lunes, 22 de abril de 2024

 Biblioteca de autores chocoanos, 
una urgencia patrimonial


Transcurre por estos días, y hasta el 2 de mayo, la versión 36ª de la Feria Internacional del Libro de Bogotá, FILBO; con Brasil como país invitado y con la presencia de una de las escritoras en lengua española mundialmente más reconocidas en la actualidad: Irene Vallejo, autora de El infinito en un junco, un prodigioso ensayo en camino de ser tan traducido a otras lenguas y reeditado tantas veces como Cien años de soledad. “En esta obra exquisita sobre los orígenes del libro, Irene Vallejo recorre la historia del asombroso artefacto que nació hace cinco milenios, cuando los egipcios descubrieron el potencial de un junco al que llamaron «papiro». Con gran sensibilidad y soltura narrativa, la autora se remonta a los campos de batalla de Alejandro, los palacios de Cleopatra, las primeras librerías y los talleres de copia manuscrita, pero también visita las hogueras donde ardieron códices prohibidos, la biblioteca de Sarajevo y el laberinto subterráneo de Oxford en el año 2000. Los tiempos se funden en la aventura colectiva de quienes solo han concebido la vida en compañía de la palabra escrita. Y este ensayo acaba prolongando el diálogo infinito del que tan magistralmente nos habla”[1].

Y entonces pienso, como cada año en los tiempos de la FILBO y esta vez a propósito de El infinito en un junco y de la visita de Irene Vallejo a Quibdó; que tiene que llegar un día en el que sean rescatadas del olvido y salvadas de su inminente desaparición una buena cantidad de obras literarias de autores chocoanos que, escritas a mano o en máquinas de escribir, en originales corregidos con lápices rojos o lapiceros azules, se vertieron directamente a las galeras o al offset de las imprentas, de modo que sus manuscritos desaparecieron y aquellos textos quedaron para la posteridad única y exclusivamente en esas ediciones literalmente únicas, pues son libros que nunca fueron reeditados y de los cuales no existen versiones digitales. Aquellos libros impresos por esa única vez fueron desapareciendo de los anaqueles de las oficinas institucionales de Quibdó y el resto del Chocó, de las caóticas y descuidadas bibliotecas de los colegios, de las pequeñas colecciones particulares de maestros y profesionales; hasta llegar al punto en el que nos encontramos hoy, cuando de la mayoría de esos libros quedan tan pocos ejemplares que uno celebra cuando halla uno y lo preserva mediante el recurso espurio de una fotocopia. Es posible, incluso, que de algunos títulos publicados no queden ejemplares o, por lo menos, no sepamos dónde podría encontrarse alguno. Las inclemencias del tiempo, del clima, del entorno, de la falta de curaduría, han puesto también su cuota de devastación en esta especie de desastre cultural, literario, bibliográfico y patrimonial del Chocó, ignorado sistemáticamente por las instituciones y autoridades locales, regionales y nacionales; y por las entidades culturales y de cooperación internacional, que han excluido de sus intereses y presupuestos a la literatura chocoana, pues privilegian otras manifestaciones artísticas en las que prácticamente han encasillado la cultura regional.

Nada nos ganamos con vanagloriarnos, por ejemplo, del insigne Poeta de la Chocoanidad, maestro excelso, salvador de patrimonios orales e historiador espontáneo de su época, el prolífico escritor Miguel A. Caicedo, si ni siquiera podemos acceder a los más de 30 libros que -con pequeños y oportunos patrocinios de algunas entidades públicas como la Gobernación, la Lotería y la Fábrica de Licores del Chocó, y desde 1972 la Universidad Tecnológica del Chocó- publicó durante la segunda mitad del siglo XX, en impresiones rústicas, de acabado deficiente y carentes del cuidado editorial necesario en cuanto a normas de registro, depósitos de ley y custodia de manuscritos originales… Nada nos ganamos enorgulleciéndonos de ser paisanos de Rogerio Velásquez, de Carlos Arturo Caicedo Licona, de Carlos Arturo Truque, de Teresa Martínez de Varela o de Arnoldo Palacios, si el acceso a sus libros no es expedito para la comunidad chocoana, especialmente para “las nuevas generaciones”, a las que solemos sacar a colación cada vez que se trata de la necesidad de preservar las tradiciones de la chocoanidad.

Organizar, diseñar y proyectar una colección o biblioteca de autores chocoanos, que salve y recupere en unos casos, que potencie y popularice en otros, la obra de un conjunto de autores significativos del Chocó es una tarea histórica a favor del patrimonio y la identidad cultural de una sociedad que, como la chocoana, habla de sus talentos literarios o referentes culturales en abstracto, sin un contacto directo con sus voces, sus palabras, sus relatos, sus pensamientos y sus miradas; pues no tiene pleno acceso a sus obras.

No es tan difícil hacerlo y cuesta menos de lo que se piensa, si en ello se trabaja con profesionalismo y seriedad. Con toda seguridad, los autores vivos, como César E. Rivas Lara, Isnel Mosquera, Néstor Emilio Mosquera Perea, Sergio Antonio Mosquera Mosquera, Manuel Lozano Peña, Gonzalo de la Torre, Amalialú Posso Figueroa y Emilia Caicedo Osorio, entre otros; y los herederos de los ya fallecidos, como Miguel A. Caicedo, Carlos Arturo Caicedo Licona, Rogerio Velásquez, Reinaldo Valencia Lozano, Ramón Mosquera Rivas, Hugo Salazar Valdés, Teresa Martínez de Varela, Arnoldo Palacios, Carlos Arturo Truque y Ramón Lozano Garcés, estarán encantados de brindar su aporte a esta iniciativa que, guardadas las proporciones, sería como disponer de un junco para salvaguardar una buena parte del infinito literario del Chocó.


[1]   Librería Nacional. El infinito en un junco. Recomendado del librero. https://www.librerianacional.com/producto/el-infinito-en-un-junco-

 

2 comentarios:

  1. Excelente artículo y propuesta; no tengo mucha esperanza de que estás voces lleguen y sean acogidas por nuestra institucional; de todas maneras, hay que hacer la tarea.

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