lunes, 29 de julio de 2024

 Colombia-Panamá: 
100 años de relaciones diplomáticas
-2ª Parte-

Periódico "La Verdad", Darién-Panamá, abril de 1953, páginas 5 y 8.

22 días, 16 horas y 30 minutos duraba, a principios del siglo 20, el viaje desde el interior del Chocó hasta la septentrional Juradó, según los cálculos de los misioneros claretianos, incluidos en su informe quinquenal 1911-1915: “El tiempo que se invierte para visitar estos poblados desde Istmina, es como sigue: hasta Pie de Pepé, un día; de aquí a la Boca de Pepé, en el Baudó, dos días; desde este punto, bajando el río Baudó hasta Pizarro, tres días y medio; de Pizarro a Pelisá, por el mar, cuatro horas y media; de aquí a Pavasa, día y medio; de Pavasa a Cuevita, un día; de este punto a Nuquí, día y medio; de Nuquí al Valle, un día; del Valle a Cupica, seis días; de Cupica a Coredó, cuatro días; de Coredó a Juradó, cerca del límite de Panamá, un día”[1].

Sean o no del todo precisos dichos cálculos, nos dan una idea de la enorme distancia que mediaba entre el Chocó formal, el de la Intendencia Nacional, y su más distante poblado en el distante Pacífico. De tal suerte que podría decirse, sin error, que Juradó era al Chocó lo que el Chocó a Colombia, un territorio lejano e ignoto, del cual poco se sabía, aunque en ambos casos del símil se pregonara su estratégica importancia para la soberanía y el desarrollo. Esa distancia enorme y no solamente geográfica, que había influido en el sentimiento separatista panameño, alimentaría también el descontento chocoano; con la diferencia de que este último no pasaría de unas cuantas consignas, unas cuantas izadas y batidas de bandera, y unos cuantos discursos y artículos de prensa.[2]

Sobre la base de ingredientes socioeconómicos, políticos, culturales y étnicos, relacionados con dichos tópicos, se resolverían en la cotidianidad de la gente de los pueblos limítrofes y vecinos las relaciones que, de parentesco y familiaridad, comercio y abastecimiento, intercambios culturales y vecindad, pasaron a tener carácter internacional y diplomático; con no pocos hechos de intemperancia de lado y lado, pues no resultó fácil para nadie reemplazar el libre tránsito por el cumplimiento de requisitos formales de identificación y nacionalidad, de aceptación social y legitimidad.

“Dos pueblos tristes y olvidados”

En abril de 1953, a escasas tres décadas del establecimiento oficial de relaciones diplomáticas entre Colombia y Panamá, cuya fecha inicial de inauguración es el 9 de julio de 1924, de la cual se están celebrando actualmente 100 años; en la página 5 del periódico La Verdad (Darién, abril de 1953)[3], una columna de opinión titulada “Así es el Chocó!” comienza con una sentencia lapidaria: “Chocó es a Colombia, lo que Darién es a Panamá: dos pueblos tristes y olvidados”.

La mitad del escrito, que en total tiene unas 350 palabras, es una explicación sucinta sobre historia y geografía del departamento del Chocó. La otra mitad es una vehemente ilustración sobre la riqueza natural y humana de la región y una fogosa defensa de las calidades de su gente.

El autor de la columna es Roberto Caicedo, un chocoano que vivía en Yaviza, donde era propietario de la “Sastrería Su amiga”, que garantizaba al “yavizano puntualidad y esmero”[4]. El texto fue claramente una respuesta a una especie de campaña en contra de la migración colombiana, en particular chocoana, hacia los pueblos más cercanos al territorio limítrofe entre los dos países, marcado por la colindancia entre el departamento del Chocó y la provincia panameña del Darién, cuyo atractivo de entonces era la enorme explotación industrial de maderas finas, llevada a cabo tanto por panameños como por gringos y centroamericanos, y fuente de empleo para una buena cantidad de chocoanos, que hasta ya llegaban con ese fin.

En ese sentido, el de la explotación de los recursos naturales como signo de progreso, el sastre y columnista Roberto Caicedo apuntala la defensa de su tierra natal en la prodigalidad de sus dones naturales. Culminado su recuento de la departamentalización del Chocó y de sus límites geográficos y políticos, anota: “Hemos visto pues, a grandes rasgos la expansión del territorio chocoano. Esa inmensa cantidad de tierra no es ni estéril ni amontañada… el Chocó, a despecho de quienes no lo crean, es la reserva nacional de Colombia... El Chocó tiene minerales -oro y platino-; tiene petróleo, maderas finas; allí todo se da y nada se niega; esto que digo no es una preponderancia, es una realidad comprobable”[5].

La columna de opinión del “chocoano clandestino”, como se denominaba entonces en tierras darienitas de Panamá a quienes no contaban con la documentación legal, concluye como empezó, con tono lapidario y apasionado: “No, señores, el Chocó no es “el castillo maldito donde los brujos de la ignorancia imperan”. En el chocó, como en todas partes del mundo, hay analfabetas; pero no en índice denigrante; porque no puede cundir la ignorancia en un lugar donde hay escuelas por doquier; donde hay especialmente barrios escolares”[6].

De amores y desamores

Así las cosas, mientras los migrantes chocoanos empezaron a no ser bien vistos en Panamá, aun después de la formalización de relaciones diplomáticas con Colombia; desde el Chocó se emitían señales algo contradictorias.

El 23 de abril de 1929, por ejemplo, el Intendente Nacional del Chocó, Jorge Valencia Lozano, celebra con alborozo la inauguración de un vuelo regular de la empresa Scadta entre Barranquilla y Colón, con escala en Sautatá, en el Bajo Atrato, donde funcionara un enclave agroindustrial y maderero. Aunque, claro está, Lozano celebra ante todo la inclusión del Chocó en el itinerario: “El Chocó se regocija de que, en el seno de su naturaleza opulenta, los aviones de Scadta hayan encontrado un crucero y una conexión para sus vuelos fecundos…, porque al adoptar uno de nuestros puertos para el enlace con el exterior, la Scadta coloca a Sautatá, uno de nuestros orgullos, en las riberas de las grandes rutas del universo, privilegio que reportará al Chocó nuevos y mejores días”[7].

Informe del Gobernador del transitorio Departamento de Quibdó (1910)
y del Prefecto Apostólico del Chocó 1911-1915.
Archivo El Guarengue.

Pero, dos décadas atrás, cuando el agravio de la pérdida de Panamá estaba más reciente, el gobernador del transitorio departamento de Quibdó, Guillermo O. Hurtado, no oculta su animosidad cuando, refiriéndose a las vías interoceánicas, incluye en su informe oficial de gobierno un augurio sobre el fracaso del canal interoceánico panameño: “La creencia general de que el canal de Panamá será un fiasco, aun después de terminado, aumenta el interés de los pueblos en el estudio de la zona por donde se hará firme, cómoda y definitivamente un canal a nivel”.[8]

Igualmente, además de dar casi por hecho un proyecto de canal a través del Chocó, el informe del gobernador Hurtado, de 1910, incluye una conjetura sobre la posibilidad de que el gobierno estadounidense ocupe parte del territorio chocoano en el Pacífico, para defender sus intereses en el Canal de Panamá: “Demostrado que las vías de San Pablo y Suruco son casi impracticables y que la de Truandó, lo mismo que las propuestas por Lecharme, Kelley y Bíonne, son muy costosas, las miradas del mundo entero se dirigen hacia la de Napipí y Cupica... De aquí que los americanos quieran hacer litigiosos los límites entre los Departamentos de Quibdó y Panamá, deseosos de tener algún pretexto para apoderarse de Cupica y evitarse la desastrosa competencia de otro canal por muchos conceptos superior al de Panamá y que echará por tierra sus anhelos de hegemonía continental”.[9]

Por su parte, la Prefectura Apostólica del Chocó se limita a reclamar acciones gubernamentales que garanticen cierto grado de presencia estatal colombiana en la frontera atlántica con Panamá; complementarias a las medidas militares que ya han sido tomadas. Sobre la Parroquia de Acandí, el informe de los misioneros claretianos 1911-1915 expone: “Situada en la parte occidental del golfo de Urabá, se compone de unas ciento veinte casas, distante como cinco horas del río La Miel, límite con Panamá. Tiene algún comercio con Cartagena. Por su situación geográfica merece toda la atención del Gobierno, y es urgente el establecimiento de una oficina telegráfica que ponga en comunicación la primera población del golfo de Urabá con el resto de la República. Esta medida y el hacer llegar hasta su puerto los buques que viajan de Cartagena a Quibdó, y viceversa, acaso fueran principio de un nuevo período de progreso material”[10].

“Ay, Colombia, Colombia, / si no nos quieres, / nos vamos pa’ Panamá”

20 años después de la columna de opinión de aquel sastre chocoano emigrante en Yaviza, Provincia de Darién, Panamá, que posteriormente sería sujeto de acusaciones directas sobre diversos delitos y contravenciones, por parte de las autoridades locales panameñas; otro chocoano, quibdoseño, médico eminente, músico admirable, Néstor Castro Torrijos, promovió la separación del Chocó y su constitución como Estado independiente o su anexión a Panamá.

Castro Torrijos, quien se convertiría en una eminencia de la neurología y la neuropsiquiatría nacional, compuso el himno de la separación chocoana de Colombia y su anexión a Panamá; idea de la cual posteriormente se retractaría, aunque únicamente para evitar la detención y el acoso por parte de unidades militares del Estado colombiano.

Chocó Federal
Himno separatista del Chocó
(Néstor Castro Torrijos)
[11]
 
Colombia, patria querida,
¿por qué nos abandonás
siendo de todos tus hijos
los que te queremos más…?
 
Ay, Colombia, Colombia,
si no nos quieres
déjanos en libertad (bis)
 
Lo que es a Cundinamarca
al Tolima y Boyacá
a esos sí les dan de toro
pero a los Chocoanos .
 
Ay, Colombia, Colombia,
si no nos quieres
déjanos en libertad (bis)
 
En las Naciones Unidas
hace tiempo se aprobó
para pueblos inconformes
libre determinación
 
Ay, Colombia, Colombia,
si no nos quieres
déjanos en libertad (bis)
 
Se llevan oro, platino,
maderas, peces y más,
se llevan nuestras riquezas,
tenemos que protestar.
 
Ay, Colombia, Colombia,
si no nos quieres
déjanos en libertad (bis)
 
Ay, Colombia, Colombia,
si no nos quieres
nos vamos pa’ Panamá.

Siguiendo la línea de la mencionada comparación entre el Chocó y el Darién en materia de olvido y abandono, publicada en la citada columna de Roberto Caicedo en el periódico La Verdad, y en el mismo sentido de la canción separatista de Castro Torrijos; años más tarde, el famoso músico quibdoseño Neivo de J. Moreno compondría El chocoanito inconforme. Con todo y la carga simbólica que conlleva su interpretación en dicho escenario, esta pieza musical del Maestro Neivo de J. fue interpretada el pasado 19 de julio de 2024 en Ciudad de Panamá, en el marco de un intercambio cultural, como parte de la conmemoración de los 100 años de relaciones diplomáticas entre Colombia y Panamá, por un grupo de músicos infantiles y juveniles de Batuta, integrantes de la Orquesta Sinfónica Libre de Quibdó y la Orquesta Sinfónica Juvenil de Puerto Asís.

Miguel Vicente Garrido, Néstor Castro Torrijos y Neivo de J, Moreno
FOTOS: Archivo El Guarengue y Archivo fotográfico y fílmico del Chocó.

De la misma fuente de inspiración de las obras musicales mencionadas, es decir, el abandono y el olvido de la región, proviene "Lamento chocoano", la hermosa y triste canción compuesta por el maestro de escuela de una remota aldea chocoana, casi en las fronteras con Panamá, [que] se cantó con tanta insistencia, con tanto fervor, que cinco días después de iniciado el movimiento la mayoría de sus intérpretes más entusiastas estaban afónicos. En aquellas salas cerradas, en aquel aire cargado de carbono y expectativa, las mujeres y los hombres escuálidos que cantaban su himno hasta el amanecer, parecían capaces de seguir cantando ese himno hasta el fin de los tiempos. Viéndolos y oyéndolos, uno se acordaba de "La Cucaracha" y "Adelita" en la revolución de México”; tal como la reseñara el entonces periodista García Márquez en su famosa serie “El Chocó que Colombia desconoce”, compuesta por cuatro magistrales reportajes, de los cuales “Historia íntima de una manifestación de 400 horas” fue el primero.

Esta serie se originó en el trabajo de cobertura periodística del diario El Espectador, de Bogotá, agenciado por el intelectual Primo Guerrero Córdoba, quien era entonces su corresponsal en Quibdó.[12] La manifestación aludida fue la protesta multitudinaria del pueblo chocoano derivada de las intenciones del gobierno militar de Rojas Pinilla de ponerle fin a la vida jurídica del departamento del Chocó y distribuir su territorio entre los departamentos vecinos, encabezados, cómo no, por Antioquia. Es septiembre de 1954. La elevación del Chocó a departamento aún no cumple 7 años.[13]

De tamboritos y mejoranas

La música, la bella música autóctona, compartida por obra y gracia de los ancestros comunes, no escapó tampoco a las diferencias que han signado la vida cotidiana de los pobladores de las fronteras, durante estos cien años de diplomacia colombo-panameña.

En su célebre serie “Los pasos del folclor colombiano”, mediante la cual recogió los aspectos centrales de la música y otras manifestaciones artísticas de todas y cada una de las regiones colombianas, el Ekobio mayor Manuel Zapata Olivella, incluyó una entrega titulada “El tamborito y la mejorana”, publicada en 1961.[14]

En este texto pionero, partiendo del reconocimiento de que “el litoral norte del Pacífico colombiano posee una de las más ricas y abandonadas vetas del folclor musical”, Zapata Olivella reseña como propios de dicha región, es decir, del Chocó, al Tamborito y a la Mejorana: “Los dos aires musicales propios de la región, la Mejorana y el Tamborito, son riquísimos en melodía, ritmo y en la copla”. Igualmente, reconoce también la existencia de un tamborito panameño, al cual llama “hermano gemelo del nuestro por sus primitivos componentes y orígenes étnicos”.[15]

Zapata Olivella identifica, ya desde aquella época (hace más de 60 años), factores de florecimiento en el lado panameño y de menoscabo en el lado colombiano, en relación con el Tamborito: “el proceso de revitalización y enriquecimiento que se opera en el Tamborito panameño -hermano gemelo del nuestro por sus primitivos componentes y orígenes étnicos- es muy contrario en Panamá que en Colombia. Allá, al ser encumbrado a la categoría de expresión nacional, ha recibido el estímulo del gobierno y de los artistas, en tanto que el tamborito colombiano, menospreciado y refundido en el aislamiento costanero, al igual que su desafortunado cultivador, el costeño del Pacífico, ha venido en mengua…”.[16] Y concluye, de modo perentorio: “El Tamborito panameño, no solo se ha aristocratizado con la afluencia de instrumentos orquestales, sino que su baile, así como su vestuario, han adquirido tales riquezas que, a su lado, el Tamborito chocoano, aparece como un olvidado miembro de familia caído en desgracia”[17].

Manuel Zapata Olivella
FOTO: Hernán Díaz.

El texto de Manuel Zapata Olivella muestra lo innecesario y fútil que resulta convertir la reivindicación de una manifestación artística como propia en una especie de simbólico campo de batalla cultural o en un campeonato ficticio de paternidad; en este caso entre Colombia (el Chocó, específicamente) y Panamá, en relación con la cuna y origen del Tamborito y la Mejorana, echando en saco roto cuestiones claves como el origen común y las comparticiones históricas de dichas manifestaciones en territorios comunes, como el Chocó Biogeográfico.

“Sea panameño: Impida la entrada de 'Chocoanos Clandestinos' a Darién”

Tres décadas después de formalizadas las relaciones diplomáticas entre Colombia y Panamá, numerosos chocoanos, principalmente de la Costa Pacífica, han cruzado y siguen cruzando la frontera en busca de trabajo, dado el boom de la explotación industrial de maderas finas y otros productos de las prolíficas selvas del Darién, ahora panameño; al igual que el vertiginoso desarrollo infraestructural de Ciudad de Panamá, el crecimiento agroindustrial de otras provincias como Chiriquí y el auge portuario y comercial de Colón. Sin embargo, su presencia -antes de vecinos y parientes, ahora de nacionales de otra república- empieza a no ser tan aceptada como antes.

La primera página de la primera edición del periódico “La Verdad”, publicado en Panamá en noviembre de 1952, titula a cuatro columnas: Los "Chocoanos" Invaden al Darién. Y en el primer párrafo de la nota bajo este título expresa: “Los “chocuanos”, como despectivamente se les llama aquí a los colombianos que han cruzado clandestinamente la frontera del Jaqué, han arribado a las costas darienitas como mangas de langostas”[18].

Dos años después, cuando el periódico “La Verdad” ya es editado en la propia provincia de Darién, la cintilla promocional o banner de remate de la página 5 de la edición N° 15, instiga sin pudor alguno: “Sea panameño: Impida la entrada de 'Chocoanos Clandestinos' a Darién”.[19] El trato de parias que desde las páginas de este periódico recibirán los chocoanos en aquellos años será materia de una nueva entrega de esta serie de El Guarengue, con motivo de los 100 años de relaciones diplomáticas entre Colombia y Panamá.


[2] Una completa relación y análisis de los movimientos chocoanos separatistas de Colombia y/o anexionistas a Panamá se puede leer en: “La independencia nacional del Chocó ayer y ahora. Una perspectiva afrocentrada del movimiento popular revolucionario por la Independencia del Chocó”. Rafael Andrés Urrego Posada. Trabajo de Grado presentado para optar por el título de Antropólogo. Universidad Nacional de Colombia. Facultad de Ciencias Humanas. Departamento de Antropología. Bogotá 2010. 243 pp.

[3] ASÍ ES EL CHOCÓ. Por Roberto Caicedo. La Verdad. DARIEN R. de P., ABRIL de 1953. AÑO I N° 6. 10 pp. Pág. 5.

[4] La Verdad. Darién, República de Panamá, abril de 1953. Año I, N° 6. 10 pp. Avisos publicitarios, página 8.

[5] ASÍ ES EL CHOCÓ. Por Roberto Caicedo. Artículo citado.

[6] Ibidem.

[7] Díaz Cañadas, Gonzalo. 2018. Scadta y los inicios de la aviación comercial en el Chocó. La primera pista de acuatizaje en la ciudad de Quibdó fue el río Atrato.

[8] Informe del Gobernador del Departamento de Quibdó al Señor Ministro de Gobierno. 1910. Quibdó, Imprenta Oficial. 51 pp. Pág. 29.

[9] Ibidem.

[10] Francisco Gutiérrez C. M. F., diciembre de 1915. Informe oficial que rinde el Prefecto Apostólico del Chocó a la Delegación Apostólica, 1911-1915. Bogotá, Imprenta Nacional, 1916. 118 pp. Pág. 80.

[11] La letra ha sido transcrita con base en cuatro versiones de memoria de nativos del Chocó, con base en el texto incluido en: Alejandro Tobón Restrepo y otros (2005). Entre Sones y Abozaos. Aproximación etnomusicológica a la obra de tres músicos de la tradición popular chocoana. Universidad de Antioquia, Grupo de Investigación Valores Musicales Regionales, Colección premios nacionales de cultura.

[12] Gabriel García Márquez. El Chocó que Colombia desconoce. HISTORIA ÍNTIMA DE UNA MANIFESTACIÓN DE 400 HORAS (I). En: Crónicas y reportajes. Instituto Colombiano de Cultura. Bogotá, Editorial Andes. Junio de 1976. 518 pp. Pág. 197.

[13] Sobre Primo Guerrero Córdoba y su papel en la vida política del Chocó, ver en El Guarengue: *Dos periodistas ejemplares: https://miguarengue.blogspot.com/2023/02/dos-periodistas-ejemplares-reinaldo.html y *Cuando la Historia hace su agosto. Unas cuantas efemérides…”de la historia nuestra, caballero”: https://miguarengue.blogspot.com/2023/08/cuando-la-historia-hace-su-agosto-unas.html

[14] Manuel Zapata Olivella: Los pasos del folclor colombiano. El tamborito y la mejorana. Boletín Cultural y Bibliográfico, Vol. IV, Nº 8, Bogotá, Banco de la República, 1961, pp. 764-765. https://publicaciones.banrepcultural.org/index.php/boletin_cultural/article/view/6234/6450

[15] Ídem. Ibidem. Pág. 764.

[16] Ibidem. Pág. 764. El destacado en negritas no es propio del texto original.

[17] Ibidem. Pág. 765

[18] Periódico “La Verdad”, Panamá, noviembre de 1952. Año I, N° 1. Pág. 1

[19] Periódico “La Verdad”. Darién, República de Panamá, marzo de 1954, N° 15. Pág. 5


lunes, 22 de julio de 2024

 “Si un día, Colombia, llego a rebelarme, 
te pido, mi patria, sepas perdonarme”[1]

-A propósito de los 100 años de relaciones 
diplomáticas entre Colombia y Panamá-

1-Mapa de Juan Ogilby, 1671. Foto: IGAC. 2-Quibdó 1925, Foto: Misioneros Claretianos. 3 y 4-Promoción concierto conmemorativo. Fotos: Fundación Nacional Batuta de Colombia.

Se conmemoran cien años de relaciones diplomáticas entre Colombia y Panamá. El 9 de julio de 1924, cuando se acreditó por primera vez un diplomático colombiano ante el gobierno panameño, es considerada fecha oficial del comienzo de la relación entre los dos países[2]; que -más allá del lugar común- sí son literalmente hermanos, por razones biogeográficas, históricas, étnicas y culturales.

Aunque durante un siglo ha sido tramitada formalmente por las cancillerías, desde Bogotá o Ciudad de Panamá, como capitales y sedes de gobierno, una buena parte de la relación entre estos dos países ocurre en la práctica en escenarios diferentes a dichas metrópolis, entre la gente de los pueblos de la Provincia de Darién (capital: La Palma) y las comarcas indígenas de Guna Yala (cabecera: Gaigirgordub) y Embera-Wounaan (cabecera: Unión Chocó), del lado panameño; y al otro lado, en la esquina de Colombia, el Departamento del Chocó, cuyo territorio septentrional cubre la totalidad de la frontera, a través de los municipios de Acandí en el Atlántico y Juradó en el Pacífico.

Por ello, resulta de interés darle una mirada a algunas percepciones, imaginaciones y decisiones de las autoridades de Colombia y del Chocó, durante los años previos y cercanos a la aceptación nacional del hecho de que Panamá, aunque ya no nos pertenecía políticamente -y había que reconocerla como una igual y no verla como una hija levantisca e insumisa- seguía siendo una hermana, de sangre, de historia y de cultura, que cantaba y danzaba, sentía y contaba, vivía y soñaba, como su parentela chocoana de Juradó y Acandí, Bahía Solano y Nuquí, y su gente Caribe del Caribe colombiano; por donde pasaba y hasta donde llegaba una gasolina (canoa con motor) llamada La Pangora (cangrejo de piedra o de roca), que además de llegar a Taboga (isla Panameña) sube hasta el Cabo de la Vela:

“De todas las gasolinas / me gusta más La Pangora/ porque es la que más camina/ con ella llego a Taboga/ … / Que yo me voy pa’ Cartagena / me voy con la niña Elena/ … /Ya voy subiendo al Cabo de la Vela/ me voy con la niña Elena/ ...Una canoa e’ pambile/ y un motorcito ‘e Taboga/ para irme con mi morena/ gozando sobre las olas”[3]

Una cierta sospecha y una cierta mirada

Dos décadas transcurrieron antes de que Colombia, el 8 de mayo de 1924, finalmente reconociera a su antiguo Departamento de Panamá como una república independiente; para, dos meses después, dar comienzo a las relaciones diplomáticas cuyo centenario se está conmemorando.

En esos veinte años largos de tensión, de ires y venires, dimes y diretes, el vecino más próximo a la incipiente nación, es decir, el Chocó, fue objeto de todo tipo de sospechas y vigilancias, prevenciones y señalamientos; sotto voce unas veces, otras a grito herido, por parte de sectores de poder conservadores y militares del centro del país. Ello contribuyó, en parte, a que la región chocoana obtuviera de los gobiernos nacionales una mirada más atenta; pues, según las malas lenguas, un día habría también un grito de independencia en el Chocó, seguido de su anexión al que un Intendente militar del Chocó llamaba el “departamento rebelde”: Panamá.

El afán de “vigilar las fronteras del Chocó … para asegurar en dichos lugares la integridad del territorio nacional, amenazada por usurpación de los panameños”[4], y prevenir la posible secesión del Chocó, conduciría, por ejemplo, a la fundación -en 1935- de una colonia agrícola en la bahía de Solano, con colonos de diversos sitios del país; y, a comienzos de la segunda década del siglo XX, a incentivar procesos de colonización en Acandí, basados en ofertas de concesión de áreas de explotación de recursos naturales; a reforzar la presencia del Estado, mediante la construcción de escuelas, el establecimiento de puestos militares y de policía en las poblaciones fronterizas, y el nombramiento de inspectores y corregidores; así como, en un momento de alta tensión, a la creación de sendas comisarías militares en Juradó y Acandí, en junio de 1911.

La soberanía como vigilancia

Informe del Gobernador de Quibdó, 1910. 
Archivo El Guarengue.

De su propia cosecha, en el ámbito regional, el gobernador -entre agosto de 1909 y abril de 1910- del transitorio departamento de Quibdó, Guillermo O. Hurtado, promovió la creación de un mecanismo de guardia y custodia de tráfico y comercio en las áreas colindantes, para el cual solicitó un velero; en lugar de una gasolina, que era como se denominaban las primeras canoas o lanchas motorizadas, que posteriormente serían llamadas Johnson, en alusión a la marca de los primeros motores fuera de borda que se popularizaron en la región costera del Pacífico chocoano y panameño.

En su informe al Ministerio de Gobierno, en 1910, el gobernador Hurtado anota al respecto: “Para vigilar la frontera, impedir el sondeo de nuestras bahías y el estudio de las regiones limítrofes con Panamá y para celar el contrabando, solicité la creación de un Resguardo Ambulante en las Costas del Pacífico desde Utría hasta Punta Ardita y obtuve la expedición del Decreto Ejecutivo N° 519 de 22 de noviembre [de 1909], al cual sólo faltó que se autorizase a dicho Cuerpo para adquirir un velero, ya que no una gasolina apropiada a sus correrías… Por Decreto Número 560 de 6 de diciembre se creó otro Resguardo en Nuquí…”[5]. Dado que al final de su informe presenta algunas propuestas acerca de cómo reestructurar el funcionamiento de la Intendencia, el Gobernador Hurtado concluye que el entonces Municipio de El Litoral (que comprendía los actuales Nuquí, Bahía Solano y Juradó) podría convertirse en una entidad militar, que cubriera tanto la seguridad de la frontera como el recaudo de rentas y el control de mercancías. “Si al organizarse la Intendencia en la forma que más adelante propongo, el Municipio de El Litoral pasa a ser una Prefectura Militar y se radica allí una sección de la Gendarmería Nacional, podrá eliminarse el Resguardo Ambulante”.[6]

Concluido el experimento, del presidente Rafael Reyes, de la departamentalización masiva de ciudades y regiones del país, el Chocó regresó a su condición de Intendencia Nacional, lesionado en su territorialidad anterior; pues, por ejemplo, Murindó, Turbo y Arquía se quedaron en Antioquia y varios poblados del suroccidente (Argelia, Salmelia, Florida, Versalles y Cajamarca) se integraron al territorio del Valle del Cauca.[7] Para suceder al Gobernador Guillermo Hurtado, fue nombrado como Intendente Nacional el General Justiniano Jaramillo, quien había llegado a Quibdó en calidad de Administrador de Hacienda Nacional y por delegación oficial había presidido el Consejo verbal de guerra que sentenció a la pena capital a Manuel Saturio Valencia, en mayo de 1907.[8]

Periódico ABC, Quibdó,
agosto 6 de 1914.
Foto: Archivo fotográfico
y fílmico del Chocó.

El General Jaramillo había, también, dirigido expediciones oficiales por Salaquí, Cacarica, Acandí y otros poblados del Darién chocoano de Colombia, para corroborar la situación de las fronteras en cuanto a posibles intenciones separatistas. Precisamente, su antecesor en el gobierno de la región, el Gobernador Hurtado, lo había nombrado jefe de una de esas misiones, a la que viajaría acompañado del famoso ingeniero Rodolfo Castro Baldrich, quien fuera varias veces Ingeniero de Obras de la Intendencia del Chocó, además de responsable del trazado y constructor principal de las carreteras Quibdó-Bolívar (Antioquia) y Quibdó-Istmina, así como constructor del antiguo Hospital San Francisco de Asís y del primer puente sobre el río San Juan para cruzar del centro de Istmina al barrio Pueblo Nuevo; y, además, padre de los famosos profesionales Rubén, Néstor y Ligia Castro Torrijos, quienes también fueron músicos y compositores de gran aporte al patrimonio musical del Chocó.

El General Justiniano Jaramillo y el ingeniero Rodolfo Castro fueron nombrados mediante el Decreto número 37 del 28 de agosto de 1909, que fue aprobado por el Ministro de Guerra, General Luis Enrique Bonilla, y "por el cual se dispone el envío de una Misión al Municipio de Acandí"[9]. El gobernador Hurtado justifica ampliamente y con detalle la expedición de este decreto: “Los límites entre este Departamento y el de Panamá en la Costa Atlántica, que las leyes y contratos fijan en el Cabo Tiburón, venían siendo motivo de dudas y disputas entre las autoridades que gobiernan las vegas del río La Miel. Siempre ha poseído y administrado el Cauca (ahora el  Chocó) la banda oriental de dicho río, siendo sus aguas el verdadero lindero entre las dos entidades; pero como en algunos  documentos oficiales no se menciona ese  río sino el  Cabo Tiburón, lo que  nos quitaría diez  kilómetros de  costas  valiosas, y una bahía de  buen  fondo, si así  fuese, empezaron las  autoridades de  Panamá a ejercer actos de jurisdicción de este lado de La  Miel, a ganarse  las simpatías de los naturales y a visitar con frecuencia la bahía de Sapzurro en  gasolinas tripuladas  por  Gendarmes, hechos que me movieron a dictar el Decreto número 37 de 28 de Agosto…”[10].

Jaramillo y Castro entregan un informe de misión, acompañado de un detallado mapa de la zona, incluyendo los posibles límites con Panamá. El gobernador Guillermo Hurtado se deshace en elogios sobre su trabajo y los nombra “acreedores de la gratitud nacional” por el valioso servicio prestado: “El Informe que han rendido y el Mapa que lo acompaña son obras que honran a sus autores y los hacen acreedores a la gratitud nacional. Los derechos de Colombia en la región del Atlántico limítrofe con Panamá han quedado comprobados con el testimonio jurado de personas imparciales y de hoy en adelante el Gobierno encontrará en el informe y mapa ameritados todos los datos que necesite sobre extensión, riqueza, puntos estratégicos, puertos, producciones y administración de aquel pedazo de su territorio”[11]. Una comisión similar habrá de hacerse, muy pronto, al área limítrofe del Pacífico chocoano.

“Llegado el caso todos los chocoanos sabrán cumplir con su deber”[12]

Llega, pues, al cargo de Intendente Nacional del Chocó el General Justiniano Jaramillo, que ejercerá entre diciembre de 1910 y 1912; luego de haber desempeñado varias funciones oficiales en la región.

Para el General Jaramillo, está claro que son infundios todas las aseveraciones sobre posibles tendencias secesionistas en el pueblo chocoano y su naciente dirigencia. Y así se lo hace saber al gobierno nacional en el informe de gestión que presenta el 30 de julio de 1911, en el que de entrada explica: “Es de advertirse que el Chocó nunca ha sido refractario a los beneficios de la paz, como lo han insinuado al Gobierno Nacional individuos poco escrupulosos... De este falso concepto nació la leyenda del separatismo latente en el corazón de los chocoanos; fábula en la que nadie cree y de la cual se han servido personas apasionadas, acaso insidiosamente o sin medir el alcance de tan odiosa especie, que hiere a un pueblo patriota, exponiéndolo al desprecio del resto del país”[13].

Sin ocultar que parte de su tarea ha sido investigar sobre el particular en la región chocoana, continúa el Intendente Jaramillo su informe: “Afortunadamente se ha hecho la luz en esta tenebrosa intriga. El Gobierno tiene datos fidedignos sobre el particular, y la justicia persigue a los calumniadores. Se sabe, por otra parte, que los hijos del Chocó nunca han puesto en peligro la integridad nacional y que, por el contrario, este territorio, en donde abunda el sentimiento patriótico de la nacionalidad, será baluarte inexpugnable en donde encallarán las pretensiones de aventureros e invasores que quisieran panamizarlo”[14]. Es el Chocó, según el General Jaramillo, cuando sus pesquisas se lo confirman: “…Pueblo leal, enemigo de quimeras, que a cada paso puede dar pruebas del más acendrado patriotismo”, de “índole pacífica… sencillez y patriotismo…”[15]. “En la tierra chocoana crece el sentimiento patrio, no como planta exótica, sino libre y espontáneamente. Llegado el caso todos los chocoanos sabrán cumplir con su deber”[16], concluye rotundo.

La presunta complicidad chocoana con fuerzas panameñas o americanas

Con la misma claridad con la que elogia al Chocó, el informe de 1911 del General Jaramillo como Intendente, ilustra acerca de los móviles de la presencia de tropas en este territorio; los cuales están claramente relacionados con la creencia, en las diversas instancias de gobierno, incluida la administración intendencial, en manos de Jaramillo ahora y antes en las de Pedro Sanz Rivera, Intendente entre junio y diciembre de 1910, y posteriormente secretario de la Sala de Asuntos generales de la Corte Suprema de Justicia; de que existía una conspiración chocoana en contra de la nación colombiana. Al respecto, el informe anota:

“La venida al Chocó de la fuerza pública obedeció, según se dijo, al peligro de ocupación a mano armada de parte del territorio colombiano en los Distritos de Acandí y el Litoral por fuerzas panameñas o americanas, en connivencia con algunas personas del Chocó”[17].

Es decir, aun con la abundancia de declaraciones elogiosas sobre el patriotismo chocoano contenidas en el informe del General Jaramillo, queda claro que la presencia de la fuerza pública en el Chocó de entonces tenía como fin principal establecer la realidad de las acusaciones que rondaban en diversos ámbitos políticos sobre la existencia de un complot regional.

De hecho, como lo revela el General Justiniano Jaramillo, en su Informe como Intendente Nacional del Chocó, al comandante militar Coronel Humberto Armella lo movía más la animosidad que el amor patrio cuando vino al Chocó: 

“El Jefe de la guarnición mencionada, con bastante franqueza, manifestó después de su regreso a Bolívar, haber venido al Chocó bajo la más desagradable de las impresiones, creyendo encontrar un pueblo rebelde, empapado en la idea de separatismo, idea que debía tener muchos prosélitos. Por fortuna vino, vio y juzgó. La visita de este soldado de la República, completamente imparcial, es la justificación más completa del pueblo chocoano. Su información ha sido decisiva”[18].

Para el gobierno nacional, era necesario que un oficial militar y su tropa recorrieran el Chocó investigando, para asegurarse de la lealtad nacionalista de la región y su gente hacia la patria colombiana. Cumplido lo cual, al General lo asiste la tranquilidad suficiente para afirmar gradilocuentemente: “Ya nadie recuerda la traición de Panamá, sino como motivo de execración o para rechazar la insistencia malévola de quienes han querido dar a un pueblo altivo el sambenito de separatista”[19]. Y para sostener, a pesar del dictamen del soldado imparcial, que “cuanto más premunido está el Gobierno contra toda asechanza o agresión extranjeras, habrá más conveniencia, y por lo mismo la presencia de una guarnición respetable en la Intendencia Nacional del Chocó, lejos de ser un inconveniente, es y ha sido siempre medida de precaución bien importante”[20].

Tropas, adoctrinamiento e inmigrantes

Militarizar las fronteras, crear en ellas colonias agrícolas para inmigrantes del interior del país y convertir las escuelas en centros de adoctrinamiento en materia de amor patrio y oposición a cualquier propaganda separatista, son las propuestas de ejercicio de soberanía del Intendente Jaramillo, en su informe de 1911. El Chocó es el escenario donde se resuelve y concreta esta perspectiva poco diplomática de relacionamiento con Panamá, el “departamento rebelde”.

El General Jaramillo considera que las Comisarías militares de Juradó y Acandí deben ser útiles “tanto para vigilar las fronteras del Chocó como para asegurar en dichos lugares la integridad del territorio nacional, amenazada por usurpación de los panameños”.[21] Algo así como lo que medio siglo después se llamarían campañas cívico-militares: “Con entidades especiales en las fronteras se vigilará directamente y se evitará toda usurpación de dominio, haciendo al mismo tiempo de aquellos lugares incultos y despoblados, colonias agrícolas cuya importancia y utilidad a nadie se le esconden”.[22]

En ese mismo sentido, la apertura de establecimientos educativos tiene un fin claro, que no es precisamente honrar el derecho a la educación: “…es de imprescindible necesidad crear ante todo escuelas en Acandí, Titumate y Fernández Madrid, situadas en el litoral occidental del golfo de Urabá; así como en el Valle, Cupica y Juradó, en las costas del Pacífico, territorios ambos adyacentes al Departamento rebelde. Escuelas estas que deben tener por primordial objeto sembrar e intensificar el amor a la Patria y contrarrestar la emigración y la propaganda adversa de los hijos desnaturalizados que han abandonado el territorio colombiano.[23]

“Colombia, mi patria, por qué no me quieres / por qué tú me niegas lo que otros ya tienen”[24]

De alto valor simbólico es el hecho de que 11 músicos, de edades entre 12 y 17 años, de la Orquesta Sinfónica Libre y la Fundación Batuta, de Quibdó, en compañía de otros 11 del Putumayo, hayan sido parte del acto central de conmemoración de los 100 años de relaciones diplomáticas entre Colombia y Panamá; en el concierto Sonidos del Centenario, en Ciudad de Panamá, este 19 de julio. Y que uno de los temas escogidos haya sido El chocoanito inconforme, del Maestro Neivo de J. Moreno, gran parte de cuya letra podría ser cantada indistintamente por el Chocó o por Panamá para recordarle a Colombia su maternal y patria indolencia con algunos de sus hijos.

Don Delfino Díaz Ruiz, egregio intelectual, periodista y político chocoano, fue Cónsul ad honorem de la República de Panamá en el Chocó, desde 1925. Su hijo, Delfino Díaz Mendoza, padre del inolvidable Mono Díaz, lo reemplazó en el cargo en octubre de 1930. FOTO: Archivo fotográfico y fílmico del Chocó.


[1] Canción: El chocoanito inconforme, composición del Maestro Neivo de J. Moreno.

[2] Cancillería. Embajada de Colombia en Panamá. Colombia y Panamá, Cien años de relaciones diplomáticas. Grandes hitos 1924-2024. Julio de 2024. 38 pp. Pág. 3.

[3] Aunque la transcripción incluida en la presentación del video no es la más correcta, esta versión del Grupo Bahía, de Hugo Candelario González, es una de las más fieles a la letra y cadencia original de La Pangorahttps://www.youtube.com/watch?v=h-92YztXinI 

La famosa canción Taboga, una de cuyas versiones más conocidas es de la Dimensión Latina, de Venezuela, https://www.youtube.com/watch?v=PRsWFQONl00es obra del compositor panameño Ricardo Fábrega (1905-1973) - (https://panamapoesia.com/pt55.htm)

[4] Informe del Intendente Nacional del Chocó al Señor Ministro de Gobierno. Edición oficial. Bogotá, Imprenta Nacional, 1911. 31 pp. Pág. 10.

[5] Informe del Gobernador del Departamento de Quibdó al Señor Ministro de Gobierno. 1910. Quibdó, Imprenta Oficial. 51 pp. Pág. 31.

[6] Ídem. Ibidem.

[8] Velásquez, Rogerio. Las memorias del odio. Colcultura, Biblioteca del Darién N° 3. Noviembre de 1992. 95 pp. Pág. 64, 81.

[9] Informe del Gobernador del Departamento de Quibdó al Señor Ministro de Gobierno. 1910. Quibdó, Imprenta Oficial. 51 pp. Pág. 34.

[10] Ídem. Ibidem. Pág. 33-34

[11] Ibidem. Pág. 34

[12] Informe del Intendente Nacional del Chocó al Señor Ministro de Gobierno. Edición oficial. Bogotá, Imprenta Nacional, 1911. 31 pp. Pág. 5

[13] Ídem. Ibidem.

[14] Ibidem.

[15] Ibidem. Pág. 6

[16] Ibidem. Pág. 5

[17] Ibidem. Pág. 6

[18] Ibidem.

[19] Ibidem.

[20] Ibidem. Pág. 5

[21] Ibidem. Pág. 10

[22] Ibidem. Pág. 7

[23] Ibidem. Pág. 22

[24] Canción: El chocoanito inconforme, composición del Maestro Neivo de J. Moreno.

Concierto Sonidos del Centenario: https://fb.watch/tu9OYxLZLY/