lunes, 18 de noviembre de 2019


Diatriba a dos voces

sobre el racismo de FUCSIA

(Primera parte)


Por
Jamitah Encendida / Norma Londoño
Julio César Uribe Hermocillo / El Guarengue

Hace dos meses, en su edición de septiembre de 2019, la revista Fucsia, del grupo de Publicaciones Semana, puso en su portada a Julieta Piñeres, modelo y presentadora de la sección de farándula del Noticiero CM&, con un atuendo que más que vestida la hace parecer disfrazada, aunque no se sabe bien de qué. El título de portada es: JULIETA PIÑERES en el Petronio Álvarez. Y conduce, a quien quiera leer de qué se trata, a las páginas 58 a 68 de la revista. La página 58 es ocupada completamente por una foto de Julieta Piñeres, con un atuendo también bastante llamativo, como el de la portada. La página 59 está dedicada a un escrito de género inclasificable (pretende ser crónica o reportaje, pero no lo consigue) que se titula como la portada y cuyo tema es estrictamente el que su título anuncia, firmado por Iván Beltrán Castillo, con una nota entre paréntesis, que informa que es “Especial para Fucsia”. En las páginas 60 y 61 se publica una entrevista con Carmen Vásquez, a quien en el título se denomina “La ministra de los tiempos naranja”; y se incluye una foto suya. Las páginas 62 a 68 son dedicadas a la publicación de sendas fotografías de doce mujeres negras que gozan de algún reconocimiento público regional o nacional, con un evidentemente alto nivel de producción y diseño en estudio, y bajo el título “De África al Pacífico colombiano”.

Cuando esta edición de Fucsia salió a la venta y sus fotografías y algunos textos fueron publicados en la cuenta de Instagram de la revista, en algunos sectores de estudiantes universitarios, profesionales e intelectuales negros de Colombia, se levantaron voces de protesta fundamentalmente contra el concepto editorial de la portada de la revista: en lugar de la modelo blanca, cartagenera, Julieta Piñeres, bien pudieron haber puesto en ese privilegiado lugar de la publicación a una de las doce mujeres negras del Pacífico fotografiadas en las páginas interiores de la revista o alguna más de tantas mujeres negras bellas, talentosas, famosas, modelos, empresarias, etcétera. Pues ello tendría más lógica si se trataba de resaltar el Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez. Pero, al parecer no era eso lo que Fucsia quería.

En medio de la discusión, Jamitah Encendida (http://jamitah.com/) y El Guarengue (https://miguarengue.blogspot.com/) coincidieron en que el asunto iba más allá de un simple cambio de modelo en la portada. Lo cual corroboraron cuando, con la revista impresa entre sus manos y ante sus ojos, leyeron los textos de las páginas 59 a 61 y las leyendas o pie de fotos de las fotografías de las páginas subsiguientes; y miraron y volvieron a mirar las puestas en escena, las estéticas explícitas e implícitas, el conjunto de las narrativas visuales y escritas de Fucsia en torno a su eje central: Julieta Piñeres en el Festival. Decidieron entonces conversar sobre el asunto. Lo que publicamos a continuación es el resultado de la primera parte de la conversación y se refiere a la portada y al escrito sobre Julieta Piñeres, de la página 59. A muchos quizás ya se les había olvidado este caso. A nosotros no.

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Bueno, ¿qué es lo que a nosotros nos molesta de esta portada?

Obviamente, lo principal, lo que salta a la vista de inmediato, es que es una mujer blanca mestiza con unas ropas llamativas, coloridas, ataviada del modo que hoy llaman vestida como una mujer africana. Tiene un tocado bastante estrambótico en la cabeza, que de entrada no se sabe a cuál de todas las culturas que hay en África está representando, como tampoco las telas. Pero, se supone pues que está vestida como una mujer africana y de entrada pues eso es molesto porque no hay una conexión entre el hecho de que una mujer mestiza, blanco-mestiza, sea la protagonista principal de una portada que se supone que quiere hablar de una expresión cultural tan importante para el pueblo negro de Colombia, como lo es el Festival Petronio Álvarez…

También llama la atención el titular de la portada: “Julieta Piñeres en el Petronio Álvarez”. Como si todos supiéramos quién es ella. Algo así como si en los periódicos de España de aquella época hubieran titulado: “Ernest Hemingway en San Sebastián” o en Colombia: “Gabo en el Festival Vallenato”. Pero, cuando uno dice “Julieta Piñeres en el Petronio Álvarez” … Puede ser que para Fucsia y su público asiduo ella sea significativa; pero, para el resto de la población su nombre es un referente muy cercano de nada. Así que es muy curioso, de una forma no positiva, que pongan de referente a una completa desconocida en un festival tan importante que tiene que ver con la cultura negra de Colombia. Además, ¿a cuento de qué esta revista (de moda, farándula y entretenimiento) sale con eso? ¿Cuál es el interés de una revista que, además, maneja una temática que no tiene nada que ver con la cultura negra, de venir a hacer un “Especial” sobre el Petronio Álvarez y poner como protagonista a una modelo y presentadora de farándula, que no es referente para nada en relación con la población negra? Así que es muy infortunada esa portada.

¿Por qué a algunos sectores negros o afrocolombianos o afrodescendientes les pareció que el problema del que estamos hablando se solucionaba poniendo una mujer negra en la portada, en lugar de Julieta Piñeres? ¿Sí es una solución?

Eso me parece terrible, porque no soluciona absolutamente nada. Porque el núcleo de la problemática con esta portada no es el hecho de que no haya una mujer negra. Es el hecho de que hay una mujer mestiza en el centro de la portada haciendo uso –aparentemente- de la estética negra y convirtiéndose como en un supuesto referente para una expresión cultural como el Festival de Música del Pacífico. Entonces no es que con el solo hecho de poner una mujer negra en la portada ya con eso hubiese quedado bien. Yo seguiría igual con la misma inquietud: ¿a son de qué la revista Fucsia viene a hacer lo que sea que pretenda hacer con el tema del Festival Petronio Alvarez y por qué introducirlo de esa manera…? Si se supone que es un homenaje a la cultura del Pacífico, pues entonces pongan una foto del Festival o una foto de la señora que este año estuvo homenajeada a través del Festival. Una foto que dé referencia del Festival como tal. No es poner a cualquier persona negra ahí, porque entonces significa que la persona negra es cualquier cosa que se objetiviza o se objetualiza, y se puede poner en la portada, en el centro, atrás, en cualquier lado; pero, el solo hecho es “pongan una negra en cualquier lado” que con eso se soluciona todo… Y es una negra, no tiene nombre, ni historia…, es simplemente poner una negra.

Es claro, pues, que el asunto no se reduce a que se ponga una mujer negra en la portada. No es que ya con eso hubiese quedado todo bien, es obvio que no. Es también el componente estético… Digamos, aquí no dice quién armó esta pinta con la que vistieron a Julieta Piñeres. Entonces no se sabe si ahí realmente hay un concepto estético que venga de alguna propuesta particular o simplemente escogieron ahí un matachín y pusieron una tela sobre la otra, porque como entonces eso es africano y lo africano es colorinches, entonces pongamos ahí cualquier cosa.

La banalización del Petronio es tan evidente
que el artículo fue incluido
en la sección Moda de la revista.
¿Cuál era el concepto editorial de la portada, querían hacer un homenaje al Festival Petronio Álvarez?

Pues no lo parece, pues la homenajeada es ella: el homenaje es a Julieta Piñeres y la comunidad negra le tiene que agradecer a Fucsia y al mundo que Julieta Piñeres haya ido al Petronio Álvarez. De este modo, Julieta Piñeres es el vehículo a través del cual hay un reconocimiento para la cultura negra y para cientos de años de tradiciones de la América de raíz africana, de las construcciones culturales del Pacífico y, en particular, del Festival Petronio Álvarez, que es como el símbolo del asunto. Entonces le tenemos que agradecer a Fucsia por habernos prestado a Julieta Piñeres, para que Julieta Piñeres sea quien nos diga -a los colombianos en general y a la población negra en particular- que el Festival es grande. La expresión simbólica del Festival es entonces Julieta Piñeres. Ahí hay un gran equívoco en términos editoriales, en cuanto se están arrogando el derecho de validar -por la presencia de una modelo que ellos eligen, con unos atuendos que ellos eligen, con un titular que ellos eligen- un evento cultural de gran trascendencia para la cultura negra, con 23 años de existencia.

La experiencia "reveladora" de Julieta Piñeres en el Petronio

Dice Fucsia en su titular y en el resumen de su artículo de la página 59:
Julieta Piñeres en el Petronio. Una de las grandes presentadoras de la televisión colombiana asistió por primera vez al Festival Petronio Álvarez, en la ciudad de Cali, y lo consideró una experiencia reveladora”.

Es decir, ¿la gran novedad del Petronio Álvarez 2019 es que asistió Julieta Piñeres, quien es “una de las grandes presentadoras de la televisión colombiana”? ¿Qué la hace gran presentadora? ¿El título de gran presentadora es porque es presentadora de farándula…?

Ella consideró el Petronio como una experiencia reveladora. Le revela algo a ella, que es una persona que no conoce un Festival que existe desde hace 23 años. Entonces es ella quien conoce el festival, es ella quien se acerca al festival; pero, nosotros somos quienes tenemos que sentirnos expectantes acerca de qué descubrió ella en el festival. ¿Por qué razón? Es un postulado que no tiene sentido.

El texto del artículo está escrito por Iván Beltrán Castillo, como un trabajo especial para Fucsia, sea por quien sea él o sea porque se trata de narrar a Julieta Piñeres. Comienza así: “No había asistido nunca a ese festival tocado por una magia indescriptible, y como sacado de los cuadros de un pintor naif, pero, cuando arribó a él, sintió que se asomaba a un territorio de libertad, imaginación y belleza, de aquellos que terminan por ser botín universal” … Aunque es un párrafo bastante enredado y rebuscado, confuso, la comparación del festival con un cuadro naif es una alusión directa a lo infantil, a lo ingenuo, a lo simple, es decir, a lo atrasado o premoderno.


Una vez dentro del Petronio Álvarez, caminó -los ojos centelleantes- por entre los tenderetes de comida, gozando de los colores que caracterizan las viandas del Pacífico: los mariscos rozagantes, los espléndidos pescados, los jugos de tonos eróticos e impetuosos, los patacones que crujen con sólo mirarlos, los arroces generosamente abiertos…

Julieta Piñeres, narrada en aura de majestad, ha ingresado al Petronio. Y allí hay tenderetes y tenderete suena a cuchitril y cuchitril es despectivo para referirse a lo que hay allá, que son unos stands muy bien manufacturados, muy bien hechos. Así como la descripción grandilocuente y pretendidamente literaria de las comidas no es más que una absurda exotización, producto del prejuicio, una sexualización de cuanto componente de la cultura negra hay; porque, por ejemplo, ¿cuáles son los tonos eróticos y cómo un jugo de borojó, de mango, de lulo, de mora, tiene un tono erótico…?

Sobra decir que cometió varios pecadillos gastronómicos y que, homenajeada por los restauranteros, probó aquí y allá las suculencias tropicales”.

No se sabe cuál es el pecado: ¿comer o comer comida hecha por negros? ¿Dónde está el pecadillo que ella está cometiendo? ¿Acaso la gastronomía negra, la gastronomía del Pacífico, no es apta o sana para el régimen alimenticio de la modelo?

Lo otro es que, al parecer, ella va desfilando por entre los tenderetes esos y todos se rinden a sus pies. Otra vez vuelve a haber una referencia de ella como magnificación de la presencia de una persona que, por el solo hecho de ir al Petronio y el solo hecho de que la veamos caminar alrededor de los pabellones de gastronomía, ya eso per se es suficiente para que la gente deba homenajearla, por el solo hecho de que va por ahí… Y tiene implícito entonces que ellos, los restauranteros, saben quién es ella o que su presencia es tan majestuosa que inmediatamente uno sabe que debe rendirle homenaje y a su paso se deben rendir todas las comidas que haya, así sean “pecadillos” … Es una combinación de ambas cosas: algunos, muchos obviamente, deben conocerla porque trabaja en televisión; pero, otros no. Simplemente es que ese tipo de personajes saltan a la vista, rompen, precisamente por sus estéticas, por su color de piel…

Se paseó traviesa y divertida por los puestos de licores artesanales elaborados en alambiques desde hace muchos siglos, y que llevan nombres insinuantes capaces de sonrojar señoras: arrechón, siete polvos, levantamuertos, curao…”

¿Qué quiere decir eso de “capaces de sonrojar señoras”? Quiere decir que es una cosa vulgar. Del color erótico de los jugos pasamos a una cosa que es tan vulgar que sonroja a las señoras; pero, a qué señoras sonroja, pues el biche lo fabrican señoras; o sea que estas señoras son señoras que no se sonrojan y que son muchas de ellas autoras de esos nombres. Entonces, o no son señoras o son señoras que tienen una moral diferente y esto no las sonroja, en cambio a las otras sí las sonroja… Quizás es que no son consideradas señoras, pues Señora es una categoría muy alta, una categoría muy de alcurnia, de élite; y desde esa interpretación, entonces, las señoras del Pacífico no son señoras, son negras, no clasifican (de clase), no llegan hasta el rango de señoras y mucho menos se van a sonrojar, pues ellas son las autoras del biche, de sus derivados y de sus diferentes nombres.

Julieta Piñeres se paseó “traviesa y divertida”. ¿La travesura es ir al Petronio, porque qué hace un personaje de esa magnitud yendo al Petronio? ¿O la travesura es el licor y el licor con esos nombres que sonrojan y ella se sonrojaría seguramente? Y va divertida porque pronuncia los nombres de los licores y se sonroja y si se equivoca al decir un nombre y la corrigen, pues se sonroja más al decirlo… Claro, por eso, como dice el texto: “le hicieron gracia las historias de los “publicistas” de estos elíxires, que los ofrecen como “el viagra del Pacífico” y que, según juran, convierten al más inofensivo monaguillo en un amante digno del Decamerón”. Sexualización tras sexualización hasta la vulgarización. Exotización tras exotización hasta la banalización.

Y después, ella, adelantada en tendencias del vestir contemporáneo, gozó infinitamente con el pabellón de moda donde los diseñadores afro muestran su desatada y audaz fabulación, y donde, por precios tolerables, se compran ornamentos coquetos, sensuales pañoletas, maquillajes, balacas y turbantes, o se mandan a hacer ilusorias mantas y vestidos preciosos, algunos de ellos con las ahora muy cotizadas telas africanas” …

Esos adjetivos le saltan a uno a los ojos. Cuánto rebusque y qué carga semántica tan pesada. El trabajo de los diseñadores afro es una fabulación, pero, no cualquier fabulación: es desatada y audaz. Son tolerables los precios, coquetos los ornamentos, las pañoletas sensuales e ilusorias (o sea, engañosas, irreales, ficticias, carentes de valor o nulas) las mantas. Y cotizadas, ahora, las telas africanas, a las que llaman así por simple asimilación de lo africano a su inclusión en las estéticas negras del Pacífico: lo que sea negro es del Pacífico, lo que sea del Pacífico y negro es africano.  Ahora muy cotizadas, muy valoradas por quién; antes no eran muy valoradas por quién y ahora son muy valoradas por quién. Y quién es el que les da el valor a las telas llamadas africanas. Y además en qué radica que ahora sí tengan valor. Qué hay detrás del hecho de que ahora sí sean valoradas.


Julieta Piñeres va recorriendo, dándole valor y resaltando y haciendo importante cada cosa que ella toca. A lo rey Midas que a su paso todo lo convierte en oro simbólico para decir que sí vale: ya pasamos por la comida, por las bebidas y ahora vamos en la ropa. Todo eso es lo mismo, es de la misma calaña, del mismo origen, del mismo y racista sistema simbólico de producción.

No había venido nunca antes al Petronio –afirmó con una leve sonrisa-. Pero, me siento genuina y feliz. Aquí todo es solidaridad y comunión, y eso mismo sucede en casi todas las fiestas y rituales salidos de la costumbre y la tradición popular, incluida mi Cartagena natal”.

Ella está resaltando es lo popular, no lo étnico. Lo popular para ella es solidaridad y comunión. Y uno podría decir que eso teóricamente es correcto: lo popular por antonomasia se caracteriza porque todo se comparte, todo es de todos durante el instante de la fiesta. Pero, es que como ella no está solamente en una fiesta popular, sino en un festival de cultura negra… Ella pasa por encima de eso. Ella no ve eso. Y nunca había ido al Petronio, el Petronio es el festival más importante de música negra de América Latina; pero, ella no ve lo negro, ella ve lo popular solamente. O sea que hay una asimilación o no lo ve. O lo ve parcialmente: lo ve en la comida y en la bebida, lo ve por los nombres, por lo erótico, por lo exótico… O sea que lo ve en determinadas producciones nada más; pero, en la simbología completa, en el ambiente, no lo está viendo, está viendo solamente lo popular, el populacho ahí divirtiéndose y el populacho cuando se divierte siempre comparte el trago y otras cosas más.

Antes de entrar a los medios de comunicación, estudió Antropología con la finalidad, como casi todos los que se internan en este saber, de hacer contacto con “los otros”, entender “lo diferente” y entrar en comunión con las formas de vivir de aquellos que, erradamente, fueron considerados inferiores, pero que en realidad tienen para nosotros primicias y sabiduría”.

Este párrafo, evidentemente, es una paráfrasis de una respuesta de la modelo ante la pregunta sobre por qué estudió Antropología. Según esto, el antropólogo condesciende a entender a los otros que nadie entiende, a acercarse a los otros a los que nadie valora, y entonces pobrecitos, pero, tranquilos, que para eso estamos los antropólogos… Sin embargo, los otros “en realidad tienen para nosotros primicias y sabiduría”. Los otros tienen entre ese poco de cosas raras que tienen algunas cosas que nos pueden enseñar o mostrar. Pero, no es válido si no soy yo quien esté yendo a verlo y si no soy yo quien dice que es bueno. O sea, siempre y cuando no haya alguien de nosotros que se acerque para validar, nada de lo que esté allá es bueno. La mirada especializada. Es el especialista el único que puede ir y ver en el otro unas cosas que pueden tener valor y asumir un papel de vocería y reivindicación de ese otro. Vaya perspectiva la de esta antropóloga.

Claro que hace unos años –dijo, mientras observaba a su alrededor- no habría sido posible un encuentro tan formidable como el que atestiguamos hoy. Era un tiempo en el que nunca se miraba para adentro, y lo recorría un sentimiento vergonzante hacia lo nuestro, lo propio, lo que está en nuestras raíces. En aquel tiempo, tal vez nadie habría entendido la belleza y el valor de todo esto”.

O sea, antes esto era una vergüenza. Lo popular, lo negro. Ahora no, y yo lo atestiguo. Ella se enuncia desde un lugar de élite. Ella está es bajando a tocarnos a nosotros, los simples mortales negros.

Sí, soy cartagenera y por supuesto que muchas veces debí ver cómo, absurdamente, algunos anacrónicos practicaban la exclusión, señalando y estigmatizando al que, por razones económicas, sociales o de procedencia, se le antojaba menos que ellos. Pero, esta situación felizmente ha cambiado”.

Nunca menciona lo racial. Ella no menciona lo racial. Lo racial no existe. Esta es otra forma más de blanqueamiento a la que fenómenos o expresiones como el Petronio son sometidos, van siendo sometidos paulatinamente. Entonces ya el Petronio no es de negros. Le pertenece a toda Colombia, es de todos. Y ahí es donde uno termina no estando de acuerdo en su totalidad con las declaratorias de patrimonio. Cuando las declaratorias de patrimonio se traducen en quitarle el título de propiedad a usted: deje de estar pensando que eso es suyo; porque, como ahora es patrimonio, eso nos pertenece a todos. Muchísimas gracias a usted por haberlo cuidado tanto tiempo; pero, ya es patrimonio, así que suelte eso, que eso ya nos pertenece a todos, porque es que la cultura es de todos, eso no es apenas para usted…

Entonces ahora ese es el asunto con el Petronio: el festival de cultura negra; sí, pero es que lo negro es de todos, porque todos tenemos parte en la historia, a todos nos pertenece. Entonces se le quita el mérito… Especialmente se soslaya el hecho de cómo la gente negra, desde la exclusión, siguió trabajando por la conservación y la construcción de sus propias expresiones. Desde la exclusión. Entonces ahora luego maravillosamente dicen: ay, qué maravilla, eso es patrimonio. Entonces ya se pierde todo ese carácter de lucha.

Fue un lujo ver cómo Julieta y el Petronio hacían unas bodas espléndidas, observarla transmutada en una de esas mujeres picarescas, llenas de dulzura e ingenio, y que han terminado, después de siglos de ser negadas, siendo embajadoras. Verla hablar de la necesaria búsqueda de la naturalidad, de la estética del alma y de cómo ama el rescate de las raíces. Parece increíble, pero ahí están las fotos para demostrarlo”.

En este reino del rebusque idiomático, en esta especie de feria del adjetivo, el autor del artículo pareciera querer decir que es increíble que Julieta Piñeres haya estado ahí, en el Petronio: ¿cómo es posible que semejante ser, parido por los dioses, pulcro, blanco y casto, se haya untado de pueblo…? Pero, ahí están las fotos, para probarlo.

¿Se imaginan ustedes las espléndidas bodas de Julieta y el Petronio? El ascenso social del Petronio está garantizado por este desposorio. Y así Julieta volverá a las raíces.

¿Se imaginan ustedes a Julieta transmutada, transfigurada, convertida en una de esas mujeres…? Pícara, dulce e ingeniosa, así será. Porque embajadora ya lo es: Julieta Piñeres la Embajadora del racista y clasista reino de Fucsia en el Petronio.

El artículo es bastante rebuscado. Podría servir, en una clase sobre narración y redacción, como un ejemplo de mala escritura: por su abuso de los adjetivos y sus vanos y fallidos y continuos intentos de construir metáforas y símiles llamativos o macondianos, sin conseguirlo, sin ir más allá de una juntura de palabras rimbombantes para rendirle tributo a una modelo. Al fin y al cabo, era la modelo, blanca, mestiza, elegante, famosa, y hasta estudiada, el verdadero motivo de todo esto; y no el Petronio.

De estas dos secciones del "Especial" de la revista Fucsia sobre el Festival Petronio Álvarez nos ocuparemos en la próxima entrega de nuestra Diatriba a dos voces sobre el racismo de Fucsia.


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