lunes, 27 de enero de 2020


Confluencias
Draga N° 2 de la compañía minera estadounidense Chocó Pacífico, en el Río Condoto, hacia 1930. Tomada de:
https://www.academia.edu/7090598/Las_compa%C3%B1%C3%ADas_Choc%C3%B3_Pac%C3%ADfico_
y_Tropical_Oil_a_comienzos_del_siglo_XX._Retratos_en_blanco_y_negro

Entre el 20 de junio y el 12 de julio de 1934, veintiún estudiantes de cuarto año de Ingeniería de la entonces Escuela Nacional de Minas, de la Universidad Nacional de Colombia, adelantaron una excursión científica, como parte de sus cursos de Geología y Paleontología, dirigidos por el geólogo alemán Robert Wokittel y el colombiano Antonio Durán. Durán, más conocido como el Negro, fue el mismo profesor ante quien el escritor chocoano Miguel A. Caicedo presentó sus exámenes de validación de Matemáticas, cuando llegó al Liceo Antioqueño –becado por la Intendencia del Chocó–, para completar su bachillerato, que se había quedado en el cuarto grado (actual 9°), porque en el Colegio Carrasquilla de Quibdó no había los profesores ni los laboratorios necesarios para el efecto.

La mencionada excursión partió de Medellín con rumbo a La Pintada, en ferrocarril. Allí tomaron un bus o camión de escalera hasta Bolívar (Antioquia) y, a partir de ahí, pasando por La Mansa y El Carmen de Atrato, caminaron hasta llegar a La Troje, donde los esperaron en automóvil para conducirlos hasta Quibdó, adonde llegaron el 24 de junio, a las 8 de la noche. Fueron alojados en el Colegio Carrasquilla hasta su partida tres días después, Atrato arriba, con destino a La Vuelta y Lloró, de donde derivaron por trochas y quebradas hacia Cértegui, Tadó e Istmina. Exploraron el Istmo de San Pablo, Andagoya, Condoto y alrededores, antes de descender por el río San Juan, hasta Bebedó, con rumbo a Buenaventura, para salir de ahí hasta las vegas del río Cauca, Cali, Quindío, Risaralda, Caldas y, nuevamente, a La Pintada, desde donde hicieron la ruta inversa hacia Medellín.

Uno de los estudiantes de la excursión, que en 1935 se graduaría como Ingeniero Civil y de Minas, era Ramón Mosquera Rivas, oriundo de Istmina, hijo de mineros –como él mismo se reconocía-, quien a lo largo de su vida fue Director de Ingeominas, Representante a la Cámara, Director de Obras Públicas del Chocó, constructor de vías y obras civiles, Gobernador del Chocó cuando aquel incendio que casi desaparece a Quibdó, en 1966; padre del actual rector de la Universidad Tecnológica del Chocó, David Mosquera Valencia, y de la famosa Arquitecta, urbanista e investigadora Gilma Mosquera Torres, una de las profesionales que más sabe en Colombia sobre vivienda tradicional, poblamiento y urbanización del Pacífico Colombiano, quien ha recibido múltiples y merecidos reconocimientos académicos por su trabajo.

La experiencia de la excursión científica, sumada a su amor por su tierra natal chocoana, a las sugerencias del Profesor Wokittel y a su gran inteligencia y destacado desempeño como estudiante universitario, fueron la base para que Ramón Mosquera Rivas decidiera hacer como tesis de grado un trabajo geológico acerca del Istmo de San Pablo. En dicho trabajo, lo cual muestra su compromiso con la región, Mosquera Rivas incluyó precisos diagnósticos y atinadas recomendaciones sobre diversos aspectos fundamentales para el desarrollo del Chocó, tales como vías, producción (minería, explotación forestal y agricultura), higiene y salud pública; al igual que menciones a la situación de campesinos rasos y mineros, como fue él hasta los 13 años, cuando finalmente pudo comenzar sus estudios de primaria en Istmina, una población que cuando él nació, en 1905, aún no se llamaba así, sino San Pablo.

Orientados por el alemán Wokittel y el Negro Durán, los futuros ingenieros se dieron a la tarea de organizar, sistematizar y escribir sus informes sobre la provechosa y extenuante excursión, que incluyó visitas a las instalaciones de la Compañía Chocó Pacifico; en medio del dolor y el luto por la muerte de uno de los compañeros, Ignacio Posada, debido a una enfermedad contraída durante el viaje. Era agosto de 1934. Ramón Mosquera Rivas estaba trabajando en la parte del informe que le había sido asignada; así como en la planeación de su trabajo de grado, que presentaría al año siguiente.

Portada de la edición de El Istmo de San Pablo
publicada por la Universidad Nacional de Colombia
en el 2013. 
“El Istmo de San Pablo”[1] es el título del trabajo de grado en el que Mosquera Rivas incluye observaciones y constataciones sobre la Compañía Minera Chocó Pacífico, una empresa estadounidense que durante casi tres cuartos del siglo XX explotó cuanto quiso y donde quiso en materia de metales preciosos, cauces, tierras, cuencas y microcuencas de la zona del San Juan, en el Centro sur del Chocó.

Mientras Mosquera Rivas comenzaba su trabajo de grado, decenas de trabajadores de la Chocó Pacífico padecían las tropelías de esa Compañía en Istmina, Andagoya, Condoto y La Vuelta, y, frente a las mismas, con la asesoría de jóvenes quibdoseños que estudiaban Derecho en la Universidad de Antioquia, en sus tiempos libres se formaban jurídicamente y políticamente para ejercer su derecho de asociación a través de la conformación de un sindicato.

En efecto, a solicitud de los directivos del sindicato en una carta al Director, en su edición 2913, del 15 de noviembre de 1934, el periódico ABC, de Quibdó, publicó el Acta de instalación del sindicato de la Chocó Pacífico. El primer párrafo del acta expresa:

“En La Vuelta, Corregimiento de Lloró, Municipio de Quibdó, Intendencia Nacional del Chocó, siendo las 7 p.m. se reunieron en el salón del señor Venancio Bermúdez, en Asamblea General los obreros que trabajan en la compañía Chocó - Pacífico con el fin de constituirse en sindicato y nombrar dignatarios. Una vez discutidos los estatutos y aprobados por la Asamblea General, se procedió a elegir en forma democrática, el comité ejecutivo, conforme lo indica la ley 83 de 1931”[2].

Como lo consigna el acta de instalación del sindicato, “el resultado de las elecciones fue el siguiente: Presidente, Raúl Mendoza, Vicepresidente, Mario Cortez, Secretario, José María Moreno, Sub-secretario, León Hinestroza G., Fiscal, Samuel Palacios M., Tesorero, Estanislao Minota, y vocales, los señores Juan Gruesso, Domingo Torres, Nicolás Bermúdez, Lucas Vivas, Julián García y Espíritu Valencia, quienes fueron declarados electos por unanimidad; posesionados inmediatamente después mediante el juramento reglamentario. De esta manera quedó instalado el sindicato de la Chocó-Pacífico[3].

El acta incluye también un sentido reconocimiento al trabajo adelantado por Toribio Guerrero Velásquez, Fernando Martínez V. y Marco Tulio Ferrer S., “comisionados para llevar a cabo la ardua tarea de sindicalización”, quienes “pusieron todos los esfuerzos, capacidades, entusiasmo y desinterés necesarios, desde el día en que llegaron a ésta, a fin de obtener el objeto y la aspiración de su gira, dictándonos conferencias, hasta lograr que todos comprendiéramos con claridad lo que es la sindicalización y lo que el gobierno persigue con la agrupación de los distintos gremios. Por lo tanto, el sindicato está completamente agradecido y satisfecho con los señores Guerrero, Martínez y Ferrer”, que ilustraron a los trabajadores en los siguientes temas: El sindicalismo y la conveniencia para la masa trabajadora; Constitución de los sindicatos; La inconveniencia de la política en el seno de los sindicatos; Imposición de los patrones, sobre la no sindicalización de los obreros; Apoyo del gobierno a los sindicatos; El salario mínimo, de acuerdo con las necesidades de la región; Educación de los obreros; Derecho a medio sueldo por enfermedad[4].

No lejos de la verdad de la situación estaba Ramón Mosquera Rivas, quien en su informe de la excursión científica y en su trabajo de grado expresa:

“La Chocó Pacífico […] ejerce la posesión de muchos kilómetros cuadrados de terreno, adquiridos, en gran parte, de una manera inescrupulosa”[5].

“La compañía se ha creado el centro de atracción y los pequeños mineros de las hoyas del San Juan y Condoto han sido absorbidos. Pesa hoy una situación precaria sobre los lavadores de metales, a duras penas sacan los granos que les hacen vivir sin aspiraciones, pagando arrendamiento a la misma compañía y a unos pocos terratenientes que no invierten capital en montajes modernos, ni ceden fajas. Cada día aumentan las pretensiones de la empresa extranjera”[6].

“La compañía vende alumbrado a Istmina, Tadó y Condoto, a razón de cuatro (4) centavos el kilowatio hora. Nada justifica un precio tan alto, menos si se tiene en cuenta que han sido muchísimos los millones extraídos por la empresa, de los ríos que bañan dichas ciudades, por las cuales la Chocó [Pacífico] nada ha hecho. Creemos honradamente que esa energía debe ser gratuita, como ínfima retribución a la tierra que les obsequia oro y platino”[7].

“Dados los límites que nos hemos trazado en el presente informe, nos abstenemos de comentar algunas irregularidades existentes en la Compañía, tal como en el cumplimiento del descanso dominical, el cual se verifica de una manera acomodaticia a los intereses de la empresa, sin tener en cuenta los de los obreros, según nos aseguraron diversas personas”[8].

Dos semanas después de hacer sido constituido, el Sindicato de la Chocó Pacífico es atacado frontalmente y con alevosía por la compañía minera. Así lo registró el periódico ABC, de Quibdó, en su edición del miércoles 28 de noviembre de 1934[9], mediante la publicación de una carta fechada en La Vuelta el 25 de noviembre, suscrita por el Vicepresidente y el Subsecretario del Sindicato, y dirigida a sus asesores, Toribio Guerrero Velásquez, Fernando Martínez Velásquez y Marco Tulio Ferrer S.

En Andagoya, casi un siglo después de la creación del Sindicato de la Chocó Pacífico.
Foto: Julio César U. H., noviembre 2019.
Esta carta la hacemos publicar para que el público se dé cuenta de los atropellos que la Compañía Chocó - Pacífico está cometiendo con el obrerismo, que no hace otra cosa que aumentarle día a día su capital, a costa de todo sacrificio”, anotan los sindicalistas y narran con detalles que los directivos Mario Cortez, Espíritu Valencia y Domingo Torres fueron citados por el Subgerente de la empresa y despedidos mediante la simple manifestación de que para ellos no había más trabajo, pues “no se les necesita por haber muchos obreros en la sección que trabajan”, “palabras éstas que carecen de toda verdad, porque lo hemos palpado y podemos asegurarle que la compañía ha seguido tomando un número mayor de obreros para colocarlos en el puesto vacante de los señores mencionados[10].

A otro miembro del sindicato, que trabajaba en una draga, el capitán de la misma le manifiesta que no trabaje durante los próximos dos meses, por orden del subgerente. Ante su reclamo, es remitido al Subgerente, quien le manifiesta: “He sabido que usted habla mal de la compañía y como dice que no se le ha tratado bien durante el tiempo que ha estado al servicio de ésta, me veo en la necesidad de despedirlo[11]. Así como el Presidente del Sindicato, Raúl Mendoza, es trasladado sin justificación alguna para Andagoya, y al Secretario, José María Moreno, se le puso escoger entre este cargo y su trabajo en la empresa. “Como se ve, la compañía quiere retirar la directiva para así disolver el sindicato, cosa que no conseguirá, porque nosotros a costa de todo sacrificio, nos mantendremos firmes”[12], anotan los sindicalistas en la citada comunicación a sus asesores.

La perfidia de la Compañía Chocó Pacífico, su felonía en el ataque al sindicato, provocan la enérgica reacción de Toribio Guerrero Velásquez, quien, en la misma edición del ABC en donde se publica la carta de los sindicalistas con la narración de los ataques, publica una proclama o artículo bajo el título de “El Imperialismo y sus consecuencias fatales para el Chocó”[13], algunos de cuyos apartes son los siguientes:

“Contemplamos en los momentos actuales, dentro del andamiaje capitalista, que la Chocó - Pacífico atropella al obrerismo que está bajo su inmediata dependencia; sólo por el hecho de haber cumplido con el alto deber de sindicalizarse, motivo éste para ser despojados de los puestos que ocupaban en la empresa. Ello demuestra sin vacilación alguna que el imperialismo va tomando mayores proporciones en el territorio chocoano; que el obrero es un paria dentro de su propia tierra; que no puede reclamar dentro de las normas legales y justicieras los derechos a que está obligado; que no puede revelar con la franqueza del caso y la cordialidad debida, la expresión nítida y gallarda de sus aspiraciones; que está cohibido rotundamente para formarse en asociaciones por encontrar con factores poderosísimos que lo obligan a desistir de sus bellos ideales.

Nosotros como jóvenes que estamos viviendo los momentos históricos de los acontecimientos actuales, estamos dispuestos a poner todas nuestras pequeñas capacidades vitales, todo nuestro entusiasmo y el empuje de nuestra juventud, al servicio del obrerismo, a fin de que éste encuentre la definitiva y eficaz orientación en defensa de sus legítimos intereses.
[…]
Por eso todo el que se sienta chocoano, no puede patrocinar desde ningún punto de vista, los atropellos y amenazas de que es víctima el obrero. Es perentorio que aunemos todos nuestros esfuerzos y todas nuestras iniciativas y los pongamos al servicio del obrero desvalido, que es el que todo lo produce y nada consume.
[…]
Sólo con la presencia gallarda y honrosa de Adán Arriaga Andrade, exponente auténtico de la democracia, a quien vienen preocupándole los problemas que confronta hoy día al obrerismo, pésele a un reducido y minúsculo grupo de nuestro conglomerado social y a los improvisados periodistas, sólo él, vuelvo y digo, al frente de los destino de la Intendencia, sabrá remediar el grave conflicto de que es víctima el obrero, enviando una comisión a La Vuelta a que investigue cual fue la razón por cual la compañía despide y sigue despidiendo a varios miembros de la junta directiva del sindicato[14].

De este modo, en un lapso menor a dos años, entre 1934 y 1935, confluyeron en una misma causa dos jóvenes estudiantes chocoanos que no sabemos si se conocieron: Ramón Mosquera Rivas y Toribio Guerrero Velásquez. El uno, desde la Ingeniería, documentó la riqueza minera de su tierra y señaló con acierto dramas presentes y soluciones futuras respecto a la misma. El otro, desde el Derecho y las ciencias políticas, señaló el desequilibrio entre los dueños del capital y los trabajadores, y enarboló las banderas del ejercicio de los derechos, a través del sindicalismo.
Ruinas de las instalaciones de la Chocó Pacífico. Andagoya, 2019.
Foto: Julio César U. H.
Cuando su sed de oro y platino fue más grande que la disponibilidad de estos metales preciosos en los ríos Condoto y San Juan, mediante un nuevo ardid, la Chocó Pacífico le dejó a Colombia la totalidad del desastre que había causado y se esfumó rauda entre el fragor de un diluvio universal de aquellos que forman parte de la cotidianidad de esta región. A esta hora de la historia aún no sabemos con total certeza si a la expoliación cometida le añadió o no la ignominia de contribuir con parte del dinero mal habido aquí a la construcción de un gran coliseo allá, en su maldecida patria.




[1] Mosquera Rivas, Ramón (2013). El Istmo de San Pablo. Medellín, Universidad Nacional de Colombia, 141 pp. La narración de la excursión científica se basa en este texto.

[2] Quedó instalado el sindicato de la Chocó – Pacífico. ABC, noviembre 15 de 1934. Edición 2913. En: http://www.choco7dias.com/931/choco_ayer.html

[3] Ibidem.

[4] Ibidem.

[5] Mosquera R., Ramón (2013). Op. cit., pág. 7

[6] Ibidem, pág. 49

[7] Ibidem, pág. 70-71

[8] Ibidem, pág. 74.

[10] Ibidem.

[11] Ibidem.

[12] Ibidem.

[14] Ibidem.

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