lunes, 25 de noviembre de 2019


Venga, negrita linda,
yo la pongo aquí
-Diatriba a dos voces sobre el racismo de FUCSIA-
(Segunda parte)


Por
Jamitah Encendida / Norma Londoño
Julio César Uribe Hermocillo / El Guarengue

Hace dos meses, en su edición de septiembre de 2019, la revista Fucsia, del grupo de Publicaciones Semana, publicó como artículo de portada uno titulado JULIETA PIÑERES en el Petronio Álvarez, al cual nos referimos la semana pasada aquí en El Guarengue. Este artículo, junto con una entrevista a la Ministra de Cultura de Colombia y una serie de fotografías de mujeres negras, conforman un Especial de la revista sobre el Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez, que se realiza anualmente en Cali y que se ha erigido como un escenario de culto a las tradiciones artísticas, gastronómicas, estéticas y narrativas de los pueblos negros de la Región del Pacífico de Colombia, desde cuyas orillas mareñas y ribereñas, desde cuyos rincones de manigua y eterno aguacero llegan hasta Cali hombres y mujeres de todas las edades y condiciones, para cumplir una cita consigo mismos, con su gente y su historia, con su tradición.

Sin embargo, lo que a primera vista parecía un homenaje al Festival, de parte de una revista de circulación nacional, nomás leídas las primeras letras y vistas con atención las fotografías derivó en algo diferente. El conjunto del Especial responde a un concepto editorial -y de este modo hay que decirlo, sin edulcorantes discursivos, sin eufemismos farisaicos- de corte abiertamente racista, subordinante, mercantilista y hegemónico hacia la cultura negra.

Así que, en esta segunda parte de nuestra diatriba a dos voces, Jamitah Encendida (http://jamitah.com/) y El Guarengue (https://miguarengue.blogspot.com/) conversamos acerca de los contenidos de las páginas 62 a 68 de la revista Fucsia-edición de septiembre de 2019, en donde aparecen las imágenes de una docena de mujeres negras más o menos conocidas, fotografiadas en estudio, con una cuidadosa puesta en escena y una producción cargada de estéticas explícitas e implícitas, más de modelaje que de documental, y con narrativas visuales y escritas que para nada son el homenaje que al principio uno cree.


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“De África al Pacífico Colombiano”.
En las páginas 62 a 68 de la revista Fucsia del mes de septiembre de 2019, se incluye una serie de fotografías de mujeres afro del Pacífico, que fueron seleccionadas como parte del Especial de la revista sobre el Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez, que, como vimos la semana pasada, resultó siendo más un homenaje a la modelo Julieta Piñeres que al mismo festival… 

La introducción a la serie fotográfica dice así: “De África al Pacífico colombiano. Una tendencia que cada vez toma más fuerza es la influencia de África, tanto en las telas, como en la moda y en el diseño colombianos”. O sea que la única referencia que puede encontrar la revista Fucsia sobre África en relación con el Pacífico colombiano es el tema de la moda. Pero, la moda concebida como tendencia del mercado, no como expresión cultural. De resto, nada, porque es evidente que no les interesó profundizar en cuáles son las conexiones que hay entre el continente africano y el Pacífico colombiano; sino que, simplemente, como está de moda, como se puso de moda, entonces esa es la referencia para abordar el tema de la relación entre África y el Pacífico colombiano.

Se hace referencia es a una tendencia, no a un hecho histórico: según la lógica de Fucsia, así como antes se usaron prendas o telas vaporosas, de esas que llamaban “hindúes”, ahora se usan telas y colores africanos, o sea, de África; o sea que África es un país, no un continente, pues no existen telas de tal o cual nación, sino telas del continente… No es un asunto de la lucha por la reivindicación de la herencia africana en Colombia, ni de que las comunidades del Pacífico cada vez están tomando más fuerza para reconocerse, para reconocer ese hilo que las liga con el continente africano; no es nada de eso, es que lo africano es una tendencia y es una tendencia que está pegando tan fuerte que ya influenció el mundo de la moda. Ya. Eso es todo.

Es la socorrida mención de África que usan para todo cuando les conviene. Como si África fuera un país. Aquí no se está hablando de identidad, no se está hablando de cultura, a pesar de que se supone que este Especial está derivado o enlazado con el asunto del Festival Petronio Álvarez. La revista Fucsia lo único que ve es moda. Pasa por encima de todo lo que tiene que ver con cultura, identidad e historia y lo único que ve es la tendencia de moda. Incluso porque la sección de la revista en la que está publicada la serie de fotografías se llama, precisamente, Historia de Moda.

Bueno, vamos a ver cómo presentan a las mujeres cuyas fotografías publicaron.

Sabemos que Fucsia es una revista sobre temas de moda y no estamos esperando de su parte un gran reportaje etnográfico sobre lo negro. Pero, no por ello es admisible que se banalice de este modo una relación tan profunda como la que existe entre África y el Pacífico colombiano. El título de la secuencia gráfica está construido alrededor de dicha relación y, por tanto, eso es lo que el lector espera que le muestren en las fotos y en los textos; pero, no es así. Veamos.

La primera mujer fotografiada es Danna Rendón. La leyenda de la foto la presenta como una “empresaria, abogada y presentadora de televisión” a quien “le dicen que es el Pacífico colombiano personificado”. ¿Costaba mucho ilustrar esa afirmación, mencionando la fuente y la razón de la misma? ¿Basta mirar el colorido y los estampados para concluir que ahí está África vistiendo a esta personificación de la región…? Obviamente, no. Es el juego de los espejismos, del relato de la cultura negra reducida al cliché, a tal punto que no merece un texto narrativo sobre sus estéticas, las cuales son reemplazadas totalmente por la imagen, por una imagen única; así como la feminidad negra es trasladada a la categoría del modelaje de estudio para una foto que tiene toda la producción necesaria para garantizar el concepto editorial, que no es África, que no es el Pacífico, que no es lo negro, sino la moda; un concepto al cual la fotografía es totalmente funcional.

Foto: Julio César U. H. Reproducción revista Fucsia impresa
La siguiente fotografía tiene como pie de foto: “LUA. Con la figura de una modelo de pasarela internacional, de aquellas codiciadas por los diseñadores, es la hija de una tradición, y su madre es una reconocida emprendedora”. ¿Nos queda claro quién es LUA? Una negra con figura de modelo, hija de una emprendedora. Y ya. Está clarísimo que es su figura de modelo y no su origen lo que a Fucsia le importa, como tampoco le importa mostrar o decir quién es realmente ella, aparte del símil de cajón sobre la pasarela internacional. Es decir, ella es una simple figura bonita, llevada a lo exótico mediante la producción en estudio de esta fotografía; ninguneada en cuanto a su ser e identidad; enunciada como el objeto de codicia de los diseñadores de moda, razón ésta por la cual, seguramente, Fucsia la eligió.

Arcenia Grueso y Mary Luz Angulo. Son cocineras tradicionales de Guapi y su sueño es fundar un restaurante donde se preparen todas las exquisiteces de la región, pero acompañadas de unos bellos textos”. A los de Fucsia les pesa la lengua para decir algo completo de estas mujeres. Muy prestos y acuciosos en cuanto a producción y escenografía, vestuario y demás, para alcanzar una imagen óptima; pichicatos para contarles a sus lectoras y lectores quiénes son estas mujeres, más allá de su condición de cocineras; aunque, por lo menos en esta ocasión, mencionaron su origen. ¿Qué será eso de los bellos textos? Algún día, quizás, lo sabremos.

Karen Valencia. Es heladera artesanal. Sus creaciones son de chontaduro, borojó, badea y arazá, transformados en crema de helado”. Y ya. Karen no es más que eso, Karen no tiene patria chica, Karen no tiene historia, Karen no tiene más que el oficio que la revista le endilga y, en virtud del mismo, unas creaciones en forma de crema de helado. Karen no es nada más. Karen no es nadie más, según Fucsia, que la hizo sentar sobre heno de cobertizo de rancho gringo, con un helado en la mano y unos chontaduros maquillados para la foto.

Karen Valencia y Emilia Eneida.
Foto: Julio César U. H. Reproducción revista Fucsia impresa
Emilia Eneida. Es activista, docente, investigadora y gestora cultural. Trabaja en el proyecto “Tejiendo Esperanza”. Tanto por decir sobre la producción intelectual de esta mujer; pero, no, Fucsia no lo dice, Fucsia lo calla, Fucsia quizás ni lo sabe, porque a Fucsia no le importa más que su escenografía de estudio, para poner al personaje como el culmen de la misma. Y ya. Es la negación, por silencio y ocultamiento, del conocimiento producido por una mujer negra a quien ni siquiera nombran con sus apellidos.


Foto: Julio César U. H.
Reproducción revista Fucsia impresa
Timbiáfrica. Banda compuesta por músicos del Valle del Cauca que, con sus letras y ritmos, refleja la historia del pueblo afro y las luchas de sus mujeres”. Hasta que por fin: medio punto para Fucsia. Les tocó decir algo un poco diferente a las simplezas anteriores.

Todos esos párrafos son de una pobreza descriptiva y narrativa increíble, en comparación con el artículo de portada, en el cual se explayaron tanto que hasta se excedieron en la adjetivación del sustantivo Julieta Piñeres. ¿Por qué en las leyendas de estas fotos tienen que ser tan secos, tan pobres, tan incompletos, tan cicateros? ¿Por qué niegan y ocultan orígenes, historias, militancias, producciones intelectuales, y se quedan en la superficie?  ¿Por qué se niegan a decir lo no evidente, pero no por ello intrascendente? ¡So reduccionistas!

Angélica Mayolo.
Tomada de Instagram: fucsia
La serie fotográfica concluye con cuatro fotografías que comparten la página 68 de la revista, bajo el título “Personajes del Petronio”. Estas cuatro mujeres, si de homenajear al Petronio se trataba, debieron tener el mismo despliegue de las anteriores, en gracia de su papel en el festival. Veamos lo que dicen acerca de ellas.

Angélica Mayolo. Ha ocupado importantes cargos y, en la actualidad, desde la Alcaldía de Cali, emprendió una gran cruzada para que el Pacífico se haga visible”. Es claro para quien sepa algo de ella, que este párrafo genérico no la describe realmente, no la narra en su esencia. Podría ser cualquier mujer y no ser negra, y el párrafo le saldría.


Rosmilda Quiñones.
Tomada de Instagram: fucsia.
Rosmilda Quiñones. Es partera tradicional y fabricante de bebidas tradicionales de contundencia afrodisiaca. Nació en Magüí Payán”. No merece comentario alguno esa recurrencia de esta gente en la banalización y en la reducción a cliché sexual de las bebidas tradicionales. Dizque contundencia afrodisiaca: ¿habrase visto?

Aura María. Es una cantadora tradicional que recoge en sus letras todo el arsenal memorioso del arte popular del Pacífico”. A la señora Aura María, tan venerable por lo que el mismo texto dice que ella hace, curiosamente Fucsia le escamotea sus apellidos, ni siquiera uno le ponen. ¿Por qué? ¿Ni siquiera pueden decir completo lo obvio? Y, más grave aún: el Festival este año fue en honor a esta señora y esto no son capaces de decirlo, como no son capaces ni siquiera de ponerle un apellido. Y aquí vuelven a la perspectiva antropológica de Julieta Piñeres, vuelven sobre lo popular, no sobre lo negro. A esta señora, que fue homenajeada en el festival de música del Pacífico más grande de Latinoamérica, y la música del Pacífico de la que estamos hablando es música negra, le atribuyen que recoge la memoria de lo popular, no la memoria de lo popular negro, ni la memoria de lo negro. Fucsia vuelve, conscientemente, sobre su propio equívoco, en el cual se inspiran para construir este párrafo sobre la cantadora; del mismo modo que la contundencia afrodisiaca proviene de lo narrado acerca del -para la revista- pícaro y travieso paso de Julieta por el camino de bebidas y comidas del Petronio.

Foto: Julio César U. H.
Reproducción revista Fucsia impresa
Nancy Lozano Cuesta. Lleva más de veinte años participando en el Petronio y convirtió los turbantes en el símbolo del evento”. Es el Festival de música del Pacífico, pero, ¿el símbolo es el turbante? ¿Luego no era el pañuelo blanco con el que los bailarines esparcen la alegría, les coquetean a las bailarinas e intentan atraerlas hacia ellos, a la vez que saludan la paz y la armonía del Festival?

Para Fucsia se trata, evidentemente, de unas negras para mostrar, con unos vestidos que probablemente la mayoría de ellas no usaría en sus vidas cotidianas, por gustos o por costos. Sus historias, su identidad, sus orígenes, su compromiso con el mundo negro al cual pertenecen, son cosas que poco le importan a la revista, que las puso en escena solamente por su exótica espectacularidad de negras bonitas y/o importantes, y no por su negrura o por su negritud étnica, racial, histórica y cultural, propiamente dichas. Además, ellas no son Julieta Piñeres, que descendió sobre el Petronio para darle valor; Julieta a quien le ponen un narrador a que la siga y venga a contárnoslo todo sobre su tour por el reino del exotismo. Ellas, que son hijas de los pueblos y ciudades que le dieron vida al Petronio, solamente se merecen un parrafito ahí cualquiera. Hay una mezquindad narrativa, un desprecio casi total por cada una de estas mujeres, que no alcanzan a recibir ni siquiera un tratamiento de personajes. De ahí los puestos que ocupan en la revista: una está en la portada, las demás están por allá adentro. Julieta recibe una página completa de narración acerca de hasta su más mínimo gesto, las demás si acaso una línea y muy poco diciente.

¿Por qué pasa todo esto? ¿Por qué no podían darle otro tratamiento al Festival? ¿Por qué no podían ser más cuidadosos al elegir las narrativas y los narradores?

Sabemos que es un asunto que está enraizado en una mirada racista de lo negro aquí en el país. Pero, también, detrás de esto hay intereses comerciales. Así que digamos que una más de las expresiones racistas que tiene el mundo blanco-mestizo hacia todo lo que tiene que ver con el mundo negro en Colombia es que siempre y cuando haya unos intereses que sean favorables a su privilegio, para decidir qué es interesante y qué no, entonces ese privilegio se traduce en alguna relación mercantil o de utilidad. Precisamente, ya ellos determinaron que lo africano es una tendencia y, como es tendencia, tienen que encontrar los argumentos para justificarlo, para fundamentar desde su lógica por qué lo africano ahora se valida y ahora se convierte en tendencia de la moda, principalmente. Detrás de esto está eso. Este era como su campanazo de entrada. Eso quiere decir: mire, ya nos dimos cuenta de que lo africano es tendencia, entonces ahora necesitamos justificarlo de alguna forma. Y encuentran en el Petronio, en este recurso con estas mujeres, tanto en la portada como dentro de la revista, su mayor aliado para permitirse esa entrada a ese mundo. Y eso, obviamente, es una expresión más de lo que viene siendo la apropiación cultural.

¿Y estas mujeres por qué aceptan participar en esto? ¿Sienten que tomarles las fotos y publicarlas es realmente un homenaje a ellas?

Efectivamente. Pero, yendo más allá, la situación nos remite a la debilidad conceptual que hay alrededor de todo lo que tiene que ver con la identidad cultural negra en Colombia. Eso es lo que devela que personas como esas mujeres que están retratadas ahí acepten hacer parte de este tipo de experiencias, y no solamente las que están retratadas, también otras que participaron de otra manera, las diseñadoras y demás.

Además, esto quiere decir que, a la gente quizás le falta estudiar más, conocer más, profundizar, alrededor de lo étnico, de lo negro, de la historia, de la significación y, sobre todo, de la lucha política… Si no lo estudia, no lo profundiza, no lo analiza, se queda muy fácilmente en los discursos que posicionan ciertos referentes, ciertos espacios. Y al no profundizarlo, al no estudiarlo, obviamente su entendimiento es incompleto.

Tomada de:
https://www.un.org/es/events/africandescent
decade/promotional-materials.shtml
También vemos que hay mucha influencia de ese concepto de la inclusión, en virtud del cual se cree que hacer parte de una experiencia como esta es algo válido, sí, porque nos están validando. Y si nos están validando, nos están reconociendo y, en esa lógica, entonces estamos avanzando. Eso quiere decir que le seguimos dando mucha importancia a ese sector de la sociedad que antes excluía a los negros y que ahora, por su interés particular, que habla desde su privilegio, los acoge. Y nosotros, muy ingenuamente tal vez, vamos ahí detrás agradeciendo que nos reconozcan, que nos vean. Nos parece más importante ser visibles en ese contexto que ser visibles en nuestros entornos propios. Por eso es que, en el tema de la moda, a la gente le parece mucho más importante que una revista como Fucsia reconozca que lo africano es una tendencia de moda a que la gente de nuestras propias comunidades valore la estética negra como algo suyo, como algo propio, no necesariamente de moda, sino como algo suyo, algo propio. Y ahí hay un problema grave, hay una brecha todavía bastante grande para entender eso. Por eso también nos preguntábamos por el vestuario de estas mujeres que están en esas fotos, en una sección que se llama Historia de Moda y bajo un título que habla de África y del Pacífico…: ¿esos atuendos con los que ellas están ataviadas de qué parte de África son? ¿Y cuál es la conexión con la parte del Pacífico a la que pertenece cada una de esas mujeres? No tenemos ni idea y nadie pregunta por eso y nadie profundiza en eso, porque a la hora de la verdad ese realmente no es el interés. La revista lo deja claro: su interés no es ese; su interés es simplemente validar que han elegido fijarse en lo africano como nueva tendencia de moda, y necesitaban validarlo de alguna manera… ¿Qué mejor escenario que el Petronio Álvarez, qué mejor escenario para validarse que unas mujeres que son referentes, que son reconocidas?

También hay una utilización explícita de la mujer negra como un elemento más, entre otros, de la puesta en escena de Fucsia, ¿cierto?

Se sigue reforzando la idea de esa necesidad de reconocimiento. Hay una necesidad tan grande de reconocimiento que no nos damos cuenta que somos artífices de otra forma más de cosificación por el solo hecho de decir: no, lo que pasa es que la revista Fucsia me eligió para ser homenajeada en su Especial sobre el Petronio. Pero, no vemos que detrás de eso lo que hay es una cosificación, desde el orden de la subordinación de la mujer negra como tal; sí, porque ahí, en ninguna de esas fotos está realmente, ni siquiera en lo que está narrado, ahí no se está reivindicando nada: ni de mujer, ni de negra. Estamos justamente jugando al jueguito de “Venga, negrita linda, yo la pongo aquí…”. Y eso es cosificarse y eso es dejarse poner en un lugar de subordinación. Porque otra cosa muy distinta sería que el Especial se basara justamente en profundizar quiénes son cada una de estas mujeres, sin necesidad de disfrazarlas de africanas, sino mostrar quiénes son… La que es heladera yo la muestro en su entorno natural haciendo sus helados. La que es cocinera. La que es abogada. Pero, no tengo que disfrazarla, no tengo que ponerla linda como me parece, no tengo que sacarla de su contexto y llevarla a un estudio fotográfico con una parafernalia puramente fotográfica: ¿solamente de esa manera es válido reconocerla, de lo contrario no? Y eso sigue y sigue reproduciendo una mirada de exotismo hacia lo que es la mujer, la mujer negra… Aquí lo único que importa es la moda. Esa es otra forma de invalidar las luchas de los pueblos afro del Pacífico colombiano.

Foto: Julio César U. H.
Ninguna de las retratadas se pronunció frente a la polémica que se desató por la publicación de la revista. De entrada, eso podría interpretarse como una aceptación de su lugar de subordinadas, ante la gran necesidad de representación; y la aceptación de la lógica de la gratitud frente a la condescendencia, porque nadie más va a hacer ese reconocimiento y es esta la única forma en la que aparecerán representadas en los grandes medios de comunicación. Entonces, como la única forma que hubo y el único recurso que hubo fue la revista Fucsia, sea como haya sido, lo acepto y lo agradezco, me quedo callada.

Ojalá no fuera así, ojalá no sea así.


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