lunes, 14 de marzo de 2022

 De la Dieguito a la UTCH
-50 años de la Universidad Tecnológica 
del Chocó “Diego Luis Córdoba”-

Antiguo Colegio de La Presentación, en Quibdó.
Primera sede propia de la UTCH.
FOTO: Archivo fotográfico y fílmico del Chocó.

En sus comienzos, y durante varios años, la Universidad Tecnológica del Chocó “Diego Luis Córdoba” fue conocida por la gente en Quibdó como “La Dieguito”. Así la llamaban incluso muchos de sus propios estudiantes, en una muestra de cercanía, familiaridad y cariño similar a aquella que -sin menoscabo de su majestad- convirtió en un quibdoseño San Pacho al italiano San Francisco de la distante Asís. No faltaron quienes, medio acomplejados y descreídos en cuanto a las posibilidades regionales de progreso material e intelectual, usaron el empático apelativo para subvalorar la institución y desconocer su indiscutible condición de pionera y precursora de la educación superior en la región.

Inaugurada hace 50 años, el 6 de marzo de 1972, a veinte días del domingo de ramos de la semana santa, cuando el departamento apenas iba a cumplir 25 años de creado y cuando nomás habían transcurrido cinco años largos de aquel incendio que por poco se lleva el edificio del antiguo colegio de monjas que posteriormente sería su primera sede propia; la UTCH fue la primera institución de su género y la primera de carácter público establecida en el Chocó, en la propia tierra chocoana, por gente chocoana y para la gente chocoana, rompiendo de este modo con un siglo de historia de acceso limitado o nulo de la chocoanidad común y corriente a este nivel educativo, por las obvias dificultades de todo tipo derivadas del hecho de tener que salir de la región para poder gozar de ese privilegio.

Hasta el momento en el que la UTCH entró en funcionamiento, los bachilleres chocoanos con posibilidades económicas de hacerlo debían viajar a Medellín, Bogotá, Cali o Popayán, para matricularse en universidades públicas como la Universidad Nacional de Colombia, la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, la Universidad de Antioquia, la Universidad del Valle o la Universidad del Cauca; y en unos pocos casos en universidades privadas, como la Universidad Pontificia Bolivariana en Medellín, la Universidad Libre en Bogotá y la Universidad Santiago de Cali, entre otras.

En el gremio del magisterio chocoano, en particular el de Quibdó, aun siendo la mayoría del profesorado bastante competente en su desempeño, para la época en que empezó la UTCH eran escasos quienes contaban con títulos universitarios de licenciatura en las áreas del conocimiento en las que se habían desempeñado durante años. Casi todos se habían vinculado al magisterio inmediatamente después de graduados en las escuelas normales y jamás habían tenido la oportunidad de estudiar en una universidad, por razones económicas y logísticas. La UTCH entró a llenar este vacío y puso a su alcance la posibilidad que ya muchos maestros -por razones de edad y de pérdida de motivación- y muchas maestras -por su edad y por sus obligaciones y rutinas hogareñas como esposas y madres- veían tan remota que parecía improbable: estudiar y obtener el título de licenciatura en educación en las áreas a las que habían dedicado su vida docente. De ahí que tres cuartas partes de los primeros estudiantes matriculados en la UTCH ingresaron a la Facultad de Educación, a los programas de Licenciatura en Matemáticas y Física, Ciencias sociales y económicas, Biología y Química, Psicopedagogía y Administración educativa, e Idiomas.[1] Durante varios años, hasta su graduación, gran parte de los profesores de los colegios de secundaria de Quibdó eran maestros en el día y estudiantes en la noche. Su sueño de titulación académica y de progreso profesional dentro de la carrera docente se estaba cumpliendo gracias a la UTCH y este solo hecho ya convertía a La Dieguito en un hito insuperable dentro de la historia de la educación en el Chocó y en el Litoral Pacífico de Colombia.

Ocurría igual con los alumnos de aquellos maestros que fueron los primeros estudiantes de la UTCH. Gran parte de ellos en situación de pobreza, los alumnos de secundaria hallaban como único camino útil para su futuro personal y laboral el de graduarse como maestros en la Normal o como bachilleres técnicos en alguna de las modalidades que se ofrecían en Quibdó en establecimientos como el Instituto Femenino Integrado y el Colegio Carrasquilla, con su Escuela Industrial. Inevitablemente, con el paso de los años, no hubo plazas para tanto maestro disponible ni empleo para tanto bachiller varado. Emigrar hacia otros departamentos fue la solución en el caso de los maestros, que además de encontrar empleo rápidamente continuaban la tradición de presencia de normalistas chocoanos en diversos rincones de Colombia. Quienes no emigraban ingresaban a la economía del rebusque o a las crecientes clientelas de funcionarios y contratistas estatales, que en los años setenta, cuando nació la UTCH, habían empezado a convertir la hacienda pública en la más jugosa fuente de ingresos para ellos y sus favorecidos. Puesta en marcha la UTCH, aún sin tener empleo, muchos maestros y bachilleres optaron por estudiar allí en lugar de emigrar. Los económicos costos de la matrícula universitaria hicieron posible este acontecimiento por primera vez en el Chocó.

Antes de que existiera la Universidad Tecnológica del Chocó “Diego Luis Córdoba”, el único antecedente en cuanto a facilidades de acceso del estudiantado chocoano a educación superior provino de los gobiernos nacionales de la llamada República Liberal, los de Enrique Olaya Herrera, Alfonso López Pumarejo y Eduardo Santos Montejo; cuyas políticas de modernización y universalización de la educación incluyeron un amplio y generoso programa de becas, pensiones estudiantiles y subsidios, canalizados a través de la Intendencia del Chocó entre 1930 y 1945, aproximadamente. Este programa resultó fundamental para el futuro de la región. Por una parte, contribuyó a que el talento regional accediera a formación de alta calidad en las mejores universidades del país, en profesiones liberales como medicina, derecho, ingeniería, agronomía, etc., que de otro modo habrían sido inalcanzables para la mayoría, especialmente para los jóvenes negros. Por otro lado, el programa sirvió para cimentar las bases del movimiento intelectual y político que dedicaría lo mejor de sus años a trabajar por el bienestar del Chocó como una causa común, sin distingos partidistas, empezando por liderar el proceso de elevación de la intendencia a la categoría de departamento. Diego Luis Córdoba, Adán Arriaga Andrade, Manuel Mosquera Garcés, Ramón Lozano Garcés, Alfonso Meluk, Daniel Valois Arce, Ramón Mosquera Rivas, Toribio Guerrero V., Heraclio Díaz, Amín Meluk, Abraham Rentería, Miguel Rumié, José María Orrego, Eduardo Murillo, Roberto Rentería, Camilo Mayo Caicedo, Juan B. Luna, Fernando Martínez V., Marco Tulio Ferrer S. y Miguel A. Caicedo Mena son algunos de los chocoanos prominentes que formaron parte de la lista de beneficiarios de tan magnífico programa de becas universitarias.

Matías Bustamante Mesa, en una sentida nota del periódico ABC, publicada en la edición del viernes 21 de marzo de 1930, a propósito del regreso a Quibdó del médico chocoano Hernán Perea Quesada, resume la halagüeña perspectiva que le brinda al Chocó contar con una nueva generación de doctores que -culminados sus estudios- regresen a ponerse al servicio de su tierra:

“Primicias de nuestro adelanto, de nuestro surgimiento, son estos jóvenes doctores que ya vuelven a su tierra a luchar y a esforzarse por su bienestar. Son Luis Felipe Valencia, ingeniero meritísimo, crisol de virtudes ciudadanas, y Hernán Perea Quesada, médico eminente. Que como ellos continúe regresando la falange que hoy descuella en todos los centros del país; que vengan todos a esta tierra nuestra y, unidos en abrazo cordial, sepamos imponernos, sepamos defender la herencia de los padres enseñando a la nación que somos ya un pueblo apto para todas las luchas y que es burda mentira que el Chocó carezca de hombres que la representen y la rijan. ¡Chocoanos: paso de vencedores que llegan nuestros hombres!”.[2]

Especial relevancia como antecedente histórico de la educación superior de carácter público en la región, antes de la fundación de la UTCH, tiene una vertiente del programa oficial de becas inteligentemente agenciada por Adán Arriaga Andrade como Intendente Nacional del Chocó y Vicente Barrios Ferrer como responsable de la Dirección de Educación Pública de la Intendencia. En una visionaria decisión, Arriaga y Barrios vincularon al Chocó a un programa financiado con recursos públicos para la formación de talento humano en materia pedagógica, promovido por la Revolución en marcha de López Pumarejo como parte de la renovación del sistema educativo público. El programa contemplaba formación de alta calidad, mediante la introducción de los más modernos principios pedagógicos europeos que estaban en boga -por ejemplo, el Método Montessori-, con base en los cuales se crearían los institutos pedagógicos, los liceos y gimnasios, y las escuelas normales de varones y de señoritas. Como parte de dicho programa, del Chocó viajaron a Bogotá a recibir dicha formación excelsas profesionales de la educación: María Dualiby Maluf, Judith Ferrer, Carmen Isabel Andrade, Eyda Castro Aluma y Margarita Ferrer Cuesta; así como un grupo de hombres que, como ellas, darían brillo a la educación chocoana: Nicolás Rojas Mena, Marcos Maturana Chaverra, Ramiro Álvarez Cuesta, Saulo Sánchez Córdoba, Vicente Ferrer Serna y Nicolás Castro Aluma. A Popayán, con los mismos fines y dentro del mismo programa, viajó otro grupo de grandes y memorables maestras: Tulia Moya Guerrero, Edelmira Cañadas, Julia Sánchez, Clara Rosa Perea, Tita Quejada, Visitación Murillo, Teresa Campos, Digna Asprilla y Josefina Rodríguez.[3]

De este modo, el programa oficial de becas incidió también en la consolidación institucional y en el mejoramiento sustancial de la educación pública de niveles primario y secundario en el Chocó, haciendo posible que tanto los colegios intendenciales fundados por Arriaga Andrade y Barrios Ferrer, como el Colegio Carrasquilla y la Normal de Varones, completaran entonces su ciclo formativo hasta el sexto grado; evitando así que los jóvenes debieran viajar a Medellín a cursar quinto y sexto grados en el Liceo Antioqueño, como le tocó, por ejemplo, al poeta Miguel A. Caicedo Mena y al médico Juan B. Luna Garrido. Mostrando el acierto de la idea del gobierno intendencial, los bachilleres graduados en Quibdó tuvieron rendimientos destacados y reconocidos en los ámbitos académicos de las universidades en las que después estudiarían apoyados también por el programa de becas.

Si bien su cobertura en cuanto a la cantidad de jóvenes chocoanos que se beneficiaron del mismo no tuvo alcances de universalización, pretensión que tampoco tenía; aquel programa de becas para el acceso de estudiantes del Chocó a educación superior en universidades públicas de las principales ciudades de Colombia, canalizado a través de la Intendencia, fue un acontecimiento trascendental para la historia del Chocó, un antecedente de incontrovertible mérito y prominente repercusión en cuanto a sus aportes a la formación de profesionales chocoanos con un acrisolado sentido de compromiso con el futuro de su tierra. De hecho, la conciencia chocoanista que ellos promovieron no solamente propició la elevación de la antigua intendencia a categoría de departamento, sino que, pocos años después de este logro, inspiró la lucha en contra de la desmembración del departamento e impidió su repartición entre los codiciosos vecinos: Caldas, Antioquia y Valle del Cauca.

A cambio de las becas, a los estudiantes se les pedía prestar sus servicios profesionales durante una temporada en la jurisdicción de la Intendencia. En todos los casos, ellos fueron más allá y, como grata retribución por el apoyo recibido, trabajaron por la transformación y mejora de la región y soñaron para esta un proyecto social, territorial y político de relevancia sin par durante por lo menos los últimos setenta y cinco años de vida institucional del Chocó. Finalizado este programa gubernamental, básicamente por circunstancias fiscales derivadas del paso de la intendencia a departamento y de las condiciones políticas que envolvieron al país a partir del medio siglo XX, a raíz de la violencia interpartidista y el llamado Frente Nacional; las oportunidades de la juventud chocoana para acceder a estudios universitarios quedaron limitadas nuevamente a las posibilidades económicas de sus familias para financiar su estadía en las ciudades principales del país. El instituto estatal de crédito educativo (Icetex), creado en los años 50, siendo Manuel Mosquera Garcés el Ministro de Educación Nacional, absorbió los programas de financiación y apoyo para educación superior.

Conocida coloquialmente como "la Universidad de madera",
esta vieja casona, situada en la esquina de la carrera 2ª
con calle 26 de Quibdó, también fue sede de la UTCH
en sus primeros años de funcionamiento.
FOTO: Archivo fotográfico y fílmico del Chocó.

La ruptura definitiva de ese círculo de imposibilidades de acceso del estudiantado del Chocó a estudios superiores llegaría, entonces, con la Universidad Tecnológica del Chocó “Diego Luis Córdoba”, que enhorabuena acaba de cumplir 50 años de existencia. Gracias a la UTCH, por ejemplo, hoy es posible que muchos bachilleres chocoanos tengan como principal ocupación la de ser estudiantes, en su propia ciudad, en su propia región, con matrícula gratuita para amplios sectores vulnerables de la población.

La profesionalización del magisterio chocoano a través de su Facultad de Educación, con los consiguientes beneficios institucionales, profesionales y personales para la formación impartida en escuelas y colegios de la región, es uno de los grandes logros de la UTCH en medio siglo de vida, quizás el primero que debe ser resaltado. A este fin dedicó la institución por lo menos su primera década de existencia. Copada la oferta regional de empleo, también a los licenciados graduados en la UTCH en diversas áreas les tocó emigrar a otras regiones de Colombia, como otrora lo hicieran los maestros rasos.

Otro logro altamente significativo de la UTCH en sus primeros cincuenta años de vida institucional es la paulatina y permanente ampliación de su oferta de programas académicos, tanto de pregrado como de posgrado; lo cual le ha permitido la ampliación progresiva y extraordinaria de su cobertura, al punto que hoy parecieran numéricamente insignificantes los primeros doscientos estudiantes en comparación con cifras actuales de matrícula que oscilan entre once mil y catorce mil alumnos en sus veintiséis programas de pregrado, distribuidos en ocho facultades, así como en sus programas de posgrado y de educación continuada, propios o en convenio con otras instituciones.

El notable incremento de la capacidad de admisión de estudiantes de la UTCH en el lapso de estos cincuenta años ha ido de la mano con el crecimiento de su infraestructura física, a partir de la construcción de la ciudadela universitaria, que fue un logro del paro cívico departamental del mes de mayo del año 1987. Igualmente, cómo no, su planta de personal directivo, administrativo y docente, y los consiguientes compromisos salariales y prestacionales, así como la cantidad de docentes adscritos a la universidad por prestación de servicios de hora cátedra, han crecido de tal modo que la UTCH es hoy por hoy una de las estructuras de contratación de personal y de servicios más grande del Chocó, si no la más grande.

Así las cosas, y sin entrar en detalles mayores sobre cada uno de los aspectos enunciados, puede decirse que los logros alcanzados por la UTCH en estos cincuenta años de existencia (1972-2022) en cuanto a acceso, cobertura y profesionalización del talento humano de la región, el consiguiente desarrollo institucional y el crecimiento y ampliación de la estructura en todos sus aspectos, son aceptables y plausibles, y forman parte de los propósitos para los cuales fue creada la universidad; superando en algunos casos las expectativas y planes de quienes la idearon.

De manera que la Universidad Tecnológica del Chocó “Diego Luis Córdoba” bien puede declararse satisfecha por tan valiosos logros, por el impresionante crecimiento que ha tenido durante los cincuenta años que merecidamente está celebrando y que le permitieron simbólicamente pasar de ser La Dieguito modesta y casera, manual y pequeña de los primeros años, a convertirse en la nacionalmente conocida y descomunal UTCH de la época actual. Teniendo en cuenta que la celebración de los cumpleaños debe ir más allá de soplar las velas, engalanar la casa y recibir a los invitados con bebidas y ponqué, los actuales directivos de la UTCH y el conjunto de su comunidad educativa bien podrían incluir como parte de la conmemoración reflexiones sistemáticas sobre lo vivido, sobre el pasado y los orígenes, sobre el presente y la realidad, sobre el porvenir y el destino futuro de la Universidad, que es un patrimonio de la chocoanidad. Quizás sería bueno para provecho de los próximos cincuenta años sentarse a pensar un buen rato sobre la conveniencia de detener por un tiempo tanto crecimiento cuantitativo y dedicar todos los esfuerzos a atender el crecimiento cualitativo de la institución, es decir, la sustancia intelectual, académica, ética y formativa que le da sentido a tanto boato y a tanta infraestructura y a tanto personal.

Sacar a la UTCH de los procesos transaccionales y del control de los cacicazgos propios de la politiquería, para que sea el mérito honradamente reconocido el que impere en sus procesos de todo orden, es una encomiable y urgente tarea para bien del Chocó. La UTCH se lo merece… Trabajar por acreditaciones de alta calidad de los programas, más allá de las formas y del papel que puede con todo, tendría más valía que seguir añadiendo más y más programas a una oferta de mercado académico que ha terminado -con la sumatoria del montón de instituciones que después de creada la UTCH ahora sí llegaron al Chocó- por saturar el mercado laboral con profesionales que no tienen más que su diploma enmarcado, escaneado o celosamente guardado en una cómoda, entre una carpeta o un sobre, pues su sueño de encontrar trabajo se estrella día a día con la realidad de una ciudad, Quibdó, que ostenta hace varios años el campeonato nacional de desempleo… Convertir a la UTCH en verdadero faro del conocimiento de la región, más allá de las colecciones de títulos de posgrado que se exhiben como rasgo de autoridad profesional y académica, debería ser una prioridad para sus próximos cincuenta años de vida. La realidad del Chocó no puede seguir pasando -como parte del paisaje- frente a los ojos institucionales del alma mater de la región. Por ejemplo, más de tres décadas de degradación del conflicto armado y victimización de tres cuartas partes de la población, deberían haber sido suficientes para que en la UTCH se pusiera en marcha un observatorio de paz y conflicto armado dotado de herramientas modernas de registro y sistematización de información, que brindara al Estado, a la sociedad y a la comunidad internacional datos precisos para abordar una situación que sigue matando y ahogando en el desamparo a las masas rurales y urbanas inermes e indefensas, que a la pobreza extrema deben sumarle una violencia atroz, como contexto de sus vidas… Construir organismos poderosos de investigación capaces de ofrecer a la región y al país estudios científicos de todo orden, sociales, humanos, ambientales, arquitectónicos, artísticos y culturales, políticos, educativos e ingenieriles, históricos, económicos y de salubridad, que hoy son desarrollados y presentados por grandes universidades del país, por oenegés e instituciones similares; es tarea estratégica a la cual está llamada la UTCH como agente del desarrollo regional, tal como fue imaginado dentro de su sueño fundacional…

A la izquierda, la primera sede propia de la UTCH.
En el centro, el lote donde posteriormente fue construido 
el edificio de la oficina del Banco de la República en Quibdó.
FOTO: Archivo fotográfico y fílmico del Chocó.

Los 50 años de existencia de la Universidad Tecnológica del Chocó “Diego Luis Córdoba”, que todos celebramos con regocijo e ilusión, son un momento inmejorable y propicio para hacer el clásico alto en el camino, para revisar profundamente y repensar juiciosamente los asuntos claves de la vida institucional, teniendo en mente la frase de Diego Luis Córdoba que durante tantos años presidió la entrada de la primera sede de la Universidad en el antiguo Colegio de La Presentación, en la carrera segunda de Quibdó: “Por la ignorancia se desciende a la servidumbre, por la educación se asciende a la libertad”.


[1] Datos al respecto, incluyendo listas de los primeros estudiantes, pueden consultarse en: Rivas Lara, César E. RESEÑA HISTÓRICA DE LA UNIVERSIDAD TECNOLÓGICA DEL CHOCÓ “DIEGO LUIS CÓRDOBA”. 2018. Medellín, Léanlo editores. 213 pp., pág. 45-50.

[2] Bustamante Mesa, Matías. El médico Dr. Hernán Perea Quesada. En: Periódico ABC, Quibdó. Edición 2160, marzo 21 de 1930.

[3] Al respecto, se puede leer en El Guarengue De excluidas a pioneras. Mujeres y educación en el Chocó: https://miguarengue.blogspot.com/2021/03/deexcluidas-pioneras-mujeres-y.html

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Sus comentarios son siempre bienvenidos. Gracias.