lunes, 21 de marzo de 2022

 Estampas quibdoseñas (II)

Luis Padilla Abadía,
General de la Guerra de los Mil días,
quibsoseño y liberal.

Corrían los años treinta del siglo veinte. La Empresa de Automóviles Meluk y Nauffal ofrecía en su publicidad del periódico ABC, de Quibdó, “los mejores automóviles de la ciudad, los más cómodos y silenciosos”, con “choferes cultos” caracterizados por su “complacencia con los clientes”. Chagüí Hermanos, firma comercial de importadores y exportadores, con negocios en Cartagena, Cereté, Quibdó e Istmina, a través de su empresa de navegación fluvial, ofrecía a su clientela los buques Bogotá, por el río Atrato, Damasco, por el río Sinú, Leonor María y Sinú, por el río Magdalena. Además de comprar platino, oro y caucho, Chagüí Hermanos vendía abarrotes, comestibles y leche Klim, “la mejor de las leches conservadas”. “Cuide a sus hijos alimentándolos con la inmejorable Leche Klim”, recomendaba su aviso publicitario en el periódico ABC, donde también se anunciaba la firma de los hermanos Meluk, “agentes del Vapor Atrato, uno de los más cómodos y rápidos de cuantos hacen el recorrido de Cartagena a esta ciudad, de la Compañía Colombiana de Tabaco, de los específicos Zendejas y de los productos de los famosos Laboratorios Uribe Ángel de Medellín, los más grandes y acreditados del país”.

Iglesia parroquial de Quibdó, 1930.
FOTO: Misioneros Claretianos.

El lunes 18 de marzo de 1935, además de los avisos publicitarios, en la sección Notas locales del periódico ABC, los quibdoseños leyeron: “Continúa gravemente enfermo el General Luis Padilla. Sería muy grato para nosotros poder anunciar su restablecimiento[1]Pero, este anuncio no fue posible, pues dos días más tarde, el miércoles 20 de marzo, a escasos veinte días de cumplir 67 años de vida, falleció en Quibdó, donde también había nacido, este general liberal de la Guerra de los Mil días, recordado por sus triunfos en Istmina, Aguadulce (Panamá), el Morro de Tumaco, Tutunendo y Tadó, por su papel como jefe civil y militar del Atrato y el San Juan, y por su valentía y lealtad a la causa liberal y al General Benjamín Herrera, el mismo cuyo busto -levantado en su homenaje por la Intendencia del Chocó en 1936- ocupó durante varios años el centro de una glorieta al pie del edificio de la Gobernación del Chocó, en Quibdó, y fue destruido y vendido como chatarra, según reportes y denuncias del reconocido arquitecto y Vigía del patrimonio Douglas Cújar Cañadas[2]

Cuatro años y medio antes de su fallecimiento, Luis Padilla Abadía -nacido el 8 de abril de 1868, de la pareja formada por Emiliano Padilla y Mercedes Abadía-, se había posesionado como alcalde de la ciudad ante el Juzgado municipal de Quibdó, en la mañana del viernes 5 de septiembre de 1930. Su nombramiento, junto con el de Manuel María Arcos como Prefecto de la Provincia de Atrato, lo había hecho pocas horas antes, en la tarde del jueves, el también recién posesionado Intendente Nacional del Chocó Heliodoro Rodríguez, quien hasta ese momento se desempeñaba como Juez segundo del Circuito de Atrato, cargo en el cual fue reemplazado por el famoso intelectual y educador Matías Bustamante Mesa.

El periódico ABC registró los nombramientos del prefecto y el alcalde, en su edición del 5 de septiembre de 1930: “En las horas de la tarde de ayer fueron nombrados por la intendencia, los señores Manuel María Arcos y Luis Padilla, prefecto de Atrato y alcalde de Quibdó, respectivamente”, en una nota en la que se refirió a ambos funcionarios en los mejores y más elogiosos términos:

“De la actitud y honradez del señor Arcos, quien ha desempeñado por algún tiempo ese puesto, nada tenemos que decir. Su designación ha sido recibida con satisfacción por parte de todos los elementos que saben de los profundos conocimientos de que dispone este caballeroso amigo, sin distingos políticos.

 

En cuanto al señor Padilla, hombre aplomado, progresista y de capacidades para el desempeño de ese puesto, no es una amenaza para nadie. Un reportero de este diario tuvo una corta conversación con él, en la cual se mostró muy optimista con respecto al futuro de la ciudad. Dijo el señor Padilla: Mis esfuerzos tenderán a buscar la armonía entre todos los que soliciten justicia. La política quedará proscrita en la administración que voy a iniciar. Por el momento trato de buscar un secretario que posea capacidades y buena voluntad. Otro de mis empeños será el de armonizar en lo posible mis actuaciones con las del concejo.

 

El señor Padilla expuso un corto programa de gobierno que, si las circunstancias le permitieren llevar a cabo, Quibdó podrá decir “tenemos un buen alcalde” [3].

Seis semanas después de su posesión, acompañado de su secretario, Balbino Arriaga Castro, el alcalde Padilla Abadía viajó a Yuto con el fin de recibir el edificio de la nueva escuela, que había sido construido conjuntamente por la Intendencia y el municipio. El último día de octubre, los dos funcionarios firmaron el “decreto número 56 de 1930 (octubre 31) por el cual se crea la junta organizadora de las solemnidades del centenario de la muerte del Libertador”, integrada, según lo mandado en el decreto, por Julio Strauch (quien se desempeñaba como Secretario de Gobierno de la Intendencia), Agustín Rey Barbosa, Rodolfo Castro Baldrich, Manuel Agustín Santacoloma, Vicente Martínez Ferrer, Miguel Ángel Ferrer y el padre José Miró, cura párroco de la ciudad.

Por esos días, Quibdó vivía un gran fervor patriótico, incentivado por los preparativos para la conmemoración del centenario de la muerte del Libertador, de los cuales formaba parte aquel decreto.[4] Cuatro años y cinco meses después, moriría el ya exalcalde y veterano de la Guerra de los Mil días, General Luis Padilla Abadía, el 20 de marzo de 1935. Consternado, el Directorio Liberal Municipal expediría la resolución “por la cual se honra la memoria de un eminente ciudadano liberal”.

El Directorio Liberal Municipal

 

Considerando:

Que acaba de fallecer en la ciudad el señor general don Luis Padilla, destacada unidad del liberalismo;

Que el extinto, desde su juventud, prestó a la causa de sus predilecciones el contingente de sus simpatías, esfuerzos y servicios, en todo campo;

Que desde la guerra civil de 1899 a 1902 Padilla actuó al lado de otros jefes liberales como unidad sobresaliente y desempeñó el cargo de jefe civil y militar de la Provincia del San Juan que le confiere el de jefe supremo de la guerra en el Chocó; el de jefe de estado mayor y el de jefe civil y militar del Chocó;

Que en esas actividades tocó a Padilla medir las armas liberales con las del adversario, con resultados positivos para las de nuestra santa causa;

Que es deber de las sociedades cultas y bien organizadas rendir homenaje a los que se esfuerzan por servirlas, en cualquiera de los campos de acción.

 

Resuelve:

Artículo 1º.- El Directorio Liberal Municipal de Quibdó lamenta la desaparición del señor general don Luis Padilla, decidido servidor de la causa; reconoce públicamente los importantes servicios que él le prestó y recomienda a la ciudadanía sus ejemplos y virtudes como dignos de ser imitados.

 

Artículo 2º.- Copia autógrafa de esta resolución será publicada por la prensa y puesta en manos de la señora viuda e hijos del extinto jefe, por una comisión compuesta de tres miembros de este directorio.

 

Dada en Quibdó, marzo 20 de 1935. El presidente, Gregorio A. Conto y Q.

Cuatro días después de la sentida resolución motivada por el fallecimiento del veterano patricio liberal Luis Padilla Abadía, se reuniría “la Asamblea Liberal del Atrato convocada por la Dirección Nacional del Partido con el objeto de elegir Directorio Liberal de la Provincia”, con la participación de una veintena de delegados de los diversos municipios: por Quibdó, Neftalí Murillo, suplente de Emilio Meluk; Ricardo Ferrer F., Cicerón Quejada, Conrado Coutin R., Juan María Moreno, Camilo Mayo C. Por Bagadó, Guadalupe Rivas Polo, Diego Torrijos B. Por Riosucio, Juan R. Córdoba, Armando Meluk. Por El Carmen, Rodolfo Castro Aluma, Miguel Ángel Ferrer. Por Acandí, Simón Mosquera, Teliso Vivas, Ernesto Cuesta M. Por Juradó, Andrés Fernando Villa, David Ochoa. Por Nuquí: Vicente Murillo, Roque J. Peñate. “Auguramos completo éxito a las labores que ha desarrollado la Asamblea Liberal que se instala en los momentos de una crisis dentro de la disciplina del partido, y sin la cual no hay posibilidades de éxito en los próximos comicios”, remataba su nota informativa el periódico ABC.[5]

En ese momento, gobernaba la Intendencia Adán Arriaga Andrade, quien hacía poco más de un mes había inaugurado y puesto al servicio del pueblo chocoano el Hospital San Francisco de Asís, concluyendo la gestión que había comenzado y financiado en su etapa final el Intendente Jorge Valencia Lozano. El ingeniero jefe de la carretera Quibdó-Bolívar había telegrafiado al Intendente Arriaga Andrade, para informarle del comienzo de las obras.[6] Treinta soldados y un oficial al mando estaban próximos a llegar para resguardar el orden público en El Carmen hasta las próximas elecciones, a petición de los pocos liberales del pueblo, a quienes no se les permitía ni siquiera salir a las calles.[7]

El presupuesto de la Intendencia Nacional del Chocó para ese año 1935 sumaba en total $ 55.075. Incluía partidas para la conclusión del Palacio Intendencial, el Colegio de Señoritas de Istmina y el puerto aéreo de Quibdó, a orillas del río Atrato. Para la carretera Quibdó – Tutunendo y para los caminos Condoto – Valencia, Tadó – Guarato, Bagadó –   Playa de Oro y Cértegui – Las Ánimas, y para el puerto de Acandí. Igualmente, incluía auxilios intendenciales para el acueducto, el nuevo templo y la Sociedad de mejoras públicas de Quibdó; para el templo, el parque y el puente de la quebrada La Sucia, en El Carmen; para el cementerio de Istmina y la planta eléctrica de Nóvita…

En las noches quibdoseñas se solía escuchar música y noticias del interior del país y del mundo, a través de la emisora de la Intendencia. Los parroquianos del Salón Colombia -cine, cantina, teatro y salón social- y de El Encloche -cantina y centro social- hacían tiempo hasta las nueve o diez, antes de ir a sus casas a dormir. Los pasos de los transeúntes y fragmentos de sus conversaciones y de las charlas de adentro de las casas se alcanzaban a oír. Poco a poco, la vida de este pueblo grande se iba adormilando, de modo que cuando llegaba la media noche, si acaso, se escuchaban risas y algo de música antillana en los bares de la zona de tolerancia. Los marineros de agua dulce, de los barcos que pernoctaban en el puerto de la ciudad, dormían plácidamente en sus hamacas, movidas levemente por la brisa del río en la madrugada. Alguno de ellos soñaba con campanas de duelo, como las que se habían escuchado llamando al funeral del General Luis Padilla Abadía. Con la dicción enrevesada de quienes hablan mientras duermen, el marinero repetía que nunca había visto tanta gente en un entierro.


[1] Periódico ABC, Quibdó. 18 de marzo de 1935, edición Nº 2970.

[3] Periódico ABC, Quibdó. 5 de septiembre de 1930, edición Nº 2269.

[4] Detalles al respecto se pueden leer en el artículo de El Guarengue “Quibdó 1930. Las solemnidades de un centenario”: https://miguarengue.blogspot.com/2021/11/quibdo-1930-las-solemnidades-de-un.html

[5] Periódico ABC, Quibdó. 24 de marzo de 1935, edición 2973.

[6] En El Guarengue, sobre este tema, “Por la trocha del olvido”:

https://miguarengue.blogspot.com/2019/04/por-la-trocha-del-olvido-foto-esteban.html

[7] Periódico ABC, Quibdó. Notas locales, 18 de marzo de 1935.

1 comentario:

  1. Gracias por tan Valiosa información, la desconocía.
    Bendiciones por compartir.

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