lunes, 1 de junio de 2020


Los Negritos del Ritmo
Los Negritos del Ritmo (1970, aprox.). En primera fila: 
Augusto Lozano, El Brujo, Neptolio Palacios (¿?), El Gringo Valdés y Santos Moreno Blandón
Durante por lo menos una década, desde mediados de los años 1960 hasta mediados de los 1970, la agrupación musical Los Negritos del Ritmo ocupó casi por completo la escena musical de Quibdó y de gran parte del Chocó, sobre todo en el campo festivo y bailable. Fue una conjunción de talentos impulsada por el trompetista y bajista Santos Moreno Blandón, y por el compositor, intérprete y saxofonista Augusto Lozano (Augustico). Asomarse por las persianas laterales de la fachada del antiguo Hotel Citará, para intentar ver algo de sus presentaciones o averiguar dónde estaban ensayando para llegar hasta allá y tener el gusto de oírlos, formó parte de la diversión de una niñez y una juventud a quienes estaba vedado el ingreso a dichos sitios. Colarse a sus presentaciones en Mi Ranchito fue práctica de jóvenes avezados de la época, mientras que la mayoría escuchaba desde afuera en tardes de sábado o domingo, hasta el anochecer.

El Guarengue ofrece dos textos en memoria de este fabuloso, histórico e inolvidable conjunto musical quibdoseño, del cual -infortunadamente- es escasa la memoria documental. El primero es del abogado, melómano, coleccionista e investigador musical Luis Ramón Garcés Herazo, quibdoseño, quien actualmente reside en Bogotá. Tomado de su libro Antología musical del Caribe americano, tan voluminoso como documentado y agradable de leer. El segundo es la transcripción de un comentario del gran periodista y conocedor de las tradiciones quibdoseñas Carlos “El Mono” Díaz, basado en sus propios recuerdos sobre esta agrupación.

I
Del Jazz Band de Carlos Borromeo
a Los Negritos del Ritmo
Por Luis Ramón Garcés Herazo
(Tomado de “Antología musical del Caribe americano”[1])

A mediados de los años 60 y después de repetidas reuniones y tertulias improvisadas en casa de Santos Moreno Blandón, realizadas en la Calle de las Águilas (Calle 23 con Carrera 4ª y 5ª) de Quibdó, se organizó un grupo de músicos a instancias del comerciante Belisario Valencia, quien nos informó que obsequió los primeros uniformes del conjunto, Los Negritos del Ritmo. Ellos fueron desde ese entonces el soporte de todas las fiestas y reuniones, no sólo en la capital sino en el resto del Departamento.

Para tal fecha, quienes abanderaban la enseñanza musical popular en nuestro medio eran el Maestro Pedro Serna y todavía el sacerdote español Isaac Rodríguez, en principio sólo inclinado por los aspectos corales y religiosos. Mientras las serenatas locales, bazares y veladas estudiantiles en el Colegio Carrasquilla y el Teatro Claret, de tiempo atrás, eran animadas por Gilberto “Caballero” Couttin y Manuel Santacoloma, “Mane-Mane”, dueto conocido entonces como “Los Garrido”. Todavía al iniciarse el 2005, nuestro querido Mane-Mane, con su descomplicada simpatía, nos acompañaba en reuniones y tertulias musicales en el desvencijado Quibdó y añoraba como nosotros los idos tiempos del ayer, con nostalgia y pesadumbre. Para el 2 de mayo de 2005, se nos informó de su deceso. ¡Cómo te extrañamos, Manolo!

La agrupación Los Negritos del Ritmo prácticamente arrebató en Quibdó el primer lugar de popularidad local al Jazz Band, de Carlos Borromeo Cuesta, pionero de un novedoso experimento musical sólo manejado por él: la batería, tambor redoblante, platillo, cencerro de madera y bombo de pedal, aplicados a los grupos de chirimía. El tema preferido del conjunto era el mapalé titulado El cebú. Su hegemonía tuvo vigencia firme después de 1950 y el grupo se conformó con Oscar Salamandra y Daniel Rodríguez (clarinetes), José del Carmen Rentería (Tata) en el saxofón, Pedro Serna (bombardino) y Juancito Cuesta (redoblante): ¡de inolvidable y grata recordación! Años después, Juancito y Lucho Cuesta intentaron vanamente retomar este experimento musical creado por su tío Carlos; pero, no funcionó, porque la moda musical lo habría hecho pasar inadvertido en ese momento.

Los Negritos del Ritmo era un grupo dirigido por el saxo-clarinetista Neptolio Córdoba, del cual hicieron parte: Eduardo Halaby, Alfonso “El Brujo” Córdoba (también eximio compositor), como vocalistas; después Aristarco Perea (Arista), Napoleón Cossio, César Murillo (Muñeco) y las voces femeninas Betty Álvarez, Beatriz Blandón Moreno y Elizabeth García Ayala. Además: Carlos Bechara (Manimeño), güiros y maracas; Enrique López y Juan Maturana (Chiquito), en los timbales; Lucho “Tumbadora” Palomeque; Augusto Lozano (también vocalista y compositor) como saxofonista; Santos Moreno, trompetista; Julio César Valdés (El Gringo), segunda guitarra, bajo y vocalista; Lucho “Cayayo” Rentería, primera guitarra y guitarra piano.

El repertorio de Los Negritos del Ritmo se basaba en temas regionales (Tierra de promisión, Chocó tierra mía y El negrito contento); la música costeña de Pacho Galán, Pedro Laza y Lucho Bermúdez; lo mismo que la interpretada por Los Melódicos y la Billo’s Caracas Boy, ambas de Venezuela y de moda en la época.

Los Negritos del Ritmo, en sus últimos años de existencia, fueron artistas “de planta” del recordado Grill Mi Ranchito, de propiedad del conocido comerciante Don Fermín García (Alameda Reyes, Carrera 6ª, esquina) y recibieron serias ofertas para grabar en Medellín, luego de alternar exitosamente en Quibdó con Los Corraleros de Majagual y con Peregoyo y su Combo Vacaná[2]. Este proyecto no se cristalizó nunca, ignoramos las razones”.

Antiguo Hotel Citará, Quibdó.

II
El esfuerzo de unos muchachos muy queridos
Por Carlos Manuel Díaz Carrasco, El Mono Díaz[3].

“Era extraño que en un ambiente musical como ha sido tradicional el del Chocó y el de Quibdó, no contáramos con una agrupación musical organizada. La única había sido el Jazz Band, de Carlos Borromeo; pero, era una orquesta que no tenía cantantes. Sin embargo, con el regreso de Augustico Lozano a Quibdó, comenzó a gestarse una agrupación con muchachos aficionados a la interpretación de los instrumentos musicales y otros a quienes les gustaba el canto. Y organizaron lo que salió a la palestra como Los Negritos del Ritmo.

No vamos a decir que era una orquesta de primerísima categoría, no. Eran unos muchachos que soplaban instrumentos al piso y creían que estaban interpretando muy bien la pieza que les habían pedido o que tenían en su repertorio. Ahí estaba Lucho “Tumbadora”; estaba “El Gringo” Valdés; estaba Neptolio Palacios, el del clarinete, que era el que marcaba el compás; estaba Augustico Lozano, que tocaba saxofón; Santos, que era el trompetista; y, además de esos que tocaban instrumentos, tenían como cantante a Aristo Perea y el Gordo Halaby Rentería.

Eran apreciados en Quibdó. En todo tuntún que había estaban Los Negritos del Ritmo. Le ofrecieron a esa juventud de la época las mejores tardes en el Hotel Citará para que se divirtieran sanamente. Era un esfuerzo de un grupo de muchachos muy queridos, todos amigos, que la gente respaldó sin reservas. Y yo, en particular, reconozco que marcaron una época dentro de la era musical de Quibdó. Desgraciadamente, no sé las razones; pero, el grupo se fue desintegrando hasta desaparecer; y muchos de sus integrantes ya no están entre nosotros. Los recordamos con mucho afecto, con mucho cariño, y yo evoco en este momento oír a Los Negritos del Ritmo, con El Gordo Halaby, mi hermano y mi amigo, interpretando “La danza de la chiva”. Nadie lo pudo hacer mejor que él, nadie lo pudo musicalizar mejor que Los Negritos del Ritmo”.



[1] Garcés Herazo, Luis Ramón. Antología musical del Caribe americano. Bogotá, Opciones Gráficas Editores, 2012. 594 pp. Pp. 520-521.

[2] Esta palabra se la inventó Peregoyo juntando las dos primeras letras de los nombres Valle, Cauca y Nariño, como un homenaje y una forma de expresar que su música recogía el sentir de los tres departamentos.

[3] Transcripción de una grabación de audio publicada por John Díaz Cañadas en: https://co.ivoox.com/es/negritos-del-ritmo-audios-mp3_rf_12826890_1.html

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