lunes, 22 de noviembre de 2021

Oro biche

 Oro biche

Balanza artesanal para peso y medida de metales 
usada en comunidades afrocolombianas. 
Región Pacífico de Colombia. FOTO: Colección Etnográfica ICANH.

Luego de ser considerado oro biche y desechado por carecer de valor, durante la época colonial y casi todo el primer siglo de vida republicana de Colombia, el platino se convertiría, especialmente entre 1916 y 1929, cuando “su precio mundial se mantuvo excepcionalmente alto”[1], en un metal precioso de mayor valor comercial que el oro, con repercusiones inusitadas en la historia del Chocó. La dinámica económica surgida alrededor de su explotación hizo posible una época de florecimiento comercial e industrial para la región, con epicentros en Condoto, Andagoya, Istmina y Quibdó. Simultáneamente, se produjo un vertiginoso crecimiento político e institucional alrededor de la figura administrativa de la Intendencia Nacional del Chocó.

Este boom del platino durante las tres primeras décadas del siglo 20 se reflejó, por ejemplo, en una arquitectura privada y pública de corte moderno y en un proyecto de ciudad inspirada en sus contemporáneas del Caribe, Europa y los Estados Unidos, que le servían como referentes a sus élites dirigentes y con las cuales Quibdó mantenía conexión permanente a través de la navegación fluvial por el Atrato, que desde Cartagena traía hasta aquí ciudadanos de todo el mundo, cuyas manifestaciones culturales y artísticas terminarían incidiendo en la vida cotidiana de esta villa cosmopolita enclavada en un claro de selva a la orilla de su río tutelar. De modo que Quibdó era, “a comienzos del siglo XX, un puerto con vapores de lujo, aserríos, fábricas de bujías, industria de licores, de bebidas gaseosas, cinco hoteles, alumbrado público, escuelas, colegios, bibliotecas, calles asfaltadas, alamedas, cuerpo de bomberos, imprentas, talleres de fotograbado, cines y bares de lujo”[2].

Paralelamente con ese esplendor económico, desde la Intendencia se pusieron en marcha planes que hicieron posible el aprovechamiento del mismo para algo más que el crecimiento de los capitales privados nacionales y extranjeros de los dueños del negocio. Mediante el fomento a la agricultura, la generación de empleos formales en las obras públicas y el apoyo a la producción artesanal, los gobiernos intendenciales apuntaron a generar cierto grado de mejoramiento de la calidad de vida de la población. En este propósito se destaca significativamente lo relacionado con garantizar el acceso del pueblo raso a derechos antes impensables, como la educación pública universal y gratuita, que sería -en gran medida- fundamento de los movimientos de conciencia racial y territorial que alimentarían un proyecto regional de identidad y desarrollo que halló en el proceso de departamentalización el núcleo de sus reivindicaciones y en la frase de Diego Luis Córdoba: “Por la ignorancia se desciende a la servidumbre, por la educación se asciende a la libertad” la síntesis del pensamiento emancipatorio de una generación brillante cuya formación universitaria, en gran parte, fue posible gracias al programa de becas del gobierno nacional administrado por la Intendencia Nacional del Chocó, que llevó a esta pléyade de chocoanos a las mejores universidades de Colombia, en cuyos claustros comenzó su brillo dentro del panorama intelectual y político de un país que hasta ese momento solamente sabía del Chocó por sus minas y sus bosques.

Aunque “el platino era conocido y usado en América del Sur en el tiempo precolonial, pues en tumbas indígenas en Esmeraldas (Ecuador) se han encontrado joyas de oro con platino”[3], durante toda la Colonia fue considerado “infusible e inútil”, al punto que “en 1735 menciona Antonio de Ulloa el platino del Chocó como mineral que desvaloriza el oro explotado en los aluviones” y “por su semejanza con la plata y para clasificarlo como metal de poco valor se le dio el nombre de platina y más tarde el de platino”[4]. Hacia 1778, la Corona española ordenó consignar en sus cajas, pero sin retribución alguna, todo el platino que se sacase, para evitar falsificaciones de la plata. “Diez años más tarde se pagaron por cuenta de Su Majestad dos pesos por cada libra de platino. En estos diez años se recogieron en Cauca (Popayán) y el Chocó, por las cajas reales, más de 2.000 kg de platino, los cuales fueron arrojados distintivamente, por oficiales reales, en presencia de testigos, en los ríos Bogotá y Cauca, y otra parte fue enterrada en el Chocó. Fuera de esto se botaron grandes cantidades de platino por los mismos mineros, sin presentarlas a las cajas reales, o se vendieron a extranjeros que pagaban mejores precios, pues en Europa se prestó desde 1748 alguna atención a este metal a raíz de estudios científicos de sus propiedades físicas y químicas”[5]. “En la década de 1860, las industrias química, de ingeniería eléctrica y dental encontraron nuevos usos para este metal. Una mayor demanda generó un aumento sostenido en la producción rusa, particularmente entre mediados de la década de 1870 y el final del siglo XIX. El desarrollo de nuevas técnicas de procesamiento multiplicó los usos de este metal, especialmente para joyería. Todos estos cambios generaron un aumento en el precio del platino, que en 1905 sobrepasó el del oro. En ese entonces Rusia era todavía casi el único productor de este metal. Colombia exportaba una cantidad mínima, equivalente al 3.2% de las exportaciones rusas”[6].

Instrumentos de minería artesanal en comunidades afrocolombianas.
Región Pacífico de Colombia. FOTOS: Colección Etnográfica ICANH.
Collage: El Guarengue.

Con la llegada del nuevo siglo la producción de platino en los Montes Urales cayó estrepitosamente, en más de un 80% de sus niveles acostumbrados, por efectos de la Revolución rusa. Durante casi una década (1916-1924), Colombia pasó a ser el mayor productor mundial de platino: de 211 kg en 1906, se pasó a 1.586 kg en 1921, y hasta 1930 se mantuvieron promedios cercanos a los 1.500 kg. La mayor parte de dicha producción provenía del Chocó, en donde, además de la explotación mecanizada y artesanal de los aluviones de los ríos San Juan y Condoto, se llegó incluso a romper las calles y a tumbar casas en Quibdó, Nóvita e Istmina, en busca del platino que había sido botado y enterrado durante la Colonia, cuando aún era solamente oro biche que deterioraba la calidad del oro puro y podría prestarse para falsificar la plata.

En el cenit de su producción y de sus precios, el platino llegó al mundo de la joyería, que hasta entonces parecía reservado al oro y la plata. En bellas filigranas fabricadas en Condoto e Istmina y en Quibdó, el antiguo metal inútil se había transmutado también en alhajas que se lucían y se guardaban cual tesoro en los cofres y en las cajas de caudales. Así mismo, superando cualquier imaginación, la gloria y la celebridad del platino llegaron hasta el lenguaje figurativo: el cierre con broche de oro pasó a serlo con broche de platino, como se puede leer en un telegrama que 53 damas de la sociedad quibdoseña le envían al entonces Presidente de la República, Enrique Olaya Herrera, el 8 de febrero de 1930:

Bello telegrama de las damas de Quibdó

Doctor Enrique Olaya Herrera

Bogotá

 

Hoy cuando la conciencia nacional ha despertado a la realidad de los hechos y con un acierto y con una fe de vidente, os ha señalado como el piloto más capaz de llevar la nave de la república a puerto seguro; hoy cuando un plebiscito casi unánime ha demostrado con la realidad de los hechos cuanto valéis y cuanto espera de vos la patria; no puede la mujer chocoana restaros su tributo de admiración; ni dejar de ofreceros su adhesión:

 

A ello nos compele nuestro patriotismo exaltado, así como vuestra maciza plataforma política, en la cual también habéis expresado vuestro noble anhelo de encumbrar civilmente la mujer colombiana. Hemos dejado nuestras hermanas de todo el país ser los heraldos de la voz femenil y nosotras queremos cerrar con la nuestra desde este sitio –del vigía alerta– con broche de platino, el circulo de nuestro triunfo. Que seáis el guía escogido por Dios para llevar a nuestra madre patria al pináculo de sus antiguas glorias.

 

Obsecuentes admiradoras:

Rosario de Rey, Judith Ferrer Herrera, Herlinda Torrijos, Felicia Rey, Pepita Rodríguez, Thelma Garcés, Camila Díaz, Melba Díaz, Avelina Rodríguez, Beatriz de Ferrer, Sergia Andrade, Margot Arrunátegui, Esther de Ferrer, María Meluk, Valentina de Echeverri, Rosa de Ferrer, Mercedes Andrade, Belén Perea, Matilde Ferrer, Rosa Emilia de Perea, Carmen Ferrer, Adriana de Meluk, Florentina Ferrer, Colombia Rey, María Ferrer, Maruja Rey, Amparo Ferrer, Edith Rey, Francia Ferrer, Felicidad de Rodríguez, Angela de Ángel, Irene de Ángel, Sara Garcés, Mercedes de Ferrer, Silvia de Costa, Bertha de Ferrer, Rita Paz, Beatriz de Cújar, Micaela de Ferrer, Susana de Garcés, Cristina Garcés, Matilde Rengifo, Eladia García, Ninfa de Posso, Aura de Medina, Judith de Ferrer, Elvia Rodríguez, Raquel de Rey, Rosa Cruz Padilla, Ana Padilla, Adelaida de Castro, Carmen Castro, Camila Castro.

 

Quibdó, febrero 8 de 1930.


Publicado en el periódico ABC. Quibdó, 12 de febrero de 1930.

 

Lo que por agua viene por agua se va. El boom del platino comenzó a apagarse. “Los altos precios también estimularon la producción en Canadá y Sur África. Con la recuperación de la producción rusa y el descubrimiento de sustitutos para el platino los precios cayeron. Para 1934 el precio del platino descendió por debajo del precio del oro”[7]. Así como la gloria de tres décadas, producida por acontecimientos en la lejana Europa Oriental, había llegado hasta “aquel villorrio perdido en las selvas de Suramérica, donde había platino como agua”[8]; hoy, pasados los años de aquella bonanza, desde el poderoso norte y desde la lejana y ancestral África, llegaban los motivos de un desmadre: “El Chocó está en la ruina. Los importadores yanquis cablegrafiaron ya que no envíen un grano más de platino, pues el precio del puro, que es el único que tiene ventas, entre los joyeros, descendió a $36 la onza”, informa el periódico ABC en abril de 1930[9]. En septiembre, la onza de platino descenderá a $12, cuando en sus momentos cumbres estuvo por encima de $50.

Luego de cuatro años de residencia en Istmina como funcionario oficial, don Lisandro Mosquera Lozano regresa a Quibdó en septiembre de 1930 y le narra al periódico ABC pormenores y detalles de la "pavorosa situación" que se está padeciendo en la Provincia del San Juan, debido a la crisis de producción del oro y el fin del boom del platino: “Las riberas del río Condoto, antes tan pobladas y llenas de vida, son ahora playas de desolación, inhabitadas. Las gentes han emigrado y están emigrando para el Atrato en busca del oro, que vale hoy más que el platino. De El Tapón pasaron recientemente 600 hombres, mujeres y niños para las regiones del Andágueda en busca del metal amarillo. Constantemente pasan por Istmina los campesinos emigrados en dirección al Atrato, que ellos consideran hoy por hoy la tierra de promisión[10]. La compañía minera Chocó Pacífico adeuda cada vez más salarios a sus trabajadores y ha empezado a despedirlos masivamente. “El pueblo está pasando gravísimas dificultades. Las privaciones llegan al límite del sacrificio. Hay hambre en el pueblo, y a qué no decirlo con franqueza, en las esferas más elevadas también”, remata su relato don Lisandro[11]. El espejismo del antiguo oro biche había llegado a su fin.


[1] Leal León, Claudia. 2009. LA COMPAÑÍA MINERA CHOCÓ PACÍFICO Y EL AUGE DEL PLATINO EN COLOMBIA, 1897-1930. En: Historia Crítica Edición Especial, Nº 39. Bogotá, noviembre 2009. Departamento de Historia, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes. 362 pp. Pág. 150-164

[2] Mora Meléndez, Fernando. Quibdó cosmopolita. Universo Centro N° 88, julio 2017. Consultado en: https://www.universocentro.com/NUMERO88/Quibdocosmopolita.aspx

[3] La historia del platino, de Robert Wokittel. En El Guarengue:

https://miguarengue.blogspot.com/2020/08/historia-del-platino-robert-wokittel.html

[4] Ibidem.

[5] Ibidem.

[6] Leal León, Claudia. 2009. Op. cit.

[7] Leal León, Claudia. 2009. Op. cit.

[8] Mora Meléndez, Fernando. Op. cit.

[9] Periódico ABC. Quibdó, 14 de abril de 1930.

[10] Periódico ABC. La situación de los pueblos del San Juan. Quibdó, 23 de septiembre de 1930.

[11] Ibidem.

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