Venga, negrita
linda,
yo la pongo aquí
-Diatriba
a dos voces sobre el racismo de FUCSIA-
(Segunda
parte)
Por
Jamitah
Encendida / Norma Londoño
Julio
César Uribe Hermocillo / El Guarengue
Hace dos meses, en su edición de
septiembre de 2019, la revista Fucsia, del grupo de Publicaciones Semana, publicó
como artículo de portada uno titulado JULIETA PIÑERES en el Petronio Álvarez, al cual nos referimos la semana pasada
aquí en El Guarengue. Este artículo, junto con una entrevista a la Ministra de
Cultura de Colombia y una serie de fotografías de mujeres negras, conforman un
Especial de la revista sobre el Festival de Música del Pacífico Petronio
Álvarez, que se realiza anualmente en Cali y que se ha erigido como un
escenario de culto a las tradiciones artísticas, gastronómicas, estéticas y
narrativas de los pueblos negros de la Región del Pacífico de Colombia, desde
cuyas orillas mareñas y ribereñas, desde cuyos rincones de manigua y eterno aguacero
llegan hasta Cali hombres y mujeres de todas las edades y condiciones, para
cumplir una cita consigo mismos, con su gente y su historia, con su tradición.
Sin embargo, lo que a primera vista
parecía un homenaje al Festival, de parte de una revista de circulación
nacional, nomás leídas las primeras letras y vistas con atención las fotografías
derivó en algo diferente. El conjunto del Especial responde a un concepto
editorial -y de este modo hay que decirlo, sin edulcorantes discursivos, sin eufemismos farisaicos- de corte abiertamente racista, subordinante, mercantilista y hegemónico hacia la cultura negra.
Así que, en esta segunda parte de
nuestra diatriba a dos voces, Jamitah Encendida (http://jamitah.com/) y El Guarengue (https://miguarengue.blogspot.com/) conversamos acerca de
los contenidos de las páginas 62 a 68 de la revista Fucsia-edición de
septiembre de 2019, en donde aparecen las imágenes de una docena de mujeres
negras más o menos conocidas, fotografiadas en estudio, con una cuidadosa puesta
en escena y una producción cargada de estéticas explícitas e implícitas, más de modelaje
que de documental, y con narrativas visuales y escritas que para nada son el
homenaje que al principio uno cree.
**********************************
“De
África al Pacífico Colombiano”.
En las páginas 62 a 68 de la revista Fucsia
del mes de septiembre de 2019, se incluye una serie de fotografías de mujeres
afro del Pacífico, que fueron seleccionadas como parte del Especial de la
revista sobre el Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez, que, como
vimos la semana pasada, resultó siendo más un homenaje a la modelo Julieta
Piñeres que al mismo festival…
La introducción a la serie fotográfica dice así: “De África al Pacífico colombiano. Una tendencia que cada vez toma más fuerza es la influencia de África, tanto en las telas, como en la moda y en el diseño colombianos”. O sea que la única referencia que puede encontrar la revista Fucsia sobre África en relación con el Pacífico colombiano es el tema de la moda. Pero, la moda concebida como tendencia del mercado, no como expresión cultural. De resto, nada, porque es evidente que no les interesó profundizar en cuáles son las conexiones que hay entre el continente africano y el Pacífico colombiano; sino que, simplemente, como está de moda, como se puso de moda, entonces esa es la referencia para abordar el tema de la relación entre África y el Pacífico colombiano.
La introducción a la serie fotográfica dice así: “De África al Pacífico colombiano. Una tendencia que cada vez toma más fuerza es la influencia de África, tanto en las telas, como en la moda y en el diseño colombianos”. O sea que la única referencia que puede encontrar la revista Fucsia sobre África en relación con el Pacífico colombiano es el tema de la moda. Pero, la moda concebida como tendencia del mercado, no como expresión cultural. De resto, nada, porque es evidente que no les interesó profundizar en cuáles son las conexiones que hay entre el continente africano y el Pacífico colombiano; sino que, simplemente, como está de moda, como se puso de moda, entonces esa es la referencia para abordar el tema de la relación entre África y el Pacífico colombiano.
Se hace referencia es a una tendencia, no a un hecho histórico: según
la lógica de Fucsia, así como antes se usaron prendas o telas vaporosas, de esas que llamaban
“hindúes”, ahora se usan telas y colores africanos, o sea, de África; o sea que
África es un país, no un continente, pues no existen telas de tal o cual
nación, sino telas del continente… No es un asunto de la lucha por la
reivindicación de la herencia africana en Colombia, ni de que las comunidades del
Pacífico cada vez están tomando más fuerza para reconocerse, para reconocer ese
hilo que las liga con el continente africano; no es nada de eso, es que lo
africano es una tendencia y es una tendencia que está pegando tan fuerte que ya
influenció el mundo de la moda. Ya. Eso es todo.
Es la socorrida mención de África que usan para todo cuando les conviene. Como si África fuera un país. Aquí no se
está hablando de identidad, no se está hablando de cultura, a pesar de que se
supone que este Especial está derivado o enlazado con el asunto del Festival
Petronio Álvarez. La revista Fucsia lo único que ve es moda. Pasa por encima de
todo lo que tiene que ver con cultura, identidad e historia y lo único que ve
es la tendencia de moda. Incluso porque la sección de la revista en la que está
publicada la serie de fotografías se llama, precisamente, Historia de Moda.
Bueno,
vamos a ver cómo presentan a las mujeres cuyas fotografías publicaron.
Sabemos que Fucsia es una revista sobre temas de moda y no estamos esperando de su parte un gran reportaje etnográfico sobre lo negro. Pero, no por ello es admisible que se banalice de este modo una relación tan profunda como la que existe entre África y el Pacífico colombiano. El título de la
secuencia gráfica está construido alrededor de dicha relación y, por tanto, eso
es lo que el lector espera que le muestren en las fotos y en los textos; pero,
no es así. Veamos.
La primera mujer fotografiada es Danna
Rendón. La leyenda de la foto la presenta como una “empresaria, abogada y presentadora de televisión” a quien “le dicen que es el Pacífico colombiano
personificado”. ¿Costaba mucho ilustrar esa afirmación, mencionando la
fuente y la razón de la misma? ¿Basta mirar el colorido y los estampados para
concluir que ahí está África vistiendo a esta personificación de la región…?
Obviamente, no. Es el juego de los espejismos, del relato de la cultura negra
reducida al cliché, a tal punto que no merece un texto narrativo sobre sus
estéticas, las cuales son reemplazadas totalmente por la imagen, por una imagen
única; así como la feminidad negra es trasladada a la categoría del modelaje de
estudio para una foto que tiene toda la producción necesaria para garantizar el
concepto editorial, que no es África, que no es el Pacífico, que no es lo
negro, sino la moda; un concepto al cual la fotografía es totalmente funcional.
Foto: Julio César U. H. Reproducción revista Fucsia impresa |
La siguiente fotografía tiene como pie de
foto: “LUA. Con la figura de una modelo
de pasarela internacional, de aquellas codiciadas por los diseñadores, es la
hija de una tradición, y su madre es una reconocida emprendedora”. ¿Nos
queda claro quién es LUA? Una negra con figura de modelo, hija de una emprendedora.
Y ya. Está clarísimo que es su figura de modelo y no su origen lo que a Fucsia
le importa, como tampoco le importa mostrar o decir quién es realmente ella,
aparte del símil de cajón sobre la pasarela internacional. Es decir, ella es una
simple figura bonita, llevada a lo exótico mediante la producción en estudio de
esta fotografía; ninguneada en cuanto a su ser e identidad; enunciada como el
objeto de codicia de los diseñadores de moda, razón ésta por la cual,
seguramente, Fucsia la eligió.
“Arcenia
Grueso y Mary Luz Angulo. Son cocineras tradicionales de Guapi y su sueño es
fundar un restaurante donde se preparen todas las exquisiteces de la región,
pero acompañadas de unos bellos textos”. A los de Fucsia les pesa la lengua
para decir algo completo de estas mujeres. Muy prestos y acuciosos en cuanto a
producción y escenografía, vestuario y demás, para alcanzar una imagen óptima;
pichicatos para contarles a sus lectoras y lectores quiénes son estas mujeres,
más allá de su condición de cocineras; aunque, por lo menos en esta ocasión,
mencionaron su origen. ¿Qué será eso de los bellos textos? Algún día, quizás,
lo sabremos.
“Karen
Valencia. Es heladera artesanal. Sus creaciones son de chontaduro, borojó,
badea y arazá, transformados en crema de helado”. Y ya. Karen no es más que
eso, Karen no tiene patria chica, Karen no tiene historia, Karen no tiene más
que el oficio que la revista le endilga y, en virtud del mismo, unas creaciones
en forma de crema de helado. Karen no es nada más. Karen no es nadie más, según
Fucsia, que la hizo sentar sobre heno de cobertizo de rancho gringo, con un
helado en la mano y unos chontaduros maquillados para la foto.
Karen Valencia y Emilia Eneida. Foto: Julio César U. H. Reproducción revista Fucsia impresa |
“Emilia
Eneida. Es activista, docente, investigadora y gestora cultural. Trabaja en el
proyecto “Tejiendo Esperanza”. Tanto por decir sobre la producción
intelectual de esta mujer; pero, no, Fucsia no lo dice, Fucsia lo calla, Fucsia
quizás ni lo sabe, porque a Fucsia no le importa más que su escenografía de
estudio, para poner al personaje como el culmen de la misma. Y ya. Es la
negación, por silencio y ocultamiento, del conocimiento producido por una mujer
negra a quien ni siquiera nombran con sus apellidos.
Foto: Julio César U. H. Reproducción revista Fucsia impresa |
“Timbiáfrica.
Banda compuesta por músicos del Valle del Cauca que, con sus letras y ritmos,
refleja la historia del pueblo afro y las luchas de sus mujeres”. Hasta que
por fin: medio punto para Fucsia. Les tocó decir algo un poco diferente a las
simplezas anteriores.
Todos esos párrafos son de una pobreza descriptiva
y narrativa increíble, en comparación con el artículo de portada, en el cual se
explayaron tanto que hasta se excedieron en la adjetivación del sustantivo
Julieta Piñeres. ¿Por qué en las leyendas de estas fotos tienen que ser tan
secos, tan pobres, tan incompletos, tan cicateros? ¿Por qué niegan y ocultan
orígenes, historias, militancias, producciones intelectuales, y se quedan en la
superficie? ¿Por qué se niegan a decir
lo no evidente, pero no por ello intrascendente? ¡So reduccionistas!
Angélica Mayolo. Tomada de Instagram: fucsia |
La serie fotográfica concluye con cuatro
fotografías que comparten la página 68 de la revista, bajo el título
“Personajes del Petronio”. Estas cuatro mujeres, si de homenajear al Petronio
se trataba, debieron tener el mismo despliegue de las anteriores, en gracia de
su papel en el festival. Veamos lo que dicen acerca de ellas.
“Angélica
Mayolo. Ha ocupado importantes cargos y, en la actualidad, desde la Alcaldía de
Cali, emprendió una gran cruzada para que el Pacífico se haga visible”. Es
claro para quien sepa algo de ella, que este párrafo genérico no la describe
realmente, no la narra en su esencia. Podría ser cualquier mujer y no ser
negra, y el párrafo le saldría.
Rosmilda Quiñones. Tomada de Instagram: fucsia. |
“Rosmilda
Quiñones. Es partera tradicional y fabricante de bebidas tradicionales de
contundencia afrodisiaca. Nació en Magüí Payán”. No merece comentario
alguno esa recurrencia de esta gente en la banalización y en la reducción a
cliché sexual de las bebidas tradicionales. Dizque contundencia afrodisiaca:
¿habrase visto?
“Aura
María. Es una cantadora tradicional que recoge en sus letras todo el arsenal
memorioso del arte popular del Pacífico”. A la señora Aura María, tan
venerable por lo que el mismo texto dice que ella hace, curiosamente Fucsia le
escamotea sus apellidos, ni siquiera uno le ponen. ¿Por qué? ¿Ni siquiera
pueden decir completo lo obvio? Y, más grave aún: el Festival este año fue en
honor a esta señora y esto no son capaces de decirlo, como no son capaces ni
siquiera de ponerle un apellido. Y aquí vuelven a la perspectiva antropológica
de Julieta Piñeres, vuelven sobre lo popular, no sobre lo negro. A esta señora,
que fue homenajeada en el festival de música del Pacífico más grande de
Latinoamérica, y la música del Pacífico de la que estamos hablando es música
negra, le atribuyen que recoge la memoria de lo popular, no la memoria de lo
popular negro, ni la memoria de lo negro. Fucsia vuelve, conscientemente, sobre
su propio equívoco, en el cual se inspiran para construir este párrafo sobre la
cantadora; del mismo modo que la contundencia afrodisiaca proviene de lo
narrado acerca del -para la revista- pícaro y travieso paso de Julieta por el
camino de bebidas y comidas del Petronio.
Foto: Julio César U. H. Reproducción revista Fucsia impresa |
Para Fucsia se trata, evidentemente, de
unas negras para mostrar, con unos vestidos que probablemente la mayoría de
ellas no usaría en sus vidas cotidianas, por gustos o por costos. Sus
historias, su identidad, sus orígenes, su compromiso con el mundo negro al cual
pertenecen, son cosas que poco le importan a la revista, que las puso en escena
solamente por su exótica espectacularidad de negras bonitas y/o importantes, y
no por su negrura o por su negritud étnica, racial, histórica y cultural,
propiamente dichas. Además, ellas no son Julieta Piñeres, que descendió sobre
el Petronio para darle valor; Julieta a quien le ponen un narrador a que la
siga y venga a contárnoslo todo sobre su tour por el reino del exotismo. Ellas, que son hijas de los pueblos y ciudades que le dieron vida al Petronio, solamente
se merecen un parrafito ahí cualquiera. Hay una mezquindad narrativa, un
desprecio casi total por cada una de estas mujeres, que no alcanzan a recibir
ni siquiera un tratamiento de personajes. De ahí los puestos que ocupan en la
revista: una está en la portada, las demás están por allá adentro. Julieta
recibe una página completa de narración acerca de hasta su más mínimo gesto, las
demás si acaso una línea y muy poco diciente.
¿Por
qué pasa todo esto? ¿Por qué no podían darle otro tratamiento al Festival? ¿Por
qué no podían ser más cuidadosos al elegir las narrativas y los narradores?
Sabemos que es un asunto que está enraizado
en una mirada racista de lo negro aquí en el país. Pero, también, detrás de
esto hay intereses comerciales. Así que digamos que una más de las expresiones
racistas que tiene el mundo blanco-mestizo hacia todo lo que tiene que ver con
el mundo negro en Colombia es que siempre y cuando haya unos intereses que sean
favorables a su privilegio, para decidir qué es interesante y qué no, entonces
ese privilegio se traduce en alguna relación mercantil o de utilidad. Precisamente,
ya ellos determinaron que lo africano es una tendencia y, como es tendencia,
tienen que encontrar los argumentos para justificarlo, para fundamentar desde
su lógica por qué lo africano ahora se valida y ahora se convierte en tendencia
de la moda, principalmente. Detrás de esto está eso. Este era como su campanazo
de entrada. Eso quiere decir: mire, ya nos dimos cuenta de que lo africano es
tendencia, entonces ahora necesitamos justificarlo de alguna forma. Y
encuentran en el Petronio, en este recurso con estas mujeres, tanto en la
portada como dentro de la revista, su mayor aliado para permitirse esa entrada
a ese mundo. Y eso, obviamente, es una expresión más de lo que viene siendo la
apropiación cultural.
¿Y
estas mujeres por qué aceptan participar en esto? ¿Sienten que tomarles las fotos y publicarlas es realmente un homenaje a ellas?
Efectivamente. Pero, yendo más allá, la
situación nos remite a la debilidad conceptual que hay alrededor de todo lo que
tiene que ver con la identidad cultural negra en Colombia. Eso es lo que devela
que personas como esas mujeres que están retratadas ahí acepten hacer parte de
este tipo de experiencias, y no solamente las que están retratadas, también
otras que participaron de otra manera, las diseñadoras y demás.
Además, esto quiere decir que, a la gente
quizás le falta estudiar más, conocer más, profundizar, alrededor de lo étnico,
de lo negro, de la historia, de la significación y, sobre todo, de la lucha
política… Si no lo estudia, no lo profundiza, no lo analiza, se queda muy
fácilmente en los discursos que posicionan ciertos referentes, ciertos
espacios. Y al no profundizarlo, al no estudiarlo, obviamente su entendimiento
es incompleto.
Tomada de: https://www.un.org/es/events/africandescent decade/promotional-materials.shtml |
También vemos que hay mucha influencia de
ese concepto de la inclusión, en virtud del cual se cree que hacer parte de una
experiencia como esta es algo válido, sí, porque nos están validando. Y si nos
están validando, nos están reconociendo y, en esa lógica, entonces estamos
avanzando. Eso quiere decir que le seguimos dando mucha importancia a ese
sector de la sociedad que antes excluía a los negros y que ahora, por su interés
particular, que habla desde su privilegio, los acoge. Y nosotros, muy
ingenuamente tal vez, vamos ahí detrás agradeciendo
que nos reconozcan, que nos vean. Nos parece más importante ser visibles en ese
contexto que ser visibles en nuestros entornos propios. Por eso es que, en el
tema de la moda, a la gente le parece mucho más importante que una revista como
Fucsia reconozca que lo africano es una tendencia de moda a que la gente de
nuestras propias comunidades valore la estética negra como algo suyo, como algo
propio, no necesariamente de moda, sino como algo suyo, algo propio. Y ahí hay
un problema grave, hay una brecha todavía bastante grande para entender eso.
Por eso también nos preguntábamos por el vestuario de estas mujeres que están
en esas fotos, en una sección que se llama Historia de Moda y bajo un título
que habla de África y del Pacífico…: ¿esos atuendos con los que ellas están
ataviadas de qué parte de África son? ¿Y cuál es la conexión con la parte del
Pacífico a la que pertenece cada una de esas mujeres? No tenemos ni idea y
nadie pregunta por eso y nadie profundiza en eso, porque a la hora de la verdad
ese realmente no es el interés. La revista lo deja claro: su interés no es ese;
su interés es simplemente validar que han elegido fijarse en lo africano como
nueva tendencia de moda, y necesitaban validarlo de alguna manera… ¿Qué mejor
escenario que el Petronio Álvarez, qué mejor escenario para validarse que unas
mujeres que son referentes, que son reconocidas?
También hay una utilización explícita de la mujer negra como un elemento más,
entre otros, de la puesta en escena de Fucsia, ¿cierto?
Se sigue reforzando la idea de esa
necesidad de reconocimiento. Hay una necesidad tan grande de reconocimiento que
no nos damos cuenta que somos artífices de otra forma más de cosificación por
el solo hecho de decir: no, lo que pasa es que la revista Fucsia me eligió para
ser homenajeada en su Especial sobre el Petronio. Pero, no vemos que detrás de
eso lo que hay es una cosificación, desde el orden de la subordinación de la
mujer negra como tal; sí, porque ahí, en ninguna de esas fotos está realmente,
ni siquiera en lo que está narrado, ahí no se está reivindicando nada: ni de
mujer, ni de negra. Estamos justamente jugando al jueguito de “Venga, negrita linda, yo la pongo aquí…”.
Y eso es cosificarse y eso es dejarse poner en un lugar de subordinación. Porque
otra cosa muy distinta sería que el Especial se basara justamente en
profundizar quiénes son cada una de estas mujeres, sin necesidad de
disfrazarlas de africanas, sino
mostrar quiénes son… La que es heladera yo la muestro en su entorno natural
haciendo sus helados. La que es cocinera. La que es abogada. Pero, no tengo que
disfrazarla, no tengo que ponerla linda como me parece, no tengo que sacarla de
su contexto y llevarla a un estudio fotográfico con una parafernalia puramente
fotográfica: ¿solamente de esa manera es válido reconocerla, de lo contrario
no? Y eso sigue y sigue reproduciendo una mirada de exotismo hacia lo que es la mujer, la mujer negra… Aquí lo único que importa es
la moda. Esa es otra forma de invalidar las luchas de los pueblos afro del
Pacífico colombiano.
Foto: Julio César U. H. |
Ninguna de las retratadas se pronunció
frente a la polémica que se desató por la publicación de la revista. De
entrada, eso podría interpretarse como una aceptación de su lugar de
subordinadas, ante la gran necesidad de representación; y la aceptación de la
lógica de la gratitud frente a la condescendencia, porque nadie más va a hacer
ese reconocimiento y es esta la única forma en la que aparecerán representadas
en los grandes medios de comunicación. Entonces, como la única forma que hubo y
el único recurso que hubo fue la revista Fucsia, sea como haya sido, lo acepto
y lo agradezco, me quedo callada.
Ojalá no fuera así, ojalá no sea así.
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