El Misionero Claretiano
Nicolás Medrano
-Segunda Parte-
Portada del Informe de los 25 años de los Misioneros Claretianos en el Chocó 1909-1934 |
Ofrecemos en El Guarengue la
segunda parte de nuestra serie sobre uno de los misioneros claretianos más
reconocidos y recordados en la historia de esta congregación católica en la
región del Chocó, en la esquina noroccidente de Colombia: el sacerdote español Nicolás Medrano. El
Padre Medrano, con cuyo nombre fue bautizado un barrio de la ciudad, influyó
significativamente en el progreso material de Quibdó en particular, por su
vinculación a obras de infraestructura en las que se cifraron los sueños de
progreso de la sociedad local de principios del siglo XX. Así como tuvo mucho
que ver con el desarrollo de la música y con el proceso de reorganización de la
fiesta patronal de San Francisco de Asís, hace 100 años.
La primera parte de esta serie, a propósito de la festividad de San Francisco de Asís, estuvo dedicada al papel del Padre Nicolás Medrano y su apoyo en la estandarización ceremonial y ritual de las fiestas de San Pacho, hoy patrimonio cultural inmaterial de la humanidad, incluyendo su histórico legado del himno Gloria a San Francisco, conocido como los Gozos Franciscanos, bajo cuya sacra música transcurre uno de los momentos cumbre de la devoción franciscana quibdoseña, en la madrugada del 4 de octubre.
Puede leerse en: https://miguarengue.blogspot.com/2021/10/nicolas-medrano-el-misioneroclaretiano.html
Con motivo del 12 de octubre, publicamos hoy esta
segunda parte de la serie, dedicada a mostrar el papel activo del Padre
Nicolás Medrano en el establecimiento de los internados indígenas en la
Prefectura Apostólica del Chocó, como estrategia de implantación del
proyecto educativo y civilizador de los misioneros claretianos entre los indígenas de la
región; gestión esta con resultados no tan plausibles como los de su legado
musical.
En la tercera y última parte, además de otras acciones del Padre Medrano en los campos religioso, artístico y cultural, rememoraremos un episodio protagonizado por el Padre Nicolás Medrano relacionado con el homenaje a César Conto Ferrer, el 12
de octubre de 1924, cuando se inauguró el templete del Parque Centenario de
Quibdó, que aún existe, para recibir los repatriados restos de este quibdoseño insigne, poeta, maestro,
político, periodista, diplomático, filólogo y patricio liberal; y finalizaremos con la sin par despedida que Quibdó le brindó al misionero, en septiembre
de 1934.
La gestión del Padre Medrano para el establecimiento de los internados indígenas
Actuando en calidad de Vicario Delegado y en representación del Prefecto Apostólico, Padre Francisco Gutiérrez CMF, quien había renunciado a su cargo por prolongados quebrantos de salud; en octubre de 1930, el Padre Nicolás Medrano tomó las riendas de un asunto trascendental para el trabajo de los misioneros claretianos en la Prefectura Apostólica del Chocó, creada en 1908. Dicho asunto era el funcionamiento de las escuelas “frecuentadas por indios”, y la gestión del Padre Medrano terminó convirtiéndose en el hito de origen del establecimiento de los denominados Internados Indígenas en esta jurisdicción eclesiástica, con el fin de cristalizar la “reducción de los indios”, para mejor cumplimiento de los propósitos educativos que le habían sido encargados por el Gobierno Nacional a los misioneros, en virtud del Tratado de Misiones suscrito por Colombia con la Santa Sede, en el marco del Concordato entre ambos estados.
Era domingo el 14 de febrero de 1909, cuando, remontando el Atrato, luego de haber bordeado el litoral Caribe desde Cartagena, los Misioneros Claretianos llegaron a Quibdó para asumir los destinos de la Prefectura Apostólica del Chocó, erigida el 28 de abril de 1908, mediante decreto del Papa Pío X. Aquel grupo de pioneros, cuyos integrantes eran todos de nacionalidad española, lo conformaban el Padre Juan Gil y García, primer Prefecto Apostólico, y seis misioneros más: los sacerdotes Juan Codinach, Andrés Villá y José Fernández, y los Hermanos Coadjutores Hilario Goñi, Félix Reca y Ramón Casáis. Completaban el grupo los padres Agustín Quiroga y Nicolás Lanas, y el Hermano Coadjutor Urbano Simón, quienes se habían adelantado al grupo para prepararlo todo en Quibdó antes de la llegada del Prefecto, quien, “en compañía del Reverendísimo Padre Martín Alsina, Superior General del Instituto, subía a Bogotá a ofrecer sus respetos a las supremas autoridades de la República. Y, cumplidas las primeras obligaciones de cortesía, se presentaba ante el puerto de Quibdó, el día 14 de febrero del año arriba mencionado”[1]. El Padre Nicolás Medrano llegaría a la ciudad dos años después, en febrero de 1911 y, salvo una breve ausencia menor de seis meses, permanecería hasta octubre de 1934.
Como lo relata el informe de los primeros veinticinco años de trabajo misionero de los Claretianos en el Chocó, mientras en Roma se tramitaba el nombramiento de un nuevo Prefecto Apostólico, ante el inevitable retiro del Padre Gutiérrez por motivos de salud, el Padre Nicolás Medrano, “sobre cuyos hombros descansaban los destinos de la grey, interpuso su saber y su no escasa influencia para hacer cristalizar la idea de la REDUCCIÓN DE LOS INDIOS[2]. Un viaje a Bogotá; distintas conversaciones con el Ministro de Educación Nacional; consultas con el Abogado del Ministerio y varios otros pasos imprescindibles en ocasiones semejantes: oficios y notas que son de rúbrica para llenar los trámites que requieren negocios de la naturaleza del que tratamos”[3].
Los dos primeros prefectos apostólicos del Chocó: los padres Juan Gil García y Francisco Gutiérrez Lorente. Fotos: Misioneros Claretianos, Informe 1911-1915. |
“Pero el objeto directo de este Memorial es tratar únicamente de las escuelas frecuentadas por indios... Casi todas ellas están situadas en lugares ásperos del Municipio de Pueblorrico, Departamento de Caldas, aunque en lo eclesiástico son dependientes de esta Prefectura o Inspección”, aclara y precisa el Padre Medrano en su carta. Y le advierte al Ministro de Educación que, “debido a múltiples circunstancias, ni el porvenir de estas escuelas es halagador, ni los actuales resultados son satisfactorios”[6]. Se queja el Padre Medrano de que “los tambos o habitaciones de los indios están separados unos de otros; y varios distan algunas horas del lugar donde la escuela funciona”. Y anota que “por esta causa la asistencia es muy irregular y esta irregularidad en nada contribuye al buen resultado que se intenta”. Igualmente, se refiere a las deficiencias locativas: “los locales son verdaderamente míseros: la carencia de muebles y de útiles casi total, y ni ese Ministerio ni la Prefectura cuenta con fondos para remediar esas necesidades”; y lamenta las dificultades que padecen los misioneros para sus visitas a los indios: “por tan pésimos y peligrosos caminos, las visitas son difíciles, y a pesar de todo, un Padre las recorre con harta frecuencia con sacrificios y dispendios de ropa, calzado, bestias, y no pocas veces de la propia vida: y todo sin retribución de ningún género”[7].
Comunidad Claretiana de Quibdó en 1918, incluyendo al Padre Nicolás Medrano y al Prefecto Apostólico Francisco Gutiérrez. Foto: Archivo fotográfico y fílmico del Chocó. |
Hijo de su tiempo y de sus convicciones, producto de su
formación y de su origen, y genuino representante del proyecto misionero
claretiano de ese entonces, el Padre Nicolás Medrano concluye -en su carta del
10 de octubre de 1930 al Ministro de Educación de Colombia- que, según lo que
ha expuesto sobre las escuelas de indios manejadas por la Prefectura: “La poca instrucción y
educación o civilización que pueda recibir el indio, la pierde con seguridad al
volver a su tambo”.
Dicho corolario le sirve como base al connotado misionero Medrano para proponerle al Ministro de Educación que las escuelas de indios sean reemplazadas por concentraciones o reducciones, es decir por un solo sitio en donde los indios se concentren para recibir la educación de maestras, monjas y misioneros, en lugar de vivir en tambos dispersos y asistir periódicamente a las escuelas: “Por esto creemos que debe cambiarse de método, reduciendo estas escuelas a un solo CENTRO o REDUCCION, o como se llame, regentado por alguna Comunidad de Religiosas, donde puedan recogerse los indios y ser alimentados, vestidos y curados en sus enfermedades, como si estuvieran en un internado”[8].
Para apuntalar la propuesta, el Padre Medrano ofrece poner al servicio de su concreción un edificio de la Prefectura en San Antonio del Chamí y le propone al ministro comprar una finca y un trapiche aledaños, “ya para alimentación, ya para hacer adquirir a los indios hábitos de trabajo y de cultivo”[9].Y anticipándose a la probable objeción relacionada con los altos costos del establecimiento de los internados, el misionero pregunta y propone al ministro lo siguiente: “¿No se podrían invertir en esto las sumas que devengan actualmente los maestros de las 9 escuelas? El Gobierno asigna para esas escuelas la cantidad de $ 5.040 anuales, y esa cantidad se gasta para reportar frutos escasos y a la postre nulos; ¿no estará mejor y más justamente empleada en esta reforma, más provechosa para los mismos indios y de más sólidos resultados? Tal vez con ella pudieran vivir las Religiosas encargadas de ese centro, y dar albergue a mayor o menor número de indios, según el alcance de esos recursos”[10].
El Padre Medrano finaliza su propuesta económica sugiriéndole al Ministro de Educación que considere la posibilidad de cerrar también las 11 escuelas no indígenas o pasarlas al manejo de la Intendencia del Chocó, con el fin de usar también el dinero que en ellas se emplea para financiar los internados o reducciones de indios en áreas más lejanas como Aguasal; con todo y el buen trabajo que algunas de estas escuelas adelantan y que él mismo reconoce en la carta: “Verdad es que sería lástima clausurar algunas de ellas por lo florecientes que están y el interés que demuestran los padres y madres, y los alumnos: mas, si el señor Ministro estima más oportuno y conveniente el atender a los indios, habría que posponer ese sentimiento a la mayor conveniencia pública: aparte de que esas escuelas florecientes (no son todas) pudiera muy bien atenderlas la Intendencia”[11]. Y así, luego de una breve fórmula de cortesía como despedida, termina la carta que el misionero claretiano Nicolás Medrano suscribe el viernes 10 de octubre de 1930, con destino al Ministro de Educación de Colombia, mediante la cual propone cambiar las escuelas nacionales del Chocó por internados indígenas.
Prefecto Apostólico Francisco Sanz y Pascual. Foto: Archivo fotográfico y fílmico del Chocó |
Los resultados del trabajo de los internados en la “transformación admirable” de los indios son registrados, en 1936, por el Padre Constancio Pinto, también misionero claretiano, en sus crónicas de la Casa-Misión de Pueblo Rico (1913-1935)[12]: “ya hoy muchos de ellos se confiesan y comulgan, visten como blancos, saben leer y escribir, todos reciben el sacramento del bautismo y se casan por la Iglesia. No huyen del sacerdote, antes lo buscan, porque ven en él a un padre y a un amigo que no desea sino hacerles bien; pero a pesar de esa transformación aún se encuentran en muchos de ellos resabios de vida salvaje; tales son la creencia en sus brujos y la costumbre de las bebezones”. Refiriéndose al Internado de Purembará, el Padre Pinto anota que los 20 indios huérfanos allí internos, al finalizar el año, “saldrían del colegio olvidando completamente su idioma, hablando perfectamente el castellano y con costumbres muy distintas de las que ven en sus mayores. Serán con el tiempo el principio de un nuevo pueblo que sin duda surgirá a los alrededores del colegio”[13].
San Antonio del Chamí, Pueblorrico, Quibdó y Purembará. Fotos: Misioneros Claretianos. Informe 1934. |
Los alcances de la estrategia "civilizadora" de los internados indígenas, materializada gracias a las gestiones del Padre Nicolás Medrano, son resumidos en una juiciosa investigación sobre el trabajo realizado entre los indios del Chocó y de Urabá por los misioneros claretianos y carmelitas, entre 1908 y 1952, de la siguiente manera:
“El objetivo último de estos internados era el de establecer un “faro en la selva”, como decían los textos, que guiara a los habitantes “abandonados” de esa región hacia “la luz”. Estos centros, además de “civilizar” a los nativos mediante la enseñanza de varias asignaturas y ciertas labores como lengua castellana, aritmética, las “verdades” de la fe, las técnicas modernas y “racionales” de agricultura, oficios prácticos, etc., debían infundir en ellos el amor hacia la patria colombiana. Una vez hubieran logrado convertir a los neófitos, éstos se irían asentando paulatinamente alrededor del faro y conformando un poblado en el cual implementarían todas las enseñanzas impartidas en el colegio en pos de una vida “civilizada”[14].
[1] Bodas de Plata Misionales de la Congregación de Misioneros Hijos del I. Corazón de María en el Chocó 1909 – 1934. Quibdó, 14 de febrero de 1934. 228 pp. Pág. 18.
[2] Las mayúsculas pertenecen al texto original.
[3] Bodas de Plata Misionales de la Congregación de Misioneros Hijos del I. Corazón de María en el Chocó 1909 – 1934. Quibdó, 14 de febrero de 1934. 228 pp. Pág. 38.
[4] Idem. Ibidem. Pág. 39-40
[5] Ibidem, pág. 40.
[6] Idem. Ibidem.
[7]
Ibidem.
[8] Ibidem.
[9] Ibidem.
[10] Ibidem. Pág. 44.
[11] Idem. Ibidem.
[12] Citado en: “Convertir para Dios y transformar para la patria”. Misioneros claretianos y carmelitas descalzos entre los “indios errantes” del Chocó y Urabá, Colombia (1908-1952). David Díaz Baiges, Tesis doctoral Universitat de Barcelona. Capítulo 5, pág. 243. Barcelona, septiembre de 2018.
[13] Idem. Pág. 246-247
[14] Díaz
Baiges, David. “Convertir para Dios y transformar para la patria”. Misioneros
claretianos y carmelitas descalzos entre los “indios errantes” del Chocó y
Urabá, Colombia (1908-1952). Tesis doctoral Universitat de Barcelona. Capítulo
5, pág.251. Barcelona, septiembre 2018.
Gracias por tan valiosa información.
ResponderBorrarSaludos
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