Candó
Algo
de historia de la televisión en el Chocó
-A propósito
de los 70 años de la televisión en Colombia-
Afiche promocional de Candó, 1969 (IMDb). Portada de presentación, con Ana Mojica en primer plano (IMDb). Judy Henríquez y Julio César Luna en Candó (IMDB). Leonor González Mina. (Sonolux) |
“El Gobierno, con facilidades de pago y a precio de fábrica ($ 354), ha vendido en solo 15 días cinco mil aparatos. Y cree dejar instalados 50.000 en total en este año”, anotaba una publicación de la época, en enero de 1955,[2] o sea, seis meses después de inaugurada la televisión. A la par, se avanzaba -como si se tratara de la obra de mayor trascendencia para el desarrollo y la transformación nacional- en la instalación de un sistema de 14 estaciones repetidoras, que garantizaran la recepción de la televisión más allá de las inmediaciones de Bogotá y el altiplano cundiboyacense. La repetidora de Chocontá (Cundinamarca) terminaría siendo famosa en todas las regiones, pues de su buen funcionamiento dependía gran parte de la cobertura nacional y desde ella se generaron las primeras transmisiones vía satélite, como aquellas mediante las cuales más de medio país vivió y celebró la llegada del Apolo 11 a la luna, en 1969, o la meteórica y heroica carrera boxística de Antonio Cervantes, Kid Pambelé, el primer colombiano en ganar un campeonato mundial de boxeo.
Los televisores
vecinales de Quibdó
El “pequeño paso para el hombre” y “gran salto para la humanidad”, como resumió el astronauta estadounidense Neil Armstrong aquella primera vez que un ser humano (él mismo) pisó la superficie de la luna, lo vimos decenas de muchachos, muchachitos, jóvenes y adultos, en las salas de las únicas casas de los vecindarios de Quibdó en donde había televisor, aquel domingo 20 de julio de 1969. En mi caso, en la casa de la familia Velásquez Ayala, es decir, la familia del gran intelectual chocoano Rogerio Velásquez Murillo. Allí, un muchacho alto me alzó en peso y me trepó hasta lo más alto del protector de hierro exterior de la ventana de la casa, desde donde se podía divisar bien el pequeño televisor frente al cual se abarrotaba medio centenar de personas, en una sala en la que ya no cabía más gente y por eso había sido necesario llenar también la ventana, el andén y la puerta de acceso…, tal como ocurría a la misma hora en otros vecindarios y otros televisores.
“…Para la época, en Quibdó -recuerda Elías Córdoba Valencia, gestor cultural, musicólogo, maestro y agrónomo quibdoseño- la mayoría de las casas no tenían televisor y había un televisor por cuadra si acaso -qué sé yo-, entonces la gente se reunía en una casa. Quibdó era un pueblo muy seguro y este concepto de familia extensa, del vecino, funcionaba muy bien; entonces, había ciertos programas que convocaban a la gente y las puertas se abrían y la gente incluso desde la reja [de la casa] veía la televisión en las casas donde había; todavía a blanco y negro, por supuesto, televisores muy pequeños, sin control remoto…”[3].
“Allá
en la selva adentro del Chocó hay un caserío…”[4]
Dieciséis días antes de aquel acontecimiento mundial, otro acontecimiento marcó la historia de la relación entre la televisión nacional, la ciudad de Quibdó y la región del Chocó. El viernes 4 de julio se había transmitido el capítulo final de Candó, la primera telenovela colombiana cuyo escenario era el Chocó y en cuyo reparto aparecieron las dos primeras personas negras que desempeñaron un papel dramático, así fuera menor, en la televisión colombiana: Leonor González Mina, quien ya había sido bautizada por su disquera como La negra grande de Colombia, y Jenny Mena, una talentosa y hermosa chocoana que había sido también bailarina de un grupo de danzas folclóricas creado en Quibdó por la gran folclorista Madolia de Diego Parra, quien a su vez había formado parte de la gira internacional de varios meses por países de Europa y Asia organizada por los hermanos Delia y Manuel Zapata Olivella.
“Es un
pueblo pequeño, solo hay un aserrío”[5]
Candó fue una de las primeras telenovelas escritas por Bernardo Romero Pereiro. Compuesta por 102 capítulos, el primero de los cuales fue transmitido el lunes 10 de febrero de 1969, el comienzo de Candó fue anunciado en una nota del periódico El Tiempo, de ese mismo día, de la siguiente manera:
“Hoy se inicia la nueva telenovela “Candó”.
Hoy, a las 9 de la noche, la empresa
realizadora RTI inicia una nueva serie de telenovela por el canal nacional,
bajo el título de “Candó”, pueblito imaginario del Chocó, cuya industria principal
es la explotación de maderas, manejada por muy pocos patronos. Tiene el
problema del contrabando del oro, con todas las secuelas de la ambición de
poseer el precioso metal. Los problemas que de este hecho se desprenden son
resueltos en el sitio y a la manera de "Candó”.
Todo el desarrollo da para plantear una
trama de gran interés que tiene acción y suspenso, casi desde el principio de
la obra. Ello ha llevado a los realizadores a afirmar que esta será la “telenovela
del año”.
Los artistas
Bajo la dirección de Eduardo Gutiérrez y
con la producción de Hernán Villa, los intérpretes de esta novela nacional
serán: Ramiro Corzo, Judy Henríquez, Bernardo Romero Lozano, Julio César Luna,
Santiago Caicedo, el cantante Fabiano, Leonor González Mina (“La negra grande
de Colombia”), Jenny Mena, Alcira Rodríguez, Darío Valdivieso, Hugo Pérez (que
regresa a las pantallas después de varios años de ausencia), Luis Fernando Orozco,
Ana Mojica, Stephan Proaño, el cantante Julio Cerama, Maruja Toro, Dora
Cadavid, Hugo Armando y Alma Nury.
El libreto es de José Rodrigo[6], la música fue creada, escrita y arreglada para televisión por el joven compositor Francisco Zumaqué, hijo, y la banda fue grabada en los estudios Ingeson”.
Candó es también una de las primeras telenovelas colombianas que recurre a temáticas de origen colombiano, incluyendo personajes y sitios de la geografía nacional. Según una historia del melodrama televisivo colombiano, escrita originalmente en 1987 y publicada hace unos días en un libro conmemorativo de los 70 años de la televisión colombiana[8], “Fernando Soto Aparicio, Bernardo Romero Pereiro y Efraín Arce Aragón son los iniciadores de las telenovelas con historias colombianas, con personajes colombianos y en lugares colombianos (a pesar de que seguía existiendo la limitación del estudio y la imposibilidad de los exteriores). Romero Pereiro escribió, en 1968, “Candó”, una historia sobre la explotación de oro en el Chocó, dirigida por Eduardo Gutiérrez...”.
“No hay
risas en las caras, todo se lo llevó el río”[9]
Candó fue, además, la primera telenovela en la historia de la televisión colombiana que se promocionó a la manera de un producto comercial, con publicidad por fuera de la televisión misma y de los periódicos. “Lo que años más tarde se convertiría en un producto alrededor del cual se mueven grandes inversiones, tanto en la infraestructura necesaria para su realización, como en la pauta publicitaria, en ese entonces era el resultado de un grupo de personas que se movían más en el terreno del arte que en el de los negocios. Sin embargo, hacia 1968 podemos ver cómo la preocupación por comercializar la telenovela va naciendo. En efecto, “Candó” es la primera telenovela a la que se le hace publicidad callejera en forma de afiches como los que se utilizan hoy día para anunciar las corridas de toros o las peleas de lucha libre”[10].
“Un
sendero conduce al monte, el monte conduce a nada”[11]
Es claro que Candó se constituye en un acontecimiento en la historia de la telenovela y el melodrama televisivo en la septuagenaria televisión colombiana, por los aspectos antes anotados. Sin embargo, para el Chocó y Quibdó, y para su población negra, e incluso para el conjunto de la población negra, afrocolombiana, raizal y palenquera del país, es también un hito histórico en cuanto a las formas y contenidos de la representación de la vida, de la historia, de la geografía, de estas sociedades y estos pueblos; que, con todo y su reconocimiento formal en la Constitución y en las leyes, aún no forman verdaderamente parte de la televisión como espejo de la realidad nacional, por diversos factores, relacionados con el tratamiento estereotípico de todo lo referente a la gente negra, sus culturas, sus territorios; especialmente por la falta de fundamentación rigurosa y de contextos válidos en la dramaturgia, además de la ausencia de relatos consecuentes con esta historia de invisibilización y exclusión, más allá de aquellos que obligatoriamente conducen a lo negro, como las bionovelas de cantantes, artistas, deportistas (el Joe, Pambelé, Leonor González, la Niña Emilia, los futbolistas de la Selección Colombia, etc.); a las cuales se recurre más por el éxito comercial que pueden acarrear como figuras públicas los protagonistas del producto, que por el reconocimiento intrínseco a su condición étnica y cultural, y a la historia, el contexto y la tradición a la cual estos pertenecen.
Bárbara Perea y Ramsés Ramos. FOTOS: Pantallazos de El Guarengue, de transmisión de El Espectador. 30.04.2023 |
En el mismo sentido, la actriz Bárbara Perea expresó, en dicho evento de la FILBO 2023: “Sí tenemos hoy en día más actores afros en la televisión o en el cine o en general; pero, las oportunidades no son muy buenas. O sea, no siempre tenemos buenos personajes, no siempre nos están llamando para tener personajes protagónicos o coprotagónicos. Sigue siendo muy poca la presencia afro en la televisión y en el cine colombiano. Y yo creo que una parte es responsabilidad nuestra; pero, también es porque las personas que están dedicadas al casting nos tienen un poco encasillados, hay encasillamiento y sobre todo los estereotipos. Entonces, no siempre tenemos acceso a los personajes -digamos- del común, sino que tenemos más acceso a los estereotipos. Y ahí creo que, en vez de tener un avance, hemos tenido un retroceso”[13].
Elías Córdoba Valencia anota sobre el particular, refiriéndose a Candó: “La otra connotación interesante de Candó es que también es de los primeros momentos en que se ven personas afro en la televisión. Ahí estuvo Leonor González Mina, que tuvo un papel, pues, de esos papeles que eran también superestigmatizantes; y había una mujer chocoana muy conocida, que era Jenny Mena. Jenny Mena era una mujer muy querida en el Chocó y muy conocida, y también hace un papel ahí muy sencillo; porque obviamente los protagonistas eran personajes de la farándula y del jet set, como Judy Henríquez, que era una de las divas; y el otro gran galán de entonces, que era Julio César Luna, y algunos actores que después hicieron fama en la televisión, como Dora Cadavid, por ejemplo…”[14]
“La
fiebre que los consume se siente en cada mirada”[15]
Además de Leonor González Mina y de Jenny Mena, otro grupo de afrocolombianos aparecía en la escena de la telenovela Candó, en calidad de figurantes o extras; casi como parte de aquel decorado que reproducía con matas, ramas y tallos de cualquier especie vegetal que a los decoradores, escenógrafos y ambientadores les diera una idea de la imagen cliché que en sus mentes tenían de la selva. Dichos figurantes eran jóvenes estudiantes universitarios que formaban parte del grupo de Cantos y Danzas Folclóricas del Chocó, de la Universidad Nacional de Colombia, entre los cuales estaba el artista y abogado quibdoseño Américo Murillo Londoño (Ameriquito), de la misma dinastía de las maestras Zully y Leonor, sus hermanas, y de los maestros Nicolás y Alexis, sus hermanos.
“Eso se grababa dentro de los estudios de la Televisora Nacional, que quedaban en la calle 24 entre 5ª y 7ª, por la Biblioteca Nacional… En esa telenovela todo era en interiores. Entonces allá estaban las ramas y otro poco de vainas, que daba la impresión de que fuera en una selva. Y ahí aparecimos varios chocoanos; trabajamos como extras, yo trabajé ahí en varios capítulos, no muchos, pero en varios capítulos aparecí yo ahí; en un papel pues que te digo que en estos tiempos de pronto yo no lo hubiera hecho… Pero, en ese tiempo, para uno que era muchacho, estudiante, la berraquera salir en televisión… Y como eso lo veían en Quibdó, entonces todo el mundo vivía pendiente de que íbamos a salir allí algunos…”, rememora Américo Murillo su participación en Candó, y añade: “uno no dimensionaba que lo cogían a uno y lo ponían en esos papeles de sirviente, porque no era sino eso: lo ponían a uno de sirviente y el negrito que está ahí en la selva y el sirviente… Y entonces, con el tiempo es que dice uno: HP, bueno, y uno cómo se prestaba para hacer esos papeles donde lo ponían a uno era de sirviente nomás… “[16].
Américo Murillo Londoño y Jesús Elías Córdoba Valencia. FOTOS: Archivo El Guarengue. |
Este último aspecto de la historia de Candó lo confirma Américo Murillo Londoño: Candó “hablaba como de minas y toda esa cantidad de cosas, pero nada tenía que ver con lo que se había vivido en el Chocó en la vaina de la minería, que lo que había era la explotación de los gringos de la compañía minera, pero ahí no aparecía nada parecido a eso…”[19].
“La
noche no trae descanso a las almas que se agitan”[20]
Etiquetar como exótico lo que no forma parte del relato nacional es práctica discursiva y frecuente en la actualidad de las redes sociales y en los medios de comunicación. Lo desconocido, lo poco conocido, lo que no se parece al estereotipo o al cliché, es considerado exótico. Con tal poder de influencia sobre los imaginarios y el lenguaje en boga que, incluso, se ha conseguido el absurdo de posicionar y vender -por ejemplo en la industria del turismo- como exotismo lo nativo, los endemismos, las peculiaridades, incluyendo las tradiciones culturales de las etnias, la historia de los pueblos y de las regiones… El autor de Candó elige inventar un nombre para su pueblo de ficción, no usa uno existente, y así se cura en salud de los despropósitos de su relato; el Chocó le sirve como referencia y como escenario porque, desde esa perspectiva, es algo ajeno, extraño, distinto y distante, al país nacional que la entonces quinceañera televisión buscaba reflejar. La selva, el oro, la madera, la gente negra, son funcionales al exotismo del relato… “En esa telenovela hay una cosa también interesante y es que en ese entonces nosotros todavía éramos mirados -como todavía hoy más o menos, pero mucho más en ese entonces- como lo exótico, lo curioso; y entonces era ese tema del Chocó como lo curioso, las dificultades, es decir, todo lo que hoy tiene por lo menos un valor diferente en torno al valor de la biodiversidad, al valor de la cultura; en ese entonces era mirado como algo exótico y casi como ajeno al país, o por lo menos más ajeno que hoy”[21].
“Gente
que no cantó su gloria, gente que nunca tuvo historia”[22]
Tres meses después de inaugurada la televisión en Colombia, cuando aún el ingenioso invento -digno de las excentricidades de Melquíades- no alcanzaba a llegar al Chocó y a otros sitios separados del país por sus montañas -en nuestro caso la Cordillera Occidental, cuyas cimas serían conquistadas por la instalación de una repetidora en el alto de La Sirena-; el General Rojas Pinilla decidió repartir al Chocó entre sus vecinos ricos, que le habían endulzado el oído con su poder económico y político: Antioquia, el Valle del Cauca y Caldas, que aún incluía lo que hoy son el Quindío y Risaralda; sin fijarse siquiera en que era un departamento creado a finales de 1947, es decir, que ni siquiera alcanzaba una década de existencia. Un movimiento ciudadano de protesta, promovido por las mentes más lúcidas y comprometidas de la chocoanidad de la época, consiguió impedir el exabrupto. Primo Guerrero Córdoba, como corresponsal de El Espectador en Quibdó, y Gabriel García Márquez, como enviado especial de ese diario para informar sobre las protestas, documentaron en ese entonces lo ocurrido.[23]
“Hombre
que se quemó en la brasa, carne, sudor, dolor que pasa”[24]
Tendría que pasar una década más para que al Chocó llegara la televisión y llegaran los televisores, muchos de los cuales se quemarían en el gran incendio de Quibdó del año 1966[25]. No obstante, en 1969, entre febrero y julio, a las 9 de la noche, en Quibdó, “todo el mundo corría para donde hubiera un televisor; y no solamente los que estaban en Quibdó, sino que, donde había un chocoano fuera del Chocó, todo el mundo estaba pendiente; porque al Chocó nunca lo habían mencionado en una telenovela”.[26]
“Yo creo que Candó nadie la vio solo: en ese entonces la televisión era un espacio de convocatoria social en Quibdó, por las circunstancias de la falta de popularización de los televisores, pero también por ese concepto de familia extensa y ese concepto de vecino, que estaban tan en boga y que permitían esos encuentros sociales”[27].
Ehhhh,
Oéhhh, Candó, Candó / Ehhh, Candó[28]
Llovía en Quibdó aquella noche de octubre de 1972, cuando nos dieron la noticia del triunfo de Pambelé en Panamá. Estábamos viendo Campeones de la risa, con Carlitos y Silvio Dueñas, en el magnífico televisor de la sala de su casa. Y el programa lo interrumpieron para informar del acontecimiento. Ya nadie se acordaba de Candó, pero todos conocíamos a Judy Henríquez y a Julio César Luna, y empezábamos a familiarizarnos con las historias de Delia Fiallo.
[1] Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes. 70 años de televisión en Colombia (1954-2024). Primera edición: junio del 2024. 81 páginas. Pág. 7.
[2] Revista
Semana. 31 de enero de 1955. Citada en Ministerio de las Culturas…, obra citada.
Pág. 8.
[3] Testimonio de Elías Córdoba Valencia, vía WhatsApp. 14 de junio de 2024.
[4] Primera línea de la primera estrofa de la letra de la canción Candó, compuesta por Francisco Zumaqué, como tema de presentación de la telenovela del mismo nombre y como parte de la música incidental que hizo para el desarrollo de la misma.
[5] Segunda
línea de la primera estrofa de la letra de la canción Candó, compuesta por
Francisco Zumaqué, como tema de presentación de la telenovela del mismo nombre
y como parte de la música incidental que hizo para el desarrollo de la misma.
[6] José Rodrigo es uno de los seudónimos que usó Bernardo Romero Pereiro para esquivar la sombra de la fama de su padre, el gran dramaturgo Bernardo Romero Lozano, uno de los padres de la dramaturgia moderna en Colombia, en teatro, radio y televisión.
[7] Primera línea de la segunda estrofa de la letra de la canción Candó, compuesta por Francisco Zumaqué, como tema de presentación de la telenovela del mismo nombre y como parte de la música incidental que hizo para el desarrollo de la misma.
[8] Rodríguez, Clemencia. Historia del melodrama televisivo colombiano. En: Colombia en el espejo: 70 años de televisión. FES Comunicación y Universidad de los Andes. Bogotá, junio de 2024. 243 páginas. Pp. 40-99. Página 62
[9] Segunda línea de la segunda estrofa de la letra de la canción Candó, compuesta por Francisco Zumaqué, como tema de presentación de la telenovela del mismo nombre y como parte de la música incidental que hizo para el desarrollo de la misma.
[10] Ibidem. Pág. 64. Téngase en cuanta que la referencia a los afiches de tauromaquia y lucha libre tiene validez en el momento en el que fue escrito originalmente el artículo, hace casi 40 años.
[11] Primera línea de la tercera estrofa de la letra de la canción Candó, compuesta por Francisco Zumaqué, como tema de presentación de la telenovela del mismo nombre y como parte de la música incidental que hizo para el desarrollo de la misma.
[12] Afrocolombianos en el cine y en la televisión. El Espectador/Color de Colombia. FILBO 2023. 30 de abril 2023. https://www.elespectador.com/el-magazin-cultural/afrocolombianos-en-el-cine-y-en-la-television/
[13] Ibidem.
[14] Testimonio de Elías Córdoba Valencia, vía WhatsApp. 14 de junio de 2024.
[15] Segunda línea de la tercera estrofa de la letra de la canción Candó, compuesta por Francisco Zumaqué, como tema de presentación de la telenovela del mismo nombre y como parte de la música incidental que hizo para el desarrollo de la misma.
[16] Conversación telefónica con Américo Murillo Londoño. 13 de junio de 2024.
[17] Primera
línea de la cuarta estrofa de la letra de la canción Candó, compuesta por
Francisco Zumaqué, como tema de presentación de la telenovela del mismo nombre
y como parte de la música incidental que hizo para el desarrollo de la misma.
[18] Testimonio de Elías Córdoba Valencia, vía WhatsApp. 14 de junio de 2024.
[19] Conversación telefónica con Américo Murillo Londoño. 13 de junio de 2024.
[20] Segunda
línea de la cuarta estrofa de la letra de la canción Candó, compuesta por
Francisco Zumaqué, como tema de presentación de la telenovela del mismo nombre
y como parte de la música incidental que hizo para el desarrollo de la misma.
[21] Testimonio de Elías Córdoba Valencia, vía WhatsApp. 14 de junio de 2024.
[22] Primera línea de la quinta y última estrofa de la letra de la canción Candó, compuesta por Francisco Zumaqué, como tema de presentación de la telenovela del mismo nombre y como parte de la música incidental que hizo para el desarrollo de la misma.
[23] Sobre
esa historia, se pueden leer en El Guarengue varios artículos, entre ellos:
*Dos periodistas ejemplares: https://miguarengue.blogspot.com/2023/02/dos-periodistas-ejemplares-reinaldo.html *Una versión inverosímil de la vida cotidiana. El Chocó en las memorias de Gabo: https://miguarengue.blogspot.com/2020/11/una-version-inverosimil-de-la-vida.html
[24] Segunda
línea de la quinta y última estrofa de la letra de la canción Candó, compuesta
por Francisco Zumaqué, como tema de presentación de la telenovela del mismo
nombre y como parte de la música incidental que hizo para el desarrollo de la
misma.
[25] Sobre este histórico incendio, se puede leer en El Guarengue: *Recuerdos del incendio: https://miguarengue.blogspot.com/2022/10/recuerdos-del-incendio-asi-era-la.html *53 años después: https://miguarengue.blogspot.com/2019/10/53-anos-despues-asi-era-la-carrera.html *Un diciembre triste. Quibdó 1966: https://miguarengue.blogspot.com/2021/12/un-diciembre-triste-quibdo-1966-carrera.html
[26] Conversación telefónica con Américo Murillo Londoño. 13 de junio de 2024.
[27] Testimonio de Elías Córdoba Valencia, vía WhatsApp. 14 de junio de 2024.
[28] Coro final de Candó, la canción compuesta por Francisco Zumaqué para la telenovela del mismo nombre; cuya versión posterior publicó en 1984:
"Candó"/ Francisco Zumaqué (1984)
https://www.youtube.com/watch?v=W2z7hCQsJlU
Gran baluarte de la Cultura en Colombia, el canté de los ríos en nuestro territorio. Rastros vivos en un lenguaje que se resiste a la homogenización.
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