Foto: KOMAN ILEL. KMN Mirada Colectiva. https://komanilel.org/ |
A principios del siglo dieciocho, la viruela mataba medio millón de europeos por año.
Por entonces, lady Mary Montagu, la mujer del embajador inglés en Estambul, intentó difundir en Europa un viejo método preventivo, que se aplicaba en Turquía: un toquecito de pus variólica inmunizaba contra la peste asesina. Pero la gente se burló de esta mujer metida a científica, que traía supercherías de tierras paganas.
Setenta años después, un médico inglés, Edward Jenner, inoculó al hijo de su jardinero, un niño de ocho años, la llamada viruela de las vacas, que diezmaba los establos, pero poco daño hacía a los humanos. Y después le aplicó la viruela mortífera. Al niño no le pasó nada.
Así nació la vacuna, que debe su existencia a un niño de la servidumbre, convertido en conejo de laboratorio, y debe su nombre a la palabra latina vacca.
Fundación
de las procesiones
En 1576, una peste provocó un choque entre el arzobispo Carlos Borromeo, pecador en tránsito a la santidad, y el gobernador de Milán.
El arzobispo mandaba que los fieles se reunieran en las iglesias y juntos suplicaran a Dios el perdón de los pecados que habían traído la peste. Pero el gobernador prohibía cualquier reunión en lugares cerrados, para evitar contagios.
Entonces el arzobispo Borromeo inventó las procesiones. Ordenó que los santos y sus reliquias fueran sacados de las iglesias y que viajaran, en hombros de la multitud, por todas las calles de la ciudad.
Aquel mar de lirios, cirios y alas de ángeles se detenía ante las puertas de cada iglesia, para entonar cánticos de alabanza a los virtuosos de la cristiandad y para representar escenas de sus vidas y milagros.
Los
teatreros morían de envidia.
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Dos datos importantísimos, los orígenes desconocidos para mí sabes. Muchas gracias.
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