lunes, 8 de julio de 2024

 Del pensamiento de Diego Luis Córdoba

Foto Obando, 1933.
Tomada de: Retorno al Olvido,
María Eugenia García Córdoba.

A 117 años de su nacimiento en Neguá y a 60 años de su muerte en México, Diego Luis Córdoba sigue siendo relevante en la historia de las ideas políticas y el ejercicio parlamentario en Colombia. Su pensamiento, avanzado para la época; y sus famosos discursos, coherentes y contundentes, siguen siendo estudiados en claustros universitarios, investigaciones y trabajos de grado: “Probablemente el personaje chocoano más importante del siglo XX sea Diego Luis Córdoba, el abogado neguaseño que impulsaría la transformación de la sociedad chocoana de principios de siglo “agobiada por fricciones interétnicas, negación de derechos culturales y discriminación sociorracial y educacional” (Friedemann, 1997), y que muchos años después de su muerte serviría como “inspirador del proceso de reivindicación socioeconómica y política de las comunidades negras” (Friedemann, 1997)”.[1]

Su esclarecida inteligencia y su sólida formación sociojurídica y humanística, unidas a su autorreconocimiento como negro, como chocoano y como defensor de los derechos de su gente y de sectores de clase o de especial vulnerabilidad en la Colombia de los años 1930 -cuando comienza su rutilante carrera política-, como los obreros, los campesinos y las mujeres; convirtieron a Diego Luis en una figura de gran reconocimiento en el panorama político y en las luchas sociales de su época.

“Amo al Chocó hasta lo indecible, con un amor más acendrado que el amor del hijo por el padre, lo amo con el amor de la madre por su hijo. Me doctoré en Derecho, para defender los de mi tierra; me licencié en Filosofía y Letras para pensar más hondo en sus problemas y cantar con regocijo sus virtudes”; declararía Diego Luis en su discurso durante la celebración de sus 30 años de trabajo parlamentario, organizada por la Dirección Nacional Liberal, a la cual pertenecía.[2]

Y en Cértegui (Chocó), la tierra del gran Arnoldo Palacios, ante la multitud campesina arrobada por su presencia de caudillo, había proclamado, en una de sus extensas giras políticas por las orillas y los montes del Chocó: “Compañeros trabajadores: el negro y el blanco son iguales. La tierra es del que la cultiva; desde ahora ninguno de vosotros pagará más derechos por trabajar la tierra legada por Dios a todos los hombres; hasta hoy los terratenientes en el Chocó. Tanto el negro como el blanco tienen derecho a educarse y obtener becas del gobierno. Vosotros, trabajadores, obreros y campesinos del universo, uníos para luchar contra las oligarquías, contra los patrones, contra las dictaduras”[3].

Jorge Artel, el grandioso poeta cartagenero, lo inmortalizaría con su sencillo, profundo y sentido “el pueblo te quiere a ti, Diego Luis, el pueblo te quiere a ti”[4]. Y los campesinos de las orillas del Chocó, en las salas de estar de cuyas casas hubo durante muchos años un retrato enmarcado de Diego Luis, entre trago y trago de biche o anisado, lo consagraron en su proverbial consigna: “¡Viva el gran partido liberal, viva el negro Diego Luis Córdoba, y al que no le guste que se muerda el codo y beba agua!”[5].

Soberanía regional y nacional

El intelectual y escritor chocoano Libardo Arriaga Copete, como lo registró el investigador Pietro Pisano, relata una anécdota según la cual el joven Diego Luis Córdoba, interrogado una vez sobre los confines del Chocó, contestaría que: “El Chocó limita por el norte con el Mar de las Antillas, por donde llegaban los bajeles cargados de negros esclavos con destino a las minas de oro; por el sur, con el Valle del Cauca, de donde eran los blancos despiadados que atormentaban a los negros esclavos en las minas; y, por el oriente, con Antioquia, donde los blancos llevaban el hierro en las manos, porque en el cuello lo llevaban los negros”[6]Esta última parte de la declaración de aquel joven Diego Luis es una clara alusión a la cuarta estrofa del Himno antioqueño, de Epifanio Mejía, que proclama a los cuatro vientos: “Yo que nací altivo y libre / sobre una sierra antioqueña / ¡Llevo el hierro entre las manos, / porque en el cuello me pesa!”.

Varias décadas después de aquella juvenil declaración, el ya no tan joven, pero tampoco viejo, Diego Luis, en el discurso que pronunció como agradecimiento al homenaje que le brindó la Dirección Nacional Liberal, el 5 de diciembre de 1963 (tenía 57 años), para celebrar sus 30 años como parlamentario; ratificó el sentido de su frase en relación con el vecindario del Chocó. “Me encumbré a los escaños del Congreso para hacer del Chocó un departamento, al igual de Antioquia, de Caldas y del Valle del Cauca. Pero, quiero denunciar a la Madre Colombia que estos hermanos son injustos. Del Chocó se aferran para limitarle el territorio y acrecentar el de ellos; en vez de invadir a su hermano con el pito de las fábricas, con el mugido de sus ganados y con el oro verde de la energía eléctrica…”, expresó Diego Luis con firmeza y precisión, con clarividencia.[7]

En el mismo sentido, pero esta vez en defensa de la soberanía nacional, mediante un histórico discurso, que Luis Eduardo Nieto Caballero reportó como el más extenso pronunciado en el Congreso de Colombia y “récord en la oratoria mundial”[8], Diego Luis rechazó de plano la aprobación parlamentaria del Tratado de Comercio de 1935 con Estados Unidos. “Con clarividencia de la cuestión nacional, Diego Luis Córdoba dejaba constancia en el Senado de que “el tratado es un obstáculo insalvable para el progreso industrial del país”[9]. Dicho tratado había sido suscrito por los delegados del gobierno nacional en septiembre de 1935; “en febrero del año siguiente fue aprobado por la Cámara de Representantes con sólo cinco votos en contra y en abril del mismo año el Senado le dio el visto bueno con un solo voto en contra, el históricamente valioso de Diego Luis Córdoba del Chocó”[10].

Las ideas socialistas

Diego Luis comenzó sus estudios universitarios de Derecho en la Universidad de Antioquia, en Medellín. De allí fue expulsado, en 1928, a causa de su liderazgo en una protesta estudiantil en exigencia del mejoramiento de la calidad académica. “Diego Luis Córdoba, Mario Aramburo, Julián Uribe Cadavid, Emilio Robledo Uribe, Francisco Barrera”, Gerardo Molina y otros, “buscamos el alero protector de la Universidad Nacional de Bogotá”[11], cuenta el Maestro Gerardo Molina, con quien Diego Luis cultivaría larga y fructífera amistad, y compartiría ideales y luchas en la capital del país, como ya lo había hecho en las aulas universitarias de Medellín. En la Universidad Nacional de Colombia, Diego Luis y el Maestro Molina se graduarían como abogados en 1932 y juntos emprenderían búsquedas políticas que fueron claves para la consolidación de ideas contemporáneas, progresistas y revolucionarias, en el panorama político nacional.

El Maestro Gerardo Molina recuerda que él y Diego Luis fueron partícipes activos en la campaña electoral de Olaya Herrera, que lo conduciría a la presidencia como el primer gobernante del periodo de la República Liberal. “Córdoba y yo, y otros muchos, participamos en la campaña, pronunciando discursos, y saboreamos los jugos de la victoria”[12]. Este hecho contribuyó al ingreso de ambos a la vida política activa, más allá de la militancia, en un momento en el que nacían en su ideario las tendencias socialistas: “Con esto se nos abrieron las avenidas de la vida pública. Provistos de un título universitario, nuestros nombres figuraron en las listas para ir al Congreso. Pero nuestro cerebro empezaba a albergar ideas que no eran aún el Socialismo, pero que apuntaban en esa dirección. ¿Por qué ocurrió eso? No era de la enseñanza recibida en las aulas, porque allí las doctrinas políticas no tenían sitio; no era tampoco consecuencia de nuestras lecturas al respecto, que aún eran precarias: era más bien el producto de nuestros orígenes sociales. Diego Luis venía del Chocó, donde reina un atraso horrendo, que se traducía en pavorosos niveles de vida para la mayoría de la población… Yo venía de las tierras antioqueñas, sensibilizado por la desprotección de los pequeños campesinos y de los mineros y por el poder inverosímil de los clérigos… El hecho fue que constituimos en la Cámara lo que se llamó “la pareja socialista”.[13]

Una explicación similar del origen de las ideas socialistas en el pensamiento de Diego Luis la proporcionó Arnoldo Palacios, en su clásico reportaje de 1945, publicado en el semanario Sábado. “Como socialista-marxista-revolucionario, ha sido compañero con Gerardo Molina. El socialismo de Diego Luis Córdoba no se formó en la lectura de Marx, porque esos libros le sirvieron para saber la denominación de las doctrinas que él sentía, para sistematizarlas y aprenderlas científicamente. Había observado grandes terratenientes explotadores del campesino cultivador de la tierra durante toda su existencia; había sentido la desigualdad económica, política, social; había comprendido el prejuicio contra su raza. Por eso, cuando leyó a Marx exclamó: “Yo he sido socialista”.[14]

FOTO: Archivo
fotográfico y fílmico
del Chocó.
Desde esa perspectiva, a su combativa labor parlamentaria, en la que desde un principio descolló por la inteligencia y agudeza de sus análisis y por la calidad y profundidad de su oratoria; Diego Luis le sumó una activa participación en el apoyo y la defensa de las luchas obreras nacionales.

Más de cuatrocientas huelgas se llevaron a cabo en Colombia, entre 1919 y 1945, según el diligente registro realizado por Mauricio Archila en su valiosa investigación sobre el movimiento obrero en ese periodo.[15] Cinco de ellas se desarrollaron en el Chocó. En julio de 1920 y en abril de 1935, fueron a huelga los trabajadores del Ingenio Sautatá, en el Bajo Atrato. En 1938, ciento diez braceros de Cértegui (septiembre) y los trabajadores del Municipio de Quibdó (noviembre) recurrieron también a la huelga. Y, en 1941, dos mil obreros de la empresa minera estadounidense Chocó Pacífico, se declararon en huelga durante casi dos meses, del 3 de julio al 26 de agosto, en Andagoya y otros sitios de operación de la compañía.[16]

Diego Luis Córdoba apoyó a los trabajadores petroleros de Barrancabermeja, en abril de 1938: “No quedándoles más alternativa, los petroleros se lanzaron a la huelga, recibiendo apoyo político de las fuerzas lopistas a lo largo del país. Cuando el dirigente socialista Diego Luis Córdoba pronunciaba un discurso de solidaridad con los huelguistas, las fuerzas del orden dispararon contra la multitud que lo escuchaba, con saldo de tres muertos y varios heridos”[17].

Igualmente, “cuando la huelga de las obreras de El Papagayo, ellas inmediatamente mandaron llamar a Diego Luis, quien enseguida abandonó el recinto del Congreso y fue a servirles. La policía se le atraviesa para no dejarlo hablar, pero se trepa a una tapia y comienza su arenga. La policía obstinada contra él pide a los bomberos; estos le apuntan un chorro de agua, como si fuesen a apagar un incendio; efectivamente, Córdoba estaba incendiando el ambiente con su verbo. Al fin no logró resistir la potencia de la manguera y cayó al suelo, destrozándose el brazo derecho”[18]. Se trataba de 40 trabajadoras de la Fábrica de Confites y Galletas El Papagayo, quienes se tomaron las instalaciones de la fábrica en Bogotá, entre el 5 y el 27 de diciembre de 1935.[19]

Conciencia étnica, conciencia de clase

Consciente y convencido de que “en el Chocó coincide la clase proletaria con el pueblo de raza negra, ultrajado como proletario y como negro”, rápidamente en su juventud y en los comienzos de su vida intelectual, Diego Luis se autorreconoció como negro y a su identidad racial le sumó sus ideas liberales y socialistas. Su amistad con Natanael Díaz contribuiría a que Diego Luis se vinculara al brillante y valeroso grupo de intelectuales negros del Pacífico y del Caribe que para ese momento formaban parte de lo que el investigador Francisco Javier Flórez Bolívar ha denominado inteligentemente “La vanguardia intelectual y política de la nación”, en su maravilloso trabajo de “Historia de una intelectualidad negra y mulata en Colombia, 1877-1947”.[20]

Diego Luis Córdoba y Natanael Díaz (3° y 4° de izquierda a derecha) con sus colegas congresistas. Bogotá, 1947. Fuente: Archivo familiar Eduardo Díaz Saldaña. Tomada de: Tesis de grado de Maestría, de Rosa María Chamorro Cuello. Pontificia Universidad Javeriana.

El 20 de junio de 1943, en Bogotá, un grupo de jóvenes universitarios protagonizó una protesta que daría origen a la primera organización afrodescendiente de Colombia. En la Biblioteca Nacional, “exigieron canciones de Marian Anderson y Paul Robeson… luego declamaron versos del poeta momposino Candelario Obeso y el poeta cartagenero Jorge Artel en varios bares del centro de la capital y finalizaron en la Plaza de Bolívar, plantándose frente a la estatua del Libertador para recriminarle no haber cumplido la promesa que le había hecho a Alexandre Pétion de abolir la esclavitud tan pronto como coronara la victoria en la lucha por la Independencia”.[21] Estos jóvenes eran Natanael Díaz, Manuel Zapata Olivella, Helcías Martán Góngora, Marino Viveros, Delia Zapata Olivella, Adolfo Mina Balanta y Víctor Viveros, y unos cuantos más; y tenían como objetivo decirle a la sociedad colombiana que aquí existían negros, cuyos aportes también habían contribuido a la construcción de la nación.

Estos jóvenes negros, que provenían del Caribe y del Pacífico de Colombia, una vez graduados en sus respectivas profesiones, irrumpirían luminosamente en la escena intelectual, política, social y artística de Colombia, y por primera vez en la historia del país reivindicarían públicamente su condición racial y étnica de negros como un factor histórico y cultural, como un símbolo de identidad.

Aquel día de junio, que aquellos jóvenes denominaron el Día Negro, se constituyó el Club Negro de Colombia, cuyo principal legado fue la creación del Centro de Estudios Afrocolombianos, en 1947. “La primera Junta Directiva del Centro de Estudios Afrocolombianos, CEA, estuvo integrada por Manuel Zapata Olivella, Marino Viveros, César Alonso y Carlos Calderón Mosquera, y un equipo asesor de lujo, integrado por Natanael Díaz, Diego Luis Córdoba, Baldomero Sanín Cano, Alberto Miramón, Gregorio Hernández de Alba, Dulcey Vergara, Guillermo Nanneti y el profesor Luis Duque Gómez, director del Instituto Etnológico Nacional”.[22] Arnoldo Palacios también se vincularía poco después al CEA, hasta su viaje a París, en 1949.

Diego Luis había llegado, pues, al lugar apropiado para darle continuidad al cultivo de su formación humanística, a la cualificación de su pensamiento y sus ideas, al pulimiento y consolidación de su compromiso. “Yo soy marxista y como tal, no puedo ser racista ni tener complejo racial alguno, ni de superioridad, ni de inferioridad. Para el marxista todas las razas son intrínsecamente iguales. Lo que acontece es que a algunas les falta oportunidad para que sus capacidades se manifiesten… La raza negra, por estar en posición de inferioridad económica, urge a sus integrantes la realización de algo por su levantamiento…Yo he sido afortunado respecto de lo aludido, porque el Chocó tiene el noventa por ciento de población negra, que vive en condiciones económicas primarias. Entonces para mí como socialista, el plato lo he encontrado servido, porque coincide con la lucha de clases propiciada por los marxistas, con la lucha de razas. En el Chocó la clase explotada es la negra y la explotadora es la blanca. Hay desde luego, excepciones, negros explotadores. Por eso, mis convicciones y mi campaña me han hecho chocar con algunos hermanos de raza. Como marxista me preocupo por la lucha de clases, pero en el Chocó al tiempo que lucho, como he dicho, por los ideales socialistas, lucho por mi raza. El día en que los negros tengan las posiciones económicas, intelectuales y sociales a que tienen derecho, ese día no tendrá razón mi lucha racial”; le explica Diego Luis a Natanael Díaz en una entrevista que este le hace y publica en el semanario Sábado bajo el título “Un negro visto por otro negro”, el 9 de agosto de 1947.[23] Años atrás, el 10 de enero de 1939, había declarado al periódico ABC, de Quibdó: “Mi lucha no ha consistido nunca en decretar la guerra del negro contra el blanco, sino en reclamar para el negro iguales oportunidades”.

Un final monumental

A 117 años de su nacimiento en Neguá y a 60 años de su muerte en México, ante la vista de la ciudadanía y de la institucionalidad pública, bajo el cielo atrateño de la orilla del río y del malecón, se deteriora desde hace ya varios años el monumento a la memoria de Diego Luis Córdoba, en el que se le declara padre del departamento del Chocó y faro de la raza; situado en la esquina suroccidental del céntrico Parque Centenario de Quibdó, contiguo al edificio del Banco de la República. Del mismo modo, es notoria la ruina de la totalidad de este histórico lugar que es el parque, donde también se encuentran el templete en homenaje a César Conto Ferrer, que en octubre de este año cumple cien años, y la columna conmemorativa del centenario de la independencia de Colombia, inaugurada hace más de un siglo.[24]

Cada tarde el otrora digno monumento, inaugurado poco después de su muerte, es convertido en parte del local y el mobiliario de un ventorrillo callejero que utiliza a su antojo el espacio público, ante la mirada de la ciudadanía y de la institucionalidad. Como si nadie supiera o a nadie le importara quién es Diego Luis, cuyas ideas conservan una vigencia extraordinaria, como suele ocurrir con el pensamiento de aquellos seres humanos cuya grandeza les reserva un puesto memorable dentro de la Historia.

Monumento a Diego Luis Córdoba. Quibdó, Parque Centenario, marzo 2024. Fotos; Julio César U. H.


[1] Hernández Maldonado, Juan Fernando (2010). Pontificia Universidad Javeriana. Facultad de Ciencias Sociales. Carrera de Historia. Trabajo de Grado presentado para optar al título de Historiador. 88 pp. Pág. 36.

[2] Diego Luis Córdoba. Discurso en el Homenaje a sus 30 años de parlamentario, ofrecido por la Dirección Nacional Liberal. Diciembre 5 de 1963. https://youtu.be/nbw9oGfUa7Q

[3] Palacios, Arnoldo. Diego Luis Córdoba. Publicado en: Sábado, 28 de julio de 1945. Incluido en: Cuando yo empezaba. Biblioteca Digital de Bogotá-Alcaldía Mayor. Edición digital: Bogotá, febrero de 2014. ISBN: 978-958-8877-13-6. 155 pp. Pág. 18-27.

[4] Diego Luis Córdoba en la voz de Jorge Artel. En: https://www.senalmemoria.co/articulos/diego-luis-cordoba-en-voz-de-jorge-artel Fecha de grabación: ca. 1994. Fecha de emisión: 1994. Lugar de grabación: Bogotá.

[5] Palacios, Arnoldo. Cuando yo empezaba. Biblioteca Digital de Bogotá-Alcaldía Mayor. Edición digital: Bogotá, febrero de 2014. ISBN: 978-958-8877-13-6. 155 pp. Pág. 20.

[6] Pisano, Pietro. Liderazgo político “negro” en Colombia 1943-1964. Universidad Nacional de Colombia, 2012. 260 pp. Pág. 155.

[7] Diego Luis Córdoba. Discurso en el Homenaje a sus 30 años de parlamentario, ofrecido por la Dirección Nacional Liberal. Diciembre 5 de 1963. https://youtu.be/nbw9oGfUa7Q

[8] Palacios, Arnoldo. Cuando yo empezaba. Biblioteca Digital de Bogotá-Alcaldía Mayor. Edición digital: Bogotá, febrero de 2014. ISBN: 978-958-8877-13-6. 155 pp. Pág. 24.

[9] Ocampo, José Fernando. El Tratado de Comercio de 1935 con Estados Unidos: Antecedente para no repetir. Deslinde. Edición 34, junio 15 de 2009. 11 pp. Página 6. https://deslinde.co/el-tratado-de-comercio-de-1935-antecedente-para-no-repetir/

[10] Ibidem.

[11] Rivas Lara, César E. Perfiles de Diego Luis Córdoba. 1ª edición, octubre 1986. Medellín, Editorial Lealon. 467 pp. Pág. 14.

[12] Ibidem.

[13] Ibidem. Pp. 14-15

[15] Ibidem. Pág.421-435

[16] Sobre la situación de los trabajadores en el Ingenio Sautatá, el cuento Monedas de aluminio, de Manuel Lozano Peña, brinda una excelente perspectiva: Lozano Peña, Manuel. Monedas de Aluminio y otras Narraciones. Primera edición: agosto de 1989. Editorial Lealon, Medellín. 102 pp. Pág. 25.

Sobre el sindicato de la Chocó Pacífico y las irregularidades de esta empresa minera norteamericana, se pueden leer en El Guarengue:

*Confluencias, 27 de enero de 2020. 

*2 renuncias memorables: Eladio Enrique Martínez Chaverra y Ramón Lozano Garcés, 4 de septiembre de 2023 https://miguarengue.blogspot.com/2023/09/2-renuncias-memorables-eladio-enrique.html 

*DYNA N° 9 - 1934. Un retrato del Chocó de entonces. 3ª Parte. https://miguarengue.blogspot.com/2023/04/dyna-n-9-1934-un-retrato-del-choco-de.html

[17] Archila Neira, Mauricio. Cultura e identidad obrera en Colombia: 1910-1945 / 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: CLACSO; Bogotá: CINEP, 2024. Libro digital, PDF - (Temas) Archivo Digital: descarga y online-ISBN 978-987-813-712-4. 516 pp. Pág. 298.

[18] Palacios, Arnoldo. “Diego Luis Córdoba”. Publicado en: Sábado, 28 de julio de 1945. Incluido en: Cuando yo empezaba. Biblioteca Digital de Bogotá-Alcaldía Mayor. Edición digital: Bogotá, febrero de 2014. ISBN: 978-958-8877-13-6. 155 pp. Pág. 22-23.

[19] Archila Neira, Mauricio. Obra citada. Pág. 430.

[20] Flórez Bolívar, Francisco Javier. La vanguardia intelectual y política de la nación. Historia de una intelectualidad negra y mulata en Colombia, 1877-1947. Primera edición: marzo de 2023. Editorial Planeta Colombiana S. A. 383 pp.

[21] Chamorro Cuello, Rosa María. Los Ochenta Años del Club Negro de Colombia. Cedetrabajo, 21 de junio de 2023. https://cedetrabajo.org/los-ochenta-anos-del-club-negro-de-colombia/

[22] Chamorro Cuello, Rosa María. El Club Negro de Colombia, de 1943, suceso intelectual y político. El cruce de los conceptos de raza y clase en las ideas de Manuel Zapata Olivella y Natanael Díaz. Tesis de grado para optar al título de Maestra en Estudios Afrocolombianos que otorga la Pontificia Universidad Javeriana de Colombia. Pontificia Universidad Javeriana. Facultad de Ciencias Sociales. Maestría en Estudios Afrocolombianos. Noviembre 2023. 141 pp. Pág. 24-25

[23] Citada en: Chamorro Cuello, Rosa María. El Club Negro de Colombia, de 1943, suceso intelectual y político. Obra citada. Pág. 86-87-

[24] Ver: El Parque Centenario o las ruinas de la Historia del Chocó. https://miguarengue.blogspot.com/2023/07/el-parque-centenario-o-las-ruinas-de-la.html

2 comentarios:

  1. Excelente artículo del señor Julio César Uribe Hermocillo. Gracias por tan valiosa información.

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  2. Valiosa información la que se recopilas, comentas y analizas en esta entrega, apreciado Julio César. Grastísimas.

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