lunes, 25 de octubre de 2021

3 robos

Tres robos

Quibdó, principios de la década de 1930. 
Fotos: Misioneros Claretianos.
Tres sombreros de paño fueron robados de la tienda del comerciante Wadit Chacur en la mañana del sábado 28 de junio de 1930. La cara del ratero, quizás por lo joven que era, se le quedó grabada al sirio.

La noche anterior, a la señora Leocadia Valencia, quien había venido del campo a vender unos productos agrícolas, le robaron 20 pesos oro que guardaba en su baúl, en un cuarto de la casa del señor Pompilio García, donde se hospedaba.

Tres meses después, al mediodía del lunes 29 de septiembre, cuando don Raúl Cañadas había cerrado su almacén para ir a almorzar y hacer siesta en su casa, los amigos de lo ajeno le robaron, entre otras cosas, una pistola alemana muy querida por él y avaluada en 40 pesos oro.

El ratero de los tres sombreros resultó ser apenas un muchacho, de escasos 15 años, que fue aprehendido por el sargento Castillo y el agente Álvarez, quienes lo localizaron a partir de la descripción física que de él hizo el señor Chacur. Un hombre de nombre Pompilio, alias Duma, señalado por la señora Valencia como seriamente sospechoso del robo de los 20 pesos de su baúl, fue arrestado por la policía. Mientras que en el caso del almacén de don Raúl Cañadas, aunque la policía decía tener bastantes indicios acerca de los autores, pasó mucho tiempo antes de que tuviera noticia cierta sobre el particular.

Don Raúl Cañadas cerró su almacén un poco antes de las 12 y media, hora que escuchó anunciar por el reloj de la iglesia parroquial de San Francisco de Asís cuando ya iba llegando a su casa, protegido del sol debajo de su paraguas negro. Iban a ser las 3 de la tarde cuando regresó. Una sola mirada le bastó para saber que algo había ocurrido en su ausencia. La puerta de la caja de caudales estaba abierta y había cierto desorden en el lugar, especialmente en los cajones del mostrador, donde faltaba el dinero de la venta que hasta esa hora había hecho. En los armarios donde exhibía productos de charcutería, era notoria la falta de una buena cantidad de conservas importadas. A ojo de buen cubero, calculó en 100 pesos oro el valor de lo robado, que para bien suyo no incluía dinero de la caja de caudales; pero, sí incluía su muy apreciada pistola alemana, que no estaba en el cajón donde siempre la guardaba.

Servelio se llamaba el muchacho a quien, luego de una persecución a toda carrera, la policía aprehendió como autor del robo en el almacén de Wadit Chacur. Asustado, tardó poco en reconocer su fechoría y en llevar a los agentes de policía hasta el lugar en donde había escondido los tres sombreros: debajo de la casa de don Jorge E. Díaz. Esta, como todas las casas de madera de la época, estaba construida en estilo palafítico, fundada en pilotes de madera de guayacán, un método constructivo apto para prevenir los estragos de las inundaciones periódicas en el dique y los pantanos del Atrato, donde estaba emplazada Quibdó. Por la misma razón, los desconocidos ladrones del almacén de Raúl Cañadas habían ingresado al local por debajo de la casa, rompiendo el piso de madera desde la zanja sobre la cual este se ubicaba.

En la Carrera 1ª de Quibdó quedaban los establecimientos de comercio de Wadit Chacur y Raúl Cañadas. El hospedaje de la señora Valencia quedaba en la Calle 2ª. Los tres robos fueron de gran notoriedad, por lo escasos que aún eran los delitos en la ciudad.


lunes, 18 de octubre de 2021

Nicolás Medrano - 3ª Parte

 Un desaire histórico 
y una despedida multitudinaria
El Misionero Claretiano Nicolás Medrano
-3ª Parte- 

Iglesia parroquial de Quibdó, 1934.
César Conto Ferrer y Jorge Isaacs Ferrer.
Padre Nicolás Medrano.
FOTOS: Misioneros Claretianos y Univalle
.

Después de más de veinte años de presencia y trabajo como misionero claretiano en la Prefectura Apostólica del Chocó, especialmente en Quibdó, adonde había llegado en febrero de 1911; el sábado 8 de septiembre de 1934, el Padre Nicolás Medrano partió de Quibdó con rumbo a Bogotá por la vía hacia Antioquia. Un grupo de notables quibdoseños lo acompañó en el comienzo de su viaje, hasta el kilómetro 17 de aquella carretera entonces en construcción, cerrando así los actos de despedida del connotado misionero, que habían incluido un acto multitudinario en la noche del jueves 6 y una velada cultural en la noche del 7 de septiembre.

Por efecto de su nombramiento como parte del gobierno provincial de los Claretianos en Colombia, cuya sede era Bogotá, el Padre Medrano debía trasladarse a esa ciudad para cumplir las funciones que le fueran encomendadas en materia de relaciones con la delegación del Papa en Colombia, con el gobierno colombiano y con los propios misioneros de su congregación. Esta vez de modo permanente y no como a mediados del año 1923, cuando su estadía en Bogotá -al servicio de dichos menesteres- no llegó a seis meses, de modo que a fines de ese año ya estaba de regreso en Quibdó y a la vuelta de un año está nuevamente ejerciendo como Párroco y como Superior de su comunidad en la ciudad, al igual que como Proprefecto y Vicario Delegado, hasta el momento de su traslado definitivo.

El periódico ABC, en su edición del viernes 7 de septiembre de 1934, publicó una crónica titulada “La despedida del Rvdo. Padre Medrano. Más de cuatro mil personas acudieron en peregrinación a manifestar sus sentimientos por su viaje[1]. Allí, además narrar detalles de los actos de despedida celebrados en Quibdó y ponderar la importancia del Padre Medrano para la ciudad, ABC deja claro su desacuerdo con la designación del Padre Medrano para un “puesto secundario” en Bogotá y califica de “lamentable error esa designación”.

“Algunos admiradores del Reverendo Padre Nicolás Medrano, Párroco de Quibdó, organizaron en el día de ayer una manifestación en la cual debía decirse la palabra de despedida al querido padre, por oradores que fueron nombrados pocas horas antes de que se efectuara el acto. Unos cuantos carteles en las esquinas daban el aviso de este propósito y a las ocho y media de la noche estaba la plazoleta frente al edificio en construcción de los Misioneros completamente atestada de gentes de todas las clases, de todos los barrios.


Allí se confundieron en un solo haz todas las capas sociales para decir su palabra de despedida al distinguido párroco. Y es que el Padre Medrano lleva corridos veinticuatro años de luchas en el Chocó y por consiguiente ha echado raíces en el corazón de las gentes. La noticia de su designación para un puesto secundario en Bogotá ha causado grave malestar. Sin duda ninguna, y después de haber visto la imponentísima exteriorización de los sentimientos del pueblo de Quibdó, puede afirmarse que fue un lamentable error esa designación[2].

La crónica de ABC destaca también la presencia del Padre Grau, Pedro Grau y Arola, quien dos décadas después será ordenado obispo y nombrado como primer Vicario Apostólico de Quibdó, cargo que desempeñará durante 30 años, hasta junio de 1983, cuando otro claretiano, Jorge Iván Castaño Rubio, lo sucederá y abrirá nuevas y memorables páginas en la historia de los claretianos y de la iglesia católica en el Chocó y en el Pacífico Colombiano.

Misioneros Claretianos en Quibdó, 1960.
En el centro, sentado, Pedro Grau y Arola,
Vicario Apostólico de Quibdó.
FOTO: Archivo fotográfico y fílmico del Chocó.

Igualmente, la crónica hace referencia a las calidades humanas del Padre Medrano, exalta su aporte a la música regional a través de la organización de la Banda de San Francisco y reconoce su vinculación a las obras materiales que han significado progreso para la ciudad.

“El Padre Medrano, que ha sido el mejor amigo y consejero y ha tomado parte en casi todas las obras de algún relieve en esta ciudad, estaba supremamente conmovido. Le acompañaba el Padre Grau y algunos otros miembros de la comunidad. En nombre de la ciudad hablaron los señores Matías Bustamante Mesa y Rodolfo Castro, ambos interpretaron bellamente el momento que vivía ese núcleo de habitantes quibdoseños, y fueron aplaudidos largamente. A esas palabras contestó el padre Medrano con una de sus más bellas oraciones. Los aplausos interrumpían al orador y las lágrimas de sinceridad y afecto se dejaron ver en muchos rostros.


La banda de San Francisco, la única que ha tenido verdadera organización en esta tierra y que él fundara y llevara con su esfuerzo y consejo hasta obtener fama que hoy disfruta con justicia, amenizó el acto con algunas selecciones de su repertorio”[3].

En la noche de ese viernes 7 de septiembre, organizada por el Padre Juan D. de las Heras y su grupo artístico, se homenajea al Padre Nicolás Medrano con una velada cultural, en la cual -como en el acto del día anterior- el homenajeado no puede evitar la tristeza por su inminente partida de una ciudad donde ha pasado hasta ese momento la mayor parte de su vida como sacerdote y misionero claretiano. Al otro día, el Padre Medrano empieza su viaje, esta vez sin regreso, lejos de Quibdó, en medio del afecto y la gratitud de un pueblo que agradece sus aportes, reconoce sus virtudes y olvida sus errores; en una muestra colectiva de consideración y aprecio a la cual se suma el gobierno intendencial: “La Intendencia, por su parte, interpretando los sentimientos de la ciudad, ha dictado un bello decreto de despedida al Padre Medrano en que se relievan sus virtudes y espíritu progresista que lo informan[4].

Quibdó es entonces una ciudad floreciente en mitad de la selva, a orillas del Atrato que la conecta con el mundo; una ciudad noble y generosa con quienes a ella llegan desde los sitios más remotos del planeta. Ello explica que, en septiembre de 1934, en el momento de la despedida del Padre Nicolás Medrano, hasta los sectores más liberales de la ciudad, empezando por el periódico ABC, parecieran haber olvidado que diez años atrás, en octubre de 1924, la comunidad claretiana de Quibdó desairó a la región con sus despiadadas diatribas en contra de César Conto Ferrer, con ocasión de la repatriación de sus restos mortales y su disposición en una urna situada dentro de un templete construido en su honor por el arquitecto catalán Luis Llach, monumento que aún existe en la esquina noroccidental del Parque Centenario de Quibdó[5].

Dicho monumento fue inaugurado el 12 de octubre de 1924 para recibir los repatriados restos del poeta, maestro, político, periodista, diplomático, filólogo y patricio liberal, que habían llegado a la ciudad el día anterior, en un barco a vapor llamado Quibdó, que los trajo desde Cartagena, adonde habían llegado procedentes de Ciudad de Guatemala, en donde el jueves 2 de julio de 1891 -hace 130 años- murió este protagonista de decenas de batallas contra la hegemonía conservadora, forzosamente exiliado por combatir el oscurantismo, la teocracia y el cogobierno eclesiástico, en defensa de las ideas liberales, la Constitución de Rionegro, la república federal “y, como alimento de ella la educación popular, sin tributos al escolasticismo, libre, laica, científica[6].

Treinta y tres años después de muerto, regresaba César Conto Ferrer a Quibdó consumido por el tiempo, su energía y su materia transformadas, empacadas sus cenizas en una urna de mármol de los talleres de Tito Ricci, de Cartagena. Y ni en este estado se salva de las diatribas y de los denuestos de sus contradictores: “…la iglesia católica declaró “profanado” el recinto donde habían reposado los restos de Conto Ferrer, militante e ideólogo del liberalismo radical en el siglo XIX, y se negaron a celebrar una ceremonia religiosa que debía tener lugar allí. El clérigo español Nicolás Medrano fue el principal vocero del clero en contra de la memoria del ilustre hijo de Quibdó. De Medrano se dice que “combinaba la liturgia con la política partidista[7]. Ese recinto fue el salón principal del edificio de la Intendencia del Chocó, en donde tuvieron la urna con los restos mortales de Conto en cámara ardiente, antes de llevarlos al monumento construido por Luis Llach: “un templete con columnas muy a su gusto, de inspiración jónica, que sostenían una cúpula con nervaduras, y posada sobre esta, como remate, un águila imperial[8].

Templete en homenaje a César Conto Ferrer.
Quibdó, Parque Centenario, julio 2019.
FOTOS: Julio César U. H.

La misa que los misioneros se negaron a celebrar en el salón principal de la Intendencia tuvo lugar en el templo parroquial o iglesia de San Francisco de Asís (actual catedral de Quibdó). Fue presidida por el Padre Jacinto Bau, quien expresó -en nombre de los claretianos, cuyo superior era el Padre Medrano- que el homenaje a César Conto Ferrer era un agravio para la iglesia, porque Conto había sido un impío perseguidor de la fe católica y la religión. Las ideas liberales de Conto Ferrer y sus batallas contra la sangrienta y oscurantista hegemonía conservadora; sus luchas y sus acciones de gobierno como presidente del Estado Soberano del Cauca, en pro de la educación popular y universal, laica, científica y libre, acompañado de su primo Jorge Isaacs Ferrer, a quien nombró como Superintendente de Instrucción Pública del Estado; son la fuente y el principal motivo de descalificación y denuesto de los claretianos de aquella época hacia César Conto Ferrer.

A pesar del improperio, que mucho dolió a la ciudadanía quibdoseña, la urna con los restos de César Conto Ferrer fue emplazada en el interior del templete construido en su memoria y homenaje, en medio de sentidos discursos pronunciados por personalidades como Guillermo Henry y Lisandro Mosquera. Una edición especial del periódico ABC dedicada a la memoria de Conto Ferrer circuló aquel domingo y fue profusamente leída en la ciudad. Tan profusamente leída como la crónica de la despedida del Padre Nicolás Medrano, publicada diez años después por ABC, en la cual no se hace mención alguna del histórico baldón de Medrano y sus compañeros claretianos en contra de la memoria de un hombre al que tanto le adeuda Colombia.


[1] Periódico ABC, Quibdó, 7 de septiembre de 1934. Edición Nº 2879.

[2] Periódico ABC, Quibdó, 7 de septiembre de 1934. Edición Nº 2879.

[3] Idem. Ibidem.

[4] Ibidem.

[5] La historia completa de la repatriación de los restos de César Conto Ferrer, incluyendo un resumen de su vida, puede leerse en El Guarengue (julio de 2019): https://miguarengue.blogspot.com/2019/07/el-dilecto-hijo-dequibdo-monumento-en.html

[6] Conto Ferrer, César. Testamento Político. En: REPERTORIO AMERICANO, Semanario de Cultura Hispánica. Tomo 9, Núm. 12. San José, Costa Rica, LUNES 24 DE NOVIEMBRE 1924. Pág. 185. Biblioteca Electrónica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica.

[7] Chocó 7 días. Edición N° 1116. Quibdó, mayo 19 a 25 de 2017. Hidalgo, Edgar, ¿Qué sabe usted del Chocó?

[8] González, Luis Fernando. Luis Llach, en busca de las ciudades y la arquitectura en América. Editorial de la Universidad de Costa Rica. 2004. 344 pp. págs. 244-245.

lunes, 11 de octubre de 2021

Nicolás Medrano 2ª Parte

 El Misionero Claretiano 
Nicolás Medrano
-Segunda Parte-

Portada del Informe de los 25 años de los Misioneros
Claretianos en el Chocó 1909-1934

Ofrecemos en El Guarengue la segunda parte de nuestra serie sobre uno de los misioneros claretianos más reconocidos y recordados en la historia de esta congregación católica en la región del Chocó, en la esquina noroccidente de Colombia: el sacerdote español Nicolás Medrano. El Padre Medrano, con cuyo nombre fue bautizado un barrio de la ciudad, influyó significativamente en el progreso material de Quibdó en particular, por su vinculación a obras de infraestructura en las que se cifraron los sueños de progreso de la sociedad local de principios del siglo XX. Así como tuvo mucho que ver con el desarrollo de la música y con el proceso de reorganización de la fiesta patronal de San Francisco de Asís, hace 100 años.

 

La primera parte de esta serie, a propósito de la festividad de San Francisco de Asís, estuvo dedicada al papel del Padre Nicolás Medrano y su apoyo en la estandarización ceremonial y ritual de las fiestas de San Pacho, hoy patrimonio cultural inmaterial de la humanidad, incluyendo su histórico legado del himno Gloria a San Francisco, conocido como los Gozos Franciscanos, bajo cuya sacra música transcurre uno de los momentos cumbre de la devoción franciscana quibdoseña, en la madrugada del 4 de octubre

Puede leerse en: https://miguarengue.blogspot.com/2021/10/nicolas-medrano-el-misioneroclaretiano.html 

 

Con motivo del 12 de octubre, publicamos hoy esta segunda parte de la serie, dedicada a mostrar el papel activo del Padre Nicolás Medrano en el establecimiento de los internados indígenas en la Prefectura Apostólica del Chocó, como estrategia de implantación del proyecto educativo y civilizador de los misioneros claretianos entre los indígenas de la región; gestión esta con resultados no tan plausibles como los de su legado musical.

 

En la tercera y última parte, además de otras acciones del Padre Medrano en los campos religioso, artístico y cultural, rememoraremos un episodio protagonizado por el Padre Nicolás Medrano relacionado con el homenaje a César Conto Ferrer, el 12 de octubre de 1924, cuando se inauguró el templete del Parque Centenario de Quibdó, que aún existe, para recibir los repatriados restos de este quibdoseño insigne, poeta, maestro, político, periodista, diplomático, filólogo y patricio liberal; y finalizaremos con la sin par despedida que Quibdó le brindó al misionero, en septiembre de 1934.

 

La gestión del Padre Medrano para el establecimiento de los internados indígenas

Actuando en calidad de Vicario Delegado y en representación del Prefecto Apostólico, Padre Francisco Gutiérrez CMF, quien había renunciado a su cargo por prolongados quebrantos de salud; en octubre de 1930, el Padre Nicolás Medrano tomó las riendas de un asunto trascendental para el trabajo de los misioneros claretianos en la Prefectura Apostólica del Chocó, creada en 1908. Dicho asunto era el funcionamiento de las escuelas “frecuentadas por indios”, y la gestión del Padre Medrano terminó convirtiéndose en el hito de origen del establecimiento de los denominados Internados Indígenas en esta jurisdicción eclesiástica, con el fin de cristalizar la “reducción de los indios”, para mejor cumplimiento de los propósitos educativos que le habían sido encargados por el Gobierno Nacional a los misioneros, en virtud del Tratado de Misiones suscrito por Colombia con la Santa Sede, en el marco del Concordato entre ambos estados.

Era domingo el 14 de febrero de 1909, cuando, remontando el Atrato, luego de haber bordeado el litoral Caribe desde Cartagena, los Misioneros Claretianos llegaron a Quibdó para asumir los destinos de la Prefectura Apostólica del Chocó, erigida el 28 de abril de 1908, mediante decreto del Papa Pío X. Aquel grupo de pioneros, cuyos integrantes eran todos de nacionalidad española, lo conformaban el Padre Juan Gil y García, primer Prefecto Apostólico, y seis misioneros más: los sacerdotes Juan Codinach, Andrés Villá y José Fernández, y los Hermanos Coadjutores Hilario Goñi, Félix Reca y Ramón Casáis. Completaban el grupo los padres Agustín Quiroga y Nicolás Lanas, y el Hermano Coadjutor Urbano Simón, quienes se habían adelantado al grupo para prepararlo todo en Quibdó antes de la llegada del Prefecto, quien, “en compañía del Reverendísimo Padre Martín Alsina, Superior General del Instituto, subía a Bogotá a ofrecer sus respetos a las supremas autoridades de la República. Y, cumplidas las primeras obligaciones de cortesía, se presentaba ante el puerto de Quibdó, el día 14 de febrero del año arriba mencionado[1]. El Padre Nicolás Medrano llegaría a la ciudad dos años después, en febrero de 1911 y, salvo una breve ausencia menor de seis meses, permanecería hasta octubre de 1934.

Como lo relata el informe de los primeros veinticinco años de trabajo misionero de los Claretianos en el Chocó, mientras en Roma se tramitaba el nombramiento de un nuevo Prefecto Apostólico, ante el inevitable retiro del Padre Gutiérrez por motivos de salud, el Padre Nicolás Medrano, “sobre cuyos hombros descansaban los destinos de la grey, interpuso su saber y su no escasa influencia para hacer cristalizar la idea de la REDUCCIÓN DE LOS INDIOS[2]. Un viaje a Bogotá; distintas conversaciones con el Ministro de Educación Nacional; consultas con el Abogado del Ministerio y varios otros pasos imprescindibles en ocasiones semejantes: oficios y notas que son de rúbrica para llenar los trámites que requieren negocios de la naturaleza del que tratamos[3].

Los dos primeros prefectos apostólicos del Chocó:
los padres Juan Gil García y Francisco Gutiérrez Lorente.
Fotos: Misioneros Claretianos, Informe 1911-1915.

El Ministro de Educación Nacional era entonces Abel Francisco Carbonell, quien formaba parte del gabinete de Enrique Olaya Herrera, recién posesionado como Presidente de la República en reemplazo de Miguel Abadía Méndez, cuyo último ministro de esa cartera había sido el chocoano Eliseo Arango. Según carta del Padre Medrano al ministro Carbonell, fechada el 10 de octubre de 1930, 20 escuelas están en ese momento a cargo de la Prefectura Apostólica del Chocó, “9 son frecuentadas exclusivamente por indios, y las 11 restantes por negros y mulatos. Los indios matriculados en este año ascienden a 274; los negros y mulatos a 362; total, 636 matrículas[4]. No es muy bueno el estado de instalaciones y mobiliario de las escuelas, que “carecen hasta de bancos para sentarse los alumnos, y casi no tienen ya libros ni útiles de ningún género[5], informa la carta, en la cual se anota que 19 escuelas están a cargo de maestras y solamente una a cargo de un maestro.

“Pero el objeto directo de este Memorial es tratar únicamente de las escuelas frecuentadas por indios... Casi todas ellas están situadas en lugares ásperos del Municipio de Pueblorrico, Departamento de Caldas, aunque en lo eclesiástico son dependientes de esta Prefectura o Inspección”, aclara y precisa el Padre Medrano en su carta. Y le advierte al Ministro de Educación que, “debido a múltiples circunstancias, ni el porvenir de estas escuelas es halagador, ni los actuales resultados son satisfactorios[6]. Se queja el Padre Medrano de que “los tambos o habitaciones de los indios están separados unos de otros; y varios distan algunas horas del lugar donde la escuela funciona”. Y anota que “por esta causa la asistencia es muy irregular y esta irregularidad en nada contribuye al buen resultado que se intenta”. Igualmente, se refiere a las deficiencias locativas: “los locales son verdaderamente míseros: la carencia de muebles y de útiles casi total, y ni ese Ministerio ni la Prefectura cuenta con fondos para remediar esas necesidades”; y lamenta las dificultades que padecen los misioneros para sus visitas a los indios: “por tan pésimos y peligrosos caminos, las visitas son difíciles, y a pesar de todo, un Padre las recorre con harta frecuencia con sacrificios y dispendios de ropa, calzado, bestias, y no pocas veces de la propia vida: y todo sin retribución de ningún género”[7].

Comunidad Claretiana de Quibdó en 1918,
incluyendo al Padre Nicolás Medrano
y al Prefecto Apostólico Francisco Gutiérrez.
Foto: Archivo fotográfico y fílmico del Chocó.

Hijo de su tiempo y de sus convicciones, producto de su formación y de su origen, y genuino representante del proyecto misionero claretiano de ese entonces, el Padre Nicolás Medrano concluye -en su carta del 10 de octubre de 1930 al Ministro de Educación de Colombia- que, según lo que ha expuesto sobre las escuelas de indios manejadas por la Prefectura: “La poca instrucción y educación o civilización que pueda recibir el indio, la pierde con seguridad al volver a su tambo”

Dicho corolario le sirve como base al connotado misionero Medrano para proponerle al Ministro de Educación que las escuelas de indios sean reemplazadas por concentraciones o reducciones, es decir por un solo sitio en donde los indios se concentren para recibir la educación de maestras, monjas y misioneros, en lugar de vivir en tambos dispersos y asistir periódicamente a las escuelas: “Por esto creemos que debe cambiarse de método, reduciendo estas escuelas a un solo CENTRO o REDUCCION, o como se llame, regentado por alguna Comunidad de Religiosas, donde puedan recogerse los indios y ser alimentados, vestidos y curados en sus enfermedades, como si estuvieran en un internado[8].

Para apuntalar la propuesta, el Padre Medrano ofrece poner al servicio de su concreción un edificio de la Prefectura en San Antonio del Chamí y le propone al ministro comprar una finca y un trapiche aledaños, “ya para alimentación, ya para hacer adquirir a los indios hábitos de trabajo y de cultivo”[9].Y anticipándose a la probable objeción relacionada con los altos costos del establecimiento de los internados, el misionero pregunta y propone al ministro lo siguiente: “¿No se podrían invertir en esto las sumas que devengan actualmente los maestros de las 9 escuelas? El Gobierno asigna para esas escuelas la cantidad de $ 5.040 anuales, y esa cantidad se gasta para reportar frutos escasos y a la postre nulos; ¿no estará mejor y más justamente empleada en esta reforma, más provechosa para los mismos indios y de más sólidos resultados? Tal vez con ella pudieran vivir las Religiosas encargadas de ese centro, y dar albergue a mayor o menor número de indios, según el alcance de esos recursos”[10].

El Padre Medrano finaliza su propuesta económica sugiriéndole al Ministro de Educación que considere la posibilidad de cerrar también las 11 escuelas no indígenas o pasarlas al manejo de la Intendencia del Chocó, con el fin de usar también el dinero que en ellas se emplea para financiar los internados o reducciones de indios en áreas más lejanas como Aguasal; con todo y el buen trabajo que algunas de estas escuelas adelantan y que él mismo reconoce en la carta: “Verdad es que sería lástima clausurar algunas de ellas por lo florecientes que están y el interés que demuestran los padres y madres, y los alumnos: mas, si el señor Ministro estima más oportuno y conveniente el atender a los indios, habría que posponer ese sentimiento a la mayor conveniencia pública: aparte de que esas escuelas florecientes (no son todas) pudiera muy bien atenderlas la Intendencia[11]. Y así, luego de una breve fórmula de cortesía como despedida, termina la carta que el misionero claretiano Nicolás Medrano suscribe el viernes 10 de octubre de 1930, con destino al Ministro de Educación de Colombia, mediante la cual propone cambiar las escuelas nacionales del Chocó por internados indígenas.

Prefecto Apostólico Francisco Sanz y Pascual.
Foto: Archivo fotográfico y fílmico del Chocó

El nuevo Prefecto Apostólico, Padre Francisco Sanz, posesionado en febrero de 1931, le da el empujón faltante al proyecto de los internados, una idea en cuya concepción también habían participado el Padre Francisco Onetti y el Padre Fermín Larrazábal, quien a la fecha había regresado a España; pero en cuya materialización sería definitiva la intervención del Padre Nicolás Medrano. En noviembre de 1931, un año después de la histórica carta del Padre Medrano, el Ministerio de Educación autoriza al Prefecto Sanz para que utilice los recursos del presupuesto de las escuelas en la organización de los internados, de común acuerdo con el Intendente Nacional y el Director de Educación Pública del Chocó. Se establecerá entonces un primer internado en Purembará, en jurisdicción de Pueblorrico, en cuyo proceso de diseño y construcción participó la mismísima Madre Laura Montoya, hoy Santa, y posteriormente el de Catrú, en la zona del Baudó; para adoctrinar a los indígenas en la fe católica, castellanizarlos e introducirlos en costumbres lo más lejanas posibles de las suyas propias originales, en un trabajo adelantado conjuntamente con las Misioneras de María Inmaculada y de Santa Catalina de Siena, conocidas como Religiosas de la Madre Laura o Misioneras Lauritas.

Los resultados del trabajo de los internados en la “transformación admirable” de los indios son registrados, en 1936, por el Padre Constancio Pinto, también misionero claretiano, en sus crónicas de la Casa-Misión de Pueblo Rico (1913-1935)[12]: “ya hoy muchos de ellos se confiesan y comulgan, visten como blancos, saben leer y escribir, todos reciben el sacramento del bautismo y se casan por la Iglesia. No huyen del sacerdote, antes lo buscan, porque ven en él a un padre y a un amigo que no desea sino hacerles bien; pero a pesar de esa transformación aún se encuentran en muchos de ellos resabios de vida salvaje; tales son la creencia en sus brujos y la costumbre de las bebezones”. Refiriéndose al Internado de Purembará, el Padre Pinto anota que los 20 indios huérfanos allí internos, al finalizar el año, “saldrían del colegio olvidando completamente su idioma, hablando perfectamente el castellano y con costumbres muy distintas de las que ven en sus mayores. Serán con el tiempo el principio de un nuevo pueblo que sin duda surgirá a los alrededores del colegio”[13].

 San Antonio del Chamí, Pueblorrico, Quibdó y Purembará.
Fotos: Misioneros Claretianos. Informe 1934.

Los alcances de la estrategia "civilizadora" de los internados indígenas, materializada gracias a las gestiones del Padre Nicolás Medrano, son resumidos en una juiciosa investigación sobre el trabajo realizado entre los indios del Chocó y de Urabá por los misioneros claretianos y carmelitas, entre 1908 y 1952, de la siguiente manera:

“El objetivo último de estos internados era el de establecer un “faro en la selva”, como decían los textos, que guiara a los habitantes “abandonados” de esa región hacia “la luz”. Estos centros, además de “civilizar” a los nativos mediante la enseñanza de varias asignaturas y ciertas labores como lengua castellana, aritmética, las “verdades” de la fe, las técnicas modernas y “racionales” de agricultura, oficios prácticos, etc., debían infundir en ellos el amor hacia la patria colombiana. Una vez hubieran logrado convertir a los neófitos, éstos se irían asentando paulatinamente alrededor del faro y conformando un poblado en el cual implementarían todas las enseñanzas impartidas en el colegio en pos de una vida “civilizada”[14].


Sus gestiones conducentes a la creación de los internados indígenas son, pues, otro capítulo de considerable relevancia en el trabajo que durante más de 20 años adelantó el misionero claretiano Nicolás Medrano en el Chocó. Un capítulo de no muy grata memoria y de consecuencias no tan plausibles como sus aportes a las fiestas de San Francisco de Asís en Quibdó. Luces y sombras, como suele decir la iglesia cuando de sus propios errores se trata.



[1] Bodas de Plata Misionales de la Congregación de Misioneros Hijos del I. Corazón de María en el Chocó 1909 – 1934. Quibdó, 14 de febrero de 1934. 228 pp. Pág. 18.

[2] Las mayúsculas pertenecen al texto original.

[3] Bodas de Plata Misionales de la Congregación de Misioneros Hijos del I. Corazón de María en el Chocó 1909 – 1934. Quibdó, 14 de febrero de 1934. 228 pp. Pág. 38.

[4] Idem. Ibidem. Pág. 39-40

[5] Ibidem, pág. 40.

[6] Idem. Ibidem.

[7] Ibidem.

[8] Ibidem.

[9] Ibidem.

[10] Ibidem. Pág. 44.

[11] Idem. Ibidem.

[13] Idem. Pág. 246-247

[14] Díaz Baiges, David. “Convertir para Dios y transformar para la patria”. Misioneros claretianos y carmelitas descalzos entre los “indios errantes” del Chocó y Urabá, Colombia (1908-1952). Tesis doctoral Universitat de Barcelona. Capítulo 5, pág.251. Barcelona, septiembre 2018.

lunes, 4 de octubre de 2021

Nicolás Medrano 1ª Parte

 Nicolás Medrano, el Misionero Claretiano
que compuso los Gozos Franciscanos
-Primera Parte-
Foto: Archivo fotográfico y fílmico del Chocó

“El Padre Medrano ha sido el mejor amigo y consejero 
y ha tomado parte en casi todas las obras 
de algún relieve en esta ciudad”. 
Periódico ABC, Quibdó, 7 de septiembre de 1934.

Impulsor de la Banda Intendencial de música, que se convirtió posteriormente en la magnífica Banda de San Francisco de Asís, la cual ha reunido siempre lo más granado del arte musical quibdoseño y chocoano, el Padre Nicolás Medrano, Misionero Claretiano que vivió y trabajó durante más de 20 años en el territorio de la Prefectura Apostólica del Chocó, forma parte de la historia local y regional, y está vinculado de un modo particular a la historia de la Fiesta de San Francisco de Asís, patrono de Quibdó, que se celebra cada año durante más de dos semanas y desde 2012 forma parte de la Lista representativa de patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.

En 1926 se conmemoraban 700 años de la muerte de San Francisco de Asís, santo italiano canonizado dos años después de su muerte y cuya emblemática vida ha servido como inspiración de amplios sectores de la iglesia católica para su opción por los pobres y la defensa de la Naturaleza como resguardo de la integridad de la creación. Con motivo de dicho aniversario, el Padre Nicolás Medrano y grupos de vecinos de los nacientes barrios de Quibdó, entre los que se contaban Azarías Valencia, Balbino Arriaga y Raimunda Cuesta, dieron comienzo a un proceso de consolidación organizativa de la celebración popular en homenaje al santo de Asís como patrono de Quibdó, basada en formas vecinales preexistentes de organización de los festejos y en la introducción de algunos elementos festivos o carnavalescos de origen español, adaptados a la estética, a la usanza y a la cultura local. De esa época datan algunos de los elementos fundamentales del esquema ceremonial de la celebración de las Fiestas de San Francisco de Asís o San Pacho, en Quibdó, en los que se integran componentes religiosos y componentes seculares o laicos de la festividad, tales como la asignación de un día a cada barrio, las carrozas alegóricas o disfraces, los monumentos o altares religiosos o arcos que se preparan para la procesión solemne del 4 de octubre, las alboradas y desayunos franciscanos con los que comienza el día de cada barrio, las comparsas barriales organizadas por vecinos y amigos, y las desaparecidas vacalocas.

Estampas de Quibdó, 1930.
Fotos: Misioneros Claretianos, Informe 1909-1934.
Como lo anota el documento del Plan Especial de Salvaguardia de las fiestas [1]: “Con la presencia de los misioneros de origen español, la manifestación religiosa y la devoción a San Francisco se van a enriquecer con el aporte que éstos realizan en lo musical, lo teatral y en general en las manifestaciones artísticas asociadas a la fiesta, rasgos que ya se expresan en la segunda década del siglo XX y que tienen como mentor al misionero Nicolás Medrano”. La distribución de los días de la fiesta por barrios surgió como una forma de ampliar la participación popular y distribuir el ejercicio simbólico de la autoridad durante su celebración, extendiendo así los lazos de la fraternidad franciscana a todos los rincones de los vecindarios que a principios de siglo han empezado a reivindicar su identidad territorial como parte del desarrollo urbano de la ciudad. La construcción de carrozas alegóricas, inspiradas en los desfiles y procesiones españolas, dio origen a los llamados disfraces, que son una puesta en escena de contenido crítico acerca de la realidad social y política del país o la región, organizada con elementos de decorado y escenografía, y con muñecos movidos a través de diversos mecanismos de utilería, que forman un conjunto cuyo montaje se hace en una carroza que en sus comienzos era movida por la fuerza humana de la gente de cada barrio y actualmente es remolcada por un carro. En los llamados arcos del triunfo en honor al Resucitado de la semana santa se originaron los llamados arcos franciscanos, representaciones de pasajes de la vida de San Francisco de Asís o de otras escenas sacras en altares que cada barrio construye y prepara para que en ellos se detenga la solemne procesión del 4 de octubre, que circula por calles igualmente engalanadas en homenaje al santo patrono. Las alboradas, de origen religioso, nacieron como un recorrido de anunciación al vecindario de la magnificencia de su día clásico, al amanecer del mismo. Los desayunos franciscanos, con los que inicialmente se agasajaba a vecinos notables, autoridades y personajes importantes de la ciudad, surgieron como una muestra de la generosidad de cada barrio al compartir con sus invitados viandas y manjares de la gastronomía local, como signo de hermandad y comunión. Las comparsas, formadas por grupos de vecinos ataviados con vestimentas carnavalescas uniformes, se originaron como expresión organizada y colectiva de goce festivo, como elemento de afirmación de identidad territorial y signo distintivo de pertenencia a cada barrio. Las desaparecidas vacalocas, armazones de madera provistas de cachos ardiendo en candela viva y de una cola de ramas espinosas a modo de látigo, eran eje de una especie de ritual de fuego y juego, en el que avezados personajes de cada vecindario desafiaban la pericia torera de temerarios vecinos en la noche barrial, mientras la muchedumbre retaba el fuego y huía de los latigazos que con la sonora y lacerante cola despachaba el vacaloquero de turno.

Datan también de aquel periodo los llamados Gozos Franciscanos, una pieza de música sacra cuya riqueza coral y musical colma las calles, esquinas y barrios de Quibdó en la madrugada del 4 de octubre, día oficial de la festividad de San Francisco de Asís. Los Gozos Franciscanos es el nombre con el que popularmente se conoce a un himno titulado Gloria a San Francisco de Asís: Gloria, Gloria, a Francisco cantemos, / nuestro padre protector. / Sus virtudes ensalcemos, / Gloria, gloria, alabanza y honor; un himno de toda solemnidad, cuya estrofa única es a la vez coro estremecedor de voces devotas al amanecer y juego de bises perfectamente medidos para que quepan después de un silencio melódico finamente calculado, que redondea con precisión el armonioso conjunto de esta pieza musical que cada año ennoblece  la alborada del 4 de octubre en homenaje al santo. Este himno, que estremece a quien lo canta y a quien lo escucha, y cuya música literalmente invade el alma, es un elemento devocional céntrico en las expresiones religiosas de alabanza durante la Procesión de Gozos. Se canta desde hace casi un siglo, cuando fue compuesto por el Padre Nicolás Medrano, y es quizá la más inolvidable y significativa entre todas las contribuciones que este misionero claretiano hizo para solemnizar la celebración anual de las Fiestas de San Pacho en Quibdó y promover la estandarización de sus actos y rituales.

“Es hacia la década de los treinta cuando se introducen igualmente otras innovaciones en la fiesta, como por ejemplo la banda de San Francisco de Asís, y se asumen los Gozos o himno del Santo. Estas innovaciones tienen la marca de la acción que despliega el misionero y en ello cumple papel importante el Padre Nicolás Medrano, personaje de primer orden en la historia de la fiesta y quien, además de aportar en la configuración de lo básico del ritual en los aspectos de su liturgia, al mismo tiempo introduce elementos asociados al modo como se asume la fiesta en la calle.
 
Es evidente que en la década del treinta del siglo XX ya la celebración religiosa abandona el modelo rural decantado en los dos siglos anteriores, y asume cierta complejidad que está determinada por el espacio de vida urbana propio del Quibdó de la época. Se puede decir que desde el treinta ya están los elementos que conforman la estructura de la moderna fiesta patronal, los cuales se han conservado a lo largo del siglo XX, o simplemente la fiesta ha evolucionado a partir de esa estructura básica” [2].

Siguiendo los datos de la nota biográfica del Padre Medrano incluida en el Informe de la Prefectura Apostólica del Chocó 1909-1929, elaborado con motivo de la Exposición Misional Española de mayo de 1929, que se realizó como parte de la Exposición Universal de la Industria, en Barcelona; Nicolás Medrano nació en Funes, Provincia de Navarra, el 4 de marzo de 1879. El 15 de agosto de 1896 hizo sus votos en la Congregación de Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, conocidos como Claretianos en referencia a su fundador, San Antonio María Claret. “Ordenado de sacerdote, se ocupó de enseñar latín en uno de los colegios de la Congregación, de donde lo sacó la obediencia para enviarlo al Chocó; aquí llegó a primeros de febrero de 1911” [3], cuando estaba a punto de cumplir 32 años de edad.

Foto: Misioneros Claretianos.
Entre 1911 y 1923 transcurre la primera estadía del Padre Nicolás Medrano en Quibdó. Durante la misma ejerció como maestro en el Colegio Pedagógico, dirigió el coro de la iglesia parroquial de Quibdó y suplió en todas sus ausencias, a veces bastante prolongadas, al Padre Juan Gil y García, Prefecto Apostólico, tanto en la función de Párroco de Quibdó como en el propio gobierno de la Prefectura. El 23 de febrero de 1912, demolido por los estragos que en su salud habían hecho el clima y las condiciones sanitarias de aquel entonces en la región, murió el Prefecto Gil y García. El citado informe de 1929, se refiere así al papel del Padre Medrano frente a este dramático suceso: “A la muerte del Rmo. P. Gil, cuando todos andaban con ánimo desmayado y acobardados, él fue quien conservó la serenidad y animó a todos con sus palabras de valor y confianza en la Providencia, siendo él designado para sustituir al Rmo. P. difunto hasta que viniera nuevo Prefecto Apostólico” [4]. Al poco tiempo, en julio de 1912, el Padre Medrano “quedó canónicamente nombrado párroco y superior de la comunidad [5] de Quibdó: estos cargos los desempeñó sin interrupción hasta mediados de 1923, fecha en que el Gobierno General del Instituto [6] lo nombró para consultor provincial y el gobierno provincial lo eligió secretario de la provincia de los H. In. Cor. de María en Colombia” [7]. (SIC)

Menos de seis meses después, finalizando el año 1923, el Superior Provincial de los Claretianos en Colombia llevó a cabo una visita canónica a la Misión del Chocó, a la cual llegó acompañado del Padre Medrano en calidad de secretario de visita. Fue evidente para el Padre Provincial que el trabajo abrumaba al Prefecto Apostólico y superaba sus fuerzas físicas, disminuidas por efectos del mismo. El Padre Medrano se ofreció entonces para quedarse ayudando durante dos meses, “tiempo que aprovechó para exponer, junto con el Rmo. P. Prefecto Apostólico el estado de la Misión, ofreciéndose con el mayor gusto a continuar en la Prefectura Apostólica y presentando la renuncia de su alto cargo en el gobierno provincial” [8] de los Claretianos, cuya sede era Bogotá. Así las cosas, en diciembre de 1924, el Padre Nicolás Medrano fue nuevamente nombrado Párroco de Quibdó y Superior de su comunidad en la ciudad. Además, fue designado Proprefecto y Vicario Delegado, es decir, segundo a bordo después del Prefecto Apostólico; cargos estos que conservó hasta su nueva y definitiva salida de Quibdó, a finales de 1934.

Además de cumplir diligentemente con sus obligaciones en los cargos administrativos y de dirección que le fueron confiados por sus superiores generales y provinciales, el misionero claretiano Nicolás Medrano ejerció a cabalidad como cura párroco de Quibdó entre 1924 y 1934. Según datos de la Prefectura Apostólica del Chocó sobre el número total de sacramentos administrados en su jurisdicción entre febrero de 1909 y diciembre de 1928, en dicho lapso se habían celebrado 56.823 bautismos, 5.348 matrimonios y 41.227 confirmaciones. En Quibdó, se habían registrado 7.820 bautismos y 640 matrimonios, de los cuales el Padre Medrano había celebrado 2.010 y 333, respectivamente. Además, fue destacado y por todos reconocido su compromiso en el engrandecimiento del culto y las prácticas devocionales en el templo parroquial de San Francisco de Asís, a través del trabajo de fortalecimiento del coro parroquial; la consecución de imágenes religiosas de gran belleza y calidad artística, muchas de ellas encargadas directamente a las mejores fábricas de España; el embellecimiento permanente del templo y el lucimiento en las celebraciones, tanto en el tiempo ordinario como en los tiempos fuertes del calendario litúrgico anual.

Mas no fueron solamente sus dotes de cura párroco en sentido estrictamente religioso las que convirtieron al Padre Medrano en un personaje de gran estima y valía para la sociedad quibdoseña de la época. Más allá de misas y sacramentos, de la atención de asuntos administrativos y de dirección de su comunidad religiosa, el Padre Medrano desplegó intensas actividades, que hoy formarían parte de la llamada pastoral social, a favor de la atención de los pobres y los enfermos de la ciudad, en pro del desarrollo urbano y la infraestructura de servicios, y en el campo de la educación, las artes y la cultura.
La construcción del antiguo Hospital San Francisco de Asís, de Quibdó, fue posible
gracias al impulso del Padre Nicolás Medrano y al compromiso y la gestión
de dos de los mejores gobernantes que ha tenido el Chocó,
Jorge Valencia Lozano y Adán Arriaga Andrade.
FOTOS: Archivo fotográfico y fílmico del Chocó.
Fueron famosas sus colectas para crear un fondo económico con el cual solventar los problemas de alimentación y vestuario de los llamados pobres de solemnidad, incluyendo a los ancianos desatendidos o desamparados; así como para atender, mediante la provisión gratuita de medicinas y elementos de curación, a los enfermos de la ciudad que no tuvieran acceso a estos. El Padre Medrano fue, además, artífice y promotor de obras trascendentales que aún no existían en Quibdó. Su visionario liderazgo y su compromiso con el progreso material de la ciudad hicieron posible el diseño y construcción del Cementerio San José [9], donde los primeros muertos fueron enterrados a finales de 1926; y del Hospital San Francisco de Asís [10], que él promovió desde su llegada a Quibdó y que fue en su momento uno de los mejor dotados y atendidos de la periferia colombiana. Igualmente, gracias a su condición de Superior de los claretianos en Quibdó, además de impulsar él mismo estas obras y obtener el apoyo de la Intendencia del Chocó en los casos pertinentes, el Padre Medrano hizo posible la vinculación de un gran constructor claretiano, el Hermano Frumencio Galicia, a la ejecución de obras arquitectónicas de singular valor estético y gran funcionalidad, que transformarían la estructura urbana y de servicios de Quibdó, como el Colegio Carrasquilla, el Barrio Escolar (demolido hace unos años), la actual catedral y el convento de los misioneros o palacio episcopal, sede actual de la Diócesis de Quibdó.

Tan relevante como su papel en el impulso de obras materiales para Quibdó fue la influencia del Padre Nicolás Medrano en los campos de la educación, la cultura y las artes, en donde también dejó su impronta, como ya lo vimos al principio de este escrito en sus invaluables aportes a la estructura y organización de las Fiestas de San Pacho, y en la sinigual contribución que hizo con la composición musical de los llamados Gozos Franciscanos. Otros aspectos de su labor misionera en estos campos, incluyendo un episodio que nos ilustra sobre los motivos para que -en aquel Quibdó donde él vivió- se dijera que el Padre Medrano “combinaba la liturgia con la política partidista”, son la materia de la segunda parte de esta crónica, que publicaremos el próximo lunes en El Guarengue.


[1] Fundación Fiestas Franciscanas de Quibdó, Ministerio de Cultura. Plan especial de salvaguardia, PES, de las Fiestas de San Francisco de Asís o San Pacho en Quibdó. Junio 2011. 58 pp. Pág. 7.

[2] Idem. Ibidem. Pág. 10.

[3] Informe de la Prefectura Apostólica del Chocó 1909-1929. 326 pp. Pág. 146.

[4] Idem. Ibidem.

[5] Comunidad es el grupo de misioneros que comparten un mismo territorio misional y habitualmente viven juntos en una misma casa.

[6] Se refiere a la Congregación de los Misioneros Claretianos.

[7] Informe de la Prefectura Apostólica del Chocó 1909-1929. 326 pp. Pág. 146.

[8] Idem. Ibidem. Pág. 147.

[9] Un resumen del proceso de construcción del cementerio puede leerse en: https://miguarengue.blogspot.com/2020/06/un-cementerio-sin-sepulturas-portico-de.html

[10] La historia de la construcción del Hospital San Francisco de Asís, de Quibdó, puede leerse en “Un hospital de primera clase, digno de cualquier ciudad de Colombia”:

https://miguarengue.blogspot.com/2020/04/un-hospitalde-primera-clase-dignode.html