Efemérides
Crepúsculo en Quibdó. Foto: Julio César U. H. |
Pródigo
en efemérides es agosto para el Chocó. Se conmemoran tres hitos históricos: en
el periodismo y la literatura regional, y en la investigación social y
antropológica; así como se cumplen 26 años de la expedición de la Ley 70 o Ley de comunidades negras y tres años del último Paro Cívico Regional,
gesta fructífera y digna en la que se le demostró nuevamente a Colombia que el pueblo no se rinde, carajo.
Foto: Julio César U. H. |
El Chocó cada 7 días
Chocó 7 días, semanario cuya primera edición fue voceada
en las calles de Quibdó un 7 de agosto, está cumpliendo 24 años de
ininterrumpida labor. Una especie de odisea en un contexto como el de Quibdó y
el Chocó, en donde la economía formal depende del sector público y del comercio,
que vendrían a ser las únicas fuentes de pauta publicitaria para el
sostenimiento de los medios; pero, que, en un caso, pretenden cooptar la
independencia periodística a cambio de avisos; y en el otro no tienen tradición
de estrategias publicitarias y pretenden pautar a precio de huevo.
Este
hecho, por sí solo, evidencia lo significativo de la labor de Chocó 7 días, un semanario que, a pesar
de las dificultades que ha vivido, circula cada viernes en las calles de
Quibdó, en otros municipios del Departamento y en ciudades del interior del
país; así como en Internet, en los últimos años. Chocó 7 días ha sido durante
estos 24 años el lazo informativo de la chocoanidad que no habita en el Chocó
con las cosas de su región. Es por ello oportuno agradecer esta labor y
desearle a Chocó 7 días una vida tan
larga como la que tuvo el ABC, de Don Reinaldo Valencia; y buenos augurios para
que se cumpla su propósito de ser “un
almácigo del cambio y la transformación regional”, como lo expresó en su
Editorial conmemorativo de esta fecha.
Imagen tomada de Ensayos escogidos. Biblioteca de Literatura Afrocolombiana. |
Rogerio Velásquez y su negredumbre
Por otra
parte, el 9 de agosto se cumplieron 111 años del nacimiento en Sipí de Rogerio
Velásquez, el primer antropólogo negro graduado en Colombia y el fundador
indiscutible de los estudios sobre raza y sociedad en las comunidades negras
del país; a través de sus múltiples y rigurosos trabajos etnográficos,
históricos y literarios. Su vida fue tan corta en el tiempo (murió antes de
cumplir 57 años) como pródiga en aportes a las ciencias sociales y humanas.
Conocer su obra debería ser un deber de todo chocoano: para empezar a hacerlo,
los invito a que obtengan de internet una compilación de sus ensayos, publicada
por el Ministerio de Cultura en el año 2010, como parte de la Biblioteca de
Literatura Afrocolombiana. Se puede obtener en la Biblioteca Virtual del Banco
de la República:
La
recopilación y el prólogo de los ensayos de Rogerio Velásquez que conforman el
libro son obra de Germán Patiño, el insigne
investigador y escritor vallecaucano, el mismo que se inventó el Festival
Petronio Álvarez. Tras las huellas de la negredumbre titula Patiño su excelso prólogo,
en el cual explica el contexto de la vida y la obra de Rogerio Velásquez, su
recorrido vital y sus aportes a las ciencias sociales y humanas del país. De
acuerdo con Patiño, el aislamiento estructural al que Colombia sometió al Chocó
desde su origen es la fuente y materia prima del trabajo de Velásquez:
“De acuerdo con su hija Amparo
Velásquez Ayala, en algunos atardeceres, cuando paseaba con su padre, él les
decía: «Al otro lado de la cordillera termina Colombia y a este lado comienza
el Chocó». Esta conciencia de aislamiento, vigente hasta hoy, le entregó la materia
prima para sus investigaciones y estudios. No vaciló a la hora de dedicar su
vida a contarle al resto del país cómo era ese Chocó profundo, desconocido y
despreciado. Tierra de negros y de indios supérstites, de humedad y calor, de
oro y platino, de pobreza e injusticia social, que siempre ha sido mirada con
desprecio por las elites que gobiernan el país. Es casi inexplicable que el
Chocó todavía pertenezca al territorio colombiano y que sus gentes no hubieran aprovechado
la secesión de Panamá para formar parte de la nueva república centroamericana.
Desde luego, esta perspectiva aún puede suceder en Colombia, si aquel abandono
contra el que luchó y escribió Rogerio Velásquez continúa vigente”[1].
Erudito, riguroso, detallista y
sistemático en su producción ensayística, Rogerio Velásquez acuñó el concepto negredumbre, “para referirse a la masa de negros que son
objeto de su investigación, en una audacia semántica que relaciona negros con muchedumbre”[2].
En dicho concepto, Velásquez incluye específicamente a la negritud doliente,
abandonada, despreciada por Colombia, desconocida, civilmente inexistente hasta
que llegaron los tiempos electorales y las cedulaciones para dicho fin; la
negritud que habita los tremedales, los ríos cual arterias del sistema vital de
la selva, bajo el gobierno de la Naturaleza, el rayo, la tempestad, la lluvia
eterna, el sol tan majestuoso como candente sobre unas vidas que tienen sentido
porque son vividas colectivamente, en familia extensa, en redes de parentesco,
en comunidades, en grupos, en pluralidad. Todo lo cual, con precisión científica
y con belleza literaria, retrató Rogerio Velásquez en todos y cada uno de sus
ensayos, publicados en las revistas colombianas de Antropología y Folclor, en
la revista de la Universidad de Antioquia y en el Boletín bibliográfico y
cultural del Banco de la República… Imagínense ustedes la calidad de los trabajos
y de los escritos de Rogerio Velásquez para que, desde el lejano y excluido
Chocó, llegaran a las páginas de publicaciones como estas, que marcaron hitos
editoriales en materia cultural en Colombia.
Miguel A. Caicedo,
El Poeta de la Chocoanidad
Finalmente,
el próximo 30 de agosto, viernes, se conmemora el Centenario del Nacimiento del
Poeta de la Chocoanidad, Miguel A. Caicedo, quien nació en La Troje
(corregimiento del Municipio de Quibdó), el 30 de agosto de 1919, sábado, y
falleció en Quibdó, el 4 de abril de 1995.
Miguel
Antonio Caicedo Mena (su nombre completo) es sin duda el más grande poeta
costumbrista y folclórico del Chocó, escritor y poeta clásico, educador y
maestro ejemplar, creador literario y promotor del patrimonio cultural y de la
identidad de la región. Oportuno es rendirle homenaje de
admiración y gratitud a quien con su vida y su obra contribuyó a la
construcción de nuevos caminos para la educación del pueblo chocoano, el
reconocimiento de su cultura y el fortalecimiento de su identidad.
Miguel A.
Caicedo fue un educador, un maestro, en todo el sentido de la palabra; tanto
por su calidad pedagógica como por la dedicación de su vida a la Educación, en
la cual creía como formadora de hombres y mujeres de bien, con identidad cultural
sólida, con valores humanos intachables y con ineludible compromiso en la
transformación de las condiciones materiales de vida del Chocó hacia
condiciones más equitativas y justas. Protagonizó como estudiante y como
educador el proceso de transformación de la educación pública en el Chocó, de
unas condiciones excluyentes por causas económicas y raciales, a un escenario
incluyente que él mismo -como Licenciado en Filología y Lenguas Clásicas y
Modernas- contribuyó a fortalecer a través de logros como la aprobación del
bachillerato completo en el hoy centenario Colegio Carrasquilla, de Quibdó; y el
enaltecimiento de la Normal Superior de Quibdó, como excelsa proveedora de
maestros para todos los rincones de Colombia. Así como cofundador y profesor de
la Universidad Tecnológica del Chocó y de la Normal Superior Manuel Cañizales;
y como promotor, desde la Secretaría de Educación del Chocó –durante el
gobierno de Carlos Hernán Perea- de la aprobación del ciclo completo de
estudios en varios establecimientos educativos del Departamento.
Miguel A.
Caicedo fue también un poeta clásico y romántico de altos quilates, inscrito en
la tradición del Siglo de Oro español, la cual conocía al dedillo y la difundió
siempre en su misión magisterial, como ejemplo del buen decir, del buen hablar,
de la inspiración y de la creación en torno a la condición y a la vida humana.
También fue narrador en los campos del cuento y de la novela, con tendencia a
las narraciones edificantes, educativas, morales, a través de las cuales se
reconocen sus dotes de escritor y se decanta su condición esencial de maestro.
En la
línea de sus preocupaciones históricas, Caicedo documentó asuntos como el uso
particular de la lengua española en el Chocó, la historia de la educación
pública en la región y de algunos de sus adalides, la historia de Quibdó y del
Chocó. Con su obra Manuel Saturio (El
hombre), Caicedo exploró uno de los mitos fundantes de la chocoanidad
moderna, el de Manuel Saturio Valencia, el último colombiano que sufrió la pena
de fusilamiento; así como se aproximó a mitos fundantes de la chocoanidad
rústica y premoderna, pues sus saberes y conocimientos como filólogo los
utilizó Caicedo para indagar, explorar e investigar el habla popular chocoana y
su producción oral como forma de arte, comunicación y documentación de su vida
y de su cultura. De allí salieron publicaciones como Chocó, verdad, leyenda y locura; Del sentimiento de la poesía popular chocoana; Los cuentos de la abuelita; Poesía
popular chocoana; Recuerdos de la
orilla; y Chocó mágico y folclórico
(Primer Premio de Alfabetización, 1.973, del Ministerio de Educación Nacional).
Como
culmen y síntesis ontológica y literaria de su chocoanidad, Caicedo produjo un
centenar de poesías costumbristas o folclóricas, que él mismo y sus hijas Eyda
María y Emilia Caicedo Osorio declamaban y ponían en escena durante las décadas
de los años 70 y 80; al igual que lo hacían estudiantes de secundaria de la
época, como Rosita Lemos, Luis Demetrio Caicedo y Luis Enrique Blandón
Wiedemann. En ese entonces, el Chocó entero, y después Colombia, asistieron
maravillados al delicioso espectáculo de ver y oír fragmentos significativos de
la vida del Chocó contados en cuestión de minutos, a través de cada una de
estas poesías, que se hoy se conservan en el archivo sonoro de Radio
Universidad del Chocó. Algunos títulos de estas son: Negra del bunde
amargo, La bogotana, El parentesco, El bochinche, La pordiosera, La bichera, El
médico de los brujos, Reveses del congeneo, El perrito rabón, Guabinadas, Los
discípulos de Baco, La sabiduría de Remojao, El paraguas de María Ramos, La
razoncita, La maestra ociosa, La pesca fugitiva, El rapto de Fermina, El cholo
ladino, Las alcaldadas del Pollo, Dos gobernantes sedientos, La receta de
Guabina, Bajameuno, La ramonera rezada, Llorá, negrito, llorá, El cholo de
Remojao, Gajes de la subienda.
Miguel A.
Caicedo no descansó ni un minuto de su vida en la tarea autoimpuesta de dar a
conocer todo lo de su tierra: sus costumbres y personajes, el habla popular, la
riqueza biológica y cultural, su historia. Fue hombre sencillo y sin tacha,
campesino de origen, profesional admirable e inteligente en grado sumo,
ferviente amante de su tierra y de su gente, de sus ríos y mares, de su selva,
de su fauna, de su flora, de su biodiversidad, de su difícil y glorioso pasado,
de su complejo presente, de su incierto futuro, todo lo cual constituyó el
centro de su vida intelectual y profesional. Un siglo después de su nacimiento,
la paz de la eternidad es la nota poética de su ser.
[1] Patiño, Germán. Tras las huellas de la negredumbre. Prólogo a
Velásquez, Rogerio. Ensayos escogidos. Ministerio de Cultura, 2010. Biblioteca
de Literatura Afrocolombiana, Tomo XVII. 217 pp. Pág. 9-10.
[2] Ibidem, pág. 12.
Información supremamente valiosa para crecer en nuestra identidad y en Chocoanidad, es la que ofrece esta entrega de miguarengue. De esta manera, se continúa aportando a una cultura auténticamente chocoana. Gratísimas, Julio.
ResponderBorrarGracias, José Lorenzo, por el comentario y por leer El Guarengue. Esa es la idea: aportar a la valoración de la cultura chocoana.
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