lunes, 2 de marzo de 2020


Como si hoy fuera ayer
Los problemas del Chocó según Adán Arriaga Andrade
Adán Arriaga Andrade

Ya esto me lo sé de memoria, gritaba Úrsula. Es como si el tiempo diera vueltas en redondo y hubiéramos vuelto al principio”.
Úrsula Iguarán, en Cien Años de Soledad, de Gabriel García Márquez.


Hace 85 años, en febrero de 1935, el político e intelectual chocoano Adán Arriaga Andrade publicó un artículo sobre los grandes problemas del Chocó, en la edición 2955 del ABC, de Quibdó, un periódico que circuló diariamente durante gran parte de sus 30 años de existencia.

Quien lea ese artículo hoy[1] encontrará en él una exposición de los mismos problemas que actualmente aquejan a la población chocoana, como si no hubiera pasado casi un siglo desde su publicación; al igual que un conjunto de soluciones, ya proverbiales y de sorprendente actualidad, como –por ejemplo- la ampliación del hospital de Quibdó y la construcción de acueducto y alcantarillado aquí y en Istmina.

Adán Arriaga Andrade nació en el Municipio de Lloró el 24 de agosto de 1907 y falleció en Bogotá el 13 de junio de 1994. Es considerado el Padre del Derecho Laboral en Colombia, pues fue quien instruyó, orientó y guio la redacción del Estatuto Laboral, Ley 6ª de 1945, que dio origen al Código Sustantivo del Trabajo, considerado en su momento como uno de los más avanzados en la materia en el ámbito jurídico internacional. Arriaga era entonces Ministro de Trabajo, Higiene y Previsión Social, en el segundo gobierno de Alfonso López Pumarejo, cargo en el que fue nombrado en reemplazo nada menos que de Jorge Eliécer Gaitán, a quien había antecedido Abelardo Forero Benavides. Antes de eso, en una brillante carrera que comenzó en los años 1930 en Medellín, luego de un paso también brillante por la Universidad de Antioquia, en la que se graduó como abogado; Arriaga Andrade fue Personero Municipal de Medellín, Diputado de la Asamblea y Secretario de Gobierno de Antioquia,  Intendente y primer Gobernador del Chocó, varias veces parlamentario, Decano de Derecho de la Universidad Nacional, Magistrado de la Corte Suprema de Justicia, entre otras dignidades y cargos.

Foto: Julio César U. H.
Arriaga Andrade, en su escrito de hace casi un siglo, listó como grandes problemas del Chocó un total de ocho, agrupados en tres categorías, que enunció como: “A.- Un problema de humanidad; B.- El problema de soberanía; C.- El problema de utilización de sus riquezas naturales”. Y para cada problema propuso una solución, vis a vis.

Bajo la categoría de Humanidad agrupó Arriaga Andrade todo lo referente a la salud de la población, atormentada y diezmada por enfermedades tropicales; por la falta de saneamiento y de asistencia sanitaria; por la carencia de acueducto y alcantarillado; por la ausencia de centros asistenciales especializados; y por las graves deficiencias nutricionales, originadas en la imposibilidad de acceso a buena alimentación:

A. Un problema de humanidad
1º.- Una de las razas fuertes y mejor conformadas para la conquista del trópico está en vía de desaparecer. Cerca de la mitad de la población campesina, es decir, 40.000 escombros humanos que agonizan, roídos por el pian y la miseria, sobre el suelo más rico de Colombia, exigen la inmediata intervención del Estado.

2º.- Pero, no es el pian el único flagelo de esa raza: la anemia tropical, el paludismo y la tuberculosis requieren una acción oficial de saneamiento y asistencia verdaderamente eficaz. Ni una sola de las poblaciones chocoanas ha sido dotada de acueducto y alcantarillado. Ni un solo sanatorio tuberculoso se ha erigido en un sitio accesible para esos 100.000 compatriotas.

3º.- Finalmente, no puede perderse de vista que la causa fundamentalmente de las enfermedades de ‘carencia’ del campesinado chocoano está en su deficiente nutrición, por la carestía de los artículos de primera necesidad ocasionada por la dificultad o el alto precio de los transportes. Desde la frontera panameña hasta Buenaventura no hay una sola tienda en todo el litoral Pacífico.[2]

La incidencia del pian se redujo sustancialmente en el mundo y en Colombia; no obstante, según la Organización Mundial de la Salud, OMS (2019), en Colombia, Ecuador y Haití -en zonas como el Chocó-, todavía se presentan casos sospechosos; aunque “el pian se cura con una dosis oral única de un antibiótico barato, la azitromicina”[3].

En cuanto a anemia tropical, paludismo y tuberculosis, la situación no ha cambiado mucho, con excepción de ajustes en las políticas de salud pública, como los medios de control de estas enfermedades, sobre todo de las dos últimas, y sus formas de tratamiento. En el caso de la tuberculosis, por ejemplo, ya no es necesaria la reclusión de los enfermos en un sanatorio antituberculoso, como el que reclamaba el Doctor Arriaga Andrade en su planteamiento de soluciones para la grave problemática en el campo de la salud de la población chocoana de hace 85 años.

Publicación en el Diario Oficial sobre provisión oficial de cargos para
el Sanatorio Antituberculoso 
del Municipio de El Carmen de Atrato, Chocó.

Estos problemas de salud y estas enfermedades siguen presentándose, como cuando Arriaga Andrade hizo su diagnóstico; porque, generalizando, aunque no muy lejos de la realidad, las soluciones no se han implementado, con excepción del sanatorio antituberculoso, que funcionó durante varios años en El Carmen de Atrato. Desde los años 1960 y principios de la década siguiente, este sanatorio funcionó admirable y puntualmente bajo la dirección de una comunidad de monjas enfermeras, al mando de las cuales –a fines de los 1970, cuando ya estaba en proceso de cierre- había una monja española (la Hermana Ramona) que andaba en motocicleta y trabajaba con ella una colombiana que era tan dedicada a los enfermos como amable y bonita, la Hermana Alba Nora.

Soluciones
1º.- Incrementar las actuales comisiones sanitarias ambulantes, aumentando el número de inspectores sanitarios y dotándolas de lanchas y casetas flotantes, de las que hoy tiene el Gobierno.
Agregar dos nuevas comisiones ambulantes.

2º.- Ampliación del hospital de Quibdó hasta convertirlo en un ‘Instituto Nacional de Investigaciones Tropicales’.
Hospitales en Istmina y Nuquí.
Acueducto y el alcantarillado de Quibdó e Istmina.
Fundación de un sanatorio tuberculoso en el Carmen de Atrato.
Drenaje y relleno de pantanos.

3º.- Establecer el servicio periódico con barcos oficiales en las líneas Buenaventura - Pizarro - Nuquí - Cupica - Valle - Juradó; Cartagena - Acandí – Quibdó, y Buenaventura - Bebedó. Establecimiento de un ‘comisariato’ en Nuquí para vender a precio de costo los artículos de primera necesidad.

Para cualquiera que conozca al Chocó es claro que, si le hubieran hecho caso a Adán Arriaga Andrade en cuanto a las actividades de prevención en salud y de atención in situ, que es a las que él se refería con lo de las comisiones sanitarias ambulantes, que ahora llaman jornadas o campañas; y si, teniendo en cuenta que en esta región somos más río que camino o carretera, se hubieran establecido de modo permanente ambulancias y hospitales fluviales y marítimos, no estaríamos como estamos: en casi las mismas condiciones que cuando él escribió su artículo del ABC que motiva este artículo de El Guarengue.

Por un hospital de verdad, tal como lo hace hoy el Comité Cívico por la dignidad y la salvación del Chocó, Arriaga Andrade clamó, y prefiguró lo que actualmente se ha venido planteando acerca de un hospital universitario en la región, que sea un centro de investigación de enfermedades tropicales. Los hospitales de Nuquí e Istmina que él propuso solamente tienen de hospitales el nombre, no son lo que debían ser. Así como acueducto y alcantarillado, los hospitales siguen siendo –para los chocoanos- un significante sin significado. El drenaje y relleno de pantanos sí se hizo, sobre todo en Quibdó, con la draga del entonces Ministerio de Obras Públicas, que está archivada y pudriéndose a la orilla del río Atrato hacia el norte de la ciudad, en inmediaciones del edificio de la Gobernación y de la Universidad Antonio Nariño, antiguo Hotel Citará.

Esta de color amarillo es la draga del Ministerio de Obras Públicas
con la que se hizo el relleno de los pantanos de las carreras Primera a Quinta de Quibdó,
en los años 1960. Foto: Julio César U. H., octubre 2019.

En relación con los tres problemas referentes a la soberanía, que fueron expuestos por Adán Arriaga Andrade hace casi un siglo, la base de los mismos sigue siendo literalmente la misma. Así la presencia militar reclamada por él sea numerosa en la actualidad en gran parte del Chocó, incluyendo al Pacífico chocoano, al cual su escrito aludió, el abandono sigue a la orden del día y podemos repetir con Arriaga Andrade que “no es preciso insistir acerca de los peligros de toda índole que trae consigo el secular abandono de la región chocoana”[4]. La carretera Bolívar-Tutunendo aún no está terminada, lleva más de un siglo en construcción y no gratuitamente llegó a ser conocida como La trocha de la muerte. Lo que Arriaga Andrade llamó “la modesta red vial: Quibdó-Istmina-Condoto-Nóvita-Cartago, y Quibdó-Pacífico” conserva su modestia, por la poca importancia que se le ha dado y la mediocridad e insuficiencia de su construcción. La vía al mar sigue siendo una entelequia y los vendedores de humo en boga andan ofreciendo a diestra y siniestra un puerto en Tribugá, como si eso allá fuera de su propiedad, en lugar de avanzar en algo tan simple y tan ya inventado como es la construcción de una carretera que conecte a más de medio Chocó con su propio mar y a nuestros paisanos costeños les facilite la vida al reducir los costos que pagan cuando desde allá quieren viajar.
 
Valla instalada en el sitio conocido como La Y, en la carretera Quibdó-Istmina,
en los años 1970. Foto: Archivo fotográfico y fílmico del Chocó.
Los dos últimos problemas que plantea Adán Arriaga Andrade en su diagnóstico de 1935 sobre el Chocó se refieren a la “utilización de sus riquezas naturales”. En uno se refiere a la minería, en el otro a la agricultura y a la explotación forestal.

Como si hoy fuera ayer, este admirable e inteligente intelectual y político chocoano analiza por contraposición la minería de las empresas extranjeras versus la que practican quienes él llama “los mineros pobres”, y concluye: “Puede imaginarse a dónde llegará la producción cuando se den herramientas e instrucción a los mineros pobres y se les otorguen los créditos indispensables…”[5]. Siguiendo su propio análisis, con encomiable preocupación social y gran visión, Arriaga Andrade propone como soluciones a tan complejo problema:

7º.- Ampliación de la oficina de minas, con ingenieros que prospecten las minas de los mineros pobres, dirijan los montajes y los instruyan en el uso de las herramientas y con abogados que estudien y defiendan su situación jurídica.
Herramientas para mineros pobres.
Agencia en Quibdó de la Caja de Crédito Agrario, Industrial y Minero.
Caminos de penetración minera a las regiones del Andágueda, Calima, Tadó, etc.

Semanario El Campesino, el 27 de julio
de 1958, a propósito de los 27 años
de la Caja Agraria, que a la fecha
había otorgado préstamos
a 3 millones de campesinos
colombianos.
Hace nomás tres días, el semanario quibdoseño Chocó 7 días analizó el mismo problema en su editorial: “El gobierno nacional debe entender que los pequeños mineros son un sector social que trabaja y aporta al progreso nacional, un sector respetable en grado sumo que debe ser protegido, asesorado, formalizado y regulado”[6]. Una asombrosa coincidencia de planteamientos, con 85 años de diferencia.

“Pero el Chocó no es sólo tierra de minería, sino que ofrece zonas agrícolas de las más imponderables condiciones”, anota Adán Arriaga Andrade en el último problema enunciado en su diagnóstico. Y, como buen hijo de su época, ve en el arroz del Pacífico y el Baudó y en las plantaciones bananeras del Bajo Atrato y del Caribe chocoano una salida. “Los arrozales de Juradó, Cupica, Nuquí, el Baudó, etc. son suficientes para abastecer a toda Colombia”, anota. Y, por consiguiente, propone como solución la “dotación de trilladora de arroz para Cupica, El Valle, Nuquí, Pizarro, Pie de Pató” y el nombramiento de “agrónomos nacionales para Acandí y Cupica y un agrónomo y un veterinario para Pizarro”, así como herramientas y semillas. Lo cual complementa con su propuesta de “dragado de la barra del río Acandí y arreglo de este puerto”, para garantizar la salida del banano.

Distantes de la modernidad, sin recursos de ningún orden para que sus fincas o trabajaderos superen el reducido límite de un precario autoabastecimiento, los campesinos chocoanos, de todas las subregiones del Departamento, evocan hoy lo que de sus mayores escucharon decir sobre los tiempos de la prosperidad del arroz, del plátano, de las frutas, de las especies menores de animales criadas para el mercado; mientras languidecen de sol a sol sin ayuda ninguna de parte del Estado. Quibdó y demás centros urbanos se alimentan, mientras tanto, con bananos de rechazo del Urabá antioqueño, plátanos del llamado eje cafetero, arroces de los llanos orientales y del Tolima, papayas antioqueñas, lulos andinos que han reemplazado el lulo chocoano, aguacates y limones foráneos y así, sucesivamente, hasta pescado nos traen de otros lados, en muchas ocasiones. Por física inexistencia de los propios productos, gran parte de la generación actual no sabe qué es una badea, no conoce un almirajó y a duras penas identifica una pepa de árbol del pan.

Finalmente, no oculta Arriaga Andrade su posición respecto a la explotación de los bosques, la cual hoy no lo dejaría bien parado desde la perspectiva del ambientalismo. “Los natales y los bosques de caobo del Pacífico no pueden mantenerse indefinidamente como ‘reservas’ forestales”, expresa rotundamente. Y, en consecuencia, propone los “dragados de las bocas del Atrato y del San Juan”, para que la madera pueda ser transportada; y el “montaje de un aserrío en Coredó”. Los inmensos claros en la selva chocoana, que uno observa desde el avión, provocados por los señores de la guerra minera y maderera, hablan por sí solos sobre el rumbo que esta actividad cogió.


Adán Arriaga Andrade, el mismo que tuvo la lucidez de regalarle su primer clarinete nuevo a un joven de Condoto llamado Antero Agualimpia, en 1936; hizo pues un lúcido y conciso diagnóstico de los problemas del Chocó hace 85 años y planteó soluciones razonables para estos. Casi un siglo después, dichos problemas siguen siendo casi los mismos, pues las soluciones han sido precarias o inexistentes. Es como si a Úrsula Iguarán la asistiera la razón, no el desvarío, y el tiempo, en lugar de avanzar, diera vueltas en redondo y nos condujera siempre al mismo punto.



[1] Chocó 7 días. Edición N° 1021, Quibdó, julio 10 a 16 de 2015. El Chocó de ayer. En: http://www.choco7dias.com/1021/choco_ayer.html

[2] Ibid.

[3] Organización Mundial de la Salud, OMS. Pian. 21 de mayo de 2019.
En: https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/yaws (Aquí se explica en qué consiste esta enfermedad).

[4] Chocó 7 días. Edición N° 1021, Quibdó, julio 10 a 16 de 2015. El Chocó de ayer. En: http://www.choco7dias.com/1021/choco_ayer.html

[5] Ibidem.

[6] Chocó 7 días. Edición N° 1255. Quibdó, febrero 28 a marzo 5 de 2020. Editorial: El drama de los pequeños mineros. En: http://www.choco7dias.com/editorial.html

1 comentario:

  1. Gracias Julio por tan siempre pertinente recuento de la memoria de lo que fuimos... hoy que ya ni sabemos si seremos.

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