Reinas
(1ª parte)
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Zulma Zúñiga Conde, Señorita Chocó 1947. Primera representante del departamento en el reinado de Cartagena. FOTOS: Facebook-Monarcas de Venezuela y Mundiales. Archivo fotográfico y fílmico del Chocó. |
Hace dos semanas se llevó a cabo la 69ª edición del cada vez
más venido a menos Concurso Nacional de Belleza (CNB)®, de Cartagena, que
otrora concentraba durante por lo menos tres días de noviembre la atención y el
interés nacional y regional, incluso de aquellas regiones que no tenían
representación en el reinado, como los denominados Territorios Nacionales.
La costumbre nacional de hacer reinados y elegir reinas es
una herencia colonial profundamente arraigada en Colombia y que ha recorrido su
geografía festiva desde hace por lo menos ciento veinte años. Los reinados se
fueron estructurando en el país y sus regiones como parte sustancial de las
fiestas locales y nacionales en honor a símbolos patrios, cívicos, culturales,
religiosos, económicos, etcétera. Así se llegó a considerar a Colombia como un
país de reinas y reinados, en alusión al hecho de que el país terminó teniendo
una reina para cada ocasión; tal como quedó retratado por García Márquez en Los
funerales de la Mamá Grande, en donde, en el segundo puesto del cortejo
fúnebre, aparecen las reinas de todo lo habido y por haber: “En segundo
término, en un sereno transcurso de crespones luctuosos, desfilaban las reinas
nacionales de todas las cosas habidas y por haber. Por primera vez desprovistas
del esplendor terrenal, allí pasaron, precedidas de la reina universal, la
reina del mango de hilacha, la reina de la ahuyama verde, la reina del guineo
manzano, la reina de la yuca harinosa, la reina de la guayaba perulera, la
reina del coco de agua, la reina del frijol de cabecita negra, la reina de 426
kilómetros de sartales de huevos de iguana, y todas las que se omiten por no
hacer interminables estas crónicas”; todas las cuales formaban parte de los
bienes inmateriales de la matriarcal difunta.
La creación del Concurso Nacional de Belleza (CNB), de
Cartagena, en 1934, por parte de Ernesto Carlos Martelo, fundador de la revista
Diners, empresario, político y periodista que dos años atrás había sido alcalde
de la ciudad, marcaría un hito definitivo en este tipo de eventos. Por su
alcance nacional, el CNB rápidamente se posicionaría como el más representativo
y prestante del país, toda vez que para los departamentos de Colombia se fue
convirtiendo en un escenario privilegiado de representación de lo propio y de
emulación en materia de belleza y manifestaciones culturales, como las que se mostraban
en los trajes típicos que cada candidata lucía y en los regalos que las
delegaciones llevaban hasta Cartagena para compartir entre ellas; todos los
cuales, más que muestras de opulencia, pretendían ser signos de identidad. Por
lo menos hasta que, además de los dineros oficiales y los aportes de las élites
regionales, ingresaron al reinado billetes de bastante tenebrosa procedencia,
que fueron los que a la postre llevaron este concurso a su declive progresivo.
En un país que a principios del siglo XX intentaba construir
identidades e instituciones, símbolos y escenarios de concordia y de paz, luego
de las guerras civiles que hacía poco habían finalizado y se habían trasladado
a la escena estatal de las disputas interpartidistas entre conservadores y
liberales; los juegos florales, carnavales, festivales y reinados, con sus
propósitos de encuentro e intercambio entre distintos sectores de la sociedad y
la nación, contribuyeron grandemente a tales fines. Es así como, en este
contexto y aun con todas sus características e implicaciones coloniales,
patriarcales, elitistas, segregacionistas y excluyentes; por lo menos durante
los primeros cincuenta años de su celebración, es decir, hasta principios de la
década de 1980, el Concurso Nacional de Belleza, de Cartagena, fue una cita
anual casi obligatoria para millones de colombianos, que vieron en él un
espacio de representación de su departamento, pues la reina personificaba -en
el imaginario con el que fue construido el certamen- la identidad cultural y
las riquezas propias del terruño representado, amén de su belleza, mayormente
celebrada en cuanto más se ajustara a los cánones dominantes, enraizados en el
patriarcado subyacente en el evento y alimentados por sus ideales estéticos,
sociales, morales e incluso raciales.[1]
Al principio por miles, después por millones, los
colombianos cumplieron su cita anual con el Concurso Nacional de Belleza, de
Cartagena, a través de la radio y la prensa escrita -en sus primeras ediciones-
y frente a sus televisores a partir de la inauguración de la televisión
nacional y el comienzo de las transmisiones por este medio. Familias enteras
encontraban en esta transmisión un motivo para reunirse y disfrutar juntas,
cada 11 de noviembre, la ceremonia de elección y coronación de la Señorita
Colombia®; durante la cual le hacían -literalmente- barra a su candidata,
conjeturando -también en familia- acerca de los resultados y decisiones del
jurado y celebrando -cómo no- los aciertos correspondientes.
Los eventos previos a esa noche eran profusamente informados
por los medios, de modo que media Colombia estaba pendiente, por ejemplo, del
denominado “Vuelo Real”, que una aerolínea, para entonces tan colombiana como
responsable -Avianca-, hacía exclusivamente para transportar a las candidatas,
todas juntas, de Bogotá a Cartagena, donde la población local abarrotaba el
viejo aeropuerto de Crespo para ver con sus propios ojos a esas mujeres
deslumbrantes que los periodistas llamaban beldades y que serían las soberanas
de la ciudad durante por lo menos una semana. Ocurría igual con los desfiles de
las candidatas en distintos trajes y su entrevista con el jurado.
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Amelia Vélez Domínguez, Señorita Chocó 1949. Blanca Isabel "Betsy" Ángel Castro, Señorita Chocó 1955. FOTOS: Facebook-Monarcas de Venezuela y Mundiales. |
La sucesión de
eventos, su popularización y seguimiento a través de los medios de
comunicación, que paulatinamente fueron dedicándole más tiempo al reinado de
Cartagena y especializando a algunos de sus periodistas en el cubrimiento del
mismo, contribuyeron a consolidar una visión y un sentimiento de representación
regional o departamental, agenciado por las reinas de belleza que competían en
el concurso. Estas percepciones fueron cobrando una importancia especial y
ganando relevancia en regiones como el Chocó y su capital Quibdó. Para un
departamento ignoto en Colombia o reducido a dos o tres estereotipos
tergiversadores de su realidad, la reina se convertiría en una suerte de
embajadora de la cultura y de la historia, del folclor y de la geografía, de la
gente y, cómo no, de la belleza de la región. De cierta manera, además de la
corona y el cetro de la belleza chocoana, la reina departamental portaba la
esperanza de que Colombia supiera que el Chocó era algo más que esos
estereotipos, sumando así elementos a la enorme labor que -desde la década de
1930- habían adelantado los políticos e intelectuales que integraron la
generación chocoanista y encabezaron el proceso de departamentalización del
Chocó y la construcción de institucionalidad estatal, que había empezado desde
los tiempos de la Intendencia.
Recién creado como departamento, el Chocó envió en 1947 su
primera representante al Concurso Nacional de Belleza, en Cartagena: Zulma
Zúñiga Conde, quien -aunque no obtuvo ningún galardón en el concurso- fue
recibida apoteósicamente y multitudinariamente cuando regresó a Quibdó, en un
hidroavión que acuatizó en la orilla del Atrato a finales de noviembre de ese
año. La primera Señorita Chocó compitió con otras 14 candidatas y, junto a
Tolima, Norte de Santander y Nariño, fue debutante en el concurso. Zulma era de
los Zúñiga de ascendencia popayaneja que en la segunda década del siglo XX
establecieron en Quibdó el Salón Colombia, bar, salón social, de diversiones y
espectáculos, donde por primera vez se vio cine en el Chocó. El papá de Zulma
era Julio César Zúñiga Ángel, hermano de Gonzalo, Ernesto e Ibrahim, este
último conocido popularmente como el Mono. La señora Josefina Conde era la mamá
de la primera Señorita Chocó.
Dos años más tarde, en la tercera edición (1949) del reinado
de Cartagena, la representante del Chocó, Amelia Vélez Domínguez, fue
elegida como una de las cuatro princesas, junto a sus compañeras de Antioquia,
Cundinamarca y Magdalena. El Chocó no participó en las dos ediciones siguientes
del concurso. Regresó en la sexta edición, cuya noche de elección y coronación
se llevó a cabo el 12 de noviembre de 1955 y contó con la presentación
artística del mejicano Agustín Lara y de la argentina Berta Singerman. La
Señorita Chocó 1955 fue Blanca Isabel Ángel Castro, popularmente
conocida como Betsy, famosa por el esplendor de su sonrisa, quien
precedió a una de las reinas más recordadas que ha tenido el Chocó, tanto por
su belleza y su reinado, como por su inteligencia y su posterior desempeño en
la escena política nacional.
Nazly Helen Lozano Eljure, a quien sus amistades
cercanas y sus parientes llaman familiarmente Chachi, fue la Señorita
Chocó 1957. Nació en Condoto, de padre chocoano (Mario Lozano) y de madre de
ascendencia sirio-libanesa (Zureya Eljure). Fue compañera de concurso de Doris
Gil Santamaría, representante de Antioquia, quien fue elegida Señorita
Colombia, pero renunció al año siguiente para casarse; y fue reemplazada por la
Virreina, Luz Marina Zuluaga Zuluaga, quien a la postre pasaría a la historia
por ser elegida como Miss Universo. Después del reinado de Cartagena, la
Señorita Chocó 1957, Nazly Lozano Eljure, se graduó como abogada y desarrolló
una destacada carrera pública, que incluyó importantes cargos regionales y
nacionales. Actualmente reside en Cali.
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Nazly Helen Lozano Eljure, Señorita Chocó 1957. FOTOS: Facebook-Monarcas de Venezuela y Mundiales. Archivo fotográfico y fílmico del Chocó. |
El Chocó, al igual
que Boyacá, Córdoba, Huila y Valle, no participó en el Concurso Nacional de
Belleza, en Cartagena, en 1959. Tampoco en 1961. En 1962, cuando el concurso
retomó su realización anual, luego de llevarse a cabo cada dos años durante
siete ediciones, el Chocó regresó a Cartagena con Carmen Emilia Arango Rivas,
quien fue elegida como mejor compañera.
En la edición de 1963, el Concurso Nacional de Belleza
decidió reemplazar la participación de los departamentos por la de ciudades del
país. Isabel Meluk Castro participó como Señorita Quibdó. Treinta
ciudades fueron invitadas a concursar, en vez de los diecisiete departamentos
que entonces conformaban a Colombia. Dieciséis ciudades participaron finalmente
en el reinado, cuya corona nacional fue ganada por la muy recordada Leonor
Duplat Sanjuán, en representación de la ciudad de Cúcuta.
Quince ciudades, entre ellas El Carmen de Bolívar, Puerto
Colombia, San Gil, San Jacinto y San Marcos, compitieron en el 12º Concurso
Nacional de Belleza, cuya ceremonia final se realizó el 13 de noviembre de
1964, en Cartagena. Quibdó no participó en esta edición y tampoco en la
siguiente, la 13ª, que se llevó a cabo el 21 de noviembre de 1965, en
Cartagena, y fue presentada por Víctor Nieto Núñez, director y fundador del
Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias. La Señorita Ibagué, Edna
Margarita Rudd Lucena, quien había nacido en la hoy desaparecida población de
Armero, fue elegida como Señorita Colombia 1965 y coronada en el Teatro
Cartagena.
El Concurso Nacional de Belleza retomó -en su 14ª edición,
en el año 1966- la representación por departamentos, luego de tres ediciones
(1963, 1964 y 1965) en las que las concursantes representaban ciudades de
Colombia. En consideración a su condición de capital de la república, se
incluyó a Bogotá, como se había hecho hasta el año 1962. Un incendio verdaderamente
devastador, considerado como uno de los peores de la historia del Chocó,
ocurrido desde la noche del 26 de octubre de 1966 hasta el día siguiente,
condujo a la decisión departamental de no participar ese año en el certamen. El
palo no estaba para cucharas. La desolación no estaba para reinados. En 1967,
con la ciudad de Quibdó aún en reconstrucción, tampoco el Chocó participó en el
reinado de Cartagena.
En agosto de 1968, cuando aún eran visibles huellas físicas
y emocionales, colectivas e individuales, del gran incendio de 1966, Quibdó fue
escenario de una protesta social de proporciones inusitadas: la Huelga de Agua
y Luz. En una ciudad parcialmente en ruinas aún, con algunos sectores en proceso
de reconstrucción y remodelación, estudiantes, líderes cívicos y ciudadanos del
común salieron a las calles a exigir estos dos servicios básicos y elementales,
de los cuales parecía imposible que un conglomerado humano de la importancia de
Quibdó pudiera carecer. La situación era grave.
A pesar del estado de cosas que se vivían en aquel 1968,
particularmente en Quibdó, la gobernación decidió enviar una representante del
Chocó al reinado de Cartagena. “En 1959, mi familia abandonó el Chocó, para
instalarnos en Bogotá. No volví al lugar donde nací, hasta que, en 1968, fui
requerida por los estudiantes chocoanos de la Universidad Libre de Colombia,
que promovieron mi candidatura para representar a mi departamento en el
Concurso Nacional de Belleza Señorita Colombia. Recibí el encargo con cetro y
corona, de manos del entonces gobernador del Chocó, Esaú Becerra”,
relata quien fuera la candidata elegida, quien en una autobiografía añade que
“fue la primera mujer 100% negra en lograr un reinado de belleza en Colombia,
al ser elegida Señorita Chocó en 1968”.
Poeta, modelo, activista, diseñadora de modas, empresaria, periodista, esta
reina chocoana reside en España hace más de medio siglo, en donde ha forjado
una carrera multifacética. De ella y otras cuantas hablaremos en una próxima
entrega de este especial de reinas, en El Guarengue.