El dilecto hijo de
Quibdó
![]() |
Monumento en homenaje a César Conto Ferrer. Quibdó, Parque Centenario. Foto: Julio César U. H. |
En la esquina noroccidental del Parque
Centenario, de Quibdó, separado del recién remozado malecón de la orilla del
río Atrato por el siempre congestionado y peligroso tráfico de la Carrera
Primera, contiguo al atrio de la Catedral San Francisco de Asís, se encuentra un
monumento en homenaje a César Conto Ferrer, en donde diariamente cientos de
quibdoseños del común se dan cita, se sientan a descansar o a charlar, se
protegen del sol o se guarecen de lloviznas leves y pasajeras. El monumento es
un templete inaugurado el 12 de octubre de 1924 para recibir los repatriados restos
de este poeta, maestro, político, periodista, diplomático, filólogo y patricio
liberal, que habían llegado a la ciudad el día anterior, en un barco a vapor llamado
Quibdó, que -bordeando el Mar Caribe y remontando el Atrato- los trajo desde Cartagena,
adonde habían llegado procedentes de Ciudad de Guatemala, en donde el jueves 2
de julio de 1891 -hace 128 años- murió este protagonista de decenas de batallas
contra la hegemonía conservadora, forzosamente exiliado por combatir el
oscurantismo, la teocracia y el cogobierno eclesiástico, en defensa de las
ideas liberales, la Constitución de Rionegro, la república federal “y, como alimento de ella la educación
popular, sin tributos al escolasticismo, libre, laica, científica”[1].
Por sus ideas, expresadas con vehemente
claridad en los debates públicos y en sus magistrales y fogosos escritos de
prensa, principalmente en El Liberal, de Popayán, y por su valentía y arrojo con
las armas en la mano cuando no quedó otro camino, en las guerras civiles
interpartidistas del último cuarto del siglo XIX; Conto se había convertido en
una de las figuras más temidas por los conservadores más godos entre los godos de
la época, como el cartagenero Rafael
Wenceslao Núñez Moledo y el noviteño Carlos Holguín Mallarino, ambos
presidentes de la república, quienes lo hostigaron hasta conseguir que su única
escapatoria fuera el destierro hacia un país que, afortunadamente, lo acogió como
un defensor de la libertad, como un ser humano bueno y como un intelectual. Tal
y como ya había acogido al poeta bayamés José Joaquín Palma Lasso, quien había
luchado por la independencia de Cuba al lado de Francisco Maceo, José Martí,
Carlos Manuel de Céspedes y Máximo Gómez. Palma Lasso, compositor de la letra
del Himno Nacional de Guatemala, pronunciaría, años después, un elogioso poema
fúnebre, en el homenaje que un grupo de colombianos le brindara a César Conto, en
el bello cementerio central de Ciudad de Guatemala, el Día de Finados del año
1898[2],
en el séptimo año de su muerte.
César Conto Ferrer nació el 18 de enero de
1836 en Quibdó (en algunos escritos se afirma que fue específicamente en Neguá),
“en el hogar de Nicomedes Conto Pontón y
Marciana Ferrer Scarpetta. Siendo Presidente del Cauca, Conto nombró a su
connotado primo[3] como Superintendente
de Instrucción Pública del Estado, momento este en que Isaacs dejó de ser
Conservador y se volvió Liberal; estudió en Cali bajo las enseñanzas de David
Peña en el destacado colegio de Santa Librada (fundado por el General
Santander) y se graduó de Abogado en el Colegio Mayor de Nuestra Señora
del Rosario, en Bogotá. Hablaba inglés, francés, alemán, griego, latín e italiano;
fue librepensador y miembro muy destacado de la masonería colombiana. A
instancias de Murillo Toro, Conto fue el principal dirigente Radical del Cauca
y el más destacado contradictor de independientes y conservadores; se enfrentó
a los mosqueristas y esclavistas que pululaban en este gran Estado que
cubría todo el sur de Colombia”[4].
Rasgos de César Conto Ferrer ampliamente
reconocidos en su época son su pulcritud y su eficiencia como servidor público,
particularmente como Presidente del Estado del Cauca, cargo desde el cual, en
coherencia con lo más liberal de sus ideas, dio especial importancia a la
educación; al punto que, según cuentan, en una ocasión ordenó al encargado del
tesoro público que no le pagara su sueldo presidencial si no hallaba la manera
de incrementar en mil pesos el presupuesto mensual de este ramo, tal como lo
había solicitado el encargado del mismo, su primo Jorge Isaacs Ferrer. Al
respecto, un conciso biógrafo de Conto expone: “Conto fue no solo un notable poeta, un excelente repentista, un avezado
periodista de combate, sino también un excelente funcionario público, ya en el
orden administrativo, ya en el campo jurisdiccional, ora dirigiendo las
finanzas del Estado, ora también al frente de la colectividad política, a la
que sirvió en la guerra y en la paz, en la fortuna, y en la adversidad, con un
desinterés, con una lealtad, con una sensatez de que hay pocos ejemplos en
nuestra historia política. Conto, gobernante, echó las bases de muchas
realizaciones que otros habrían de aprovechar en el Estado Soberano del Cauca.
La navegación fluvial y el ferrocarril del Pacífico obras suyas son. Pero donde
cifró más alto su actividad gubernamental fue en el ramo docente, al que
consagró, con la cooperación de hombres como Jorge Isaacs, todas sus energías y
entusiasmo sin tasa”[5].
Igualmente, son de amplio reconocimiento su
calidad como poeta, su acierto como traductor de inglés a español y su
inagotable ingenio como repentista para construir al vuelo décimas tan bien
hechas como divertidas.
Una muestra de lo primero es la siguiente
décima:
Los mejores ojos
Ojos azules hay bellos
hay ojos pardos que hechizan
y ojos negros que electrizan
con sus vívidos destellos.
Pero, fijándose en ellos,
se encuentra que, en conclusión,
los mejores ojos son,
por más que todos se alaben,
los que expresar mejor saben
lo que siente el corazón.
Sobre sus dotes de traductor, el poema
¿Cuál?, del gran poeta romántico inglés William Wordsworth, es una buena
muestra:
¿Cuál?
(Fragmento)
¿Cuál ha de ser, cuál ha de ser, Dios mío?
Yo a mi esposo miré y él me miró:
Querido Juan que me ama todavía
con la misma ternura de aquel día
en que el cielo bendijo nuestra unión.
Ambos mudos estábamos; yo quise
ese triste silencio interrumpir,
y en voz muy baja y trémula le dije:
“Repite lo que ofrece y lo que exige
en su carta Roberto…” “Dice así:”
Y Juan leyó: “De vuestros siete hijos
dadme uno para siempre, el que escojáis;
y yo, en cambio, os daré tierras y casa;
tendréis fortuna y bienestar sin tasa
y el hambre ahuyentará de vuestro hogar.”
Y pensé en nuestros hijos. ¡Ay, son tantos!
¡Siete que mantener y que educar!...
Luego exclamé con aparente calma:
“Mientras durmiendo están, ¡hijos del alma!,
ven escojamos al que se ha de dar.”
Imagen tomada de: César
Conto. Una corona sobre su tumba. Guatemala. Impreso en la Tipografía Nacional. 1898. |
Muestra del admirable ingenio de César
Conto Ferrer para el humor y el repentismo es su poesía El carajo:
El carajo
¡Oh que palabra! A su inventor bendigo
que tanta dicha a los mortales trajo
cuando inspirado por celeste musa
dijo… carajo.
No hay trance alguno de la amarga vida
en que no siente con primor un ajo
Por eso el que habla castellano
siempre dice…carajo.
¿Estás muy triste?
¿La contraria suerte tus ilusiones arrancó de cuajo?
No te lamentes, tus suspiros deja
y echa un carajo.
¿Estás alegre?
¿La fortuna ciega te da dinero como dar cascajo?
Toma una copa a su salud y dile:
Gracias…carajo.
Si te fastidia el petulante y necio
si alguien te choca por lo ruin y bajo
das un gemido y entre los dientes dices:
¡vaya al carajo!
Si de un aprieto con donaire sales
garbo ostentando y mucho desparpajo
alzas la frente y con orgullo dices:
¡Qué bien… carajo!
Más si te pifias y salir no puedes
del rudo lance ni por un atajo
sudas de rabia y renegando dices:
¡Qué mal… carajo!
Si a mis querellas corresponde alguna
con un “yo te amo” dicho por lo bajo,
al quinto cielo subiré diciendo
feliz…: ¡carajo!
Mas si una chica me desdeña ingrata
a suplicarle nunca me rebajo
y con su gracia, su hermosura y todo
se va al carajo.
Feliz invento cuanto encierra el mundo
cuanto de bueno hay de tejas para abajo
No vale nada el compararlo todo
con un carajo.
El cartagenero Joaquín Pablo Posada,
cerebro de un clásico del periodismo de este género en Colombia: El Alacrán[6],
inmortalizó la gran capacidad para la improvisación, la sátira y el humor fino de
la que César Conto hizo gala; en el siguiente poema:
De
Joaquín Pablo Posada sobre César Conto
Habla como de
memoria,
cual si estuviera
leyendo,
a su gusto
disponiendo
de la fábula y la
historia.
Las reglas de la
oratoria
no olvida en tales
instantes
y sin aires
petulantes
brota, en forma de
simplezas,
Tequendamas de
bellezas,
Niágaras de
consonantes.
Con cada palabra
mía
hace una décima
suya:
que no me la
restituya,
pues yo la
profanaría.
Con singular
maestría,
sin vacilar un
segundo,
con giro siempre
rotundo,
sin dejar de ser
conciso,
puede, hablando de
improviso,
darle dos vueltas
al mundo.
Deben, a este
trovador
los repentistas de
Italia
descalzarle la
sandalia
de hinojos y con
temor.
En mi caso, el
estupor
tapó mis entendederas;
y acá inter nos y
de veras,
pienso que
escuchando a Conto
se calla, porque
no es tonto,
Sin dejar por fuera ninguno de los
múltiples campos de acción de Conto, el periodista, escritor, educador y
político liberal Santiago Pérez, Presidente de Colombia entre 1874 y 1876, resumió
así el periplo vital de César Conto Ferrer:
“Conto fue
alternativamente publicista[8] y legislador, profesor y
soldado, magistrado y hombre de letras. […] Varón consular, en el sentido
clásico del término, Conto tuvo todas las serenidades y dio muestra oportuna de
todas las energías. Aplicó la fuerza del derecho, en las salas de justicia, con
la misma impasibilidad con la que aplicó el derecho de la fuerza en los campos
de batalla. Administrador del tesoro público, su probidad tuvo la rigidez de la
ley. La modestia de su hogar y la humildad de su sepultura son pruebas de su
integridad como hombre privado; integridad que estuvo siempre en armonía con
los principios y las prácticas del sistema político de que él era alto
representante. Tribuno popular, no hubo facción ni clamor que lo intimidase.
Orador parlamentario, no hubo razón que no tuviera en cuenta, ni sofisma que lo
tomara desprevenido. Escritor correcto sin nimiedad, su argumentación era
sólida y su estilo sencillo. Jamás vendió su pluma. Pudo alguna vez no tener
razón, pero siempre tuvo dignidad. Poeta popular, en sus versos hay siempre
espontaneidad y dulzura. Sus obras de filología llenan perfectamente su objeto.
Todo esto, sin aires de magisterio en las letras, sin ceño de autoridad en
política, sino jovial y galante con todos, atento con el adversario, respetuoso
con el convencido”[9].
Y así, precedido de una honra intachable y
de un buen nombre resistente a apodos, de una inteligencia y de una humanidad a
toda prueba, afectado por la guerra en todas sus expresiones, César Conto
Ferrer llega exiliado y desterrado y expatriado a Guatemala:
“Conto llega a las playas de este
país hospitalario; siéntese enfermo, vésele enflaquecido, y está pobre; pobre,
él, que había tenido en sus manos puras los tesoros de Colombia; y el Gobierno
de Guatemala, sin más formalidad que la fama de que el viajero viniera
precedido, le honra brindándole las cátedras de Derecho Civil Patrio y de
Historia Universal, que aceptó con reconocimiento”[10].
Allí en Guatemala, dignificado por la
hospitalidad nacional, acogido por sus compatriotas, querido por sus
discípulos, admirado por sus colegas, César Conto Ferrer termina sus días, bajo
las pródigas alas coloridas del quetzal sagrado de los mayas, contemplando los
durmientes y cónicos volcanes de perfecto vértice y altura increíble. Le duele,
sin embargo, la patria, esa de la que extraña “la pompa y el esplendor de mis valles caucanos, el murmullo de la
fuente de mi amada tierra, la simpatía de los amigos, la ternura de la familia”[11].
El mismísimo Rafael Uribe Uribe visitará posteriormente su tumba, en el
Cementerio Central de Ciudad de Guatemala, y dejará -a la usanza de la época-
una tarjeta recordatoria. Aquel Día de los Finados, cuando más de media
Guatemala se ha volcado al cementerio en donde él está sepultado, es su tumba
la más concurrida en el momento en el que colombianos y guatemaltecos se juntan
para enaltecer su memoria.
Treinta y tres años después de muerto,
César Conto Ferrer regresa a Quibdó consumido por el tiempo, su energía y su
materia transformadas, como corresponde al final de la vida. Empacado en una
urna. Y ni en este estado se salva de las diatribas y de los denuestos de sus
contradictores: “…la iglesia católica
declaró “profanado” el recinto donde habían reposado los restos de Conto
Ferrer, militante e ideólogo del liberalismo radical en el siglo XIX, y se
negaron a celebrar una ceremonia religiosa que debía tener lugar allí. El
clérigo español Nicolás Medrano fue el principal vocero del clero en contra de
la memoria del ilustre hijo de Quibdó. De Medrano se dice que “combinaba la
liturgia con la política partidista”[12].
Ese recinto fue el salón principal del
edificio de la Intendencia del Chocó, en donde tuvieron la urna con los restos
mortales de Conto en cámara ardiente, antes de llevarlos al monumento
construido por Luis Llach, “un monumento
sencillo y elegante, de airosas proporciones, en la esquina noroeste del Parque
Centenario, el cual se inauguró el 12 de octubre de 1924. Un templete con
columnas muy a su gusto, de inspiración jónica, que sostenían una cúpula con
nervaduras, y posada sobre esta, como remate, un águila imperial. Al interior,
la urna de mármol de los talleres de Tito Ricci, de Cartagena”[13].
Allí, cada día, cientos de quibdoseños del
común se seguirán encontrando, se seguirán resguardando del sol o de las
lloviznas leves y pasajeras, se recostarán en las columnas construidas por
Llach Llagostera. Quizás, no leerán aquella inscripción que rodeando la cúpula
reza: Quibdó
a su dilecto hijo César Conto. Y
quizás no se enterarán de que ese busto en el cual se recuestan cuando hace
mucho sol o cuando no quieren que los vean es él: César Conto Ferrer.
Otros seguiremos recordando que varias
veces, en clase de español, en la Normal de Quibdó, el Profesor Plinio Palacios
Muriel recitó el poema aquel que Conto Ferrer tradujo. Y que, una tarde, a la
salida, nos contó que él tenía sus dudas sobre la verdad de eso que tanto se
decía: que cuando César Conto Ferrer fue Cónsul de Colombia en Londres dizque
había puesto un letrero que a la letra decía que se enseñaba inglés a los
ingleses.
[1] Conto Ferrer, César. Testamento Político. En: REPERTORIO AMERICANO,
Semanario de Cultura Hispánica. Tomo 9, Núm. 12. San José, Costa Rica, LUNES 24
DE NOVIEMBRE 1924. Pág. 185. Biblioteca Electrónica Scriptorium de la
Universidad Nacional, Costa Rica. Consultado en:
[2] Día de los difuntos, 1° de noviembre.
[3] Jorge Isaacs Ferrer.
[4] Llano Isaza, Rodrigo. Poetas liberales. Partido Liberal Colombiano.
Academia Liberal de Historia. Bogotá, agosto de 2004. En: https://www.ellibrototal.com/ltotal/?t=1&d=6215
[5] Arboleda, Gustavo. César Conto, su. vida, su memoria. Publicación
hecha con motivo del centenario del grande hombre. 1836-1936. Gustavo Arboleda,
Edit. 193 págs. Cali, 1936. Boletín Cultural y Bibliográfico. Digitalizado por
la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. http://www.banrepcultural.org/biblioteca-virtual/credencial-historia/numero-115/gustavo-arboleda-cronista-de-la-historia-politica-y-social
[6] Para mayor información, ver: EL ALACRÁN EN EL PERIODISMO SATÍRICO
DEL SIGLO XIX. Por:
Luis Fernando García Núñez. Revista
Credencial, enero 2013.
[7] Para captar el tamaño del elogio, invito a los lectores a consultar
quién era José Manuel Lleras.
[8] El vocablo publicista, hasta la aparición de la publicidad como
profesión, se usaba en el siglo XIX y comienzos del XX, en el sentido de la
segunda acepción del Diccionario de la Lengua Española: “Persona que escribe para el público, generalmente de varias materias”.
[9] Santiago Pérez, El Espectador, junio 30 de 1892. En: REPERTORIO
AMERICANO, Semanario de Cultura Hispánica. Tomo 9, Núm. 12. San José, Costa
Rica, LUNES 24 DE NOVIEMBRE 1924. Pág. 186. Biblioteca Electrónica Scriptorium
de la Universidad Nacional, Costa Rica.
[10] Palabras del Doctor Miguel Velasco y Velasco, en el homenaje a
César Conto, el 1° de noviembre de 1898, en el Cementerio Central de Ciudad de
Guatemala. En: César Conto. Una corona sobre su tumba. GUATEMALA. Impreso en la
Tipografía Nacional. 1898. 28 pp. Pág. 19. Nota:
Las cátedras son dictadas por César Conto en la Facultad de Derecho y
Notariado del Centro, de la Universidad Nacional de Guatemala.
[11] Conto Ferrer, César. Testamento Político. Arriba citado.
[12] Chocó 7 días. Edición N° 1116. Quibdó, mayo 19 a 25 de 2017.
Hidalgo, Edgar, ¿Qué sabe usted del Chocó? En: http://www.choco7dias.com/1116/que%20sabe%20ud.htm
[13] González, Luis
Fernando. Luis Llach, en busca de las ciudades y la arquitectura en América.
Editorial de la Universidad de Costa Rica. 2004. 344 pp. págs. 244-245.
Encontré este artículo tratando de resolver un crucigrama y me ha resultado interesantisimo. No conocía a César Conto y aprendí muchísimo con este artículo. Gracias!
ResponderBorrarDonde podria conseguir el poema "A Cartagena de Indias" de Cesar Conto? Lo busque en Google y no lo he encontrado. Si alguien pudiera enviarmelo, le agradeceria inmnensamente.
ResponderBorrarMuchas gracias,
Alonso E. Rhenals Figueredo
email: rhenals@alum.mit.edu
7/18/2021