Los Negritos del Ritmo
Los Negritos del Ritmo (1970, aprox.). En primera fila: Augusto Lozano, El Brujo, Neptolio Palacios (¿?), El Gringo Valdés y Santos Moreno Blandón |
El Guarengue ofrece dos textos en
memoria de este fabuloso, histórico e inolvidable conjunto musical quibdoseño,
del cual -infortunadamente- es escasa la memoria documental. El primero es del abogado,
melómano, coleccionista e investigador musical Luis Ramón Garcés Herazo,
quibdoseño, quien actualmente reside en Bogotá. Tomado de su libro Antología musical
del Caribe americano, tan voluminoso como documentado y agradable de leer. El
segundo es la transcripción de un comentario del gran periodista y conocedor de
las tradiciones quibdoseñas Carlos “El Mono” Díaz, basado en sus propios
recuerdos sobre esta agrupación.
I
Del Jazz Band de Carlos Borromeo
a Los Negritos del Ritmo
Por Luis Ramón Garcés Herazo
(Tomado
de “Antología musical del Caribe americano”[1])
A mediados de los años 60 y después de
repetidas reuniones y tertulias improvisadas en casa de Santos Moreno Blandón,
realizadas en la Calle de las Águilas (Calle 23 con Carrera 4ª y 5ª) de Quibdó,
se organizó un grupo de músicos a instancias del comerciante Belisario
Valencia, quien nos informó que obsequió los primeros uniformes del conjunto,
Los Negritos del Ritmo. Ellos fueron desde ese entonces el soporte de todas las
fiestas y reuniones, no sólo en la capital sino en el resto del Departamento.
Para tal fecha, quienes abanderaban la
enseñanza musical popular en nuestro medio eran el Maestro Pedro Serna y todavía
el sacerdote español Isaac Rodríguez, en principio sólo inclinado por los
aspectos corales y religiosos. Mientras las serenatas locales, bazares y
veladas estudiantiles en el Colegio Carrasquilla y el Teatro Claret, de tiempo
atrás, eran animadas por Gilberto “Caballero” Couttin y Manuel Santacoloma, “Mane-Mane”,
dueto conocido entonces como “Los Garrido”. Todavía al iniciarse el 2005, nuestro
querido Mane-Mane, con su descomplicada simpatía, nos acompañaba en reuniones y
tertulias musicales en el desvencijado Quibdó y añoraba como nosotros los idos
tiempos del ayer, con nostalgia y pesadumbre. Para el 2 de mayo de 2005, se nos
informó de su deceso. ¡Cómo te extrañamos, Manolo!
La agrupación Los Negritos del Ritmo
prácticamente arrebató en Quibdó el primer lugar de popularidad local al Jazz
Band, de Carlos Borromeo Cuesta, pionero de un novedoso experimento musical
sólo manejado por él: la batería, tambor redoblante, platillo, cencerro de
madera y bombo de pedal, aplicados a los grupos de chirimía. El tema preferido
del conjunto era el mapalé titulado El cebú. Su hegemonía tuvo vigencia firme
después de 1950 y el grupo se conformó con Oscar Salamandra y Daniel Rodríguez
(clarinetes), José del Carmen Rentería (Tata) en el saxofón, Pedro Serna
(bombardino) y Juancito Cuesta (redoblante): ¡de inolvidable y grata
recordación! Años después, Juancito y Lucho Cuesta intentaron vanamente retomar
este experimento musical creado por su tío Carlos; pero, no funcionó, porque la
moda musical lo habría hecho pasar inadvertido en ese momento.
Los Negritos del Ritmo era un grupo dirigido
por el saxo-clarinetista Neptolio Córdoba, del cual hicieron parte: Eduardo
Halaby, Alfonso “El Brujo” Córdoba (también eximio compositor), como vocalistas;
después Aristarco Perea (Arista), Napoleón Cossio, César Murillo (Muñeco) y las
voces femeninas Betty Álvarez, Beatriz Blandón Moreno y Elizabeth García Ayala.
Además: Carlos Bechara (Manimeño), güiros y maracas; Enrique López y Juan
Maturana (Chiquito), en los timbales; Lucho “Tumbadora” Palomeque; Augusto
Lozano (también vocalista y compositor) como saxofonista; Santos Moreno, trompetista;
Julio César Valdés (El Gringo), segunda guitarra, bajo y vocalista; Lucho “Cayayo”
Rentería, primera guitarra y guitarra piano.
El repertorio de Los Negritos del Ritmo se
basaba en temas regionales (Tierra de promisión, Chocó tierra mía y El negrito
contento); la música costeña de Pacho Galán, Pedro Laza y Lucho Bermúdez; lo
mismo que la interpretada por Los Melódicos y la Billo’s Caracas Boy, ambas de
Venezuela y de moda en la época.
Los Negritos del Ritmo, en sus últimos años
de existencia, fueron artistas “de planta” del recordado Grill Mi Ranchito, de
propiedad del conocido comerciante Don Fermín García (Alameda Reyes, Carrera
6ª, esquina) y recibieron serias ofertas para grabar en Medellín, luego de
alternar exitosamente en Quibdó con Los Corraleros de Majagual y con Peregoyo y
su Combo Vacaná[2].
Este proyecto no se cristalizó nunca, ignoramos las razones”.
II
El esfuerzo de unos muchachos muy queridos
Por Carlos Manuel Díaz Carrasco, El
Mono Díaz[3].
“Era extraño que en un ambiente musical
como ha sido tradicional el del Chocó y el de Quibdó, no contáramos con una
agrupación musical organizada. La única había sido el Jazz Band, de Carlos
Borromeo; pero, era una orquesta que no tenía cantantes. Sin embargo, con el
regreso de Augustico Lozano a Quibdó, comenzó a gestarse una agrupación con
muchachos aficionados a la interpretación de los instrumentos musicales y otros
a quienes les gustaba el canto. Y organizaron lo que salió a la palestra como
Los Negritos del Ritmo.
No vamos a decir que era una orquesta de
primerísima categoría, no. Eran unos muchachos que soplaban instrumentos al
piso y creían que estaban interpretando muy bien la pieza que les habían pedido
o que tenían en su repertorio. Ahí estaba Lucho “Tumbadora”; estaba “El Gringo”
Valdés; estaba Neptolio Palacios, el del clarinete, que era el que marcaba el
compás; estaba Augustico Lozano, que tocaba saxofón; Santos, que era el trompetista;
y, además de esos que tocaban instrumentos, tenían como cantante a Aristo Perea
y el Gordo Halaby Rentería.
Eran apreciados en Quibdó. En todo tuntún que había estaban Los Negritos
del Ritmo. Le ofrecieron a esa juventud de la época las mejores tardes en el
Hotel Citará para que se divirtieran sanamente. Era un esfuerzo de un grupo de
muchachos muy queridos, todos amigos, que la gente respaldó sin reservas. Y yo,
en particular, reconozco que marcaron una época dentro de la era musical de
Quibdó. Desgraciadamente, no sé las razones; pero, el grupo se fue
desintegrando hasta desaparecer; y muchos de sus integrantes ya no están entre
nosotros. Los recordamos con mucho afecto, con mucho cariño, y yo evoco en este
momento oír a Los Negritos del Ritmo, con El Gordo Halaby, mi hermano y mi
amigo, interpretando “La danza de la chiva”. Nadie lo pudo hacer mejor que él,
nadie lo pudo musicalizar mejor que Los Negritos del Ritmo”.
[1]
Garcés Herazo, Luis Ramón. Antología musical del Caribe americano. Bogotá, Opciones
Gráficas Editores, 2012. 594 pp. Pp. 520-521.
[2] Esta
palabra se la inventó Peregoyo juntando las dos primeras letras de los nombres Valle,
Cauca y Nariño, como un homenaje y una forma de expresar que su música recogía
el sentir de los tres departamentos.
[3] Transcripción
de una grabación de audio publicada por John Díaz Cañadas en: https://co.ivoox.com/es/negritos-del-ritmo-audios-mp3_rf_12826890_1.html
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