Diatriba
a dos voces
sobre el racismo de FUCSIA
(Primera
parte)
Por
Jamitah
Encendida / Norma Londoño
Julio
César Uribe Hermocillo / El Guarengue
Hace dos meses, en su edición de
septiembre de 2019, la revista Fucsia, del grupo de Publicaciones Semana, puso
en su portada a Julieta Piñeres, modelo y presentadora de la sección de
farándula del Noticiero CM&, con un atuendo que más que vestida la hace parecer
disfrazada, aunque no se sabe bien de qué. El título de portada es: JULIETA PIÑERES en el Petronio Álvarez.
Y conduce, a quien quiera leer de qué se trata, a las páginas 58 a 68 de la
revista. La página 58 es ocupada completamente por una foto de Julieta Piñeres,
con un atuendo también bastante llamativo, como el de la portada. La página 59
está dedicada a un escrito de género inclasificable (pretende ser crónica o
reportaje, pero no lo consigue) que se titula como la portada y cuyo tema es
estrictamente el que su título anuncia, firmado por Iván Beltrán Castillo, con
una nota entre paréntesis, que informa que es “Especial para Fucsia”. En las
páginas 60 y 61 se publica una entrevista con Carmen Vásquez, a quien en el
título se denomina “La ministra de los tiempos naranja”; y se incluye una foto
suya. Las páginas 62 a 68 son dedicadas a la publicación de sendas fotografías
de doce mujeres negras que gozan de algún reconocimiento público regional o
nacional, con un evidentemente alto nivel de producción y diseño en estudio, y
bajo el título “De África al Pacífico colombiano”.
Cuando esta edición de Fucsia salió
a la venta y sus fotografías y algunos textos fueron publicados en la cuenta de
Instagram de la revista, en algunos sectores de estudiantes universitarios,
profesionales e intelectuales negros de Colombia, se levantaron voces de
protesta fundamentalmente contra el concepto editorial de la portada de la
revista: en lugar de la modelo blanca, cartagenera, Julieta Piñeres, bien
pudieron haber puesto en ese privilegiado lugar de la publicación a una de las
doce mujeres negras del Pacífico fotografiadas en las páginas interiores de la
revista o alguna más de tantas mujeres negras bellas, talentosas, famosas,
modelos, empresarias, etcétera. Pues ello tendría más lógica si se trataba de
resaltar el Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez. Pero, al parecer
no era eso lo que Fucsia quería.
En medio de la discusión, Jamitah
Encendida (http://jamitah.com/) y El Guarengue (https://miguarengue.blogspot.com/) coincidieron en que el
asunto iba más allá de un simple cambio de modelo en la portada. Lo cual
corroboraron cuando, con la revista impresa entre sus manos y ante sus ojos,
leyeron los textos de las páginas 59 a 61 y las leyendas o pie de fotos de las
fotografías de las páginas subsiguientes; y miraron y volvieron a mirar las
puestas en escena, las estéticas explícitas e implícitas, el conjunto de las
narrativas visuales y escritas de Fucsia en torno a su eje central: Julieta
Piñeres en el Festival. Decidieron entonces conversar sobre el asunto. Lo que
publicamos a continuación es el resultado de la primera parte de la
conversación y se refiere a la portada y al escrito sobre Julieta Piñeres, de
la página 59. A muchos quizás ya se les había olvidado este caso. A nosotros no.
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Bueno,
¿qué es lo que a nosotros nos molesta de esta portada?
Obviamente, lo principal, lo que salta a la
vista de inmediato, es que es una mujer blanca mestiza con unas ropas
llamativas, coloridas, ataviada del modo que hoy llaman vestida como una mujer
africana. Tiene un tocado bastante estrambótico en la cabeza, que de entrada no
se sabe a cuál de todas las culturas que hay en África está representando, como
tampoco las telas. Pero, se supone pues que está vestida como una mujer
africana y de entrada pues eso es molesto porque no hay una conexión entre el
hecho de que una mujer mestiza, blanco-mestiza, sea la protagonista principal
de una portada que se supone que quiere hablar de una expresión cultural tan
importante para el pueblo negro de Colombia, como lo es el Festival Petronio
Álvarez…
También llama la atención el titular de la portada:
“Julieta Piñeres en el Petronio Álvarez”. Como si todos supiéramos quién es ella.
Algo así como si en los periódicos de España de aquella época hubieran titulado:
“Ernest Hemingway en San Sebastián” o en Colombia: “Gabo en el Festival
Vallenato”. Pero, cuando uno dice “Julieta Piñeres en el Petronio Álvarez” …
Puede ser que para Fucsia y su público asiduo ella sea significativa; pero,
para el resto de la población su nombre es un referente muy cercano de nada. Así
que es muy curioso, de una forma no positiva, que pongan de referente a una
completa desconocida en un festival tan importante que tiene que ver con la
cultura negra de Colombia. Además, ¿a cuento de qué esta revista (de moda,
farándula y entretenimiento) sale con eso? ¿Cuál es el interés de una revista
que, además, maneja una temática que no tiene nada que ver con la cultura negra,
de venir a hacer un “Especial” sobre el Petronio Álvarez y poner como
protagonista a una modelo y presentadora de farándula, que no es referente para
nada en relación con la población negra? Así que es muy infortunada esa portada.
¿Por
qué a algunos sectores negros o afrocolombianos o afrodescendientes les pareció que el
problema del que estamos hablando se solucionaba poniendo una mujer negra en la
portada, en lugar de Julieta Piñeres? ¿Sí es una solución?
Eso me parece terrible, porque no soluciona
absolutamente nada. Porque el núcleo de la problemática con esta portada no es
el hecho de que no haya una mujer negra. Es el hecho de que hay una mujer
mestiza en el centro de la portada haciendo uso –aparentemente- de la
estética negra y convirtiéndose como en un supuesto referente para una
expresión cultural como el Festival de Música del Pacífico. Entonces no es que
con el solo hecho de poner una mujer negra en la portada ya con eso hubiese
quedado bien. Yo seguiría igual con la misma inquietud: ¿a son de qué la
revista Fucsia viene a hacer lo que sea que pretenda hacer con el tema del
Festival Petronio Alvarez y por qué introducirlo de esa manera…? Si se supone
que es un homenaje a la cultura del Pacífico, pues entonces pongan una foto del
Festival o una foto de la señora que este año estuvo homenajeada a través del
Festival. Una foto que dé referencia del Festival como tal. No es poner a
cualquier persona negra ahí, porque entonces significa que la persona negra es
cualquier cosa que se objetiviza o se objetualiza, y se puede poner en la
portada, en el centro, atrás, en cualquier lado; pero, el solo hecho es “pongan
una negra en cualquier lado” que con eso se soluciona todo… Y es una negra, no
tiene nombre, ni historia…, es simplemente poner una negra.
Es claro, pues, que el asunto no se reduce
a que se ponga una mujer negra en la portada. No es que ya con eso hubiese
quedado todo bien, es obvio que no. Es también el componente estético… Digamos,
aquí no dice quién armó esta pinta con la que vistieron a Julieta Piñeres.
Entonces no se sabe si ahí realmente hay un concepto estético que venga de
alguna propuesta particular o simplemente escogieron ahí un matachín y pusieron
una tela sobre la otra, porque como entonces eso es africano y lo africano es
colorinches, entonces pongamos ahí cualquier cosa.
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La banalización del Petronio es tan evidente que el artículo fue incluido en la sección Moda de la revista. |
¿Cuál
era el concepto editorial de la portada, querían hacer un homenaje al Festival
Petronio Álvarez?
Pues no lo parece, pues la homenajeada es
ella: el homenaje es a Julieta Piñeres y la comunidad negra le tiene que
agradecer a Fucsia y al mundo que Julieta Piñeres haya ido al Petronio Álvarez.
De este modo, Julieta Piñeres es el vehículo a través del cual hay un
reconocimiento para la cultura negra y para cientos de años de tradiciones de
la América de raíz africana, de las construcciones culturales del Pacífico y,
en particular, del Festival Petronio Álvarez, que es como el símbolo del
asunto. Entonces le tenemos que agradecer a Fucsia por habernos prestado a
Julieta Piñeres, para que Julieta Piñeres sea quien nos diga -a los colombianos
en general y a la población negra en particular- que el Festival es grande. La
expresión simbólica del Festival es entonces Julieta Piñeres. Ahí hay un gran
equívoco en términos editoriales, en cuanto se están arrogando el derecho de
validar -por la presencia de una modelo que ellos eligen, con unos atuendos que
ellos eligen, con un titular que ellos eligen- un evento cultural de gran
trascendencia para la cultura negra, con 23 años de existencia.
La
experiencia "reveladora" de Julieta Piñeres en el Petronio
Dice Fucsia en su titular y en el resumen
de su artículo de la página 59:
“Julieta
Piñeres en el Petronio. Una
de las grandes presentadoras de la televisión colombiana asistió por primera
vez al Festival Petronio Álvarez, en la ciudad de Cali, y lo consideró una
experiencia reveladora”.
Es decir, ¿la gran novedad del Petronio Álvarez
2019 es que asistió Julieta Piñeres, quien es “una de las grandes presentadoras
de la televisión colombiana”? ¿Qué la hace gran presentadora? ¿El título de gran presentadora es porque es
presentadora de farándula…?
Ella consideró el Petronio como una
experiencia reveladora. Le revela algo a ella, que es una persona que no conoce
un Festival que existe desde hace 23 años. Entonces es ella quien conoce el
festival, es ella quien se acerca al festival; pero, nosotros somos quienes
tenemos que sentirnos expectantes acerca de qué descubrió ella en el festival. ¿Por
qué razón? Es un postulado que no tiene sentido.
El texto del artículo está escrito por Iván
Beltrán Castillo, como un trabajo especial para Fucsia, sea por quien sea él o
sea porque se trata de narrar a Julieta Piñeres. Comienza así: “No había asistido nunca a ese festival tocado
por una magia indescriptible, y como sacado de los cuadros de un pintor naif,
pero, cuando arribó a él, sintió que se asomaba a un territorio de libertad,
imaginación y belleza, de aquellos que terminan por ser botín universal” …
Aunque es un párrafo bastante enredado y rebuscado, confuso, la comparación del
festival con un cuadro naif es una alusión directa a lo infantil, a lo ingenuo,
a lo simple, es decir, a lo atrasado o premoderno.
“Una
vez dentro del Petronio Álvarez, caminó -los ojos centelleantes- por entre los
tenderetes de comida, gozando de los colores que caracterizan las viandas del
Pacífico: los mariscos rozagantes, los espléndidos pescados, los jugos de tonos
eróticos e impetuosos, los patacones que crujen con sólo mirarlos, los arroces
generosamente abiertos…”
Julieta Piñeres, narrada en aura de
majestad, ha ingresado al Petronio. Y allí hay tenderetes y tenderete suena a
cuchitril y cuchitril es despectivo para referirse a lo que hay allá, que son
unos stands muy bien manufacturados, muy bien hechos. Así como la descripción
grandilocuente y pretendidamente literaria de las comidas no es más que una
absurda exotización, producto del prejuicio, una sexualización de cuanto
componente de la cultura negra hay; porque, por ejemplo, ¿cuáles son los tonos
eróticos y cómo un jugo de borojó, de mango, de lulo, de mora, tiene un tono
erótico…?
“Sobra
decir que cometió varios pecadillos gastronómicos y que, homenajeada por los
restauranteros, probó aquí y allá las suculencias tropicales”.
No se sabe cuál es el pecado: ¿comer o
comer comida hecha por negros? ¿Dónde está el pecadillo que ella está
cometiendo? ¿Acaso la gastronomía negra, la gastronomía del Pacífico, no es
apta o sana para el régimen alimenticio de la modelo?
Lo otro es que, al parecer, ella va
desfilando por entre los tenderetes
esos y todos se rinden a sus pies. Otra vez vuelve a haber una referencia de
ella como magnificación de la presencia de una persona que, por el solo hecho
de ir al Petronio y el solo hecho de que la veamos caminar alrededor de los
pabellones de gastronomía, ya eso per se es suficiente para que la gente deba
homenajearla, por el solo hecho de que va por ahí… Y tiene implícito entonces
que ellos, los restauranteros, saben quién es ella o que su presencia es tan
majestuosa que inmediatamente uno sabe que debe rendirle homenaje y a su paso
se deben rendir todas las comidas que haya, así sean “pecadillos” … Es una
combinación de ambas cosas: algunos, muchos obviamente, deben conocerla porque
trabaja en televisión; pero, otros no. Simplemente es que ese tipo de
personajes saltan a la vista, rompen, precisamente por sus estéticas, por
su color de piel…
“Se
paseó traviesa y divertida por los puestos de licores artesanales elaborados en
alambiques desde hace muchos siglos, y que llevan nombres insinuantes capaces
de sonrojar señoras: arrechón, siete polvos, levantamuertos, curao…”
¿Qué quiere decir eso de “capaces de sonrojar
señoras”? Quiere decir que es una cosa vulgar. Del color erótico de los jugos
pasamos a una cosa que es tan vulgar que sonroja a las señoras; pero, a qué
señoras sonroja, pues el biche lo fabrican señoras; o sea que estas señoras son
señoras que no se sonrojan y que son muchas de ellas autoras de esos nombres.
Entonces, o no son señoras o son señoras que tienen una moral diferente y esto
no las sonroja, en cambio a las otras sí las sonroja… Quizás es que no son
consideradas señoras, pues Señora es una categoría muy alta, una categoría muy
de alcurnia, de élite; y desde esa interpretación, entonces, las señoras del
Pacífico no son señoras, son negras, no clasifican (de clase), no llegan hasta
el rango de señoras y mucho menos se van a sonrojar, pues ellas son las autoras
del biche, de sus derivados y de sus diferentes nombres.
Julieta Piñeres se paseó “traviesa y
divertida”. ¿La travesura es ir al Petronio, porque qué hace un personaje de
esa magnitud yendo al Petronio? ¿O la travesura es el licor y el licor con esos
nombres que sonrojan y ella se sonrojaría seguramente? Y va divertida porque
pronuncia los nombres de los licores y se sonroja y si se equivoca al decir un
nombre y la corrigen, pues se sonroja más al decirlo… Claro, por eso, como dice
el texto: “le hicieron gracia las
historias de los “publicistas” de estos elíxires, que los ofrecen como “el
viagra del Pacífico” y que, según juran, convierten al más inofensivo
monaguillo en un amante digno del Decamerón”. Sexualización tras
sexualización hasta la vulgarización. Exotización tras exotización hasta la
banalización.
“Y
después, ella, adelantada en tendencias del vestir contemporáneo, gozó
infinitamente con el pabellón de moda donde los diseñadores afro muestran su
desatada y audaz fabulación, y donde, por precios tolerables, se compran ornamentos
coquetos, sensuales pañoletas, maquillajes, balacas y turbantes, o se mandan a
hacer ilusorias mantas y vestidos preciosos, algunos de ellos con las ahora muy
cotizadas telas africanas” …
Esos adjetivos le saltan a uno a los ojos.
Cuánto rebusque y qué carga semántica tan pesada. El trabajo de los diseñadores
afro es una fabulación, pero, no cualquier fabulación: es desatada y audaz. Son
tolerables los precios, coquetos los ornamentos, las pañoletas sensuales e
ilusorias (o sea, engañosas, irreales, ficticias, carentes de valor o nulas)
las mantas. Y cotizadas, ahora, las telas africanas, a las que llaman así por
simple asimilación de lo africano a su inclusión en las estéticas negras del
Pacífico: lo que sea negro es del Pacífico, lo que sea del Pacífico y negro es
africano. Ahora muy cotizadas, muy
valoradas por quién; antes no eran muy valoradas por quién y ahora son muy
valoradas por quién. Y quién es el que les da el valor a las telas llamadas
africanas. Y además en qué radica que ahora sí tengan valor. Qué hay detrás del
hecho de que ahora sí sean valoradas.
Julieta Piñeres va recorriendo, dándole
valor y resaltando y haciendo importante cada cosa que ella toca. A lo rey
Midas que a su paso todo lo convierte en oro simbólico para decir que sí vale:
ya pasamos por la comida, por las bebidas y ahora vamos en la ropa. Todo eso es
lo mismo, es de la misma calaña, del mismo origen, del mismo y racista sistema
simbólico de producción.
“No
había venido nunca antes al Petronio –afirmó con una leve sonrisa-. Pero, me
siento genuina y feliz. Aquí todo es solidaridad y comunión, y eso mismo sucede
en casi todas las fiestas y rituales salidos de la costumbre y la tradición
popular, incluida mi Cartagena natal”.
Ella está resaltando es lo popular, no lo
étnico. Lo popular para ella es solidaridad y comunión. Y uno podría decir que
eso teóricamente es correcto: lo popular por antonomasia se caracteriza porque
todo se comparte, todo es de todos durante el instante de la fiesta. Pero, es
que como ella no está solamente en una fiesta popular, sino en un festival de
cultura negra… Ella pasa por encima de eso. Ella no ve eso. Y nunca había ido
al Petronio, el Petronio es el festival más importante de música negra de
América Latina; pero, ella no ve lo negro, ella ve lo popular solamente. O sea
que hay una asimilación o no lo ve. O lo ve parcialmente: lo ve en la comida y
en la bebida, lo ve por los nombres, por lo erótico, por lo exótico… O sea que
lo ve en determinadas producciones nada más; pero, en la simbología completa,
en el ambiente, no lo está viendo, está viendo solamente lo popular, el
populacho ahí divirtiéndose y el populacho cuando se divierte siempre comparte
el trago y otras cosas más.
“Antes
de entrar a los medios de comunicación, estudió Antropología con la finalidad,
como casi todos los que se internan en este saber, de hacer contacto con “los
otros”, entender “lo diferente” y entrar en comunión con las formas de vivir de
aquellos que, erradamente, fueron considerados inferiores, pero que en realidad
tienen para nosotros primicias y sabiduría”.
Este párrafo, evidentemente, es una
paráfrasis de una respuesta de la modelo ante la pregunta sobre por qué estudió
Antropología. Según esto, el antropólogo condesciende a entender a los otros que
nadie entiende, a acercarse a los otros a los que nadie valora, y entonces
pobrecitos, pero, tranquilos, que para eso estamos los antropólogos… Sin
embargo, los otros “en realidad tienen para nosotros primicias y sabiduría”.
Los otros tienen entre ese poco de cosas raras que tienen algunas cosas que nos
pueden enseñar o mostrar. Pero, no es válido si no soy yo quien esté
yendo a verlo y si no soy yo quien dice que es bueno. O sea, siempre y cuando no haya alguien de
nosotros que se acerque para validar, nada de lo que esté allá es bueno. La
mirada especializada. Es el especialista el único que puede ir y ver en el otro
unas cosas que pueden tener valor y asumir un papel de vocería y reivindicación
de ese otro. Vaya perspectiva la de esta antropóloga.
“Claro
que hace unos años –dijo, mientras observaba a su alrededor- no habría sido
posible un encuentro tan formidable como el que atestiguamos hoy. Era un tiempo
en el que nunca se miraba para adentro, y lo recorría un sentimiento
vergonzante hacia lo nuestro, lo propio, lo que está en nuestras raíces. En
aquel tiempo, tal vez nadie habría entendido la belleza y el valor de todo esto”.
O sea, antes esto era una vergüenza. Lo
popular, lo negro. Ahora no, y yo lo atestiguo. Ella se enuncia desde un lugar
de élite. Ella está es bajando a tocarnos a nosotros, los simples mortales
negros.
“Sí,
soy cartagenera y por supuesto que muchas veces debí ver cómo, absurdamente,
algunos anacrónicos practicaban la exclusión, señalando y estigmatizando al
que, por razones económicas, sociales o de procedencia, se le antojaba menos
que ellos. Pero, esta situación felizmente ha cambiado”.
Nunca menciona lo racial. Ella no menciona
lo racial. Lo racial no existe. Esta es otra forma más de blanqueamiento a la
que fenómenos o expresiones como el Petronio son sometidos, van siendo
sometidos paulatinamente. Entonces ya el Petronio no es de negros. Le pertenece
a toda Colombia, es de todos. Y ahí es donde uno termina no estando de acuerdo en
su totalidad con las declaratorias de patrimonio. Cuando las declaratorias de
patrimonio se traducen en quitarle el título de propiedad a usted: deje de
estar pensando que eso es suyo; porque, como ahora es patrimonio, eso nos
pertenece a todos. Muchísimas gracias a usted por haberlo cuidado tanto tiempo;
pero, ya es patrimonio, así que suelte eso, que eso ya nos pertenece a todos,
porque es que la cultura es de todos, eso no es apenas para usted…
Entonces ahora ese es el asunto con el
Petronio: el festival de cultura negra; sí, pero es que lo negro es de todos,
porque todos tenemos parte en la historia, a todos nos pertenece. Entonces se
le quita el mérito… Especialmente se soslaya el hecho de cómo la gente negra,
desde la exclusión, siguió trabajando por la conservación y la construcción de
sus propias expresiones. Desde la exclusión. Entonces ahora luego
maravillosamente dicen: ay, qué maravilla, eso es patrimonio. Entonces ya se
pierde todo ese carácter de lucha.
“Fue
un lujo ver cómo Julieta y el Petronio hacían unas bodas espléndidas,
observarla transmutada en una de esas mujeres picarescas, llenas de dulzura e
ingenio, y que han terminado, después de siglos de ser negadas, siendo
embajadoras. Verla hablar de la necesaria búsqueda de la naturalidad, de la
estética del alma y de cómo ama el rescate de las raíces. Parece increíble,
pero ahí están las fotos para demostrarlo”.
En este reino del rebusque idiomático, en
esta especie de feria del adjetivo, el autor del artículo pareciera querer decir que es increíble que Julieta Piñeres haya estado ahí, en el Petronio: ¿cómo
es posible que semejante ser, parido por los dioses, pulcro, blanco y casto, se
haya untado de pueblo…? Pero, ahí están las fotos, para probarlo.
¿Se imaginan ustedes las espléndidas bodas
de Julieta y el Petronio? El ascenso social del Petronio está garantizado por
este desposorio. Y así Julieta volverá a las raíces.
¿Se imaginan ustedes a Julieta transmutada,
transfigurada, convertida en una de esas
mujeres…? Pícara, dulce e ingeniosa, así será. Porque embajadora ya lo es:
Julieta Piñeres la Embajadora del racista y clasista reino de Fucsia en el
Petronio.
El artículo es bastante rebuscado. Podría
servir, en una clase sobre narración y redacción, como un ejemplo de mala
escritura: por su abuso de los adjetivos y sus vanos y fallidos y continuos
intentos de construir metáforas y símiles llamativos o macondianos, sin
conseguirlo, sin ir más allá de una juntura de palabras rimbombantes para
rendirle tributo a una modelo. Al fin y al cabo, era la modelo, blanca,
mestiza, elegante, famosa, y hasta estudiada, el verdadero motivo de todo esto;
y no el Petronio.
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De estas dos secciones del "Especial" de la revista Fucsia sobre el Festival Petronio Álvarez nos ocuparemos en la próxima entrega de nuestra Diatriba a dos voces sobre el racismo de Fucsia. |
Epa^^^ que interesante leerles
ResponderBorrarMuchísimas gracias. Saludos.
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