Por la trocha del olvido
Foto Esteban Vanegas, El Colombiano: https://www.elcolombiano.com/multimedia/imagenes/asi-esta-la-carretera-a-quibdo-BE8565201 |
I
Inconclusión
El 21 de marzo de 1935, jueves, el
Intendente Nacional del Chocó, Adán Arriaga Andrade, recibió el telegrama en
donde le informaban que los trabajos de construcción de la carretera habían comenzado.
84 años después, esta sigue inconclusa, como los sueños de progreso y modernidad
que hace más de un siglo inspiraron la idea de su apertura.
La carretera Quibdó-Bolívar es un símbolo
palpable y todavía bastante intransitable de la dejadez y el descuido, la apatía
y la desidia, la desatención y la negligencia de Colombia hacia el Chocó. Una
exigencia reiterada en cada paro cívico por la salvación y la dignidad de la
región. Una promesa recurrente y manida de cuanto candidato a todo lo habido y
por haber existe y ha existido. Una trocha cuyo destino final, al parecer, no
es otro que el olvido.
II
Fortunati
A mediados del
mes de julio de 1934, el gobierno colombiano aún no había decidido cuál
carretera sería construida para comunicar al Chocó con el resto del país. El Doctor
Adán Arriaga Andrade, entonces Intendente Nacional, declaró a El Espectador: “hasta el momento, nada ha quedado decidido
en firme, porque se resolvió esperar el dictamen del Consejo de Vías sobre cuál
de las tres carreteras enunciadas en la Ley 19 de 1933 (Bolívar-Quibdó,
Cartago-Nóvita y Apía-Istmina) es la más corta y económica desde el punto de
vista técnico y la que mejor consulta los altos intereses nacionales”[1].
Arriaga Andrade consideraba que la primera
vía era la más aconsejable, entre otras cosas, porque con ella se pondría el
oro del Chocó al alcance de los antioqueños: “En mi concepto no cabe duda de que la más aconsejable y urgente es la
carretera Quibdó-Bolívar, aún en el caso de que cualquiera de las otras fuera
un poco más corta y algo menos costosa. Por el aspecto político y
administrativo, la vinculación más interesante es la de la capital de la
región, que es Quibdó. Por el aspecto económico, esa carretera es la única
inmediatamente reproductiva, y cuyo beneficio empezaría a sentirse desde el
mismo día en que lleguen los primeros automóviles a las orillas del Atrato,
tanto porque ella parte del centro de gravedad de la zona cafetera antioqueña,
que así se vería liberada del absurdo y costoso rodeo que hoy se le obliga a
dar a sus productos, como porque atraviesa la zona aurífera más rica de
Colombia que se pondría al alcance del único pueblo verdaderamente minero, que
es el antioqueño”[2].
Cuatro meses después, también en el
periódico ABC, el prestante y reconocido ingeniero antioqueño Gabriel Sanín
Villa manifestaba su apoyo a la opinión del Intendente sobre la conveniencia de
esta carretera, en comparación con las otras dos. Seguro de las ventajas
comerciales, agrícolas, laborales, e incluso etnológicas, de la presencia de sus
paisanos en el Chocó, que se ampliaría gracias a la carretera; Sanín Villa
escribió: “cuando dicha carretera esté en
servicio, la mayor parte del comercio de la intendencia se hará con Antioquia;
personal antioqueño irá sin tardanza a trabajar los riquísimos veneros de su
suelo, y habrá una inmediata inyección de sangre antioqueña, de trascendental
conveniencia para la etnología de la región chocoana. Además, para la
exportación del café de la región del suroeste de Antioquia esta vía es de una
importancia definitiva”[3].
Ese mismo día, también en el ABC, el Teatro
Quibdó anunciaba el pronto debut de “Fortunati,
el formidable mago de la ilusión”[4].
III
Fausta noticia
En Colombia había empezado a desarrollarse
la industria nacional, con capitales provenientes de la minería de oro y de la
producción cafetera, renglón en el cual, en 1930, ya el país había alcanzado el
segundo puesto en el mundo. Así que se encontraba en pleno apogeo la industria
textil en la ciudad de Medellín, de donde llegó a Quibdó Bernardo Uribe Botero,
en junio de 1934, como representante de Coltejer, Fabricato, Santafé y otras fábricas
de hilados y tejidos.
Provisto de completos muestrarios de los
productos, de gran simpatía y de un verbo amplio y convincente, Uribe Botero tenía
un propósito claro: que los comerciantes de Quibdó y de otras poblaciones del
Chocó se interesaran en la distribución de estos productos nacionales y reemplazaran
con ellos los productos extranjeros que hasta entonces habían vendido, los
cuales les llegaban del exterior por el río Atrato, desde Cartagena.
“Estamos
seguros de que, produciendo Antioquia artículos de primera calidad, a precios
más bajos que los que se dan a la venta con procedencia del exterior, y sin ser
de inferior calidad, el comercio de Quibdó, y del Chocó todo, dejará de ser
tributario del mercado extranjero y aprovechará la presencia del señor Uribe
Botero, y la del señor Alberto Jones, quien continuó su viaje hacia el San
Juan, para intensificar sus relaciones con Antioquia, departamento al cual
quedaremos definitivamente vinculados cuando esté terminada la carretera de
Quibdó a Bolívar”, proclamaba la nota de la edición 2.847 del periódico ABC,
publicada el sábado 30 de junio de 1934, en la cual se saludaba al agente
viajero.
Efectivamente, no habían pasado tres meses
de este suceso comercial, cuando el entonces Gobernador de Antioquia, Juan J.
Ángel, primer liberal en ocupar ese cargo, le comunicó al Intendente Nacional del
Chocó, Adán Arriaga Andrade, que la Junta del Ferrocarril de Antioquia había
autorizado la noche anterior la celebración de un contrato con la Nación, para
la construcción de la carretera Quibdó-Bolívar. Según instrucciones, para dicho
contrato debía usarse la misma minuta utilizada en el documento similar suscrito
el 19 de junio de ese año, entre el Departamento de Caldas y los ministros de
Hacienda y de Obras Públicas, para la construcción de la carretera Apía-Istmina.
“Podemos,
pues, contar ya con la pronta realización de este anhelo que ambos hemos
tenido, de unirnos con esa Intendencia”, anotaba el Gobernador Ángel en su
comunicación, la cual finalizaba con la promesa, al Doctor Arriaga Andrade, de
que lo tendría informado de cuanto se relacionara con la carretera. Con su
cordial saludo y votos por el bienestar personal y por el éxito de las labores
del Intendente Arriaga, el Gobernador Ángel se suscribía como “amigo
afectísimo”, el 9 de octubre de 1934.[5]
Menos de seis meses después de aquella
comunicación, el 21 de marzo de 1935, Adán Arriaga Andrade recibió un telegrama
fechado en Bolívar (Antioquia), firmado por Ricardo de la Cuesta, Ingeniero
Jefe de la Carretera, que a la letra decía: “Complázcome comunicarle acabamos iniciar trabajos carretera Bolívar -
Quibdó. Esperamos activará campaña para llevar feliz término vinculación pueblo
chocoano. Cordial saludo.
El mismo día, el Intendente respondió: Pueblo chocoano recibe alborozado fausta noticia. Continuaré poniendo
todo mi empeño al servicio rápida realización obra redentora que, afortunadamente,
hase encomendado ingenieros de su competencia y dinamismo. Retorno cordial
saludo. Servidor. Así quedó guardado para la posteridad en la edición del
periódico ABC del viernes 22 de marzo de 1935.
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IV
Varias
chatarras destartaladas y un carromato descomunal
Hace 40 años, el tramo de la carretera entre
El Carmen de Atrato y Quibdó era aún más peligroso que en la actualidad. Así mismo,
era mil veces más difícil conseguir en qué hacer el viaje. El único servicio
comercial diario que existía era Rápido Ochoa, que pasaba por el Corregimiento
de El 7, como parte de la ruta Medellín-Quibdó, con sus buses destartalados,
chatarra pura, a los que les sonaba hasta la pintura y parecía que se fueran a
desbaratar en la secuencia de huecos que había en cada una de las múltiples y
sinuosas curvas de la vía. Para coger estos buses, y viajar en ellos de pie,
porque siempre venían repletos, era necesario recorrer, muchas veces a pie, los
tres kilómetros que hay entre la cabecera municipal de El Carmen y El 7, pues entonces
no había tampoco un servicio de transporte regular para este trayecto.
Adicionalmente, los lunes entre seis y seis
y media de la mañana, de la plaza principal del pueblo salía hacia Quibdó un
bus de escalera o Línea, conocido como La Carmeleña. Era la proveedora semanal
de verduras, legumbres, frutas, algo de carne y lácteos, para el mercado
quibdoseño de la Alameda Reyes. Cuando la trocha se taponaba por un derrumbe
catastrófico, tan frecuentes como los aguaceros, La Carmeleña no podía llegar y
entonces escaseaban los productos que ella transportaba.
En uno u otro vehículo, era eterno este
viaje de apenas 90 kilómetros. Sin percances en la vía, las chatarras de Rápido
Ochoa no se gastaban menos de seis horas y La Carmeleña no menos de ocho. Con
percances en la vía, el trayecto se cubría hasta en 12 horas, que fácilmente se
convertían en 24 cuando tocaba dormir en la vía, a la espera de que surtiera
efecto el recado enviado -en un carro de buena voluntad- al punto que más
cercano estuviera, Quibdó o El 7, para que mandaran el buldócer y la volqueta que
removiera el derrumbe correspondiente; o para que trajeran el repuesto que le permitiera
al chofer de turno hacerle al vehículo una tumaqueña
suficiente para que llegara a su destino.
Foro RCN Radio. https://www.rcnradio.com/colombia/antioquia/ una-tractomula-se-volco-la-via-medellin-quibdo-dias-apertura |
En todos los viajes era inevitable pensar
en la aterradora probabilidad de que esos armatostes -las chatarras
destartaladas de Rápido Ochoa o el carromato descomunal que era la Línea de El
Carmen- terminaran –con todo y uno- allá en el fondo de esos precipicios a
través de los cuales el recién nacido Atrato discurría impetuoso y tronando con
movimientos raudos entre rocas y peñascos del tamaño de una casa. A través del
vidrio empantanado y sucio de la precaria ventana del bus -a la que casi nunca le
funcionaba el mecanismo de apertura- o a través de los intersticios del gentío
y de los bultos de carga de la Línea, al desvalido y aterrado pasajero le tocaba
observar conturbado el nada alentador momento en el que una de las dos llantas
traseras –y a veces las dos- parecía quedar volando en el aire durante unos
segundos, en los pasos estrechos, que eran casi todos, o en las curvas
cerradas, que eran casi todas; pues el frágil y casi siempre erosionado suelo
no soportaba el peso del armatoste y la estrechez de la única calzada era tal que
el vehículo no cabía completo. Pues no habían cambiado mucho las cosas desde los
primeros años de su inauguración, cuando los carros tenían que reversar hasta
cinco kilómetros para encontrar un cambiadero
o paso amplio, a modo de berma, en donde poder darse vía o cambiar, como contaba Chepe Uribe, durante muchos años funcionario
del Ministerio de Obras Públicas en el cargo de Inspector de Carreteras, y como
lo confirmaban los heroicos camioneros de la época.
A lo largo de los tres cuartos de siglo que
han transcurrido desde que se dio al servicio esta carretera, decenas de
vehículos y cientos de personas han terminado su viaje antes de llegar a su
destino. En incontables ocasiones, carros y gente han ido a parar en el fondo o
a la orilla de los ríos La Playa, Hábita o Atrato, en uno cualquiera de
aquellos puntos que quedaron llamándose con números indicativos de los
campamentos instalados durante la épica construcción de la vía: El 7, El 8, El
9, El 12, El 15, El 18, El 90, El 20 o El 21. También en el río Tutunendo terminaron su
viaje unos cuantos pasajeros, entre ellos funcionarios y trabajadores de
mantenimiento de la propia vía, cuando al paso de una volqueta, en los años 70,
el antiguo puente se cayó.
Hoy, como ayer, desde El Carmen de Atrato sigue
siendo más fácil ir hasta Medellín que hasta Quibdó. Sin embargo, cuando un
derrumbe tapona la carretera, ahora existe una ventaja y es que con los
teléfonos móviles o celulares se puede pedir más pronto la ayuda necesaria. Eso
sí, se necesita mucha y muy buena suerte para que en el punto del percance la
señal sea suficiente para poder llamar, pues en la mayoría del trayecto la
señal es inexistente. Como inexistente parece ser, si a esta carretera nos
atuviéramos, el futuro del Chocó.
[1] ABC, Quibdó, edición 2855. 18 de julio de 1934.
[2] Ibidem.
[3] ABC, Quibdó, edición 2916. 26 de noviembre de 1934.
[4] Ibidem.
[5] ABC, Quibdó, edición 2897. 13 de octubre de 1934.
Si condiscípulos recordar es vivir, ahora con mucha frecuencia me toca transitar la vía, en especial al carmen de Atrato y revivo toda esa época, aunque haya mejorado sustancialmente
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