5 poetas afrocolombianas
Teresa Martínez de Varela
(Quibdó,1913
– Cali, 1998)
Proclama
a la vejez
¡Vejez!
Momia que va por el sendero viejo
con
un fardo de angustias… ¡Tan cansada!
Ya
no percibo la luz de los reflejos
ni
el soñar de la alegre campanada
sus
pies dolientes con crucial manejo
y
en su frente la nieve despiadada,
es
la vejez. El resecado pino,
la
ninfa del ayer, árbol podado
que
vendió su cosecha en el mercado
de
la suerte y el destino.
Espectro
fiel de la misión cumplida
con
gesto varonil
humanidad
vencida y traspasada
por
el dardo senil.
¡Longevidad!
¡Pesadilla de la experiencia!
Rosa
marchita y desmayada
sobre
el álbum de la conciencia.
Libreto
de un drama… ¡Exhalación de una estrella!
La
cripta del amor y la altivez…
Ley
que busca el punto de tangencia en el vacío
y
con toda la inocencia regresa a la niñez
para
olvidar del dolor, los desengaños,
la
deprimente burla de los años
que
arrebatan la plena lucidez…
¡Y
aquellos instantes de dulzura
de
embriagada emoción… y de aventuras
donde
hubo jugadas de ajedrez…!
¡Tercera
edad! Estación de invierno
camino
hacia el desierto y las heladas…
Artista
que concluye su jornada
y
se despide de la carpa y de la escena
con
el último telón… de la velada.
¡Adiós
al mundo! Cuando se han fugado
la
esperanza y farándula febril;
y
hasta el príncipe azul se ha retirado
con
sus antorchas y músicas de abril…
Cuando
inmensa fatiga de los años
han
destruido la física belleza
y
la mofa del vulgo… irreverente
estaciona
en su rostro… la tristeza
¡Oh
la vejez! Diosa sedante
de
tu lindo pasado nada añoras
de
ilusiones futuras nada imploras.
Mary Grueso Romero
(Guapi,
Cauca)
Negra
soy
¿Por
qué me dicen morena?
Si
moreno no es color,
yo
tengo una raza que es negra
y
negra me hizo Dios.
Y
otros arreglan el cuento
diciéndome
de color
dizque
pa’ endúlzame la cosa
y
que no me ofenda yo.
Yo
tengo mi raza pura
y
de ella orgullosa estoy,
de
mis ancestros africanos
y
del sonar del tambó.
Yo
vengo de una raza que tiene
una
historia pa’ contá
que
rompiendo sus cadenas
alcanzó
la libertá.
A
sangre y fuego rompieron,
las
cadenas de opresión,
y
ese yugo esclavista
que
por siglos nos aplastó.
La
sangre en mi cuerpo
se
empieza a desbocá,
se
me sube a la cabeza
y
comienza a protestá.
Yo
soy negra como la noche,
como
el carbón mineral,
como
las entrañas de la tierra
y
como el oscuro pedernal.
Así
que no disimulen
llamándome
de color,
diciéndome
morena,
porque
negra es que soy yo.
Yvonne América Truque Vélez
(Bogotá,
1955 – Montreal, 2001)
Poema
4
Éramos
tan frágiles y livianos
como
una gaviota en el aire
o
como la hoja que en otoño
el
viento arrastra… y cae.
Poema
5
Navegar…
siempre navegar
el
mar abierto de la vida.
Y
cuando llegue la tormenta
encallar
plácido en la muerte.
Laura Victoria Valencia Rentería
(Quibdó,
1950)
Al
cauce del río Atrato
Toda
la sed de África,
la
apagarías tú, si es que estuvieras cerca.
Toda
el hambre de los niños africanos,
la
calmarían los peces
que
nadan a sus anchas en tus aguas cristalinas,
tibias
y sin embargo…
cierta
y tristemente indiferentes a su suerte.
Las
angustias de las madres negras
del
continente hermano,
las
apaciguarían irremisiblemente las canoas
que
por el sereno caudal de tu torrente,
bajan
repletas del manjar de la tierra que tu bañas.
De
una tierra generosa y al mismo tiempo extraña.
Mientras
sus bogas…
con
sus voces roncas, rudas y calludas,
al
son del canalete cantan
la
melódica trova del regreso hacia una patria
que
solo está en sus pensamientos.
África
llora a sus hijos extraviados.
Hijos
de sus entrañas cruelmente desgajados
sin
haberle dado tiempo a amamantarlos.
África
clama de sed y se nos va en silencio.
¡Por
qué tuviste que nacer tan lejos!
Si
desde donde corres,
no
alcanzas a divisar la angustia
de
tus hermanos africanos,
negros
como tú, de recias manos,
de
anchas narices y de gruesos labios.
Déjate
ya de llantos y tormentos.
Deja
de ahogar tus penas en lamentos.
Las
redenciones que en tus cantos clamas
pasan
de largo sin parar en puerto.
Te
miro altivo y a la vez sereno,
romper
la selva de la tierra donde moras
por
caprichoso azar del universo, sabedora,
que
estás en el lugar equivocado.
Mientras…
África agonizante
invoca
en un último conjuro
el
retorno de sus hijos por el mundo esparcidos.
Yo
te conmino…
Reconduce
tu cauce, río Atrato,
vuelve
al lugar donde debiste haber nacido.
Llévame
a lomo de tus aguas a la tierra del hechizo
porque
a ti, como a mí,
en
un tiempo más allá del que vivimos
un
duende blanco nos equivocó el camino.
Emiliana Bernard Stephenson
(Isla de Providencia)
Negra,
negra soy…
Toda
la vida me dijeron que tenía sangre
inglesa,
apellidos de puritanas y una cultura especial
que
me hacía sentir tan, pero tan
diferente
y distante de las otras mujeres como yo.
Ahora
yo… soy yo. Construyo libertad…
No
quiero vivir una segunda esclavitud.
Ahora,
sueño, vivo, grito y escribo al son del tambor, aquel tambor
[del que me despojó
la
Colonia.
La
diosa de la mar y yo reafirmamos
nuestra
identidad: somos mujeres negras, negras.
Negras
raizales, negras caribeñas, negras
colombianas,
negras universales.
Tan
negras como mamá África.
Ahora
tengo alas… las puertas están abiertas
y
el inmenso mar Caribe
de
siete colores me espera…
**********
N.B. Todos los poemas fueron tomados de
Antología de mujeres poetas afrocolombianas.
Biblioteca de Literatura Afrocolombiana, Ministerio de Cultura. 2010.
Que tristeza, mujeres tan valiosas para la literatura y los textos ni las mencionan.
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