lunes, 28 de marzo de 2022

 Los comienzos del acueducto de Quibdó

-Tanques del acueducto de Quibdó. ca. 1970-
FOTO: Archivo fotográfico y fílmico del Chocó.

El primer análisis de calidad de aguas del río Cabí, practicado en 1930 como parte de los trabajos preliminares de diseño del acueducto de Quibdó, concluyó que “el agua, químicamente, es potable”. Fue hecho por el doctor Federico Lleras Acosta, científico bogotano que estuvo entre los primeros graduados como veterinario, a principios del siglo XX, en la recién fundada escuela de veterinaria de la Universidad Nacional de Colombia; y quien posteriormente estudió también bacteriología en la misma universidad y montó el primer laboratorio particular de bacteriología, parasitología y química orgánica que existió en el país; desde el cual fue pionero en la realización de este tipo de análisis y exámenes como apoyo a procesos de diagnóstico y a estudios de salud pública. “Lleras contribuyó en forma significativa a establecer la medicina moderna, al fundar, en 1906, un laboratorio que se convirtió en eficaz auxiliar para los médicos que habían estudiado en Europa las nuevas concepciones”[1]. El doctor Lleras Acosta también fue famoso por su dedicación de varios años al estudio de la lepra, enfermedad que en aquella época asolaba al país. Su hijo, Carlos Lleras Restrepo, fue presidente de Colombia entre 1966 y 1970.

El análisis químico del agua del río Cabí hecho en el laboratorio del doctor Lleras Acosta hace casi un siglo fue solicitado por el ingeniero civil quibdoseño Luis Felipe Valencia Lozano, como parte de los trabajos de diseño del acueducto de Quibdó que le habían sido encargados por la Intendencia Nacional del Chocó y para dar comienzo a los cuales arribó a la ciudad el 5 de marzo de 1930, tal como quedó registrado en el periódico ABC:

“El avión de hoy trajo a esta ciudad a nuestro viejo y gran amigo el doctor Luis Felipe Valencia, ingeniero graduado a principios del año pasado y cuya labor ha merecido grandes elogios de la prensa capitalina. El doctor Valencia ha sido llamado por la Intendencia para que se encargue del estudio y levantamiento de los planos para el alcantarillado y acueducto de esta ciudad, cosa que, a no dudarlo, hará con la satisfacción de quien aprende a servir a su ciudad nativa, y con la pericia que lo ha distinguido en todos los trabajos que se le han confiado”[2].

Considerado por el insigne educador e intelectual Matías Bustamante Mesa como un “ingeniero meritísimo, crisol de virtudes ciudadanas”, Luis Felipe Valencia Lozano regresaría a Quibdó a finales del año, en noviembre de 1930, cuando ya su hermano Jorge Valencia Lozano había sido reemplazado por Heliodoro Rodríguez en el cargo de Intendente Nacional del Chocó; con el fin de rendir informe sobre el cumplimiento del encargo que le había sido hecho. Entrevistado por un redactor del periódico ABC, fundado y dirigido por su hermano Reinaldo Valencia Lozano, el ingeniero Luis Felipe dijo sobre su trabajo: “Como usted sabe, fui encargado por el gobierno del Chocó, presidido en ese entonces por el doctor Jorge Valencia Lozano, para el levantamiento y elaboración de los planos del acueducto de esta ciudad, tarea que emprendí aquí y terminé en Bogotá por las facilidades que hay en la capital para esta clase de trabajos. El levantamiento del plano y adquisición de datos tenía que hacerse sobre el terreno, pero ya la elaboración del plano para servirse de él en la construcción de la obra necesitaba de elementos que sólo podía conseguir en gabinetes de Bogotá. Deseaba, como lo desearía un profesional cualquiera, verificar un trabajo nítido y preciso[3].

Diez planos impresos en papel ferroprusiato contenían el trabajo de diseño del acueducto de Quibdó llevado a cabo por el ingeniero civil Luis Felipe Valencia Lozano, quien explicó al periodista de ABC que, “para proyectar esta obra, se tuvo como mira principal poder combatir los incendios con probabilidades de éxito y suministrar a sus habitantes una cantidad de agua suficiente para sus necesidades. Se proyectó la obra para una población futura de 10.000 habitantes dentro de 25 años y tomando como base los censos nacionales de 1918 y 1928”[4]. El diseño comprendía una bomba, un tanque metálico elevado y la red de distribución: “las tuberías y sus accesorios, como hidrantes contra incendio, válvulas, ventosas de aire etc.”[5].

Habría que esperar casi cuatro años para que el gobierno nacional hiciera efectivo el auxilio de Treinta mil pesos ($30.000) asignado al acueducto de Quibdó a través de la Ley 34 de 1926[6], expedida en el gobierno de Miguel Abadía Méndez, siendo Ministro de Hacienda y Crédito Público J. A. Gómez Recuero y Presidente del Senado Alejandro Galvis Galvis. Dicha ley, en su artículo 1°, había dispuesto que “en los Presupuestos anuales a contar de la vigencia próxima, y por el termino de cinco años, se apropiará la cantidad de novecientos mil pesos ($ 900.000) para auxiliar a los municipios del país en la construcción de sus acueductos” e incluía los detalles de las asignaciones, distribuidas para 251 municipios de 14 departamentos y Quibdó, capital de la Intendencia Nacional del Chocó, única jurisdicción de los llamados Territorios Nacionales incluida en dicha ley. Una condición para recibir los auxilios, como el de treinta mil pesos que le correspondía a Quibdó para la construcción de su acueducto, era el carácter público de las obras: “Artículo 9°. Será condición indispensable para recibir los auxilios, que las obras para las cuales se conceden tengan carácter oficial. Por ningún motivo se dará a empresas particulares”. 

El 17 de julio de 1934, desde Bogotá, en donde se encontraba adelantando gestiones varias ante el gobierno nacional, el Intendente Adán Arriaga Andrade ordenó a su secretario de gobierno proceder a la constitución de la Junta del Acueducto de la ciudad, con el fin de poder tramitar el mencionado auxilio nacional que permitiría dar comienzo a la obra. El artículo 7° de la ley 34 de 1926 establecía que “la ejecución de las obras referidas estará en cada Municipio a cargo de una Junta, compuesta por el presidente del Concejo Municipal, el Alcalde, el Personero y dos vecinos notables nombrados por la respectiva Municipalidad. Donde hubiere Ingeniero Municipal, éste hará parte de dicha Junta”, y en su artículo 8° preveía que el recaudo y manejo de los fondos estaría a cargo del Secretario Tesorero de dicha junta, “funcionario que prestará su caución ante el Alcalde a satisfacción del Concejo, y rendirá sus cuentas al Tribunal de Cuentas o Contaduría del respectivo Departamento”.

Diligentemente, los funcionarios de la Intendencia del Chocó y del Municipio de Quibdó actuaron de inmediato y la Junta del acueducto de la ciudad fue conformada e instalada oficialmente el día 27 de julio de 1934, con los siguientes integrantes: el Alcalde, Jorge E. Díaz; el Presidente del Concejo, Benjamín Medina G.; el Personero Municipal, Alonso Restrepo, quien había sido nombrado por el concejo una semana antes; y en representación de la ciudadanía, en calidad de vocales, los señores Conrado Coutin y Vicente Barrios. Tal como se hizo constar en el acta respectiva, “de común acuerdo, los miembros de la junta acordaron aplazar el nombramiento de secretario tesorero, hasta consultar con el señor Contralor de la República si tal nombramiento puede recaer en el señor Administrador General de la Intendencia, para evitar así la constitución de la fianza que forzosamente tendría que otorgar el nuevo empleado, ya que es difícil la consecución de un individuo que se comprometiera a ello, tanto por razón de la cuantía, así como por los gastos consiguientes[7].

Finalmente, el puesto de Secretario Tesorero de la Junta del Acueducto fue ocupado por el Tesorero Municipal, señor Neftalí Murillo, quien a 28 de diciembre de 1934 informaba que había recibido cinco mil pesos del auxilio nacional, más dos mil cuatrocientos pesos en bonos de la defensa nacional depositados en el Banco de la República; y calculaba: “Nosotros creemos que se le presenta a la Intendencia la oportunidad de cumplir las promesas que ha venido haciendo de reservar este año aunque sean $3.000, con lo cual se viene a tener el 31 de diciembre diez mil pesos, base para iniciar la obra del acueducto, por medio de contrato”[8]. Sus cálculos se cumplieron. El Consejo Administrativo de la Intendencia Nacional del Chocó, por Acuerdo Nº 2, del 19 de marzo de 1935, firmó el presupuesto de rentas y gastos para ese año y lo envió al Ministerio de Gobierno para su consideración y refrendación. Dicho presupuesto incluía un auxilio de $ 5.000 para la construcción del acueducto de Quibdó. La obra comenzaría entonces en una agradable loma del sur de la ciudad, al pie de la quebrada La Yesca, relativamente cercana al río Cabí, que había sido identificada como el lugar más propicio para la ubicación del tanque metálico que, alimentado por bombeo desde el límpido caudal de Cabí, surtiría de agua las casas y edificios públicos de Quibdó, a partir de 1942, cuando fue inaugurado.

Aún quedaba por resolver una parte sustancial del problema del saneamiento de la ciudad, mediante la construcción de un alcantarillado moderno, que reemplazara los albañales y desagües que cumplían dicha función. “Construir un alcantarillado sin acueducto, no parece lo racional, porque alcantarillas sin aguas corrientes no resuelven el problema. Mal o bien, los desagües actuales, al amparo de las abundantes lluvias, invirtiendo en ellos algunas sumas para acondicionarlos mejor seguirían desempeñando su papel”, anotaba un artículo de prensa de la época[9]. Adán Arriaga Andrade era consciente de ello y lo había planteado recurrentemente como “un problema de humanidad”, por ejemplo, en su artículo sobre los grandes problemas del Chocó, publicado en febrero de 1935 en el periódico ABC.

“Una de las razas fuertes y mejor conformadas para la conquista del trópico está en vía de desaparecer. Cerca de la mitad de la población campesina, es decir, 40.000 escombros humanos que agonizan, roídos por el pian y la miseria, sobre el suelo más rico de Colombia, exigen la inmediata intervención del Estado.

 

Pero, no es el pian el único flagelo de esa raza: la anemia tropical, el paludismo y la tuberculosis requieren una acción oficial de saneamiento y asistencia verdaderamente eficaz. Ni una sola de las poblaciones chocoanas ha sido dotada de acueducto y alcantarillado. Ni un solo sanatorio tuberculoso se ha erigido en un sitio accesible para esos 100.000 compatriotas”[10].

El ingeniero Luis Felipe Valencia Lozano advertía que la construcción de un alcantarillado en Quibdó debía enfrentar las dificultades provenientes de las constantes alzas y bajas del caudal del río Atrato, y anotaba que la construcción del acueducto era un buen comienzo, pues por lo menos se reducía el riesgo de contaminación por consumo de agua no potable y la consiguiente presencia de enfermedades de origen hídrico.

“El doctor Valencia Lozano ha sostenido que el alcantarillado de Quibdó es un problema de bastante entidad debido a las constantes alzas y bajas del caudal del río Atrato y opina que debe comenzarse por el acueducto, porque, con su construcción se eliminan por lo menos las enfermedades de origen hídrico, y desde el punto de vista de la seguridad, ya que aquí no aseguran las compañías por falta de acueducto, se disminuye el peligro de incendios”[11].

En un “Apéndice” de su tesis de grado como Ingeniero Civil y de Minas, en la Universidad Nacional (Medellín, noviembre de 1935), dedicado a la Higiene en el Chocó, Ramón Mosquera Rivas planteaba: “el saneamiento de las poblaciones del Chocó es una de sus más apremiantes necesidades. A este respecto nada se ha hecho. Solo ahora empieza la preocupación por dotar a Quibdó de acueducto y alcantarillado. Pero la labor en este sentido debe hacerse extensiva a todas las ciudades que componen la Intendencia. La actual provisión de agua es inadecuada y encierra toda clase de peligros. Sin acueducto y alcantarillado no se puede pensar en la modernización de la comarca. De aquí la necesidad de acometer, en cuanto sea posible, trabajos firmes y bajo la dirección de personas conocedoras del problema” [12].

Vista de los tanques del acueducto de Quibdó
desde el barrio La Yesquita, 1985. FOTO: Julio César U. H.

Inaugurado en 1942, con un sistema proyectado para unas 10.000 almas, el acueducto de Quibdó empezó a ser insuficiente por el crecimiento intensivo de la ciudad a partir de la segunda mitad del siglo XX. Desde entonces, se transformó en una ficción política recurrente. No existe, en los últimos 50 años, un político colombiano en campaña electoral que no le haya prometido al Departamento del Chocó solucionar sus gravísimos problemas de acceso al servicio de agua potable y alcantarillado. Al inolvidable Virgilio Barco, que incluso era ingeniero civil, se le ocurrió en pleno paro cívico regional de 1987 que bastaba purificar con cloro las descomunales cantidades de agua que en el Chocó producían las lluvias y los ríos. El vicepresidente Vargas Lleras, bisnieto del doctor Federico Lleras Acosta, fue más allá: dio por cierta la ficción política y declaró inaugurado un acueducto que, según él y su séquito público-privado, proveía a todo Quibdó de agua potable durante 24 horas. La cobertura real del acueducto, para el mes de diciembre del 2021, según el propio concesionario del servicio, es del 49.6% de la población total de Quibdó. El servicio, como le consta a los usuarios, no tiene nada de permanente.



[2] Planos del acueducto de Quibdó. Periódico ABC, Quibdó. 5 de marzo de 1930, edición 2148.

[3] Sobre el acueducto de Quibdó. Periódico ABC, Quibdó. 28 de noviembre de 1930, edición Nº 2319.

[4] Ibidem.

[5] Ibidem.

[6] La Ley 34 de 1926 puede consultarse en el Sistema único de información normativa, SUIN-Juriscol: https://www.suin-juriscol.gov.co/viewDocument.asp?id=1590355

[7] Se instaló la junta del acueducto. Periódico ABC, Quibdó, 27 de julio de 1934, edición Nº 2.859.

[8] El tesoro municipal consignó en el Banco de la República $2.400 en bonos para la Defensa Nacional, para el acueducto de Quibdó. Periódico ABC, Quibdó, 28 de diciembre de 1934, edición Nº 2931.

[9] El problema del agua. Periódico ABC, Quibdó, 5 de noviembre de 1934, edición Nº 2908.

[10] Periódico ABC, Quibdó. Febrero de 1935, edición Nº 2955.

[11] El problema del agua. Periódico ABC, Quibdó, 5 de noviembre de 1934, edición Nº 2908.

[12] Mosquera Rivas, Ramón (2013). El Istmo de San Pablo. Medellín, Universidad Nacional de Colombia, 141 pp. Pág. 21.

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