lunes, 22 de julio de 2024

 “Si un día, Colombia, llego a rebelarme, 
te pido, mi patria, sepas perdonarme”[1]

-A propósito de los 100 años de relaciones 
diplomáticas entre Colombia y Panamá-

1-Mapa de Juan Ogilby, 1671. Foto: IGAC. 2-Quibdó 1925, Foto: Misioneros Claretianos. 3 y 4-Promoción concierto conmemorativo. Fotos: Fundación Nacional Batuta de Colombia.

Se conmemoran cien años de relaciones diplomáticas entre Colombia y Panamá. El 9 de julio de 1924, cuando se acreditó por primera vez un diplomático colombiano ante el gobierno panameño, es considerada fecha oficial del comienzo de la relación entre los dos países[2]; que -más allá del lugar común- sí son literalmente hermanos, por razones biogeográficas, históricas, étnicas y culturales.

Aunque durante un siglo ha sido tramitada formalmente por las cancillerías, desde Bogotá o Ciudad de Panamá, como capitales y sedes de gobierno, una buena parte de la relación entre estos dos países ocurre en la práctica en escenarios diferentes a dichas metrópolis, entre la gente de los pueblos de la Provincia de Darién (capital: La Palma) y las comarcas indígenas de Guna Yala (cabecera: Gaigirgordub) y Embera-Wounaan (cabecera: Unión Chocó), del lado panameño; y al otro lado, en la esquina de Colombia, el Departamento del Chocó, cuyo territorio septentrional cubre la totalidad de la frontera, a través de los municipios de Acandí en el Atlántico y Juradó en el Pacífico.

Por ello, resulta de interés darle una mirada a algunas percepciones, imaginaciones y decisiones de las autoridades de Colombia y del Chocó, durante los años previos y cercanos a la aceptación nacional del hecho de que Panamá, aunque ya no nos pertenecía políticamente -y había que reconocerla como una igual y no verla como una hija levantisca e insumisa- seguía siendo una hermana, de sangre, de historia y de cultura, que cantaba y danzaba, sentía y contaba, vivía y soñaba, como su parentela chocoana de Juradó y Acandí, Bahía Solano y Nuquí, y su gente Caribe del Caribe colombiano; por donde pasaba y hasta donde llegaba una gasolina (canoa con motor) llamada La Pangora (cangrejo de piedra o de roca), que además de llegar a Taboga (isla Panameña) sube hasta el Cabo de la Vela:

“De todas las gasolinas / me gusta más La Pangora/ porque es la que más camina/ con ella llego a Taboga/ … / Que yo me voy pa’ Cartagena / me voy con la niña Elena/ … /Ya voy subiendo al Cabo de la Vela/ me voy con la niña Elena/ ...Una canoa e’ pambile/ y un motorcito ‘e Taboga/ para irme con mi morena/ gozando sobre las olas”[3]

Una cierta sospecha y una cierta mirada

Dos décadas transcurrieron antes de que Colombia, el 8 de mayo de 1924, finalmente reconociera a su antiguo Departamento de Panamá como una república independiente; para, dos meses después, dar comienzo a las relaciones diplomáticas cuyo centenario se está conmemorando.

En esos veinte años largos de tensión, de ires y venires, dimes y diretes, el vecino más próximo a la incipiente nación, es decir, el Chocó, fue objeto de todo tipo de sospechas y vigilancias, prevenciones y señalamientos; sotto voce unas veces, otras a grito herido, por parte de sectores de poder conservadores y militares del centro del país. Ello contribuyó, en parte, a que la región chocoana obtuviera de los gobiernos nacionales una mirada más atenta; pues, según las malas lenguas, un día habría también un grito de independencia en el Chocó, seguido de su anexión al que un Intendente militar del Chocó llamaba el “departamento rebelde”: Panamá.

El afán de “vigilar las fronteras del Chocó … para asegurar en dichos lugares la integridad del territorio nacional, amenazada por usurpación de los panameños”[4], y prevenir la posible secesión del Chocó, conduciría, por ejemplo, a la fundación -en 1935- de una colonia agrícola en la bahía de Solano, con colonos de diversos sitios del país; y, a comienzos de la segunda década del siglo XX, a incentivar procesos de colonización en Acandí, basados en ofertas de concesión de áreas de explotación de recursos naturales; a reforzar la presencia del Estado, mediante la construcción de escuelas, el establecimiento de puestos militares y de policía en las poblaciones fronterizas, y el nombramiento de inspectores y corregidores; así como, en un momento de alta tensión, a la creación de sendas comisarías militares en Juradó y Acandí, en junio de 1911.

La soberanía como vigilancia

Informe del Gobernador de Quibdó, 1910. 
Archivo El Guarengue.

De su propia cosecha, en el ámbito regional, el gobernador -entre agosto de 1909 y abril de 1910- del transitorio departamento de Quibdó, Guillermo O. Hurtado, promovió la creación de un mecanismo de guardia y custodia de tráfico y comercio en las áreas colindantes, para el cual solicitó un velero; en lugar de una gasolina, que era como se denominaban las primeras canoas o lanchas motorizadas, que posteriormente serían llamadas Johnson, en alusión a la marca de los primeros motores fuera de borda que se popularizaron en la región costera del Pacífico chocoano y panameño.

En su informe al Ministerio de Gobierno, en 1910, el gobernador Hurtado anota al respecto: “Para vigilar la frontera, impedir el sondeo de nuestras bahías y el estudio de las regiones limítrofes con Panamá y para celar el contrabando, solicité la creación de un Resguardo Ambulante en las Costas del Pacífico desde Utría hasta Punta Ardita y obtuve la expedición del Decreto Ejecutivo N° 519 de 22 de noviembre [de 1909], al cual sólo faltó que se autorizase a dicho Cuerpo para adquirir un velero, ya que no una gasolina apropiada a sus correrías… Por Decreto Número 560 de 6 de diciembre se creó otro Resguardo en Nuquí…”[5]. Dado que al final de su informe presenta algunas propuestas acerca de cómo reestructurar el funcionamiento de la Intendencia, el Gobernador Hurtado concluye que el entonces Municipio de El Litoral (que comprendía los actuales Nuquí, Bahía Solano y Juradó) podría convertirse en una entidad militar, que cubriera tanto la seguridad de la frontera como el recaudo de rentas y el control de mercancías. “Si al organizarse la Intendencia en la forma que más adelante propongo, el Municipio de El Litoral pasa a ser una Prefectura Militar y se radica allí una sección de la Gendarmería Nacional, podrá eliminarse el Resguardo Ambulante”.[6]

Concluido el experimento, del presidente Rafael Reyes, de la departamentalización masiva de ciudades y regiones del país, el Chocó regresó a su condición de Intendencia Nacional, lesionado en su territorialidad anterior; pues, por ejemplo, Murindó, Turbo y Arquía se quedaron en Antioquia y varios poblados del suroccidente (Argelia, Salmelia, Florida, Versalles y Cajamarca) se integraron al territorio del Valle del Cauca.[7] Para suceder al Gobernador Guillermo Hurtado, fue nombrado como Intendente Nacional el General Justiniano Jaramillo, quien había llegado a Quibdó en calidad de Administrador de Hacienda Nacional y por delegación oficial había presidido el Consejo verbal de guerra que sentenció a la pena capital a Manuel Saturio Valencia, en mayo de 1907.[8]

Periódico ABC, Quibdó,
agosto 6 de 1914.
Foto: Archivo fotográfico
y fílmico del Chocó.

El General Jaramillo había, también, dirigido expediciones oficiales por Salaquí, Cacarica, Acandí y otros poblados del Darién chocoano de Colombia, para corroborar la situación de las fronteras en cuanto a posibles intenciones separatistas. Precisamente, su antecesor en el gobierno de la región, el Gobernador Hurtado, lo había nombrado jefe de una de esas misiones, a la que viajaría acompañado del famoso ingeniero Rodolfo Castro Baldrich, quien fuera varias veces Ingeniero de Obras de la Intendencia del Chocó, además de responsable del trazado y constructor principal de las carreteras Quibdó-Bolívar (Antioquia) y Quibdó-Istmina, así como constructor del antiguo Hospital San Francisco de Asís y del primer puente sobre el río San Juan para cruzar del centro de Istmina al barrio Pueblo Nuevo; y, además, padre de los famosos profesionales Rubén, Néstor y Ligia Castro Torrijos, quienes también fueron músicos y compositores de gran aporte al patrimonio musical del Chocó.

El General Justiniano Jaramillo y el ingeniero Rodolfo Castro fueron nombrados mediante el Decreto número 37 del 28 de agosto de 1909, que fue aprobado por el Ministro de Guerra, General Luis Enrique Bonilla, y "por el cual se dispone el envío de una Misión al Municipio de Acandí"[9]. El gobernador Hurtado justifica ampliamente y con detalle la expedición de este decreto: “Los límites entre este Departamento y el de Panamá en la Costa Atlántica, que las leyes y contratos fijan en el Cabo Tiburón, venían siendo motivo de dudas y disputas entre las autoridades que gobiernan las vegas del río La Miel. Siempre ha poseído y administrado el Cauca (ahora el  Chocó) la banda oriental de dicho río, siendo sus aguas el verdadero lindero entre las dos entidades; pero como en algunos  documentos oficiales no se menciona ese  río sino el  Cabo Tiburón, lo que  nos quitaría diez  kilómetros de  costas  valiosas, y una bahía de  buen  fondo, si así  fuese, empezaron las  autoridades de  Panamá a ejercer actos de jurisdicción de este lado de La  Miel, a ganarse  las simpatías de los naturales y a visitar con frecuencia la bahía de Sapzurro en  gasolinas tripuladas  por  Gendarmes, hechos que me movieron a dictar el Decreto número 37 de 28 de Agosto…”[10].

Jaramillo y Castro entregan un informe de misión, acompañado de un detallado mapa de la zona, incluyendo los posibles límites con Panamá. El gobernador Guillermo Hurtado se deshace en elogios sobre su trabajo y los nombra “acreedores de la gratitud nacional” por el valioso servicio prestado: “El Informe que han rendido y el Mapa que lo acompaña son obras que honran a sus autores y los hacen acreedores a la gratitud nacional. Los derechos de Colombia en la región del Atlántico limítrofe con Panamá han quedado comprobados con el testimonio jurado de personas imparciales y de hoy en adelante el Gobierno encontrará en el informe y mapa ameritados todos los datos que necesite sobre extensión, riqueza, puntos estratégicos, puertos, producciones y administración de aquel pedazo de su territorio”[11]. Una comisión similar habrá de hacerse, muy pronto, al área limítrofe del Pacífico chocoano.

“Llegado el caso todos los chocoanos sabrán cumplir con su deber”[12]

Llega, pues, al cargo de Intendente Nacional del Chocó el General Justiniano Jaramillo, que ejercerá entre diciembre de 1910 y 1912; luego de haber desempeñado varias funciones oficiales en la región.

Para el General Jaramillo, está claro que son infundios todas las aseveraciones sobre posibles tendencias secesionistas en el pueblo chocoano y su naciente dirigencia. Y así se lo hace saber al gobierno nacional en el informe de gestión que presenta el 30 de julio de 1911, en el que de entrada explica: “Es de advertirse que el Chocó nunca ha sido refractario a los beneficios de la paz, como lo han insinuado al Gobierno Nacional individuos poco escrupulosos... De este falso concepto nació la leyenda del separatismo latente en el corazón de los chocoanos; fábula en la que nadie cree y de la cual se han servido personas apasionadas, acaso insidiosamente o sin medir el alcance de tan odiosa especie, que hiere a un pueblo patriota, exponiéndolo al desprecio del resto del país”[13].

Sin ocultar que parte de su tarea ha sido investigar sobre el particular en la región chocoana, continúa el Intendente Jaramillo su informe: “Afortunadamente se ha hecho la luz en esta tenebrosa intriga. El Gobierno tiene datos fidedignos sobre el particular, y la justicia persigue a los calumniadores. Se sabe, por otra parte, que los hijos del Chocó nunca han puesto en peligro la integridad nacional y que, por el contrario, este territorio, en donde abunda el sentimiento patriótico de la nacionalidad, será baluarte inexpugnable en donde encallarán las pretensiones de aventureros e invasores que quisieran panamizarlo”[14]. Es el Chocó, según el General Jaramillo, cuando sus pesquisas se lo confirman: “…Pueblo leal, enemigo de quimeras, que a cada paso puede dar pruebas del más acendrado patriotismo”, de “índole pacífica… sencillez y patriotismo…”[15]. “En la tierra chocoana crece el sentimiento patrio, no como planta exótica, sino libre y espontáneamente. Llegado el caso todos los chocoanos sabrán cumplir con su deber”[16], concluye rotundo.

La presunta complicidad chocoana con fuerzas panameñas o americanas

Con la misma claridad con la que elogia al Chocó, el informe de 1911 del General Jaramillo como Intendente, ilustra acerca de los móviles de la presencia de tropas en este territorio; los cuales están claramente relacionados con la creencia, en las diversas instancias de gobierno, incluida la administración intendencial, en manos de Jaramillo ahora y antes en las de Pedro Sanz Rivera, Intendente entre junio y diciembre de 1910, y posteriormente secretario de la Sala de Asuntos generales de la Corte Suprema de Justicia; de que existía una conspiración chocoana en contra de la nación colombiana. Al respecto, el informe anota:

“La venida al Chocó de la fuerza pública obedeció, según se dijo, al peligro de ocupación a mano armada de parte del territorio colombiano en los Distritos de Acandí y el Litoral por fuerzas panameñas o americanas, en connivencia con algunas personas del Chocó”[17].

Es decir, aun con la abundancia de declaraciones elogiosas sobre el patriotismo chocoano contenidas en el informe del General Jaramillo, queda claro que la presencia de la fuerza pública en el Chocó de entonces tenía como fin principal establecer la realidad de las acusaciones que rondaban en diversos ámbitos políticos sobre la existencia de un complot regional.

De hecho, como lo revela el General Justiniano Jaramillo, en su Informe como Intendente Nacional del Chocó, al comandante militar Coronel Humberto Armella lo movía más la animosidad que el amor patrio cuando vino al Chocó: 

“El Jefe de la guarnición mencionada, con bastante franqueza, manifestó después de su regreso a Bolívar, haber venido al Chocó bajo la más desagradable de las impresiones, creyendo encontrar un pueblo rebelde, empapado en la idea de separatismo, idea que debía tener muchos prosélitos. Por fortuna vino, vio y juzgó. La visita de este soldado de la República, completamente imparcial, es la justificación más completa del pueblo chocoano. Su información ha sido decisiva”[18].

Para el gobierno nacional, era necesario que un oficial militar y su tropa recorrieran el Chocó investigando, para asegurarse de la lealtad nacionalista de la región y su gente hacia la patria colombiana. Cumplido lo cual, al General lo asiste la tranquilidad suficiente para afirmar gradilocuentemente: “Ya nadie recuerda la traición de Panamá, sino como motivo de execración o para rechazar la insistencia malévola de quienes han querido dar a un pueblo altivo el sambenito de separatista”[19]. Y para sostener, a pesar del dictamen del soldado imparcial, que “cuanto más premunido está el Gobierno contra toda asechanza o agresión extranjeras, habrá más conveniencia, y por lo mismo la presencia de una guarnición respetable en la Intendencia Nacional del Chocó, lejos de ser un inconveniente, es y ha sido siempre medida de precaución bien importante”[20].

Tropas, adoctrinamiento e inmigrantes

Militarizar las fronteras, crear en ellas colonias agrícolas para inmigrantes del interior del país y convertir las escuelas en centros de adoctrinamiento en materia de amor patrio y oposición a cualquier propaganda separatista, son las propuestas de ejercicio de soberanía del Intendente Jaramillo, en su informe de 1911. El Chocó es el escenario donde se resuelve y concreta esta perspectiva poco diplomática de relacionamiento con Panamá, el “departamento rebelde”.

El General Jaramillo considera que las Comisarías militares de Juradó y Acandí deben ser útiles “tanto para vigilar las fronteras del Chocó como para asegurar en dichos lugares la integridad del territorio nacional, amenazada por usurpación de los panameños”.[21] Algo así como lo que medio siglo después se llamarían campañas cívico-militares: “Con entidades especiales en las fronteras se vigilará directamente y se evitará toda usurpación de dominio, haciendo al mismo tiempo de aquellos lugares incultos y despoblados, colonias agrícolas cuya importancia y utilidad a nadie se le esconden”.[22]

En ese mismo sentido, la apertura de establecimientos educativos tiene un fin claro, que no es precisamente honrar el derecho a la educación: “…es de imprescindible necesidad crear ante todo escuelas en Acandí, Titumate y Fernández Madrid, situadas en el litoral occidental del golfo de Urabá; así como en el Valle, Cupica y Juradó, en las costas del Pacífico, territorios ambos adyacentes al Departamento rebelde. Escuelas estas que deben tener por primordial objeto sembrar e intensificar el amor a la Patria y contrarrestar la emigración y la propaganda adversa de los hijos desnaturalizados que han abandonado el territorio colombiano.[23]

“Colombia, mi patria, por qué no me quieres / por qué tú me niegas lo que otros ya tienen”[24]

De alto valor simbólico es el hecho de que 11 músicos, de edades entre 12 y 17 años, de la Orquesta Sinfónica Libre y la Fundación Batuta, de Quibdó, en compañía de otros 11 del Putumayo, hayan sido parte del acto central de conmemoración de los 100 años de relaciones diplomáticas entre Colombia y Panamá; en el concierto Sonidos del Centenario, en Ciudad de Panamá, este 19 de julio. Y que uno de los temas escogidos haya sido El chocoanito inconforme, del Maestro Neivo de J. Moreno, gran parte de cuya letra podría ser cantada indistintamente por el Chocó o por Panamá para recordarle a Colombia su maternal y patria indolencia con algunos de sus hijos.

Don Delfino Díaz Ruiz, egregio intelectual, periodista y político chocoano, fue Cónsul ad honorem de la República de Panamá en el Chocó, desde 1925. Su hijo, Delfino Díaz Mendoza, padre del inolvidable Mono Díaz, lo reemplazó en el cargo en octubre de 1930. FOTO: Archivo fotográfico y fílmico del Chocó.


[1] Canción: El chocoanito inconforme, composición del Maestro Neivo de J. Moreno.

[2] Cancillería. Embajada de Colombia en Panamá. Colombia y Panamá, Cien años de relaciones diplomáticas. Grandes hitos 1924-2024. Julio de 2024. 38 pp. Pág. 3.

[3] Aunque la transcripción incluida en la presentación del video no es la más correcta, esta versión del Grupo Bahía, de Hugo Candelario González, es una de las más fieles a la letra y cadencia original de La Pangorahttps://www.youtube.com/watch?v=h-92YztXinI 

La famosa canción Taboga, una de cuyas versiones más conocidas es de la Dimensión Latina, de Venezuela, https://www.youtube.com/watch?v=PRsWFQONl00es obra del compositor panameño Ricardo Fábrega (1905-1973) - (https://panamapoesia.com/pt55.htm)

[4] Informe del Intendente Nacional del Chocó al Señor Ministro de Gobierno. Edición oficial. Bogotá, Imprenta Nacional, 1911. 31 pp. Pág. 10.

[5] Informe del Gobernador del Departamento de Quibdó al Señor Ministro de Gobierno. 1910. Quibdó, Imprenta Oficial. 51 pp. Pág. 31.

[6] Ídem. Ibidem.

[8] Velásquez, Rogerio. Las memorias del odio. Colcultura, Biblioteca del Darién N° 3. Noviembre de 1992. 95 pp. Pág. 64, 81.

[9] Informe del Gobernador del Departamento de Quibdó al Señor Ministro de Gobierno. 1910. Quibdó, Imprenta Oficial. 51 pp. Pág. 34.

[10] Ídem. Ibidem. Pág. 33-34

[11] Ibidem. Pág. 34

[12] Informe del Intendente Nacional del Chocó al Señor Ministro de Gobierno. Edición oficial. Bogotá, Imprenta Nacional, 1911. 31 pp. Pág. 5

[13] Ídem. Ibidem.

[14] Ibidem.

[15] Ibidem. Pág. 6

[16] Ibidem. Pág. 5

[17] Ibidem. Pág. 6

[18] Ibidem.

[19] Ibidem.

[20] Ibidem. Pág. 5

[21] Ibidem. Pág. 10

[22] Ibidem. Pág. 7

[23] Ibidem. Pág. 22

[24] Canción: El chocoanito inconforme, composición del Maestro Neivo de J. Moreno.

Concierto Sonidos del Centenario: https://fb.watch/tu9OYxLZLY/


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