lunes, 12 de agosto de 2024

 A propósito de la crisis de la UTCH

La vieja casona de madera de la carrera 2a. y el antiguo Colegio de la Presentación fueron las primeras sedes propias de la Universidad Tecnológica del Chocó Diego Luis Córdoba. FOTOS: Archivo fotográfico y fílmico del Chocó.
Escrita originalmente hace 52 años, en marzo de 1972, por el prestigioso jurista e intelectual chocoano Ely Gómez Ortega, al calor de lo vivido en el acto del cual fue partícipe en su calidad de cofundador de la Universidad Tecnológica del Chocó Diego Luis Córdoba; la crónica Así fueron las primeras clases en la UTCH, que ha sido publicada en dos ocasiones por medios regionales, en 2023 y 2024; es, además de una vívida narración de uno de los acontecimientos más trascendentales de la Historia del Chocó, una muestra impecable del espíritu que animó a los fundadores de esta aventura intelectual de la chocoanidad, que trajo a la región, por primera vez y con carácter público la educación superior; a la cual accedieron la mayor parte de los maestros y las maestras de la época, quienes nos enseñaban sin otro título que su dedicación de autodidactas en las áreas en las que se desempeñaban y su compromiso con la formación de todas las generaciones que pasaban por los colegios de la época: el Carrasquilla, la Normal, el Integrado Femenino y el Cañizales.
 
Sea este vivo relato del Dr. Gómez Ortega, que con admiración y gusto reproducimos, un oasis inspirador en medio del trance actual de la UTCH y de su crisis de vieja data, que refleja todo lo contrario de lo que inspiró a sus fundadores. Y sea esta la ocasión para invitar a los asiduos y leales lectores de El Guarengue a releer la crónica que publicamos en marzo de 2022, con motivo de los 50 años de fundación de la UTCH: De la Dieguito a la UTCH. 50 años de la Universidad Tecnológica del Chocó “Diego Luis Córdoba” (https://miguarengue.blogspot.com/2022/03/de-ladieguito-la-utch-50anos-de-la.html). Hay en ella algunas claves útiles para entender la situación actual.

Julio César U. H.

 

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Así fueron las primeras clases en la UTCH

Por Ely Gómez Ortega
Quibdó, marzo de 1.972

El lunes 6 de marzo de este año, se inició en el Chocó una nueva era: tomó forma la Universidad “Diego Luis Córdoba”. En un acto sencillo y sobrio, pero espléndido por su trascendencia, 208 estudiantes con ansiedad escucharon las palabras de quienes intervinieron en la ceremonia inaugural realizada en el Colegio Carrasquilla a partir de las 7 de la noche.

Estuvieron presentes por invitación especial, el señor Gobernador D. Diego Córdoba Zuleta, el señor secretario de Educación, Lic. Libardo Rentería Ledesma, el señor comandante de la Policía Nacional, coronel Alvaro Edmundo Bernal, el señor subcomandante, Mayor Fulton Velásquez, el Rvdo. padre Octavio Suárez en representación personal de S. E. el Sr. Obispo Pedro Grau Arola, varios fundadores de la institución y numeroso público.

Como primer número de tan sencillo acto cultural, un grupo de estudiantes entonó el himno al Chocó, del profesor Julio Ramos, que empieza Chocoanos despertemos, reclama el mundo entero ardientemente…”. No podía ser más oportuno el momento de esas palabras. Hubo tres discursos entre los intervalos musicales y poéticos. El primero estuvo a cargo del Sr. presidente del Consejo Directivo, Dr. Luis Augusto Córdoba Mena, uno de los pioneros de esta magna obra. En frases emocionadas y elocuentísimas narró el vía crucis de la Universidad del Chocó, los antecedentes de esta realización; el Comité Cívico, las luchas e incomprensiones, los malos entendidos, la decisión y la entereza de los gestores, los inconvenientes y las voces de aliento, las palabras pesimistas y las incrédulas, las cartas y telegramas, las personas llamadas a colocar su grano de arena, las visitas al ICFES y de Mineducación, la colaboración ciudadana y de las juntas de acción comunal, el apoyo de los municipios y del Departamento, el auxilio de algunos parlamentarios (Manuel Mosquera Garcés, $ 200.000.00; Daniel Palacios Martínez, $ 200.000.00: Ricardo Eleazar Valencia, $ 25.000.00; e Isaac Sánchez Palau, $ 30.000.00). El Dr. Córdoba facturó un discurso histórico. Después intervino el señor Dr. Jesús A. Lozano A., otro de los pioneros de esta colosal obra. Sus palabras presentaron el panorama de la problemática que vive el Chocó, preñado de contrastes y de paradojas y carente de los elementales servicios. Dijo que “el Chocó tiene ya 25 años de vida como departamento, y son 25 años de vida que nos hemos pasado sin hacer nada”, y agregó: “esta Universidad del Chocó no se puede entender como una fábrica de profesionales en serie, sino que su misión consiste en servir de motor de cambio y liberación de la miseria y el abandono en que vive el Chocó”. Fue un discurso filosófico.

Por su parte, el señor Gobernador contestó a los oradores citados e hizo un altísimo elogio de las personas que de una u otra manera contribuyeron a forjar esta universidad: “una de las obras que hacía falta en Quibdó y que todos los chocoanos debemos apoyar sin reticencia, ni distingos”, dijo en uno de sus apartes; al concluir, declaró abiertas las actividades académicas y deseó a los estudiantes y a las directivas éxito en la vasta labor que se iniciaba por primera vez en la historia del Chocó.

Intervino la señorita Eyda Caicedo Osorio, con una poesía folclórica chocoana de la inspiración de su ilustre padre, el vate Miguel A. Caicedo, fundador de la Universidad. La “marcha final” estaba contemplada en el austero programa y fue así como terminó la inauguración. Algunos recrearon su euforia en pequeños grupos por fuera.

El centenario Colegio Carrasquilla de Quibdó
fue la primera sede de la UTCH, en 1972.
FOTO: ca. 1945.
Archivo fotográfico y fílmico del Chocó

Al siguiente día, el martes 7, se abrieron los juegos. Desde las 6 de la tarde, los primeros universitarios locales hicieron su entrada triunfante y optimista al Colegio Carrasquilla, que, gracias a la generosidad de su dinámico Rector, Lic. Auro Torres, volvió esta vez a ratificar su merecidísimo título de “Alma Mater” de la cultura chocoana, albergando en calidad de huésped en sus aulas a esta reciente universidad. Era increíble el espectáculo que se presenciaba. Las damas ataviadas con los más elegantes trajes en todos los estilos de la última moda (y son elegantes las chocoanas), entraban unas parsimoniosas, otras apresuradas, pero con paso firme y decidido; los varones, ya en cicla, ya de a pie, también llegaron a pasos rápido o lento, nadie quería perderse la primera hora; se subieron al segundo piso ellos y ellas fundidos en el mismo entusiasmo de idéntico rótulo: estudiantes. El colorido era magnifico, el ambiente como de fiesta y hasta la tarde brillante y fresca, enmarcaba esta nueva era del Chocó. Vivimos una feria, una feria intelectual, en la que este pregunta dónde queda tal o cual departamento; el de más allá inquiere por los horarios; unos dialogan con el Rector, en tanto que un profesor da indicaciones a varios estudiantes; en todas las aulas ya se escuchaban llamados a lista, los catedráticos se presentan e intercambian ideas con los universitarios, y dictan sus primeras clases; los alumnos a la expectativa se acomodan lo mejor que pueden; la ansiedad crece con la hora; el campanero (don Silvestre Serna) quien es un símbolo para las generaciones estudiantiles, vigila los pasos del reloj, dos mujeres improvisan una cafetería, se ve a algunos subir y bajar las escaleras, los rezagados corren a ubicarse, por allá alguien pide “tiza, por favor”, se oye el chirriar de pupitres, por acá un curso se cambia de salón; en un aula colocan en otra pared el tablero y en la vecina ponen lo que le corresponde hacer e inclusive un poco más, parece que nos encontramos en una colmena de muy laboriosas abejas. De pronto ¡tan! El campanazo de la primera hora nos sorprende; los estudiantes se buscan por diferentes nexos, a contarse su primera hora universitaria, comentan las impresiones, las palabras no les alcanzan a expresar lo que sienten y lo que piensan; que esto, que aquello, que el profesor tal, la materia, el método, no hay comentarios que no hagan ni cosa que no digan emocionados, digo mejor, entusiasmados hasta lo inefable.

En este vaivén intelectual, de nuevo el campanazo que indica la segunda hora; vuelven a sus aulas a escuchar y a tomar apuntes a otro catedrático. La tranquilidad reina, y así se va la primera noche universitaria en Quibdó. La Universidad del Chocó ha nacido. Se termina esa jornada; estudiantes profesores y directivos salen con las más diversas opiniones y pletóricos de alegría a sus residencias, donde los esperan sus padres, hermanos, esposos, familiares y les cuentan sus primeras experiencias universitarias. Las esperanzas son inmensas. No falta quien de contento se tome sus platinazos.

En los días posteriores, las actividades continúan su desarrollo normal; pero, de repente, una de esas noches, el apagón. Nadie se inmuta; ya estamos acostumbrados; se compran velas y con ellas se dictan las clases, y parece como si las tinieblas avivaran el entusiasmo tanto a profesores como a estudiantes; nadie retrocede, sino que avanza con entereza en busca de la ciencia para la superación. Los apagones se suceden con cierta regularidad y no hay quien desfallezca. Después, el servicio de energía electrónica se normaliza, gracias a la extraordinaria colaboración del Dr. Aguilar. Las clases siguen y luego las pruebas semestrales del primer periodo académico.

Son dignos de aplausos los profesores y estudiantes en su totalidad, por su constancia, su tenacidad, su responsabilidad. Ni la lluvia, ni la oscuridad, los acobardó para el cumplimiento de sus respectivos deberes. Mil felicidades, porque ustedes han empezado el cambio del Chocó, y con este gesto están mandando a recoger la vieja teoría de que el chocoano es perezoso e incapaz de resolver su propio destino.

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