lunes, 23 de marzo de 2020


Un Cuento para la Cuarentena
El dragón Gastón

Al dragón Gastón, que es mucho, muy juguetón, le ha entrado la ventolera de ponerle a su chorro de fuego mucho, mucho color.

Esta mañana, de paseo, muchas ganas Gastón tiene de que su llama sea azul. Para lograrlo enseguida, nada mejor se le ocurre, en tan espléndido día, con tan descubierto cielo, que acostarse bocarriba totalmente boquiabierto, en este rincón del parque. Explayado así en el suelo, busca que el azul del cielo por la boca le penetre y que, al terminar el día, rebosante de alegría y lejos de decepciones, sea azul su chorro de fuego como es azul este cielo y azules las ilusiones de toditos los dragones cuando juguetones son, como es el dragón Gastón. Al atardecer, el azul del cielo inmenso ha quedado convertido en fondo para el incendio inagotable de colores que ha formado el sol al despedirse del día. El dragón Gastón, con todo y ser juguetón, insolado ha quedado y su llama de azul no se ha pintado. Le duelen las quemaduras de tanto sol todo el día. Y casi llorando se va a donde está su mamá, que siempre es tan querida, para que le unte una crema que sane su piel ardida.

Otra mañana, muchos días después, cuando en su piel relucen sus escamas otra vez, el dragón Gastón muere de ganas de que sea verde su llama, para que su fuego tenga el color de la esperanza. Para lograrlo esta vez, se le ocurre algo mejor, bajo el cielo descubierto de tan espléndido día, en el parque reluciente: comer, comer y comer, sin que lo vea la gente, un montón gigantesco de esa fresca hierba verde. Y come, come y come, con pasión el dragón Gastón, hasta que su emoción se vuelve una gran indigestión. Con un dolor que es muy grande sale en busca de su madre, quien lo cura con laxantes y un cariño muy gigante. No consigue así, tampoco, que su llama sea verde.

Una tarde, sin embargo, ensaya pintar de blanco su chorro de fuego largo. Para lograrlo se acuesta nuevamente entre la hierba. Es una tarde cerrada, con una gran nube blanca. Hace frío, mucho frío. Aspira el Dragón Gastón, que es mucho, muy juguetón, a que esa nube gigante plante su blanco color en toda su abierta bocota, y así su llama mañana sea blanca como este cielo, tan blanca como una mota de blanquísimo algodón. Ha llegado ya la noche, su llama blanca no está, pero en cambio sí estornuda y moquea sin parar, pues un inmenso resfriado, un señor gripononón, es lo que se ha ganado nuestro gran dragón Gastón, por andar de juguetón.

Su empeño no para nunca, admirable juguetón, el dragón Gastón insiste en poner mucho color a su gran chorro de fuego, a su aliento de dragón. Sueña ahora que su llama sea roja como el amor. Para lograrlo concibe nuevamente gran idea, se acuesta toda la noche al pie de una chimenea, a ver si la roja lumbre que por la reja se cuela, se mete en su boca que abierta todita la noche deja. A media noche su cuerpo caliente no aguanta ya, pues en tierra de dragones hay calor siempre infernal, ya que al clima se le suma el fuego de los dragones cuando dicen a roncar. Tampoco de rojo vivo su llama logra pintar, lo único que ha conseguido es sudar, mucho sudar.

Y así ensaya mil maneras para poder colorear su llama y hacerla alegre, tan alegre como es él, fracasando en sus intentos siempre en un dos por tres. Ensaya comiendo vidrio para que sea transparente, mil chontaduros se come buscando que sea amarilla y mil moras de Castilla se traga en un santiamén, buscando volver morada su gran llama atormentada.

...Pero existen también hadas en su tierra de dragones, que para ejercer su magia con seres tan juguetones y que tan rápido vuelan por encima de las cosas, se tornan en mariposas coloridas y muy sabias. Una de esas mariposas dice llamarse Cristina y ser feliz hada madrina de nuestro gran juguetón, el ahora triste dragón que lleva por nombre Gastón. Le recomienda los sueños como mejor solución, pues lo salvan de resfriados, de calor e indigestión, y pueden pintar su llama del color que se le ocurra y sin que nada ni nadie lo aburra.

Pura magia es su palabra, como brisa refrescante, cuando por mágica vara bate lindas sus dos alas Cristina, el hada madrina, quien afirma cristalina, ante la gran desazón que cubre al dragón Gastón: basta que sueñes el cielo y azul tu llama será, sueña muchas esperanzas y así verde se verá. Y muy blanca de repente si blancos tus sueños son y roja si te enamoras de verdad y con pasión, así como transparente si tú sueñas con la lluvia de colores del poniente. Y amarilla como el oro si es soñar tu gran tesoro. Y si en auroras soleadas sueñas despierto mil sueños, tu llama será morada.

Y así, soñando y soñando, fue como el dragón Gastón, que es mucho, muy juguetón, pudo ponerle a su llama mucho, mucho color. Desde ese día su llama ha dejado de quemar y no para día y noche el dragón de colorear los sueños que aquí soñamos quienes lo vemos volar.

¡...Y colorín coloreado, aquí se nos ha acabado este cuento colorido donde a un dragón encendido, de nombre Dragón Gastón, y mucho, muy juguetón, le ha entrado la ventolera de pintar lindos colores a su gran chorro de fuego y hasta al mismísimo sol!

Julio César U. H.

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