lunes, 24 de febrero de 2020


Ay, Chocó...
Carta geográfica de la Intendencia del Chocó, 1928.
Fuente: 
http://babel.banrepcultural.org/digital/collection/p17054coll13/id/560/

Los títulos se escribían en el cuaderno con el lapicero rojo. La copia con el lapicero azul. La copia era como se llamaba al resto del dictado que hacía el maestro o la maestra, o al texto que con su caligrafía generalmente bonita y clara escribían en el tablero. Eran esos tableros verdes, fabricados en cemento, que presidían los salones de clases de las escuelas y de los colegios y en los que se escribía con barras de tiza blanca, cilíndrica o rectangular.

En la Escuela Anexa a la Normal Superior para Varones de Quibdó (así se llamaba), en primer grado solamente se usaba lápiz. Lapicero, rojo y azul, se usaba en segundo y en tercero. En cuarto y quinto grados, como una especie de símbolo de estatus, se usaba estilógrafo, que se conseguía en alguna de las dos papelerías que había en Quibdó, la Santacoloma o la Claret, en  donde también se conseguía la tinta con la cual se recargaba el estilógrafo. Marca Sheaffer eran los estilógrafos. La tinta era Parker.

En esos tableros y con esas tizas, con esa letra clara, legible y bonita, nos enseñaron -y nosotros lo copiamos con nuestros estilógrafos- algo que se llamaba las “Teorías sobre el origen del nombre del Departamento del Chocó”. Fue en clase de Historia del Chocó, una clase que existía así, tal cual, y en la que le enseñaban a uno la vida de los personajes más influyentes de la historia regional, cómo había sido el poblamiento de la región o quiénes eran aquellos a quienes llamaban los “Primitivos pobladores del Chocó”, es decir, los indígenas, de quienes se nos enseñaba que eran de baja estatura, de piel cobriza y de cabello lacio.

Eran tres las teorías sobre el origen del nombre Chocó, dos de las cuales –a la luz de los años- hacen pensar a uno que quien las inventó era un gran fabulador, cuya imaginación creativa tenía mucho de ingenua y candorosa.

En las tardes de verano, bordeando las orillas de los ríos, bandadas de aves canoras iban y venían, despidiendo el día. En sus cantos melodiosos parecían decir: “ay, Chocó…, ay, Chocó…, ay, Chocó”. Esta era la primera teoría. Y de ella recuerdo –además- que, durante muchos años, pensé que a esa palabra canora le hacía falta una t.

A un español, no recuerdo si Pascual de Andagoya o Diego de Almagro, cuando regresó a España o a Santa Fe de Bogotá, después de haber andado por esta tierra, le preguntaron cómo le había parecido. Y él respondió: “esa tierra me chocó”. Esta era la segunda teoría.

Y la tercera teoría era que todos los indígenas que había por estos lares se llamaban chocóes y que, por extensión, los españoles habían llamado así a nuestra región. Por supuesto, como nos lo explicaba la Seño Bibiana Mena, mi profesora de segundo y tercero de primaria, esta teoría era la más aceptable.

Ignoro si actualmente, en las escuelas y colegios –o, como se dice ahora, instituciones educativas- estudian Historia del Chocó. Si lo hacen, espero que incluyan en sus lecciones cosas como esta que acabo de contar sobre los orígenes del topónimo Chocó. Si no lo hacen, lo lamento: no saben de lo que se están perdiendo.


Plaza de Quibdó. Acuarela de Manuel María Paz (mediados del siglo XIX).
Tomada de Biblioteca Digital Mundial: 
https://www.wdl.org/es/item/9058/#q=Quibd%C3%B3


1 comentario:

  1. hola juceuh no se si te llegara este comentario; de todas formas pf puedes enviarme copia de tus publicaciones al siguiente correo, me queda mas facil y oportuna la lectura. jerwin1360@gmail.com pendiente de tus comentarios

    atte

    jesus erwin

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