La diatriba de Don Rogerio
y las primeras lecturas de
Arnoldo Palacios:
Dos notas históricas sobre libros y bibliotecas
en el Chocó
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Rogerio Velásquez y Arnoldo Palacios. Archivo El Guarengue. |
Con su agudeza característica y su talante visionario, Don Rogerio, uno de los más grandes intelectuales de la chocoanidad, pionero y precursor de las ciencias sociales y humanas en Colombia en diversos campos, como la etnohistoria, y la antropología de comunidades negras del Chocó y del Pacífico colombiano, cuyo universo cultural documentó con tino, riqueza y versatilidad etnográfica y literaria; expresa sin rodeos hace casi un siglo:
Osadía y honestidad
El Chocó lleva en ese momento un poco menos de tres décadas de haber sido desprendido del Cauca y establecido como Intendencia Nacional mediante la unión de sus dos provincias históricas: el Atrato y el San Juan. El periodo conocido como la Hegemonía Conservadora está llegando a su fin en Colombia, para darle paso a la llamada República Liberal. De modo que es una osadía de Rogerio Velásquez la publicación de esta opinión en el histórico y leído ABC, pues a sus 21 años -la edad de la ciudadanía en ese entonces- ya se cuenta como militante del Partido Conservador.
Dicha osadía, una muestra de la honestidad intelectual de Rogerio Velásquez, nos ilustra acerca del hecho palmario de que el acceso popular a la lectura de libros y su promoción a través de bibliotecas son procesos que podrían no tener más de un siglo de existencia en el Chocó; dado que, antes de la vida intendencial, la región chocoana era simple apéndice del Cauca y, por su intermedio, de la Nación, que la consideraban básicamente como proveedora y fuente, casi inagotable, de extracción de metales preciosos y de riquezas de la selva, para beneficio económico de los empresarios popayanejos y vallunos, caribes y extranjeros (turcos, gringos, ingleses, y hasta rusos y alemanes), y posteriormente antioqueños. Un escenario en el que no eran precisamente la difusión pública de libros y la instalación de bibliotecas públicas las preocupaciones centrales de la institucionalidad vigente.
Antes de la pequeña
revolución
Cuando Rogerio Velásquez publica este artículo en el periódico ABC, de Quibdó, ya existen -aunque prioritariamente para el servicio de los hijos e hijas de las élites- un colegio de varones, posteriormente denominado Colegio Carrasquilla, y los colegios de mujeres creados por las monjas de La Presentación en Quibdó e Istmina; así como sendas escuelas públicas de varones y de niñas. Aún faltan escasos cinco años para que se produzca, a instancias de Adán Arriaga Andrade como Intendente Nacional del Chocó y Vicente Barrios Ferrer como director de Educación Pública, aquella pequeña revolución de marzo de 1934, que marcaría para siempre la historia de la educación en la región, mediante el comienzo real del acceso masivo de la población negra a la vida escolar, antes vedada por diversos medios y mecanismos.[2]
Obrerismo
Son tiempos en los que Quibdó e Istmina, como ejes del desarrollo regional, viven opíparas prosperidades económicas, como efecto de la bonanza que al capital extractivista le ha traído el jugoso monopolio del platino de Condoto, que ha reemplazado al de los Montes Urales en la producción mundial. Llegan también hasta las orillas del Atrato y del San Juan las ideas del movimiento obrero, que la Rusia bolchevique, la República Francesa y las masas trabajadoras inglesas y norteamericanas le han aportado al mundo. Así, los trabajadores de la empresa minera Chocó Pacífico crean su sindicato, en el Corregimiento de La Vuelta, en noviembre de 1934, para defender sus intereses y derechos frente a las arbitrariedades y felonías de esa compañía norteamericana.[3] Al año siguiente, es creada la Sociedad Obrera del Chocó, que asumirá las banderas regionales del obrerismo chocoano.[4]
El libro: nuevo
Sinaí de la sabiduría
El contexto descrito explica los términos en los que aquel lúcido y joven Rogerio Velásquez le da continuidad al argumento central de su artículo acerca de la instrucción del pueblo chocoano. El libro, un objeto o elemento hasta entonces extraño al pueblo en general y al obrerismo en particular, es el símbolo que Don Rogerio enarbola para su reclamo sobre la educación, la instrucción, la lectura y el ejercicio del conocimiento como bienes comunes y derechos públicos de la gente.
El remate de su sensato reclamo no es menos claro ni diciente. Maestro innato como es, Rogerio Velásquez cree firmemente en el valor de las bibliotecas y los libros como medios para la democratización del conocimiento y para la ilustración del pueblo chocoano:
“Educar al pueblo es hacer patria. Pues hagámosla. Colmémoslo de ilustración hasta donde sea posible, por medio de bibliotecas, de conferencias, etc., etc., que esa semilla en el surco del pueblo germinará maravillosamente”.[6]
Las primeras
lecturas de Arnoldo Palacios
Cuando Rogerio Velásquez publica este valioso texto en el ABC, Arnoldo Palacios está próximo a cumplir cinco años. Aunque todavía no ha entrado a la escuela, Arnoldo ya sabe qué es un libro y conoce varios. Comprende perfectamente qué es leer y ha visto cómo leen varios adultos de Cértegui, entre ellos su padre, en cuyas piernas se sienta frecuentemente, en las mañanas, mientras él lee periódicos y revistas que le llegan de Bogotá. Igualmente, Arnoldo ha oído en primera fila los relatos de viajeros atrateños y sanjuaneños, bagadoseños y tadoseños, quibdoseños y condoteños, que pasan semanalmente, mensualmente, por su pueblo, por su casa, por los dominios de su balcón; así como las múltiples historias y los cuentos de todo tipo que en las noches de asueto han contado sus parientes y vecinos.
Cumplida la edad reglamentaria, Arnoldo ingresa a la escuela y en un santiamén aprende a leer y a escribir, guiado por el maestro Argemiro. El diccionario de su papá y el periódico ABC, de Quibdó. La Biblia de Joselaó. El vademécum del curandero Juan Domingo Ramírez. Las mil y una noches de su tío Juan. Los códigos y la Constitución Política, del vecino Carlos. Una edición maltratada de El Parnaso colombiano. Romeo y Julieta. La divina comedia. La Ilíada. Quo Vadis. Don Quijote. María…son algunos de los primeros libros a los que Arnoldo Palacios Palacios tiene acceso.
La biblioteca
escolar de Cértegui
A juzgar por lo que él cuenta en "Buscando mi madredediós", Cértegui en su infancia es un pequeño paraíso literario: clásicos de la literatura universal y nacional, y relatos de la tradición oral de la región, conforman un universo narrativo que despertará aún más la curiosidad y la sed de saber de aquel Arnoldo Palacios niño, que crece en una familia en donde la actividad intelectual, así no se nombrara de esta manera, tiene igual importancia que el trabajo del campo.
A escasos dos meses de la publicación de Rogerio Velásquez en el ABC, comienzan los gobiernos de la República Liberal, que traen consigo valiosos cambios en materia de desempeño institucional en el Chocó. El incremento significativo del número de escuelas rurales en la región, la creación de colegios para mujeres en Istmina y en Quibdó, y el programa intendencial de becas para el apoyo a estudios secundarios y universitarios -como parte de la democratización del acceso a la educación pública- son hitos casi épicos de aquella historia. La biblioteca escolar de Cértegui, que Arnoldo Palacios rememora en Buscando mi madredediós, no se queda atrás en cuanto a su valor histórico:
Acceder libremente a los libros es ahora una posibilidad real e infinita, que incrementa el fervor literario y narrativo de Arnoldo Palacios:
Nace una estrella…
negra
El sueño del joven Rogerio Velásquez empezaba a cumplirse. El aventajado escolar Arnoldo Palacios leía y leía y leía, soñaba y soñaba y soñaba.
Aunque en ese momento no lo supiera, el autor de “Las estrellas son negras” estaba naciendo para la literatura. Rogerio Velásquez, pionero y precursor, iluminaba el camino.
[1] Periódico ABC, Quibdó, 21 de diciembre de1929. Rogerio Velásquez Murillo. ¿Hay
instrucción en nuestro pueblo?
[2] Para conocer detalles del hito histórico de la popularización de la educación pública en el Chocó, estos son algunos artículos publicados en El Guarengue:
Cuando estudiar era un lujo. https://miguarengue.blogspot.com/2019/06/cuando-estudiar-era-un-lujo-miguel-a.html
De excluidas a pioneras. Mujeres y educación en el Chocó. https://miguarengue.blogspot.com/2021/03/deexcluidas-pioneras-mujeres-y.html
De la Dieguito a la UTCH. 50 años de la Universidad Tecnológica del Chocó “Diego Luis Córdoba”. https://miguarengue.blogspot.com/2022/03/de-ladieguito-la-utch-50anos-de-la.html
[3] Ver: Confluencias. https://miguarengue.blogspot.com/2020/01/confluencias-draga-n-2-de-la-compania.html
[4] Ver en El Guarengue: El primer 1º de mayo de la Sociedad Obrera del Chocó. https://miguarengue.blogspot.com/2021/04/elprimer-1-de-mayo-de-la-sociedad.html
[5]
Ídem. Ibidem.
[6] Ídem. Ibidem.
[7] Arnoldo Palacios. Buscando mi madredediós. Universidad del Valle y Ministerio de Cultura, 2009. 344 pp. Pág. 331-332.
[8] Ibidem. Pág. 332.
[9]
Ídem. Ibidem.
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