lunes, 18 de julio de 2022

 ¿La nueva hora del Pacífico colombiano?

Río Quito-Chocó.
FOTO: León Darío Peláez.

Por lo menos 70 alcaldes de sendos municipios de los departamentos de la región del Pacífico de Colombia: Chocó, Valle del Cauca, Cauca y Nariño, se reunirán los días 9 y 10 de agosto de 2022 en un centro de convenciones de la ciudad de Cali, que en ese momento estará celebrando la 26ª edición del emblemático Festival de Música del Pacífico “Petronio Álvarez”. Este viernes que pasó, 15 de julio, se llevó a cabo en esa ciudad una reunión preparatoria o “Pre-cumbre, presidida por el alcalde de Cali, quien había expresado días atrás: “Tendremos una cumbre histórica en la que vamos a buscar incorporarnos en ese gran diálogo social que está proponiendo al país el señor presidente Gustavo Petro, con su vicepresidenta Francia Márquez. Nosotros queremos estar ahí y ser protagonistas de la transformación del Pacífico colombiano”[1].

Según sus organizadores, la denominada Cumbre de Alcaldes del Pacífico Colombiano se orientará a la elaboración de una agenda conjunta de búsqueda de soluciones a problemas comunes de los municipios de la región, como los siguientes. Las enormes extensiones de cultivos de uso ilícito, ligadas a la producción y tráfico de narcóticos, con profundas afectaciones de todo orden a la vida de la gente y a sus territorios. La minería legal e ilegal que depreda territorios y biodiversidad, al amparo de un Estado cómplice y de agentes locales que, escudados en su origen, auspician el enmascaramiento de minería mecanizada bajo supuestos emprendimientos de minería artesanal. La insuficiente, deficiente y en algunos casos nula atención del Estado para el ejercicio de derechos que afirmen la vida y el bienestar de la gente, como salud, educación, alimentación, vivienda, agua potable y alumbrado, saneamiento básico y alcantarillado, producción agrícola y pesquera para la soberanía alimentaria, aprovechamiento sostenible y comunitario de los bosques y las ciénagas, los ríos y las mares. La permanente y sistemática muerte de la población y de sus líderes, a manos de actores armados de toda laya, que -enseñoreados como hace veinte años, en el cuatrienio de gobierno que enhorabuena está por concluir- se han vuelto a repartir el territorio como si fuera su bien privado compartido y no la propiedad colectiva de centenares de miles de indígenas y afrodescendientes que allí, en sus asentamientos y comunidades, han construido proyectos de vida desde tiempos inmemoriales y desde hace más de dos siglos si la cuenta la hacemos en el marco de los periodos colonial y republicano de Colombia.

Carlos Rojas, coordinador académico del evento explicó: “Es una cumbre que tiene diálogo entre alcaldes, con autoridades nacionales y comunidad internacional. Abordaremos temas estructurales, entre ellos, la desigualdad histórica, conflicto armado, violencias en el territorio, modelos de desarrollo que impiden un acceso efectivo a derechos básicos y una agenda que busca proponerle al Gobierno Nacional una serie de temas, para que queden incluidos en el nuevo Plan Nacional de Desarrollo”[2]. La vicepresidenta de la república, Francia Márquez, estará presente en la cumbre, al igual que delegados de los altos comisionados de Naciones Unidas para los derechos humanos y para los refugiados, el embajador de la Unión Europea, representantes de la iglesia católica y de organizaciones no gubernamentales con tradición de trabajo en la región.

Hace mucho tiempo que, amén de la repetición sosa de lugares comunes y propuestas vacuas desde miradas externas, el Pacífico colombiano no ocupaba el lugar que hoy ocupa -aún sin estar posesionados el nuevo presidente y su vicepresidenta- en la agenda política y en los debates en torno al desarrollo del país previos a las discusiones y elaboración final del plan nacional de desarrollo, en este caso para el periodo 2022-2026. Obviamente, al lado de propuestas y debates serios, subsisten ideas de claro corte clientelista como aquella de elaborar listas de exigencias para el nuevo gobierno, a modo de factura o cuenta de cobro de la región por la alta votación a su favor, o aquellas que descalifican olímpicamente determinadas propuestas sin tener siquiera una mínima ilustración sobre las mismas y aprovechando el reino de la impostura y la falsedad de las autodenominadas redes sociales.


A principios de abril de este año, en una tarima en el Parque Colón de Tumaco -el mismo donde los paramilitares asesinaron a Yolanda Cerón- Francia y Petro pronunciaron un par de jugosos discursos sobre la problemática de la región y sus principales propuestas de solución. Discursos estos que, seguramente, serán importantes como punto de partida en el diálogo del nuevo gobierno nacional con los alcaldes que al ritmo del Petronio se reunirán en Cali y entre quienes habrá que ver qué grado de aceptación generan las propuestas del presidente Petro y la vicepresidenta Francia.

Ese domingo, en Tumaco, Petro expuso así su punto de vista sobre las razones estructurales de la -en tantos campos- pésima situación del Pacífico colombiano en materia de desarrollo y bienestar: “Es que en Colombia todavía gobiernan élites con mentalidad de esclavistas. Esa mentalidad esclavista aún no se ha detenido, aún sigue vigente, es hereditaria. A Colombia la gobiernan los herederos de los esclavistas y Colombia excluye a los herederos de la esclavitud. Por eso el Pacífico está abandonado…porque en Bogotá gobiernan los descendientes de los esclavistas y en Tumaco y el litoral Pacífico están los descendientes de los esclavos…”[3]. En palabras de Francia Márquez, en el mismo escenario: “El racismo estructural, direccionado por quienes han vivido del Estado, no nos ha permitido vivir en dignidad, no nos ha permitido vivir con justicia social…”.

Ya en el campo de las proyecciones y propuestas de solución a las problemáticas, la nueva vicepresidenta de Colombia, Francia Márquez, hizo en su discurso en Tumaco el siguiente resumen de la filosofía del cambio que propone el nuevo gobierno: “Llegó el momento de pasar esa página de la violencia, esa página del conflicto armado, porque nosotros hemos padecido la guerra, el conflicto armado histórico. Llegó el momento de que con Gustavo Petro logremos la paz para el Pacífico colombiano y para Colombia. Pero, la paz no es solamente el silenciamiento de los fusiles. La paz es garantizarnos vivir en condiciones dignas”. Y remató: “Este es nuestro momento histórico como pueblo negro, como pueblo indígena, como pueblos campesinos, como sectores excluidos. Este es el momento de la juventud, este es el momento de nosotras, las mujeres”, en referencia a los nuevos sujetos políticos del desarrollo en la región, asunto este en el que Petro se centró al referirse a la autonomía regional dentro de su discurso e introducir la propuesta de convertir al Pacífico olvidado en un nuevo departamento o en una región, del modo como lo prevé el nunca puesto en práctica modelo de ordenamiento territorial incluido en la Constitución Política de Colombia del año 1991.

“El litoral Pacífico no puede seguir siendo gobernado desde Pasto, desde Popayán o desde Cali o mucho menos desde Medellín o desde Bogotá”, señaló Petro. Y anunció su propuesta de reordenamiento territorial o reforma de la estructura política y administrativa del país en relación con la región: “El litoral Pacífico debe ser una región autónoma. Ojalá fuese un departamento o región, como dice la Constitución del 91. Una autonomía de mayoría afro, pero diversa... Una autonomía que permita que el dueño del territorio sea la población del territorio y no agentes foráneos, ni intelectuales, ni políticos, ni tecnocráticos, ni muchísimo menos violentos. El dueño del litoral Pacífico es el pueblo del Pacífico. Y ese objetivo se tiene que alcanzar a nivel de la ley, a nivel de la norma”. En línea con su argumento de los propios pobladores de la región como sujetos determinantes de su desarrollo, Petro agregó, entre vítores de la nutrida concurrencia bajo el sol de mediodía en aquel parque de Tumaco: “Ya discutirán ustedes dónde queda la capital, ya discutirán ustedes (y esa discusión me la quiero patiar un ratico) si es Buenaventura, si es Tumaco, si es Quibdó. Ya discutirán ustedes cuáles son las competencias de esa región, que tendría transferencias directas del presupuesto nacional”. Y enunció una serie de esbozos de propuestas sobre las cuales debería discutir la región en cuanto a su desarrollo, como la industrialización comunitaria de la pesca, la agroindustria del cacao y la madera, el fortalecimiento de la Universidad del Pacífico, etcétera; enfatizando en la necesidad de que estas se lleven a cabo desde el enfoque de la gente del Pacífico y no a la manera de los gringos y los japoneses o los chinos e indonesios.

Minutos antes, en la misma tarima, Francia Márquez había subrayado el argumento del desarrollo propio: “Necesitamos que los planes de etnodesarrollo, planes del buen vivir, los planes de vivir sabroso, dejen de quedar en el papel. Queremos que sean una realidad para nuestras comunidades”. En la misma línea, Petro había enfatizado en el horizonte del desarrollo propuesto para la región: “El Pacífico no es la puerta de atrás, el Pacífico es la puerta de adelante de la nación colombiana… Un cambio real en Colombia significa que deja de existir el territorio olvidado, porque el territorio antes olvidado será territorio de prosperidad, territorio de democracia y territorio de paz… El Estado colombiano deja de ser un Estado bogotano y blanco, y pasa a ser un Estado afincado en el territorio del olvido de todos los colores, que son los colores del pueblo colombiano”.

Quibdó, 2013.
FOTO: León Darío Peláez.

Parecería haber llegado, pues, una nueva hora para el Pacífico colombiano, como aquella de los años ochenta y la década de los noventa del siglo pasado, cuando sucesivos gobiernos pusieron de presente múltiples diagnósticos y formularon propuestas de infraestructura regional más o menos fundamentadas, aunque sin mayor éxito en cuanto a la representatividad en los procesos de participación comunitaria; como Plaidecop (Plan de Desarrollo Integral para la Costa Pacífica) y el Proyecto Biopacífico, que introdujo por primera vez y de modo claro -aunque no del todo pertinente por sus sesgos burocráticos y ecologistas- la dimensión ambiental, bajo el influjo de la Cumbre de Río de 1992 y del Fondo mundial de medio ambiente (GEF).

Tocará esperar qué tan integrales resultan las diversas propuestas que se construyan a partir de los elementos planteados por Petro y Francia, y por los alcaldes de la reunión cumbre de Cali. Hay mucho en juego, pues se trata de una región que, después de la Amazonía, es la de mayor riqueza forestal del país, la segunda del mundo con más biodiversidad por unidad de área, la más lluviosa del país y una de las más húmedas y lluviosas del planeta, y en donde se sitúa el puerto que mueve la mitad de la carga internacional del país. Además, el Pacífico es el territorio tradicional de la mayor cantidad de población étnica del país y una de las más grandes del mundo en términos relativos del territorio habitado, con posesión ancestral y propiedad colectiva, y con finos y eficaces sistemas ancestrales de uso de los complejos ecosistemas que sustentan la vida en la región y en el planeta. Todo ello fundamentado en un dispositivo cultural de enorme riqueza y admirable complejidad, aun en condiciones materiales que en nada favorecen el ejercicio de los derechos ni la dignidad.

El presente año, 2022, cuya segunda mitad apenas acaba de comenzar, será históricamente memorable. Pareciera haber cesado, por lo menos temporalmente, la horrible noche de veinte años continuos de totalitarismo en Colombia, de una autarquía indecente y apátrida comandada por un terrateniente leguleyo, tramposo e innombrable, desde la clandestinidad oficialmente permitida de uno de sus más celebérrimos feudos, entre el centenar que posee, cuya extensión sumada alcanza la que individualmente tienen varios municipios de Colombia. Ojalá el 2022 sea memorable también porque se tomen las decisiones más apropiadas y justas para las comunidades del Pacífico más desatendidas o peor atendidas por el Estado colombiano; mediante procesos participativos y democráticos basados en información completa y apropiada, y provistos de un nivel real de consulta en escenarios representativos, como los consejos comunitarios de comunidades negras, los cabildos y las asociaciones indígenas, las organizaciones campesinas de base.

Tales decisiones no pasan necesariamente por embarcar a los territorios negros e indígenas del Pacífico colombiano en aventuras colosales de megaproyectos al servicio del capital transnacional y sus agentes locales, ni por la creación de una nueva entidad territorial sin antes haber debatido claramente su conveniencia y sus beneficios para las comunidades como nuevos sujetos políticos colectivos, y no para los agentes políticos de la vieja ola que -aunque han sido derrotados en las urnas- permanecen agazapados a la espera de condiciones que les permitan ejercer su rancia tradición de saqueo a zarpazos de cuanto recurso se les atraviesa, pero esta vez como contraprestación por permitirle al nuevo gobierno gobernar.



[1] Cali unirá al Pacífico colombiano con la Cumbre de Alcaldes. Sitio web Alcaldía de Santiago de Cali. 6 de julio de 2022. 

En: https://www.cali.gov.co/gobierno/publicaciones/169988/cali-unira-al-pacifico-colombiano-con-la-cumbre-de-alcaldes/

[2] Cerca de 70 mandatarios del Pacífico participarán en la ‘Cumbre de Alcaldes’. Sitio web Alcaldía de Santiago de Cali. 15 de julio de 2022. 

En: https://www.cali.gov.co/gobierno/publicaciones/170171/cerca-de-70-mandatarios-del-pacifico-participaran-en-la-cumbre-de-alcaldes/

[3] Esta y todas las citas textuales subsiguientes han sido transcritas del video “Francia Márquez y Gustavo Petro en Tumaco-Nariño”. 3 de abril de 2022. LMT RADIO TV MUSIC. En: https://www.youtube.com/watch?v=1ijPLL5KzVE

 

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