lunes, 8 de junio de 2020


La Catedral de Quibdó,
de caserón destartalado a popurrí arquitectónico
Iglesia Parroquial de Quibdó, 1934.
Foto: Misioneros Claretianos.
El pasado 13 de mayo se cumplieron 75 años de la ceremonia de bendición de la Primera Piedra de la Catedral San Francisco de Asís, de Quibdó, cuya construcción duró más de 30 años, entre 1945 y 1977. Dicho periodo abarca tanto la época de la Prefectura Apostólica del Chocó como la del Vicariato Apostólico de Quibdó. La Prefectura fue creada por la Santa Sede en 1908, definiéndole como jurisdicción la totalidad del territorio del Chocó y encomendándola a los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María (CMF) o Claretianos, quienes llegaron a Quibdó en febrero de 1909, encabezados por el Padre Juan Gil y García como primer Prefecto Apostólico. En 1952, por decisión del Papa Pio XII, la Prefectura es dividida en dos jurisdicciones eclesiásticas diferentes, con la consiguiente distribución del territorio entre ellas: el Vicariato Apostólico de Quibdó, para cuya administración son confirmados los Misioneros Claretianos, encabezados por el Padre Pedro Grau y Arola, quien es ordenado Obispo y nombrado Vicario Apostólico, y el Vicariato Apostólico de Istmina encargado a los Misioneros Javerianos de Yarumal, cuyo nombre oficial es Instituto de Misiones Extranjeras de Yarumal.

El antecedente inmediato de la Catedral es el templo parroquial de Quibdó, construido desde que los Claretianos llegaron a la ciudad, en 1909. Fue casi siempre una edificación de madera, palma, mampostería en barro y techo de zinc, que, aunque bellamente decorada por los misioneros y los fieles locales, sufría permanente deterioro y requería mantenimiento constante; así como era presa fácil de los sucesivos incendios que en el Quibdó de entonces se presentaban. Ello condujo a que, por temporadas, su aspecto exterior e interior no fuera el mejor; al punto que Diego Luis Córdoba se refirió a él como un “caserón destartalado”, que debía ser reemplazado por un edificio digno de la ciudad capital de la Intendencia.

El último domingo del año 1934, según registro del periódico ABC, de Quibdó, “se reunieron, en uno de los salones del convento de los misioneros, los señores Intendente Nacional y Secretario de Hacienda, el Reverendo Padre Cervelló y los caballeros que a continuación se enumeran: don Delfino Díaz R., don Miguel Ángel, don Félix Meluk, don Azarías Valencia, don Manuel F. Barcha, don Juan J. Carrasco, don Enrique Santacoloma, don Guadalupe Rivas Polo, don Julián Meléndez, don Francisco Córdoba, don Julio Perea Quesada y don Guillermo Henry, estudiaron por todos sus aspectos el problema de la iglesia que necesita esta ciudad, con toda urgencia, para reemplazar el “caserón destartalado” de que hablara Diego Luis Córdoba[1]. Este grupo de notables nombró una Junta Administradora de la obra del Templo de San Francisco, como ya se llamaba, encabezada por el Intendente Nacional, Doctor Adán Arriaga Andrade, el Padre Cervelló, el Alcalde Provincial, doctor Jaime Arango, y los señores Delfino Díaz Ruiz, Julio Perea Quesada, Félix Meluk y Francisco Córdoba, quien fue elegido secretario de la junta.

Tal como lo informa el ABC [2], el Intendente se comprometió a apropiar para la obra una suma no menor de cinco mil pesos, del presupuesto de 1935; así como a lograr que el Concejo Municipal de Quibdó hiciera un aporte para el mismo fin. Pero, dicha sesión de la junta no concluyó sin que los demás asistentes hicieran efectivos sus aportes personales a la causa del templo parroquial, así: Misioneros Claretianos, $100; Doctor Arriaga Andrade, $100; Manuel Felipe Barcha Velilla, $100; Félix Meluk, $100; Julio Perea Quesada, $25; Enrique Santacoloma, $25; Delfino Díaz Ruiz, $20; Miguel Ángel Ferrer, $10; Dionisio Echeverry Ferrer, $10; Guadalupe Rivas, $10; Azarías Valencia, $5; Francisco Córdoba, $5; Guillermo Henry, $5.

Además del dinero inicialmente recaudado, hubo en la reunión ofrecimientos significativos y de gran valía para la obra del templo parroquial de San Francisco de Asís. Dionisio Echeverry ofreció sus servicios como Ingeniero, Miguel Ángel F. ofreció su teatro para la realización de funciones con propósitos de recolección de fondos y Julián Meléndez donó cinco barriles de cemento.

El edificio que posteriormente se convirtió en la Catedral tuvo una primera etapa constructiva casi ininterrumpida, que duró aproximadamente una década. Posteriormente, casi siempre por falta de recursos, tuvo suspensiones periódicas que alcanzaron hasta un año. Donaciones en dinero, de distintos gobiernos, de comerciantes, de la ciudadanía quibdoseña y de colectas especiales pro-templo; al igual que extenuantes y fructíferas jornadas de contribuciones en especie, como las marchas de la baldosa realizadas en los años 1970, hicieron posible la culminación casi total de la obra, a fines de esa década, incluyendo modificaciones y ajustes al diseño original, obra del Ingeniero Oscar Castro Conto, quibdoseño, quien estuvo al frente de la construcción durante buena parte de ella.

Catedral de Quibdó, julio 2019.
Foto: Julio César U. H.
La Catedral fue consagrada oficial y solemnemente por el entonces Cardenal de Colombia, Monseñor Aníbal Muñoz Duque, en compañía del entonces Vicario Apostólico de Quibdó, Monseñor Pedro Grau y Arola, quien, al igual que su hermana Mercedes, donó gran parte de su herencia familiar para la terminación de la obra. El Arquitecto e Historiador Luis Fernando González Escobar, en su destacada y ya proverbial obra sobre el patrimonio arquitectónico de Quibdó hasta mediados del siglo XX, anota que “si la Prefectura (Palacio Episcopal) fue una obra ecléctica, pero contenida, con buen diseño y construcción, no lo fue tanto la Catedral, que se distingue desde el diseño por un delirante popurrí donde todos los cánones arquitectónicos se rompieron, tal vez en razón de la formación académica del Ingeniero Oscar Castro C., quien en últimas decidió el diseño que inicialmente planteaba el Hermano Galicia[3].

Castro Conto estudió Ingeniería en Popayán. Es hijo del famoso Rodolfo Castro Baldrich, quien también fue padre de los hermanos Castro Torrijos, de notable aporte a la música folclórica chocoana, y fue reconocido como un ingeniero autodidacta que participó en destacadas obras, como el trazado de la carretera de Quibdó hacia Bolívar (Antioquia) y la construcción del Hospital San Francisco de Asís, obra que fue finalizada por el Hermano Vicente Frumencio Galicia.

Vicente Frumencio Galicia Arrué, popularmente conocido como el Hermano Galicia y quien participó con sus ideas en los diseños originales de la Catedral, es uno de los genios constructores de la Congregación Claretiana en toda su historia misionera en el Chocó y Colombia. Vivió en Quibdó durante 16 años. Ejecutó obras como el Palacio Episcopal de Quibdó, el Colegio Carrasquilla y el Barrio Escolar –demolido para darle paso a un edificio de los que actualmente llaman megacolegios-, bajo diseños del ingeniero catalán Luis Llach, y del Ingeniero alemán E. Altman, en el caso ya mencionado del Hospital.

En la actualidad, la Catedral San Francisco de Asís es uno de los edificios públicos más queridos por la población de Quibdó, tanto por el valor arquitectónico que la gente le atribuye, como por su condición de referente urbano y simbólico de la cultura y de la religiosidad de una ciudad en donde este tipo de símbolos no abundan. Dos imágenes de San Francisco de Asís refuerzan el peso simbólico del lugar.


Una imagen de madera de casi dos metros de altura, preside el lado derecho del altar, mirado de frente. Es el San Pacho que, salvo casos de incendios grandes, solamente sale una vez al año, cada 4 de octubre, a recorrer la ciudad en procesión, adornado con varios metros de collares de oro donados por sus devotos en gratitud por los favores recibidos.

Al fondo, en el ábside del templo, el más grande pintor sacro actualmente vivo en el mundo, Maximino Cerezo Barredo, también Misionero Claretiano, dejó para la historia universal del arte un tríptico mural sobre la historia de la evangelización en América Latina; gracias a la inspiración del misionero chocoano Gonzalo M. de la Torre Guerrero y al auspicio de Monseñor Jorge Iván Castaño Rubio, primer obispo diocesano de Quibdó; ambos claretianos. En la sección central de dicho tríptico, compartiendo escena con Jesús de Nazareth y con San Antonio María Claret, portando una paloma de paz y provisto de símbolos ecológicos, está San Francisco de Asís. A diferencia del otro, este San Francisco pasa la mayor parte del año sin ver la luz ni a la gente de Quibdó, pues hay quienes, desde que los murales fueron pintados, se han empeñado en mantenerlos ocultos de la vista pública, valiéndose de todo tipo de artificios y motivos, como telas y telones, escenas pías e historias sagradas; y tratándolos con tal desdén que no ha importado el uso de puntillas, clavos y pegantes sobre su superficie, elementos estos que paulatinamente han empezado a deteriorar la calidad de las artísticas pinturas.

De este modo, sin parar mientes en el valor teológico y artístico de éstos, hay quienes han decidido unilateralmente ocultar y acallar la verdad que los murales contienen, escribiendo así un nefasto capítulo de la historia de la Catedral de Quibdó, que ojalá no termine en que un día –como ya lo ha hecho en otras ocasiones en las que ha querido sancionar alguna falta de sus devotos- la imagen de San Francisco de Asís se niegue a salir de la Catedral para contener algún incendio o para presidir la procesión anual en su homenaje.


Tríptico mural de Maximino Cerezo Barredo, en el ábside de la Catedral de Quibdó.
Foto tomada de: https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/de-tours-por-quibdo-14406763/photo-8943270




[1] Periódico ABC, Quibdó, Edición 2935, enero 5 de 1935.

[2] Ibidem.

[3] González Escobar, Luis Fernando. QUIBDÓ, Contexto histórico, desarrollo urbano y patrimonio arquitectónico. Centro de publicaciones Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín. Primera edición: febrero 2003. 362 pp. Pp. 235-236.



2 comentarios:

  1. La obra de su Excelencia Monseñor Pedro Grau y Monseñor Jorge Ivan dentro del territorio chocuano, es una expresión bella y noble del Misterio de la Encarnación, un Dios que asume la historia de su pueblo, camina con su pueblo, sufre con su pueblo.

    Un Dios que nos ama y nos enseña amar, nos da su perdón y nos enseña a perdonar; un Dios que no es ajeno a las realidades culturales de su pueblo, sino, antes por el contrario la eleva y la perfecciona; Unos obispos enamorados de Dios, supieron encarnar en su ministerio la obra de Dios en la Iglesia, dandonos a entender que cuanto más se conoce al hombre, más se conoce al verbo de Dios; y que el conociemiento del Verbo excluyendo al hombre en su totalidad, es un conocimiento vacio y ciego, que en vez de elevar la dignidad cristiana, la empobrece y enguillece.

    Pbro. Jhason Caicedo Rivera

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  2. El Padre Cesar Augusto Perea Ibarguen, fue el Párroco que le saco la escritura Publica, ya que no contaba con ella desde su creacion.

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