrada La Yesca, en el camino hacia el barrio Niño Jesús, 1970. Sobre la Loma de San Martín se ven el tanque metálico original del acueducto de Quibdó y el tanque de concreto construido posteriormente. FOTO: Archivo fotográfico y fílmico del Chocó.

El creciente poblamiento del suroccidente de la ciudad, generado por la urbanización planificada del barrio Niño Jesús y la urbanización espontánea e improvisada de sus alrededores, de La Playita, del lomerío de San Martín y del tramo que del barrio La Yesquita conducía a este nuevo Quibdó; hizo necesaria la apertura de una vía alterna a la de la Normal, para comunicar este sector con el centro de la ciudad. Esta vía era indispensable, porque, además de los barrios tradicionales, en el centro de la ciudad se ubicaban los establecimientos de comercio y servicios, las oficinas públicas, las iglesias, los parques y los cafés, los bares y los bailaderos, además del malecón del río Atrato, que fue toda una novedad en la arquitectura paisajística de la ciudad de hace medio siglo. Este camino, posteriormente convertido en una de las avenidas mejor construidas de la ciudad, incluía un paso por la quebrada La Yesca, cuyas crecientes impedían el tránsito y hacían obligatorio el uso de canoas para cruzarla. Su construcción en concreto y pavimento rígido incluyó un puente sobre La Yesca.

La nueva vía, abierta para comunicar con la ciudad el barrio Niño Jesús y sectores aledaños, se convirtió también en una alternativa de recorrido para los estudiantes de la Normal Superior y de su Escuela Anexa que vivían en barrios del occidente y el sur, reduciendo aún más la sensación de lejura, que ya no existía para profesores y alumnos que vivían en esta novedosa zona de Quibdó, quienes habían pasado a ser parte del vecindario del establecimiento educativo que alguna vez abasteció de maestros los rincones más recónditos de Colombia.


[1] González Escobar, Luis Fernando. Quibdó, contexto histórico, desarrollo urbano y patrimonio arquitectónico. Centro de publicaciones Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín, febrero 2003. 362 pp. Pág. 306. El Banco de la República al que se refiere esta cita es el edificio antiguo de la esquina suroriental de la Alameda Reyes con Carrera2ª, de Quibdó, construido en 1937, en donde actualmente funcionan un preescolar y una escuela taller.

[2] Resúmenes de la vida personal y profesional del arquitecto Alberto Wills Ferro pueden leerse en: https://es.wikipedia.org/wiki/Alberto_Wills_Ferro y en: https://www.banrepcultural.org/biblioteca-virtual/credencial-historia/numero-343/un-arquitecto-una-obra-alberto-wills-ferro; artículo este último que enfatiza en el diseño y construcción de la Biblioteca Nacional de Colombia.

[3] González Escobar, Luis Fernando. Facultad de Arquitectura Universidad Nacional de Colombia - Sede Medellín. Camilo Mayo Caicedo, el primer arquitecto “negro” de Colombia. En: Universidad Nacional de Colombia 150 años. Pág. 33-49. Consultado el 14 de diciembre de 2022, en:

https://repositorio.unal.edu.co/bitstream/handle/unal/60800/Camilo_Mayo_Caicedo_primer_arquitecto_negro_de_Colombia.pdf?sequence=1&isAllowed=y

[5] Lea en El Guarengue detalles sobre la construcción del acueducto de Quibdó y el trabajo del ingeniero Luis Felipe Valencia Lozano, en el artículo Los comienzos del acueducto de Quibdó: https://miguarengue.blogspot.com/2022/03/los-comienzos-delacueducto-de-quibdo.html

[6] República de Colombia. Ministerio de Justicia y del Derecho. Sistema único de información normativa. SUIN-Juriscol.

https://www.suin-juriscol.gov.co/viewDocument.asp?ruta=Decretos/1331764

[7] Idem. Ibidem.

[8] Ibidem. Todas las citas del párrafo son tomadas de esta misma fuente.

lunes, 12 de diciembre de 2022

 Reinas (2ª parte)
-Dos victorias memorables y dos discusiones inevitables-

Laura Victoria Valencia Rentería, Señorita Chocó 1968: foto del año 2015, tomada de su Blog. María Victoria Barboza Díaz, Señorita Chocó 1969: foto del año 2020, tomada de su cuenta de Facebook.

Creado en 1934 por el exalcalde, político y periodista cartagenero Ernesto Carlos Martelo, fundador también de la conocida revista Diners, el Concurso Nacional de Belleza (CNB)®, de Cartagena, se ha celebrado en 69 ocasiones, incluyendo su edición del presente año. El Departamento del Chocó ha participado en 52 ediciones, una de ellas (año 1963) con una representante como Señorita Quibdó, ya que el concurso se realizó entre ciudades invitadas y no entre departamentos.

Como lo vimos en la primera parte de esta entrega especial sobre reinas, de El Guarengue, desde la inauguración del Concurso Nacional de Belleza (CNB)®, de Cartagena, en 1934, hasta el año 1968, el Chocó fue representado durante seis ocasiones como departamento, en los años 1947, 1949, 1955, 1957, 1962, 1968, por las señoritas Zulma Zúñiga Conde, Amelia Vélez Domínguez, Blanca Isabel Ángel Castro (Betsy), Nazly Helen Lozano Eljure (Chachi), Carmen Emilia Arango Rivas y Laura Victoria Valencia Rentería, respectivamente. Y en una ocasión (año 1963) por una candidata -Isabel Meluk Castro- que participó como Señorita Quibdó, pues el concurso de ese año fue entre ciudades y no entre departamentos; igual que en los dos años siguientes, 1964 y 1965, en los cuales Quibdó no participó.

La modalidad de concurso entre departamentos, y no entre ciudades, fue retomada en la 14ª edición del reinado de Cartagena, en el año 1966. Pero, en el Chocó, ni el palo estaba para cucharas, ni la desolación para reinados: la tercera parte de la ciudad de Quibdó, capital del departamento, había sido consumida por las llamas de un incendio, el 26 de octubre de 1966, a menos de un mes de la elección y coronación de la nueva Señorita Colombia. De modo que ni este año ni en 1967 el Chocó envió representante a Cartagena. En agosto de 1967, con heridos y muertos incluidos, un movimiento de protesta organizado por estudiantes, maestros, comerciantes y líderes cívicos estremeció a Quibdó con un reclamo elemental, de donde surgió el nombre con el cual se recuerda la protesta: la Huelga de Agua y Luz.

No son fáciles de superar los estragos de un incendio como aquel de octubre de 1966 en Quibdó. Así que, en 1968, la ciudad seguía en proceso de reconstrucción y remodelación, cuando la joven quibdoseña Laura Victoria Valencia Rentería fue designada Señorita Chocó. La propia reina relata ese momento de la siguiente manera: “En 1959, mi familia abandonó el Chocó, para instalarnos en Bogotá. No volví al lugar donde nací, hasta que, en 1968, fui requerida por los estudiantes chocoanos de la Universidad Libre de Colombia, que promovieron mi candidatura para representar a mi departamento en el Concurso Nacional de Belleza Señorita Colombia. Recibí el encargo con cetro y corona, de manos del entonces gobernador del Chocó, Esaú Becerra”.[1]

Programa del acto de coronación de Laura Victoria Valencia Rentería
como Señorita Chocó 1968, en Quibdó. FOTO: Blog LAURA VICTORIA VALENCIA
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La coronación de Laura Victoria Valencia Rentería como Señorita Chocó 1968 fue un acto vistoso y solemne, de gran contenido cultural, realizado el jueves 16 de mayo de ese año. Comenzó con un desfile de la reina desde el Hotel Citará hasta el Teatro César Conto, acompañada por su edecán y por las bandas del Colegio Carrasquilla y del Santo Domingo Savio, que en esos tiempos era conocido como el colegio del Padre Arias, en alusión a su fundador, el sacerdote claretiano Ernesto Arias Arellano.

El programa del acto de coronación incluyó apertura y cierre musical por parte de Los Negritos del Ritmo, una de las mejores orquestas chocoanas en la historia musical de la región. Igualmente, como sexto punto del programa, se presentó Arista y sus Estrellas, otro grupo de virtuosos regionales de la música. El Conjunto Folclórico del Chocó, del profesor Heriberto Valencia (Averichuachi), tuvo dos presentaciones en el programa; así como hubo dos momentos de poesía, uno a cargo del Profesor Ramón E. Caicedo y otro a cargo de Donaldo Lozano Mena. Un “Bunde Tolimense a cargo del conjunto folclórico del Colegio Santo Domingo Savio”, formó también parte del programa.

La reina Laura Victoria Valencia Rentería fue coronada por una de sus antecesoras, la Señorita Chocó 1957, Nazly Lozano Eljure. Acto seguido, el doctor Ramón Lozano Garcés pronunció un discurso de coronación. “La asistencia al baile de coronación que se realizará en el Hotel Citará será de acuerdo con las tarjetas repartidas”, advertía el programa impreso del evento, que incluía también los precios de entrada al Teatro César Conto: $5,00 la entrada general y $3,00 la entrada para estudiantes (el Salario Mínimo Mensual ese año en Colombia era de 420 pesos). “No hay pases a favor”, se advertía finalmente en la hoja del programa.

FOTO: Blog LAURA
VICTORIA VALENCIA.

Con posterioridad al reinado de Cartagena, en donde fue ampliamente aplaudida por el público y celebrada por la prensa, que destacó su esbeltez, su rotunda belleza, su don de gentes, su inteligencia y su facilidad de expresión; Laura Victoria Valencia Rentería incursionó con gran éxito en el mundo del modelaje, viajó a los Estados Unidos y a otros países y, finalmente, desde hace casi cincuenta años reside en España, en donde se estableció y ha desarrollado sus múltiples vocaciones, profesiones y oficios. “Poetisa y Periodista, Experta en Moda y Activista Social Afrohispanoamericana, Laura Victoria Valencia nació en Quibdó, en el departamento del Chocó, Colombia” [sic], anota la reina en la autobiografía que puede leerse en su blog[2], donde además deja claro que “fue la primera mujer 100% negra en lograr un reinado de belleza en Colombia, al ser elegida Señorita Chocó en 1968[3].

Después de dos décadas en Ibiza, Islas Baleares, Laura Victoria fijó su residencia en Torrelodones, famoso municipio o ayuntamiento de la comunidad de Madrid, desde donde desarrollará su carrera como empresaria y diseñadora de modas, como formadora de modelos y como mentora de nuevos diseñadores, para quienes crea la Asociación de Nuevos y Jóvenes Diseñadores Españoles, ANDE, que con gran éxito promueve a los nuevos talentos y celebra múltiples y reconocidas ferias y pasarelas.

Igualmente, desde hace varias décadas, Laura Victoria Valencia Rentería -como lo cuenta en su blog y en varias entrevistas- ha desplegado una intensa gestión como activista social de la comunidad afrodescendiente de España, en conexión con diversos sectores, organizaciones, líderes y lideresas de esta comunidad y de países africanos. Largo accionar ha impulsado y protagonizado y valiosos frutos ha cosechado, en su trabajo promocional del rescate de los orígenes y el combate frontal al racismo: “El racismo es una lacra equiparable al terrorismo y hay que combatirla con todos los medios a nuestro alcance[4], expresa sin ambages.

Registros de prensa, 1972, sobre la trayectoria internacional
de Laura Victoria Valencia Rentería, Señorita Chocó 1969.
FOTOS: Blog LAURA VICTORIA VALENCIA
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Laura Victoria Valencia Rentería, Señorita Chocó 1968 en el reinado de Cartagena, es también poeta. O poetisa, como prefiere escribirlo en su autobiografía. “La poesía que cualquier ser humano puede hacer suya, esa es la que prevalece porque nace con voluntad de eternidad[5], afirma categóricamente. Además de haber publicado dos libros propios de poesía, ha sido incluida en dos antologías. En “Torrelodones pueblo de poetas: catorce poetas torrelodonenses” (2010), allá en España. Y en la “Antología de mujeres poetas afrocolombianas”, Tomo XVI de la Biblioteca de Literatura Afrocolombiana, del Ministerio de Cultura, publicada aquí en Colombia, en mayo de 2010, con poemas de más de medio centenar de mujeres poetas, en donde fueron incluidos cuatro poemas suyos, a los cuales pertenecen los siguientes fragmentos[6]:

El asiento del alma
Quién dice que el recuerdo no perdura.
Quién dice que el pasado no es el guía.

Quién sabe en qué lugar del pensamiento
anida la memoria de otras vidas.

Ya los barcos no surcan los mares
como antaño, cargados de esclavos.
Ya no hiere mi cuerpo,
el látigo de tu ignorancia, pero aún…          
retumban en mi cabeza los quejidos…
[…]

Al cauce del río Atrato
Toda la sed de África,
la apagarías tú, si es que estuvieras cerca.

Toda el hambre de los niños africanos,
la calmarían los peces
que nadan a sus anchas en tus aguas cristalinas,
tibias y sin embargo…
cierta y tristemente indiferentes a su suerte.
[…]

Despídeme del mar
Dales con mis recuerdos
mi adiós a las gaviotas.

A esas que vimos juntos
y que ya no nos verán.

A las que seguían tu barco aquella tarde,
en busca de migajas de pan.
[…]

Engañando a la muerte
Que sí… Que sí.
Que acabó la vida.

Que no… Que no.
Que todo era mentira.

Que sigue tu presencia rondando mi existencia.
Que sigue tu cariño floreciendo en mis días. […]

En 1969, se celebró la 17ª edición del Concurso Nacional de Belleza (CNB)®, de Cartagena. Fue la primera vez que el concurso tuvo transmisión de televisión, aunque no fue en directo, sino en diferido, al otro día de la velada de elección y coronación de la Señorita Colombia, título que ese año obtuvo María Luisa Riascos Velásquez, de Antioquia. La velada fue presentada nada más y nada menos que por Otto Greiffenstein y Judy Henríquez, y retransmitida por la televisión nacional el 12 de noviembre.

En esa ocasión, participaron dieciocho candidatas en el reinado. El Chocó fue representado por María Victoria Barboza Díaz, Vicky, una joven que -además de su serena y pródiga belleza, “sus ojazos como el sol de la mañana”, su gran inteligencia y su natural simpatía; había heredado de su madre y de su padre un vivo interés por las cuestiones sociales y el bienestar de la gente.

Vicky Barboza (2017), Señorita Chocó 1969. 
FOTO: Facebook María Victoria Barboza.

Vicky Barboza, Señorita Chocó 1969, quien actualmente reside en Bogotá, es Lingüista y Abogada. Su padre fue el médico Lascario Barboza Avendaño, una leyenda de la medicina en el Chocó, graduado en la Universidad de Cartagena y oriundo de Calamar (Bolívar); uno de los pioneros de los programas de salud pública en la región chocoana, a través de campañas in situ para la erradicación de la malaria y el pian, las cuales incluían acciones de saneamiento, tales como instalación de letrinas e inmunización de pueblos y viviendas. El Doctor Barboza murió tan joven que sus dos últimos hijos -mellizos, mujer y hombre- ni siquiera alcanzan a recordarlo.

La madre de Vicky Barboza, Señorita Chocó 1969, es la matrona quibdoseña Eva Díaz Ferrer viuda de Barboza, quien a mediados de 2022 cumplió 102 años de vida. Evita, como la conocen sus familiares, parientes y allegados, enviudó tan temprano que le tocó criar a sus seis hijos trabajando. Fue secretaria durante más de 30 años en el entonces existente Servicio seccional de salud del Chocó.

De esta estirpe es Vicky Barboza, Señorita Chocó 1969, hermana de Fernando Enrique (Abogado e Historiador), Judith Mercedes (Médica especialista en terapias alternativas y dermatología sanitaria), Evita del Carmen (Química), Carmiña Eugenia (abogada) y Lascario Alberto (Médico Veterinario, músico y empresario)[7].

Cuarenta y cuatro reinas más siguen después de estas dos Victorias, en la historia de la participación del Chocó en el reinado de Cartagena o Concurso Nacional de Belleza (CNB)®. Terceras princesas como Alicia Silima Ramírez (1971), Lucina Herrera Mosquera (1978), Claudia Marcela Aros Cardona (1990), Claribeth Yésika Valencia Hinestroza (1998) y Katy Lorena Mosquera Mena (2006). Segundas princesas, como Enny Ovidia Moreno Mena (1976), María Eugenia Vega Blanco (1986), Helena María Benavides Roldán (1989) y María Lucía Cuesta Arias (2021). Primeras princesas, como Aura Elizabeth Serna Mosquera (1993), Damaris Dediego Torres (1994) y Alma Beatriz Díaz Bonilla (2018). Virreinas, como Jazmín Oliveros Segura (1987), Karina Guerra Rodríguez (2005), Lina Marcela Mosquera Ochoa (2008) y Zolima Bechara Palacios (1996), quien fuera destituida y compelida a renunciar por violaciones al reglamento del concurso[8]. Y, obviamente, las dos señoritas Colombia o reinas nacionales de la belleza que ha tenido el Chocó: Vanessa Alexandra Mendoza Bustos (2001), quien en Miss Universo recibió el premio al mejor traje típico, y Jealisse Andrea Tovar Velásquez (2015), quien fue segunda finalista y mejor rostro en Miss Universo. Fueron también ampliamente famosas las señoritas Chocó Gladys Silima Ramírez (1973), Nora Perfecta Pereiro Valdés (1975), Sixta Tulia Herazo Hurtado (1981) y Lía Magaly Caicedo Sánchez (1992), entre otras. Unas menos olvidadas o más recordadas, dependiendo de la generación de quien recuerde y del auge que en ese momento tuviera el Concurso Nacional de Belleza (CNB)®.

Sixta Tulia Herazo, Lucina Herrera, Magaly Caicedo, Nora Perfecta Pereiro,  Alicia Silima, Damaris Dediego. A la derecha, Isabel Meluk Castro-Señorita Quibdó 1963. FOTOS: Facebook Miss Colombia y Monarcas de Venezuela y Mundiales.

El envío de representantes de la belleza chocoana al concurso nacional de Cartagena estuvo rodeado, desde la primera vez, de dos discusiones fundamentales: una sobre la representatividad y otra sobre la conveniencia. ¿Qué tan representativas de la mujer y de la sociedad chocoana han sido las reinas que han representado al departamento del Chocó en Cartagena? ¿Es conveniente que un departamento tan económicamente precario como el Chocó invierta tiempos y recursos económicos en su participación en el reinado nacional de la belleza? Esas dos preguntas básicas movieron las respectivas discusiones, sobre todo cuando el concurso nacional vivía sus máximas épocas de gloria y llegó a considerarse como una vitrina promocional de las regiones.

Con todo y eso, el reinado formó parte durante unas cuantas décadas del interés de gran parte de la población chocoana, que cada año vivaba a su reina desde la distancia y se enorgullecía de las tradiciones culturales y del folclor, de las bellezas paisajísticas y de las riquezas naturales de esta tierra que la Señorita Chocó representaba y de la cual era vocera ante el país, en Cartagena. Una sociedad históricamente distante del interior de Colombia parecía hallar en esta representación, así como en las delegaciones deportivas y en los conjuntos folclóricos que salían a competencias o festivales fuera del Chocó, una oportunidad de ser reconocida por el resto de ese país al cual -aunque a veces no lo pareciera- pertenecía.



[1] Laura Victoria Valencia Rentería. Chocó tierra de quereres, amores, placeres, vida y emoción. En: Africanidad, web del Centro Panafricano.

https://www.africanidad.com/2016/07/choco-tierra-de-quereres-amores.html Consultado el 26 de noviembre y el 10 de diciembre de 2022.

[2] Biografía de Laura Victoria Valencia Rentería. En: Blog LAURA VICTORIA VALENCIA. Escritora Y Periodista · Experta En Moda · Activista Social. https://www.lauravictoria.es/2016/02/biografia-de-laura-victoria-valencia.html Consultado el 26 de noviembre y el 10 de diciembre de 2022. Una nueva consulta del sitio, llevada a cabo el 11 y 12 de diciembre de 2022 fue fallida, pues el sitio anunciaba que no se podía acceder a él. Por fortuna, la información necesaria ya había sido obtenida en las anteriores consultas.

[3] Ibidem.

[4] Entrevista a Laura Victoria Valencia. Centro Panafricano. 21 de diciembre de 2015. En: https://www.africanidad.com/2015/12/wanafrika-entrevista-laura-victoria_85.html

[5] Ibidem.

[7] Los datos de profesiones y nombres completos fueron tomados de la nota de Douglas Cújar Cañadas en Chocó 7 días: Eva Díaz Ferrer viuda de Barboza, 100 años. 19 de junio 2020. https://choco7dias.com/eva-diaz-ferrer-vda-de-barboza-100-anos/

[8] Detalles del caso pueden leerse en esta nota del diario El Tiempo, del 24 de diciembre de 1996, “Ahora sí cayó Zolima Bechara”: https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-662886

lunes, 5 de diciembre de 2022

 Miguel Vicente Garrido Ortiz,
el cantor de la chocoanidad
El Maestro Miguel Vicente Garrido nació en Quibdó, en 1916.
Murió en Sapzurro, en 2001.
FOTO: Archivo fotográfico y fílmico del Chocó.

Apenas se iban a cumplir siete años de la institucionalización del Chocó como departamento, mediante la Ley 13 del 3 de noviembre de 1947, cuando ya sus vecinos, Antioquia, Valle del Cauca y Caldas, aliados con el gobierno impuesto de Rojas Pinilla, estaban haciendo todo lo posible para dividir su territorio y repartírselo entre ellos como si fuera un bien mostrenco. Un grupo de chocoanos nobles, encabezado, entre otros, por Primo Guerrero Córdoba, se opusieron férreamente a tan deleznable idea mediante una masiva protesta en Quibdó, que duró hasta cuando fue necesario y de la cual se hizo eco en las principales poblaciones de la región, en septiembre de 1954.

Tal como lo relató el enviado especial del diario El Espectador, el entonces periodista Gabriel García Márquez, que llegó a Quibdó en un hidroavión y acompañado de un fotógrafo, parte de la protesta era un canto que indefinidamente se cantó con la voz entera y toda el alma: Lamento chocoano, una composición de Miguel Vicente Garrido Ortiz. García Márquez publicó en El Espectador una serie de reportajes titulada El Chocó que Colombia desconoce, en el primero de los cuales escribió: "Lamento chocoano", la hermosa y triste canción compuesta por el maestro de escuela de una remota aldea chocoana, casi en las fronteras con Panamá, se cantó con tanta insistencia, con tanto fervor, que cinco días después de iniciado el movimiento la mayoría de sus intérpretes más entusiastas estaban afónicos. En aquellas salas cerradas, en aquel aire cargado de carbono y expectativa, las mujeres y los hombres escuálidos que cantaban su himno hasta el amanecer, parecían capaces de seguir cantando ese himno hasta el fin de los tiempos. Viéndolos y oyéndolos, uno se acordaba de "La Cucaracha" y "Adelita" en la revolución de México”.[1]

La aldea remota a la cual se refería el reportero García sigue siendo tan remota como antaño. Es el corregimiento de Sapzurro, último poblado colombiano en el Mar Caribe antes de llegar a Panamá, perteneciente al municipio de Acandí y situado en la esquina noroccidental del Chocó, de Colombia y de Suramérica. Dicho municipio, junto a Unguía, Juradó y la porción occidental de Riosucio conforman el Darién chocoano. Allá en Sapzurro, no solamente murió el Maestro Miguel Vicente Garrido, el 27 de enero de 2001, sino que pasó gran parte de su vida dedicado a la educación, trabajando como maestro y componiendo como poeta.

El Maestro Miguel Vicente Garrido Ortiz es ampliamente conocido en el Chocó y en ámbitos nacionales e internacionales como compositor de uno de los boleros más sonados del pentagrama nacional: Chocoanita, que ha sido cantado centenares de veces, con embriagueces de amor y admiración, en cuanta serenata, paseo, acto escolar o noche de bohemia ha ocurrido en el Chocó, en homenaje a la belleza de la mujer chocoana recreada a partir del bíblico y bello Cantar de los Cantares. Parte de la nostalgia por la tierra, que se vive cuando se está lejos de ella, se resume en cantar Chocoanita, sin ton ni son, una tarde cualquiera y a propósito de nada, mientras se actualizan los recuerdos más queridos en la mente y en el alma.

Miguel Vicente Garrido es también el compositor de un canto que varias generaciones entonamos como himno del Chocó, sin que oficialmente lo fuera: Yo soy chocoano, aquel relato cantado sobre la honra de ser de Quibdó y sobre lo que en el Chocó se come, por ejemplo, sardina, chontaduro y árbol del pan. Este canto y "Lamento chocoano", que también fue tenido como himno no oficial durante varios años, fueron reemplazados por Tierra chocoana, la composición del Maestro Garrido Ortiz que fue oficialmente adoptada como Himno del Chocó a mediados de los años 70 del siglo pasado.

Verdaderos himnos a la exuberancia y a la majestad del territorio chocoano y sus recursos naturales, al amor por la patria chica y a la nostalgia que embarga el ser en las ausencias, a la vida cotidiana y al amor, a la honra de haber nacido allí y a la esperanza de lo que aún no ha sido, pero pronto será, son estas tres canciones emblemáticas de Miguel Vicente Garrido Ortiz: Aguas del Atrato (“Aguas del Atrato / que en tu marcha lenta / regaste el germen de una raza / que tú ves nacer./ Quién fuera canoa / para estar besando / el agua fresca de tu cauce / que no cesa de correr”); Yo soy chocoano (“Yo soy chocoano de nacimiento / tengo por honra ser de Quibdó / allí mi madre me dio su aliento / y allí mi alma se inspiró”) y Champa de palo (“Tengo mi champa de palo / que corre veloz / sobre el pelo del agua / en esa champa yo estoy / feliz porque voy / a besar a mi amada”). 

Chocó, tierra de quereres (“Chocó, tierra de quereres / tristezas, placeres / romance y canción / cuánto sufro al no mirarte / porque estás grabado / en mi corazón”) es una canción atribuida generalmente al Maestro Miguel Vicente; pero, conocedores amplios de la música regional, como el melómano y coleccionista Jesús Elías Córdoba, han aclarado que esta canción es de la autoría de Carmen Valois Arce, oriunda de Tadó, quien la compuso como "Grito al Chocó".

Las canciones de Miguel Vicente Garrido Ortiz, letra a letra hechas con amor puro por la tierra, acorde tras acorde musicalizadas con la cadencia de los ríos y el sosiego de los montes cuando en las noches duermen, son -sin duda alguna- pequeños himnos de chocoanidad.


[1] García M., Gabriel. El Chocó que Colombia desconoce. HISTORIA ÍNTIMA DE UNA MANIFESTACIÓN DE 400 HORAS (I). En: Crónicas y reportajes. Instituto Colombiano de Cultura. Bogotá, Editorial Andes. Junio de 1976. 518 pp. Pág. 197.