lunes, 28 de septiembre de 2020

 Zully Murillo

Zully Murillo en el concierto inaugural del Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez.
Imagen tomada de la transmisión de Telepacífico. Foto: Julio César U. H
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Cuando Zully Murillo canta, cuenta cuentos cantados y es tal la fluidez de su límpida voz, que de ella parecieran brotar uno a uno, a torrentes, todos los ríos que pueblan esa nación de agua y selva que es el territorio afropacífico de Colombia.

Los cuentos contados cantados de Zully Murillo lo transportan a uno –en champa, en potrillo, en canoa y hasta en balsa– a través de la historia cotidiana de las aldeas negras, de los caseríos orilleros, en los cuales la vida ha nacido miles de veces durante miles de noches, de los cuerpos de las mujeres y de la simiente de los hombres, en las manos sabias de las parteras que con la luz de una vela y la de sus propios ojos han alumbrado los alumbramientos que han contribuido a perpetuar las estirpes de las que Zully Murillo cuenta y canta con esa voz que cautiva por su cadencia de marea suave, por su frescura de quebrada repentina en la mitad del monte, por su colorido abundante de semilla de marañón tapizando las orillas del Atrato.

Zully Murillo es una narradora innata en cada una de cuyas letras discurren la magia y el embrujo de los cuentos eternos y elementales de las abuelas negras que -en las noches frescas de luna llena o en las tempestuosas de aguacero eterno- embelesan a los niños en los villorrios del Atrato, el San Juan o el Baudó, Andágueda o Capá, Naya y Telembí, Timbiquí o el Saija, Mira, Iscuandé y Tapaje, Ichó, Tutunendo y Neguá, Bubuey y Buey, Raposo, Cajambre y Mayorquín, Naya, Escalerete y Yurumanguí, Bebará o el Munguidó, el Arquía o el Bebaramá, Satinga, Sanquianga, Patía y Tapaje, Condoto, San Pablo, Tanando o Iró. La misma magia y el mismo embrujo que, oyéndola contar sus cuentos cantados, hacen que uno evoque los cantos de amor de las ballenas enamoradas que hasta las mares chocoanas llegan cada año a consumar su amor o a parir los frutos del que consumado ya fue.

Foto: Alcaldía de Cali

Así, tal cual, ataviada con una falda del tamaño de una ciénaga -sobre la cual los productores de Telepacífico hicieron prodigios estéticos, con animaciones logradas mediante video mapping- Zully Murillo protagonizó el concierto inaugural de la XXIV versión del Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez, en la noche del jueves 24 de septiembre de 2020, el año de la pandémica virtualidad a la cual también se vio obligado el festival. Acompañada por una solícita y exquisita Orquesta Filarmónica de Cali, que lució bastante cómoda en la ejecución y alegre de presencia; Zully Murillo estuvo deslumbrante en este histórico concierto, que fue la mejor manera que el Petronio encontró de homenajear a esta grandiosa mujer que más a la altura de la ocasión no habría podido estar.

Foto: Julio César U. H.

La fuerza sincera y profunda de su mirada, el contoneo sutil de su talle y sus caderas, la espontánea expresividad de su cara, la delicada cadencia de sus manos y la riqueza de las palabras con las que Zully Murillo fue entretejiendo sus canciones hasta volverlas parte de una sola historia, fueron complemento perfecto para los matices tenues de su voz precisa como el cambio de puja a quiebra en el pacífico litoral, de su voz llana como la planicie cenagosa del Atrato inmenso, de su voz elocuente como los conciertos de pájaros en las madrugadas de la manigua.

Fue evidente, para quienes desde nuestras casas asistimos a este inolvidable concierto, que cada palabra, cada nota, cada gesto, cada mirada y cada movimiento, en esa noche, le salieron del fondo del alma a Zully Murillo, “una mujer nacida a orillas del Atrato, Departamento del Chocó”, como en el momento de la despedida se autodefinió.

Cuentos contados cantados, de Zully Murillo (2001)


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