lunes, 3 de junio de 2024

 Tío Guachupecito: 
Un aporte negro a la música clásica colombiana

El trabajo original de Antero Agualimpia en Tío Guachupecito fue la base del poema sinfónico del mismo nombre, compuesto por el insigne maestro vallecaucano Santiago Velasco Llanos. Las obras de Velasco, Guillermo Uribe Holguín, Antonio María Valencia, Adolfo Mejía, Oriol Rangel, Luis Carlos Figueroa y Luis A. Calvo son fundamentales en el desarrollo de la música clásica colombiana. FOTOS: Grupo Interdís, Universidad Nacional de Colombia-Sede Medellín, con excepción de Antero Agualimpia (Archivo El Guarengue).

El 7 de junio de 1996, a las 7 y media de la noche, en el Teatro Colón de Bogotá, la Orquesta Sinfónica de Colombia, bajo la dirección del músico búlgaro Dimitr Manolov, dio comienzo a su Homenaje Póstumo al Maestro Santiago Velasco Llanos, con la interpretación de su obra Tío Guachupecito, poema sinfónico compuesto en 1964 por el Maestro Velasco, quien había fallecido hacía menos de un mes en su ciudad natal, Cali, donde había sido estudiante y posteriormente director del Conservatorio de Música Antonio María Valencia; había compuesto la música de los himnos del departamento del Valle del Cauca y de la ciudad de Cali; al igual que -en Bogotá- había dirigido el Conservatorio Nacional de Música de la Universidad Nacional de Colombia y había sido uno de los fundadores de la Universidad de los Andes.

El programa de mano entregado esa noche a los asistentes al concierto de la Orquesta Sinfónica de Colombia incluía el siguiente comentario sobre el Tío Guachupecito, de Velasco Llanos:

“No obstante que la producción sinfónica del maestro Velasco es relativamente pequeña, se trata de una parte muy significativa de su catálogo en cuanto sus obras para orquesta evidencian algunos de los aspectos más relevantes de su lenguaje musical. Velasco es considerado como un "compositor de tendencias clásicas, de corte muy preciso y gran claridad melódica y armónica". El Tío Guachupecito es una de sus composiciones de tendencia nacionalista. En ella el autor emplea melodías tradicionales del folklore chocoano, siendo el tema principal un conocido 'alabao', a partir del cual Velasco elabora diversas variaciones. La pieza transcurre como sucesión de cuadros descriptivos: lntroducción, Amanecer, Intermedio, La pesca, Romance, Danza pequeña, Maquerule y Jota chocoana. De la misma forma que el canto en el que está inspirada, esta pieza culmina en un pasaje de carácter bailable”[1].

“Con el tiempo lo bueno se hace clásico”

Un bello fragmento del poema sinfónico Tío Guachupecito ha acompañado cada hora, durante 45 años, a los oyentes de la emisora Clásica 88.5 (https://www.clasica885.com/), de Cali, cuya identificación tiene como fondo el primer minuto de esta maravillosa obra.

Esta radiodifusora fue establecida por la Fundación Carvajal, a fines de la década de 1970, por iniciativa de la eminente artista y gestora cultural Amparo Sinisterra de Carvajal, quien también dirigió el Instituto Colombiano de Cultura (Colcultura) -antecesor del ministerio- entre 1983 y 1986, y contribuyó a la fundación del canal regional Telepacífico, el cual dirigió entre 1986 y 1989.

“Con el tiempo lo bueno se hace clásico”, es el lema de Clásica 88.5, que durante casi medio siglo ha contribuido al enriquecimiento cultural de su audiencia caleña y, hace varios años a través de internet, al disfrute de públicos de cualquier lugar del país y del mundo. “Un buen clásico también es un tema de jazz... Un buen clásico también es un bolero… Un buen clásico también es una cumbia…, pregona Clásica 88.5...

Un buen clásico también es el Tío Guachupecito, el poema sinfónico (1964) del insigne músico caleño Santiago Velasco Llanos, escrito sobre un tema del músico afrochocoano Antero Agualimpia; al igual que otras dos composiciones del Maestro Velasco: la Suite para ballet Tío Guachupecito, 1960: Ballet, coro, orquesta sinfónica e instrumentos del folclor del Pacífico, de la cual se hizo un montaje a principios de la década de 1960, con la participación de Leonor González Mina y Delia Zapata Olivella, quien había sido nombrada coreógrafa titular y directora del Cuerpo de Danza del Instituto Popular de Cultura de Cali; y Tío Guachupecito con timbales (1967), composición coral para cuatro voces mixtas.

A principios de la década de 1960, como directora del Cuerpo de Danza del Instituto Popular de Cultura de Cali, Delia Zapata Olivella, con la participación estelar de Leonor González Mina y en trabajo conjunto con el Maestro Santiago Velasco Llanos, llevó a cabo la puesta en escena de la Suite para ballet Tío Guachupecito, del Maestro Velasco. FOTOS: Archivo Edelmira Massa Zapata y Sonolux.
Nacionalistas, colombianistas

El maestro Santiago Velasco Llanos forma parte de un grupo destacado de músicos colombianos pioneros en cuanto a su formación académica (Velasco estudió también en Chile y allí trabajó durante casi una década), que han sido catalogados como parte de un sinfonismo colombianista o nacionalista, cuyo valor reside en su búsqueda de consolidar -también en la música- una identidad propia de la nacionalidad colombiana. No obstante que, en la mayoría de las veces, como ocurrió con el fundador y primer director del Conservatorio Nacional, Guillermo Uribe Holguín, quien fue uno de los primeros músicos rigurosamente formados en Europa (en la Schola Cantorum, de París), no tuvieran mayor idea de las raíces indígenas y negras de dicha nacionalidad.

“Los nombres de Jesús Bermúdez Silva (1884-1969), José Rozo Contreras (1894-1976), Adolfo Mejía (1909-1973) y Santiago Velasco Llanos (1915-1997) se asocian con un estilo nacionalista de contornos sencillos y calidad espontánea que contrasta abiertamente con el de Uribe Holguín. El nombre de cada uno de ellos está asociado a una obra sinfónica colombianista… En el caso de Bermúdez Silva es su Torbellino, Santiago Velasco se hizo conocer por su Tío Guachupecito, Rozo Contreras contribuyó al repertorio con la suite Tierra colombiana y Adolfo Mejía legó la Pequeña suite. En las cuatro obras mencionadas hay citas textuales de música tradicional y, en algunos casos, hay una regresión al costumbrismo inocente del siglo XIX”[2].

Pacífico sur, Pacífico norte

En 1937, otro de los grandes músicos colombianos, el maestro Emilio Murillo, le reclamó al entonces director de la Orquesta Sinfónica de Colombia, Guillermo Espinosa, por la ausencia de música colombiana en su programación, argumentando que la misma sí era parte del repertorio “de la Banda Sinfónica Nacional que estaba entonces bajo la dirección de José Rozo Contreras”[3], otro músico excelso que, entre otras obras, organizó la orquestación definitiva del Himno Nacional de Colombia. “[Guillermo] Espinosa contestó que tanto la música del propio Murillo como la de Luis A. Calvo, entre otros compositores, serviría a futuro como fuente para la composición de obras sinfónicas, pero consideró que por el momento el grado de desarrollo cultural y técnico era insuficiente”[4].

No habían pasado dos décadas de aquel reclamo, cuando el Maestro Santiago Velasco Llanos, en calidad de director del Conservatorio Nacional de Colombia, contrató a Olav Roots, un músico de la lejana Estonia, como director de la Orquesta Sinfónica de Colombia. Y entonces:

“Tal como lo predijo Espinosa, una generación de compositores colombianos escribió varias obras sinfónicas inspiradas en el folclor nacional, que fueron interpretadas y estrenadas por la Orquesta Sinfónica de Colombia bajo la dirección del estoniano Olav Roots, dentro de las cuales se encuentran: Sinfonía del terruño, Opus 15 N° 2 de Uribe Holguín; Chirimía y bambuco sotareño, de Antonio María Valencia; Suite Tierra colombiana, de Rozo Contreras; Pequeña suite, de Adolfo Mejía; la suite El tío Guachupecito, de Santiago Velasco; Romería, de Jerónimo Velasco; Suite caucana, de Álvaro Ramírez Sierra; Sutatenza, de Roberto Pineda; Orgía campesina, de Jesús Bermúdez Silva; El trapiche, de Ramón García Cardona, pieza compuesta sobre el tema de Emilio Murillo, y Cantata campesina, de Luis Antonio Escobar, que fueron compuestas dentro del imaginario tipista nacionalista”[5].

Versiones locales y regionales de ritmos y danzas como el fandango y la contradanza, que derivaron en el bambuco y el tango, la habanera y el danzón, la danza zuliana y el merengue, se extendieron desde finales del siglo XIX por el Gran Caribe y la América continental. María, de Jorge Isaacs (1867) y El alférez real, de Eustaquio Palacios (1903) alcanzaron a dar cuenta de las músicas negras de la época; al igual que a finales del siglo XIX el Papel periódico ilustrado de Santa Fe de Bogotá había publicado indicios de la presencia negra en la música nacional… Por ello, trabajos de musicología histórica de Colombia como los adelantados por Pedro Sarmiento y Ellie Anne Duque dejan claro que, desde sus orígenes, el clasicismo nacional contiene notas étnicas, tanto indígenas como negras. Y por ello,

“No sorprende que de la zona sur del Pacífico colombiano provengan las primeras obras académicas del siglo XX con influencia de nuestra música negra. En 1937, Antonio María Valencia compuso su Canción del boga ausente, sobre el poema homónimo de Candelario Obeso, que también usó Jaime León Ferro para su propia canción. Siguiendo el ejemplo de Valencia, su discípulo Luis Carlos Espinosa compuso para coro Canción de cuna para niños negros, Cantar chocoano, y Ritmo mulato para bogas negros, que pertenece a un breve ciclo de tres canciones para mezzosoprano y piano, compuesto en 1958. Por su parte, Santiago Velasco Llanos compuso la suite ‘El tío Guachupecito’ que estrenó la Orquesta Sinfónica de Colombia en 1967. En 1947 se estrenó la zarzuela Romance esclavo, de Carlos Vieco, que regresó a las tablas de Ópera al Parque en 2019”.[6]

Lo anterior, a pesar de las concepciones en boga, que hasta hace muy poco no incluían en el canon de lo colombiano lo que estuviera por fuera de los centros urbanos de profesionalización de la música nacional. En su serie didáctica e histórica Composición en Colombia, el musicólogo Pedro Sarmiento lo explica así:

“Se puede decir que en el discurso oficial de la década de 1970 se aceptó como música folclórica las músicas de las comunidades indígenas y negras; las prácticas rurales, campesinas y pueblerinas se agenciaron dentro de la música típica; la música compuesta en las ciudades por compositores profesionales sobre géneros de la zona andina fue reconocida como música colombiana, mientras que el porro, la cumbia, la rumba o el merecumbé se clasificaron como ‘música costeña’ o ‘música bailable’. Paralelamente, la música académica fue agenciada como música clásica, culta o erudita, y se le impuso el rótulo de elitista y ‘aristocratizante’…”[7].

Desde esa perspectiva oficial de catalogación, se llevaron a cabo estudios colectivos como los adelantados por la Excursión folclórica al Chocó, de octubre de 1959, por parte del CEDEFIM -Centro de Estudios Folclóricos y Musicales-, del Conservatorio Nacional de Música, de la Universidad Nacional de Colombia; el Instituto Colombiano de Antropología y los servicios de radiodifusión de la Radiotelevisora Nacional. Este trabajo reviste gran valor histórico y documental para la región y la musicología nacional, aun con las limitaciones de la mirada académica sobre la música regional del Chocó y el Pacífico, que, sin embargo, terminó sorprendiéndolos, como consta en los relatos y artículos del mismo, que fueron publicados en 1960 en la Revista Colombiana de Folclor y en los trabajos individuales de investigadores como Andrés Pardo Tovar, a quien particularmente llamaron la atención el arcaísmo y las reminiscencias hispánicas de los cantos de romances del Baudó.[8]

Excursión folclórica al Chocó, octubre 1959.
CEDEFIM-Conservatorio Nacional de Música.
Fotos: Revista Colombiana de Folclor, 1960.
Finale

Interpretado por la Orquesta Filarmónica de Cali, con la dirección del Maestro Eduardo Carrizosa, el poema sinfónico Tío Guachupecito, de Santiago Velasco Llanos, compuesto sobre un tema de Antero Agualimpia, fue grabado en vivo en el Teatro Municipal de Cali el 23 de Octubre de 2014,[9] en el concierto de conmemoración de los 35 años de la emisora Clásica 88.5; un acto durante el cual “la Gran Orden Ministerio de Cultura [fue] otorgada a la maestra Blanca Uribe [como] un reconocimiento a su brillante carrera artística de más de sesenta años”.[10]

Si Adolfo Mejía “es el primer compositor colombiano en emplear aires afroamericanos de la costa Atlántica en una obra sinfónica”[11], Antero Agualimpia es el primer músico del Pacífico negro de Colombia cuyo trabajo inspira una obra sinfónica ampliamente reconocida como parte del proceso de desarrollo y consolidación del pentagrama clásico nacional: el poema sinfónico Tío Guachupecito, de Santiago Velasco Llanos.


[1] Orquesta Sinfónica de Colombia. Temporada 1996. Homenaje Póstumo al Maestro Santiago Velasco Llanos (1915-1996). Junio 7 - 7:30 p.m. Teatro Colón.

En: https://catalogoenlinea.bibliotecanacional.gov.co/client/es_ES/search/asset/151407

[2] Duque, Ellie Anne. Paradigmas de lo nacional en la música colombiana (1900-1950). En: El Canto de la Tierra. Música entre nacionalismo y cosmopolitismo en el siglo XIX. Programa de la Edición XVII del Cartagena Festival de Música. Enero 5 al 13 de 2023. 164 páginas. Pág. 36-39. En: https://issuu.com/fundacion.salvi/docs/15dic_festival-cartagena-2023_digital

[3] Sarmiento, Pedro. Dos caras de la música sinfónica: tipismo y nueva música. Serie ‘Composición en Colombia’-Parte 4. https://www.banrepcultural.org/noticias/dos-caras-de-la-musica-sinfonica-tipismo-y-nueva-musica

[4] Ibidem.

[5] Ibidem.

[6] Sarmiento, Pedro. Músicos negros y música africana 2. Serie ‘Composición en Colombia’ - Parte 9. https://www.banrepcultural.org/noticias/musicos-negros-y-musica-africana-2

[7] Sarmiento Pedro. Dos caras de la música sinfónica: tipismo y nueva música. Serie ‘Composición en Colombia’ - Parte 4. https://www.banrepcultural.org/noticias/dos-caras-de-la-musica-sinfonica-tipismo-y-nueva-musica

[8] La Excursión folclórica al Chocó contó con la asesoría del legendario etnólogo afrochocoano Rogerio Velásquez. Al respecto, se puede leer en El Guarengue: Entre chirimías y estudiantinas. Una mirada al folclor chocoano a mediados del siglo XX. Lunes 19 de febrero de 2024.

https://miguarengue.blogspot.com/2024/02/entre-chirimias-y-estudiantinas-una.html

Sobre Antero Agualimpia, se puede leer en El Guarengue El tesoro perdido de Tufik Meluk y Antero Agualimpia, 1a. y 2a. Parte: https://miguarengue.blogspot.com/2023/11/el-tesoro-perdido-de-tufik-meluk-y.html y https://miguarengue.blogspot.com/2023/12/el-tesoro-perdido-de-tufik-meluk-y.html

[9] Aquí puede escucharse la grabación del poema sinfónico Tío Guachupecito, interpretado por la Orquesta Filarmónica de Cali el 23 de octubre de 2014: 

https://soundcloud.com/fborrerombs/poema-sinfonico-tio-guachupecito?in=fborrerombs/sets/santiago-velasco-llanos

[10] MinCultura otorga Gran Orden Ministerio de Cultura a la maestra Blanca Uribe. 24.10.2014. https://www.mincultura.gov.co/prensa/noticias/Paginas/35-a%C3%B1os-divulgando-la-cultura-musical.aspx

[11] Duque, Ellie Anne. Paradigmas de lo nacional en la música colombiana (1900-1950). Obra citada.

1 comentario:

  1. Esta columna me permitió conocer sobre música y danza colombiana. Gracias

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