lunes, 4 de abril de 2022

 Francia Elena

>>Twitter: @FranciaMarquezM

En vez de hacer referencia directa o tratar de dar mentís a los insultos, barrabasadas y disparates que en los últimos días fueron proferidos por personajes de la vida pública nacional de toda laya —entre ellos varias mujeres— para descalificar a Francia Elena Márquez Mina (Francia Márquez),  optamos en El Guarengue por hacernos eco de dos voces que nos ayudan a entender mejor y a valorar, en contexto histórico, discursivo y semiológico, la consistencia simbólica de la figura de Francia y el valor de su representación étnica y social, de género y territorial, en el escenario político electoral que actualmente vive Colombia. Frente a las estupideces y necedades racistas que, sin recato alguno, espetaron los envenenados detractores de Francia, merecemos algo más que su validación mediante estériles controversias: escuchar otras voces no solamente más sensatas y mejor preparadas, sino muchísimo menos desafinadas.

De Javier Ortiz Cassiani, caribe, Historiador con maestría y doctorado en Historia, profesor universitario, autor fecundo de investigaciones, libros, ensayos y artículos sesudos sobre la realidad histórica afroamericana y afrocolombiana, reproducimos su columna publicada en el diario El Espectador el jueves pasado, 31 de marzo. “Francia, para muchos colombianos, es un impensable histórico, alguien que puede funcionar en unos contextos, pero no en otros, ser la vicepresidenta de esta nación, por ejemplo”.

De Carolina Sanín, bogotana, escritora y profesora universitaria, graduada en Filosofía y Letras, con doctorado en literatura española y portuguesa, reproducimos su videocolumna de ayer 3 de abril en la revista digital Cambio, la cual ha sido transcrita para su publicación en El Guarengue. “La precandidatura presidencial de Francia, que derivó en la candidatura a la vicepresidencia, que derivará en su vicepresidencia, es posiblemente lo más emocionante que ha pasado, no en los últimos años de la política nacional, ni en las últimas décadas, sino en los últimos dos siglos de la política nacional”.

Nota bene: A una de las agresoras más enconadas de Francia, que la mandó a que se cambiara el nombre dizque porque Francia fue imperio colonizador en países de África, se le olvidó que Francia es también cuna de la revolución moderna, mediante la cual se derrocó la monarquía y se instauró la república, así como se proclamaron y declararon universales los derechos humanos; materias de las cuales están hechas las luchas vitales de Francia Márquez, quien también se llama Elena, como la más hermosa hija de Zeus, cuyo nombre en la antigüedad equivalía a tea o antorcha, símbolo perfecto de lo que Francia Márquez ha sido en la reivindicación de la dignidad y los derechos de la gente. Un poderoso símbolo onomástico, desde lo más profundo de la Colombia negra, que nos muestra que un nuevo país puede ser posible.

Julio César U. H. 

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 Francia Márquez
y los impensables históricos
-Javier Ortiz Cassiani-[1]

Javier Ortiz Cassiani.
De la galería de Rafael Bossio, en Flickr.

En 1790, apenas unos pocos meses antes del primer levantamiento de los negros en Santo Domingo, La Barre, un colono francés, tranquilizaba a su mujer que vivía en París: “No hay ningún movimiento entre nuestros negros” —decía en la carta que envió a su esposa—, “son muy tranquilos y obedientes. Entre ellos una revuelta es imposible. No tenemos nada que temer de parte de los negros; son muy obedientes y siempre lo serán. Dormimos siempre con las puertas y ventanas abiertas de par en par. Para los negros la libertad es una quimera”. Estos argumentos sirvieron de punto de partida a Michel-Rolph Trouillot para escribir Silenciando el pasado: el poder y la producción de la historia, uno de los análisis más sesudos sobre los usos hegemónicos de la historia, que nos mostró, además, cómo la Revolución haitiana entró en la categoría de los impensables históricos porque al mundo —como se puede ver por la carta del confiado esposo— no le cabía en la cabeza que unos negros pudieran hacer una revolución moderna. Ese no era su lugar en la historia.

Explicando ese contexto, Trouillot escribió algo que ayuda a comprender la aplanadora racista que se ha desatado por estos días en el país con la designación de Francia Márquez como cuota vicepresidencial de las aspiraciones presidenciales de Gustavo Petro: “Cuando la realidad no coincide con las creencias más arraigadas, los seres humanos tienden a formular interpretaciones que fuerzan la realidad dentro del ámbito de estas creencias. Elaboran fórmulas para reprimir lo impensable y para incorporarlo dentro del reino del discurso aceptado”. Francia, para muchos colombianos, es un impensable histórico, alguien que puede funcionar en unos contextos, pero no en otros, ser la vicepresidenta de esta nación, por ejemplo. Aplaudieron cuando ganó el Premio Goldman y repitieron hasta la saciedad que era el equivalente al Premio Nobel en la defensa medioambiental, aceptaron que hablara sobre la contaminación de los ríos por la práctica indiscriminada de la minería, pues estaba dentro de la cuota de sensiblería ecológica de rigor en estos tiempos, pero cuando fue elegida como la llave política de Petro se descolocaron y entonces salieron al ruedo con toda la tribu racista armada de prejuicios que los habita para deslegitimarla. Ha habido de todo, desde las críticas más burdas y groseras, hasta las más sutiles y refinadas.

Es curioso. Tengo la certeza de que varios de los que salieron a manifestar su admiración y respeto por la importante votación que sacó en la consulta como una forma de restarle méritos al triunfo de Petro, y que luego insistieron en que debía elegirla como fórmula porque de lo contrario no era más que un traidor que no cumplía con su palabra, son los mismos que ahora, una vez escogida, se suman al coro de los que ven sus aspiraciones como un impensable histórico, dispuestos a hacer hasta lo indecible —tenemos experiencia en ello— para que no suceda o si sucede resistirse a aceptarlo.

No tengo la menor duda de que estamos en un momento histórico para la nación y, más vale, para la salud del país, que algunos empiecen a aceptar como la cosa más natural —así como han naturalizado el odio, el clasismo y el racismo— que una mujer negra, de orígenes rurales, de escasos recursos económicos, luchadora y de izquierda, puede ser la vicepresidenta de Colombia. Lo contrario es seguir moviéndonos en la espiral centenaria que acude a cualquier tipo de argumentos, desde los más burdos hasta los más refinados —repito—, para negar cualquier posibilidad de cambio por mínimo que este sea.

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 Francia Márquez
y la posibilidad de un discurso político con significado
-Carolina Sanín-[2]

Carolina Sanín-YouTube

Hemos estado tan adormecidos por este gobierno incapaz, insensato, impresentable, que, de repente, no nos podemos creer que fuéramos capaces de que Francia Márquez fuera candidata a la vicepresidencia de Colombia. La precandidatura presidencial de Francia, que derivó en la candidatura a la vicepresidencia, que derivará en su vicepresidencia, es posiblemente lo más emocionante que ha pasado, no en los últimos años de la política nacional, ni en las últimas décadas, sino en los últimos dos siglos de la política nacional.

Fue sorprendente, dignificador y esperanzador, y sensato. Y estábamos tan aplastados, hemos estado tan aplastados y tan tristes por el talante general de nuestra vida pública, que todavía no nos lo podemos creer. Ha sido difícil de encajar tanto para los detractores de Francia, que están movidos, supongo, por la compulsión a excluir que deriva de sentirse ellos mismos en peligro de exclusión o de sentirse excluidos…tanto por los detractores de Francia, digo, como por quienes la apoyamos, nos ha hecho temblar esto, ya sea de miedo a algunos, o de ira, o de emoción y de inquietud a otros; nos ha vivificado y nos tiene que, creo, despertar, tiene que alegrarnos y nos tiene que alegrar esta nueva posición de Francia Márquez y la nueva posición de todo lo que Francia significa, de la lucha por un equilibrio, básicamente, y por un respeto con respecto a la Tierra, por un vínculo con la Tierra y con la procedencia.

El que Francia esté en la posición de poder en la que está no solamente -aunque, en primer lugar- significa la reivindicación de un pueblo históricamente oprimido y suprimido, sino que tiene que significar también, más allá de la reivindicación, la integración de cada uno de nosotros. El efecto que el hecho de que Francia esté donde esté y sea y vaya a ser nuestra cabeza, y sea y vaya a ser nuestra cara, de muchas maneras, tiene que modificar nuestro interior y tiene que ensancharnos. Francia, por así decirlo, y eso parecerá un poco esotérico, tiene que aparecer adentro de cada uno de nosotros, y eso es -yo creo- lo que va a ir pasando y lo que tiene que pasar. La manera como Francia habla es una manera como podemos hablar todas y como queremos hablar. La forma en que ella le dice al poder sus definiciones del poder es algo que nosotros podemos encontrar que queremos hacer todas nosotras… Y entonces a eso me refiero por integración.

Francia va a pasar de ser representante de una minoría a ser representante de la mayoría de las colombianas y de todos los colombianos. Y en ese tránsito tenemos entonces que hablar con Francia, poder hablar con ella. Algunas, en las pasadas semanas, le exigimos a Francia cosas que no les exigimos a todos los políticos; por ejemplo, que examinara sus eslóganes, y es porque sentimos que con ella estamos yendo o podemos ir hacia otro lugar más allá de la repetición de fórmulas demagógicas o de intereses proselitistas. Queremos que todo lo que Francia haga esté lleno de sentido y de pronto exageramos.

Eso explica que, en un momento dado, por ejemplo, hayamos admirado su uso de mayoras, hayamos puesto tanta atención a cada palabra que usa… Ese término de mayoras que no solo se refiere a lo que ella explicó, a una determinada costumbre o institución de su región, sino que nos puede servir para reivindicar a las mujeres mayores, a las ancianas, entre nosotros en general. Cuando Francia decía vivir sabroso, entonces algunas (bueno, yo) protestamos porque nos sonaba demasiado al cliché que forma el estereotipo de las poblaciones del sur del mundo y de los latinoamericanos especialmente, desde Suramérica especialmente, como la sabrosura, algo así como realismo mágico, y nos pareció que podía salir el tiro por la culata cuando queríamos reivindicar unas realidades que no conocemos, y queríamos conocer unas realidades que no conocemos bajo ese eslogan, ¿no? Quiere decir, en efecto, como me explicaron y como explicó ella también, una cosa en particular, pero, aun así, podemos estar en desacuerdo con que ese sea como una consigna, cuando tiene todo ese otro peso discriminatorio.

Luego Francia ha hablado también del abrazo ancestral y algunos hemos preguntado qué es eso. Y sería interesante pensar realmente no solo en el abrazo entre los ancestros de unos y los ancestros de otros, sino pensar en el mero concepto de “ancestría”[3] como un abrazo. Todos descendemos de personas a quienes no conocemos y que en ese desconocimiento están juntas y están mezcladas en el pasado y en el origen de todos nosotros; entonces, de cuántas maneras podríamos investigar dentro de nuestra imaginación a qué se puede referir ese abrazo ancestral. Se puede referir a que la víctima ancestral se reconcilia con el victimario ancestral, como en sus lados opuestos de la historia; o podría significar que debemos encontrar que en nuestros ancestros están aquellos que creemos que solo son ancestros del otro… En fin…

Cuando Francia dice Los Nadie, que también lo critiqué, tal vez podríamos hablar más bien de los ninguneados. A mí me da mucha impresión que se llame Los Nadie a las personas oprimidas y a las personas excluidas, en vez de afirmar su realidad -no voy a decir su identidad, pero también su identidad- su nombre y su existencia y su experiencia vital.

Cuando Francia y Petro dijeron que Colombia iba a ser potencia mundial de la vida también objeté, porque estar usando eso de potencia mundial en un momento en el que estamos viendo la nueva guerra europea, en que estamos reviviendo la guerra fría, pues me parece un poco fuera de lugar decir la potencia mundial de la vida…

Y, en fin, estuve yo criticando estas frases, el uso de estas frases o tal vez la falta de explicación de algunas de estas frases o el cuño de unas frases que la gente repite y repite y que muy rápidamente pierden cualquier posibilidad de tener sentido, por la repetición como consignas y como lemas. Y, como digo, estaba exigiéndole a Francia cosas que no le exijo a los demás políticos, pero porque la respeto más que a cualquier otro político que haya ahora en Colombia. Y porque sentía que, y siento que, con Francia se hace más visible una posibilidad de escapar del discurso político proselitista que es condescendiente con el votante; es una posibilidad que se abre, no solo con Francia, sino con Petro y que se abrió hace tiempos con Petro, de hecho. Pero surgió entonces la estigmatización del cuestionar a Francia Márquez, o no a Francia, porque a ella nunca la cuestioné, de cuestionar lo que ella decía; de tachar cualquier pregunta que se le haga a Francia Márquez o cualquier crítica que se le haga o cualquier inquietud que se exprese con respecto a su discurso, tacharlo de racista y discriminatorio y de inaceptable. Y esto simplemente no puede pasar. No puede pasar, porque, por un lado, estaremos perdiendo la oportunidad de la que hablaba al comienzo de -a través de las reivindicaciones y aspiraciones de Francia- abrir en nosotros, en todos nosotros, un espacio nuevo en el que conozcamos nuestro país; de convertir a Francia de representante de una minoría a representante nuestra y de las cosas que profundamente necesitamos y necesitamos transformar. Y, por otra parte, la condescendencia que implica decir que no podemos cuestionar a Francia Márquez es también racismo…

Entonces, quería decir todo esto para decir que tenemos que poder hablar con Francia, tenemos que poder criticar a Francia y tenemos que poder saber que dentro de nosotros está ella y está su voz y están sus palabras también, ya que vamos nosotros a estar representados por ella.


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