lunes, 1 de marzo de 2021

Buenos días, Chocó

 Buenos días, Chocó

Uno de los primeros logos de la emisora Ecos del Atrato (izq.),
fundada por Efraín Gaitán Orjuela (der.)
Fotos: El Chocó de la A a la Z.
Archivo fotográfico y fílmico del Chocó.

Entre 1975 y 1977, de lunes a viernes, de 6 a 7 de la mañana, en Quibdó eran pocos los radios en los que no se estuviera escuchando “Buenos días, Chocó”, uno de los programas estelares de Ecos del Atrato, emisora de propiedad del sacerdote -y en ese momento misionero claretiano- Efraín Gaitán Orjuela, quien lo dirigía y conducía con una voz escasamente radial, pero ampliamente popular.

Con el tiempo, oír “Buenos días, Chocó” pasó de ser un hábito de audiencia o consumo radial a ser una costumbre más de la cotidianidad quibdoseña. El programa terminó convirtiéndose en compañía matutina de cada grupo de escolares que a esa hora caminaban hacia sus colegios y escuelas, quienes no se perdían detalle del mismo, pues sucesivamente, de casa en casa, de tienda en tienda, de calle en calle, de esquina en esquina, siempre hallaban un radio cuyo volumen les permitiera oírlo a todo lo largo de su recorrido, en una espontánea cadena de transmisión.

Los sesenta minutos que duraba el programa eran contabilizados casi uno por uno, pues el Padre Gaitán -como era conocido- daba la hora por lo menos cada tres minutos; mientras leía coplas populares chocoanas y colombianas seleccionadas por él o enviadas por sus oyentes; frases ingeniosas de autores famosos o anónimos, a las que llamaba “pensamientos”; refranes y dichos; mensajes de los oyentes para sus amigos o parientes; felicitaciones de cumpleaños, anuncios de fallecimientos, velorios y entierros, avisos varios de interés general; en fin, todo lo referente a la vida social de un pueblo que en ese momento encontraba en la radio entretenimiento y diversión, información y comunicación, un pueblo en cuya memoria aún no se habían apagado del todo los rescoldos de aquel vasto incendio ocurrido en octubre de 1966, que no solamente se llevó una arquitectura linda, una paz envidiable y un progreso relativo, sino también una buena parte de las esperanzas de la gente.

Cada día, “Buenos días, Chocó” tenía un instante culmen, una especie de clímax comunicativo, que quedó grabado para siempre en la memoria de aquellos escolares y de los adultos de la época. Ocurría cinco minutos antes de que fueran las 7 de la mañana, cuando el Padre Gaitán, luego de dar la hora, anunciaba que seguía “El mensaje”. Irrumpía entonces, de modo casi apoteósico -luego de un breve coro en inglés cantado bajo una música memorable- aquella voz cálida y envolvente, nítida y cercana, que decía, como si nos estuviera hablando simultáneamente a todos en general y a cada uno en particular: Camina plácido entre el ruido y la prisa, y piensa en la paz que se puede encontrar en el silencio. En cuanto sea posible, y sin rendirte, mantén buenas relaciones con todas las personas. Enuncia tu verdad de una manera serena y clara, y escucha a los demás, incluso al torpe e ignorante; también ellos tienen su propia historia… Y así hasta finalizar la versión en español de Desiderata[1], aquella pieza motivacional, en forma de poema narrativo, compuesta por un autor estadounidense a principios del siglo XX, que la mayoría terminamos aprendiendo de memoria y que hoy nos basta oír para seguir su letra al pie; como ocurría en los tiempos de la niñez, cuando el sonido de la campana de entrada a la escuela o al colegio coincidía con el fin de la recitación que ya de memoria hacíamos, pues adentro la cadena radial se interrumpía: Por eso debes estar en paz con Dios, cualquiera que sea tu idea de Él, y sean cualesquiera tus trabajos y aspiraciones, conserva la paz con tu alma en la bulliciosa confusión de la vida. Aún con todas sus farsas, penalidades y sueños fallidos, el mundo es todavía hermoso. Sé cauto. ¡Esfuérzate por ser feliz!

Así las cosas, para los oyentes de aquella época, Desiderata quedó en la memoria como una especie de plegaria de despedida de “Buenos días, Chocó” y como parte del ritual de bienvenida del nuevo día, una plegaria que -cantada en el inglés de jeringonza que cada uno entendía- así concluía: You are a child of the universe / no less than the trees and the stars / You have the right to be here / And whether or not it is to clear to you / No doubt the universe is unfolding as it should.

Obviamente, nunca supimos quién era el dueño de la voz que cada mañana recitaba con nosotros Desiderata. Tampoco el Padre Gaitán nos lo reveló a sus oyentes. Hoy lo sabemos y no terminamos de sorprendernos. Se trataba de un famoso actor mexicano de cine y televisión, que hacía doblajes para Hollywood, como el del papá de Los locos Addams y James Bond, el Agente 007, y que entre 1971 y 1972, grabó para CBS el disco de larga duración o LP titulado “Jorge Lavat y la canción hablada”, que contenía una docena de canciones famosas narradas o declamadas en su voz, incluyendo a Desiderata, la cual grabó también en un disco sencillo de 45 RPM.

“Buenos días, Chocó” y los demás programas de Ecos del Atrato en esos años dejaron una huella magnífica en la historia de la radio de Quibdó y del Chocó, en tiempos en los que en el espectro sonoro de la región y el país coincidían un menor número de estaciones con una calidad mayor de sus contenidos. Ecos del Atrato había nacido en Bellavista, un 3 de noviembre de 1969, como parte de la copiosa obra parroquial del Padre Gaitán, que incluyó la revista Presente, de periodicidad mensual, mimeografiada en Bellavista y precursora del periódico del mismo nombre que posteriormente publicaría en Quibdó; así como la puesta en marcha del Colegio César Conto, la fábrica de velas El Indio y un dispensario médico de bajo costo. Su primer transmisor, de un cuarto de kilovatio, fue inaugurado con la bendición del entonces Vicario Apostólico de Quibdó, Pedro Grau Arola. Dos años después pasaría a un kilovatio de potencia, con licencia del Ministerio de Comunicaciones para trasmitir en los 1.400 Khz en el dial. 

Hace 48 años, un 17 de febrero de 1973, recién trasladada a Quibdó, Ecos del Atrato fue reinaugurada en ceremonia que contó con la presencia del presidente Misael Pastrana Borrero, quien también inauguraría, al año siguiente, el transmisor de onda corta de la emisora, instalado en La Gloria, un predio situado en las afueras de Quibdó, en la vía hacia el corregimiento de Guayabal, parte del cual había sido adquirido por Gaitán, y con cuyo poblamiento intenso y acelerado comenzó a surgir una de las áreas más convulsionadas de la ciudad actual: la Zona Norte. Gustavo Vélez Henao, Emil Nauffal Dualiby, Resnel Mosquera, Falconery Ruiz Cano (FALRUCA), Ricardo Arango Mosquera (Richard), Ricardo y Pedro J. Echeverry Vargas, los hermanos Echeverry Mosquera, Eugenio Perea García, entre otros, fueron artífices de esa época dorada en la radio chocoana, junto a los precursores del control técnico en Ecos del Atrato: Eliécer y Marcial Cuesta Allín. 

Recordarlos a ellos y sus programas, así como a su competencia de entonces, Brisas del Citará, que fue dirigida por el gran Mono Díaz, será motivo de otros artículos de El Guarengue. Mientras tanto, sintonicemos los 1.400 y los 1.250 del dial de nuestra memoria quibdoseña: los recuerdos que así evoquemos harán más fácil el esfuerzo por ser felices que al final nos exigía Desiderata, y nos permitirán hacer memoria de los aportes que a la comunicación y al periodismo chocoano hiciera Efraín Gaitán Orjuela, quien falleció hace 10 años, un 11 de marzo de 2011.




[1] Aquí se puede oír la versión de Desiderata que hace casi 50 años marcó época en la radio de Quibdó: https://www.youtube.com/watch?v=LZziK9nbDQI 


2 comentarios:

  1. ¿Quién no se la ha aprendido? Es un mensaje que sigue actual

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  2. Bien concebido y muy bien redactado, Julio. Hice retrospección a mis baños en paliadera o a orillas del río Atrato (puerto arenero, en San Vicente), para ir a la gloriosa Normal. Gaitán solía programar mucho al Grupo Niche, por lo cual cuando el momento era en la paliadera, desde una casa vecina me llegaba el sonido, porque el radio de mi casa estaba en la sala, donde la campana se notaba mucho, en comparación con el bajo.

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