“Allí se podría producir
el primer arroz del mundo”
*Quibdó, 1930. Panorámica de la ciudad desde el río Atrato. FOTO: Misioneros Claretianos. Archivo fotográfico y fílmico del Chocó. |
Dos semanas atrás, a tono con los francos propósitos de promover sistemáticamente la producción agrícola regional, presentes en la Intendencia Nacional del Chocó desde el primer momento de su creación; el insigne educador Lisandro Mosquera Lozano, quien ejercía como Director de la Sección de Agricultura y Estadística de esta entidad, había sido comisionado para asistir al Congreso Agrícola Nacional, en Bogotá, por invitación del Ministerio de Agricultura. Lo acompañaría el entonces joven universitario Ramón Lozano Garcés (iba a cumplir 22 años), quien había sido nombrado por la Sociedad de Agricultores como su delegado. “Ambas designaciones son un acierto, porque en el Congreso se van a tratar problemas nacionales de vital importancia y los designados tienen capacidades para ello”, consideró el diario ABC, de Quibdó, en su nota informativa al respecto, publicada el jueves 3 de julio de 1934.[3]
Parte importante del recorrido y de la visita del agrónomo Torres Herrera por los campos del litoral Pacífico chocoano y por las tierras del Baudó tenía que ver con el desarrollo de acciones de un programa nacional de fomento agrícola, que había comenzado en el último gobierno de la Hegemonía Conservadora, el de Miguel Abadía Méndez, cuyo Ministro de Agricultura y Comercio, José Antonio Montalvo, había promovido -a partir de 1928- la introducción oficial del cultivo masivo de arroz en la Costa Pacífica de Colombia.
Dicho programa tendría continuidad en los gobiernos del primer presidente de la República Liberal, Enrique Olaya Herrera (1930-1934), y sus sucesores: Alfonso López Pumarejo, quien visitó el Chocó tres meses después de su posesión, en noviembre de 1934, para inaugurar el Congreso Minero Nacional y para reunirse con los dirigentes políticos locales del Atrato y el San Juan, en Istmina y Quibdó; y Eduardo Santos Montejo, quien ordenó “traslados de partidas en las apropiaciones del Presupuesto interno del Ministerio de Guerra… [para] emprender una campaña de intensificación y fomento agrícolas, especialmente en lo relacionado con el cultivo del arroz; en las regiones apropiadas de la Intendencia Nacional del Chocó”; que incluía “el incremento del cultivo del arroz, la distribución de semilla mejorada, el empleo de maquinaria de cultivo y trilla, y el montaje de plantas de beneficio para la selección de semillas y descascaradoras del grano”[4].
Seis mil pesos fue la suma destinada “para iniciar, organizar y desarrollar una campaña del cultivo y beneficio de arroz en las regiones aptas, económicamente, de la Intendencia del Chocó”, las cuales habían sido identificadas por los Agrónomos Nacionales, como Torres Herrera y Alberto Nanclares, y Francisco Luis Arenas, contratado directamente por la Intendencia; y los Prácticos Agrícolas, como Luis Carlos Sánchez, que ejercía cuando fue decretado el comienzo de la campaña. La destinación específica establecida por el decreto era “para compra de maquinarias, semillas, insecticidas, fungicidas, vehículos de transporte (canoa motorizada), lubricantes, combustibles, construcción de enramadas, montaje e instalación de maquinarias, pago de jornales y demás gastos similares que sean necesarios para el desarrollo y fomento de esta industria”.[5]
La suma prevista fue girada, sin falta, como lo ordenaba el decreto, “a la orden del Intendente Nacional del Chocó”, Adán Arriaga Andrade, cuya administración venía dando continuidad a las acciones de fomento agrícola que habían comenzado predecesores suyos en el cargo, como Jorge Valencia Lozano, Heliodoro Rodríguez y Emiliano Rey B., quienes durante sus periodos se interesaron vivamente, como escribió el periódico ABC en 1930, “en impulsar la agricultura en el Chocó, única fuente de riqueza que podrá redimirnos económicamente”.[6]
El “Agrónomo de la campaña de arroz” era Manuel Antorveza, quien fue uno de los primeros profesionales en dar noticias a la comunidad científica sobre la existencia del borojó, a Víctor Manuel Patiño, connotado científico vallecaucano, que al momento era Director de la Estación Agroforestal del Calima; y a quien el botánico español José Cuatrecasas le dedicó la nomenclatura de esta especie, Borojoa Patinoi: “Conocíamos desde 1941 la existencia de esta planta en el Chocó, en virtud de referencias verbales del malogrado agrónomo Manuel A. Antorveza, entonces director de la Estación Agrícola de Armero, confirmadas después, a principios de 1945, por el botánico José Cuatrecasas, con motivo de la recolección de material de herbario el año anterior”; escribió el doctor Patiño.[7]
En desarrollo de sus funciones, el agrónomo Antorveza fue comisionado en el artículo 2° del decreto 1893 de 1939 (septiembre 23) para trasladarse a la Intendencia del Chocó “con el objeto de hacer un reconocimiento de las regiones aptas para este cultivo, y establecer en ellas campos de cultivo, suministrando a los agricultores semillas y elementos necesarios para la defensa de los cultivos y para que instale máquinas trilladoras, piladoras y clasificadoras, indispensables para el servicio de los cultivadores”.[8] El Práctico Agrícola del Chocó, señor Luis Carlos Sánchez, quedó a las órdenes del Agrónomo Antorveza, y lo acompañó durante todo el recorrido por la región.
Treinta años después de establecida formalmente la producción de arroz en el Chocó, la región producía un promedio anual de 5.000 toneladas. Bolívar (60.000) y el Tolima (58.000) ocupaban los primeros lugares en la producción nacional, que en 1956 superó en el país las 300.000 toneladas, en 195.000 hectáreas cultivadas.[9] Aunque, finalmente, la región chocoana no produjo el primer arroz del mundo, este cultivo se popularizó en toda su geografía, así como su comercio y su consumo se extendieron ampliamente, desde principios del siglo XX; pasando a ocupar un lugar relevante en la alimentación cotidiana de la población, al mismo nivel del plátano, el banano y otras musáceas, por ejemplo. Fácil de almacenar para los periodos críticos, pilado manualmente y guardadas sus semillas para los cultivos familiares, el arroz se unió al pescado salado y seco como reserva alimentaria para distintas épocas del año, junto al plátano que día a día se podía traer de las parcelas familiares de las fincas tradicionales establecidas en los montes contiguos a las viviendas de la gente, en las riberas de los ríos.
Quibdó, 1930. Carrera Primera, Iglesia parroquial y convento de los Misioneros Claretianos. Archivo fotográfico y fílmico del Chocó. |
Diversos intentos, gubernamentales, comunitarios, con apoyo de la cooperación internacional, de elevar la producción de arroz en el Chocó a volúmenes adecuados para su comercialización local y regional fueron fracasando sucesivamente, por diversos factores. Actualmente, se llevan a cabo nuevos intentos empresariales comunitarios, en subregiones como el Medio Atrato, mediante la reactivación de procesos productivos y la puesta en funcionamiento de infraestructura y maquinaria, cuyos orígenes se remontan a los esfuerzos conjuntos entre el extinto Ecofondo y Cocomacia, a principios de este siglo. Que el mercado local y regional del Chocó consuma arroz producido en las comunidades, bajo estándares agroecológicos y prácticas vernáculas, sigue siendo un sueño que crece, como el mismo el arroz.
Del mismo modo, y para fortuna de la gastronomía chocoana, gracias a la popularización del arroz en la región, ingresaron profusamente a su catálogo culinario y a los calderos de sus cocinas todo tipo de preparaciones basadas en este cereal: el arroz blanco de todos los días; el arroz vacío de cuando no hay nada más; el arroz clavado con queso, de las bodas o comidas caseras de los grupos de amigos; el arroz con coco para comer con pescados de mar; el arroz empedrado con fríjoles blancos de cabecita negra, de los almuerzos especiales; el arroz con longaniza de los homenajes y conmemoraciones; los inefables pasteles de arroz de las navidades y las pascuas; el arroz con queso rallado para salir del paso; y el atollado, siempre suculento. Entre otras exquisiteces, que las hay como arroz.
[1] Periódico ABC, Quibdó, edición 2.857, 24 de julio de 1934.Pie de Pató. Ecos de la visita del doctor Torres Herrera, Agrónomo Nacional.
[2] Ibidem.
[3]
Periódico ABC, Quibdó, edición 2.848, 3 de julio de 1934. Salió para Bogotá el
delegado de la Intendencia al Congreso Agrícola. La sociedad de agricultores
designó a Lozano Garcés.
[4] DECRETO 1893 DE 1939 (septiembre 23). Por el cual se hacen traslados de partidas en las apropiaciones del Presupuesto interno del Ministerio de Guerra. Presidente, Eduardo Santos. Jorge Gartner, Ministro de la Economía Nacional.
[5] Ibidem, Artículo 1°.
[6] Periódico ABC, Quibdó, edición 2296, 20 de octubre de 1930.
[7]
Patiño, Víctor Manuel. NOTICIA SOBRE EL BOROJÓ, UNA NUEVA ESPECIE FRUTAL DE LA
COSTA COLOMBIANA DEL PACÍFICO.
https://www.accefyn.com/revista/Vol_7/28/478_noticia_sobre%20el%20borojo.pdf
[8] DECRETO 1893 DE 1939 (septiembre 23). Por el cual se hacen traslados de partidas en las apropiaciones del Presupuesto interno del Ministerio de Guerra. Presidente, Eduardo Santos. Jorge Gartner, Ministro de la Economía Nacional. Artículo 2°.
[9]
Rodríguez Prieto, Fabio. Semillas de cambio: Prácticas científicas y agrícolas
en la historia del arroz en Colombia (1950-2013). Bogotá, octubre de 2019.
Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias Sociales. Departamento de
Historia. Doctorado en Historia.
https://repositorio.uniandes.edu.co/entities/publication/2de16b67-c0fb-4152-84ce-4772c871ffea
Justo homenaje a uno de los pilares de la alimentación en la región; sin mayores pretensiones y con estrategias de fomento adecuadas, el Chocó puede autoabastecerse de este producto.
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