La Catedral de Quibdó,
de caserón destartalado a popurrí arquitectónico
Iglesia Parroquial de Quibdó, 1934. Foto: Misioneros Claretianos. |
El pasado 13 de
mayo se cumplieron 75 años de la ceremonia de bendición de la Primera Piedra de
la Catedral San Francisco de Asís, de Quibdó, cuya construcción duró más de 30 años,
entre 1945 y 1977. Dicho periodo abarca tanto la época de la Prefectura
Apostólica del Chocó como la del Vicariato Apostólico de Quibdó. La Prefectura
fue creada por la Santa Sede en 1908, definiéndole como jurisdicción la
totalidad del territorio del Chocó y encomendándola a los Misioneros Hijos del
Inmaculado Corazón de María (CMF) o Claretianos, quienes llegaron a Quibdó en
febrero de 1909, encabezados por el Padre Juan Gil y García como primer
Prefecto Apostólico. En 1952, por decisión del Papa Pio XII, la Prefectura es
dividida en dos jurisdicciones eclesiásticas diferentes, con la consiguiente
distribución del territorio entre ellas: el Vicariato Apostólico de Quibdó, para
cuya administración son confirmados los Misioneros Claretianos, encabezados por
el Padre Pedro Grau y Arola, quien es ordenado Obispo y nombrado Vicario
Apostólico, y el Vicariato Apostólico de Istmina encargado a los Misioneros
Javerianos de Yarumal, cuyo nombre oficial es Instituto de Misiones Extranjeras
de Yarumal.
El antecedente
inmediato de la Catedral es el templo parroquial de Quibdó, construido desde
que los Claretianos llegaron a la ciudad, en 1909. Fue casi siempre una
edificación de madera, palma, mampostería en barro y techo de zinc, que, aunque
bellamente decorada por los misioneros y los fieles locales, sufría permanente
deterioro y requería mantenimiento constante; así como era presa fácil de los
sucesivos incendios que en el Quibdó de entonces se presentaban. Ello condujo a
que, por temporadas, su aspecto exterior e interior no fuera el mejor; al punto
que Diego Luis Córdoba se refirió a él como un “caserón destartalado”, que
debía ser reemplazado por un edificio digno de la ciudad capital de la
Intendencia.
El último domingo
del año 1934, según registro del periódico ABC, de Quibdó, “se reunieron, en uno de los salones del
convento de los misioneros, los señores Intendente Nacional y Secretario de
Hacienda, el Reverendo Padre Cervelló y los caballeros que a continuación se
enumeran: don Delfino Díaz R., don Miguel Ángel, don Félix Meluk, don Azarías
Valencia, don Manuel F. Barcha, don Juan J. Carrasco, don Enrique Santacoloma,
don Guadalupe Rivas Polo, don Julián Meléndez, don Francisco Córdoba, don Julio
Perea Quesada y don Guillermo Henry, estudiaron por todos sus aspectos el
problema de la iglesia que necesita esta ciudad, con toda urgencia, para
reemplazar el “caserón destartalado” de que hablara Diego Luis Córdoba” [1].
Este grupo de notables nombró una Junta Administradora de la obra del Templo de
San Francisco, como ya se llamaba, encabezada por el Intendente Nacional,
Doctor Adán Arriaga Andrade, el Padre Cervelló, el Alcalde Provincial, doctor
Jaime Arango, y los señores Delfino Díaz Ruiz, Julio Perea Quesada, Félix Meluk
y Francisco Córdoba, quien fue elegido secretario de la junta.
Tal como lo
informa el ABC [2],
el Intendente se comprometió a apropiar para la obra una suma no menor de cinco
mil pesos, del presupuesto de 1935; así como a lograr que el Concejo Municipal
de Quibdó hiciera un aporte para el mismo fin. Pero, dicha sesión de la junta
no concluyó sin que los demás asistentes hicieran efectivos sus aportes
personales a la causa del templo parroquial, así: Misioneros Claretianos, $100;
Doctor Arriaga Andrade, $100; Manuel Felipe Barcha Velilla, $100; Félix Meluk,
$100; Julio Perea Quesada, $25; Enrique Santacoloma, $25; Delfino Díaz Ruiz,
$20; Miguel Ángel Ferrer, $10; Dionisio Echeverry Ferrer, $10; Guadalupe Rivas,
$10; Azarías Valencia, $5; Francisco Córdoba, $5; Guillermo Henry, $5.
Además del dinero
inicialmente recaudado, hubo en la reunión ofrecimientos significativos y de
gran valía para la obra del templo parroquial de San Francisco de Asís.
Dionisio Echeverry ofreció sus servicios como Ingeniero, Miguel Ángel F.
ofreció su teatro para la realización de funciones con propósitos de
recolección de fondos y Julián Meléndez donó cinco barriles de cemento.
El edificio que
posteriormente se convirtió en la Catedral tuvo una primera etapa constructiva
casi ininterrumpida, que duró aproximadamente una década. Posteriormente, casi
siempre por falta de recursos, tuvo suspensiones periódicas que alcanzaron
hasta un año. Donaciones en dinero, de distintos gobiernos, de comerciantes, de
la ciudadanía quibdoseña y de colectas especiales pro-templo; al igual que
extenuantes y fructíferas jornadas de contribuciones en especie, como las
marchas de la baldosa realizadas en los años 1970, hicieron posible la
culminación casi total de la obra, a fines de esa década, incluyendo
modificaciones y ajustes al diseño original, obra del Ingeniero Oscar Castro
Conto, quibdoseño, quien estuvo al frente de la construcción durante buena
parte de ella.
Catedral de Quibdó, julio 2019. Foto: Julio César U. H. |
Castro Conto estudió
Ingeniería en Popayán. Es hijo del famoso Rodolfo Castro Baldrich, quien
también fue padre de los hermanos Castro Torrijos, de notable aporte a la
música folclórica chocoana, y fue reconocido como un ingeniero autodidacta que
participó en destacadas obras, como el trazado de la carretera de Quibdó hacia
Bolívar (Antioquia) y la construcción del Hospital San Francisco de Asís, obra
que fue finalizada por el Hermano Vicente Frumencio Galicia.
Vicente Frumencio
Galicia Arrué, popularmente conocido como el Hermano Galicia y quien participó
con sus ideas en los diseños originales de la Catedral, es uno de los genios
constructores de la Congregación Claretiana en toda su historia misionera en el
Chocó y Colombia. Vivió en Quibdó durante 16 años. Ejecutó obras como el
Palacio Episcopal de Quibdó, el Colegio Carrasquilla y el Barrio Escolar
–demolido para darle paso a un edificio de los que actualmente llaman
megacolegios-, bajo diseños del ingeniero catalán Luis Llach, y del Ingeniero
alemán E. Altman, en el caso ya mencionado del Hospital.
En la actualidad,
la Catedral San Francisco de Asís es uno de los edificios públicos más queridos
por la población de Quibdó, tanto por el valor arquitectónico que la gente le
atribuye, como por su condición de referente urbano y simbólico de la cultura y
de la religiosidad de una ciudad en donde este tipo de símbolos no abundan. Dos
imágenes de San Francisco de Asís refuerzan el peso simbólico del lugar.
Una imagen de madera
de casi dos metros de altura, preside el lado derecho del altar, mirado de
frente. Es el San Pacho que, salvo casos de incendios grandes, solamente sale
una vez al año, cada 4 de octubre, a recorrer la ciudad en procesión, adornado
con varios metros de collares de oro donados por sus devotos en gratitud por
los favores recibidos.
Al fondo, en el
ábside del templo, el más grande pintor sacro actualmente vivo en el mundo,
Maximino Cerezo Barredo, también Misionero Claretiano, dejó para la historia universal
del arte un tríptico mural sobre la historia de la evangelización en América
Latina; gracias a la inspiración del misionero chocoano Gonzalo M. de la Torre
Guerrero y al auspicio de Monseñor Jorge Iván Castaño Rubio, primer obispo
diocesano de Quibdó; ambos claretianos. En la sección central de dicho
tríptico, compartiendo escena con Jesús de Nazareth y con San Antonio María
Claret, portando una paloma de paz y provisto de símbolos ecológicos, está San
Francisco de Asís. A diferencia del otro, este San Francisco pasa la mayor
parte del año sin ver la luz ni a la gente de Quibdó, pues hay quienes, desde
que los murales fueron pintados, se han empeñado en mantenerlos ocultos de la
vista pública, valiéndose de todo tipo de artificios y motivos, como telas y
telones, escenas pías e historias sagradas; y tratándolos con tal desdén que no
ha importado el uso de puntillas, clavos y pegantes sobre su superficie, elementos
estos que paulatinamente han empezado a deteriorar la calidad de las artísticas
pinturas.
Tríptico mural de Maximino Cerezo Barredo, en el ábside de la Catedral de Quibdó. Foto tomada de: https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/de-tours-por-quibdo-14406763/photo-8943270 |
[1] Periódico ABC, Quibdó, Edición 2935, enero 5 de 1935.
[2] Ibidem.
[3] González Escobar, Luis Fernando. QUIBDÓ, Contexto histórico,
desarrollo urbano y patrimonio arquitectónico. Centro de publicaciones
Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín. Primera edición: febrero 2003.
362 pp. Pp. 235-236.
La obra de su Excelencia Monseñor Pedro Grau y Monseñor Jorge Ivan dentro del territorio chocuano, es una expresión bella y noble del Misterio de la Encarnación, un Dios que asume la historia de su pueblo, camina con su pueblo, sufre con su pueblo.
ResponderBorrarUn Dios que nos ama y nos enseña amar, nos da su perdón y nos enseña a perdonar; un Dios que no es ajeno a las realidades culturales de su pueblo, sino, antes por el contrario la eleva y la perfecciona; Unos obispos enamorados de Dios, supieron encarnar en su ministerio la obra de Dios en la Iglesia, dandonos a entender que cuanto más se conoce al hombre, más se conoce al verbo de Dios; y que el conociemiento del Verbo excluyendo al hombre en su totalidad, es un conocimiento vacio y ciego, que en vez de elevar la dignidad cristiana, la empobrece y enguillece.
Pbro. Jhason Caicedo Rivera
El Padre Cesar Augusto Perea Ibarguen, fue el Párroco que le saco la escritura Publica, ya que no contaba con ella desde su creacion.
ResponderBorrarFelicitaciones al señor Julio César que de forma magistral con este escrito abre una ventana a las presentes y futuras generaciones para conocer la historia de nuestra magestuosa catedral San Francisco de Asís.
ResponderBorrarSe siente bien poder reconocer a todas y cada una de las personas que hicieron posible tan grandiosa obra, motivo de orgullo de los chocoanos. IG: @sauloguerrero1