lunes, 25 de abril de 2022

 En homenaje a Mary Grueso Romero

/Mary Grueso Romero con la Ministra de Cultura, Angélica Mayolo,
y el Director de Poblaciones del Ministerio de Cultura,
Luis Alberto Sevillano, en el lanzamiento de la obra completa
de la autora. Bogotá, FILBO, 22 de abril de 2022.
FOTO: Mincultura.

De la mano de Mary Grueso Romero o, mejor dicho, siguiendo las huellas que Mary nos ha ido dejando en sus poemas y relatos, que son lo que al boga experimentado el mapa mental de los vericuetos de un estero, es posible viajar sin extravíos por los recovecos y confines del recóndito litoral y las mares del Pacífico Sur de Colombia; por sus amaneceres frescos y la policromía siempre nueva de sus crepúsculos inefables; a través del sonido de sus músicas de marimba y de la refrescante música líquida de sus ríos acariciando la orilla de los caseríos en el silencio de la medianoche. Gracias a Mary, a las huellas que nos ha dejado en todos y cada uno de sus escritos, a su mirada esencial de mujer, a su peculiar sensibilidad de poeta y al lenguaje llano de sus versos, es posible recorrer la cotidianidad y la historia de esos pueblos ignotos -que hasta hace poco ni en los mapas aparecían- y de su gente, que durante cientos de años ha sido capaz de construir vidas dignas a partir de un fino conocimiento del entorno, del trabajo común de su parentela extensa y de su sabiduría añeja y ancestral.

Enhorabuena, pues, el Ministerio de Cultura ha presentado este viernes 22 de abril, en la Feria Internacional del Libro de Bogotá, FILBO 2022, el corpus o edición de la obra completa de Mary Grueso Romero, guapireña de nacimiento, bonaverense por adopción, zarzaleña por vivencias, tumaqueña por extensión, chocoana por devoción, pacífica por naturaleza, por historia y tradición. Merecido homenaje a quien es, indudablemente, una de las voces representativas de la poesía afrocolombiana de fines del siglo XX y lo corrido del siglo XXI, al igual que una reconocida pionera de la literatura infantil afrocolombiana.

En El Guarengue, un pequeño homenaje de gratitud a quien tanto se lo merece, por la vida y el empeño que ha dedicado para narrarnos el Pacífico en su poesía, desde las nostalgias mareñas y ribereñas por lo que otrora fue y hoy ya no es, hasta el dolor frente a la vida cercenada y la selva saqueada; pero también la esperanza de que algún día pasará esta mala hora y volverá a campear la vida, con todo y la dignidad incluida: Mary Grueso Romero, la poeta que, además, a la mejor usanza de los trovadores y decimeros campesinos de finales del siglo XIX en todo el Pacífico negro, le canta también al amor y a la sensualidad, a la pasión y al encantamiento entre hombres y mujeres, sin falso recato y con plena verdad, con picaresca o romance según la oportunidad.

Del antológico libro de Mary Grueso Romero “Cuando los ancestros llaman” [1], editado por la Universidad del Cauca y el Grupo de editoriales universitarias del Pacífico para la Feria Internacional del libro de Cali, en octubre de 2020, hemos tomado el material que a continuación reproducimos. En primer lugar, un fragmento del prólogo escrito para el libro por María Mercedes Jaramillo (Fitchburg State University)[2], donde se resalta la pertenencia racial y social de Mary como signos de su identidad y fuentes de su voz. Luego, un fragmento del ensayo de la Profesora Elizabeth Castillo Guzmán[3], de la Universidad del Cauca, incluido al final del libro y que contiene un valioso y fundamentado análisis acerca de quién es Mary y cuáles son las principales claves de su trabajo literario. Y para terminar, cuatro poemas de Mary Grueso Romero como una muestra del talante de su voz.

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FOTO: Cortesía MGR.

 “Mary Grueso Romero, Almanegra del litoral”
Por María Mercedes Jaramillo
Fitchburg State University
(FRAGMENTO)

Mary Grueso Romero, como fiel representante de su raza y de los habitantes del litoral Pacífico, nutre su voz en las tradiciones heredadas de los ancestros africanos traídas por los esclavos arrancados de la patria, del núcleo familiar y del entorno cultural autóctono. Hecho que genera en la diáspora un deseo de retornar a ese nicho primigenio, ya idealizado por la nostalgia y anhelado como un locus amoenus. Esa patria donde habitan dioses y seres humanos cuyas lenguas, cantos, ritos, danzas y hábitos están ligados a la vida, al cuerpo, al color de la piel; color que no se opone a lo blanco, que no articula lo oscuro como opuesto a lo claro, no es el espacio del misterio, de lo oculto, de lo peligroso. El color no es el ser y no determina el hacer o el sentir. Es pues, sólo un rasgo más de la condición humana, que muchos afrodescendientes, alienados por el racismo y por la deshumanización, han llegado a asumir con dolor y vergüenza. Este mundo binario y asimétrico instaló falacias que legitimaron la opresión únicamente basada en el color de la piel. Se creó así, un sistema de apartheid apoyado por la elite dirigente, la Iglesia y el Estado que siguen generando discriminación y explotación.

Grueso Romero asume con orgullo el color de su piel a la vez que desnuda el racismo de los que la llaman morena, para no ofenderla; la poeta con acierto y tono burlón increpa a los que con hipocresía usan eufemismos que apuntan al apartheid social aún vigente en el siglo XXI. En ‘Negra soy’ afirma rotunda: “¿Por qué me dicen morena? / si moreno no es color / yo tengo una raza que es negra, / y negra me hizo Dios. / Y otros arreglan el cuento / diciéndome de color / dizque pa’ endulzarme la cosa / y que no me ofenda yo. […] Yo soy negra como la noche, / como el carbón mineral, / como las entrañas de la tierra / y como oscuro pedernal. / Así que no disimulen / llamándome de color / diciéndome morena / porque negra es que soy yo”. La voz poética reivindica el origen africano y el color de la piel, es un Almanegra, como bien la llama Águeda Pizarro, que con firmeza y orgullo alza sus versos para alabar lo propio y defender ese legado que enriquece la cultura nacional; ese innegable aporte de los afrocolombianos a la creación y desarrollo económico de la nación.

[…]

Grueso Romero funde en sus versos alegría y dolor, humor y tragedia, amor y muerte; y revela esa fuerza espiritual de los afrocolombianos que les ha permitido conservar su cultura y disfrutar la vida a pesar de la discriminación y el abandono de la región por parte del Estado. La autora le canta a su tierra, a su gente y reivindica el lenguaje coloquial del litoral Pacífico, a la vez que enriquece el verso con el ritmo, las tonalidades y la musicalidad de los vocablos de sabor africano.


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 “Mary Grueso Romero,
poética de la emoción pacífica”
 
Por Elizabeth Castillo Guzmán
Universidad del Cauca
(FRAGMENTO)

Durante los años cuarenta del siglo XX en Colombia, la educación pública en las zonas rurales era escasa y restringida. Muy pocos niños, y casi ninguna niña, podían acceder a un ciclo completo de primaria y secundaria, menos en regiones aisladas y consideradas territorios nacionales, como la Costa Pacífica que Sofonías Yacup denominará Litoral Recóndito (1937) para nombrar su estado de pobreza y abandono. Así las cosas, la educación estaba reducida a las pocas cabeceras municipales existentes, lo cual dejaba prácticamente excluida a la población de las zonas ribereñas distantes de los cascos urbanos, en su mayoría hijos de mineros, campesinos, bogas y pescadores.

Mary Grueso Romero nació en una época de fanatismos partidistas y católicos, desconfianza hacia el ‘pueblo’, desmedido centralismo de los Andes sobre la nación y un patriarcado feroz que consideraba a las mujeres como seres inferiores, sin vocación para el pensamiento racional, confinadas por la Iglesia y el Estado a la vida doméstica, religiosa o del magisterio. A pesar de estos signos, la poeta fue bendecida por el poder de un abuelo que reconoció en su pequeña nieta un brillo distinto, que le mereció toda su atención y cuidado.

La historia de Mary Grueso Romero estuvo marcada desde muy tempranas horas por un aura impropia de tiempos en los que poco interesaba hacer de las mujeres negras seres letrados y de razón ilustrada. El manto protector de su abuelo le dio las condiciones para llevar una niñez fuera de lo común y para esculpir su memoria con el lenguaje ancestral de consejos para las noches sin luna. Ella rememora sentencias morales promulgadas entre la seriedad y la jocosidad de viejos señores respetuosos de Dios y sus leyes. Estas fueron sus primeras lecciones de vida, que cultivaron esa indómita pasión literaria, el amor entrañable a su extensa familia, los valores solidarios y fraternos del compadrazgo, las vicisitudes del río que se lleva a unos y trae a otros, y una negritud profundamente arraigada en su manera de sentir. Todo este recorrido alimentó la inquietud de su espíritu y exaltó su manera de ver el mundo, de nombrarlo, de escribirlo y narrarlo muchos años después, cuando su propia diáspora la pusiera en tierras lejanas a su raza y a su cultura, pero abiertas a su condición intelectual.

En medio de casas grandes de madera y devoción a los santos, de juegos de niños y seriedades adultas, Grueso conoció el arribo de los años cincuenta y de los descendientes de la hacienda y la plantación esclavista, que encontraron en el oro la llave amarilla para abrir las puertas de muchos poblados dispuestos a que sus calles y sus casas cambiaran de dueños. La minería inventó ‘los negros con plata’, y la vida en Guapi y Timbiquí se transformó en el orden racial y cultural. Entre moderno y anticuado, este pedazo del litoral se llenó de nuevas palabras que mezclaban alegremente la sonoridad de la manigua venida entre los catres y las lámparas de petróleo, y las novedades de una mitad de siglo con radio y electricidad. Era una época de cambios, y la ‘muñeca negra’ aprendería a reconocer en la tradición oral el mejor testimonio de lo que nunca dejó de ser, de lo que pervivió hasta el final, en su terquedad de la palabra viva.

La escuela primaria fue una aventura precoz para Mary, quien ya estaba predestinada a quedarse habitándola por muchos años. En ella y con menos de cinco años, aprendió el universo de las letras y los dibujos que estaban puestos en los libros de textos. Siendo una señorita ingresa a la Escuela Normal Superior María Inmaculada de Guapi, de donde salió titulada para ejercer la docencia y con una argolla de mujer casada. En su esposo y maestro Moisés Zúñiga, encontró apoyo y confianza para su camino intelectual. Esto hizo posible su paso por la universidad a finales de los años ochenta, cuando acontecía en Cali, Medellín y Bogotá el surgimiento de una clase media negra que dictaba clases en colegios del Estado, enviaba sus hijos a la educación superior y comenzaban a acumular pequeños patrimonios que los hacían ciudadanos por fuera de su territorio de cuna.

FOTO: Cortesía MGR.

La vida de Mary Grueso como maestra está profundamente imbricada con su obra literaria. En su compleja condición de madre, maestra y esposa, tuvo que afrontar el dolor de una viudez que le llegó muy temprano y puso sobre sus hombros una pesada tarea. Con dos hijos y un empleo como maestra de primaria en Buenaventura, Mary Grueso le robó segundos a las noches y las madrugadas de su vida, para escribir y rasgarle al papel poemas y versos que adormecieran el dolor por la ausencia de su amado. Como en el caso de Sor Juana Inés de la Cruz y su serena pasión amorosa, la poeta Grueso vertió secretamente en su literatura todo el coraje y la fuerza que habita el alma de una mujer negra que se debate entre los pesares de la viudez y la fuerza de la creación cotidiana. De ese momento de su vida viene una transcendental experiencia como escritora, enfrentarse a las propias ataduras sentimentales y emocionales de sus textos. Despide un género, un momento vital, un estilo poético, y así mismo se desprende del vínculo triste y nostálgico que habitaba su comunicación con Moisés.

 

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4 poemas de Mary Grueso Romero
 
1
Muñeca negra
Le pedí a Dios una muñeca
pero no me la mandó;
se la pedí tanto, tanto,
pero de mí no se acordó.
Se la pedí a mi mamá
y me dijo: “pedísela duro a Dios”,
y me jinqué de rodillas
pero a mí no me escuchó.
Se la pedía de mañanita
antes de rayar el sol
para que así tempranito
me oyera primero a yo.
Quería una muñeca
que fuera como yo:
con ojos de chocolate
y la piel como un carbón.
Y cuando le dije a mi taita
lo que estaba pidiendo yo
me dijo que muñeca negra
del cielo no manda Dios;
“buscáte un pedazo’e trapo
y hacé tu muñeca vo”.
Yo muy tristecita
me fui a llorá a un rincón
porque quería una muñeca
que fuera de mi color.
Mi mamá muy angustiada,
de mí se apiadó
y me hizo una muñeca
oscurita como yo.
 
 
2
Si Dios hubiese nacido aquí
A Soffy Romero Hinestroza
 
Si Dios hubiese nacido aquí
sería un pescador,
cogería chontaduro
y tomaría borojó.
María sería una negra
requete-gordita como yo
que sobre la cabeza
llevaría un platón
llenecito de pescado
ofreciéndolo a toda voz
recorriendo las calles
por toda la población:
“Llevo pescao fresquito
con leche y sin estropiá;
el pargo pa’ comé frito,
y el ñato pa’ sancochá,
canchimala par tapao
y el pollo pa’ surá”.
Si Dios hubiera nacido aquí,
aquí en el litoral,
sería un agricultor
que cogería cocos en el palmar
con un cuerpo musculoso
como un negro de “el Piñal”,
con un cuerpo azabache
y unos dientes de marfil,
con el pelito apretado
como si fuera chacarrás,
en la llanura del Pacífico
tumbaría natos y manglar
que convertiría en polines
pa’ los rieles descansar,
y sacaría cangrejos
de las cuevas del barrial.
Si Dios hubiese nacido aquí,
aquí en el litoral,
sentiría…
hervir la sangre
al sonido del tambor.
Bailaría currulao con marimba y guasá,
y tomaría biche en la fiesta patronal,
sentiría en carne propia
la falta de equidad
por ser negro,
por ser pobre,
y por ser del litoral.
 
 
3
Cómo te extraño
Te extraño y no te he visto
y te he tenido entre mis brazos
y he sentido tus caricias
navegando en mi mar.
Te he sentido penetrando
en el centro de mi estero
y he sentido que mi cuerpo
lo baña el aguasal.
He sentido poco a poco
el subir de mis mareas
y como el viento mensajero
tus gemidos me hacen llegar.
Y en las noches en la playa
en mullidas arenas
con el mástil muy erguido
sin poderlo controlar,
en silencio nos quedamos
mirando las estrellas
cómo en veloz picada
descienden hasta el mar.
Luego sin proponérnoslo
nos miramos a los ojos
y las manos se desplazan
y comienzan a bogar
y subimos y bajamos
en las crestas de las olas
hasta que tu cuerpo atraca
en mi playa de aguasal.


4
Negra soy
¿Por qué me dicen morena?
Si moreno no es color,
yo tengo una raza que es negra
y negra me hizo Dios.
Y otros arreglan el cuento
diciéndome de color
dizque pa’ endúlzame la cosa
y que no me ofenda yo.
Yo tengo mi raza pura
y de ella orgullosa estoy,
de mis ancestros africanos
y del sonar del tambó.
Yo vengo de una raza que tiene
una historia pa’ contá
que rompiendo sus cadenas
alcanzó la libertá.
A sangre y fuego rompieron,
las cadenas de opresión,
y ese yugo esclavista
que por siglos nos aplastó.
La sangre en mi cuerpo
se empieza a desbocá,
se me sube a la cabeza
y comienza a protestá.
Yo soy negra como la noche,
como el carbón mineral,
como las entrañas de la tierra
y como el oscuro pedernal.
Así que no disimulen
llamándome de color,
diciéndome morena,
porque negra es que soy yo.



[1] Mary Grueso Romero. Cuando los ancestros llaman: poesía afrocolombiana / Mary Grueso Romero – Popayán: Universidad del Cauca. Sello Editorial, 2015. Segunda edición, especial para la Feria Internacional del libro de Cali, octubre de 2020. ISBN digital: 978-958-732-446-4. 168 p. 

El libro se puede obtener en: https://filcali.com/wp-content/uploads/2020/10/Cuando-los-ancestros-llaman-Unicauca-FINAL.pdf

[2] El prólogo de María Mercedes Jaramillo se puede leer completo en las páginas 17 a 33 del libro.

[3] El artículo de Elizabeth Castillo Guzmán se puede leer completo en las páginas 147 a 157 del libro.


2 comentarios:

  1. Muchísimas gracias a él Guarengue , por este artículo donde me siento plenamente identificada , donde siento que me leyó desde mi ser y mi sentir, pensamientos y sentimientos. Gracias Julio César Uribe por este artículo tan maravilloso. Un abrazo 🙏 desde el mismo corazón ❤️ de Mary Grueso Romero.

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    1. Me alegra que así sea, admirada y apreciada Mary, poeta y mujer de las mares y selvas de nuestro ahora no tan pacífico litoral. Un abrazo. Gracias por leer y compartir El Guarengue.

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