lunes, 7 de marzo de 2022

 Clamores de paz

--Velatón en la Catedral de Quibdó. Sábado 5 de marzo de 2022--
FOTO: Twitter-@ONUHumanRights

A las nueve y media de la noche del 18 de noviembre de 1999, una embarcación procedente de Murindó, que transportaba una comisión humanitaria de la Diócesis de Quibdó, estaba arribando a esta ciudad después de una agotadora jornada de navegación por el río Atrato. A la altura del barrio Kennedy, una ribera en donde también se ubican el hospital de la ciudad y la sede del gobierno departamental del Chocó, una panga de fibra de vidrio y provista de motores de gran potencia apareció de la nada a gran velocidad y embistió con tal fuerza a la otra embarcación que la partió en dos, provocando su naufragio, de modo que sus ocupantes fueron a parar a las aguas de la mitad del curso del crecido río, en medio de la oscuridad de esa noche de jueves. Ocho pasajeros se salvaron. Otros dos no y sus cadáveres solamente serían encontrados tres días después, el domingo 21 de noviembre de 1999. El joven sacerdote chocoano Jorge Luis Mazo Palacio (34 años), oriundo de El Carmen de Atrato y quien en ese momento ejercía como párroco de Bellavista (Bojayá), fue hallado a unos ochenta kilómetros aguas abajo del sitio del ataque. Íñigo Eguiluz Tellería, un español de 24 años, integrante de la oenegé Paz y Tercer Mundo, fue encontrado el mismo día a la altura del barrio El Reposo, más o menos a un kilómetro del sitio del ataque.

Un año después de este despiadado crimen, que mostraba hasta dónde podían llegar la sevicia y la degradación del conflicto armado que se había enseñoreado en la región, sin que el Estado colombiano hiciera algo diferente a patrullar en medio de la población civil y convertir en una carrera de obstáculos la navegación de los campesinos e indígenas por el río Atrato; se realizó en Quibdó un acto de recordación de la memoria de los jóvenes Mazo y Eguiluz, que incluyó un foro sobre derechos de los pueblos. En esta actividad participaron integrantes del cuerpo diplomático acreditado en Colombia, agencias de cooperación internacional, representantes del sistema de Naciones Unidas, algunas autoridades civiles, e incluso militares, de la región; así como un nutrido grupo de líderes y lideresas de las organizaciones étnicas indígenas y negras, de organizaciones campesinas y de comunidades eclesiales de base.

En dicho foro, recordando que también hacía dos años, el 18 de septiembre de 1998, próximo a cumplir 26 años e igualmente en una orilla del Atrato cerca de Lloró, había sido asesinado el religioso Miguel Ángel Quiroga Gaona, de la comunidad Marianista; el entonces Obispo de la Diócesis de Quibdó, el claretiano Jorge Iván Castaño Rubio, dirigiéndose a la concurrencia, expresó con toda firmeza:

“En medio de la actual coyuntura de guerra generalizada que cada día se degrada y agudiza más y más, nuestra posición como Iglesia no puede ser de neutralidad, que siempre resulta ambigua y a la postre cobarde. Nosotros desde tiempos atrás hemos tomado partido por el pueblo pobre y oprimido y ahora, en medio de la guerra, estamos al lado de las víctimas indefensas y en contra de los métodos de los victimarios y sus mecanismos de impunidad”.[1]

Para entonces, desde hacía más de una década en ese momento, los pueblos indígenas y las comunidades negras y campesinas del Chocó venían siendo aniquilados en su propio territorio y sometidos a todo tipo de vejámenes y violaciones de derechos, incluyendo el sometimiento de miles de hombres y mujeres de todas las edades a la impiedad del desplazamiento forzado, que transformaría para siempre la demografía de Quibdó y su poblamiento, así como vincularía sus barrios a nuevas expresiones del conflicto armado y de la violencia delincuencial aparejada al mismo. Plenamente consciente de ello, Monseñor Castaño Rubio agregó entonces en su intervención:

“El recuerdo de nuestros mártires que derramaron su sangre en esta tierra chocoana no podrá hacerse al margen de nuestro compromiso mayor por la causa de la justicia y defensa de la vida empobrecida de nuestro pueblo. Aquí estaría centrado nuestro mejor homenaje al sacrificio que ellos realizaron”.[2]

Más de veinte años después de aquel profético discurso de quien hoy es obispo emérito de Quibdó, casi tres cuartas partes del territorio chocoano padecen una grave crisis humanitaria, que afecta gravemente a la población e incluye el confinamiento de las comunidades, desplazamiento y reclutamiento forzado de adultos y niños, asesinatos selectivos y amenazas individuales y colectivas, limitaciones a la movilidad y a la producción agropecuaria de las comunidades, implantación de minas antipersona y violencia sexual contra mujeres de todas las edades; todo ello en abierta violación de la autonomía de los territorios étnicos, en una cruenta dinámica de guerra motivada por la disputa de rentas ilegales del narcotráfico y el tráfico de armas, la explotación ilícita de minerales y su comercio ilegal, la extorsión, y la custodia de porciones estratégicas de territorio a favor de capitales orientados a la financiación de actividades y proyectos extractivos de gran magnitud en los inmensos y pródigos bosques de la región.

El gobierno colombiano ha insistido en negar la realidad de esta situación, controvirtiendo incluso las cifras de la propia Defensoría del Pueblo, negando la validez de los pronunciamientos de la representante en Colombia de la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, y acusando a las organizaciones sociales y a los obispos del Chocó, particularmente al de Quibdó, de difundir información falsa. Ha insistido, igualmente, el gobierno colombiano, en abordar la situación como si se tratara de un simple problema de orden público o a lo más de una situación de seguridad: los consejos de seguridad en Quibdó, que son reuniones de altos o medianos funcionarios nacionales con comandantes militares y de policía, en donde los funcionarios regionales poca participación y menos decisión tienen, están a la orden del día; y de ellos salen las declaraciones altisonantes, la magnificación de pequeñas victorias de guerra y el recurrente aumento del llamado pie de fuerza: un soso y repetitivo menú carente de sazón democrática y sin ni siquiera una pizca de compromiso o de solidaridad con las víctimas de la situación.

Refiriéndose a la gravedad de esta crisis humanitaria, de este estado de guerra permanente en el que vive el Chocó, el actual Obispo de Quibdó, Monseñor Juan Carlos Barreto Barreto, en su saludo de bienvenida a visitantes y participantes locales en la Velatón por la paz y la dignidad del Chocó, realizada este sábado 5 de marzo en la Catedral de San Francisco de Asís, manifestó: “Esta situación ha tocado límites impensables en otra época y que no han tenido la respuesta necesaria. Sin embargo, esta comunidad está aquí para gritar el valor de la esperanza, la necesidad de la unidad, el compromiso que todos debemos asumir mayormente”.[3]

Monseñor Rueda Aparicio, Presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia.
Velatón por la paz y la dignidad del Chocó, 5 de maro de 2022. Catedral de Quibdó.
Fotos: Facebook Parroquia San Francisco de Asís de Quibdó
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La Velatón, un acto simbólico de clamor por las víctimas y en favor de la paz, fue convocada conjuntamente por la Diócesis de Quibdó y la Conferencia Episcopal de Colombia, inicialmente para que se llevara a cabo al aire libre, en el malecón de la orilla del río Atrato. Debido a la lluvia, el significativo acto se desarrolló en la Catedral de Quibdó, en donde se reunieron ocho obispos: los tres anfitriones, de las diócesis de Quibdó, Istmina-Tadó (Mario de Jesús Álvarez Gómez) y Apartadó (Hugo Alberto Torres Marín); más el Arzobispo de Bogotá y Primado de Colombia, actual Presidente de la Conferencia Episcopal (Luis José Rueda Aparicio); el Secretario General de dicha conferencia y Obispo Auxiliar de Bogotá (Luis Manuel Alí Herrera); Francisco Javier Múnera Correa, Arzobispo de Cartagena; Orlando Olave Villanova, Obispo de Tumaco; y Carlos Correa Martínez, Vicario Apostólico de Guapi. Los presbíteros Héctor Fabio Henao y Rafael Castillo Torres, director actual y director entrante del Secretariado Nacional de Pastoral Social, completaban la delegación eclesiástica nacional.

Así, la iglesia católica colombiana, de modo colegiado, unía su voz al clamor chocoano por la paz y frente a la negación de la crisis humanitaria: “Ustedes son el pueblo de Dios que vive, ora y trabaja en el Chocó, y la Iglesia católica en Colombia, la Conferencia Episcopal de Colombia se une con ustedesestamos esta noche aquí porque Colombia ama al Chocó y se preocupa por esta región rica y hermosa donde ustedes habitan y trabajan”, expresó Monseñor Rueda Aparicio al comenzar su intervención, cuando ya en toda la catedral refulgían los cirios y titilaba la llama de las velas en las manos de los asistentes, que siguieron atentamente sus palabras y en diversas partes las aplaudieron con emoción y sinceridad. “Venimos a decirles tres cosas concretamente”, anunció con voz pausada, con tono firme y sin estridencia alguna, el presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia. Y empezó con un llamado al amor como fuerza colectiva para afrontar todas y cada una de las violentas expresiones de la crisis humanitaria regional:

Primero: No se cansen de amar el Chocó… El amor es más fuerte que la guerra. El amor es más fuerte que el narcotráfico. El amor es más fuerte que las armas. El amor es más fuerte que la muerte. El amor nunca pasará. No se cansen de amar al Chocó, de amarse unos a otros desde sus familias, desde sus organizaciones eclesiales, misioneras y sociales. No se cansen de amar. El amor es la única fuerza que nos motiva todos los días a levantarnos con esperanza y a tendernos la mano unos a otros para caminar juntos. Amen incluso a aquellos que han asesinado los jóvenes en Quibdó y en todas las regiones del Chocó. Amen incluso a aquellos que crean barreras y fronteras invisibles. Amen a aquellos que, por corrupción, por dinero, han vendido al hermano o a la hermana. No se cansen de amar. Y el amor cristiano es un amor más allá de la lógica humana, ama incluso a los enemigos, como lo hizo el señor Jesús que desde la cruz por amor estaba diciendo: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen. No se cansen de amar y de amarse, e incluso de amar a los enemigos. Venzan el odio y la guerra y la violencia, el narcotráfico y la corrupción con el amor”.

La concurrencia aplaudió. El arzobispo Rueda Aparicio los miró con benevolencia y dejó que sus ojos fueran hasta el final de la nave central de la Catedral de Quibdó y se posaran en la inscripción grabada en el retablo interno de la puerta principal de entrada al templo hasta leerla: HIC DOMUS DEI. Volvió a sus notas y, un poco más enérgico que en el primer punto, llenó el templo con su voz y sus palabras que a todos los participantes en la Velatón les hicieron recordar a un ministro de la entraña misma del actual gobierno que en lugar de escuchar y dialogar -como manda la gobernanza- eligió descalificar y agraviar -como mandan el desgobierno y la tiranía- a las organizaciones y a los obispos del Chocó cuando presentaron detalles de la gravedad de la situación regional, tildando de falsas y extravagantes sus afirmaciones:

Segundo: Ustedes están diciendo la verdad, la están diciendo desde el dolor de lo que está pasando en el Chocó, en las zonas rurales y en los cascos urbanos. Ustedes no están mintiéndole al país. Lo hemos constatado, así lo creemos firmemente. Los hemos escuchado y le decimos -desde esta catedral- a toda Colombia y a la comunidad internacional que los obispos del Chocó no están mintiendo y que las organizaciones sociales del Chocó no mienten. Están hablando desde sus heridas, desde sus dolores, desde sus afanes y también desde sus esperanzas, reclamando sus derechos. Los indígenas, los campesinos, los afro, que son el grupo mayoritario que vive y trabaja en el Chocó, dicen la verdad desde el dolor, se atreven a decir la verdad y a veces la verdad duele o cerramos los oídos o no queremos escuchar esa verdad; pero no se cansen de decir la verdad, no se cansen de decirla con la fuerza de la ternura, con la fuerza de la organización, con la fuerza de la espiritualidad chocoana… no se cansen de decir la verdad y de anunciarla levantando la voz sin agredir, levantando la voz unidos”.

Un aplauso cerrado y la emoción visible de la gente en la Catedral de Quibdó confirmó su adhesión a las palabras del arzobispo, quien, antes de invitar al rezo de una de las oraciones clásicas del catolicismo, el Padrenuestro, redondeó su intervención con un llamado a la unidad:

Y lo tercero: no se cansen de orar y de caminar juntos. Esta velatón es una respuesta hermosa de no violencia, ante la grave crisis humanitaria que aqueja esta bella región de Colombia. No queremos que el pesimismo, que el negativismo, nos abrume. Y para eso necesitamos orar y caminar juntos, las dos cosas, porque orando y caminando juntos se vence el individualismo, el pesimismo, el egoísmo, la rivalidad. No se cansen de orar, porque Dios con su santo espíritu pasa por este valle de huesos secos para darle vida y solo Dios, solo el Señor de la Historia, el Príncipe de la Paz, solamente el Dios que nos da la vida logra unirlos a ustedes como esos huesos secos que estaban dispersos, y como lo han hecho ustedes en esta noche, en este signo de la velatón y en muchas ocasiones, nadie les puede arrancar del corazón a Dios a los chocoanos. Y Dios es un dios que escucha el clamor de su pueblo y que responde con poder transformando la Historia, la sociedad y el corazón de cada uno de nosotros”.

Ducho en homilética, Monseñor Luis José Rueda Aparicio, Arzobispo de Bogotá y Primado de Colombia, actual presidente de la Conferencia Episcopal, cerró su mensaje al pueblo chocoano, en la noche sabatina del 5 de marzo de 2022, en la Catedral de Quibdó, con un sencillo y eficaz resumen de lo que había dicho: “Los amamos. No se cansen de amar. Los admiramos, hermanos obispos y organizaciones sociales y parroquias, porque dicen la verdad y la profetizan con valentía. No se cansen de anunciar la verdad. Y tercero, no se desorganicen, no se dividan, no se separen. Dios los une. Somos una fraternidad de hombres y mujeres, hijos del único Dios vivo y verdadero. No se separen, no pierdan la unidad, no pierdan la fraternidad. Serán fuertes y vencedores en el amor de Dios”. Los aplausos fueron nuevamente unitaria señal de ratificación del mensaje archiepiscopal por parte de la comunidad chocoana reunida para clamar por la paz, por la dignidad, por la vida.

“Ya que los líderes políticos, que son los llamados a enfrentar la situación del Chocó, no hacen nada, le toca a la iglesia y a sus fieles mostrar su capacidad de movilización por la causa. Dios quiera que se logre el propósito esperado”; escribió a través de un grupo de WhatsApp un chocoano que hace más de cuarenta años emigró en busca de trabajo y que seguía la transmisión en directo desde la pantalla de su computador portátil. Mientras tanto, el justamente llamado Poeta del Pueblo, Isnel Alecio Mosquera Rentería, se recuperaba de los golpes que una de las miles de motos que hacen intransitables y peligrosas las calles de Quibdó le había propinado cuando estaba a punto de llegar a la Catedral para unirse a la Velatón con una de sus magistrales creaciones, en la que resume la situación actual de la región:


Como en septiembre de 1954, cuando el pueblo chocoano se unió en fervoroso clamor para impedir que el gobierno suprimiera el departamento y lo repartiera entre sus vecinos ávidos de sus riquezas, esta noche del sábado 5 de marzo de 2022, en la Catedral de San Francisco de Asís, a la orilla del Atrato, en Quibdó, también se cantó Lamento Chocoano, la clásica y proverbial canción de Miguel Vicente Garrido, que desde aquella época acompaña todo momento de la chocoanidad en el que de clamar por la justicia se trate: “Óyeme, Chocó, oye, por favor / tú no tienes por qué estar sufriendo así / La resignación de tu corazón se agotará / Y el día llegará de tu redención”. Así sea.


[2] Ibidem.

[3] Esta y las demás citas de aquí en adelante fueron transcritas directamente de la grabación del acto en la página de Facebook de la Parroquia de la Catedral de Quibdó, que hizo transmisión en directo del mismo en la noche del sábado 5 de marzo de 2022.

https://www.facebook.com/468210657306605/videos/512926447107647

1 comentario:

  1. Excelente invitación para que retorne la paz y la tranquilidad a nuestro pedacito de cielo llamado Chocó y su capital Quibdó.
    🙏🙏👍👏👏🙋‍♂️

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