lunes, 25 de octubre de 2021

3 robos

Tres robos

Quibdó, principios de la década de 1930. 
Fotos: Misioneros Claretianos.
Tres sombreros de paño fueron robados de la tienda del comerciante Wadit Chacur en la mañana del sábado 28 de junio de 1930. La cara del ratero, quizás por lo joven que era, se le quedó grabada al sirio.

La noche anterior, a la señora Leocadia Valencia, quien había venido del campo a vender unos productos agrícolas, le robaron 20 pesos oro que guardaba en su baúl, en un cuarto de la casa del señor Pompilio García, donde se hospedaba.

Tres meses después, al mediodía del lunes 29 de septiembre, cuando don Raúl Cañadas había cerrado su almacén para ir a almorzar y hacer siesta en su casa, los amigos de lo ajeno le robaron, entre otras cosas, una pistola alemana muy querida por él y avaluada en 40 pesos oro.

El ratero de los tres sombreros resultó ser apenas un muchacho, de escasos 15 años, que fue aprehendido por el sargento Castillo y el agente Álvarez, quienes lo localizaron a partir de la descripción física que de él hizo el señor Chacur. Un hombre de nombre Pompilio, alias Duma, señalado por la señora Valencia como seriamente sospechoso del robo de los 20 pesos de su baúl, fue arrestado por la policía. Mientras que en el caso del almacén de don Raúl Cañadas, aunque la policía decía tener bastantes indicios acerca de los autores, pasó mucho tiempo antes de que tuviera noticia cierta sobre el particular.

Don Raúl Cañadas cerró su almacén un poco antes de las 12 y media, hora que escuchó anunciar por el reloj de la iglesia parroquial de San Francisco de Asís cuando ya iba llegando a su casa, protegido del sol debajo de su paraguas negro. Iban a ser las 3 de la tarde cuando regresó. Una sola mirada le bastó para saber que algo había ocurrido en su ausencia. La puerta de la caja de caudales estaba abierta y había cierto desorden en el lugar, especialmente en los cajones del mostrador, donde faltaba el dinero de la venta que hasta esa hora había hecho. En los armarios donde exhibía productos de charcutería, era notoria la falta de una buena cantidad de conservas importadas. A ojo de buen cubero, calculó en 100 pesos oro el valor de lo robado, que para bien suyo no incluía dinero de la caja de caudales; pero, sí incluía su muy apreciada pistola alemana, que no estaba en el cajón donde siempre la guardaba.

Servelio se llamaba el muchacho a quien, luego de una persecución a toda carrera, la policía aprehendió como autor del robo en el almacén de Wadit Chacur. Asustado, tardó poco en reconocer su fechoría y en llevar a los agentes de policía hasta el lugar en donde había escondido los tres sombreros: debajo de la casa de don Jorge E. Díaz. Esta, como todas las casas de madera de la época, estaba construida en estilo palafítico, fundada en pilotes de madera de guayacán, un método constructivo apto para prevenir los estragos de las inundaciones periódicas en el dique y los pantanos del Atrato, donde estaba emplazada Quibdó. Por la misma razón, los desconocidos ladrones del almacén de Raúl Cañadas habían ingresado al local por debajo de la casa, rompiendo el piso de madera desde la zanja sobre la cual este se ubicaba.

En la Carrera 1ª de Quibdó quedaban los establecimientos de comercio de Wadit Chacur y Raúl Cañadas. El hospedaje de la señora Valencia quedaba en la Calle 2ª. Los tres robos fueron de gran notoriedad, por lo escasos que aún eran los delitos en la ciudad.


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